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Julio Daniel Vilela Sánchez

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INDICE

CONTENIDO PÁGINA

Bibliografía 2

Introducción 3

Declaración Universal de los Derechos HUMANOS 4

El procesamiento en fuero especial a responsables de violaciones


a derechos humanos. Los fueros militar y policial César Duque 10
Normas internacionales sobre justicia penal militar o policial y derechos
Humanos 11

Las obligaciones internacionales del Ecuador 17

Derechos humanos en la nueva constitución 19

Conclusiones 50

Recomendaciones 51

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BIBLIOGRAFÍA

– CONSTITUCIÓN POLITICA DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR, Gaceta


Constitucional, junio, 1998.

– CODIFICACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN POLITICA DE LA REPÚBLICA


DEL ECUADOR, Registro Oficial No. 2,13 de febrero de 1997, Corporación de
Estudios y Publicaciones, Quito, mayo 1998.

– Documentación – América – Sudamérica – Ecuador. Indice AI: R O de abril

– Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales Adoptado y


abierto a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General
en su resolución 2200 A (XXI), de 16 de diciembre de 1966. Entrada en vigor: 3
de enero de 1976, de conformidad con el artículo 27

INTRODUCCIÓN

Son motivo de honda preocupación para Amnistía Internacional los informes sobre la
presunta implicación de agentes de la Policía Nacional en la «desaparición» de dos
hombres. La organización de derechos humanos considera que la desaparición forzada

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de personas, además de ser una violación grave de los derechos humanos de la propia
víctima, lo es también de los de sus familiares, a quienes se somete a un sufrimiento
extremo que constituye tortura y maltrato. Preocupan también a Amnistía Internacional
los informes según los cuales se está intimidando y acosando a los testigos de esos dos
casos. Asimismo, preocupa a la organización que el caso de los agentes de policía se
esté siguiendo ante un tribunal policial.

Desde febrero de 1997, el Ecuador, tanto en su ordenamiento jurídico interno, como en


su estructura política, ha realizado importantes transformaciones que han incidido en el
funcionamiento del Estado y en la protección de las garantías fundamentales de todos
los ciudadanos y de las colectividades del país. Sin duda alguna, este proceso de
singular transformación se ha concretado con la aprobación por parte de la Asamblea
Nacional Constituyente, el 5 de junio de 1998, de la nueva Constitución Política del
Ecuador que contiene disposiciones verdaderamente innovadoras que merecen ser
analizadas y examinadas de manera detallada, a fin de establecer sus alcances en lo
referente a la situación de los derechos humanos del país.
Antes de iniciar este minucioso examen, es importante destacar que paralelamente a la
aprobación de la nueva Carta Política y por iniciativa del Ministerio de Relaciones
Exteriores, el Estado y la sociedad civil, en un hecho sin precedentes en la historia
nacional, elaboraron un Plan Nacional de Derechos Humanos que fue aprobado por el
Gobierno de aquel entonces, como política de estado y mediante Decreto Ejecutivo, en
junio de 1998. El contenido del referido Plan Nacional es muy similar a aquel que
consta en las nuevas disposiciones constitucionales que en materia de derechos
humanos han sido plasmadas en la Carta Política vigente. Por ello, me referiré
exclusivamente a estas últimas, con el ánimo de que quienes estamos inmersos en la
aplicación del Plan Nacional podamos tomarlas en cuenta, como una guía para su
efectiva implementación, en beneficio de los derechos fundamentales de los hombres,
mujeres, niños y niñas del Ecuador.
Desde larga data, el derecho internacional de los derechos humanos cuenta con un
corpus juris coherente sobre el procesamiento de miembros de la fuerza pública,
responsables de violaciones a los derechos humanos y es claro en prescribir que en estos
casos, son los tribunales de la jurisdicción civil o común y no los tribunales castrenses
lo que tienen la competencia para este tipo de delitos. Estas nociones parten de una
premisa esencial, como es el deber de los Estados de proteger y garantizar a todas las
personas, sin discriminación alguna, los derechos humanos.

DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS


Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el
reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de
todos los miembros de la familia humana;
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han
originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha
proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo

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en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de
palabra y de la libertad de creencias;
Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de
Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión
contra la tiranía y la opresión;
Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas entre las
naciones;
Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe
en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona
humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y se han declarado
resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto
más amplio de la libertad;
Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en
cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo
a los derechos y libertades fundamentales del hombre, y
Considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor
importancia para el pleno cumplimiento de dicho compromiso;
La asamblea general proclama la presente declaración Universal de derechos Humanos
como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de
que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella,
promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y
libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su
reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los
Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción.
Artículo 1.
• Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados
como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con
los otros.

Artículo 2.

• Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración,
sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de
cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o
cualquier otra condición.
• Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o
internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si
se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración
fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

Artículo 3.

• Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

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Artículo 4.

• Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de


esclavos están prohibidas en todas sus formas.

Artículo 5.

• Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Artículo 6.

• Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su


personalidad jurídica.

Artículo 7.

• Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de
la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que
infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación.

Artículo 8.

• Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la constitución o por la ley.

Artículo 9.

• Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

Artículo 10.

• Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída


públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la
determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier
acusación contra ella en materia penal.

Artículo 11.

• 1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia


mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el
que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.
• 2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no
fueron delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá
pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito.

Artículo 12.

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• Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda
persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

Artículo 13.

• 1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el


territorio de un Estado.
• 2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a
regresar a su país.

Artículo 14.

• 1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de


él, en cualquier país.
• 2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente
originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de
las Naciones Unidas.

Artículo 15.

• 1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.


• 2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de
nacionalidad.

Artículo 16.

• 1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin
restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar
una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el
matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.
• 2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá
contraerse el matrimonio.
• 3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a
la protección de la sociedad y del Estado.

Artículo 17.

• 1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.


• 2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.

Artículo 18.

• Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de


religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así
como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y

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colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el
culto y la observancia.

Artículo 19.

• Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho


incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir
informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por
cualquier medio de expresión.

Artículo 20.

• 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.


• 2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

Artículo 21.

• 1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o


por medio de representantes libremente escogidos.
• 2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las
funciones públicas de su país.
• 3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad
se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse
periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro
procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.

Artículo 22.

• Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a


obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta
de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos
económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo
de su personalidad.

Artículo 23.

• 1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a


condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el
desempleo.
• 2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo
igual.
• 3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y
satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la
dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros
medios de protección social.

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• 4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de
sus intereses.

Artículo 24.

• Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación
razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

Artículo 25.

• 1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como
a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la
vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo
derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u
otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias
independientes de su voluntad.
• 2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales.
Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a
igual protección social.

Artículo 26.

• 1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al


menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción
elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser
generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de
los méritos respectivos.
• 2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el
fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales;
favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y
todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de
las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
• 3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá
de darse a sus hijos.

Artículo 27.

• 1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la


comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los
beneficios que de él resulten.
• 2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales
que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas
de que sea autora.

Artículo 28.

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• Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el
que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente
efectivos.

Artículo 29.

• 1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella
puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.
• 2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona
estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de
asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y
de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar
general en una sociedad democrática.
• 3. Estos derechos y libertades no podrán, en ningún caso, ser ejercidos en oposición
a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 30.

• Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho


alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar
actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y
libertades proclamados en esta aración.

EL PROCESAMIENTO EN FUERO ESPECIAL A RESPONSABLES DE


VIOLACIONES A DERECHOS HUMANOS. LOS FUEROS MILITAR Y
POLICIAL CÉSAR DUQUE

La Constitución Política del Ecuador asigna a la jurisdicción militar y policial la tarea


de juzgar a aquellos militares o policías, que en el ejercicio de sus funciones, hayan
cometido delitos de función. Entonces la existencia de normas especiales que regulan la
administración de justicia respecto de miembros de la fuerza pública se explica porque
de conformidad con la Constitución en determinados casos los militares y los policías
tienen "fuero" en relación con ciertas conductas específicas propias de sus funciones
constitucionales y legales.

Debemos recordar que la palabra fuero viene del latín fórum, el sitio en que el tribunal
oye y juzga. En la normativa jurídica interna, "se llama fuero la garantía en virtud de la
cual ciertas personas deben, por causa de su empleo, función o actividad, ser procesadas
penalmente por autoridades de carácter no común o general. El fuero, que equivale a
jurisdicción especial, constituye una excepción a la regla democrática de la aplicación
igualitaria de la ley" (1).

Sin embargo, de conformidad a la disposición transitoria de la Constitución promulgada


en agosto de 1998, debe procederse a una reforma de las leyes secundarias a fin de
garantizar el principio de la unidad jurisdiccional, es decir deben incluirse los fueros o

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jurisdicciones especiales como parte especial integrante del derecho penal general, y
dentro de la Función Judicial a fin de garantizar su independencia y separación de
poderes y funciones constitucionales.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha precisado que, bajo la Convención


Americana los Estados deben prevenir, investigar y sancionar toda violación de los
derechos reconocidos por la Convención y procurar, además, el restablecimiento, si es
posible, del derecho conculcado y, en su caso, la reparación de los daños producidos por
la violación de los derechos humanos, ello por cuanto el Estado está en el deber jurídico
de investigar seriamente con los medios a su alcance las violaciones a los derechos
humanos que se hayan cometido dentro del ámbito de su jurisdicción a fin de identificar
a los responsables y de imponerles las sanciones pertinentes (2). En el ejercicio de su
obligación de impartir justicia el Estado debe actuar diligentemente y de acuerdo con
los estándares internacionales sobre el derecho a un tribunal independiente e imparcial y
sobre el derecho a un recurso efectivo. Estos estándares no son reunidos por la
jurisdicción penal policial o militar (3), tal como lo han señalado la CIDH, el Comité de
Derechos Humanos de la ONU (4) y el Relator especial sobre la cuestión de la
independencia de los jueces y abogados de la ONU.

NORMAS INTERNACIONALES SOBRE JUSTICIA PENAL MILITAR O


POLICIAL Y DERECHOS HUMANOS

Algunas normas internacionales se aplican a la justicia penal militar y de policía de


forma genérica, en cuanto regulan las pautas citadas sobre una adecuada administración
de justicia, el debido proceso y las garantías judiciales. Otras disposiciones se refieren
particularmente al tema de la justicia penal militar y de policía en relación con las
violaciones a los derechos humanos.

Entre las primeras cabe citar:


* El Pacto internacional de derechos civiles y políticos (7), y en particular sus artículos
2.3.a), 4.2, 14 y 15, que regulan el derecho a un recurso efectivo por violación de
derechos o libertades fundamentales, el derecho a ser juzgado con las debidas garantías,
el principio de legalidad y el principio de retroactividad. En este pacto también se
enuncian los llamados derechos intangibles.

* La Convención americana sobre derechos humanos (9), y en especial sus artículos 8,


9, 24, 25 y 27.2, que se refieren a las garantías judiciales de un debido proceso, el
principio de legalidad y retroactividad, la igualdad ante la ley, la protección judicial
mediante un recurso sencillo y rápido, y las disposiciones que no son susceptibles de
suspensión, ni aún en estado de excepción, como "las garantías judiciales
indispensables" para la protección de derechos fundamentales.

* Los Principios básicos relativos a la independencia de la judicatura (11), en particular


sus principios 1, 2, 3, 5, 10 y 13, que se refieren a la independencia e imparcialidad de
los jueces y magistrados, el juzgamiento por tribunales ordinarios y mediante
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procedimientos legalmente establecidos, la competencia profesional, selección y
formación de los jueces y sus condiciones de servicio.

En cuanto a los instrumentos que contienen normas sobre justicia militar, mutatis
mutandis se aplican también a la justicia policial, merecen ser citados:

* La Convención contra la tortura y otras penas o tratos crueles inhumanos o


degradantes (12), en particular su artículo 2, que prohíbe la invocación de la obediencia
debida como justificación para la comisión de ese delito.

* La Declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapariciones


forzadas (13), en particular sus artículos 6 y 16, establecen sobre la exclusión de la
obediencia debida como eximente de responsabilidad, y que, tratándose de responsables
del delito de desaparición forzada, sólo podrán ser juzgados por las jurisdicciones de
derecho común competentes, en cada Estado, con exclusión de toda otra jurisdicción
especial, en particular la militar o policial.

* El Conjunto de principios para la protección y promoción de los derechos humanos


mediante la lucha contra la impunidad (14), en particular sus principios 29 y 31,
referidos a la responsabilidad por obediencia, a las restricciones al ejercicio de la
jurisdicción militar y a la exclusión del juzgamiento castrense de violaciones a los
derechos humanos.

* El Estatuto de la Corte Penal Internacional (15), especialmente su artículo 33, que se


refiere a la exclusión de la obediencia debida como eximente de responsabilidad.

* La Convención interamericana sobre desaparición forzada de personas (16), en


particular sus artículos 8, 9 y 10, que se refieren a la inaplicabilidad de la obediencia
debida, la exclusión de la jurisdicción militar y la no suspensión de estas normas por
circunstancias excepcionales, estableciendo claramente que los presuntos responsables
de los hechos constitutivos de desaparición forzada sólo podrán ser juzgados por las
jurisdicciones de derecho común competentes en cada Estado, con exclusión de toda
jurisdicción especial y que dichos actos no podrán considerarse como cometidos en el
ejercicio de las funciones.

