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¿Debe existir una jerarquía en la congregación cristiana?

1 La palabra española jerarquía da a entender una ordenación en escala de


superioridad y proviene del término griego hierarchia, que originalmente se
aplicaba a una administración de orden espiritual o sagrado, por derivar de
hieros, que hace alusión a las funciones sagradas o a las cosas santas, y de
archô, que indica una administración o un gobierno.

2 Verdaderamente, en el Nuevo Testamento no encontramos la palabra jerarquía


ni una sola vez, porque Jesús no estableció en la tierra una jerarquía
encabezada por un representante suyo, o por un cuerpo o grupo de personas
que gobernasen en su nombre a la Congregación de Dios. El único gobernante
de su cuerpo, o sea de sus discípulos, era y es él mismo, y todos sus
seguidores debían caminar unidos por el espíritu de su enseñanza, mientras en
armonía con su disponibilidad y sus capacidades, cumplían con las
responsabilidades recibidas en beneficio de sus hermanos y la difusión de la
buena nueva. Es cierto sin embargo, que había entre ellos quienes estaban
investidos de una mayor autoridad derivada de la responsabilidad que su
servicio conllevaba, una autoridad moral que les permitía defender la pureza en
la enseñanza y mantener el orden en la administración de asistencia a los
demás, estableciendo una relación fundamentada en la confianza y en el amor.

3 Durante su ministerio, Jesús había contrastado la conducta de los escribas y


fariseos que impartían la enseñanza religiosa, con la que sus seguidores debían
adoptar, diciendo: “Los escribas y los fariseos se han sentado en el puesto de
Moisés; practicad pues lo que os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen,
porque sobre la espalda de las personas colocan unas cargas pesadas y difíciles
de llevar y ellos no las tocan ni con un dedo. Hacen todas las cosas para que los
hombres les vean; ensanchan sus filacterias, alargan los flecos de sus mantos,
aman los mejores puestos en las fiestas y en los asientos de las sinagogas, los
saludos en las plazas de mercado y el que la gente les llame maestros. Sin
embargo vosotros no permitáis que os llamen maestros, porque solo uno es
vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos; además, a nadie llaméis
Padre vuestro en la tierra, porque solo uno es vuestro Padre, el del cielo, y no
permitáis que os llamen superiores, porque uno solo es vuestro superior:
Cristo. Aquel que entre vosotros sea mayor, os servirá, porque el que se ensalza
será humillado y el que se humilla será ensalzado”. (Mateo 23:8 -11)

4 Por esta razón, los que en la Congregación ejercían autoridad, debían ser para
todos un ejemplo, mientras servían en favor de sus hermanos, instruyéndose y
permaneciendo fieles a la enseñanza recibida, y todos debían tratarles con el
respeto, la lealtad y la honra que a la luz de las Escrituras, su labor mereciese.
Pablo escribe a Timoteo: “Para los fieles debes mostrarte un ejemplo en las
palabras, en la manera de vivir, en el amor, en la fe y en la castidad. Mientras
esperas mi llegada dedícate a la lectura, a la exhortación y a la enseñanza, sin
descuidar el privilegio que tienes y que por indicación de los profetas te fue
transmitido por los ancianos mediante la imposición de las manos. Ocúpate
de estas cosas dedicándote a ellas completamente, para que tu progreso sea
manifiesto delante de todos; cuídate y cuida de tu enseñanza. Persevera en
estas cosas porque al hacerlo te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan”.
(1Timoteo 4:12-16)

5 Y escribió a los efesios: “Cristo Jesús nos ha extendido generosamente el don


gratuito a cada uno de nosotros, tal cómo está escrito: ‘Ascendiendo al cielo
abolió la esclavitud y distribuyó dones a los hombres’… Él es quien ha
establecido a algunos como apóstoles, a otros como profetas y a otros como
pastores y maestros, con el propósito de adecuar a los santos para la obra de
ministerio y la edificación del cuerpo de Cristo; así que cada uno, sabiéndose
un hijo adoptivo de Dios, pueda alcanzar la unidad en la fe y llegar a una
madurez que esté al nivel del Cristo. No seamos entonces como niños, agitados
y llevados de aquí para allá por cualquier ráfaga de doctrina, según el engaño de
hombres y de su intrigante astucia que lleva al error. Profesando la verdad,
vayamos creciendo a través del amor en armonía con Cristo, que es la cabeza
a la que todo el cuerpo está acordemente unido, y que con la ayuda de cada una
de las junturas y según la energía propia de cada miembro, va recibiendo fuerza
para crecer y edificarse en el amor”. (Efesios 4:7-16)

