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Identidad e Integración

Extracto de Una Vida Agónica (2007)

Eugenio Chang-Rodríguez

Transcrito y preparado para su lectura en internet por Luis Zaldivar para el blog
http://apristaverde.blogspot.com
Sobre la transcripción

Esta es una transcripción cacera y sin fines de lucro. La version


original del texto es:

Chang-Rodriguez, Eugenio. 2007. Una Vida Agonica: Victor Raul


Haya de la Torre. Lima, Fondo Editorial del Congreso del Perú:
291-304.

Todos los errores encontrados son por error de transcripción y


no de original. Cualquier comentario o queja por favor a
http://apristaverde.blogspot.com o a luis.zaldivar@unf.edu.

Eugenio Chang Rodriguez


Identidad e Integración

Deslinde Preliminar

Las muchas definiciones intentadas para el importante termino identidad han sido
históricamente confusas y difusas. Confusas, porque la lógica de los argumentos dados tiende
a rechazar los conocimientos estables y aceptados. Difusas, pues se caracterizan por su
diversidad de aproximaciones con objetivos no muy precisos. Por estas razones, al explicar la
identidad nacional implícita en la integración latinoamericana propuesta por Víctor Raúl Haya
de la Torre, se debe recordar los acontecimientos históricos precedentes de nuestra identidad.

Antecedentes históricos de la identidad latinoamericana

Así como estamos seguros de si el proceso de definición de nuestra identidad ha


terminado, tampoco sabemos con certeza cuando comienza nuestro modo particular de vivir,
sentir y manifestarnos con usos y costumbres característicos. Dicho de otra manera: ¿En qué
momento el latinoamericano es consciente de su perfil identificable?, ¿en que preciso instante
histórico hace suyo el mundo donde se ha instalado y lo aprehende para condicionar su visión
especial del universo y actuar conforme a ella? O mejor: ¿Cuándo se manifiesta esa
percepción global del mundo que guía nuestra conducta y conocimientos? Para aproximarnos a
las respuestas, adoptare una perspectiva diacrónica y
recurriré a la herencia literaria, ya que el elemento
estético le confiere claro y reconocible perfil a la
manera de ser.

La idea de la conciencia nacional como


manifestación de la identidad del ente colectivo, de la
aceptación de la hibridez cultural, aparece en el
Hemisferio Occidental durante el siglo XVI en el
periodo de las exploraciones y conquistas. El fuerte
choque cultural experimentado por algunos españoles
afincados en el Nuevo Mundo fue tan fuerte, que los
desvinculo de su tradicional visión del mundo y
concepción patriótica. La ecología, fauna, flora y
habitantes del Nuevo Mundo modificaron la manera de sentir, pensar y apreciar su conciencia
de identidad. Un caso revelador de cómo el conquistador es conquistado y toma conciencia de
su transformación se da en Cozumel, isla de Yucatán, cuando la vanguardia de Cortes se
encuentra con dos españoles que habían convivido con los mayas durante ocho años, después
de naufragar el navío en que viajaban del Darién en Santo Domingo. Uno de ellos, Jerónimo de
Aguilar, no duda en plegarse a las huestes conquistadoras en calidad de lengua (interprete del
maya al castellano y viceversa). El otro, Gonzalo Guerrero, ganado por su experiencia yucateca
y consciente de su transformación sicológica, decide quedarse con su esposa amerindia, sus
hijos mestizos y los compañeros mayas con quienes había convivido: Ya no se sentía español
pero tampoco se había convertido en indio: era un hombre nuevo, tal vez un
protohispanoamericano (Bernal Díaz 1968: 44-45)1.

El Inca Garcilaso de la Vega, el primer gran escritor mestizo de las Américas, llama
patria “a todo el Imperio que fue de los Incas” (Inca Garcilaso 1985:407)2. Con el tiempo, su
concepto de patria abarcará al Virreinato de Nueva Castilla, que desde 1544 a 1732
comprendió a toda Sudamérica hispánica. En el proemio de La Florida del Inca, escrito
alrededor de 1603, se dirige”a todos los indios, mestizos y criollos del Perú” (Inca Garcilaso
1956:10)3 y hace lo mismo en el “Prologo” a la Historia General del Perú (1617): “A los indios,
mestizos y criollos de los reinos y provincias del grande y riquísimo Imperio del Perú, el Inca
Garcilaso de la Vega, su hermano, compatriota y paisano. Salud y felicidad” (Inca Garcilaso
1962, 1: 55)4. Indudablemente el primer gran escritor peruano esboza en sus escritos el
concepto de patria, que va más allá de la región donde se ha nacido.

