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CIUDADES CAMPAMENTO

In loco remoto

Milagros Mata Gil de Carnevali

07 de Agosto del 2009

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Milagros Mata-Gil de Carnevali
CIUDADES CAMPAMENTO
In loco remoto

Milagros Mata Gil de Carnevali

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Dedicatorias:

A Enrique Carnevali, siempre.

A Luis Gómez Veracierta, por despertar en mí la que parecía yerta veta de la


escritura.

A Alí Reyes, quien me fortaleció tantas veces.

A don Mauro Barrios, fundador de una estirpe

A María Enriqueta Medina y José Simón Medrano, por su respeto ante la


excentricidad de una artista en soledad.

A sus hijos, sus nietos y sus perros, que me llenaron siempre de amistad y
seguridad, alimentos que de cuando en cuando elevan el espíritu en las
inevitables caídas del camino.

A la Casa de mi hijo Manuel y mi nuera Lisette, por un no siempre sostenido


abrigo, pero siempre lleno de buena voluntad.

A mi hija, Eréndira, porque siempre está justo donde la necesito. Y a mi hijo


Jacobo, que casi nunca está cuando lo necesito, pero no deja de estarlo, sin
embargo.

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Gratitudes:

Únicamente a ése, Padre, Amigo, Consolador, que me ha mantenido con vida


pese a tantas y tan terribles tormentas. Su Nombre dulcifica la lengua que lo
pronuncia con reverencia y amor. Y cada una de las palabras que se escriben
lleva siempre la imprompta de sus dones.

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CIUDADES CAMPAMENTO (In loco remoto)

Autora:

Milagros Mata Gil de Carnevali

CI 4596170

Teléfonos de contacto:

0283-514-2281

0416-850-8871

Dirección:

Avenida 5, 112, Los Chaguaramos, El Tigre, estado Anzoátegui

Resumen curricular

Escritora: narradora, ensayista. Investigadora en Literatura, especializada en


Novela Venezolana del siglo XX. Ha publicado, sola y en conjunto con otros
escritores, aproximadamente diecisiete libros. Tiene tres novelas y tres
ensayos inéditos, en la actualidad. Periodista, articulista de análisis y opinión
política y cultural. Promotora y difusora de la cultura del Oriente y Sur de
Venezuela. Creadora de varias instituciones de formación, rescate y
conservación de los productos culturales, entre ellas, el Centro de Actividades
Literarias (CAL), junto con el poeta Néstor Rojas, en El Tigre. Y el Centro de
Estudios Literarios de la Universidad Nacional Experimental de Guayana
(CEL-UNEG) En esta universidad se desempeñó como docente-investigadora,
coordinadora del Centro y asistente del Coordinador General de Investigación
y Postgrado, doctor Elio Sanoja Moreno. Fue docente en la Maestría de
Literatura Hispanoamericana de la Universidad Nacional Pedagógica
Experimental de Maturín, estado Monagas. Dio seminarios en universidades
en el exterior, como la de Brown, RI, USA o Paris Nanterre IX. Fue Directora
Regional de Cultura del estado Bolívar. Entre 2000 y 2003, fue contratada

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para dictar seminarios especiales en Literatura y Teoría de la Novela, en la
Universidad de Los Andes, tanto en Mérida como en Táchira. En este tiempo
mantuvo una activa posición política. Desde 2004 se retiró de las actividades
públicas y fue a vivir a Clarines, estado Anzoátegui, con su esposo, el doctor
Enrique Carnevali Villegas, quien falleció en febrero del 2007, dejando una
secuela de eventos traumáticos que dañaron gravemente su salud. Su actividad
periodística no ha cesado, sin embargo. Durante este tiempo, se ha dedicado a
componer y mantener blogs para promover y difundir tanto la literatura, como
la historia contemporánea del país y la defensa del medio ambiente, asunto
que le prepocupa desde que estaba en la UNEG. Y ahora se está
reincorporando a la escritura literaria.

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I.
Una ciudad es un lenguaje. Tiene su morfología, su sintaxis, su fonética y su
semántica. Se comunica, vive y vibra dentro de esos parámetros. Los ciudadanos que le
pertenecen son capaces de interpretarla y interrelacionar con ella, aunque estos actos, a fuer
de ser cotidianos, apenas si son notorios. Leyendo Los Miserables, de Víctor Hugo, uno
encuentra de súbito un pasaje donde el autor aclara que el París que él utiliza como
escenario de su historia es el París de sus recuerdos, el que él vivió, y ahora evoca desde
lejos. Y reflexiona sobre cómo uno convive con su ciudad de una forma tan natural y
espontánea durante mucho tiempo, sin tener plena consciencia de esa relación. Y sólo
cuando se aleja la percibe, la entiende y la siente. Entonces, intenta recuperar todo eso que
tuvo alguna vez y lo que recupera son fragmentos, invocaciones voluntarias, tamizadas
unos y otras por el recuerdo, esa inexacta versión de la vida. Por eso cada ciudad es una
versión.

II.

Es conveniente recordar lo que se dijo antes de la condición lingüística de las


ciudades. Porque hay algunas donde las transformaciones naturales de cualquier lenguaje
son tan veloces que apenas tiene uno tiempo de aprehenderlas cuando son sustituidas por
otras. Estas son las ciudades-campamento. Sedimentarias. En perpetuo cambio de
referencias, se van formando por capas de inmigrantes. Estos inmigrantes llegan,
generalmente, impulsados por un signo relacionado con la economía o con alguna forma de
la huída. Y todos llegan sin la expectativa de quedarse. Algunos de estos inmigrantes son
integrados por la capa ya existente, a fuer de compartir costumbres. O por vincularse por
los amores y los hijos habidos de ellos. Pero muchos se van, efectivamente y como
planearon, una vez logrados sus objetivos. Y aún hay otros, que, sin irse, se niegan
sistemáticamente a integrarse, por lo que siempre hay transmutaciones, abandonos y

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exilios. Luego, por alguna razón, llega otro contingente humano y la ciudad vuelve a
estremecerse y a cambiar, a pasar por procesos similares a los que ya ha pasado, y así, nada
es estable, no hay espacios de referencia que sean seguros, y el lenguaje de la ciudad
padece los mismos cambios, por lo que nunca hay un lenguaje más o menos estable, por lo
que sus habitantes no llegan nunca a comunicarse efectivamente con ella, ni a comunicarse
con ella, ni entre sí, y mucho menos a ser pertenecientes a ella, a pesar de que, a veces,
tienen hasta dos generaciones familiares sembradas en las fosas de algún cementerio.

Son ciudades feroces, calculadoras, donde sobrevivir es duro y costoso. Ciudades


que no tienen nichos ecológicos donde el habitante pueda reconocerse bien. Ciudades
donde los gobernantes llegan por disposiciones ajenas al colectivo, con frecuencia
desengañado e indiferente, y se van: los gobernantes, que en su mayoría vienen también de
otras latitudes, actúan como burócratas: firman papeles, escamotean algo del erario,
solucionan eventualmente un problema puntual. Pero no proyectan hacia el futuro, no les
interesa hacerlo, porque, al fin y al cabo, su propio futuro está en otra parte.

III.

Es curioso que, ahora que se escriben estas cosas, uno puede entender que una
ciudad así es sedentaria solamente en apariencia, pues su esencia primordial es el
nomadismo. Y ese nomadismo no depende siempre del factor económico, ni de las fugas, y
ni siquiera del tiempo que pueda tener esa ciudad sobre la tierra. Depende de extrañas
inquietudes que se potencian en ellas y que impulsan al hombre a vagar. Sin embargo, hay
por lo menos dos elementos comunes a esas ciudades campamento y son, por una parte, la
carencia de un centro, bien porque jamás lo tuvieron, o porque lo hayan perdido en el
camino. Y por la otra, la situación geográfica que las transforma en encrucijadas.