6 A través del espíritu, Jesús dirigía la Congregación y favorecía a los discípulos


con los dones que les capacitaban para su servicio en ella, por esto dice Pablo:
“…nos pertenecemos unos a otros formando un solo cuerpo junto con Cristo y
gracias a su favor, se nos han asignado distintos dones… si el don es el de
profecía, profeticemos en relación a la fe, y si es el de servicio, dediquémonos a
este ministerio. El que sea maestro, a la enseñanza, el que exhorte, a animar, el
que hace participar a otros, lo haga con sencillez. El que presida, lo haga con
diligencia y el que deba distribuir, lo haga con alegría. Procurad que vuestro
amor sea sin hipocresía y apegaos a lo que es bueno, odiando lo malo. Teneros
unos a otros fraternal afecto y tomad la iniciativa en mostraros honra”.
(Romanos 12:-5-10) Y escribe en otra carta refiriéndose a su encargo: “…
considerad que solo somos hombres, unos ayudantes de Cristo en la
administración de las revelaciones divinas, y lo que se exige a cada uno de los
administradores es la fidelidad”; (1Corintios 4:1-2) por este motivo les
exhorta a que asuman: “…el principio de no ir más allá de lo que está escrito, de
manera que ninguno se sienta superior a los demás”, pues dice “¿Que es lo que
a ti te distingue de otro? ¿Que tienes tú que no hayas recibido? Y si lo has
recibido ¿Por qué te envaneces cómo si no hubiese sido así?” (1Corintios 4:6-
7)

7 En armonía con esto, después de amonestar a algunos discípulos, escribe a


los corintios: “…no es que pretendamos ser los señores de vuestra fe, solo
colaboradores vuestros para que podáis estar gozosos, puesto que en la fe
estáis ya firmes”. (2Corintios 1:24) Ninguno debe pues someter su libertad de
conciencia a otros hombres ni puede ir más allá de lo que las Escrituras dicen o
impartir cómo enseñanza puntos de vista o ideas personales, imponiendo cargas
sobre los demás; Pablo escribe: “¿Quién eres tu para juzgar al servidor de
otro? El que se mantenga en pié o caiga no es asunto tuyo si no de su señor. Y
si se mantiene en pié, es porque Dios lo quiere así”. (Romanos 14:4) Para los
seguidores de Jesús “…hay un solo Dios y solo un mediador entre Dios y los
hombres, un hombre, Cristo Jesús”, (1Timoteo 2:5) que “…después de haber
cumplido con la purificación de los pecados mediante el sacrificio de expiación,
se ha sentado a la diestra de la Majestad divina en el más alto de los cielos y ha
adquirido una naturaleza tan superior a la de los ángeles, cuanto mayor es su
responsabilidad en la posición que le ha sido otorgada”. (Hebreos 1:3-4) A
través suyo, todos los que buscan a Dios pueden llegar hasta él; él ha sido
revestido de autoridad por el Padre porque en servicio de los hijos de Adán,
renunció voluntariamente a su vida en los cielos para recibir una vida cómo
hombre y ofrecerla en redención de la que por causa de la muerte heredada, sus
hermanos jamás podrían lograr, poniendo a su alcance mediante la fe en el
propósito de Dios, el don gratuito de la justificación y la vida eterna.
8 Debido al encargo que Cristo aceptó y llevó a cabo con completa entrega y
fidelidad, Dios le ha concedido autoridad sobre todas las cosas, y del mismo
modo, la autoridad de sus discípulos proviene de la responsabilidad de sus
encargos y de la fidelidad y disponibilidad que muestran. El orden jerárquico de
la Congregación de Dios no corresponde pues al orden de las jerarquías
humanas, que por derecho de nacimiento o cómo prebenda, otorgan a algunos,
la superioridad y el poder sobre los demás. Jesús había dicho a sus discípulos:
“Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas y aquellos que las someten
bajo su dominio, son llamados benefactores; pero no debe ser así entre
vosotros, mas bien, el que sea entre vosotros mayor, será cómo el menor y el
que administre, será igual al que sirve. Porque ¿Quien es mayor, el que se
sienta a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Pero yo
estoy entre vosotros cómo el que sirve”. (Lucas 22:27)