Guaman Poma de Ayala, en El primer nueva corónica y buen gobierno (1615), en


cambio, sufre cuando se identifica con sus hermanos indígenas. Mas su conciencia de patria no
contradice a la del Inca Garcilaso. Ambos han dejado el testimonio de su agonizante
identificación. La tragedia personal, nutriente de la toma de conciencia, conduce a los dos
aspectos de la percepción de la peruanidad. Los dos reflejan los componentes de nuestra
identidad. Ambos escritores dan la versión intima y trágica de lo que va a ser para millones la
experiencia peruana. Sus nociones del Perú colindan con lo utópico, aunque afirman nuestras

1
Zaldivar. En el libro no he encontrado la referencia bibliográfica al original.
2
Garcilaso de la Vega, Inca. 1985. Comentarios reales de los Incas. Lima: Banco de Crédito del Perú (1609)
3
Garcilaso de la Vega, Inca. 1956. La Florida del Inca. Ed. Y notas de Emma Susana Speratti Piñero. México-Buenos
Aires: Fondo de Cultura Económica.
4
Garcilaso de la Vega, Inca. 1962. Historia general del Perú. Segunda parte de los Comentarios reales. Lima:
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 4 vols. [1617]
raíces. Sus visiones fueron superiores a la concepción de los ingleses Thomas More –Tomás
Moro en castellano0 (1478-1535), en Utopia5 y la de Francis Bacon (1561-1626) en New
Atlantis (‘Nueva Atlantia), porque en los dos escritores peruanos la utopía se nutre de
experiencias vividas, configuradoras de su patriotismo

Aparentemente Garcilaso, orgulloso de su mestizaje que proclama “a boca llena”,


intento volver al Perú por lo menos en 1562, como consta en una carta suya de 1563. La critica
conjetura la posibilidad de que le impidieran realizar el viaje de retorno, porque su presencia en
el Virreinato del Perú representaría un riesgo político. La prohibición de sus libros por el
Consejo de Indias después de la sublevación de José Gabriel Condorcanqui (Tupac Amaru)
revela el impacto de los escritos del autor de los Comentarios reales. En el Inca Garcilaso y en
Guaman Poma la concepción de patria es afirmativa. No es cuestionamiento búsqueda: es
hallazgo.

En el periodo colonial hubo quienes sin


considerar su etnicidad sintieron a la patria y
escribieron acerca de ella: el mestizo Blas Valera
(fraile jesuita, historiador del Perú antiguo), el
mestizo Fray Luis Jerónimo de Oré (estudioso de
lenguas amerindias) y otros cronistas blancos,
mestizos e indios dan la impresión de percatarse
de pertenecer a una comunidad ansiosa de
convertirse en nación. En el siglo XVI se
empleaban gentilicios como “peruviano”,
“novohispano”, “mexicano” para distinguirse o
distinguirlos de los peninsulares. En México, por
ejemplo, Juan Suarez de Peralta se jacto de ser
original de las Indias. Inca Garcilaso de la Vega

Bastan estos ejemplos para afirmar que el planteamiento del problema de la identidad
nacional se inicia en el periodo colonial y se vincula al proceso de la autodefinición proyectada
hacia el desarrollo de una conciencia cultural. Las manifestaciones iniciales de la incipiente

5
Utopia de Thomas More fue originalmente publicada en latín en 1516. Entre las muchas versiones en diferentes
idiomas son útiles Utopia de Tomás Moro, traducción, prologo y notas de Ramón Ezquerra (Barcelona, Apolo,
1948); y Utopia, editada por George Stade (Nueva York: Barnes &Noble Classics, 2005)
identidad generaron una literatura que poco a poco se hizo más y más diferente de la
peninsular.

Asimismo, es necesario tener en cuenta manifestaciones síquicas de la época


republicana, cuando los latinoamericanos declaran que se enorgullecen de su multilingüismo y
pluriculturalidad. Esa identidad resume el esfuerzo por renunciar al palacio de la impostura y la
inautenticidad y el deseo de hermanarnos con nuestro medio, poniendo orden al caos
universal. De esta manera ha sido posible comprender la multiplicidad de nuestros rostros y
desvelos. Empero, la búsqueda de la peruanidad no contradice la indagación para la
latinoamericanidad. Ella, mas bien, significa averiguar nuestro ser en el tiempo y en el espacio;
emigrar de la soledad para abrazar la fraternidad continental; salir del laberinto parroquial para
enorgullecernos de la americanidad; romper el extrañamiento para ingresar al mundo de
realidades, inquietudes y esperanzas; darle rienda suelta a nuestra idiosincrasia, como su
proclividad a la metáfora; exteriorizar nuestras esencias; abandonar el enajenamiento y la
otredad para ser nosotros mismos con nuestros valores. Pero, sobre todo, es tener conciencia
de quiénes somos y donde estamos; es poseer un sentido de pertenecía a una comunidad
solidaria.

La identidad peruana

En medio del fragor de las luchas fratricidas del siglo XIX, el tema de la autonomía intelectual y
artística sobrepaso la estética para abrazar la política. En el debate continental sobre
europeísmo versus americanismo, los escritores peruanos del siglo XIX tuvieron en cuenta
tanto las exigencias de originalidad y rechazo expresadas pro Simon Rodríguez, como los
llamados a la independencia intelectual insertados por Andrés Bello en su silva Alocución a la
poesía(1823). El gran humanista venezolano postulaba una literatura arraigada en la naturaleza
y mostro a los latinoamericanos como la cultura autentica emana del conocimiento del medio, y
como la tensión del espíritu enfrentado a la realidad es el primer presupuesto de toda
creación6.