Ecuador firmó éste tratado el 8 de febrero del 2000 y lo ha ratificado en mayo del 2006
y por ende tiene las obligaciones prescritas por el artículo 18 de la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados, que establece su obligación de abstenerse de actos que
privarían el tratado de su objeto y propósito. Es un claro y manifiesto propósito de la
Convención Interamericana sobre la Desaparición Forzada de Personas contribuir a
sancionar el crimen de desaparición forzada, razón por la cual, el mencionado artículo
IX de este tratado incorpora una inequívoca cláusula de garantía contra la impunidad.
Igualmente la Convención Sobre Desaparición Forzada de la ONU adoptada el 20 de
diciembre de 2006 ratifica que es un crimen de lesa humanidad que debe ser investigado

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o juzgado por la jurisdicción ordinaria, siendo un derecho de la víctima, su familia y la
sociedad conocer la verdad, la justicia y la reparación.

De igual forma la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en su resolución


1989/32, recomendó a los Estados tener presente los principios enumerados en el
Proyecto de Declaración sobre la Independencia de la Justicia, conocida como
"Declaración Singhvi", en su principio 5(f) expresamente prescribió que la competencia
de los tribunales militares debía estar limitada a los delitos militares, mutatis mutandis,
aquello es válido en el Ecuador en que existe jurisdicción de tribunales policiales que
deben conocer solo de delitos policiales. En su periodo de sesiones de 1998, la
Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías de las
Naciones Unidas, adoptó el 20 de agosto la resolución 1998/3, exhortando a los
gobiernos a no dejar impunes las violaciones a derechos humanos, a permitir y facilitar
todas las investigaciones necesarias y a velar por que se juzgue en un tribunal civil y se
castigue a los autores.

No debemos olvidar los Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas
de violaciones de las normas internacionales de derechos humanos y del derecho
internacional humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones, en su principio
25 (i, ii), reiteran que "la jurisdicción de los tribunales militares [se limita]
exclusivamente a delitos específicamente militares cometidos por personal militar"(17).
Igualmente, el Conjunto de principios para la protección y la promoción de los derechos
humanos mediante la lucha contra la impunidad recuerda en su Principio 31 que: "Para
evitar que, en los países en que aún no se hayan suprimido, los tribunales militares
contribuyan a perpetuar la impunidad por su insuficiente independencia, resultante de la
subordinación jerárquica a la que están sometidos todos o parte de sus miembros, su
competencia deberá limitarse a las infracciones de carácter específicamente militar
cometidas por militares, con exclusión de las violaciones de los derechos humanos, las
cuales son competencia de los tribunales nacionales ordinarios o, en su caso, cuando se
trate de delitos graves conforme al derecho internacional, de un tribunal penal
internacional."

La jurisprudencia y la doctrina de los mecanismos internacionales de protección Tanto


la jurisprudencia del Comité de Derechos Humanos de la ONU (en adelante el Comité)
como de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (en adelante la Comisión o
la CIDH) han sido unánimes en esta materia. Al definir el alcance y contenido de las
obligaciones de los Estados en cuanto a garantizar un recurso efectivo a las víctimas de
violaciones de derechos humanos y a llevar a los responsables ante los tribunales de
justicia, ambos órganos internacionales han insistido en que, a la luz de las obligaciones
internacionales, los Estados deben garantizar que los autores de violaciones a los
derechos humanos sean llevados ante tribunales de la justicia penal ordinaria y no ante
estrados judiciales especiales.

Así, el Comité de DDHH de la ONU, de manera reiterativa, ha recordado la obligación


que tienen los Estados de investigar, procesar y castigar a los agentes estatales autores
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de la violación a los derechos humanos y, en particular, en casos de ejecuciones
extrajudiciales, tortura y desapariciones (19). En su decisión sobre el caso de Nydia
Erika Bautista de Arrellana, el Comité recordó que: "Estado Parte tiene el deber de
investigar a fondo las presuntas violaciones de derechos humanos, en particular las
desapariciones forzadas de personas y las violaciones del derecho a la vida, y de
encausar penalmente, juzgar y castigar a quienes sean considerados responsables de esas
violaciones. Este deber es aplicable a fortiori en los casos en que los autores de esas
violaciones han sido identificados" (20).

El Comité ha reiterado que esta obligación implica que los responsables de estos actos
sean procesados por tribunales civiles y no jurisdicciones militares o policiales y ha
instado a los Estados que mantienen el fuero en materia de violaciones a los derechos
humanos a transferir estos casos a la competencia de la jurisdicción penal ordinaria (21),
para ello sostiene que en algunos países, esos tribunales militares no proporcionan las
garantías estrictas para la adecuada administración de la justicia, de conformidad con las
exigencias del artículo 14, que son fundamentales para la eficaz protección de los
derechos humanos (22), por cuanto dichos tribunales no gozan de independencia e
imparcialidad que son requisitos de un debido proceso, como, por ejemplo, "el hecho de
que se permita que los oficiales en servicio activo formen parte" de ellos, o "tengan
derecho de alegar en su defensa las órdenes de un superior" (23).

Vale recordar que el Comité DDHH en sus Observaciones y recomendaciones a


Colombia, en mayo de 1997, exhortó a las autoridades colombianas a tomar todas las
medidas necesarias para conseguir que los integrantes de las fuerzas armadas y de la
policía acusados de violaciones de los derechos humanos sean juzgados por tribunales
civiles independientes y sean suspendidos del servicio activo durante el período que
dure la investigación, recomendando además que la jurisdicción de los tribunales
militares o policiales con respecto a las violaciones de derechos humanos se transfiera a
los tribunales civiles, y que las investigaciones de tales casos las lleve a cabo el Fiscal
General. En términos más generales, el Comité dice que no se debe permitir que la
fuerza pública, en los casos de violación de los derechos humanos, invoque en su
defensa las "órdenes de un superior". (24)

Por su parte el Comité contra la Tortura, de las Naciones Unidas, en sus Conclusiones y
recomendaciones a Colombia, en 1995, concluyó que bajo la Convención contra la
Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, no es aceptable la
extensión de la jurisdicción militar para conocer de delitos comunes a través de un
alcance inadmisible del concepto de acto de servicio. (25)

La Comisión Interamericana Derechos Humanos –CIDH- ha considerado


reiteradamente que los tribunales militares no reúnen los requisitos de independencia e
imparcialidad propia de los tribunales de justicia, exigidos bajo el artículo 8 de la
Convención Americana (26), afirmando que en materia de investigación, procesamiento
y sanción a miembros de la fuerza pública autores de violaciones de derechos humanos
los tribunales especiales violan el derecho a la justicia y conculcan gravemente la
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Convención (27). Sostuvo además que dichos tribunales no garantizan la vigencia del
derecho a la justicia pues carecen de independencia, requerimiento básico asociado a la
vigencia de ese derecho, pues han demostrado una marcada parcialidad en los fallos que
han recaído en causas sometidas a su conocimiento por la frecuencia de falta de
sanciones a los miembros de los cuerpos de seguridad que, comprobadamente, se han
visto involucrados en gravísimas violaciones de derechos humanos (28).

En ese orden de ideas, la CIDH ha sostenido que el juzgamiento de miembros de la


fuerza pública por tribunales que no pertenecen a la administración de justicia ordinaria
por violaciones a los derechos humanos no solo afecta internamente de manera grave a
la administración de justicia, sino también al derecho a la justicia contemplado en la
Convención y al propio sistema interamericano que demanda de los Estados partes una
pronta adecuación de su legislación - en materia del debido proceso - a las normas de la
Convención (29).

La Corte IDH, en un caso examinado, señaló la incompatibilidad de la jurisdicción


militar con el artículo 8.1 de la Convención Americana, sobre juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, así indicó que la coincidencia en las Fuerzas
Armadas de las funciones de lucha antiterrorista y desempeño jurisdiccional propio del
Poder Judicial, pone en serias dudas la imparcialidad de los tribunales militares, que
serían juez y parte en dichos procesos (30), además de que los miembros de los
tribunales son designados por las jerarquías militares, lo cual supone que para el
ejercicio de la función jurisdiccional dependan del Poder Ejecutivo, y esto sería
comprensible sólo si juzgasen los delitos de orden militar (31), pero el hecho de que
esas autoridades determinen, además, los ascensos, incentivos y asignación de funciones
de sus inferiores pone en duda la independencia de los jueces militares (32) para
conocer de violaciones a los ddhh, agregando que las garantías a que tiene derecho toda
persona sometida a proceso, además de ser indispensables deben ser judiciales, lo cual
implica la intervención de un órgano judicial independiente e imparcial (33).

Por otra parte, la Corte se ha pronunciado, reiteradamente, sobre el deber de los Estados
de respetar y garantizar los derechos humanos a todas las personas sometidas a su
jurisdicción, declarando que tal obligación implica el deber de los Estados de organizar
todo el aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales
se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar
jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos. Como consecuencia
de esta obligación los Estados deben prevenir, investigar y sancionar toda violación a
los derechos reconocidos por la Convención y procurar, además, el restablecimiento, si
es posible, del derecho conculcado y, en su caso, la reparación de los daños producidos
por la violación de los derechos humanos (34).

Posteriormente la Corte Interamericana, señaló que el fuero militar es una instancia


especial exclusivamente funcional destinada a mantener la disciplina de las Fuerzas
Armadas y de Seguridad (35), manifestando además que, la jurisdicción militar ha sido
establecida por diversas legislaciones con el fin de mantener el orden y la disciplina
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dentro de sus instituciones, jurisdicción funcional que se reserva su aplicación a sus
miembros que hayan incurrido en delito o falta dentro del ejercicio de sus funciones y
bajo ciertas circunstancias (36), sosteniendo que el uso desproporcionado de la fuerza
que pueden ejercer en un caso determinado, excede en mucho los límites de su función,
por lo cual no pueden ser considerados delitos militares, sino delitos comunes, por lo
que la investigación y sanción de los mismos debe recaer en la justicia ordinaria,
independientemente de que los supuestos autores hubieran sido militares o no (37)
Por su parte, el Relator Especial sobre la Tortura, de la ONU, ha aseverado que la
justicia militar, lo cual es válido en tratándose de tribunales policiales: "carece de
sentido en todos aquellos casos en que miembros de las fuerzas de seguridad hayan
violado gravemente los derechos humanos básicos de un civil. Semejante acto
constituye un delito contra el orden público civil, y en consecuencia debe ser juzgado
por un tribunal civil." (38) y al concluir su visita a México dijo que "Los delitos graves
perpetrados por personal militar contra civiles, en particular la tortura u otros tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes, deben ser conocidos por la justicia civil, con
independencia de que hayan ocurrido en acto de servicio" (39)

Por su parte, el Grupo de Trabajo sobre Desaparición Forzada e Involuntaria, de la


ONU, sostuvo que los tribunales militares o policiales deberían conocer exclusivamente
los delitos de naturaleza militar o policial cometidos por los miembros de las fuerzas de
seguridad y que las violaciones de derechos humanos deberían ser expresamente
excluidas de esta categoría de delitos (40), recomendando que la acción judicial y el
pronunciamiento de penas en éste tipo de delitos deben tener como cuadro los tribunales
civiles, aún si las personas han pertenecido o pertenecen a las fuerzas pública (41).
En tanto que el Grupo de trabajo sobre la Detención Arbitraria de la ONU, expresó en
su informe de 1999, su preocupación por haberse "enfrentado con actos arbitrarios
cometidos por la justicia militar en numerosos países" y esto lo llevó a formular las
siguientes observaciones:

"El Grupo estima que de subsistir alguna forma de justicia militar, debería en todo caso
respetar cuatro límites:

a) debería declararse incompetente para juzgar a civiles;


b) debería declararse incompetente para juzgar a militares si entre las víctimas hay
civiles;
c) debería declararse incompetente para juzgar a civiles y a militares en los casos de
rebelión, sedición o cualquier delito que ponga o pueda poner en peligro un régimen
democrático;
d) no estaría en ningún caso autorizada para imponer la pena de muerte:" (42)
El Relator especial sobre la Cuestión de la independencia de los jueces y abogados, de
la ONU sostuvo que es preocupante y una clara violación al derecho al debido proceso
el constatar la práctica de remitir los casos de violaciones y actos lesivos de los
derechos humanos cometidos por miembros de la fuerza pública a tribunales especiales
a fin de evitar los trámites procesales ordinarios (43) y que aquello es una de las razones
principales de la impunidad (44)
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Los pronunciamientos de organismos de protección internacional señalan la exigencia


de que todas las violaciones sean efectivamente investigadas y todos los responsables
identificados y sancionados, sin exclusión de ninguna forma de participación en un
hecho violatorio, como autor, cómplice o instigador, sea por acción o por omisión (45).
La forma de participación en una violación de derechos humanos determina el grado de
responsabilidad en el hecho, graduando así la pena correspondiente, pero no incide en la
cuestión de competencia.

La exclusión del fuero militar, así como la interpretación restrictiva del mismo, se
aplican por consiguiente a todos los responsables directos e indirectos de un hecho, pues
las normas internacionales no hacen distinción alguna en este sentido.
En todo caso, es claro que bajo la normativa internacional no existe una prohibición en
cuanto a la existencia del fuero militar. No obstante, esa normativa, según la
interpretación de la jurisprudencia y la doctrina internacionales, impone límites claros
relativos a su ámbito de aplicación, mediante el principio de aplicación restrictiva y
excepcional de la jurisdicción militar (46).

LAS OBLIGACIONES INTERNACIONALES DEL ECUADOR

El Ecuador como Estado parte del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
de la ONU, de la Convención Americana de DDHH y de las Convenciones
interamericanas sobre tortura y desaparición forzada, tiene la obligación internacional
de garantizar un recurso efectivo a las víctimas de violaciones a los derechos humanos y
a sus familiares, así como de traducir ante la justicia ordinaria a los autores de estos
actos, de no ser así, se denegaría el derecho a un recurso efectivo, con lo cual el Estado
compromete su responsabilidad internacional.