9 Pablo, uno de los ‘mayores’ en la Congregación de Dios, muestra el espíritu de


este orden escribiendo a sus hermanos con ternura: “…si es verdad que Cristo
os ha liberado, si encontráis consuelo en el amor y estáis dispuestos a compartir
lo que poseéis, si es cierto que entre vosotros existe comprensión y tierno
afecto, dadme también la alegría de comunicarme que estáis unidos por el
mismo amor y por los mismos sentimientos. No debéis hacer nada por espíritu
de parcialidad o por vanidad, sino con modestia; cada uno debe considerar a
los demás cómo superiores a si mismo y ninguno debe buscar su propio
interés sino el de los demás. Debéis tener la misma disposición de Jesús
Cristo, que a pesar de existir en forma divina, no buscó hacerse igual a Dios, y
abandonando su posición, asumió la condición de un servidor, haciéndose igual
a los hombres; y cuando se encontró en la condición humana, se humilló a si
mismo y se hizo obediente hasta la muerte, una muerte de sacrificio. Por esta
razón Dios le ha elevado a una posición superior, y le ha dado un nombre
más sobresaliente que cualquier otro, para que ante el nombre de Jesús, todos
los que están en los cielos, sobre la tierra o bajo la tierra, doblen las
rodillas, y todas las bocas proclamen que Jesús Cristo es el Señor, para gloria
de Dios Padre”. (Filipenses 2:1-11)

10 Antes de su último viaje a Jerusalén, Pablo quiso despedirse de los ancianos


de Éfeso y les dijo: “…yo no considero el valor de mi vida con el fin de acabar la
carrera y cumplir con el ministerio que del Señor Jesús he recibido para dar
testimonio de la buena nueva del don de Dios; y ahora sé que ninguno de
vosotros, entre quienes he viajado predicando el Reino, volveréis a ver mi rostro.
Por esto en este día de hoy, os doy testimonio de que estoy limpio de la sangre
de todos, puesto que no me he retraído de anunciaros todo el propósito de Dios.
Cuidaos y cuidad de todo el rebaño donde el espíritu santo os ha colocado cómo
vigilantes para que apacentéis a la Congregación de Dios, adquirida por él
mediante la sangre de su hijo; porque yo sé que después de mi partida se
introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño, y que
también de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas
perversas para arrastrar a los discípulos tras de sí. Vigilad pues y acordaos de
que durante tres años no he cesado de amonestaros día y noche con lágrimas
en los ojos”. (Hechos 20:24-31)

11 En armonía con estas palabras, tras la muerte de los apóstoles, “la


Congregación de Dios, adquirida por él mediante la sangre de su hijo”, que
habían apacentado bajo el cuidado de Cristo, fue sustituida por la anunciada
apostasía. Pedro había ya escrito: “…tal cómo hubo falsos profetas entre el
pueblo, también habrá entre vosotros falsos maestros que disimuladamente
introducirán herejías destructivas y renegarán del Señor que los ha rescatado,
atrayendo sobre si mismos una ruina que no esperan. Y muchos les seguirán en
su corrupción, de modo que por su culpa se hablará injuriosamente de la vía de
la verdad, ya que por causa de su codicia, os defraudarán con palabras falsas…”
(2Pedro 2:1-2) Y también Pablo escribió a Timoteo: “…todos los que quieran
vivir siendo fieles a Cristo Jesús serán perseguidos, mientras que los malvados y
los impostores progresarán, engañando a los demás y siendo engañados”.
(2Timoteo 3:12-13) “…Te encomiendo ante Dios y ante Cristo Jesús que tiene
que juzgar a los vivos y a los muertos durante su manifestación y su reino, que
mientras el tiempo sea favorable, prediques la palabra, puesto que se acercan
tiempos desfavorables. Organiza, reprende y exhorta con paciencia y destreza
en la enseñanza, porque está al llegar el tiempo en que ya no soportarán la
doctrina sana, e irán tras sus propios deseos rodeándose de maestros para
escuchar lo que les complace, y retrayéndose de oír la verdad, se volverán a
historias falsas. Tú sé vigilante en todas las cosas, soporta los sufrimientos y
cumple con el deber de divulgar la buena nueva, mientras llevas a cabo tu
ministerio con fidelidad”. (2Timoteo 4:1-5)