También en las luchas fratricidas en el siglo decimonónico7, el tema de la autonomía


intelectual y artística siguió interesando a quienes se convencieron de la insuficiencia de la
emancipación política y de la urgencia de extenderla a otras áreas, especialmente a la estética.

6
Julio Heise Gonzales: “Acción y pensamiento de Andrés Bello” en Andrés Bello: Homenaje de la Facultad de
Filosofía y Educación de la Universidad de Chile (Santiago: Universidad de Chile, 1996: 21-22)
7
Eugenio Chang Rodriguez: “Peru” en Political Parties of the Americas, Robert J. Alexander Ed. (Wesport, CT:
Greenwood P, 1982: 586-610)
Tal razonamiento impulso a los escritores a buscar una voz propia e identificar el carácter de su
literatura. En su “Discurso en el Teatro Olimpo” (1888), Manuel Gonzales Prada (1844-1918)
abogo por una literatura contemporánea original, y en su severo enjuiciamiento de los
escritores no se salvaron ni Ricardo Palma ni su imitadores8. Como antídoto contra las taras
artísticas imitativas recomendó un estilo adaptado al carácter nacional y a la época del escritor.
Como practicaba lo que predicaba, Gonzales Prada expreso sus ideas con un estilo sencillo
elaborado pacientemente, recomendó laconismo (encerrar el mayor número de ideas en el
menor número de palabras). Y advirtió contra los peligros del colonialismo ideológico y mostro
la necesidad de identificar la literatura nacional para producir una obra de arte sui generis,
liberada de los vicios del pasado.

Tras las recomendaciones de González Prada, el deseo de elucidar teóricamente las


bases de la identidad de la literatura peruana se manifestó en la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos a partir de 1905, cuando José de la Riva Agüero y Osma (1885-1944) defiende
su tesis Carácter de la literatura del Perú independiente, en la que coincide con Don Manuel en
señalar su carácter imitativo, pero niega fuerza y posibilidad al “americanismo descriptivo”, el
que emplaza los temas relacionados con la naturaleza americana (vegetación y paisaje). Su
esquema considera artificiales las obras indianistas e indigenistas9. La adhesión a la oligarquía
de este aristocrático criollo positivista le hace favorecer la tradición que lo guía a rastrear el
proceso literario sistemáticamente.

Después de Riva Agüero otros escritores peruanos postularon nuevas direcciones a la


literatura del país. En 1915, Juan Bautista de Lavalle (1887-1959) admitió la existencia de un
arte popular, supuestamente inferior pero capaz de superar su calidad estética cuando el
pueblo reciba cultura suficiente10. El más afirmativo de todos fue José Gálvez Barrenechea
(1885-1957) en Posibilidad de una genuina literatura nacional, tesis doctoral en San Marcos
que defendió en 1915 y público el mismo año11. En este trabajo desprovisto de notas
documentales y aclaratorias, el autor sustenta la posibilidad de reproducir un arte propio que
refleje el medio, las razas, el sentimiento de la historia, como lo hizo Ricardo Palma en las
Tradiciones peruanas. Gálvez estudia la materia desde el punto de vista de los temas literarios,

8
“Discurso en el Teatro Olimpo” (1888) puede leerse en Manuel Gonzales Prada: Paginas libres (Lima: PTC, 1946:
37-38)
9
José de la Riva Agüero y Osma: Carácter de la literatura del Perú independiente (Lima: E. Rosay, 1905: 220-29)
10
Juan B. de Lavalle: “Las ideas estéticas del socialismo contemporáneo” en Contemporáneos No 1, Lima, abril de
1909: 20
11
José Gálvez Barrenechea: “Posibilidad de una genuina literatura nacional” en Revista Universitaria 10.2 Lima,
1915:194-333
“del objeto y no el sujeto del arte”, y concluye en que la literatura peruana no esta reñida con la
literatura universal porque sus grandes ideas e inquietudes, comunes a todos los seres
humanos, la universalizan. Con el Eclesiastes de Salomón, José Gálvez cree que Nihil novi sub
sole y afirma, como lo hará Jorge Luis Borges unos años mas tarde, que los escritores son en
parte plagiarios. José Gálvez ilustra su punto de vista recordando la pintoresca exageración:
“en literatura el robo seguido de asesinato es excusable”. Llega a la conclusión de que la
literatura peruana, al menos temáticamente hablando, ya existe; pero es necesario estimular su
producción. Sus componentes son la historia, la leyenda, la tradición y la naturaleza. Su
carácter es descriptivo e interpretativo; y sus géneros son la tradición, la novela histórica, el
drama legendario, la comedia de costumbres, la poesía
descriptiva y otras novedades y adaptaciones peruanas12.

