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Un antecedente inmediato de este tipo de intolerancia religiosa, se dio en la vecina
ciudad de Junín de los Andes, donde la comunidad Painefilú exigió el retiro de las
hermanas de María Auxiliadora de la escuela Mamá Margarita, que administraban desde
hacía más de dos décadas. La disputa se saldó con el alejamiento de las hermanas y la
restitución del establecimiento al gobierno provincial. Pero los Painefilú volvieron a
exigir que la escuela se transforme un centro de educación intercultural y de gestión
comunitaria, lo que derivó en la ocupación del edificio, hasta que el predio les fue
otorgado.
Detrás de todos estos conflictos de intereses, sólo deseo darle algunas ideas al
soberbio cacique. En primer lugar, si desea vivir en contacto con la naturaleza y respetar
el medio ambiente que tanto defiende, sería bueno que haga algunos cambios a su estilo
de vida. Tal vez debería renunciar a su ostentosa camioneta de ochenta mil dólares que
tanto contamina. Sería bueno que renuncie a las cuantiosas sumas de dinero que le pide
a sus supuestos conquistadores y vuelva al trueque como lo hacían sus ancestros. Tal
vez deba abandonar su computadora y los lujos de su vivienda poco ecológica
utilizando energía renovable. Esto le permitiría ir a beber su agua del lago y a
desconectarse de la red eléctrica, retronando así a una vida más respetuosa de la
naturaleza. Quizá debería volver a la caza y la pesca. Y en vez de acudir a lujosas
tiendas, sería bueno que consiga su propio sustento cazando ñandúes con sus
boleadoras.
Es cierto, que algunos ciudadanos con recursos económicos, han comprado algún
territorio que en algún momento perteneciera a los mapuches. Esto les parece una
aberración y avasallamiento de su cultura. Pero lo cierto es que los mapuches se
adueñaron de estas tierras no por el comercio o el dinero, sino por medio de la lanza y
la guerra. El genocidio que cometieran con sus legítimos propietarios, el pueblo
Tehuelche, dejó de lado todas las garantías jurídicas y los derechos originarios que tanto
dicen defender. Ningún mapuche le consultó a los Tehuelches sobre lo mejor para su
cultura y sólo decidieron aniquilarla. Durante la guerra de “Chotel Caique” alrededor de
1820, borraron de la faz de la tierra a este antiguo pueblo. Aniquilaron su cultura, su
religión y su lengua. Así los mapuches provenientes de Chile, continuaron sus aventuras
conquistadoras, dedicándose al rentable comercio del cuatrerismo y al rapto de mujeres
en sus malones. Luego de aniquilar al pueblo Tehuelche, tampoco reconocieron los
derechos de las mujeres que desollaron y los niños que ejecutaron en sus malones. No
tuvieron ningún respeto de la propiedad privada y sólo les interesó apropiarse de lo
ajeno.
Por lo tanto, supongo que sería algo más coherente que el señor Epulef vaya a
reclamar terrenos al sur del Biobio en Chile. Creo que esa tierra les ha pertenecido por
muchos años y tal vez tengan algún derecho legítimo sobre ella. Tal vez, pueda
adueñarse de la isla de Chiloé o pedir algún lote en el lago Colicó o en el Villarrica.
Quizá pueda adueñarse de Puerto Montt o tener pretensiones sobre la Antártida.
Aunque supongo que la cantidad de sangre aborigen que corre por sus venas debe ser
tanto como la que yo poseo. Será por ello que tengo ganas de apropiarme da la plaza
que está en la esquina de mi casa y de los hermosos parajes frente al delta del Tigre. Tal
vez mis raíces diaguitas, me permitan adueñarme de un par de minas de oro en
Catamarca o alguna de cobre en Antofagasta. Es posible que mis ancestros de la Ribera
del Duero me hagan heredero de bodega Vega Sicilia y tal vez mi abuelita italiana me de
la posibilidad de crear algún principado en el sur de la península. Creo que tengo más
derechos a recibir alguna de estas posesiones, que la de aquellos miserables capitalistas
que lo han comprado todo con su dinero.
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Por lo tanto, la comunidad Crurruhuinca, tal como su nombre lo indica jamás ha
pertenecido a esta tierra, sino que ha sido un invasor y conquistador de ella. Es así que
este término significa etimológicamente en mapuche “extranjeros negros”. La palabra
huinca se aplica a todos aquellos extranjeros que no pertenecen a la zona propia de los
araucanos. Mientras que el término curru, significa negro haciendo alusión al color de
su piel.
Si observamos como viven muchos compatriotas nuestros es de suponer que la
influencia cultural aborigen no ha sido poca. Aún muchos siguen vistiendo ponchos,
taparrabos o rompas mínimas. Muchos de nuestros jóvenes practican en sus fines de
semanas danzas salvajes, que nada tienen que ver con un vals o un minué. Otros se
dedican a fumar marihuana y diversas hierbas como si fueran chamanes o machis. En
nuestros días, la infidelidad parece estar diezmando al matrimonio monogámico, dando
lugar a la poligamia que era algo común entre los aborígenes. Algunos fines de semana
debemos ver el triste espectáculo de jóvenes que se emborrachan con alcohol barato de
diverso origen para ahogar sus penas. Seguimos comiendo carne asada o tomando mate.
Otros se colocan tatuajes y piercing tribales sobre sus cuerpos. La cultura y tradiciones
de nuestros ancestros no es algo extraño por estas tierras.
Es imposible que nuestra fauna no sea predominantemente respetuosa del lenguaje
aborigen. Sin sus términos no se podría aclarar el significado de cientos de animales
como la bandurria, el biguá, el coatí, el guanaco, la mara, el puma, el jaguar, el ñandú, o
el huemul. No habría posibilidad de nombrar vegetales tales como el cauquen o el
molle. Tampoco se tendría la posibilidad de nombrar a algunos niños como Lautaro,
Nahuel o Irupé. Habría ciudades o provincias que deberían ser rebautizadas como en el
caso de la hermosa provincia de Neuquén. Tal vez la deberíamos llamarla arrolladora,
pujante o correntosa, dejando de lado su nombre mapuche. Nuestro avión Pucará
debería llamarse fortaleza o fortificado, las pailas debería llamarse ollas o calderos, la
hamaca columpio y el zapallo calabaza. A veces también supongo que en los momentos
en que tengo problemas, alguien se ensaña conmigo haciéndome un gualicho o trabajo
espiritual maléfico. No será que la cultura aborigen está invadiendo mis humildes
orígenes castellanos. No será que hasta le último vestigio de mi sangre española que son
la lengua y la religión católica, parecen estar languideciendo. Si no se pone límite a los
injustos reclamos de Epulef es de esperar que muy pronto los domingos me vea
obligado a hacer mis oraciones a la Pacha Mama y a cambiar mi vestimenta por una
pluma y un taparrabo. Es de esperar que tampoco la cultura francesa que nos ha dado en
Orélie Antoine de Tounens al rey de la Patagonia, no vega a reclamar sus derechos sobre
estas tierras y a modelar nuestros gustos. Esperemos que el sabio crisol de razas que
hemos alcanzado, no se vea avasallado por las actitudes totalitarias de ningún cacique
tiránico.
Horacio Hernández.
http://horaciohernandez.blogspot.com/