12 Hoy Cristo no ha despertado aún a la Congregación que administraba los


dones milagrosos del espíritu, sin embargo él había dicho: “Id a todas las gentes
y haced discípulos, enseñándoles a observar todo lo que yo os he mandado…”
(Mateo 28:19) porque “…llega la hora, ya estamos en ella, en que los
adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así
quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran,
deben adorar en espíritu y verdad”. (Juan 4:23-24) Y antes de subir a la diestra
de su Padre en los cielos, se despidió de sus discípulos diciendo: “…he aquí que
yo estaré todos los días con vosotros hasta el final del mundo”. (Mateo 28:20)

13 Cristo fue quien tras su resurrección, cuidó de la Congregación de Dios,


dirigiéndola. Eligió a Pablo de Tarso cómo apóstol y separó mediante el espíritu,
a Pablo y a Bernabé para la predicación de la buena nueva entre las naciones,
(Hechos 13:1-5) puesto que la justificación y la vida que su sacrificio puso al
alcance de los que mostrasen fe en él, estaban destinadas a toda la humanidad.
Y aunque las persecuciones y la apostasía sumieron a la Congregación en el
hades, él mismo volverá a levantarla en el momento establecido, pues dijo: “…
las puertas del hades (el sepulcro) no prevalecerán sobre ella”, (Mateo
16:18) y aseguró al apóstol Juan: “…yo soy el que comenzó y el que
concluirá, el viviente. Aunque morí, ahora vivo por los siglos de los siglos y
tengo la llave de la muerte y del hades”. (Apocalipsis 1:17-18)

14 El apóstol Juan escribió: “Amados, no os escribo una enseñanza nueva si no


una antigua que ya tenéis desde el principio. Esta enseñanza antigua es la
palabra que escuchasteis, que es para todos siempre actual y más ahora, que
las tinieblas se disipan con el brillo de la luz verdadera”. (1Juan 2:7-8) Y
verdaderamente, “…la Palabra de Dios.. vive para siempre y… jamás viene a
menos”. (1Pedro 1:23) Pablo decía que a través del tiempo, tres cosas
permanecerían “…inmutables y son la fe, la esperanza y el amor. Y de todas
ellas, la mayor es el amor”. (1Corintios 13:13) Y por el amor que Cristo mostró
a los hombres, aquellos que deseen servirle deben instruirse en “la enseñanza
que nos llega del espíritu, para expresar cosas espirituales en términos
espirituales”, (1Corintios 2:13) poniéndola en práctica y dándola a conocer.
Porque el hacer “…pública la verdad sin falsificar con astucia la Palabra de Dios”
(2Corintios 4:2) es la mayor responsabilidad de servicio que aquellos que
ponen fe en Cristo, pueden prestar a sus hermanos. Y si bien esta labor implica
derribar algunas tradiciones e ideas firmemente arraigadas, hay que mostrar
confianza en estas palabras de Jesús: “Si os mantenéis en mi Palabra seréis
verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres”. (Juan 8:31-32) Como Pablo, no debemos pues ceder “…ni por un
momento ante las exigencias de los falsos hermanos”, (Gálatas 2:4) teniendo
sin embargo presente que: cada uno “…rendirá cuentas de sí mismo ante Dios, y
si así son las cosas, dejemos de juzgarnos unos a otros, es mejor que
reflexionéis en cómo no hacer tropezar y caer a vuestro hermano”. (Romanos
14:12-13)

15 Refiriéndose a su retorno, Cristo dijo en cierta ocasión: “¿Quién será el


administrador fiel y prudente a quien pondrá el señor al frente de sus
servidores, para que les de en su momento el alimento adecuado?” (Lucas
12:42) Mostrémonos pues en nuestro tiempo, el único que tenemos, fieles a
nuestro Señor, alimentándonos y alimentando a quienes buscan a Dios, con la
enseñanza sana, la buena nueva que Cristo trajo a los hombres; pues aunque
nuestro poder sea poco, él dijo: “Quien es fiel en lo mínimo, lo es también en lo
mucho; pero el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho.” (Lucas
16:10) Así podrá él decirnos a su retorno: “¡Bien, siervo bueno y fiel! has sido fiel
en lo poco… entra en el gozo de tu señor.” (Mateo 25:23)

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