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CEDER. ULA.

/ MAGÍSTER EN CIENCIAS SOCIALES/ MÓDULO EPISTEMOLOGÍA/

PROFESOR: NELSON VERGARA/ ALUMNA: Sarita Kramm.

Consideraciones Epistemológicas.

El Patrimonio como signo de la epistemología compleja.

¿Puede un objeto patrimonial acercarnos al conocimiento de la realidad de una determinada

comunidad?, ¿existen significados individuales y colectivos tras este calificativo?, ¿la

designación de una realidad como patrimonial nos aproxima al sentido que una cultura le

otorga a ciertas cosas y prácticas?. Interrogantes como éstas que obviamente no pretenden

esbozar, siquiera una o más respuestas en este breve artículo, sí nos pueden ayudar a

percibir la compleja realidad en la que hoy se desestabiliza el suelo inamovible de las

verdades de la ciencia clásica y da lugar a un protagonismo de las ciencias sociales, tan

actual y/o coyuntural como la incerteza que ha movido el pensamiento hacia este estado.

Dado que la Ciencia tradicional está viviendo una crisis en cuanto a su modo de conocer,

statu, composición, rieles metodológicos, pero- sobretodo- en las reglas y leyes totalizantes,

ocurre que aquellos paradigmas vueltos paradogmas se descubren y las “iniciadas” ciencias

sociales encuentran su momento propicio.

En este contexto, brotan espontáneas las preguntas acerca de ¿qué es la realidad?, ¿cómo se

conoce este mundo?, cómo nos aproximamos a las verdades que sustentan modos de

proceder, que el ser humano necesita comprender para- al menos- reorganizar certezas,

teniendo conciencia de que éstas sólo cubren con un tejido transparente (pero tejido al fin)

el suelo palpable de la incertidumbre.

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He aquí, que la idea de él o los tipos de Patrimonio nos puedan ayudar a entender cómo se

aproximan hombres y mujeres al conocimiento de ellos y ellas, de su entorno o

circunstancia, desde el prisma de la historicidad hasta el sentido metafórico del término,

como lo señala Fernando Martín Juez: “el patrimonio es una metáfora entrañable: una idea

trasladada a un objeto, a una práctica un vínculo, a un modo de hacer que decidimos

convertir en medio y en depositario de creencias estimadas”(Patrimonios, 6)”1. Ello nos

conduce a caminar por el concepto de patrimonio desde el sentido simple de la herencia

material familiar, pasando por los llamados objetos patrimoniales, con un significante

ligado al objeto reconocible por la vista y el tacto, principalmente; pasando por la

declaración de los Patrimonios de la Humanidad, el reconocimiento de los Patrimonios

Inmateriales vinculados a la cultura y oralidad, y los nuevos llamados Patrimonios

Digitales, dejando todo el ancho margen de nombramientos desconocidos referidos a esta

idea. Así designados, el término ha recorrido también todos los caminos de la clásica

bibliografía acerca de la noción de epistemología: de lo simple a lo complejo , y más aún a

lo que ya ha sido bautizado como Transcomplejo:

“La epistemología Transcompleja implica “un viaje de los saberes, visitar cada uno de los

territorios del paisaje eco-diverso y rizomático del conocimiento, establecer con la realidad

un diálogo sin fronteras, sin cortapisas disciplinarias, sin el chantaje de una supuesta

superioridad de una forma de conocimiento, sin pánico ante lo que encaja en la lógica, sin

la necesidad de confrontar la contradicción, más bien reconocerla, asumirla, dialogar con

ella; la epistemología Transcompleja reconoce la pertinencia del principio de universalidad,

pero asumiendo su déficit y enlazándolo en complementariedad con lo local y lo singular

(Morin); reinserta el tiempo irreversible en los fenómenos de la naturaleza y del universo

(Prigogine); hace juego con un principio discursivo complejo donde habitan lo

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Citado por Nelson Vergara en “Objetos Patrimoniales: Consideraciones Metafísicas”, 2005.

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complementario y lo contradictorio, integra la borrosidad en la inteligibilidad de los

fenómenos y, por tanto, las apreciaciones de grado y aproximación reinventa al sujeto

encuadrado en un nuevo registro y papel en el ámbito del conocimiento, interpreta las

aporías manifestadas en la red observador- experimento como encuentro con los dominios

desconocidos o realidades profundas y, definitivamente, admite los límites del

conocimiento, la asunción explícita de que navegamos con instrumental imperfecto en un

universo en expansión.”(Fernández, Ángel Américo, 2006)2

Qué duda cabe, como en una narración omnisciente la complejidad se erige como el lente

micro y macroscópico que desempolva la verdad de que “todo es uno y uno es todo”; sin

embargo, esta mirada de la transcomplejidad se vuelve también tentadoramente totalizante

enunciando, declarando UN modo de conocer: la complejidad de los múltiples modos.