El centro es realmente importante. Cuando no hay centro, la vida ciudadana está


siempre como desenfocada. O como si algo le faltara. Algo importante. Después de la II
Guerra Mundial, muchas ciudades europeas, casi todas cercanas al milenio, quedaron

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arrasadas. Quienes miran las imágenes de aquella terrible devastación apenas si pueden
creer en cómo son hoy en día. Fueron reconstruidas paso a paso, sin perder su centro. Y
pudieron seguir viviendo, entonces, pues crecieron alrededor de su eje prístino. Quizá en la
actualidad haya en torno a ellas suburbios tirados a cordel, tal vez construcciones
rectangulares de tres o cuatro pisos, o cuasinfinitos conglomerados de casas idénticas donde
predomina el gris pizarra. Pero en todo momento conservaron la percepción de sus
mandalas y las emanaciones que ellos propician. Conservaron, de esta manera, sus
referencias y sus hitos. Y, aún hoy, afectadas por las inmigraciones ilegales y la
globalización, es absolutamente posible conversar con ellas.

Las ciudades-campamento, en cambio, no tienen noción de dónde está su centro. Lo


han olvidado, o jamás lo tuvieron. Una ciudad que aparece por la explotación minera, por
ejemplo. U otra, que por ser encrucijada es centro de acopio y paso de mercaderes,
productores, clientes, buscalavida y toda clase de gente, son, ambas, susceptibles de perder
su centro vital. O de haberlo omitido en sus inicios, e inclusive en cualquier parte de su
historia.

IV.

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Hay dos ciudades-campamento adónde quien esto escribe vuelve reiteradamente,


como si un destino inespecífico se propusiera esos tránsitos, el viaje, el periplo, casi
siempre en espiral: una, se formó a raíz de la explotación petrolera de los años 30. Es fea,
odiosa, sucia, con múltiples problemas de servicio público. Es inhumana e individualista.
Fue en sus inicios donde los hombres dijeron:

Vamos, hagamos ladrillos y cozámoslos con fuego


Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra y el asfalto en lugar de mezcla

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Y dijeron también: edifiquemos una ciudad y una torre
Cuya cúspide llegue al cielo; y hagamos un nombre,
Por si fuéramos esparcidos por la faz de la tierra.
Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre
Que edificaban los hijos de los hombres
Y dijo Jehová: -He aquí el pueblo es uno
Y todos tienen el mismo lenguaje, y han comenzado su obra,
Y nada les hará desistir ahora de lo que han iniciado.
Ahora, pues, descendamos y confundamos su lengua,
Traigamos extranjeros y pongámoslos entre ellos,
Para que ninguno entienda a su compañero.
Así los esparció Jehová sobre la faz de la tierra
Y la torre no se pudo construir, ni tampoco la ciudad.
Por eso fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí
Confundió Jehová el lenguaje de todos
Y desde allí los esparció por toda la tierra.
(Génesis 11: 3-9)

Este enigmático episodio del Génesis parece definir sus orígenes ¿Porqué Jehová se
opuso a la construcción de aquella ciudad y dispersó a sus creadores por toda la tierra?
Porque se habían envanecido, dicen algunos, y pretendieron llegar hasta las moradas del
Creador. O porque pareció vana a Jehová la edificación de una ciudad alejada del río.
Porque desde hace seis milenios, toda ciudad se conforma debido a tres factores: la cercanía
del agua, la necesidad de organizarse los ciudadanos y tener autoridades que constituyeran
su orden, y la producción de artículos suficientes para el consumo y el intercambio. Eran
aquellos días, no es de olvidar, en que las deidades intervenían en las decisiones de los
habitantes de la tierra. Pero esta vez, en esta época, Jehová Dios permitió que edificaran las
ciudades y se elevaran en ella torres elevadas donde el objetivo estaba muy lejos del cielo,
su morada y preferían adentrarse en la tierra, buscando el aceite que habría de movilizar el
mundo. Así surgió esa ciudad.

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De cuando en cuando, construyen en ella enormes centros comerciales que pronto se
llenan de luces esplendorosas y a ellos acude en masa una población ávida de novedades y
afectada desde siempre por el afán del consumismo. Después, construyen otro, más
moderno. Y el anterior va apagándose poco a poco, sustituido por el nuevo. Las tiendas, los
negocios que allí quedan, subsistiendo, en el abandono, se quedan hasta que la quiebra los
obliga a cerrar. Y uno pasa por el frente y ve, a través de los vidrieras cómo los muebles se
van llenando de polvo y los recibos se van acumulando, dejados a través de la ranura que
forman las puertas y el piso. Queda esa monstruosa construcción solitaria, al arbitrio de las
alimañas, agonizando, mientras en otra parte, otro centro comercial florece. Y uno se
pregunta cuáles razones impulsan esa locura de construir y abandonar. Pero las respuestas
casi nunca llegan a concusiones legítimas, ni siquiera legales. Quedan esas ruinas,
custodiadas por un solo guardián vestido de gris. Y puede ser que la verdad sea la
fluctuación de los intereses económicos. O, más profundamente aún, la condición del
nomadismo, que es la esencia de los habitantes de las ciudades-campamento.

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¿Qué lenguaje estructurado puede crecer allí, desarrollarse, permanecer? Ninguno.
Es como si la ciudad, ante estas circunstancias, adoptara una lingua franca o una forma
babélica de la comunicación: una donde todas las formas del idioma son posibles, pero
tristemente y raquíticos. Por lo tanto, la comunicación es siempre deficiente.

V.

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La otra ciudad es una encrucijada. Puede tener trescientos años, o más, y por ello
pudiera ser una ciudad constituida, pero siete caminos confluyen en ella, expandida sobre
un trozo de sabana de piedra arenisca, lo que produce un polvillo blanco y una vegetación
rala. La habitan multitudes de pájaros negros, sumamente agresivos. Tiene inmensas
avenidas que la atraviesan en todos los sentidos. Edificios rectangulares, casi nunca
demasiado altos. Hay un orden allí, pero un orden impuesto: calles y avenidas, avenidas y
calles no siempre rectas, sino más bien oblicuas. En algún momento, esta ciudad tuvo un
centro, que aún sobrevive, brevemente visitado por ancianos y por los funcionarios que
pueblan durante os días laborables las antiguas casas que se mantienen en pie, como un
recuerdo vago. Después, los habitantes de la ciudad y sus gobernantes, fueron dispersando
los símbolos: construyeron una catedral de arquitectura extravagante, enorme y gris.
Construyeron luego un obelisco, símbolo fálico, quizá para contrarrestar la simbología
matriarcal de la catedral, dedicada a la Patrona.

Entre el obelisco y la catedral (y es preciso, para notarlo, tener a la vista un mapa de


la ciudad, o una vista aérea muy precisa) corre una larga avenida, la 19, que se ha ido
convirtiendo en una especie de centro mercantil: allí están las sucursales de casi todos los
bancos, de as grandes tiendes en cadena, y muchas otras más, donde se ofrecen, sobre todo,
productos de textilería, trabajos del cuero y del semicuero, pero también joyería barata,
abalorios, todo eso que las mujeres llaman accesorios, artículos para el hogar,
electrodomésticos y, además, todo lo que ese comercio hace florecer y que se llama, en
economía, fuentes secundarias de empleo: farmacias, pequeños restaurantes, panaderías,

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papelerías y algunos pequeños centros comerciales que repiten la oferta del exterior, a
mayor precio.

Tanto la 19, como la 18, la 20 y la 21, además de las calles adyacentes, han ido
llenándose incontrolablemente, de tenderetes de buhoneros que dificultan el paso de los
peatones. Es el crecimiento indetenible de ese gran mercado lo que la hace atrayente y
repugnante a la vez. En la 18, alguien hizo construir un enorme centro comercial, una
manzana íntegra para un edificio de dos plantas donde pareciera que se concentrara toda la
oferta de la ciudad, en dimensiones menores, es cierto, pero no menos variopinta. Este
centro comercial es un microcosmos. No hay climatización artificial y la luz interior
proviene de un tragaluz que ilumina un jardín que persiste en mantenerse en lo que sería el
centro de la edificación. De resto, además de toda la variedad ya mencionada, hay múltiples
salones de belleza, cybers, sitios mecanizados de juego y una librería de asuntos esotéricos.
En una de las esquinas, que da ya a la calle 17, hay una gran carnicería donde los productos
son exhibidos graciosa y tentadoramente. Este centro comercial tiene una población propia,
que le es intrínseca, cautiva. Aunque también tiene el paso de los transeúntes que lo
recorren durante las doce o catorce horas que dura abierto. Pues, por las noches, parece
dormir. Sin luces. Sin ruidos. Sin escándalos.