El descontento con el anacrónico romanticismo y


el tardío modernismo desencadeno una fuerte resistencia
en el ambiente cultural peruano de mediados de la
segunda década del siglo XX. El 15 de enero de 1916 un
grupo de escritores provincianos y limeños, encabezado
por el iqueño Abraham Valdelomar (1888-1919), lanzo la
revista Colónida para divulgar la nueva sensibilidad
artística del país. En su tesis de bachillerato La literatura
peruana, defendida en julio de 1920, Luis Alberto
Sánchez (1900-1994) amplio el concepto de literatura
peruana incorporando la producción estética
precolombina a la posterior creación artística escrita y
oral, postulando así una interpretación eclética de la

Manuel Gonzalez Prada literatura peruana que se refleje y funda todos los
elementos de la nacionalidad, sus factores históricos y
sociológicos. Este fue el cuerpo básico de su obra maestra La literatura peruana. Derrotero
para una historia espiritual del Perú, cuyo primer tomo apareció en 1928, al siguiente año de su
participación con José Carlos Mariátegui en la polémica sobre el indigenismo, durante la cual
aclaro su concepción totalizadora explicando lo que entendía por literatura integral. Coincidió
con Antenor Orrego en no creer en la posibilidad de una resurrección incaica ni en una
supremacía de la herencia hispánica. Evidentemente su concepción teórica era centrista, pues

12
Ibidem: 25-26, 42, 49-50
negó ser anti indigenista y rechazo las corrientes exclusivistas13. Fiel a su eclecticismo, años
más tarde, incluyo en su historia de la literatura peruana los aportes prehispánicos y la tradición
folclórica14.

Manuel Gonzales Prada (1844-1918) advirtió los peligros del colonialismo ideológico y
se pronunció contra él. Sus discípulos Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), José Carlos
Mariátegui (1894-1930) y Antenor Orrego (1892-1960) continuaron la lucha contra el
colonialismo y la dependencia cultural en el curso de su empeño por definir la idea de patria y
nación. El proceso de la identidad peruana aumento en ritmo durante el resto del siglo veinte,
cuando nuestro pueblo-continente se abre al Occidente y al Oriente, proceso sintetizado en los
versos de Vallejo: “Sierra de mi Perú, Perú del mundo/ y el Perú al pie del orbe; yo me adhiero”.

Después de todo, la conciencia de la identidad peruana la sustenta la cultura anclada en


un sistema de símbolos, valore, actitudes y cosmovisión. El cambio vertiginoso de las
condiciones de vida, el rápido desarrollo de la informática, el progreso en el transporte, la
explosión demográfica y la mayor participación de la mujer en la vida nacional condicionan el
nuevo perfil de la concepción real e idealizada de la identidad nacional y continental. Para
deslindar nuestra personalidad nacional se necesita desmitificar la percepción de su carácter.
Nos incumbe rechazar los mitos resultantes de ejercicios fútiles especulativos y conclusiones
basadas en investigaciones de poco rigor y método.

Para despejar la bruma creada por las generalizaciones fácil, preguntemos: ¿en que se
basa la atrevida creencia que atribuye a los peruanos soterradas tendencias a la rivalidad y al
conflicto por carecer de espíritu de emulación (Delgado 1971: 114), o la que acusa al indio de
trabajar con lentitud para conservar su fuerza y de practicar la paciencia y la resignación por
presión del medio (Descola 1964: 30-31)?; ¿Qué sustento tienen quienes afirman que la
inautenticidad y la ligereza son caldo de cultivo de su huachafería, o el que escribió
“Prevalecen en nuestra vida la mistificación de valores y realidades, la inautenticidad en las
actitudes, el sentido imitativo, la superficialidad en las ideas y la improvisación de los
propósitos” (Salazar Bondy 1973: 58)? Los mitos enmascaradores de la identidad tornan difícil
la tarea de búsqueda y hallazgo de nuestra personalidad nacional. En ese sentido, la

13
Luis Alberto Sánchez: “Batiburrillo Indigenista”, “Respuesta a José Carlos Mariátegui”, “Punto final con José
Carlos Mariátegui” e “Ismos contra ismos” en La polémica del Indigenismo” ed. Manuel Aquezolo Castro (Lima:
Mosca Azul, 1976: 60-73, 77-81, 86-91 y 97-100)
14
Luis Alberto Sánchez. La literatura peruana. Derrotero para una historia cultural del Perú, 4ª ed. (Lima: P.L.
Villanueva, 1975, 1:10-70)
conciencia nacional como manifestación de la identidad del ente
colectivo parece surgir del choque cultural experimentado en un
medio, fauna y flora que condicionan el sentir y pensar. En la
óptica de Antenor Orrego, la indagación de nuestra peruanidad
consiste en averiguar nuestro ser en el tiempo y en el espacio:
romper el extrañamiento para ingresar al mundo de inquietudes y
esperanzas; exteriorizar nuestras esencias; abandonar el
enajenamiento y la otredad para ser nosotros mismos. Pero,
sobre todo, es tener conciencia de quiénes somos y donde
estamos; es poseer un sentido de pertenencia a una comunidad
Jose Carlos Mariátegui solidaria.