La responsabilidad del Estado no sólo se encuentra comprometida cuando el Estado a


través de la conducta activa u omisiva de sus agentes lesiona en cabeza de un individuo
un derecho, sino también cuando el Estado omite ejercer las acciones pertinentes en
orden a investigar, reprimir y reparar. Así, la transgresión o inobservancia por el Estado
de este Deber de Garantía compromete su responsabilidad internacional. Este principio
fue establecido tempranamente en el Derecho Internacional, y uno de los primeros
precedentes jurisprudenciales lo constituye el laudo arbitral proferido el 1 de mayo de
1925, por el profesor Max Huber en el asunto de las reclamaciones británicas por daños
causados a los súbditos británicos en la zona española de Marruecos (47). La no
observancia de este Deber de Garantía no se limita entonces a los aspectos de
prevención, como lo describiera la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en
El Salvador: "la responsabilidad del Estado puede resultar no sólo de la falta de
vigilancia en la prevención de los actos dañosos, sino también de la falta de diligencia
en la persecución penal de los responsables y en la aplicación de las sanciones civiles
requeridas" (48).

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Como ha sido señalado, no basta la existencia de recursos judiciales y estructuras
jurisdiccionales formales, ya que para la real protección judicial de los derechos
humanos no es suficiente, y por lo contrario es peligroso, sólo cumplir formalidades
judiciales, tener una apariencia de protección judicial, que adormece la vigilancia y que
no es, todavía más que una ilusión de justicia (49).

El trámite de estas violaciones por tribunales militares o policiales constituye una


violación del derecho al recurso judicial ante juez independiente e imparcial, por lo cual
toda violación a los derechos humanos debe ser conocida y resuelta por la
administración de justicia ordinaria. Una correcta lectura de la Constitución permite ver
que solo las acciones policiales o militares cometidas por los miembros de la fuerza
pública en el ejercicio de sus funciones y que atente contra un bien institucional,
corresponde al fuero privativo policial o militar y que todo delito común cometido con
ocasión de aquél, corresponde a la administración de justicia ordinaria, el asesinato, la
ejecución extrajudicial, la tortura, la desaparición forzada y la detención ilegal bajo
ningún concepto pueden ser consideradas como funciones policiales o como una
actividad policial y así lo ha reconocido la Corte Suprema de Justicia en varios fallos
por ejemplo al dirimir la competencia entre la Corte Superior de Ambato y la Primera
Corte Distrital de Policía en el caso por las torturas y detención desaparición de Elías
López Pita claramente estableció que el asesinato, la tortura y la desaparición no
corresponden al fuero policial por más que estén implicados altos oficiales de la policía
nacional, que aquellos actos constituyen delitos comunes y corresponde su juzgamiento
al fuero ordinario, igual dijo la Corte Superior de Guayaquil al señalar que corresponde
conocer al fuero ordinario la desaparición de personas en el caso Fybeca, la Corte
Superior de Ambato al resolver la competencia entre el fuero ordinario y el policial en
un caso de asesinato bajo custodia dijo que dicha infracción no puede ser considerada
como cometida bajo función policial, pues el asesinar a un detenido es un delito común.
Los agentes de seguridad pública tienen como función la de prevenir los delitos y
realizar los arrestos conforme a la ley y al debido proceso y respetando los derechos
humanos garantizados en la Constitución y convenios internacionales. Los agentes
policiales no pueden actuar en forma ilimitadamente discrecional al realizar sus
funciones de hacer cumplir la ley.

Cuando el Estado no investiga en forma exhaustiva e imparcial los hechos privativos a


la vida, la libertad o la integridad personal por agentes estatales, significa además otra
violación al derecho internacional de los derechos humanos: la ruptura de la obligación
de prevenir, evitar y combatir la impunidad. En este sentido la Corte Interamericana de
Derechos Humanos ha recordado que, bajo la Convención Americana, "el Estado tiene
el deber [jurídico] de evitar y combatir la impunidad" (50). Igualmente, el Comité de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha recordado que la impunidad de las
violaciones de los derechos humanos constituye una violación a las obligaciones del
Estado bajo el Pacto.

Prima facie, el procesamiento y juzgamiento de militares y policías por violaciones a los


derechos humanos por tribunales policiales o militares está en contradicción con el
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Deber de Garantía del Estado y constituye una violación de las obligaciones
internacionales del Estado a la luz del Derecho internacional de los derechos humanos.
Tomando en cuenta todo lo manifestado anteriormente, es importante evitar en la ley
penal existan definiciones y conceptos ambiguos, que dejen dudas sobre la conducta
incriminada o la jurisdicción aplicable a la misma. Es por ello que la Corte entiende
que, cuando se formulan los tipos penales, es preciso utilizar términos estrictos y
unívocos (51) que hagan efectivo el principio de legalidad. Esto porque, cuando la
justicia militar asume competencia sobre un asunto que debe conocer la justicia
ordinaria, se ve afectado el derecho al juez natural y, a fortiori, el debido proceso, el
cual, a su vez, encuéntrese íntimamente ligado al propio derecho de acceso a la justicia.
Es necesario recordar que la figura del juez natural impone la reserva absoluta de la ley
y la no alterabilidad discrecional de las competencias judiciales, pues la existencia del
juez natural desde el punto de vista del derecho internacional, necesita satisfacer los
requisitos del artículo 8, entre otros, de la Convención Americana.
DERECHOS HUMANOS EN LA NUEVA CONSTITUCIÓN ECUATORIANA
I. PROTECCION CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS Y LIBERTADES
INDIVIDUALES Y DE LA COLECTIVIDAD
111. Principios generales
En cuanto a los principios generales de protección a los derechos humanos, se han
incorporado algunas novedades.
Al anterior del articulo 20 de la Constitución (hoy 17) que se refería al libre ejercicio de
derechos, se ha añadido la frase "sin discriminación alguno', así como la obligación del
Estado de "adoptar, mediante planes y programas permanentes y periódicos, medidas
para el efectivo goce de estos derechos" Esta norma constitucional ha fortalecido la
ejecución del Plan Nacional de Derechos Humanos, enunciado con anterioridad.
En cuanto a la aplicabilidad de los derechos constitucionales (antes artículo 21), el
artículo 18 de la nueva Constitución permite que también los derechos y garantías
determinados en los instrumentos internacionales vigentes, sean directa e
inmediatamente aplicables por y ante cualquier juez, tribunal o autoridad". Esta reforma
permite disminuir la reticencia de los jueces y tribunales de aplicar directamente las
normas internacionales a los casos concretos.
Se han incluido importantes principios en la nueva Constitución, previstos en los incisos
segundo y tercero del artículo 18 que dicen textualmente: "en materia de derechos y
garantías constitucionales, se estará a la interpretación que más favorezca su efectiva
vigencia. Ninguna autoridad podrá exigir condiciones o requisitos no establecidos en la
Constitución o la ley, para el ejercicio de este derecho. `No podrá alegarse falta de ley
para justificar la violación o desconocimiento de los derechos establecidos en esta
Constitución, para desechar la acción por estos hechos o para el reconocimiento de tales
derechos."
La exigencia de leyes, requisitos o condiciones, no previstos en la Constitución, para el
e Í ejercicio de los derechos constitucionales ha sido una práctica constante de las

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instituciones del Estado. Estas nuevas normas inciden a que esta práctica disminuya y
que las garantías constitucionales merezcan una protección más efectiva.
Adicionalmente, el artículo 19 de la actual Constitución introduce por primera vez una
protección supra legal a favor de la dignidad del individuo al indicar que los derechos y
garantías señalados en esta Constitución y en los instrumentos internacionales, no
excluyen otros que se deriven de la naturaleza de la persona y que son necesarios para
su pleno desenvolvimiento moral y material". Esta disposición constitucional facilita
que se aplique a favor del individuo no sólo las normas positivas constantes en la
Constitución y en los tratados internacionales, sino aquellos derechos que son
intrínsecos a la persona humana y que pudieran no estar reconocidos de manera expresa
en normas positivas. Esta norma constituye el afianzamiento de los principios de "ius
cogens" a nivel del ordenamiento interno del Ecuador, con lo que se procurará desterrar
la práctica de abogados y jueces, en el sentido de que únicamente las normas positivas
vigentes pueden aplicarse a favor del ciudadano y no otros principios de derecho
internacional, generalmente aceptados por la comunidad de Estados.
Se sigue manteniendo la supremacía de la Constitución sobre cualquier otra norma legal
y la obligación de que las leyes internas guarden relación con la Carta Suprema y de que
carecerán de valor si están en contradicción con ella. Además, sobre este punto, se
añade una interesante reforma, (artículo 273) según la cual, las cortes, tribunales, jueces
y autoridades administrativas tendrán la obligación de aplicar las normas de la
Constitución que sean pertinentes, aunque la parte interesada no las invoque
expresamente". El Estado y la sociedad ecuatoriana deberán desplegar todos sus
esfuerzos para crear conciencia en jueces y abogados sobre el cumplimiento de esta
importante disposición constitucional, que ampara a los individuos de manera clara y
contundente.
En la anterior Constitución ecuatoriana (Art. 172) se facultaba únicamente a la Corte
Suprema de justicia y a los tribunales de última instancia para proceder con la
inaplicabilidad de los preceptos jurídicos contrarios a las normas constitucionales,
únicamente en las causas en que se pronunciare. La nueva Constitución (Art. 274)
concede esta facultad a «cualquier juez o tribunal" no solamente para los preceptos
contrarios a la Constitución, sino también contrarios a los tratados y convenios
internacionales, con lo que se amplía enormemente la posibilidad de proteger los
derechos del individuo, en casos concretos, cuando existan normas legales contrarias a
los preceptos constitucionales y de tratados internacionales, respaldando la acción de los
jueces en ese sentido y concediendo igual jerarquía a los convenios internacionales
sobre la materia.
En lo que respecta a la obligación de indemnizar del Estado a los particulares por
violaciones a los derechos humanos, el artículo 20 de la nueva Constitución añade que a
más de las instituciones del Estado, "sus delegatarios y concesionarios están obligados a
indemnizar a los particulares por los perjuicios que les irroguen como consecuencia de
la prestación deficiente de los servicios públicos o de los actos de sus funcionarios y
empleados, en el desempeño de sus cargos." Este añadido es importante por cuanto no
solamente las instituciones del Estado podrían ser susceptibles de responsabilidad en
esta materia, sino aquellas personas naturales o jurídicas que por vinculación contractual
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o legal presten servicios públicos de manera deficiente y que ello ocasione perjuicio a
los ciudadanos en sus derechos fundamentales. El artículo 20 de la nueva Carta Política
concuerda con la del Art. 459 del Código de Procedimiento Penal que establece la
facultad de las partes en un proceso judicial de iniciar la acción de indemnización de
daños y perjuicios contra jueces y magistrados penales, por actos ¡legales y por la
demora y reclusión indebida de los procesados; y con el artículo 193 de la propia
Constitución que señala que el retardo en la administración de justicia, imputable al juez
o magistrado, será sancionado por la Ley.
Se sigue manteniendo la norma de la responsabilidad civil del Estado por error judicial,
por inadecuada administración de justicia, por los actos que hayan producido la prisión
de un inocente o su detención arbitraria. El Estado tendrá derecho de repetición contra
el juez o funcionario responsable (Art. 22). La claridad de esta norma es indiscutible;
por tanto, los afectados por violación a las normas del debido proceso pueden invocar
esta disposición constitucional a fin de que sus derechos conculcados sean reparados
adecuadamente.
Uno de los mayores avances introducidos por la actual Constitución en cuanto a los
derechos y garantías de las personas, es la clasificación de los derechos en civiles,
políticos, económicos, sociales y culturales y colectivos, de manera explícita y
conforme la doctrina vigente del derecho internacional de los derechos humanos. La
mayoría de los derechos garantizados en esta clasificación estaban reconocidos en la
anterior Constitución, pero de manera general y desorganizada, haciendo énfasis en los
derechos civiles y políticos más que en los derechos económicos, sociales y culturales.
Esta nueva estructura constituye un reconocimiento expreso a los principios de
universalidad e integralidad de todos los derechos humanos, según los cuales, los
referidos derechos tienen la misma importancia y jerarquía y, por ende, merecen igual y
efectiva protección.
I.2. LOS DERECHOS CIVILES EN LA NUEVA CONSTITUCIÓN
En cuanto a los derechos civiles la Constitución de 1998 ha introducido importantes
reformas:
- Para proteger la integridad personal de las personas, se clasifica a la violencia en
física, psicológica, sexual o coacción moral y se prohíbe la aplicación y utilización
indebida de material genético humano (Art. 23, numeral 2, inciso primero). Se añade
también que el "el Estado adoptará las medidas necesarias para prevenir, eliminar y
sancionar, en especial, la violencia contra los niños, adolescentes, las mujeres y
personas de la tercera edad." Es decir que, por primera vez, se prohíbe en la
Constitución de manera explícita 1 a violencia intrafamiliar, lo que redunda en beneficio
de la debida y efectiva aplicación de la Ley respectiva, aprobada en 1995.
La imprescriptibilidad de las acciones y penas por genocidio, tortura, desaparición
forzada de personas, secuestro y homicidio por razones políticas o de conciencia (Art.
23, numeral 2, inciso tercero) ha sido una de las más valiosas reformas introducidas en
la nueva Constitución. Se añade, además, que estos delitos no serán susceptibles de
indulto o amnistía. En estos casos, la obediencia a órdenes superiores no eximirá de
responsabilidad. Con esta revolucionaria disposición la impunidad por estos crímenes,
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que ha sido muy común en la justicia ecuatoriana, quedará totalmente desterrada,
incluso si se tramitan ante jurisdicciones especiales, pues, ya no se podrá argumentar la
prescripción de la acción o de la pena, para que los involucrados en estos delitos sean
debidamente sancionados. Con el añadido de que la obediencia a los superiores no
exime de responsabilidad, se logrará que agentes de la fuerza pública disminuyan sus
prácticas en contra de la vida y la integridad de las personas.
En lo que respecta a la igualdad ante la ley, se prohíbe expresamente toda
discriminación por razón de etnia, orientación sexual, estado de salud, discapacidad o
diferencia de cualquier otra índole (Art. 23, numeral 3). Al incluir la prohibición de
discriminación por estas causas que no estaban explícitamente señaladas en la anterior
Constitución, se amplía el campo de protección a los derechos de grupos vulnerables
como las minorías étnicas, homosexuales y lesbianas, personas que enfrentan
discriminación por enfermedades como el SIDA y las personas discapacitadas. Al
añadirse también la frase «o diferencia de cualquier otra índole" la Constitución está
acorde con lo prescrito en los tratados internacionales de derechos humanos como la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 1. 1) y el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos (artículo 2.1) que prohíben la discriminación por «
cualquier otra condición social".
A este respecto, es importante resaltar que con anterioridad a la reforma constitucional
arriba citada, se logró la despenalización del homosexualismo como delito. El Tribunal
Constitucional, mediante Resolución No. 106, (R.O. 203, 27 noviembre de 1997),
suspendió los efectos del artículo 516 del Código Penal que reprimía el
homosexualismo, por considerarlo discriminatorio en razón de la orientación sexual y
contrario a los Pactos Internacionales de Derechos Humanos.
- Se añade a la prohibición de la esclavitud y la servidumbre la prohibición del tráfico
de seres humanos en todas sus formas y el hecho de que «nadie podrá ser obligado a
hacer algo prohibido o a dejar de hacer algo no prohibido por la ley" (Art. 23, numeral
4), aspectos que se incluyen por primera vez en la norma constitucional. En este mismo
tema de la libertad individual se añade el derecho a "desarrollar libremente su
personalidad, sin más limitaciones que las impuestas por el orden jurídico y los
derechos de los demás" (artículo 23, numeral 5), incorporando uno de los derechos
fundamentales consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros
tratados internacionales.
Se introduce también el derecho a elegir los bienes y servicios con libertad (Art. 23,
numeral 7). Sobre este aspecto, la nueva Constitución incluye en un acápite especial los
derechos de los consumidores (Art. 92), en el cual se dispone que por ley especial se
establecerán los mecanismos de control de calidad, los procedimientos de defensa del
consumidor, la reparación e indemnización por deficiencias, daños y mala calidad de
bienes y servicios y por la interrupción de los servicios públicos no ocasionados por
catástrofes, caso fortuito o fuerza mayor y las sanciones por la violación de estos
derechos. Estas garantías tampoco estaban reconocidas por la anterior Constitución y,
por ello, su introducción permitirá una mayor protección a los ciudadanos,
principalmente cuando se interrumpen los servicios públicos básicos por huelgas y