Cuando intentamos aplicar esta u otra teoría del conocimiento a los objetos patrimoniales

materiales e inmateriales, vamos constatando que los binomios: materialismo- positivismo,

sujeto- objeto, Hombre- mundo, no dejan de ser sólo por la conciencia de la complejidad de

sus situaciones, es más, incluso hemos de recurrir a lo conocido para ver si desentrañamos

lo desconocido e incorporar a nuestra comprensión individual y social desde los afectos

más espontáneos, hasta las limitaciones, no sólo de la posibilidad de llegar a un

determinado conocimiento cabal, sino también, las autolimitaciones de nuestro ser en

circunstancia.

Tal vez una de las contribuciones más precisas del tema del patrimonio sea apelar- desde sí

mismo y desde las sensibilidades de la cual es depositario, hacia los sujetos que se

encuentran con él- a desentrañar el entramado de capas relativas a sus signos, sus

metáforas, su convocatoria simbólico imaginaria, como parte de las circunstancias

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Profesor de Post Grado en la Cátedra de Filosofía de la Ciencia, Universidad Gran Mariscal de Ayacucho.

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personales y de la historicidad que une a la humanidad en coloquios comunes que permiten

hablar de culturas; así no sólo reconocemos significantes, sino también la multiplicidad de

significados que nos acercan a la realidad social, colectiva e individual.

Nelson Vergara, 2003-2005, plantea de acuerdo a los paradigmas por los que ha transitado

la filosofía, la relación de los objetos patrimoniales con el sentido Orteguiano de la

historicidad en la humanidad; luego apela a la reflexión más profunda frente al concepto en

sus consideraciones metafísicas, incorporando la necesidad de comprometer la

hermenéutica en el entendimiento del objeto patrimonial como una “entrañable metáfora”.

Estos planteamientos que, con humildad, el autor ha titulado: “consideraciones”, aportan-

desde dos perspectivas- mucho de lo que hasta ahora se ha escrito y pensado sobre el

patrimonio en bastas bibliografías, cuyas ideas fuerza se encuentran clarísimas en estas

reflexiones, y más aún, las consideraciones de Vergara cuentan con una sana cautela hacia

cualquier tipo de visión totalizante acerca de las teorías epistemológicas, sin más que

aportar al respecto; entonces, a partir de lo escrito por el Profesor Vergara, nos

adentraremos en algunos conceptos más específicos sobre tipos de patrimonio, y con el

temor de repetir algunas reflexiones, analizaremos en la especificidad de los términos, la

relación de Patrimonio con la realidad que creemos conocer.

Primeramente revisaremos el concepto de “Patrimonio de la Humanidad”: esta mención

universal del término se remonta a 1960, cuando René Maheu, Director General de la

UNESCO lanzó un llamamiento a todo el mundo para salvar los monumentos de Nubia, en

Egipto. Este hecho siguió aunando criterios hasta que en 1972, en las Sesiones Plenarias 32

y 33 de la UNESCO se aprueba la Convención para la Protección Mundial Cultural y

Natural para declarar Patrimonio de la Humanidad como un legado consensuado por la

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Comunidad Internacional y estampar su presencia en un determinado país, se define muy

sucintamente en “un grupo de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad

e integración en el paisaje les de un valor universal excepcional desde el punto de vista de

la historia, del arte o de la ciencia” (UNESCO, 1972). Frente a esta ocurrencia

metalingüística en pleno siglo XX, constatamos la importancia del objeto sobre el sujeto, y

sobretodo, la separata del binomio conciencia-cosa, sujeto-objeto; retrasando la posibilidad

de conocer el sentido de lo excepcional en los ámbitos del arte, la ciencia o la historia. Por

otra parte, la designación: “valor universal excepcional” tiene un emisor colectivo que

profiere un acto de habla declarativo, y por tanto, utiliza una estrategia lingüística para

convencer a los eventuales receptores de que su postura estética y axiológica es universal,

como si representara, en verdad, el pensamiento de la humanidad.