Por el este, está flanqueada por una pequeña iglesia católica, rodeada de una
multitud de buhoneros que ofrecen velas, rosarios y estampas. De resto, hay muchas
quincallas atendidas por chinos. Por el oeste, se ubica el Palacio Arzobispal, separado por
altas tapias del mundanal ruido. Por el norte, corre la 18. Por el sur, la 17, más apacible en
muchos sentidos, donde aún se mantienen viejos edificios de arquitectura barroca, con
balconerías preciosas, hechas de hierro forjado y puertas más preciosas aún. Pero los afea el
hollín de los automóviles que incesantes pasan y el descuido de los propietarios, resignados
ya a una desaparición decretada por el avance del progreso.

Por otro lado, en la 20 y la 21, el afán buhoneril y mercantil no avanza en exceso,


porque aún hay allí edificios públicos y los detiene, tal vez, la cercanía de la Plaza Mayor.
Ésta, que, seguramente, es una de las más grandes del país, está totalmente cubierta de un
mármol amarillento, sin jardineras, ni árboles. Va desde el Palacio de Justicia, un edificio
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hecho de aluminio y plexiglás, hasta la antigua catedral, casi siempre cerrada. En la Plaza,
apenas si se distingue la estatua del Héroe.

Cruzando la calle, en la 22, están: el Palacio de Gobierno, con cuatro astas para
cuatro banderas enormes: la del país, la del estado, la del municipio y la de la ciudad. Y, en
torno a él, un grupo de instituciones y entidades gubernamentales, todo un espacio
destinado a la burocracia y sus servicios. Nadie va a esos lugares a menos que tenga
necesidad de ello. En la Plaza, ya se dijo, algunos ancianos se sientan a recordar tiempos
distintos, o a comentar las noticias. Al mediodía, muchos de los empleados de la burocracia
toman allí sus almuerzos. Los días de festejo o conmemoración histórica, se hace un alto en
la cotidianeidad y se cumplen las rutinas oficiales. Los domingos y cada día por las noches
todo está solitario y silencioso. No hay quien recuerde que allí el fundador clavó su
bandera. Que un capuchino aragonés bendijo la fundación. Y que le dieron nombre en
memoria del lejano lar. No hay quien recuerde cómo alguna vez se creyó que muy cerca
estaba el camino de El Dorado y que los Adelantados Alemanes perdieron vidas y
haciendas orientados por los rumores de los caquetíos, cuyas sombras aún se perciben en
ciertos mediodías. Mas nadie recuerda que alguna vez vivieron allí esas naciones, expertas
en el arte de trabajar el barro, arte que donaron a sus conquistadores arawaks. Nadie sabe
qué deidades antiguas velan en la tierra dura y árida, o se levantan en los remolinos de
polvo blanco. Nadie sabe qué espectros caminan aún por las lejanas montañas. Todos
adoran, en cambio, la imagen de una Dama gentil y pastoral. Por millones asisten a la
procesión de la Patrona y durante un mes entero la llevan a distintos sitios de la ciudad,
donde la honran con oraciones, cirios encendidos y ebriedad. Pero no hay centro allí,
porque lo han olvidado.

Por curiosidad, uno puede trazar una línea entre la catedral nueva y el obelisco y
hacer el intento de triangular. El otro punto-vértice sería el aeropuerto, lo que da un
triángulo escaleno, o, si se prefiere, un triángulo rectángulo obtusángulo. Nunca equilátero,
lo que excluye la posibilidad de una circunferencia endocéntrica. Hacia el aeropuerto y
desde el obelisco, hay una avenida moderna, con jardines públicos cuidados, llena de
restaurantes lujosos y otros expendios de cadena especializados en comida rápida. Y hay

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hoteles lujosos y algunas viviendas en las calles adyacentes. Es el espacio de la clase media
por excelencia y su vida se nota especialmente por las noches. Mientras todavía se
mantengan los signos de la opulencia, florecerá esa avenida. Después, quién sabe lo que
habrá.

a b

Como sabemos, las tres alturas de un triángulo (o sus prolongaciones) se cortan en un


lugar llamado ortocentro. En un triángulo rectángulo, cada cateto puede ser considerado
como base y como altura. El ortocentro es, por lo tanto, aquel que se forma en el ángulo
recto. Mas si el triángulo es obtusángulo, como en este caso, el ortocentro es exterior a la
figura triangular, porque se prolongan las alturas fuera del triángulo. Aún así, habría que
considerar las circunferencias excinscritas posibles dentro de un triángulo.

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VI

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Pero hay que volver a esa otra ciudad que se puede llamar A, llamando B a la que se
deja por el momento, sólo para llevar cierto orden en el texto.

Surgida de la explotación petrolera, ya era un rancherío antes de que entrara en


producción el primer pozo perforado. Debería ser, pues, ese punto, el centro de la ciudad,
pues de allí devinieron su aceptación y su crecimiento.

Se dice su aceptación porque en un principio que pudiera ubicarse en el


campamento, los altos gerentes de la Standard Oil Company of New Jersey, la SOCONY,
como la nombran muchos, se negaron a aceptar la existencia del enclave de explotación,
ubicado en un lugar apartado de todas partes. No lo registraron en sus mapas, ni le hicieron
partícipe al gobierno. Habían reclutado hombres desde unos seis meses antes de habilitar la
primera gabarra que, por el río Orinoco, entraría por la desembocadura del Caris y
navegaría río arriba hasta un punto establecido donde esperarían dos camiones que hubieran
pasado el río en el ferry boat por la ruta de Soledad, adentrándose por sabanas sin camino,
guiados sólo por las brújulas y las escuetas referencias de los informes. En cada camión
iban dos hombres, americanos de Estados Unidos, curtidos por los vaporones de Texas e
iniciados en los conocimientos del manejo y la lectura del sismógrafo y la lectura de los
mapas.

Cuando llegó la primera gabarra, con trece hombres a bordo, aparte de la


tripulación, tuvieron que descargar los hierros de la cabria y llevarlos a los camiones,
además de las plantas de electricidad y otras herramientas grandes y pesadas. Esa noche y
otras más durmieron al descampado y como pudieron. Los americanos armaban dos tiendas
de campaña de lona verde y en cada una, dos camas de esas que llaman de tijera, con
mosquiteros. A dos jornadas largas arribaron al sitio indicado: más sabana poblada por
raleados arbustos, más sabana rojiza, más paja peluda. No había ni señales de camino ni de
la posibilidad de presencia humana. Sólo el viento que corría libremente. Y aquellos
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hombres.

Para el que no conoce el trabajo del petróleo, o para las generaciones que lo conocen
hoy, es extraordinario y casi épico el inicio de aquellas primeras perforaciones. Las cabrias
debían armarse en el suelo, hierro por hierro y las máquinas de soldar estaban conectadas a
precarias plantas eléctricas, más riesgosas aún puesto que se alimentaban con gasolina.
Cualquier chispa podía ocasionar un desastre. Luego, estaba el calor ambiental que se
potenciaba en medio del trabajo. Había que fijar con fuerza la plataforma del encuellador,
en lo que tardaban mucho más de lo calculado en el papel. Finalmente, la elevación de la
cabria sobre la plataforma ya construida era por tracción de sangre. Y entonces venían
trabajos de precisión: la fijación de las guayas de viento, para evitar el movimiento de la
torre, tan parecido a la fijación del palo mayor de una nave. La instalación de tuberías que
llevaban hacia la cámara de los gases y de las enormes llaves de seguridad. Aunque el
sistema de perforación ha cambiado poco en nuestros días, sí han cambiado las condiciones
para armar y elevar las cabrias. Mas en aquellos días, eso era así.

