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Anna Bofill Levi, Dra. Arquitecta, Walden-7, 08960 Sant Just Desvern
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Urbanismo y Género. Una visión necesaria para todo el mundo.
Barcelona, 27, 28 y 29 de abril de 2005
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Urbanismo y Género. Una visión necesaria para todo el mundo.
Barcelona, 27, 28 y 29 de abril de 2005
2) Flexibilidad de la vivenda
Hoy día hay que tener en cuenta :
A) Adaptación de la vivienda a las sucesivas etapas de la vida de sus habitantes, en
sociedades como la nuestra, en donde el mercado es muy rígido y la vivenda es
mayoritariamente de compra, no de alquiler. El suelo es mayoritariamente privado, y la
misma vivenda es para toda la vida.
B) Adecuación de la vivenda al trabajo remunerado (artesanía, manufactura,
teletrabajo...) que cada vez es más frecuente en los domicilios.
C) Adecuación de la vivenda a los diferentes modos de vida de los grupos familiares o
no que la ocupan, diferencias de relaciones conviviales, de cultura y costumbres, de
capacidad económica, de número de personas del grupo, etcétera, especialmente si estas
son de alquiler y pueden ir cambiando de tipos de usuarios.
D) Adecuación a las personas con discapacidades (las mujeres no disponen de
organización ni de mobiliario flexible para ser adaptado) ) y a los criterios de
sostenibilidad (como el ahorro de energía, la no contaminación ni el uso de productos
contaminantes en la construción, y imaginar dispositivos para que el reciclage de las
basuras no sea una responsabilidad única de las mujeres, etc.).
3) Accesibilidad de la vivenda.
Las personas con desventajas sociales, como muchas mujeres y jóvenes, han de
disponer de vivenda de alquiler subvencionada a precios asequibles, con una oferta
diversificada, amplia, flexible, durable y sostenible.
En Holanda, como veremos, existen desde hace años experiencias que proponen
vivendas y otros lugares de vida y relación desde la perspectiva de género, o más
concretamente desde la mujer.
Tambien en España las estancias del vivir y los espacios urbanos no se adecúan muchas
veces ni a las funciones ni a los usos de la vida cotidiana, ni a la manera de ser y estar
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en el mundo de muchas mujeres, así como tampoco a las nuevas estructuras emergentes
de nuestras sociedades en transformación (pensemos también en los espacios que usan
los niños, los adolescentes o las personas de la tercera edad).
Para transformar las estancias, los espacios, los lugares de la ciudad, desde nuestra
experiencia de vida, debemos primero saber como vivimos cada día, como usamos estos
espacios y como éstos influyen en nuestra manera de estar, en nuestras sensaciones.
Deberíamos entender los lugares de la ciudad, desde los domésticos hasta los de
relación, de trabajo, etc., como lugares sin jerarquizaciones, ni separaciones, ni
segregaciones en donde se desarrolla la vida de cada dia en el conjunto de todas las
actividades que realizamos. Prescindir de la clásica separación entre los espacios para lo
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doméstico y los espacios para lo social, que se dan incluso en la vivenda, e intentar
domesticar todos los espacios, o hacer domésticos todos los espacios que usamos y
vivimos.
Para una domesticidad de la ciudad en sus espacios físicos pues, no es tan importante el
tener en cuenta la función o uso sino el conseguir integraciones, mezclas,
acercamientos de usos y por lo tanto proyectar distancias y trazar recorridos.
Los espacios intermedios surgen como aquellos espacios que están al otro lado de la
puerta de la vivenda y que no son la calle o la plaza dominada por los vehiculos. Son
lugares dentro del tejido de una unidad vecinal que, no siendo la vivenda, son espacios
de tránsito o de encuentro de peatones, cubiertos o descubiertos, pero abiertos al aire
libre y comunitarios.
En configuraciones de unidades vecinales o de barrios hechos con bloques de vivendas
estos espacios son esos lugares ajardinados, más o menos concebidos como espacios
arquitectónicos, unicamente peatonales, en donde los niños pueden jugar, los mayores
charlar, las mujeres, las amigas/os encontrarse o simplemente leer un libro al sol.
En otros tipos de núcleos vecinales configurados por viviendas en maneras menos
rígidas, o más dinámicas, los espacios intermedios (que para entendernos son como los
espacios intersticiales de un tejido celular visto al microscopio) pueden diseñarse
especificamente y ser auténticos salones comunitarios.
Estos espacios intermedios vecinales pueden ayudar a superar la separación de las
esferas doméstica y pública, que favorece la violencia en contra de las mujeres.
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Existen configuraciones flexibles que se pueden adaptar a qualquier función o uso. Pero
¿como? pues a partir de un trabajo profundo sobre la forma, la geometría de la forma
que es la base, el fundamento de todo espacio físico que se pretenda flexible.
Una forma cerrada es aquella que al aplicarle un cambio pierde toda su coherencia, su
razón de ser o su equilibrio. Una forma abierta es por el contrario, aquella que aún
modificándola conserva todos sus atributos y cualidades, es la que se halla incluida
dentro de un sistema general geométrico euclídeo o topológico.
Las formas que mejor se adaptan a los usos de la vida cotidiana son abiertas y flexibles
porque en ellas las funciones específicas pueden ubicarse en un lugar u otro, el llamado
organigrama de funciones puede variar, es decir que pueden variar las situaciones y las
distancias de los usos o ambientes.
Naturalmente las vivendas, los servicios, las fábricas, o los espacios urbanos , no todos
pueden resolverse con formas abiertas. Algunos de ellos muy especializados (por
ejemplo un hospital) requerirán de configuraciones cerradas adaptadas a cada uno de los
requisitos técnicos obligados. Un vagón de metro tampoco podrá tener formas abiertas.
Sin embargo hay muchos espacios para la vida cotidiana que no necesitan definiciones
tan acotadas de sus formas, al contrario prefieren formas más abiertas y flexibles que
satisfagan más bien la dimensión estética o la confortabilidad de sus habitantes. Son,
por ejemplo, las estancias de una vivenda, las escuelas, las salas públicas de encuentro y
relación, los centro de recreo, los clubes, las oficinas, los espacios públicos urbanos,
algunos talleres o los espacios lúdicos.
Pero todos estos lugares han sido generalmente diseñados con formas cerradas, de
manera que las modificaciones en el uso de los espacios suelen ser muy difíciles y las
estructuras organizativas de los usos, o las distribuciones, responden a los clichés
culturales de nuestra sociedad patriarcal y a los roles asignados a las mujeres.
Por ello es muy necesario contar con el conocimiento de los deseos y las necesidades
de los usuarios/arias.
Siempre hay partes de un proyecto que podrán ser más abiertas y otras que deberán ser
muy cerradas y fijas. En cualquier caso pensar en el destinatario/a es esencial y sobre
todo considerar los deseos y necesidades de las mujeres a las que no se les ha tenido
nunca en cuenta (a pesar de que algunos promotores nos quieran convencer de que
construyen los pisos después de haber hecho encuestas sobre lo que opinan las amas de
casa).
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