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paros de empleados del sector público, lo que trae consecuencias graves en la atención
de los sectores más desprotegidos.
Se incluye en las reformas el derecho a fundar medios de comunicación social y a
acceder, en igualdad de condiciones, a frecuencias de radio y televisión (artículo 23,
numeral 10). Con ello se disminuye la discriminación que se generaba por posición
económica o política en acceder a este derecho.
En cuanto a la libertad de conciencia y de religión, se ha añadido entre las limitaciones
para ejercer este derecho el respeto a la diversidad y a la pluralidad, (artículo 23,
numeral 11) a parte de las que se mencionaban en la anterior Constitución: la seguridad
y los derechos de los demás. Se ha suprimido aquella limitación que hacía relación con
la "moral pública", pues se consideraba que esta afirmación abarcaba aspectos muy
subjetivos que podrían afectar al real ejercicio de la referida garantía constitucional.
Se mantiene el derecho de petición (Art. 23, numeral 15), destinado a dirigir quejas y
peticiones a las autoridades y de obtener respuesta en un plazo adecuado. Se ha
suprimido la frase «y conforme a la Ley", que restringía notablemente su ejercicio, ya
que se lo sometía a la discrecionalidad de los funcionarios públicos amparados en leyes
secundarias.
Se ha suprimido la excepción, señalada en la Constitución anterior, a la prohibición de
declarar sobre las convicciones políticas o religiosas, que decía «salvo en los casos
previstos por la Ley", pues se ha estimado que para fines de investigación judicial nada
tiene que ver la religión o la ideología política de los ciudadanos y, con ello, se ha
logrado una mayor protección de esta garantía fundamental. Igualmente sobre este tema,
se ha añadido que "no se podrá utilizar la información personal de terceros sobre sus
creencias religiosas y filiación política, ni sobre datos referentes a salud y vida sexual,
salvo para satisfacer necesidades de atención médica' (artículo 23, numeral 21). Con
ello se evita crear prejuicios que discriminen a las personas por su orientación sexual o
por su condición de salud. Otra reforma conexa con esta nueva norma reconoce el
Derecho a tomar decisiones libres y responsables sobre su vida sexual" (artículo 23,
numeral 25).
Se ha introducido en las nuevas reformas el derecho a la identidad, de acuerdo con la
ley (artículo 23, numeral 24), cumpliendo con ello la disposición del artículo 18 de la
Convención Americana (derecho al nombre). Esta disposición reconoce por tanto el
derecho de los menores a un nombre y apellido y lo garantiza constitucionalmente.
Debido a la lentitud de la administración de justicia ecuatoriana se han incorporado dos
derechos adicionales en la nueva Constitución que antes no estaban consagrados: el
derecho a la seguridad jurídica y el derecho al debido proceso y a una justicia sin
dilaciones (artículo 23, numerales 26 y 27). Este reconocimiento expreso concede a
estas prerrogativas una mayor jerarquía e importancia legal, pues la garantía de un juicio
sin dilaciones estaba únicamente reconocida en leyes secundarias.
En lo que respecta a las garantías del debido proceso, la nueva Constitución incorpora la
aplicación de "sanciones alternativas a las penas de privación de la libertad, de
conformidad con la naturaleza de cada caso, la personalidad del infractor y la
reinserción social del sentenciado" (artículo 24, numeral 3). Con esta innovadora
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disposición se podrá lograr una verdadera rehabilitación del procesado y la reducción de
la masificación de las cárceles en el país. Obviamente para ello será necesaria una
reforma sustantiva a las normas especiales (Código de Ejecución de Penas), pero
mientras tanto y, de acuerdo con los principios constitucionales arriba citados, los jueces
deberán aplicar estas reformas de manera obligatoria, ya que las normas
constitucionales no pueden estar sujetas para su cumplimiento a la falta de ley,
requisitos o condición alguna.
Otra reforma de capital importancia en cuanto a las garantías del debido proceso
dispone que "toda persona, al ser detenida, tendrá derecho a conocer en forma clara las
razones de su detención, la identidad de la autoridad que la ordenó, la de los agentes que
la llevan a cabo y la de los responsables del respectivo interrogatorio» (artículo 24,
numeral 4, inciso primero). También se ha incorporado la obligación de ser informada
de su derecho a permanecer en silencio, a solicitar la presencia de un abogado y a
comunicarse con un familiar o con cualquier persona que indique y se determina la
sanción a quien haya detenido a una persona, con o sin orden escrita del juez, y no
justifique haberla entregado inmediatamente a la autoridad competente (artículo 24,
numeral 4, inciso segundo). Estas reformas facilitan, en primer lugar, que en el caso de
abuso de poder y de violaciones a los derechos de los detenidos, los afectados puedan
iniciar los procesos respectivos contra los agentes involucrados, pues, en una buena
parte de casos, la falta de identificación de los miembros de la fuerza pública ha
incidido en la impunidad de las violaciones. En segundo lugar, por primera vez, se
reconoce el derecho a guardar silencio que no estaba incorporado en el ordenamiento
interno y se fortalece el derecho de comunicarse con un abogado, familiar o conocido,
pues, esta prerrogativa estaba consagrada en las leyes especiales. En tercer lugar,
aunque la obligación de entregar inmediatamente al detenido a la autoridad competente
está reconocida en las leyes respectivas, la práctica de mantener incomunicada a la
persona para fines de investigación, antes de entregarlo al juez competente, generó que
se incorpore esta obligación de manera constitucional. Para el efecto, esta última
obligación se ve reforzada con aquella reforma que señala "que nadie podrá ser
incomunicado" (artículo 24, numeral 6), suprirniéndose la posibilidad que existía antes
de mantener incomunicada a la persona por veinticuatro horas.
Debido a las graves violaciones a los derechos humanos que se han cometido a causa de
la práctica casi generalizada de la prisión preventiva de manera indefinida mientras dura
el proceso penal, la Constitución vigente ha incorporado una ejemplar reforma que
dispone que "la prisión preventiva no podrá exceder de seis meses, en las causas por
delitos sancionados con prisión, ni de un año, en delitos sancionados con reclusión Si se
excedieren esos plazos, la orden de prisión preventiva quedará sin efecto, bajo la
responsabilidad de un juez que conoce la causa» (artículo 24, numeral 8).
Esta reforma guarda concordancia con la disposición transitoria vigésima octava de la
Constitución vigente, según la cual, los sindicados por delitos reprimidos con prisión
que se encuentren actualmente detenidos por más de un año, sin sentencia, obtendrán su
inmediata libertad, sin perjuicio de la continuación de las causas penales hasta su
terminación. Además la norma dispone que el Consejo Nacional de la Judicatura
sancionara a los jueces que hayan actuado negligentemente en los juicios respectivos.
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Gracias a esta disposición constitucional se ha logrado la libertad de un gran número de
procesados y la disminución de la aglomeración en las cárceles. Sin embargo, falta aún
la debida conciencia en los jueces para cumplir con la norma prevista en el artículo 24,
numeral 8, en lo que se refiere a la prisión preventiva para los delitos sancionados con
reclusión (entre los que se encuentra el delito por narcotráfico), a fin de que la prisión
preventiva no exceda del plazo de un año y, si así ocurriere, quedará sin efecto. Por ello,
es prioritaria la independencia total de los jueces del sistema policial que, en muchas
ocasiones y principalmente en los casos de narcotráfico, cuestiona a aquellos
magistrados que, cumpliendo con las normas constitucionales, culminan los procesos de
conformidad con los plazos legales.
Se mantiene la importante garantía que establece la carencia de eficacia probatoria de
los actos judiciales o administrativos en los que el detenido haya sido interrogado sin la
presencia de un abogado particular o nombrado por el Estado (artículo 24, numeral 6).
Esta norma, como bien lo reconoció la propia Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, incide en la reducción de la tortura y de prácticas crueles, inhumanas o
degradantes por parte de los agentes policiales durante los interrogatorios.
Se ha incorporado al derecho de defensa, la obligación del Estado de establecer
defensores públicos para el patrocinio de las comunidades indígenas, de los
trabajadores, de las mujeres y de los menores de edad abandonados o víctimas de
violencia intrafamiliar o sexual, y de toda persona que no disponga de medios
económicos. Con ello se cumple, aunque sea teóricamente, una de las Recomendaciones
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su Informe sobre el Ecuador
de 1996, que sugería la acción de los defensores públicos en la defensa de los grupos
más vulnerables y la obligación del Estado de incrementar el número de estos
funcionarios a nivel nacional. Sobre este aspecto, el Estado ha encontrado dificultades
de índole económica para cumplir con el incremento planteado.
Otra norma que no se consagraba en la Constitución anterior hace referencia al derecho
de toda persona a ser oportuna y debidamente informada en su lengua materna de las
acciones iniciadas en su contra (artículo 24, numeral 12). Con ello se concede a las
minorías y grupos étnicos que hablan una lengua distinta a la oficial una mayor
protección de sus derechos al permitirse que su defensa se realice en su propia lengua,
lo que incidirá en la disminución de la discriminación que por esta condición ocurre
comúnmente en la administración de justicia.
Por primera vez se introduce en la Constitución el principio de motivar o fundamentar
las resoluciones de los poderes públicos (artículo 24, numeral 13), que está consagrado
en leyes secundarias. De igual manera se incluye la invalidez de las pruebas obtenidas o
actuadas con violación a la Constitución o a la ley (artículo 24, numeral 14) y el acceso
de las partes a los documentos relacionados con el proceso judicial, principalmente a los
interrogatorios de testigos y peritos, que tienen la obligación de comparecer ante el juez
y responder las preguntas que se les formulen (artículo 24, numeral 15). Estas reformas
inciden en una mejor y más efectiva defensa de los procesados, al establecer la
posibilidad que conozcan el contenido de todos los documentos del juicio.
11.3. LOS DERECHOS POLÍTICOS EN LA NUEVA CONSTITUCIÓN