Una bonguera, una buhonera, que pasaba por allí con su reata de seis mulas y su
mercadería, visteó el movimiento desde lejos. Cuando llegó al caserío de la Oficina
Nacional de Correos y Telégrafos, que eran unas ocho casas agrupadas en torno a tan
pomposamente nombrada institución, no más grande que cualquiera de las otras casitas de
barro y moriche, y que había sido puesta allí por algún general de cualquiera de las
numerosas montoneras y alzamientos, dicen que uno de los Monagas. Allí, la bonguera
contó del hallazgo y de la torre que se había elevado. Eso despertó la curiosidad de muchos,
pero fue un pulpero del lugar el que decidió acercarse con algo de mercancías para vender:
en realidad, aguardiente, tasajo, casabe, un queso ligeramente rancio, tabaco en ramas,
jaleas de mango, fósforos y cigarrillos Camel, que eran un lujo inesperado. Para los obreros
fue una novedad que celebraron, porque tenían dinero y nada en qué gastarlo en aquella
soledad. Así que el pulpero hizo buen negocio y se comenzó a regar el rumor.

Día tras día fue acercándose la gente de los alrededores: algunos hombres que
fueron contratados como macheteros para limpiar el terreno; o indígenas que por allí había
y eran duchos en construir viviendas de paja, los cuales hicieron una churuata grande con
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palosano de bases y el techo de moriche entretejido, que sirvió para que la cuadrilla pudiera
colgar sus chinchorros y guarecerse de la intemperie. Hubo mujeres que llegaron solas o
con sus hijos pequeños, para ofrecer sus servicios de comida frita y recién preparada, o el
calor generoso de sus cuerpos. Como les era duro ir y venir desde y hacia sus lugares de
origen contrataron a los individuos para construirse precarias viviendas. Entonces, la
SOCONY intervino y contrató, a su vez, cuadrillas de vigilantes, que llamaban
guachimanes o watchmen, para que desalojaran toda aquella gente. Por la noche, se
construían las casuchas que ardían por las mañanas. Mientras, otras tres cuadrillas habían
sido despachadas y desde el mismo campamento inicial partían hacia otros inciertos
destinos, siempre siguiendo la ruta que trazaba el sismógrafo. No parecía haber nada en
aquel pozo inicial, que fue paralizado durante casi dos años por la falta de un repuesto,
dijeron. Mas eso no evitó que continuaran llegando las gentes. Ante lo incontenible del
avance, los americanos tomaron dos providencias: mudaron sus tiendas de campaña a unos
cinco kilómetros del pozo y las cercaron, para mayor seguridad, y pidieron a uno de los
capataces que, con un grupo, colocara una bomba Líster, tendiera una tubería desde el
morichal cercano, y quizá hablemos de unos quince kilómetros, hasta frente al lugar donde
estaban construyendo un galpón que sirviera de comedor, y pusiera dos grifos, separados
convenientemente uno del otro, de manera que uno de ellos se adentraba precisamente en la
zona de tolerancia. Si se entendiera este gesto como una fundación, entonces los
americanos que tal cosa decidieron serían los fundadores y el centro de la ciudad se
desplazaría del pozo al antiguo campo de lona, o quizá al grifo. Pese a todo esfuerzo, la
poblada prefería seguir instalándose en los alrededores de la cabria.

VII

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Toda ciudad de esta naturaleza nace del febril esfuerzo de dementes
alucinados. Pues ¿qué otra razón podría tener un hombre para desarraigarse y crear un
punto en el espacio, contraviniendo la lógica y hasta la física, y desafiando los riesgos, que

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un impulso de locura? Y esta ciudad, que se convino en llamar A, no fue la excepción. Más
aún, en este caso tan extremo, luchando contra tantos obstáculos, tenían que ser dementes
los que creyeron en verdad que era posible retar todo poder e instalarse allí, lejos, muy lejos
de un río que les asegurara sobrevivencia. Este río lo conocieron después. Los indios los
guiaron a su presencia y les dijeron un nombre, que ellos interpretaron a su manera, y que,
ambiciosos del agua y de la vida, también tomaron para su ciudad.

La arqueología y la historia han demostrado en repetidas ocasiones que siempre que


se han reunido grandes grupos de individuos, han favorecido formas jerárquicas de
gobierno en detrimento de alternativas igualitarias más sencillas. Un gobierno jerárquico
normalmente está dirigido por un miembro de la clase minoritaria selecta que obtiene un
beneficio desproporcionado de la productividad de la clase común más numerosa. Estos
miembros pertenecientes a la minoría selecta reafirman esta posición de favor repartiéndose
los bienes acaparados a la clase más baja, armándose ellos y desarmando al pueblo llano,
utilizando el monopolio de la fuerza para mantener el orden y mejorar la seguridad personal
y, por último, formulando una ideología o religión que justifique su postura.

VIII

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Si uno observa el mapa del país (in loco remoto) es notable el hecho de que la
ciudad-campamento B está equidistante de los centros de poder político y de los centros de
producción. Eso la hace privilegiada por toda la riqueza que pasa por ella, por la cercanía
de los espacios burocráticos nacionales que faciliten las gestiones. También está
equidistante del segundo puerto más importante de la nación. Todo eso se traduce en un
muy activo comercio, por una parte, en la circulación de ideas políticas, y en el eficaz
mantenimiento de las vías de acceso, las calles y servicios. No obstante eso, no alcanza los

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niveles más elevados de la pirámide de Maslow y sus habitantes no parecen extrañarlos. Es
una ciudad neoliberal y capitalista, en el estilo de las que se formaron en el Renacimiento.

Por lo demás, es también una ciudad sedimentaria, ciudad de inmigrantes, aunque


mejor sería decir de trashumantes. Alrededor del Terminal de Pasajeros, que es sucio y
siempre contaminado por el humo de numerosos autobuses que entran, salen, o estacionan,
exhalando bocanadas de combustible quemado y anhídrido carbónico. La contaminación
allí es tan fuerte que los escasos árboles lucen enfermos y debilitados. Alrededor de este
Terminal, hay una fauna variada. Los buhoneros son diferentes de los de la 19. Venden allí
muchos objetos útiles e inútiles: ganchos para el pelo, juegos de minidestorilladores, bolas
de naftalina, mentol chino, bolígrafos que se convierten en linterna, apuntadores láser,
cuadernillos de crucigramas, yerbas medicinales, bolígrafos baratos, toallitas y mil cosas
más, extravagantes y exóticas.

[No dejo de pensar en asunto de la triangularidad de la ciudad B.


Porque si uno de los vértices es la catedral, el otro, el obelisco, y el
tercero, el aeropuerto, y esa figura, cuyos lados siempre han de medir 1800
sin importar la distancia entre los vértices, tiene una bisectriz interior que
se cortaría con dos bisectrices exteriores en un punto llamado exicentro, es
incuestionable que allí existen tres circunferencias exinscritas, cada una de
las cuales tiene un ortocentro (y que no nos asusten los términos, que se
encuentran en enciclopedias para niños) Esto continúa el razonamiento
arriba expresado de que los ortocentros del triángulo rectángulo
obtusángulo tienen centros externos a él. Entonces, la ciudad tiene centros
ocultos o enmascarados, tres por lo menos, y aún así se genera un vacío de
centro]

20 CIUDADES CAMPAMENTO
Pero alrededor del Terminal de Pasajeros también hay una aglomeración de hoteles
baratos, ventorrillos de alimentos que humean el aceite quemado, ventas de pollos a la
brasa, centros de conexión telefónica y de INTERNET, y un comercio soterrado cuyas
licitud y legitimidades son más que dudosas. No son solamente los ladrones que acechan a
los desprevenidos. Ni los vendedores de pasajes fuera de taquilla. Ni la abrumadora oferta
de los cargadores de equipaje. Ni los traficantes de crack y su inquietante clientela. Ni las
prostitutas diurnas (porque las nocturnas pertenecen a la ciudad de noche, donde toda señal
transforma su significado y todo valor moral gira entre 45 y 180 grados) Es algo
indefiniblemente amenazante, parecido a lo que se siente en las ciudades de frontera.