Empero, como afirma Claude Lévi-Strauss, el plantear problemas no lleva implícito que
necesariamente tengan solución. Dos preguntas de este francés son pertinentes al debate
peruano: ¿Son verdaderamente conciliables las posiciones de “fidelidad a sí mismo” y “apertura
hacia los otros”, o debemos reconocer en ellos términos antagónicos? ¿No es contradictorio
imaginar que la originalidad y el poder creador, que por definición se generan internamente,
pueden ser suscitados desde afuera? (Levi-Strauss 1982: 1-2)15.

Después de retornar de Europa, Mariátegui volvió a incursionar en el debate con notas y


artículos periodísticos que culminaron en “El proceso de la literatura”, recogido como el último
de los 7 ensayos de interpretación nacional peruana. El aparato teórico de su nueva posición
se sitúa a un nivel superior a la estética de los colónidos, en concordancia con los ejes de su
concepción marxista. En el fondo de su examen, el modo de producción literaria está
estrechamente relacionado con la ideología clasista. Ve la literatura nacional ligada al problema
global de la sociedad peruana, lo cual lo lleva a la conclusión de que la cuestión social es el
centro de la polémica estética. A su juicio, lo nacional en literatura se integra al sistema de
relaciones entre cultura y sociedad. Con razonamiento marxista, valora a los escritores
peruanos y procesa sus escritos como un aspecto más de la realidad nacional. NO cine su
análisis a la tradicional división europea en etapas neoclásica, romántica, realista y modernista;
prefiere emplear otro andamiaje explicativo y ordenador, según el cual distingue tres periodos:
uno colonial, otro cosmopolita y el final que denomina nacional (Mariátegui 1959: 2: 207)16. El

15
Levi-Strauss, Claude. 1982. “Identidad cultural y apertura hacia el exterior” en Perspectivas de la UNESCO,
Especial (1982): 1-2
16
Mariátegui, José Carlos. 1959. Obras Completas 2. Lima: Amauta
gran escritor concluye en que por los caminos universales ecuménicos nos vamos acercando
cada vez más a nosotros mismos. En su óptica, la literatura peruana es diversa e inorgánica
porque refleja la realidad social y cultural del país; los sistemas literarios no son independientes
sino imbricados en el mismo sistema histórico que los afecta y condiciona; y la literatura es tan
contradictoria como las clases sociales que la producen y las culturas que la engendran.

Después de todo, los actos conscientes del peruano se basan en los aportes culturales
indígenas, hispánicos y de otras civilizaciones. Su conciencia de peruanidad incluye lo incaico y
los estratos culturales anteriores y posteriores; es mayor que la suma de sus componentes:
mochica, chimú, chavín, Tiahuanaco, incaico, hispano, africano, etcétera. Es una
supraconciencia influida por la geografía y orientada por la voluntad.

La unificación continental y la autoidentificacion

Con el correr de los siglos, nuestra identidad nacional corresponde a una pluralidad
étnica hasta la toma de la conciencia de nuestro multilingüismo y la pluriculturalidad en trance
de homogenización. La percepción de patria continental es el anverso de la medalla del
patriotismo local. De un lado se encuentra el perfil del patriotismo latinoamericano y del otro el
del patriotismo regional, llámese mexicano, cubano, guatemalteco, colombiano, argentino o
peruano. Tanto fuerzas centrifugas precolombinas como corrientes centrifugas peninsulares –
progenitoras de regionalismos milenarios- atizaron el egoísmo castrense causante de nuestra
desmembración postemancipadora. De todo ello se colige que para aproximarnos a la
conciencia de la peruanidad, de la mexicanidad, de la argentinidad y de la cubanidad, es
menester tener presente la forja de la conciencia del patriotismo continental, cuyos destacados
promotores fueron Hidalgo17, José de San Martin, Simon Bolívar, Benito Juárez, José Martí,
José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre y Antenor Orrego.

En la búsqueda de la identidad indoamericana, Víctor Raúl Haya de la Torre concibió el


proyecto aprista para darle una norma fundamental y un principio integrador a nuestro
continente. EN 1924, año del centenario de la Batalla de Ayacucho, fundó el APRA. La Célula
Parlamentaria Aprista en 1964 dio el primer paso efectivo hacia el cumplimiento de uno de los
cinco objetivos de su programa máximo –la unificación continental- al convocar a una reunión
de personeros de todos los cuerpos legislativos de Latinoamérica. Del 7 al 10 de diciembre de
1964 se reúne esa primera asamblea, cuya resolución fundamental crea el Parlamento

17
El padre Hidalgo firmo en Guadalajara, en 1810, el decreto de emancipación de los esclavos; uso el titulo de
Generalísimo de las Américas y lanzo vivas por “nuestra América”
Latinoamericano y sienta las bases para
constitución de una Comunidad de
Naciones, “que sin desmedro de los valores
propios de cada país y su intransferible
mensaje, permita presentar a la faz del
mundo: una América Latina unida,
solidaria, progresista y fuerte”, sobre las
bases de su integración política, económica
y cultural18.

