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Idiomas: De lo superfluo

superfluo a lo sublime
sublime

En febrero de este año Naciones Unidas declaró al 2008 como Año Internacional de las Lenguas;
independientemente del decreto y que la “institución” sirva para dos cosas, es un buen intento por acercar a los
pueblos, por vía de la palabra.
La “palabra” esa herramienta tan fina que poquísima gente se detiene a escuchar es de un valor inestimable, sin
cursilería ni valor poético agregado, el mencionado decreto no es una ociosidad técnica, ni pérdida de tiempo...
por el contrario, es una llamada seria de atención a las naciones para promover los idiomas internacionales y
sobretodo los regionales.
El año que corre se extingue en un trío de semanas, lo que ocasiona que exponga aquí tal equivalente en
idiomas. En este planeta que nos toca pisar, soñar, disfrutar, sonreír y otras decenas de emociones varias, se
hablan actualmente 5000 idiomas aproximadamente, ¿muchos? , no; cada vez menos, el ritmo de extinción de
los idiomas es tal, que si es constante para el año 2050 la mitad de las lenguas de la Tierra (que de tierra no
tiene más que ¼ parte) se habrán disipado como niebla al medio día de una región selvática. Tras la niebla todo
es más claro, caso aquí opuesto, la oligarquía lingüística no beneficia a la humanidad sino que al pasar de los
lustros la estancaría culturalmente.
Suponer que el inglés (u otra lengua emergente) sea la que “una a los pueblos” es tan absurdo como el
socialismo soviético en sus mejores sueños ocasionados por una shisha con hashish. El inglés ha triunfado por la
imposición comercial que generan los pueblos de los países que lo hablan, aunado a la sencillez en su gramática
y esterilidad emocional, ambos aspectos finales son las enfermedades fatales de una lengua, por que la misma no
es algo abstracto que se lee o se dice y ya; la lengua es un ser vivo, que tiene antepasados, evoluciona, se
enferma, tiene descendencia, muta, crea, transmite, ...se mueve; es importante a grado tal que es impensable que
el Homo Sapiens Sapiens, plaga de este tercer planeta o coloquialmente : ser humano si quiera piense en
existir...o piense al menos.
Un idioma es cultura, y vaya que implica cientos de consecuencias inimaginables, puertas de distintos tamaños y
funciones, emociones distintas a asimilar. Si la ONU determinó quebrar la oligarquía del español, inglés,
francés, chino, ruso y árabe, lenguas oficiales del organismo, es una buena señal de preocupación, pues como
cualquier ser vivo, la poca diversidad biológicamente origina que una especie esté próxima a la extinción por la
similitud en el ecosistema o hábitat de congéneres en su ADN. Un ejemplo es el zacatuche, un tipo de conejo
que sólo habita las faldas del Popocatépetl y su vecina Ixtaccíhuatl, era un conejo típico del Valle de Puebla y
del Anahuac, la cultura azteca le respetaba sabiendo cuál era su modo de vida, el mismo nombre es de origen
náhuatl (zacatl = zacate, tochtli =conejo). El conejo pequeño de tonos pardos y cenizos ya se contiene en
anécdotas tales como “vi un conejo en el Paso de Cortés”, algo único, raro, y a la vez triste, parte del proceso
llamado -evolución-.
El humano está en este proceso tremendo de evolución forzada, en la que hablando del tema en cuestión hay dos
vertientes: la prudencia y la intolerancia. Poniendo por casos: ¿Cómo podemos juzgar con cautela porqué
vivimos una crisis global, no sólo económica?, ¿cómo saber distinguir algo difícil de lo que no es y porqué
determinar que “así es” sólo por que nos lo pintan de tal modo?, ¿porqué asegurar que un grupo de personas es
“malo” por sus creencias, color o gustos?, ¿porqué valorar más el oro negro que al agua?, y así una fila algo
numerosa de preguntas con respuesta simple y solución compleja. Al ser las cuestiones demasiadas y de este
estilo, hay que asomarse dentro de uno mismo y analizar, ¿qué tanto conozco al mundo?. Siendo realistas, no
hace falta gastar fortunas viajando al Gobi o a la hundible en años Tuvalú, cuando tenemos al alcance la
tecnología para poder entender las distintas culturas leyendo su historia, conversando con personas nativas en su
lengua y ¡oh sorpresa!, hay problemas serios de comunicación por no hallar las palabras adecuadas en ambos
comunicantes. Ya que en ciertos casos se recurre a una lengua mediadora o la de uno de los que conversan... y
la cultura es distinta para ambas personas; el modo como ve un canadiense su hoja de maple es distinta a como
ve el libanés su árbol de cedro en sus banderas respectivas, incluso… las mismas banderas. El hecho de que a