Frente al Terminal de Pasajeros hay un lugar sumamente extraño, pero que pudiera
dar una idea de la conjunción de intereses y valores que tiene allí la ciudad. Es un edificio
de dos plantas: en el primer piso funciona un hotelito; en la planta alta, está la casa de una
familia multitudinaria de gente llegada de la Guajira, indígenas asimilados que aún usan sus
coloridas batas holgadas y, aunque se ricen los cabellos y los tiñan de rubio, no dejan de
tener los ojos astutos y la mirada penetrante, casi voraz, pero tan rápida que apenas si es
posible notarla. Esta familia es gobernada, férreamente, hay que decirlo, por una mujer de
edad indefinible, quizá cuarenta, cincuenta o sesenta años. Como jefa de todo el clan,
decidió que la parte baja, donde había otro grupo de habitaciones y la entrada a un
estacionamiento, se dividiera en varios cubículos y se alquilaran estos a personas que
vendieran ropa y lencería, algunas probablemente producto del contrabando. Entonces, allí
funciona una especie de subcentro comercial que necesariamente se relaciona y convive
con el mundo exterior.

A la una de cada día, todos los comerciantes-inquilinos tienen que parar sus
actividades y dedicar media hora a honrar y alabar a Dios, por disposición de la jefa y
propietaria, quien dirige el servicio. Es un raro espectáculo que produce temor y estupor a
la vez. Luego, cada quien vuelve a sus quehaceres y sus frecuentes riñas, hasta las cinco y
media de la tarde, más o menos, cuando guardan sus mercancías en las antiguas
habitaciones, que se transformaron en sitios de almacenaje. Y ya a las seis todos se han ido.
El estacionamiento queda vacío y se inicia la metamorfosis de la ciudad.

21 CIUDADES CAMPAMENTO
Particularmente en esos sitios, el entorno de Terminal, la metamorfosis muestra sin
velos la miseria: niños que buscan su comida en la basura, o que entran en los cybers para
aprovechar unos minutos dejados por algún usuario para ellos jugar, o exponer pornografía;
prostitutas melancólicas, gordas o embarazadas, que salen de las innumerables hendijas;
drogadictos ojerosos y gastados; alcohólicos, gente sin hogar que amontona cartones cerca
de los quicios; el tráfico de los pícaros, que nunca falta, y ese olor fuerte a basura en
descomposición y orines rancios. Todo eso mezclado con los viajeros que pasan presurosos,
rumbo a los autobuses que los alejarán por un tiempo, o para siempre, de esta loca ciudad,
literalmente excéntrica.

IX

10005´N/ 69016´O
La ciudad B está inmersa en las pasiones. Éstas pueden aplicarse a la religiosidad, a
la política, a la vida cotidiana, a los pleitos de cualquier naturaleza, a los instantes
dramáticos, luminosos, trágicos o tenebrosos. La ciudad B, por esa pasión, ha producido
escritores de profundo contenido trabajado con ironía, poetas llenos de una gracia oscura, o
no. Pero también genera cada fin de semana, o fiesta de guardar, tragedias familiares,
derramamientos de sangre, que atiborran la morgue, allí donde la gente acude, con el luto
reciente y el llanto aún en los ojos hundidos por el dolor, para reclamar sus cadáveres.

Asimismo, por la pasión, es una ciudad imbuida en un espeso aire de misticismo.


No es un asunto de adjetivos sustantivados, ni denominaciones religiosos. Todas las
iglesias cristianas tienen allí templos y feligresías. Todo un pueblo permeable a la fe que le
prediquen. Una vez comprometido, el pueblo responde con fidelidad a su compromiso
adquirido. Es cierto que el catolicismo tiene una enorme mayoría de fieles. Pero carece del
poder de convocatoria continua de otras confesiones cristianas no católicas, que poseen por
lo menos tres Seminarios para la formación de sus ministros, que funcionan todo el año.
Los católicos parecen agotarse en el mes que le dedican a la Patrona y a sus ferias. Como
las otras confesiones no tienen esa limitación, ejercen el proselitismo, la militancia y la
formación de sus fieles. Por otra parte, los seminarios son factores de ingreso de dinero al

22 CIUDADES CAMPAMENTO
erario público, y generan intercambios culturales, dada la diversidad geográfica de los
seminaristas. Quizá sin proponérselo, los evangélicos contribuyen a la dispersión de la
ciudad, y no proponen un centro espacial, pues su centro es La Palabra y como La Palabra
entienden por igual a Jesucristo y a la Biblia.

Por su parte, los adventistas y los bautistas, por ejemplo, se encaminan hacia una
función social de sus iglesias respectivas. Mantienen hermosos y eficientes dispensarios,
clínicas y escuelas y atienden sin distinciones. Su trabajo de captación es pragmático se
fundamenta en el testimonio de vida, pero, al no existir una formación doctrinaria
propiamente dicha, su labor se reconoce como buena, pero no se llegan a conocer las
cuestiones doctrinarias de su fe.

[Cierro los ojos y de pronto son las cuatro de la mañana, en la memoria de aquel
Agosto. Una orden inaudible e irreconocible para mí, ha sido dada. Escucho el
silencioso movimiento del Instituto, los pasos hacia el baño, los ruidos
inevitables de la limpieza y la higiene de los cuerpos y los baños y los pasillos,
el enérgico rastrilleo del jardín que hacen los varones del edificio del frente.
Todo es efectuado rápida y eficientemente. Luego, otra vez entran a los edificios
y a las cinco y media en punto sus voces se elevan alabando a Dios,
agradeciéndole el día que ya se abre y, magníficamente, cantan en el primer
Devocional. Es un instante mágico.Cantan y dicen: héme aquí, Señor. No
estoy obligada a esa disciplina. Escucho desde mi lecho la claridad de las voces
y acompaño desde allí a los seminaristas, mientras doy gracias a Dios por el sol
que ya penetra doradamente por la ventana. Sí: héme aquí, Señor.]

Pero esa misma y apasionada fe, esa pasión, la ponen en la defensa de sus ideologías

23 CIUDADES CAMPAMENTO
políticas, de sus partidos: de una manera bárbara, se enfrentan a los disidentes, en una sola
vuelta del carrousel, una disidencia se transforma en guerra, con todo lo que eso significa.
Esa pasión, donde se exprese, deja sus huellas, y en ocasiones tiñe de sangre el asfalto o los
dinteles de las casas familiares.

X.

10005´N/ 69016´O
En esta ciudad-campamento tan extensa, los suburbios se convierten poco a poco en
una especie de poblaciones con sus leyes, sus normas y su lenguaje. Al carecer de un centro
común, la civilitas busca expresarse de cualquier forma. Pues aún si hubiera un centro, el
perímetro de la ciudad es tan grande y tan poblado que ha necesitado crear una especie de
pequeños núcleos ciudadanos. Hay que aclarar que este perímetro, estos suburbios, no son
homogéneos y ni tan siquiera similares entre sí: hay sitios perfectamente urbanizados donde
el signo tiene la impersonalidad del lenguaje de los hoteles. Y esa frialdad que dejan
escapar las casas solitarias en las horas de trabajo se va haciendo venenosa para el espíritu
de los que deben quedarse. Venenosa hasta el rencor, que se acentúa cuando, a la hora del
regreso, todos corren a esconderse tras sus rejas y sus televisores, aumentando la soledad de
los solitarios. No hay allí sentido de la cortesía. No hay vecindad. Nadie conoce, ni quiere
conocer, a nadie.

Y otros sitios funcionan como pueblos de provincia, con sus mercados callejeros de
hortalizas y carnes expuestas a la luz casi blanca del sol. En estos pueblos suceden crímenes
terribles, que pasan desapercibidos en la enormidad del cuerpo ciudadano. Y también hay
allí dramas y tragedias y una pobreza pudorosa, silente, pero que se percibe inquieta y
peligrosamente. Porque es una pobreza sin dolientes, que contrasta con la riqueza de las
avenidas emblemáticas de la mercadería. Y cuando esa pobreza rebulle y estalla, nadie
puede prever las consecuencias y el alcance de ese estallido.