Agitando la bandera de la Gran Patria Continental, Haya visito casi todos los países que
deseaba unificar y en todos ellos sus ideas fueron recibidas con entusiasmo y adhesión. Con
él, la fraternidad continental retorica y romántica dio paso a un programa efectivo y practico de
consolidación, inyectándole real contenido político a lo que antes había sido un vago e
inconsistente anhelo y una expresión verbal en los banquetes diplomáticos. Haya expandió el
antiguo concepto de “patria chica” a patria continental, convencido de que mientras siguiéramos
divididos continuaríamos siendo presas de los más fuertes, de esos atizadores de nuestras
divisiones temporales y promotores de caducos chauvinismos y guerras fratricidas. Para el
ideólogo peruano, la soberanía nacional se basa en el libre ejercicio de la soberanía popular. Y
para que se exprese la soberanía popular continental debemos conocernos y respetarnos
mutuamente, porque “el primer paso para una efectiva solidaridad continental hay que darlo en
la prensa, en las escuelas, en los partidos. Cada diario o revista –grande o pequeño- debería
hacer propaganda didáctica sobre los países Indoamericanos” (Haya 1977, 5: 250)19. El
fundador del aprismo recomendó la publicación de muchos mapas, planos, fotografías,
artículos breves y bien informados sobre todos los países latinoamericanos. Señalo la
importancia de la enseñanza de la historia de los Estados hermanos integrantes de nuestra
gran nación y sugirió que se lleve a los partidos un profundo y tenaz sentido indoamericanista.
Para él, una política nacional sin un espíritu continental no será nunca política Indoamericana ni
verdaderamente patriótica (Haya 1977, 4: 50).

Las recomendaciones para la ansiada unificación se concretan en pasos inmediatos:


organización económica y financiera indoamericana, ciudadanía y moneda común y Banco

18
Cf. Diario de Debates de la Cámara de Diputados, diciembre de 1964; y la Declaración de Lima (Lima:
Publicaciones de la Secretaria General del Parlamento Latinoamericano, Palacio Legislativo), IA/1
19
Allá de la Torre, Víctor Raúl. 1977. Obras Completas. 7 tomos
Continental Indoamericano de Inversiones. En los esfuerzos para intentar solucionar los
problemas económicos, el revolucionario peruano propuso la reunión de un congreso
económico en cada país con la presencia de las fuerzas vitales de su economía: capital y
trabajo, comercio e industria, agricultura y minería, educación pública, transporte y
comunicación. Cada congreso económico nacional investigaría los recursos económicos y la
capacidad productiva de cada país, plantearía conclusiones concretas acerca de su desarrollo
y se convertiría en Consejo o Cuerpo Consultivo permanentes para proponer al Ejecutivo y al
Parlamento de cada Espacio las medidas convenientes y necesarias para impulsar la
organización económico-social nacional con miras a su ampliación regional y continental.
Corolario de los congresos económicos nacionales y conferencias regionales seria la reunión
de un Congreso Económico Interamericano (Haya 1977, 4: 337). Este último, basado en las
resoluciones adoptadas en cada país, con miras a la coordinación interamericana, acordaría un
plan general con las siguientes reformas:

Delimitación de los dos campos económicos de las Américas y de su función de


intercambio y cooperación. Creación de un tipo de moneda indoamericana…
Organización del Banco de Exportación e Importaciones Interamericano en cada Estado
de las Américas, con funciones no solo circunscritas a préstamos y créditos aislados,
sino como organismo director y organizador de inversiones productivas, de comercio
balanceado y de un sistema de garantías y seguridades que mantengan la estabilidad
del cambio, la dinamización y extensión método de créditos, el impulso del comercio
entre los Estados Unidos y el de estos entre sí; establecimiento y organización de la
Unión Aduanera Interamericana: impulso y abaratamiento del trasporte y vías de
comunicación; nivelación de tarifas de transito en el Canal de Panamá para todos los
Estados de ambas Américas; estudio del cooperativismo, de la protección y
mejoramiento económico de los trabajadores, del impulso tecnificado de la agricultura y
de la capacidad de máxima absorción intercontinental de productos; resoluciones
complementaria para evitar todos los excesos de la hegemonía económica de los más
poderosos, haciendo del capital invertido en cada país factor de cooperación con el
Estado, un instrumento de progreso y no de opresión o de explotación (Haya 1977, 4:
237).
Caracterización de la realidad Latinoamericana

Al examinar el panorama social de Latinoamérica, el fundador del aprismo encontró la


coexistencia de diversas etapas de desarrollo societal. Al hurgar en su horizonte económico,
descubrió que en Latinoamérica la realidad básicamente agrícola o agrícola-minera (Haya
1977, 4: 202). Esgrimiendo la tesis de los cuatro sectores, señalo que se relaciona con las
diversas formas de desarrollo económico-social que determinan el desarrollo político-estatal.
Para el ideólogo trujillano, las fronteras políticas actuales de Latinoamérica son fronteras
económica arcaicas, demarcadas por la clase criolla que proclamo la emancipación para
apoderarse de las riendas del gobierno, pero no corresponden a una delimitación económica
moderna antifeudal y menos a una delimitación revolucionaria y científica (Haya 1977, 4: 204-
205).