La alteridad planetaria del pensamiento anglosajón, y la alteridad periférica de dicho

pensamiento, hubo de esperar el cambio de siglo para que esta Cultura de lo Occidental

concluyera lo que comenzó en 1993: incorporar la noción de Patrimonio Inmaterial, como

concepto añadido al patrimonio oral, en la Convención de la UNESCO efectuada en París,

en mayo del 2001. El hecho de reconocer que existen realidades culturales acendradas en la

memoria e imaginarios, que no están ajustados al tacto, y la visión, o derechamente, no

privilegian la verificación de las funciones sensoriales para conocer la realidad de una

cultura, es una cuestión más inquietante y de mayor complejidad, requiere múltiple

cantidad de miradas y posibles entradas al ámbito del conocimiento.

La ciencia tradicional ya no tiene competencia en estos atributos inmateriales, y las

subjetividades propias de cada grupo humano, conflictúan sus sensibilidades y modos de

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significación en el otorgamiento de este reconocimiento ante Una Comunidad

Internacional; así lo expresa, por ejemplo, Jesús Guanche

“La inconsistencia de la visión maniquea de “patrimonio inmaterial” parte de su oposición a

la de patrimonio material, tal como se evidencia en múltiples textos de la UNESCO, como

si lo que no se pudiera tocar o ver a simple tacto o golpe de vista no fuera sencillamente

materia. Esta inconsistencia tiene profundas implicaciones en los órdenes lógico y

metodológico, pues la definición se asocia más con la noción de materia en el lenguaje

vulgar o mundano que en los ámbitos científico y filosófico.

Si la UNESCO es una respetable Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura,

¿por qué no aprovecha precisamente todo lo aportado por la cultura científica y por otros

saberes de la humanidad para volcarlo de modo útil en aspectos claves del pensamiento

abstracto como es la definición de conceptos?

La noción de patrimonio material es lógicamente identificable con el concepto de materia

física o corpórea en un estado sólido, pues “la sustancia corpórea sólida tiene el principio de

ser operable en cuanto tal y su situación en física podría compararse a la que conviene a los

números reales en cuanto instrumentos de medida” (Bueno, 1990:17).

Opuestamente, la otra noción de “patrimonio inmaterial” se asocia con la materia física

incorpórea que incluye múltiples estados de la materia, como las ondas lumínicas, sonoras,

calóricas y otras, que no pueden ser percibidas de modo simple por determinados órganos

de los sentidos, pero existen ¿tal cómo lo han demostrado las leyes físicas, biológicas y de

otras ciencias naturales? Independientemente de nuestra conciencia. Por lo que la propia

denominación de “inmaterial” resulta inapropiada y metodológicamente inconsistente

contra algo que se quiere proteger”. (Guanche, Jesús. 2003).

Hemos citado a Guanche, no para expresar adhesión o desavenencia a sus comentarios en

nuestras “consideraciones”; sino para dar cuenta de al menos dos hechos – que para el caso

de este artículo- nos parecen relevantes: por una parte expresar que todo patrimonio es

depositario de una forma de reconocer la realidad y valorarla, en consecuencia, de un

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artefacto semiótico que señala varios significados para un significante, siendo algunos más

masivos que otros, significados que finalmente se entroncan en redes de poder y

dominación que son una constante en la forma como la humanidad ha construido sus

historicidades, sobreponiendo verdades sobre verdades, en juegos de orden político e

ideológico. Otro punto tiene que ver con la reflexión de un individuo, atravesado por sus

propios prejuicios, juicios, y categorías de conocimiento que señalan la alteridad siempre

presente en todo discurso oficial, y que representa un campo valorable en la epistemología

que intenta desenredarse de la simplicidad.

En la revisión de algunos documentos de Ministerios de Relaciones Exteriores como el de

Ecuador, Guatemala y Colombia se han editado extensos documentos sobre las distintas

“sensibilidades” (quisquillosidades) que provoca la definición de Patrimonio Inmaterial,

por ejemplo, en la Asamblea General 33 de la UNESCO, del 20 de octubre del 2005 se

propuso un elemento jurídico sobre la protección y la promoción de diversidad de las

expresiones culturales. Algunos principios del artículo 2 se resumen en el derecho soberano

de los estados de conservar y poner en ejecución las políticas y medidas que juzguen

apropiadas; además los miembros de la Asamblea intentan garantizar el “principio de

apertura y equilibrio”, y señalan que cuando los estados adopten medidas para favorecer la

libertad de las expresiones culturales, éstas “Procurarán promover de manera adecuada la

apertura a otras culturas del mundo”(UNESCO, 2005); entonces Estados Unidos argumentó

que la Convención era un asunto de comercio, en la que el organismo mundial de la cultura

carece de autoridad y que por otra parte su carácter proteccionista podría atentar contra

alguna de sus industrias culturales, particularmente el cine; cuestión reafirmada por García