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En lo que respecta a los derechos políticos se han incorporado algunas normas
interesantes:
- Se ha añadido un nuevo derecho a la gama de derechos políticos reconocidos en favor
de los ciudadanos: el de revocar el mandato que confieran a los dignatarios de elección
popular (artículo 26). Este derecho surge luego de los acontecimientos políticos que
vivió la Nación en febrero de 1997. Su reconocimiento concede a los ciudadanos un
control político sobre sus gobernantes sumamente importantes, que antes no existía,
limitado por los requisitos que señale la propia Constitución y la ley.
- En cuanto al derecho al voto se introduce por primera vez la posibilidad de que los
ecuatorianos domiciliados en el exterior puedan elegir Presidente y Vicepresidente de la
República, en el lugar de su registro o empadronamiento. Se incluye, además, que los
derechos políticos se suspenden por interdicción judicial o sentencia que condene a pena
privativa de la libertad, mientras subsistan. (Artículos 27 y 28).
- Se incorpora por primera vez de manera expresa como derecho constitucional, el de
los extranjeros a solicitar asilo (artículo 29), prerrogativa que estaba respaldada por las
Leyes y Reglamentos Especiales y por los convenios internacionales sobre la materia,
de los cuales el Ecuador es Estado Parte.
II.4. LOS DERECHOS ECONÓMICOS, SOCIALES Y CULTURALES EN LA
NUEVA CONSTITUCIÓN
- En cuanto al derecho de propiedad, se añade que el reconocimiento a la propiedad
intelectual (que ya se había consagrado en la Constitución anterior, artículo 22, numeral
18) se lo hará también de conformidad con los convenios y tratados internacionales
vigentes, a más de lo dispuesto en la ley (artículo 30, inciso tercero). Esta reforma
guarda conformidad con los artículos 18 y 274 de la Constitución vigente que conceden
igual jerarquía a las normas constitucionales y a los tratados internacionales en cuanto a
su aplicabilidad en el ordenamiento interno, como ya nos referimos con anterioridad.
- Por primera vez se incluye como norma constitucional la igualdad de derechos y
oportunidades de mujeres y hombres en el acceso a recursos para la producción y en la
toma de decisiones económicas para la administración de la sociedad conyugal y de la
propiedad" (artículo 34), ya que el igual acceso en la administración de la sociedad
conyugal ya se había consagrado en las reformas del Código Civil de 1989, pero no con
la amplitud que se establece en esta reforma, al incorporar también el acceso igualitario
a la producción y a la propiedad.
- A la norma que consagra el derecho de los trabajadores a la huelga, se añade un inciso
que prohíbe '7a paralización, a cualquier título, de los servicios públicos, en especial de
salud, educación, justicia y seguridad social; energía eléctrica, agua potable y
alcantarillado; procesamiento, transporte y distribución de combustibles, transportación
pública y telecomunicaciones. La ley establecerá las sanciones pertinentes» (artículo 35,
numeral 10, inciso tercero). Esta reforma ya fue incluida en la anterior Constitución
pero se le han incorporado los sectores de justicia y seguridad social y la denominación
de servicio "público», que en la referida reforma no estaba explícita, por lo que podía
interpretarse que a los trabajadores del sector privado encargados de estos servicios se
les prohibía también dicha paralización. Esta limitación al derecho de huelga en el
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sector público guarda concordancia con el artículo 92 de la actual Constitución que
dispone la imposición de sanciones a los empleados y reparaciones a favor de los
ciudadanos y consumidores, por la interrupción de servicios públicos que no haya
ocurrido por caso fortuito o fuerza mayor. Con ello se resuelve un tema que había
causado mucho debate en la sociedad ecuatoriana, en el sentido de que si por
salvaguardar el derecho a la huelga de los empleados públicos se podía sacrificar el
derecho de la salud, y en ocasiones extremas el de la vida y de la integridad física,
principalmente, de las personas individualmente consideradas y de menores recursos
económicos que no tienen otra alternativa que acudir a los servicios públicos que brinda
el Estado.
Otra interesante disposición en cuanto al derecho al trabajo, es aquella que cambia
sustantivamente la norma anterior, según la cual, el Estado únicamente se obligaba a
"mejorar las condiciones de trabajo de las mujeres» y se incorpora la obligación clara y
precisa de "propiciar la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, en igualdad
de derechos y oportunidades, garantizándole idéntica remuneración por trabajo de igual
valor» (artículo 36, inciso primero). Aunque la doctrina es unánime en cuanto a que la
mujer tiene iguales derechos y oportunidades para obtener una idéntica remuneración,
este aspecto aún no estaba reconocido en la Constitución ni en las leyes secundarias, por
lo que esta reforma es un paso adelante en el cumplimiento de los tratados
internacionales de derechos humanos.
Igualmente el artículo 36 de la nueva Constitución (inciso segundo), incorpora no sólo
el respeto a los derechos laborales, sino también a los derechos reproductivos de las
mujeres para mejorar sus condiciones de trabajo y su acceso a los sistemas de seguridad
social, añadiendo como sector de máxima protección en este aspecto a la madre no sólo
en estado de gestación, sino en período de lactancia y a la mujer del sector artesanal, a
más de los otros grupos que ya estaban reconocidos en la anterior Constitución (mujer
del sector informal, jefa de hogar y viuda). El reconocimiento de los derechos
reproductivos se entiende como el respeto que merece toda mujer en tomar decisiones
libres y responsables sobre su vida sexual, sin ser coaccionada por su pareja. Este
aspecto guarda relación con el artículo 23, numeral 25 de la actual Constitución que
consagra precisamente el derecho arriba citado.
Por primera vez se reconoce en el ordenamiento jurídico interno al trabajo doméstico no
remunerado como labor productiva, (artículo 36, inciso tercero), pues la anterior
Constitución ya señalaba que "el trabajo del cónyuge o conviviente en el hogar, será
tomado en consideración para compensarle equitativamente, en situaciones especiales
en que aquél se encuentre en desventaja económica." Lo anterior implica que no sólo el
trabajo de la mujer dentro del hogar sino también del hombre puede ser reconocido,
especialmente si el cónyuge que lo realiza está en desventaja económica respecto al
otro. El cumplimiento de esta importante reforma constitucional significará no
solamente la modificación de normas legales internas, sino de concepciones socio-
culturales muy arraigadas en la mentalidad de los individuos, hombres y mujeres.
En cuanto a los derechos de la familia, la nueva Constitución por fin establece una
igualdad plena entre el matrimonio formal y la unión de hecho, al incluir que la familia
"se constituirá por vínculos jurídicos o de hecho y se basará en la igualdad de derechos
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y oportunidades de sus integrantes" (artículo 37, inciso primero). Al incorporar por
primera vez la igualdad de oportunidades se fortalece la doctrina que en ese sentido se
ha venido defendiendo en el ámbito interno, principalmente por los movimientos de
mujeres y niños, al mismo tiempo que se reconoce constitucionalmente que la unión de
hecho constituye también una familia y que, por ende, tiene los mismos derechos y
obligaciones que el matrimonio formal. Así lo dispone el artículo 38 de la nueva
Constitución añadiendo que en esta igualdad se incluye también lo relativo a la
presunción legal de paternidad y -a la sociedad conyugal; suprimiendo con ello las
limitaciones que existían para la unión de hecho en la anterior norma constitucional que
únicamente reconocía los derechos de establecer una sociedad de bienes "y en cuanto
fuere aplicable", pero no se mencionaba la igualdad en todos los derechos en relación
con el matrimonio formal. Igualmente el inciso segundo del referido artículo incluye la
protección que merecen las mujeres jefas de hogar. Esta importante reforma incidirá
notablemente en la protección, sobre todo, de los menores que nacen en uniones de
hecho y de mujeres que son abandonadas por sus convivientes con la idea de que la
unión de hecho no tiene ningún efecto jurídico, en caso de separación, principalmente
en lo relativo a la presunción de paternidad.
Se incluye como obligación del Estado, por primera vez, informar, educar y proveer los
medios que coadyuven al ejercicio del derecho de maternidad y paternidad
responsables, es decir, en ayudar a los progenitores en decidir sobre el número de hijos
que puedan criar. Nótese que se incluye la palabra «maternidad responsable", lo que
implica no sólo el reconocimiento de igualdad de responsabilidades entre la madre y el
padre, sino de la jefatura de hogar femenina que en el Ecuador alcanza índices elevados.
Por fin se suprime del vocablo constitucional las palabras 11 autoridad paterna" ' que ha
llevado a considerar que los padres tienen derecho a maltratar a sus hijos en aras al
cumplimiento de esta frase, al introducirse que el Estado protegerá a las madres, a los
padres y a quienes sean jefes de familia, en el ejercicio de sus obligaciones. En su lugar
se habla de "corresponsabilidad paterna y materna y deberes y derechos recíprocos entre
padres e hijos" (artículo 40). En esta misma norma se señala que no se considerarán
antecedentes de adopción, para que los hijos tengan los mismos derechos. La anterior
norma hacía referencia únicamente a la filiación. El inciso segundo del presente artículo
conserva una disposición que ha permitido la disminución del número de abortos
practicados por madres solteras, ya que dispone que al «inscribir el nacimiento no se
exigirá declaración sobre la calidad de la filiación y en el documento de identidad no se
hará referencia a ella." Esta norma está acorde con las reformas al Código de Menores
de 1992, según las cuales, todo niño tiene derecho a ser inscrito con un nombre
inmediatamente en el Registro Civil, por su madre, con el apellido de ella o del supuesto
padre, independientemente de que luego se inicie el juicio de reconocimiento de
paternidad.
En los mismos derechos de la familia se dispone que el Estado, a través del organismo
especializado para alcanzar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres
(Consejo Nacional de Mujeres, creado en 1997), incorporara el enfoque de género en
planes y programas y brindará asistencia técnica para su obligatoria aplicación en el
sector público.
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En la anterior Constitución el derecho a la salud estaba reconocido en normas dispersas
(artículo 22, numeral 15, artículo 36 y artículo 42, numeral 2), relacionadas a los
derechos civiles, a los derechos de familia y a la seguridad social. Hoy, la actual
Constitución dedica un acápite completo a este fundamental derecho, concediéndole de
esta manera una mayor importancia y vinculándolo con áreas como la protección del
medio ambiente, a fin de que su goce sea realmente efectivo. Así, la Carta Fundamental
dispone que "el Estado garantizará el derecho a la salud, su promoción y protección, por
medio del desarrollo de la seguridad alimentaria, la provisión de agua potable y
saneamiento básico, el fomento de ambientes saludables en lo familiar, laboral y
comunitario, y la posibilidad de acceso permanente e ininterrumpido a los servicios de
salud, conforme a los principios de equidad, universalidad, solidaridad, calidad y
eficiencia.7 La nueva Constitución ha añadido a estos últimos principios que ya estaban
reconocidos en la anterior, el principio de la calidad.
Sobre el mismo derecho a la salud, la actual Constitución incorpora el principio de que
los programas y acciones de salud serán gratuitos para todos y que los servicios públicos
de atención médica, lo serán para las personas que los necesiten. Por ningún motivo se
negará la atención de emergencia en los establecimientos públicos o privados. (Art. 43).
Nótese que es la primera vez que se declara de manera tan general que los servicios
públicos de atención médica serán para las personas que los necesiten, declaración que
podría llevar a interpretaciones subjetivas para el efectivo goce de este derecho. La
última frase de la citada norma guarda relación con las normas constitucionales que
prohíben la paralización de los servicios públicos, entre los cuales se encuentra la salud
y que ya se han analizado en párrafos anteriores.
Se incluye también una importante reforma que obliga al Estado a "promover la cultura
por la salud y la vida, con énfasis en la educación alimentaria y nutricional de madres y
niños, y en la salud sexual y reproductiva, mediante la participación de la sociedad y la
colaboración de los medios de comunicación social". "Adoptará programas tendientes a
eliminar el alcoholismo y otras toxicomanías". (Inciso segundo, artículo 43). Es la
primera vez que en la Constitución se dispone la participación de la sociedad civil y la
colaboración de los medios de comunicación en estos temas. Generalmente se ha
considerado que el Estado es el que debe actuar sólo sin la colaboración de la
comunidad, aunque este último aspecto ha comenzado a ser desterrado de la práctica
social, debido a que la propia sociedad civil ha tomado conciencia de que los cambios a
favor de la comunidad deben realizarse conjuntamente. Es notorio que las nuevas
normas otorgan una gran importancia a la educación sexual y reproductiva, aspecto que
concuerda con el derecho garantizado en la nueva Constitución relativo a «tornar
decisiones libres y responsables sobre su vida sexual" sobre todo cuando la falta de una
formación sexual adecuada genera problemas como los embarazos no deseados,
principalmente entre adolescentes. Por ello, la capacitación en esta temática es
prioritaria, con el propósito de que el efectivo goce del derecho a tomar decisiones sobre
su vida sexual, se lo haga, como lo dispone la Constitución, de manera responsable, sin
que cause efectos negativos, como recurrir al aborto como único recurso a la situación
planteada. Aunque las toxicomanías aún no han sido eliminadas mediante programas
concretos, se ha promulgado una reforma a la Ley sobre Sustancias Estupefacientes y