En Latinoamérica, dentro de su gran unidad, nuestro pensador distinguió zonas semejantes con
características comunes, que
corresponden a regiones geográficas
mas o menos continuas: 1) México,
Centroamérica y el Caribe; 2) los cinco
países bolivarianos; 3) el Cono Sur; y 4)
Brasil. Son ellas cuatro zonas
económicas de penetración imperialista,
tal como lo fundamento en la tesis de los
cuatro sectores. A su juicio, la
depredación imperialista, la corrupción
administrativa, las satrapías y dictaduras
y la explosión demográfica –que
aumentaría la población a 500 millones
de habitantes para el año 2006- han
empobrecido la realidad económica
latinoamericana, como lo describen los
libros que tratan de la Geografía del
Haya de la Torre
hambre.

En su mensaje acerca del patriotismo continental, Haya propicio la reforma de la


Organización de los Estados Americanos (OEA), la creación de la Corte de Justicia
Interamericana, del Mercado Común, de un régimen de Tarifas preferenciales para los
productos básicos latinoamericanos. La unificación continental, por cierto, daría el mundo un
nuevo Estado extensísimo. Desde 1931 casi todos los Congresos del Partido Aprista Peruano
(PAP) han ratificado y añadido sus recomendaciones para su ejecución. Así, el Primer
Congreso Nacional del PAP en su “Programa Oficial de Gobierno” también conocido como
“Plan de Acción Inmediata” y “Programa Mínimo”, puntualizo: “Defenderemos la ciudadanía
peruana declarando que esta no se pierde por la naturalización en el extranjero; y
propugnaremos la ciudadanía continental latinoamericana” (Peláez 1977:353)20.

El Parlamento Latinoamericano, reunido en Lima el 10 de diciembre de 1964, al


cumplirse el centésimo cuadragésimo aniversario de la invitación bolivariana al Congreso de
Panamá, señalo la necesidad de la integración latinoamericana. Su “Declaración de Lima”
recomendó: “Los países de América Latina procuraran que en sus legislaciones se consagre la
nacionalidad latinoamericana para los naturales de estas naciones a fin de facilitar la unidad
política entre todos ellos” (Peláez 1977” 196)21. El decimoséptimo párrafo recomendó el estudio
de la creación de una Corte de Justicia Latinoamericana, tomando en consideración los
proyectos presentados dentro del marco de la OEA y las bases que figuran en las ponencia de
las delegaciones de Argentina, Paraguay, Perú y El Salvador” (Peláez 1977: 399). En cuanto a
integración cultural, el Parlamento Latinoamericano recomendó la homologación de los planes
de enseñanza latinoamericanos en todos los niveles, adoptando para el efecto los adecuados
procedimientos de coordinación y cooperación “tales como intercambios de experiencias
educativas, de estudiantes, maestros, determinando la libre circulación de libros, revistas, así
como preparando maestros capaces de comprender los problemas latinoamericanos” (Peláez
1977: 403).

El Pueblo-Continente de Antenor Orrego

La aproximación a la identidad latinoamericana de Haya se enriqueció con las ideas de


Antenor Orrego, para quien en Indoamerica, el indio, el europeo, el africano y el asiático se han
fundido “en el inmenso crisol telúrico” para dar lugar al mestizo, “forma o etapa de transición

20
Peláez Bazán, Mario. 1977. Allá de la Torre y la Unidad de América Latina. Lima: Enrique Valenzuela Editor.
21
Es oportuno recordar que Justo Arosemena (1817-96), representante de Colombia al Congreso
Hispanoamericanista, reunido en Lima en 1864-1865, publico en la capital peruana su Estudio sobre la idea de una
liga americana (1a. ed., 1864; 2ª. Ed., Panamá, 1974), en el cual propuso la ciudadanía común para todos los
nacidos en Hispanoamérica. La propuesta la hizo en circunstancias en que Benito Juárez luchaba contra la invasión
francesa y una Escuadra de España amenazaba Ecuador, Perú, y Chile, mientras que tropas españolas reimponían
su autoridad en Santo Domingo.
hacia el nuevo tipo o nuevo hombre de América. El mestizaje es un camino de los pueblos,
pero no un objetivo y una meta. El mestizo es un puente, un eslabón o un estado transitivo,
pero nunca una forma estable y orgánica de vida”. Para este filosofo aprista, en la inmersión
en el medio, en la realidad americana, se crea “el nuevo hombre americano”. Desde hace
cuatro siglos, todas las razas se están americanizando en un “proceso de reintegra miento y
reconstitución”, pero sobre todo de reintegración: “El indio, el blanco, el asiático, el negro, todos
han traído su aporte”. América es, para Orrego, el vaso que de forma a la realidad, el
continente que se impone al contenido (Orrego 1957: 54)22.