Canclini,(2005):

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“La situación más inequitativa es la del cine. Italia satisface las necesidades del 17.5 por

ciento de su mercado nacional, España solamente el 10 por ciento, Alemania el 12.5 y

Francia, el 28.2 por ciento. Estados Unidos, en cambio, cubre el 92.5 por ciento de su

mercado nacional, o sea que recibe poquísimas películas de otros países, en tanto hace

predominar su cinematografía en casi todos los mercados externos. (Tolila, 2004)”

Dadas algunas referencias, resulta mucho más interesante excavar las estructuras que han

posibilitado el nombramiento de un bien inmaterial como representativo y valorable para su

conservación, para toda la Humanidad, es una paradoja que el bien inmaterial visible, nos

conduzca al bien inmaterial invisible, considerando que de ninguno de ellos existe una

imagen que los llegue a representar.

Ahora bien, hemos hecho mención de dos tipos de bien patrimonial que de alguna forma

recogen parte de la realidad tradicional y moderna, sin embargo, en esta Era que se presume

como la superación de la modernidad, surge otro modo de urgar en las prácticas culturales,

el Patrimonio Digital:

“Actualmente, la digitalización de la imagen impone un proceso distinto al que se ha

seguido para la obtención, almacenamiento, gestión y conservación de la misma. La

digitalización implica asimilar una nueva cultura frente a los usos, formas de gestión,

aprendizaje y difusión de la imagen. Analizamos los procesos y momentos de la imagen

fotográfica tradicional y de la imagen digital. Emerge así una nueva cultura de la imagen

que se caracteriza fundamentalmente por cuatro variables dinámicas que adquiere el signo

digital y que son: la virtualización/actualización, la interactividad, la sumultaneidad y la

intertextualidad, entre otras numerosas variables. (...) La imagen digitalizada, así como su

experiencia educativa y de aprendizaje, se realizan en el seno de una cultura emergente con

diversas categorías: cultura de red y cultura comunitaria ; cultura del link ; cultura de

laberinto y telaraña; cultura Moebius ; cultura autodidacta ; cultura del apropiacionismo. La

digitalización de los patrimonios culturales de la imagen, está condicionada igualmente, por

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cuatro factores que caracterizan a toda la red: capacidad de expresión; ampliación en el

espacio y aceleración en el tiempo; capacidad de difusión social; permite compartir una

pluralidad; establecer relaciones técnicas y relaciones pragmáticas.” (Bañuelos Capistrán,

2005).

Este nuevo tipo de patrimonio evidencia un nuevo tipo de artefacto semiótico cultural, que

se condice con el protagonismo de las tecnologías aplicadas y esa especie de elástico que

hoy se tira entre la “tradición moderna” y la posmodernidad. ¿Hemos de conocer este

constructo digital para comprender la realidad del siglo XXI?; si ya está puesta en la línea

de los principios ordenadores de países claves en la economía mundial es evidente que no

sólo habrá que conocerla, sino además, descubrir los sectores donde existen sociedades que

no tienen acceso a este patrimonio, a grupos sociales que lo ignoran absolutamente,

organizaciones que resisten las mallas informáticas que entrega la Red a sus usuarios;

también a los sujetos individuales y colectivos que se sienten dueños de estas tecnologías,

y por lo tanto, dueños de este patrimonio; son éstas, solo algunas de las estructuras

visibles, tácitas u omitidas que tendremos que estudiar a través de la denominación de este

nuevo bien común.

Para finalizar diremos que cuando hemos entendido el Patrimonio como un signo, lo cual

establece que “todo patrimonio se caracteriza por ser una entidad concreta, sustancial,

dotada de una fuerza señaladora, que apunta a “otra cosa”” (Vergara, 2003), es extraño

encontrar significados como los expuestos, que intentan abarcar toda la realidad como si

ella fuese la que las instituciones emplean en sus convenciones. También podría con razón

surgir la pregunta ¿qué tienen que ver estas definiciones “institucionales” con las

consideraciones epistemológicas?; sin embargo, hemos considerado estas categorías en la

medida que el Patrimonio en cualquiera de sus presentaciones nos sigue dando luces sobre

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la historia de la humanidad, sobre las conexiones que establecemos con los objetos y entre

ellos, entre los objetos, el unomismo y el tejido social.