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Psicotrópicas (artículo 105, segundo inciso, R.O. 173 de 15 de octubre de 1997), según
la cual los narcodependientes o consumidores que hubieren sido capturados en posesión
de sustancias estupefacientes o psicotrópicas, destinadas para su propio consumo, serán
considerados enfermos y no podrán ser recluidos en un centro carcelario, sino sometidos
a tratamiento de rehabilitación en un centro de salud. Por su carácter especial esta
norma tendrá efecto retroactivo. Esta reforma impide que estas personas sean detenidas
o procesadas por tener únicamente la calidad de toxicómanos.
Otra reforma interesante es aquella que establece que el Estado "reconocerá, respetará y
promoverá el desarrollo de las medicinas tradicional y alternativa, cuyo ejercicio será
regulado por la ley, e impulsará el avance científico-tecno-lógico en el área de la salud,
con sujeción a principios bioéticos» (artículo 44). La norma general así expuesta,
sugeriría que la utilización de la medicina alternativa y los avances científicos en la
materia, estarían limitados a principios éticos, cuya generalidad podría crear un amplio
campo para la interpretación jurídica y moral. Sin embargo, es un gran avance el hecho
que constitucionalmente se reconozca el ejercicio de la medicina alternativa.
La anterior Constitución disponía la existencia de un sistema nacional de salud con la
participación de los sectores público y privado, norma a la cual se ha incluido la
obligación del Estado en organizarlo de manera descentralizada, desconcentrada y
participativa (artículo 45). Este añadido fortalece la importancia que la nueva
Constitución concede a la participación activa de toda la sociedad en áreas que
directamente le afectan, como son la salud y la educación.
Debido a que la falta de presupuesto fiscal ha sido una de las causas que han incidido en
la carencia de servicios públicos de salud adecuados y eficientes, principalmente a favor
de los sectores de menores recursos económicos, la nueva Constitución dispone que "el
financiamiento de las entidades públicas del sistema nacional de salud provendrá de
aportes obligatorios, suficientes y oportunos del Presupuesto General del Estado, de
personas que ocupen sus servicios y que tengan capacidad de contribución económica y
de otras fuentes que señale la Ley" (Art. 46). A su vez, el inciso segundo de la citada
norma dispone que "la asignación fiscal para salud pública se incrementará anualmente
en el mismo porcentaje en que aumenten los ingresos corrientes totales del presupuesto
del gobierno central. No habrá reducciones presupuestarias en esta materia." Sobre el
primer inciso, aún no existe la reglamentación suficiente que determine la «capacidad
de contribución económica' de los ciudadanos que podrían acceder a los servicios
públicos de salud. En la práctica, esta norma no será del todo aplicable, por cuanto los
sectores que sí tienen capacidad económica utilizan servicios de salud privados o
subvencionados, de alguna manera, a través de seguros médicos. Por tanto, quienes
accederán a los servicios públicos serán siempre personas de escasos recursos que,
precisamente, toman esta única alternativa por la gratuidad de los mismos. En cuanto al
segundo inciso de la citada norma, es de esperarse que los gobiernos de turno la
cumplan a cabalidad, aún conscientes de la crisis financiera del país, pues tienen la
obligación de priorizar los gastos, reduciendo aquellos que podrían ser suntuosos o
secundarios y manejando la política fiscal de una manera adecuada a través del cobro de
los impuestos y demás contribuciones por parte de quienes sí tienen capacidad para ello,
y no reduciendo los gastos de un derecho inalienable e impostergable, como es la salud
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de los más desfavorecidos. En todo caso, la obligación constitucional de no reducir el
presupuesto de la salud está expresamente consagrada y no puede haber excusa o
justificación que la haga pasar por alto.
Es la primera vez que en una Constitución Política del país se clasifica de manera
expresa a los sectores menos favorecidos como "grupos vulnerables" (sección Quinta,
capítulo 4, del Título l), al disponer que "en el ámbito público y privado recibirán
atención prioritaria, preferente y especializada los niños y adolescentes, las mujeres
embarazadas, las personas con discapacidad, las que adolecen de enfermedades
catastróficas de alta complejidad y las de la tercera edad.
Del mismo modo, se atenderá a las personas en situación de riesgo y víctimas de la
violencia doméstica, maltrato infantil desastres naturales o antropogénicos." (Art. 47)
La anterior Constitución reconocía derechos preferentes únicamente a los "menores",
según la denominación anterior, puesto que la actual Constitución los denomina como
"niños y adolescentes", acorde con las normas de los tratados internacionales de
protección a los niños. Se mencionaba también a las personas de la tercera edad. Ambos
grupos constaban en el acápite sobre 'Tami1W. Actualmente se han añadido más grupos
de protección que la Carta Política los considera vulnerables, por lo que esta disposición
constituye un significativo avance en la doctrina según la cual los derechos humanos
son universales, integrales y complementarios, más aún si se involucra también al sector
privado en la protección de los mismos.
Los artículos 48 y 49 de la nueva Constitución hacen referencia a la protección de los
niños y adolescentes. La anterior Constitución señalaba que los menores tienen derecho
a la protección de sus progenitores"; la nueva Carta sustituye este último término por el
de la familia" y dispone, al igual que la anterior que esta última, el Estado y la sociedad
se obligan a proteger sus derechos, pero añadiendo la promoción, con máxima prioridad
del desarrollo integral de niños y adolescentes y asegurar el ejercicio pleno de sus
derechos. En todos los casos se aplicará el principio del interés superior de los niños y
sus derechos prevalecerán sobre los de los demás" (artículo 48). Este último principio
ya constaba en la anterior Constitución; sin embargo, lo novedoso de esta norma radica
en establecer la aplicación del «interés superior" a favor de este grupo social para todos
los casos, es decir, sin dejar posibilidad alguna de excepción.
- La anterior disposición se complementa con aquella que señala que "los niños y
adolescentes gozarán de los derechos comunes al ser humano, además de los específicos
de su edad. El Estado les asegurará y garantizará el derecho a la vida, desde su
concepción, a la integridad física y psíquica; a su identidad, nombre y ciudadanía; a la
salud integral y nutrición; a la educación y cultura, deporte y recreación; a tener una
familia y disfrutar de la convivencia familiar y comunitaria; a la participación social, al
respeto a su libertad y dignidad y a ser consultados en los asuntos que les afecten" En
cuanto al derecho a la vida, la anterior Constitución prohibía implícitamente el aborto al
señalar que "el hijo será protegido desde su concepción" * La nueva norma explícita un
poco más su prohibición al obligar al Estado el garantizar el derecho a la vida desde su
concepción. Esta norma no limita los derechos reproductivos o sexuales de la mujer,
pues la propia Constitución vigente señala que ella tiene el derecho a tomar decisiones
libres y responsables sobre su vida sexual, por lo que no existe contradicción entre
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ambas disposiciones. Obviamente para lograr que la mujer tome decisiones
responsables sobre su vida reproductiva requiere de formación y capacitación sexual
adecuadas que el Estado y la sociedad están en la obligación de promover y que
evitarían acudir como "último recurso» al aborto. La prohibición del aborto tampoco
está en contra- posición con los pactos internacionales ya que la Convención sobre los
Derechos del Niño, señala en su artículo 6, numeral 1 que los "Estados Partes reconocen
que todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida".
La Constitución de 1996 ya establecía la gran mayoría de derechos que se citan en el
actual artículo 49. Se han añadido sin embargo, algunas novedades como el tener una
familia, acorde con la Convención de los Derechos del Niño de 1990 y el ser
consultado, ya no de acuerdo con la Ley, como lo disponía la antigua Constitución, sino
en los asuntos que les afecten. Pero lo más revolucionario es, sin duda, el conceder el
derecho a la ciudadanía a los niños y adolescentes. Esta reforma debía darse
necesariamente por cuanto la nueva Constitución en lo referente al tema de la
ciudadanía eliminó la división entre ciudadanos y no ciudadanos, y ahora lo son todos
los ecuatorianos desde su nacimiento (artículo 6) y, por ende, gozan de los derechos
establecidos en esta Constitución, entre los que se encuentran los derechos civiles y
políticos; por tanto, los niños y adolescentes pueden dirigir quejas y peticiones a las
autoridades ya que son ciudadanos y la Constitución les garantiza este derecho civil, y
lo pueden hacer por sus propios derechos o por interpuesta persona, como lo señalan las
normas que se refieren a estos recursos (hábeas corpus, hábeas data y acción de
amparo). De igual manera, y en cuanto a los derechos políticos, según estas nuevas
reformas, los niños gozan del derecho de elegir y ser elegidos, de presentar proyectos de
ley, de ser consultados, como ya se mencionó en el artículo 49, de fiscalizar los actos de
los órganos del poder público, de revocar el mandato que confieran a los dignatarios de
elección popular y de desempeñar empleos y funciones públicas. Sin embargo, la propia
norma aclara que estos derechos se ejercerán en los casos y con los requisitos que
señalan la Constitución y la ley. Por ello, en la práctica los niños no se beneficiarían de
los derechos de elegir y ser elegidos, y el de ejercer funciones públicas, ya que la propia
Constitución y leyes especiales establecen las limitaciones para ello. Pero sí tienen el
derecho a ser consultados en los asuntos que les afecten, a la libertad de expresión y
asociación, pues así lo dispone el artículo 49 de la Carta y no lo prohíben las leyes
especiales.
El artículo 50 de la Constitución vigente reconoce otros derechos más específicos a
favor de los niños y adolescentes, algunos contemplados en la anterior Carta, pero no
precisados en forma tan detallada como lo hace la actual y otros totalmente nuevos. Así,
entre el primer grupo de derechos se encuentran, por ejemplo, la protección contra el
maltrato, la violencia física o psicológica y contra la explotación laboral. En el segundo
grupo tenemos: la atención prioritaria a los menores de seis años en cuanto nutrición,
salud, educación y cuidado diario; la integración social a quienes tengan discapacidad;
la protección contra el tráfico de menores, pornografía, prostitución, explotación sexual,
uso de estupefacientes, sustancias psicotrópicas y consumo de bebidas alcohólicas; la
prevención contra la discriminación y negligencia; la atención prioritaria en casos de
desastres y conflictos armados; la protección frente a la influencia de programas o

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mensajes nocivos que se difundan a través de cualquier medio y que promuevan la
violencia, la discriminación racial o de género, o la adopción de falsos valores. Algunas
de estas normas se han adoptado como consecuencia de la suscripción por parte del
Estado de convenciones internacionales sobre estas materias. La última garantía está
acorde con las nuevas disposiciones a favor del consumidor a las que nos hemos
referido y que ampliaremos más adelante.
Por primera vez se menciona en la Constitución que los menores de dieciocho años
estarán sujetos a la legislación de menores y a una administración de justicia
especializada en la Función Judicial (artículo 5 1). Con ello, desaparecen los jueces
administrativos que se encargaban de la puesta en práctica de la legislación de menores
y se incorporan a la Función Judicial, como único sistema judicial. El anterior sistema
judicial administrativo dependía del Gobierno Central (Ministerio de Bienestar Social) y
no podía actuar con transparencia y autonomía, precisamente porque estaba supeditado
a uno de los Poderes del Estado (Ejecutivo), de manera centralizada. Se espera que en la
Función judicial y con las garantías que en aras de su independencia y autonomía se han
formulado en la Constitución de 1996 y en la actual, y en otras leyes especiales
(Reglamento del Consejo Nacional de la judicatura), se logre que la administración de
justicia de menores sea más efectiva, rápida y transparente y que, por ende, garantice el
efectivo goce de sus derechos.
El artículo 52 obliga al Estado a organizar un sistema nacional descentralizado de
protección integral para la niñez y la adolescencia, cuyo órgano rector de carácter
nacional se integrará paritariamente entre Estado y sociedad civil, y será competente
para la definición de políticas. Esta norma era necesaria por cuanto existen varios
organismos del Estado y de la sociedad civil que actualmente trabajan a favor de la
niñez, pero sin coordinación entre ellos (Ministerio de Bienestar Social, Municipios,
Consejos Provinciales, INNFA y otras ONG).
El artículo 53 garantiza constitucionalmente los derechos de los discapacitados, los
cuales ya se habían reconocido en la Ley sobre Discapacidades, (Ley No. 180, R.O. 996
de 10 de agosto de 1992). En ella se dispone la obligación de conceder ciertos
beneficios a favor de los discapacitados, como por ejemplo, construir aceras y veredas
para su circulación, y permitirles el acceso adecuado a los lugares públicos; la
obligación del sector privado de destinar un porcentaje, señalado por la ley, de puestos
de trabajo para discapacitados; así como exenciones tributarias y tarifas preferenciales
de transportación. La norma Constitucional ratifica estas disposiciones y añade que se
dará prioridad a las personas discapacitadas que se encuentren en la indigencia, para su
integración social y equiparación de oportunidades. También establece la Carta Política
el derecho a la comunicación por medio de formas alternativas. El Estado deberá tomar
medidas para que estas formas de comunicación puedan ser incorporadas también en los
programas de estudios de las escuelas y colegios a favor de estas personas, a fin de que
su integración social sea más efectiva.
Como ya se mencionó antes, la Constitución anterior reconocía la protección de las
personas de la tercera edad, pero de una manera muy tímida y superficial. La actual
Carta Política dispone que el Estado garantice a las personas de la tercera edad y a los
jubilados, el derecho a la asistencia especial que les asegure un nivel de vida digno,
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atención integral de salud gratuita y tratamiento preferente tributario y en servicios
(artículo 54). Obliga también, a más del Estado, a la familia y a la sociedad a proveer a
estas personas y a otros grupos vulnerables una adecuada asistencia económica y
psicológica que garantice su estabilidad física y mental. Estas normas coinciden con
aquellas que constan en la Ley del Anciano, (Ley No. 27, R.O. 806 de 6 de noviembre
de 199 l), en la que se consagra la prohibición de la discriminación por razones de la
edad y dispone la obligatoriedad de conceder ciertos beneficios a las personas de la
tercera edad, como el derecho a pagar únicamente el 50% de algunos servicios públicos,
tales como transporte terrestre y aéreo, y de ciertas tasas y contribuciones al Estado. En
algunos sectores del Estado y de la sociedad civil se ha cumplido con estas normas,
aunque aún no en todos, principalmente del sector privado. Incluso la propia familia da
las espaldas a sus progenitores cuando se trata de la asistencia económica y psicológica
a la que obliga la Constitución.
En cuanto al derecho a la seguridad social, la actual Constitución mantiene el principio
de la irrenunciabilidad de este derecho, pero no sólo a favor de los trabajadores, como
decía la anterior, sino de todos los habitantes y se prestará con la participación de los
sectores público y privado, de conformidad con la ley (artículo 55). Al hablar de
habitantes se entiende también a los extranjeros, ya que la anterior Carta se refería sólo
a los ecuatorianos. Esta novedosa reforma confirma el espíritu general de la nueva
Constitución de hacer participar también a la sociedad civil en la promoción de los
derechos humanos e implica que la Ley de Seguridad Social debe estar sujeta a
sustanciales cambios puesto que únicamente ha estado destinada a proteger a los
trabajadores públicos y privados. Ya en años anteriores se instituyó el seguro social
voluntario a favor de personas que habiendo prestado servicios dejaron de hacerlo y se
encontraban en la desocupación o trabajando sin relación de dependencia. Con la actual
reforma se aspira que el sistema obligatorio se amplíe a toda la población, como lo
señalaba la anterior Constitución y lo mantiene la vigente (artículo 57, inciso segundo).
Por vez primera la Constitución reconoce explícitamente un sistema nacional de
seguridad social que se regirá por los principios de solidaridad, obligatoriedad,
universalidad, equidad, eficiencia, subsidiaridad y suficiencia, para la atención de las
necesidades individuales y colectivas, en procura del bien común (artículo 56). El
principio de obligatoriedad está acorde con la reforma antes mencionada. De entre los
principios enunciados se destacan el de la eficiencia y el de la subsidiaridad. El primero
con el propósito de cambiar el «statuo-quo" que impide un servicio idóneo y efectivo y
el segundo, con el fin de que aquellas personas que económicamente puedan hacerlo,
acudan a los servicios privados, de manera subsidiaria, sin dejar de aportar al general. El
principio de la obligatoriedad ha sido el que mayor debate ha suscitado en el ámbito
político y jurídico, debido a que la deficiente prestación de servicios del seguro social
motivó a algunos sectores a que se lo introdujera como sistema voluntario y no
obligatorio, con lo que se hubiera reducido notablemente sus ingresos fiscales, en
perjuicio de los sectores económicos menos favorecidos que lo utilizan como único
medio de salud y protección social (viudez, invalidez, vejez, etc.) Quizás la reforma
administrativa que al interior de la institución del seguro social está propiciando el