Versión en español
un pueblo se le llame despectivamente gabacho en España, así como los distintos clichés regionales e
internacionales son ocasionados por la ignorancia; la pobreza de cultura que se refleja en escasez de palabras,
pues quien no es rico en ellas recurre a la simple violencia verbal y probablemente física, diciéndonos a los
musulmanes terroristas y machos, a los indígenas latinoamericanos tratándoles como animales a los que, en
múltiples casos, se les trata mejor, como la “mascota amada”, diciéndoles estúpidos a los gringos (o cosas
peores) por su inocencia de vida en situaciones diversas, ensalzar culturas asiáticas que lejos de ello se estancan
en el occidentalismo y el abandono paulatino de la tradición.
La lengua es vehículo para evitar tal conducta, pues nos acerca a los pueblos respectivos, nos hace imaginar vías
posibles de transmitir ideas y sentimientos con respeto y paciencia por delante.
Al aprender un idioma no basta la gramática y la pronunciación perfectas si no se le da un uso práctico a tales
conocimientos. Vivir un idioma es entender la cultura y profundidad de identidad del pueblo que lo utiliza,
teniendo en cuenta que éste no sólo es hablado y escrito sino también gesticulado. En el bagaje de lenguajes
empleados, además descubrir la cantidad de semejanzas (las palabras de corte negativo llevan “o” por lo común,
“jaque mate” es palabra de origen persa, yoğurt es la única palabra turca exportada en la mayoría de las lenguas
del mismo modo que la náhuatl “chocolatl”, el 99.9% de las palabras que en español empiecen con “al” son de
origen árabe, “qué” en hindi es “kye” y en la misma lengua “try” es intentar tal como en inglés, etc.) se
descubren maneras, sutilezas, métodos, trucos, sentimientos, puntos de vista que en nuestro idioma y lógica no
se perciben. Esto último no hace a un lenguaje pobre, por el contrario, sirve de complemento de expresión de la
existencia, de la raza, del país, de la región, la sociedad, la familia y el propio ser, hecho existir.
Hubo lenguas africanas cuyos extintos idiomas tenían varios fonemas para el simple vocablo “bailar”; ¿qué es
bailar?, ¿cómo hacerlo?, ¿dónde bailar?, ¿con quién? Y deteniéndose en seco: ¿qué es la danza?. Estas preguntas
en algunas lenguas africanas extintas tienen vocablos especiales para definirlas lo que demuestra la riqueza
léxica de las mismas. Caminemos más cerca: En náhuatl el prefijo “tzin” hace el diminutivo y a la vez el
término de cortesía o respeto: “moyololt” es corazón, “moyolotzin” por lo tanto se vuelve corazoncito, manera
formal como los varones aztecas se dirigían caballerosamente a sus parejas, pues no es sólo el término
romántico: lo diminuto, es valorado, pues su pequeñez es delicada, una pieza hermosa en este universo, digna de
ser contemplada como las mariposas o el rocío, lo pequeño es trascendente, lo trascendente es respetable y se
procura, se cuida; los pétalos de una flor en la mano, el corte mismo de la flor desde su raíz es una barbarie,
cuando se puede en campos vastos mostrarle a la mujer el amor que se le tiene, sellando con un beso el
momento tras la palabra adecuada que no se olvide el resto de ambas vidas.
Las palabras entonces no son simples ideas aisladas de la realidad, esa fría definición de mínimo elemento en
una frase. Son la cuña de un momento, la huella de una historia, el culmen de una conquista territorial, el
recuerdo de un instante, el compartir un logro, el hallazgo de una salida.
Las salidas comienzan a perderse. La cultura se extravía y la intolerancia crece, la variedad lingüística se
angosta. México, uno de los terrenos más bellos del planeta ha perdido en el siglo XX 125 idiomas y dialectos.
¿Es permisible que la riqueza que aun se tiene (98 lenguas autóctonas) se pierda como algún día no lejano el
inquieto zacatuche?
Es muy importante conocer idiomas como herramientas que nos abren puertas en nuestro quehacer cotidiano;
sea el diplomático francés, el comercial inglés, el suave español, el complejo chino o cualquier lenguaje que nos
interese por la razón válida que le pongamos, porqué sólo mirar hacia fuera cuando tenemos microcosmos
maravillosos de lenguas y culturas que no se deben perder. Israel, a pesar de sus problemas internos resucitó el
hebreo que estuvo muerto durante más de 11 siglos, lengua que coexiste con el inglés en aquellas tierras y que
se respeta no sólo por lo sagrado de ésta, sino por ser integradora de un pueblo...¿ y el nuestro dónde está?

Roberto Carlos Pavón Carreón


diciembre 2008

Versión en español

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