24 CIUDADES CAMPAMENTO
[Presencié una noche cómo se desataban los demonios de la ira en la ciudad.
Eran los primeros días de Diciembre del 2002, los primeros días del Paro (con
mayúsculas) Las calles estaban llenas de multitudes agrupadas y errantes.
Hombres descamisados, con la cara cubierta con trapos de colores distintos,
quizá la misma camisa que se habían quitado antes. De cuando en cuando, en
medio de la oscuridad, había hogueras. Pero aquellas multitudes, embriagadas de
violencia, no parecía saber cómo canalizarla, ni adónde dirigirse. Eran grupos
que vagaban y de cuando en cuando se encontraban y se agredían hasta la fatiga.
Entonces, en aquel entonces, tuve que salir hacia otro destino, otra ciudad. El
automóvil en el que viajábamos, cuatro personas distintas entre sí, cruzó raudo la
19, bordeó el obelisco y siguió recto hacia el desierto, rumbo al oeste. Nuestro
silencio era sobrecogimiento y decisión, a la vez. Al entrar en la carretera,
espléndidamente iluminada por la luna llena. Éramos el único vehículo. Las
gasolineras estaban cerradas y sin luz. Ante nosotros, la carretera estaba allí,
imagen casi onírica de un mundo que había desaparecido. Pasamos por pueblos
que tenían encendidas no solamente las luces públicas, sino, como un contraste
demasiado fuerte para cualquier sensibilidad, lucían parpadeantes las luces del
regocijo navideño. Pero ni un alma. Bi un perro. Ni una res extraviada en el
camino. Nadie. Como si una bomba de neutrones hubiera destruido la vida
animal, dejando sólo las edificaciones y las plantas. Como si fuéramos los
únicos habitantes de ese mundo intacto por donde el automóvil corría. Y ni
siquiera nos atrevíamos a hablar, ni intentábamos escuchar algo en la radio,
como si esos hechos tan sencillos, tan simples, tan en otro momento normales y
espontáneos, fueran un espantoso delito en este preciso momento. El país se
había detenido. Muchos actos heroicos y degradantes pasaron en aquellos días.

25 CIUDADES CAMPAMENTO
Mucho empobrecimiento y enriquecimiento de parte de los que aprovecharon la
situación. Muchas sicosis se desencadenaron, con finales totalmente
sorprendentes. Muchos se suicidaron al borde del abismo por donde les habían
aventado con saña sus años de trabajo. Pero ésa es otro historia, otro theme, con
bordes y lenguajes distintos]

XI

8053´N/ 64016´O
Cuando salió el primer chorro de petróleo que habían buscado mecha tras mecha,
sacrificándole aún así, a aquel nuevo dios, varias vidas, y cuando se hubo de acondicionar
una tubería hasta la caja de los gases para que salieran los sobrantes gaseosos, se encendió
en la punta de un tubo como un asta una bandera de fuego, y quizá por eso la creencia de
que en esa fecha se inició la ciudad A, con su sino nato de ciudad-campamento.

A partir de allí, los americanos construyeron casas verdaderas, alejadas del pozo y
su laberinto de callejuelas adyacentes y las cercaron con perros feroces y alambradas. Hubo
un hombre que, a su vez, construyó casa con bloques de cemento y tejado de zinc, buscó
mujer y de esto surgió un jardín con rosas y algunos niños. Este hombre también insufló en
el pueblo la necesidad de que les asignaran un sacerdote que diera las misas aunque fuera
una vez a la semana (¿Fue él el fundador?)

A partir de allí, los americanos consintieron en urbanizar un espacio grande de


terreno, que separaron por una avenida larga que iba rectamente desde el pozo y la zona de
tolerancia hasta sus pulcras viviendas estilizadas. Y ese espacio lo clasificaron en Norte y
Sur. Muchos comenzaron a ocupar esos terrenos y a construir sus casas.

A partir de allí, los americanos procedieron a nombrar autoridades, que ellos


pagaban y ordenaban. Y llegaron más inmigrantes, innovadores que aportaron el hielo, el

26 CIUDADES CAMPAMENTO
cine, la endeble electricidad. Y gente de profesiones libres: abogados, médicos, dentistas,
que servirían las necesidades de los habitantes. Y también el laberinto de las primeras calles
se insertó en un orden. Las prostitutas pioneras fueron lentamente destituidas por la edad y
la llegada de otras, más jóvenes. Y hubo hombres que se aprovecharon estas mujeres. Todo
lo que significa el progreso. Todos los intercambios se hacían a la plena luz del Derecho.
Porque el progreso tiene sus propias leyes e inclinaciones.

Esta ciudad comenzó siéndola Hidra. Ocho de sus cabezas le fueron cortadas y la
novena, la inmortal, fue enterrada bajo piedra. Después, fue Cronos, que devora a sus hijos.

XI

8053´N/ 64016´O
Cuando un fuereño llega a la ciudad A, cree, a simple vista, que sólo existen esas
dos avenidas principales que la atraviesan de Norte a Sur y, obviamente, de Sur a Norte. Y
la que la cruza de Oeste a Este y de Este a Oeste. No es cierto. Es una ilusión óptica. El que
decide quedarse, verá que hay otros muchos caminos, que coinciden o no con la Rosa de os
Vientos. Es, indiscutiblemente, una encrucijada. Pero esta condición, ni es tan privilegiada
como la ciudad B, ni genera el mismo tipo de idiosincrasia. Porque cada ciudad tiene su
identidad, es una persona distinta, con personalidad distinta.

En primer lugar, no es un centro de acopio, ni está cerca de ser sitio de reposo de los
mercaderes, mercadeo de camino como aquél de donde, en la cuenca del Mar de Galilea,
surgieron profetas como Juan El Bautista y Jesús El Cristo. Tampoco tiene el ámbito del
prestigioso buhonerismo de la 19 y sus adyacencias. En segundo lugar, los habitantes
carecen de tiempo para adecuarse a negociar con el buhonerismo. Como muchos trabajan
en las compañías petroleras, no solamente tienen un horario difícil, sino que, teniendo
poder adquisitivo, prefieren adquirir a las tiendas establecidas, especialmente a esas
ubicadas en los nuevos centros comerciales. No importa allí si los precios son más elevados
que en otros lugares de la región, o del país. Y así se genera una economía artificial que reta

27 CIUDADES CAMPAMENTO
a los más pobres, aunque la grieta entre el hombre del petróleo y el barredor de las calles
sea profunda y ancha, como casi infranqueable. Traga esa grieta las esperanzas. Prepara
todo para el desamparo individual y la depresión.

La ciudad A no es una ciudad de trashumantes, aunque siempre haya alguno. Es una


ciudad de inmigrantes y la inmigración es cada vez más selectiva. Los que llegan por el
Terminal de Pasajeros no van a encontrar el mundo que se mueve en torno al Terminal de
la ciudad B. Es, ciertamente, un Terminal que no es limpio, ni confortable, ni bello. Es un
sitio de transición, eminentemente práctico. Los hoteles que están en los alrededores son
pocos y de aspecto más o menos decente, así como los restaurantes. Llega un hombre, o
una mujer, o una familia, con una carta de trabajo en el bolsillo. Llega perturbado,
generalmente en las mañanas muy temprano. Y ve un paisaje que nada le dice del lugar
donde ha llegado. No hay una referencia reconocible. Quizá algún anuncio comercial que
es familiar, pues lo ha visto en otra parte. La gente pasa presurosa a sus sitios de trabajo.
Taxistas rodean al viajero, pero el viajero, desconcertado aún, no sabe cuál es su destino.

¿Dónde está el centro de esta ciudad, para poder orientarse? No es el pozo abridor.
No es la Plaza Mayor. No es la catedral que no existe. No es el antiguo campo de lona.
Puede preguntarle a un taxista y el taxista lo llevará a cualquier parte. Porque no es posible
determinar referencias, puntos-vértice de un potencial triángulo. No se puede ni tan sólo
imaginar una esfera como la de Pascal.

¿Quiere decir eso que la ciudad no existe?

No.

