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RINCÓN DEL AUTOR
Bendita curiosidad
Por: Richard Webb
“Bendito es el que aprende a preguntar e investigar”, dijo el dramaturgo Eurípides. Fue la
época de oro para la racionalidad, cuando los griegos antiguos nos enseñaron a valorar la
curiosidad científica, la evidencia empírica y el razonamiento. Pero mil años más tarde, el
filósofo y santo africano Agustínde Hipona opinó lo contrario. La curiosidad, dijo, era una
tentación peligrosa, una enfermedad, que “nos impulsa a descubrir los secretos de la
naturaleza, esos secretos que están más allá de nuestra comprensión, que no sirven para nada
y que el hombre no debería querer aprender”. Y empezó una época oscura que duró casi un
milenio, una Edad Media en que la Iglesia Católica nos enseñó a apagar la curiosidad científica.
El Perú tuvo en el Colegio Máximo de San Pablo, entre los años 1568 y 1767, un centro de luz
científica sin igual en las Américas. Su biblioteca superaba largamente la de la aún joven
Universidad de Harvard en Estados Unidos. Su farmacia era, en efecto, un laboratorio que
investigaba los secretos de las plantas y de la medicina, donde se descubrió y fabricó la quinina
para todo el mundo, entre muchos otros descubrimientos. Uno de sus investigadores fue el
padre José de Acosta, considerado por Raúl Porras Barrenechea el Plinio del Nuevo Mundo,
quien le atribuye el descubrimiento de la corriente marítima hoy apodada con el nombre de
Humboldt. En San Pablo se publicó el primer estudio monetario de América Latina.
El mismo Humboldt consideró que San Pablo era “el fundamento de la física del globo”. Pero
Máximo de San Pablo era jesuita y, en 1767, los jesuitas fueron expulsados del Perú por orden
del Papa, y empezó una época de oscuridad científica de la que aún no salimos.
Podríamos preguntar por qué ha sido tan completa y larga la desaparición de la ciencia de la
vida peruana. Ciertamente, el cierre de San Pablo y la salida del país de sus investigadores
tuvieron la contundencia de una decapitación de capacidad intelectual. Hoy, ninguna
universidad peruana figura entre las cien más reconocidas del mundo y, a pesar de su
antigüedad, San Marcos ha tenido una vida relativamente apagada, con la excepción quizás del
siglo, entre 1850 y 1950.
Valores peruanos individuales sobran repartidos por el mundo, pero el Perú no los llama. Más
que recursos, lo que falta es recuperar el espíritu científico, esa curiosidad para entender el
mundo que celebraba Eurípides.
http://www.elcomercio.com.pe/impresa/notas/bendita-curiosidad/20090921/344852 21/09/2009
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