Las definiciones: Patrimonio de la Humanidad, Patrimonio Inmaterial, Patrimonio Digital,

asimiladas como actos metalingüísticos representativos de una sociedad, nos conducen

también al recorrido de la Humanidad y sus formas de entender y asir el mundo, son

conceptos que, de alguna manera, van dando cuenta de las tensiones propias de la

evolución de las culturas, de aquel sentido de vida opuesto a la cultura estáticamente

maniquea; la resolución de estas convenciones en torno al Patrimonio incluyen también la

comprobación de los conflictos que hoy van más allá del pasado binomio

modernidad/tradición, decimos pasado no porque esté superado, sino porque el tema de la

digitalización y la tecnología, incidirán en los llamados bienes Materiales e Inmateriales, y

además pondrán una nueva categoría en el lenguaje de la comprensión de nuestra realidad

que desde un objeto-signo, traspasa las prácticas culturales y se revela hoy en la imagen y

en el contexto del ciberespacio; ello, como lo plantean con fuerza sociólogos, antropólogos,

filósofos y también profesionales de la ciencia tradicional, obliga a trabajar en el

entendimiento del mundo desde la transdisciplinariedad, a mirar la complejidad detrás del

signo, a sospechar de las complejidades ubicadas en una sola realidad, pensando y actuando

para descubrir las que aún permanecen invisibles.

Las definiciones de Patrimonio de la Humanidad, Patrimonio Inmaterial, Patrimonio

Digital, y otras que seguramente llegarán mientras avance este siglo son herramientas que

sirven para desajustarnos a ellas, el patrimonio es una metáfora, pero también es un

consenso social: una anti metáfora, puede ocurrir con ellas lo que hemos visto en los

conceptos de paradigma transformado en paradogma. Una metáfora lo es en la medida que

nos remite a escudriñar el segundo o más significados, en este caso el patrimonio tiene

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siempre un significado para descubrir en su sentido simbólico, pero cuando éste se

oficializa deja de ser esencialmente una metáfora y puede dar lugar a algo así como la

transformación de la metáfora- como tropo literario de traslación-, en meta dogma, como

aquello cuya mirada se termina en la fiscalización de las instituciones que escriben los

libros y nuestras historias; y a pesar de anti definir lo definido, volver a definir, deconstruir,

seguimos entendiendo que todas estas denominaciones son capas que enuncian y hasta

denuncian que la comprensión del mundo, la sociedad, la realidad, no se puede quedar en la

simplicidad de una mirada por muy experta que ella sea. Por lo tanto, patrimonio en

singular son las metáforas de cada sustrato de enunciados por el lenguaje y la palabra,

siempre limitados, para coger y conjeturar sobre la compleja realidad que tratamos de

comprender.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

“Asociación de ciudades Patrimonio de la Humanidad de España: Su creación y

actividades”. tp://www.cyberspain.com/ciudades-patrimonio/eabout.htm.

Bañuelos Capistrán, Jacob. Nº44. “Digitalización del Patrimonio Cultural”·.ITESM.

Campus Ciudad de México. México.

Fernández, Ángel Américo.2006.”Epistemología Transcompleja”. Universidad Gran

Mariscal de Ayacucho.

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García Canclini, Néstor.2005.”Todos tienen cultura:¿Quiénes pueden desarrollarla?”.

Conferencia para el Seminario sobre Cultura y Desarrollo, en el Banco Interamericano del

Desarrollo. Washington.

Guanche, Jesús.2003.”¿El patrimonio de la cultura popular tradicional es realmente

inmaterial?”. El Catoblepas:Revista crítica del presente, Nº 19.

http://www.nodulo.org/ec/2003/n19p10.htm.

Vergara, Nelson.2003. “Acerca de la noción de realidad (Alcances para una discusión en

Epistemología de las Ciencias Sociales)”. ALPHA Nº19. Universidad de Los lagos.

Vergara, Nelson.2003.“Objetos Patrimoniales: Consideraciones Epistemológicas”. Centro

de Estudios del Desarrollo Local y Regional CEDER. Revista LIDER Nº12. Osorno.

Vergara, Nelson.2005.“Objetos Patrimoniales: Consideraciones Metafísicas”.Centro de

Estudios del Desarrollo Local y Regional CEDER. Osorno.

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