Eugenio Trías, en su ensayo Drama e Identidad, señala una diferencia entre el


drama y la tragedia. La persona-dramática ejecuta un periplo: tiene una casa donde
volver. La persona trágica, no. La ciudad es hostil al inmigrante, porque sabe que de
inmigraciones está hecha y que cada inmigrante aporta y quita a su esencia. Y he ahí
una ciudad que oscila entre el drama y la tragedia, demorándose, sin embargo, en su
condición más intensamente trágica. Es fea, sucia, odiosa, impersonal. Su lenguaje
es dialecto, o quizá argot.
28 CIUDADES CAMPAMENTO
En esta ciudad campamento, cuyo origen se remonta a menos del siglo, no ha
habido tiempo de levantar hitos, ni referencias. No se puede analizar con las mismas figuras
o juegos de coordenadas que se aplicaron a la ciudad B. Muy púdicamente, se crean
jardines, como si un jardín fuera punto de debilidad. Los inmigrantes no están interesados
en jardines. Todo inmigrante, casi inmediatamente después del desconcierto, se instala en
un espacio que difícilmente se amalgama con el sedimento. Es posible que llegue a
mezclarse, pero lo hace muy lentamente. Como obtiene elevados ingresos por su trabajo,
acude siempre a la economía formal y entra al círculo de lo que se usa y lo desechable. No
hay reciclaje de muebles y electrodomésticos. No hay mercado de pulgas, ni ventas de
garaje. Sin embargo, cuando la industria decae, todo decae. Los más recientes inmigrantes
se van rápidamente. Los que tienen mayor tiempo, dudan un poco, y a veces la duda los
atrapa y terminan quedándose, mas siempre con el deseo y la amargura de haber podido
irse. Quizá sus hijos aprendan a enraizarse, y entonces se van a la periferia, de acuerdo con
sus posibilidades. Á sus hijos aprendan a enraizarse, y entonces se van a la periferia, de
acuerdo con sus posibilidades. Y si uno va por las calles de la ciudad, en esos días donde lo
que brilla es la luz del ocaso reflejándose en los cristales y en el vetusto esplendor de los
edificios abandonados, puede entender que ninguna ciudad campamento tiene un lenguaje,
sino que todas se sienten cómodas en la lingua franca o el argot.

29 CIUDADES CAMPAMENTO
Sobre argot, jerga, dialecto: los códigos de las ciudades-compamento

Argot son, generalmente, palabras, manifestaciones y frases de carácter expresivo que


emplean en la conversación personas de igual rango o condición, cuyo origen más frecuente
suele ser la asociación con otras palabras o la yuxtaposición de imágenes. El argot usa con
frecuencia tanto la metáfora como la metonimia. Estas manifestaciones de la lengua
generalmente tienen una vida corta. Suelen ser fruto de la actividad de un subgrupo social y
cultural que está socialmente integrado, lo que lo distingue de la germanía. Aparece con más
frecuencia entre minorías sociales diferenciadas. Cuando el grupo se disuelve, o se transforma,
el argot lo hace de la misma manera, para adaptarse a las necesidades del nuevo grupo. La
definición de argot, por extensión, se está usando aquí como la estructura que íntegramente
forma la ciudad-campamento.

Las actitudes y el sistema de valores del grupo usuario de un argot se ven reflejados
perfectamente en sus locuciones, en sus revelaciones, por lo que pudiera suponer un elemento
aglutinador y que, a la vez, sirve para identificar quiénes son y cómo piensan las personas que
dieron lugar a tales expresiones. Antes de que una frase o una forma expresiva sea considerada
argot, es preciso que la adopten todos los integrantes del grupo o, al menos, sus miembros con
mayor influencia. En esto tienen el mismo comportamiento la jerga y el argot. Si el grupo en
cuestión está en contacto con la cultura socialmente aceptada, sus creaciones, aunque
reconocidas como argot, se incorporan a la lengua diaria estándar e incluso puede que lleguen
a ser admitidas en la variedad normativa. Ahora bien, las creaciones del argot pueden tener
una aceptación muy amplia, pero se gastan rápidamente.

Las expresiones del argot se forman de acuerdo con las reglas que presiden todo el
conjunto social. Se constituye por apócope, por neologismos, por el mantenimiento de antiguas
palabras a las que se da distinto significado y por préstamo de otras culturas. Las expresiones
del argot se forman de acuerdo con las reglas que presiden todo el conjunto social. Se constituye
por apócope, por neologismos, por el mantenimiento de antiguas palabras a las que se da
distinto significado, por préstamo de otras culturas.

30 CIUDADES CAMPAMENTO
En este contexto, los argots son también las estructuras ciudadanas, las arquitecturas,
los comportamientos, las formas o deformaciones de la cortesía, las tradiciones que pudieran
haber enraizado, el involucramiento de las clases sociales.

He ahí una ciudad en la que sus gobernantes o administradores se limitan a


remendar las grietas y no piensan jamás en el día de mañana. Sus fundadores, si así pueden
llamarse, fueron unos desesperados que huían de la miseria o el terror, y han ido muriendo
sin que nadie reconozca el valor de sus hechuras, ni la naturaleza de su herencia. Su linaje
trata de obliterar los orígenes. Aquí, el destino es siempre incierto. Como un oleaje, crece y
decrece. Extrañamente, los que la viven siempre perciben en la ciudad la metonimia del
mar. Extrañamente, porque el mar está muy lejos y hay, habrá de cierto, muchos que sólo lo
habrán visto en imágenes. Pero, lejos de toda evocación poética, el mar es sólo cortina de
fondo de un pragmatismo que se lleva a los extremos. Los hombres que llegaron en las
primeras cuadrillas fueron hombres de mar y es por eso que su Patrona también sea una
Dama Gentil, que responde al mito ancestral de la tablilla que flota, de la imagen que flota,
de una Virgen que tutela.

XII

Se reflexiona largamente antes de proseguir ¿por qué dedicar un texto a ciudades


que no son amadas en realidad, que hasta pudieran ser detestadas, si no ambas, una de
ellas, por lo menos? Eso es uno de los misterios del pensamiento y las circunvoluciones
cerebrales. Se escribe sobre lo que se siente, sobre lo que tiene a mano, sobre lo que
persiste en el cerebro, en la razón y en la sinrazón. Lo importante, finalmente, es escribir. Ir
tejiendo con esos hilos delicados y casi transparentes un entramado que quizá alguien leerá
alguna vez y se sentirá, o no, identificado, y entablará con el autor un diálogo imposible,
porque el autor nunca estará cercano, ni podrá responderle, bien porque habrá olvidado lo
que escribió, o porque haya emprendido un viaje de los que frecuentemente lo llaman, o
porque haya muerto. Pero todo eso deja de ser importante para el lector que se habla a sí
31 CIUDADES CAMPAMENTO
mismo, muchas veces en voz alta, expresando a su vez lo que le dicten su corazón, su razón
o su sinrazón. Se puede pensar que la ciudad campamento A pudiera desaparecer algún día,
por la fragilidad y poca profundidad de sus raíces.

La ciudad campamento B, no. Sus raíces son más antiguas y profundas. Además,
sus núcleos nutricios no dependen de las ondulaciones mundiales del mercado de
minerales e hidrocarburos, sino del fruto de la tierra y del trabajo de los hombres. Allí
confluye la mayor parte de la producción agrícola y agroindustrial del país. Y esta
situación no solamente ha producido su crecimiento desmesurado, así como los eventos
que han hecho que extraviara su centro, sino que le ha dado una vitalidad subyacente
inigualable. Por otra parte, aún siendo también una ciudad sedimentaria, la mayor parte
de los inmigrantes lo hacen con la intención de establecerse y la misma fuerza de la ciudad
los obliga a ello. Y aunque los trashumantes también configuran un contingente que
persiste, y que son, como su nombre lo indica, gente de paso, que llega a hacer sus
negocios, pero cuyos centros de vida y de interés están en otra parte, este fenómeno no
afecta en forma significativa la permanencia de la ciudad como fenómeno.