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Estado logre que se cumpla el principio de eficiencia, sin desmedro de los principios de
solidaridad y obligatoriedad.
Se incluye una disposición a favor de los jubilados y personas de la tercera edad, al
obligar que sus pensiones deban ajustarse anualmente, según las disponibilidades del
fondo respectivo, que se capitalizará para garantizar una pensión acorde con las
necesidades básicas de sustentación y costo de vida (artículo 59, inciso final).
Se amplían las garantías a favor del seguro social campesino, que la anterior
Constitución no las detallaba ya que estaban consagradas en la Ley respectiva, norma en
la que se evidencia la preponderancia del principio de la solidaridad, al disponer que los
seguros públicos y privados, asegurados y empleadores aporten obligatoriamente a su
financiamiento (artículo 60).
El principio de la subsidiaridad se recoge en el artículo 61 al disponer que los seguros
complementarios estén orientados a proteger contingencias de seguridad social no
cubiertas por el seguro general obligatorio o a mejorar sus prestaciones y serán de
carácter opcional. Se financiarán con el aporte de los asegurados y administrados por
entidades públicas, privadas o mixtas, reguladas por la ley.
En cuanto al derecho a la cultura se fomenta la interculturalidad, obligando al Estado a
integrar sus políticas e instituciones, según los principios de equidad e igualdad de las
culturas (artículo 62), con lo que se reconoce expresamente la pluriculturalidad y
multietnicidad del Estado ecuatoriano y, por ende, los derechos de los pueblos indígenas
y afro ecuatorianos, principalmente. Se incluye por primera vez en una Constitución el
derecho a participar en igualdad
Las condiciones y oportunidades, en los bienes, servicios y manifestaciones de la
cultura (artículo 63).
El derecho a la educación está garantizado de manera amplia en la nueva Constitución,
añadiéndose algunas novedades: se reconoce como derecho irrenunciable de todas las
personas; deber inexcusable del Estado, la sociedad y la familia; área prioritaria de la
inversión pública; la educación promoverá el respeto por los derechos humanos y la
equidad de género e impulsará la interculturalidad, la solidaridad y la paz; el Estado
garantizará la educación para personas con discapacidad (Art. 66). Con ello, el
Gobierno deberá reformar los programas de estudio para que los derechos humanos y la
paz se introduzcan de manera transversal en todas las materias y módulos. El Plan
Nacional de Derechos Humanos prevé entre sus actividades concretas estas medidas,
que ya se han aplicado por parte del Ministerio de Educación, pero únicamente en lo
que respecta al género.
En el artículo 67 se garantiza la gratuidad de la educación pública hasta el nivel medio y
se la ha eliminado del nivel superior que sí estaba consagrada en la anterior
Constitución, por razones políticas que van en desmedro de los sectores menos
favorecidos. Para subsanar esta disminución se establece que los estudiantes en
situación de extrema pobreza recibirán subsidios específicos y que ninguna persona
podrá ser privada de acceder a ella por razones económicas, para lo cual las entidades de
educación superior establecerán programas de crédito y becas (artículo 77). Habrá que
reglamentar adecuadamente esta última disposición para garantizar los derechos de los
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sectores más empobrecidos. La obligatoriedad de la educación se mantiene hasta el
nivel básico. Se añade en esta norma el fortalecimiento prioritario de la educación en las
zonas rurales y de frontera.
Se reconoce de manera expresa, puesto que de hecho ya se habían desarrollado
iniciativas al respecto, un sistema de educación intercultural bilingüe, en el cual se
mantiene, como lo disponía la anterior Constitución, la utilización como lengua
principal la de la cultura respectiva y el castellano como lengua de relación intercultural
(artículo 69).
Al igual que el derecho a la salud, se obliga al Estado a asignar en su presupuesto un
porcentaje no menor del treinta por ciento de los ingresos corrientes totales del gobierno
central, a favor de la educación y para erradicar el analfabetismo (artículo 71). Se espera
un fiel cumplimiento de los gobiernos de esta norma constitucional. Por ello, la nueva
Carta dispone también la participación de la sociedad en su financiamiento, realizando
aportes económicos voluntarios, deducibles del pago de obligaciones tributarias,
conforme a la ley (artículo 72).
Se introducen por vez primera, entre los derechos económicos, sociales y culturales, los
de la ciencia y tecnología y de la comunicación (artículos 80 y 81). El primero se
fomentará en todos los niveles educativos para mejorar la productividad, el manejo
sustentable de los recursos naturales y satisfacer las necesidades básicas de la población.
Se reconoce el conocimiento científico ancestral colectivo. El segundo derecho, permite
el acceso a fuentes de información, a buscar, recibir, conocer y difundir información
objetiva, veraz, plural, oportuna y sin censura previa. Se garantiza también el derecho al
secreto profesional de los periodistas, conforme lo dispone la ley especial. Se prohíbe la
reserva de informaciones que reposen en los archivos públicos, excepto por razones de
seguridad nacional y otras causas establecidas en la ley. Esta última norma permite que
por razones de reserva se oculte información oficial que vaya en desmedro de los
derechos de los individuos y de la colectividad. La disposición más novedosa que está
conforme
administración y conservación de los recursos naturales renovables que se hallen en sus
tierras; ser consultados sobre pozos de explotación de esos recursos y que puedan
ejecutarlos ambiental o culturalmente, participar en sus beneficios y recibir
indemnizaciones por los perjuicios socio-ambientales que les causen; garantizar la
propiedad intelectual colectiva de sus conocimientos ancestrales; mantener, desarrollar
y administrar su patrimonio cultural e histórico; mantener sus conocimientos y prácticas
de medicina tradicional; conservar y desarrollar sus formas tradicionales de convivencia
y organización social (en la que se incluyen funciones de administración de justicia y
aplicación de normas y procedimientos propios en la solución de conflictos, de acuerdo
a sus costumbres o a su derecho consuetudinario, siempre que no sean contrarias a la
Constitución, las leyes, el orden público y los derechos humanos, Art. 191 y Art. 84,
inciso primero). Esta aclaración es muy pertinente, con el propósito de que el
reconocimiento de valores culturales no implique la violación de los derechos
fundamentales garantizados en la Constitución y en los tratados internacionales. Los
derechos colectivos así consagrados constituyen una clara aplicación de las
disposiciones del Convenio 169 de la OIT.
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El derecho de la población a vivir en un medio ambiente sano y ecológicamente
equilibrado, que garantice un desarrollo sustentable (artículo 86, inciso primero), es otro
derecho colectivo garantizado en la nueva Constitución, cuyo enunciado general estaba
ya consagrado en la anterior, habiéndose añadido la obligación del Estado de garantizar
la preservación de la naturaleza, lo cual le da mayor fuerza legal a esta obligación
contemplada en leyes especiales. Lo meritorio de la nueva Constitución es que el tema
del medio ambiente se encuentra en otras normas constitucionales como en lo referente
a los derechos de las colectividades indígena y negra, a la ciencia y la tecnología y en
las garantías civiles de los ciudadanos (Art. 23, numeral 6) y que por primera vez se lo
valora como un derecho que trasciende lo individual y afecta a la colectividad entera. El
nuevo texto conserva normas del anterior, principalmente sobre los aspectos de la
protección del medio ambiente que se consideran de utilidad pública, a los cuales se
añade la recuperación de los espacios naturales degradados que anteriores
Constituciones no la mencionaban.
Se siguen manteniendo las normas que disponen la tipificación de infracciones
administrativas, civiles y penales por acciones u omisiones contrarias a la protección del
medio ambiente (artículo 87); la prohibición de la fabricación, importación tenencia y
uso de armas químicas, biológicas y nucleares, incorporándose que el Estado normará
estas actividades (artículo 90) y su responsabilidad y obligación de indemnizar a los
particulares por los daños ambientales que les ocasione (artículo 91).
Las medidas consagradas en el artículo 89 de la nueva Carta, son realmente las
novedades en este campo, según las cuales el Estado se obliga a promover en el sector
público y privado el uso de tecnologías ambientalmente limpias y de energías
alternativas no contaminantes; a establecer estímulos tributarios para quienes realicen
acciones ambientalmente sanas; a regular la propagación, experimentación, uso,
comercialización e importación de organismos genéticamente modificados. Esta norma
está acorde con la disposición a la que ya nos referimos sobre el avance científico y
tecnológico en el área de la salud, con sujeción a principios bioéticos (artículo 45) y
establece la integridad genética de los seres humanos, de conformidad con el artículo
23, numeral 2 que prohíbe, como ya vimos, la aplicación y utilización indebida de
material genético humano.
Los derechos de los consumidores constituyen otro mérito de la nueva Constitución que
los consagra por primera vez, luego de una larga lucha de la sociedad entera a favor de
su reconocimiento y promoción. Lo interesante de esta fundamental disposición
(artículo 92), radica en establecer la responsabilidad civil y penal, no sólo para quienes
prestan servicios públicos, sino para quienes comercialicen bienes de consumo (sector
privado), que por largo tiempo se han considerado intocables y han perjudicado a la
salud e integridad física de los ciudadanos. En esta norma se promueve también la
constitución de asociaciones de consumidores y usuarios y se dispone la responsabilidad
civil del Estado por los daños que cause a los habitantes en la provisión de servicios
públicos, con lo que este derecho, así consagrado, trasciende también lo individual para
llegar a lo colectivo.

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III.GARANTÍAS INSTITUCIONALES DE LOS DERECHOS Y LIBERTADES


DEL INDIVIDUO Y DE LA COLECTIVIDAD
III.1. Recurso de hábeas data
Se conservan las reglas generales de la Constitución anterior, añadiéndose que si la falta
de atención causare perjuicio, el afectado podrá demandar su indemnización (artículo
94, inciso tercero). Esto permitirá que este derecho sea efectivamente aplicable, ya que
algunos funcionarios aún tratan de desconocer o demorar su efectivo goce. La
Constitución vigente incorpora una norma muy interesante que permite acceder a los
datos Personales que consten en los archivos sobre defensa nacional, a fin de evitar que
los derechos de los individuos sean violentados pretexto de la excepción que estaba
prevista en la Constitución anterior sobre los "documentos reservados por razones de la
seguridad nacional".
111.2. Acción de amparo constitucional (artículo 95)
Se faculta también a las colectividades a acceder a esta por intermedio de un
representante y se incluye que su trámite se lo hará de manera preferente y sumaria; que
son susceptibles de ella, no sólo las acciones sino las omisiones de una autoridad
pública, o por personas que presten servicios públicos o actúen por delegación o
concesión de aquella autoridad; y que se la interpondrá también cuando se violen
derechos consagrados en los tratados internacionales, a más de los constitucionales y
contra los particulares, cuando su conducta afecte grave y directamente un interés
comunitario, colectivo o un derecho difuso.
Esta norma amplía enormemente las posibilidades de interponer esta acción, antes
llamado recurso, exceptuándose las decisiones judiciales adoptadas en un proceso, en
virtud de que estas últimas son susceptibles de recursos judiciales específicos,
debidamente consagrados en las leyes especiales. La posibilidad de interponer la acción
contra los particulares está acorde con las facultades que se le conceden al Defensor del
Pueblo de actuar también por actos u omisiones cometidos por particulares que violen
los derechos de los individuos y de las colectividades.
Se incorpora también que la ley determinará las sanciones a las autoridades o personas
que incumplan las resoluciones dictadas por el juez en cumplimiento de esta acción, así
como a los jueces y magistrados que violen su procedimiento, el cual, se mantiene en lo
formal, como estaba en la anterior Constitución; también se faculta al juez que para su
ejecución adopte las medidas que considere pertinentes, inclusive acudir a la fuerza
pública (artículo 95, inciso 7). La nueva Constitución también incluye que no serán
aplicables las normas procesales que se opongan a la acción de amparo ni las
disposiciones que tiendan a retardar su ágil despacho. Con ello se evita que los jueces
invoquen leyes especiales y secundarias que impidan su inmediata y efectiva ejecución.
111.3. Defensoría del Pueblo (artículo 96)
Se conservan las mismas facultades que le concedía la Constitución anterior,
añadiéndose aquella que está conforme con las nuevas normas en defensa del
consumidor, que señala la facultad de observar la calidad de los servicios públicos; se