Antenor Orrego desarrollo la idea de integrar los Estados Desunidos de Indoamerica en


un Pueblo-continente, uno de los siete
estados continentales del mundo. Así
unificada, Indoamerica se mantendría por
la armonía de los elementos
diferenciadores de sus partes constitutivas,
al quedar supeditados por los abrumadores
rasgos comunes. Orrego postulo esta tesis
en Pueblo Continente, libro publicado en
1939. Haya recogió las ideas de su
compañero de luchas y las aplico en varios
artículos y ensayos que culminaron en el
libro Espacio-Tiempo histórico23. Orrego,
por su parte, compartió las ideas de Haya
sobre la artificialidad de las fronteras de
Antenor Orrego
los actuales Estados Unidos de
Latinoamérica:

… de Paris a Berlín o a Londres hay mas distancia sicológica que de México a Buenos
Aires, y hay más extensión histórica, política y etnológica que entre el Rio Bravo y el
Cabo de Hornos. Mientras en Europa la frontera es, hasta cierto punto, natural, porque

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Orrego, Antenor. 1957. Pueblo Continente: ensayos para una interpretación de la América Latina. 2ª ed. Buenos
Aires: Ediciones Continente, 1957. 1ª ed. El Pueblo-Continente. Santiago de Chile: Ercilla, 1939
obedece a un determinado sistema orgánico y biológico, en América Latina es una
simple convención jurídica, una mera delimitación caprichosa que no se ajusta ni a las
conveniencias y necesidades políticas, ni a las realidades espirituales y económicas de
los Estados. Mientras en Europa, con frecuencia, los pueblos originan y construyen los
Estados, en América, el pueblo es una gran unidad y los Estados son meras
circunscripciones artificiales (Orrego 1957:73-74)

El autor de Pueblo-Continente también se ocupo del nacionalismo, tal como se siente


en los actuales países indoamericanos. A su juicio, en el Nuevo Mundo, el nacionalismo
parroquial es extranjero, ilógico, antinatural y redundante; y por ende es un retroceso de la
historia misma, un paso regresivo: “es la escurraja o el material de acarreo, que el calor
irracional y servil de la vida europea nos impuso”. Este nacionalismo artificial surge por ignorar
que los indoamericanos constituyen el primer pueblo-contiene de la historia y su patriotismo y
nacionalismo tienen que ser continentales (Orrego 1957: 75).

Otro punto fundamental de coincidencia entre Orrego y Haya se encuentra en el


fundamento marxista del aprismo:

No se puede plantear hoy la revolución, cualquiera que sea hoy el pueblo de la Tierra,
desde el punto de vista contemporáneo, sino dentro de los marcos teóricos y prácticos
del marxismo, así como no se puede plantear, para la ciencia astronómica, ningún
problema que no parta de la concepción heliocéntrica del Universo. Las ciencias
sociales y económicas han superado ya sus antiguas concepciones y, por eso, el
marxismo es el camino y el método científico de la revolución. .. Pero el marxismo no es
cartabón rígido, ni receta congelada, sino instrumento flexible y elástico que rebasa toda
formula o plantilla cortada a patrón y media geométrica (Orrego 1957: 117)

Alienados por el imperialismo cultural, no es difícil participar en la alta cultura y en la


prosperidad generadas por la ciencia y la técnica modernas. Nuestra cultura, como la de otros
países marginados, es sincrética, plural e hibrida. La alienación impuesta nos hace sentir y
actuar conforme a valores y patrones ajenos, insustanciales históricamente, como lo patentiza
la confesión vallejiana al creer que tal vez era el otro. Consecuentemente, siguiendo este
derrotero, algunos compatriotas ignoran su realidad al menospreciar su ser nacional. Su
alienación no les permite apreciar la coexistencia en Latinoamérica de culturas que se
expresan con la pluralidad de todas las sangres.
En la actualidad es evidente que para deslindar nuestra personalidad se necesita
desmitificar el carácter del peruano, a quien le incumbe rechazar los mitos que enmascaran la
identidad que tornan difícil la tarea de búsqueda y hallazgo de la personalidad nacional. ¿Acaso
la búsqueda de peruanidad implica la previa consolidación de la identidad nacional? Razón
tuvo José María Arguedas cuando al definir al Perú observo: “No hay país más diverso, mas
múltiple en variedad terrena y humana” donde hay “todos los grados de calor y color, de amor y
odio, de urdimbres y sutileza, de símbolos utilizados e inspiradores” (Arguedas 1976: 433).

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