La organización llamada ciudad fue conformada por la humanidad desde hace unos
seis mil años. En las extensas llanuras de las cuencas de Tigris y el Éufrates, los expertos
han encontrado vastas aglomeraciones de ruinas que cuentan la historia de personas que allí
vivieron, sufrieron y amaron. Todas hablan de un inicio primordialmente comercial y de la
constitución de organizar un sistema de jerarquías que cuidaran del cumplimiento de las
normas que fueron estableciéndose de acuerdo con las exigencias del crecimiento y la
complejidad de las ciudades. Pero aún con los avances de la ciencia y la delicadeza del
instrumental que allí se utilice, no es posible decir cómo se cantaba allí, cómo se bailaba,
cómo se contaban historias, cómo se plasmaban estas historias. En algunas partes, se han
hallado tabletas de arcilla con signos, descifrables o no. Pero eso indica la voluntad de
poner por escrito los aconteceres cotidianos o importantes para la comunidad allí viviente.
La historia. Y, quizá, hasta una manera de la poesía. Es posible decir con el especialista:

32 CIUDADES CAMPAMENTO
En el valle del río Indo, en lo que actualmente es Pakistán y la India,
hacia el año 2400 a.C. surgió la llamada civilización del valle del Indo,
conocida también como la cultura o civilización Harappa en honor a una de
sus grandes ciudades. Se han descubierto cerca de 1.000 yacimientos
pertenecientes a esa cultura, pero de todos ellos el mejor conservado es el de
Mohenjo-Daro, situado en la actual Pakistán.
Mohenjo-Daro y otros grandes yacimientos de la zona se caracterizan
por grandes edificaciones de ladrillos cocidos dispuestos según un patrón
cuidadosamente trazado. El rasgo más característico es la ciudadela, una parte
de la edificación que se alza en un plano superior al del resto de la ciudad y
que está cubierta por unas estructuras macizas. La alfarería profusamente
decorada y ciertos objetos metálicos hallados en Mohenjo-Daro revelan que
los grandes centros de la civilización del valle del Indo practicaban un
intercambio activo de artículos. Es posible que esta civilización tuviese
comercio con Mesopotamia, si bien apenas existe evidencia alguna.
Asimismo, desarrolló su propio sistema de escritura con símbolos.

En los amplios valles fluviales del norte de China florecieron algunas


de las primeras civilizaciones de Eurasia. En la llanura aluvial del río Amarillo,
los poblados agrícolas neolíticos se agruparon en federaciones gobernados por
caudillos y que se fusionaron al cabo del tiempo para formar un estado
incipiente durante el II milenio a.C. La dinastía Shang (Chang), estudiada a
partir de sus mitos, sus escrituras primitivas sobre huesos de oráculos y las
excavaciones arqueológicas, es una de las civilizaciones originales de China
que se conoce con mayor profundidad. Hubieron de pasar generaciones hasta
lograr centralizar el gobierno; la capital se trasladó a diferentes ciudades
mientras los gobernantes eran elegidos de linajes diferentes. Sin embargo, el
poder quedó investido definitivamente en una familia real y la ciudad de
Anyang se convirtió en la capital permanente. Entre tanto, los miembros de la
dinastía Shang desarrollaron una industria del bronce capaz de fabricar
asombrosos barcos y herramientas en grandes cantidades.

33 CIUDADES CAMPAMENTO
Estos párrafos nos dicen de un proceso urbano. Sin embargo, lo que se quiere aquí
destacar es que, más allá de la lectura de las ruinas y su disposición, está allí,
respaldándola, una escritura: un conjunto de signos abstractos, creados por la humanidad,
para dejar eternamente su huella en la historia de la especie.

La ciudad B tiene esa escritura, en ocasiones musicalizada con un ritmo que le es


natural e intrínseco. Porque la música es connatural con el establecimiento de los hombres.
La ciudad A, en sus casi cien años, no ha podido desarrollar algo que semeje ser una
escritura. No tiene una historia plasmada que transmitir a los descendientes. Y si bien tiene
expresiones musicales, éstas son un derivado de los espacios que recién han abandonado los
inmigrantes, y carece del sonido originario de su angustia. Los indígenas que allí vivieron,
y que aún viven, mantienen una música tristísima y unos sonidos sin palabras, brotados de
una flauta parecida a la flauta pan. Pero su cultura, lejos de influir en la ciudad campamento
A de manera importante, apenas si ha aportado algunos vocablos y, quizá, el centralismo de
la familia extensa en torno a la mujer más anciana. La producción agrícola y pecuaria,
cuando la hubo, cuando la ha habido, es muy mecanizada y en vez de acercar, aleja al
hombre. La explotación petrolera, que es la fuente de todo progreso en esta ciudad, ha
implantado, junto con sus cabrias, sus vicios. Todo lo demás es un conjunto de satélites que
giran a veces tan cerca que corren el riesgo de chocar y provocar una conflagración
celestial. Por esos signos es posible que la ciudad B persista un poco más, con el paso de
los años. Pero no es preciso llamarnos a engaño: su mismo progreso, su extensión y la
carencia de centro, son las llagas que lleva en su cuerpo, y que son incurables a estas
alturas. Quizá dentro de cinco mil o tres mil años lo sabrán los de entonces, si el planeta ha
sobrevivido

34 CIUDADES CAMPAMENTO
Fínale

Al principio de este texto, se afirmó que toda ciudad es un lenguaje. Con arrogancia,
se afirmó además que en las ciudades-campamento ese lenguaje era tan velozmente
cambiante que nunca llegaba a ser funcional y producía incomunicación, individualismo y
sentido de no pertenencia. Es necesario rectificar aquí. En verdad, al ser ciudades de
inmigrantes y trashumantes, seguramente los que recién llegan se sienten ex-trañados,
extraviados, alejados de su contexto vital y colocados de súbito en una ciudad otra a la que
tienen que incorporarse, por necesidad, porque una vez realizado el tránsito del exilio o de
la fuga, no hay vuelta atrás.

Pero que nadie se llame a engaño de los síntomas de estas ciudades que hemos dado
en llamar babélicas. Porque de la confusión de lenguas, que se expresa aquí y allá, aparece
el argot, la lengua de outsiders, de los aventureros, de los navegantes, de los descentrados,
de los locos, de los desterrados. De los que viven al margen, sea éste un margen lleno de
lujos y comodidades, o un quicio con un cartón extendido, a la intemperie. Las ciudades
campamento se componen de esas naturalezas sobrevivientes y escurridizas, en ocasiones
francamente heroicas, con esa humildad que poseen los que nada tienen. Y sus signos y
símbolos son, no sólo el argot, sino también un lenguaje más permanente.

El argot es el conjunto de enigmas, signos y metáforas, sobre todo metáforas, que es


al mismo tiempo manejable y rebelde. Tiene sus expresiones arquitectónicas, sus calles
masculladas, ciegas o maculadas. Tiene sus esplendores, sus basureros. Sus instantes
sublimes y sus abismos de vicio. Y también su poesía, esa rara deformidad de la palabra
que la convierte en piedra labrada.

Es cierto que este lenguaje, que se ha llamado argot, no es constante. Que muta con
harta frecuencia y que, como se nutre de la lengua establecida y oficializada, a veces
recurre a ella para darse un aspecto de legitimidad, a pesar de que ésta siempre sea
desnaturalizada y agreste. Y también es cierto que el argot, al no tener raíces profundas,
corre el riesgo de secarse con la resolana, o corromperse con los excesos de lluvia, por lo
que el agua, el calor y la luz, que son elementos de vida, son causa de enfermedad en las

35 CIUDADES CAMPAMENTO
ciudades campamento, por lo que buscan el tropismo hacia la sombra, componiéndose y
recomponiéndose con tal velocidad que no pueden elaborarse en ellas reales puntos de
referencia. Ésa es su naturaleza: artilugio y espejismo, fuga y escondite, vitalidad que
enriquece al pícaro y desconcierta al académico. Pero ésa es su naturaleza y a ella debe su
sobrevivencia.

Julio 2009

En El Tigre, estado Anzoátegui, Venezuela

36 CIUDADES CAMPAMENTO

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