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mantienen los principios de autonomía e inmunidad, pero se añade que para su elección
se escuchará a las organizaciones de derechos humanos y sus funciones durarán cinco
anos y no cuatro, como se mencionaba en la anterior Carta, con el propósito de
concederle mayor independencia de los otros poderes del Estado que son elegidos cada
cuatro años.
111.4. Recurso de hábeas corpus (artículo 93)
El procedimiento y facultades generales se mantienen. Se ha incorporado con mucha
pertinencia el que el detenido sea presentado ante la autoridad municipal en el plazo de
veinticuatro horas desde la recepción de la solicitud, y que dicha autoridad dicte su
resolución en las veinticuatro horas siguientes. Esta reforma impide que el recurso se
demore injustificadamente. También se incluye por primera vez la responsabilidad civil
y penal el alcalde que no tramitare el recurso. Estas importantes incorporaciones
evitarán que este recurso sea desconocido por algunas autoridades municipales, como
así ha sucedido en ciertos casos.
111.5. En cuanto al Tribunal Constitucional
Para regular su trabajo se expidió la Ley de Control Constitucional (R.O. 99, 2 julio
1997). La nueva Carta Política introduce algunos cambios a las facultades del Tribunal:
- Dictaminar, de conformidad con la Constitución, tratados o convenios internacionales,
previo a su aprobación por el Congreso Nacional. Aunque esta disposición demora el
trámite para la ratificación de los tratados, se la ha establecido con el propósito de que el
contenido de estos últimos no esté en contradicción con la norma constitucional que, en
la práctica, no podría presentarse, ya que la mayoría de las actuales disposiciones
constitucionales han recogido principios y normas de los pactos internacionales de
derechos humanos, de los cuales el Estado es Parte.
- Se añade que las providencias de la Función Judicial no serán susceptibles de control
por parte del Tribunal Constitucional. El espíritu de esta norma está dirigido a
precautelar la independencia de las decisiones judiciales, precisamente ahora que los
organismos que administran justicia cuentan con garantías constitucionales y legales
que les permiten actuar con mayor diligencia y eficacia y que, por ende, ya no podrían
argumentar que dichas normas les impiden ejercer sus funciones con mayor agilidad y
equidad. Además, como todos sabemos, las providencias judiciales pueden ser
controladas y revisadas por recursos judiciales específicos señalados en la ley especial.
Esta reforma coincide con aquella disposición que fue mencionada anteriormente en el
sentido de que las providencias judiciales no serán susceptibles de la acción de amparo.
Una parte de la doctrina jurídica ha argumentado que estas normas constituyen una seria
limitación a los derechos ciudadanos, ya que un buen porcentaje de las violaciones a las
garantías fundamentales de los individuos ocurre en la administración de justicia y la
acción de amparo podría constituirse en un excelente mecanismo para cesar o remediar
las consecuencias de un acto u omisión de una autoridad judicial. Obviamente la
naturaleza jurídica del recurso impide que así suceda, ya que precisamente fue creado
para ser interpuesto ante el órgano judicial.
En cuanto a la atribución para conocer las resoluciones que denieguen el hábeas corpus,
el hábeas data y la acción de amparo, se incluye que será también ejercida por el
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Tribunal Constitucional a solicitud de las partes, a más del Defensor del Pueblo, que ya
constaba en la anterior norma. Esta disposición permite el acceso directo de los
individuos ante el Tribunal Constitucional cuando sean rechazados dichos recursos.
A la declaratoria de inconstitucionalidad, se incorpora también en la nueva Constitución
que si transcurridos treinta días desde la publicación de la resolución del Tribunal en el
Registro Oficial, el funcionario o funcionarios responsables no la cumplieren, el
Tribunal de oficio o a petición de parte, los sancionará de conformidad con la ley.
III.6 Separación M Ministerio Público de la Procuraduría General M Estado
Mediante reformas a su Ley Orgánica (R.O. 26 de 19 de marzo de 1997). Al concederle
más autonomía al Ministerio Público el patrocinio y defensa de la sociedad están mejor
garantizados, logrando que sus funciones de indagación e investigación procesal sean
más independientes de los poderes del Estado. Con las reformas la Policía Judicial, pasa
a órdenes del Ministerio público. Este objetivo también se ha fortalecido con la creación
de la Escuela de Fiscales, con sede en Quito, y extensiones en los además distritos del
país, mediante Acuerdo Ministerial No. 060, de 17 de diciembre de 1997. Igualmente, la
propia norma constitucional ha ratificado esta independencia al disponer expresamente
que "el Ministerio Público es uno, indivisible e independiente en sus relaciones con las
ramas del poder público; tendrá autonomía administrativa y económica» «Prevendrá en
el conocimiento de las causas, dirigirá y promoverá la investigación pre procesal y
procesal penal» "Para el cumplimiento de sus funciones, el Ministro Fiscal General
organizará y dirigirá un cuerpo policial especializado y un departamento médico legal"
"Vigilará el funcionamiento y aplicación del régimen penitenciario y la rehabilitación
social del delincuente y velará por la protección de las víctimas, testigos y otros
participantes en el juicio penal (artículos 217 y 219). Estas innovadoras reformas
contribuirán a que los procesos sean más diligentes y que los agentes de la fuerza
pública no se encarguen más de la investigación pre procesal, sino que su trabajo se
dirija únicamente al cumplimiento de las órdenes judiciales y del Ministerio Público en
la investigación y sanción de los delitos. Contando el Ministerio Público con personal
especializado e idóneo se reducirán notablemente prácticas violatorias de los derechos
humanos como la tortura y la desaparición forzada de personas.

IV. REFORMAS A LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA EN LA NUEVA


CONSTITUCIÓN
IV.1. Despolitización DE LA JUSTICIA, a través del último nombramiento de los
magistrados de la Corte Suprema de Justicia por parte de una Comisión Especial,
integrada por varios sectores de la sociedad civil y del Estado, y ya no por el Congreso
nacional. Esta Comisión calificó las ternas presentadas por todos sectores del país y
como resultado se nombraron 31 jueces, altamente calificados e independientes de
partidos políticos. Estos magistrados permanecerán en sus cargos por tiempo indefinido,
salvo violación de las normas constitucionales o legales.
Una reforma que fortalece la independencia de la justicia, y que se añade al principio
general de autonomía que ya estaba consagrado en la anterior Constitución, es aquella
que señala que los magistrados y jueces serán independientes en el ejercicio de su
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potestad jurisdiccional aún frente a los demás órganos de la Función judicial; sólo
estarán sometidos a la Constitución y a la ley (artículo 199, inciso segundo). A este
respecto, se sigue manteniendo la prohibición a los magistrados y jueces de ejercer la
abogacía o desempeñar otro cargo público o privado, con excepción de la docencia
universitaria, ni tampoco ejercer funciones en los partidos políticos ni intervenir en
contiendas electorales (artículo 205).
IV.2. Otro resultado de la consulta de mayo de 1997, fue la ¿reacción del Consejo
Nacional de la judicatura, que será el órgano encargado de los aspectos administrativos
y de gobierno de la Función Judicial, como el nombramiento de jueces de las Cortes y
Juzgados de instancias inferiores, y de aplicar las sanciones disciplinarias a todos los
jueces por violación de la Constitución y las leyes. Esto permitirá que los jueces de
Cortes y juzgados se dediquen exclusivamente a la administración de justicia y no a
asuntos administrativos. La estructura y funciones de este Consejo se regulan por su Ley
Orgánica que ha sido aprobada por el Congreso Nacional el 8 de enero de 1998 y
aceptada por el Ejecutivo el 23 de los mismos mes y año.
IV.3. Incorporación progresiva de los juicios orales en el sistema procesal ecuatoriano
en el plazo de cuatro años, para lo cual el Congreso Nacional reformará las leyes
necesarias y la Función Judicial adecuará las dependencias e instalaciones para
adaptarlas al nuevo sistema (Disposición transitoria vigésima séptima de la Constitución
de 1998 vigente). La falta de oralidad en las etapas procesales ha fomentado la
corrupción judicial. Con esta medida que se implementará en cuatro años, hasta que se
cuente con la infraestructura necesaria que permita que los procesos se substancien
oralmente, se generará una reducción notable de la corrupción judicial y el aumento de
la agilidad en los trámites. Esta interesante reforma se complementa con la que consta
en el artículo 194 de la nueva Carta Política, según la cual, la presentación y
contradicción de las pruebas en los procesos, se llevará a cabo mediante el sistema oral,
de acuerdo con los principios dispositivo, de concentración e inmediación.
1 IVA Como sistema alternativo, y sin perjuicio de¡ principio de la unidad jurisdiccional
que se sigue manteniendo en la nueva Constitución (artículo 191, inciso primero), se
prevé la creación, conforme a la ley, de jueces de paz, encargados de resolver con
equidad conflictos individuales, comunitarios o vecinales (artículo 191, inciso segundo).
Este sistema judicial alternativo se complementa con el procedimiento del arbitraje que
ya constaba en la Constitución anterior y con el de la mediación que sustituye a la
negociación. La instauración de jueces de paz, aliviará enormemente el trabajo de la
Función Judicial en el país, por lo que constituye un significativo aporte de la nueva
Carta Política.
IV.5. Funciones de justicia a favor de los pueblos indígenas (artículo 191, inciso cuarto)
en la que, como vimos, se aplicarán normas y procedimientos propios para la solución
de los conflictos internos, de conformidad con sus costumbres, siempre que no sean
contrarias a la Constitución y a las leyes. Es la primera vez que en el ordenamiento
jurídico interno se crea este sistema judicial especial que, a mi criterio, y siempre que no
vaya en contra de los derechos fundamentales de las personas, no afecta la unidad
jurisdiccional, sino que, por el contrario, redunda en beneficio de la agilidad procesal y

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procura disminuir la discriminación judicial a la que, comúnmente, están sometidas las
personas indígenas en la administración de justicia general.
IV.6. Se incorpora en la nueva Constitución la obligación del sistema procesal de hacer
efectivas las garantías del debido proceso y de velar por el cumplimiento de los
principios de in- mediación, celeridad y eficiencia en la administración de justicia
(artículo 192), principios que constan en las leyes especiales pero que no tenían un
reconocimiento constitucional expreso y que se complementan con aquellos que ya
estaban regulados en la Constitución anterior: simplificación, uniformidad y eficacia,
añadiéndose el de la agilidad de los trámites (artículo 193). Se mantiene la disposición
de que el retardo en la administración de justicia, imputable al juez o magistrado, será
sancionado por la ley.
IV.7. En cuanto al principio relativo a la publicidad de los Juicios, se incluye la
limitación, según la cual, no se admitirá la transmisión de las diligencias judiciales por
los medios de comunicación, ni su grabación por personas ajenas a las partes y a sus
defensores (Art. 195). Esta limitación que antes no existía, se entendería que está
destinada a precautelar las garantías de las partes; sin embargo, constituye una
limitación a la libertad de información y opinión, sobre todo cuando se tratan de juicios
que afectan los intereses de la colectividad, como los casos de corrupción, por ejemplo.
IV.8. Se mantiene el principio de que los actos administrativos generados por cualquier
autoridad de las otras funciones e instituciones del Estado, podrán ser impugnados ante
los correspondientes órganos de la Función Judicial (Art. 196).
IV.9. Una de las reformas de mayor trascendencia en el campo de la administración de
justicia es aquella que dispone que "todos los magistrados y jueces que dependan de la F
unción Ejecutiva pasarán a la Función Judicial y, mientras las leyes no dispongan algo
distinto, se someterán a sus propias leyes orgánicas Esta disposición incluye a los jueces
militares, de policía y de menores. Si otros funcionarios públicos tuvieren entre sus
facultades la de administrar justicia en determinada materia, la perderán, y se la
trasladará a los órganos correspondientes de la Función Judicial. El Consejo Nacional
de la Judicatura presentará al Congreso Nacional los proyectos que modifiquen las leyes
pertinentes, para que estas disposiciones puedan cumplirse. El personal administrativo
que actualmente labora en las cortes, tribunales y juzgados militares, de policía y de
menores, cuya estabilidad se garantiza, pasará a formar parte de la Función Judicial
(disposición transitoria vigésima sexta de la Constitución vigente). Una de las
recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su Informe
sobre la Situación de los Derechos Humanos del Ecuador de 1996, fue precisamente que
« toda persona implicada en la comisión de violaciones a los derechos humanos, sea
civil o miembro de las fuerzas de seguridad pública, debe estar sometida al proceso
apropiado en la justicia ordinaria”. La disposición transitoria arriba citada incide en el
cumplimiento de esta importante recomendación ya que una vez que el Consejo
Nacional de la judicatura envíe al Congreso Nacional los proyectos de reforma que
modifiquen las oyes respectivas, la justicia policial y militar pasará a integrar la justicia
ordinaria. Lo mismo ocurrirá con los jueces de menores que anteriormente estaban
supeditados al Ejecutivo (Ministerio de Bienestar Social).

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VOTO CONCURRENTE RAZONADO DEL JUEZ SERGIO GARCIA
RAMIREZ A LA RESOLUCION DE LA CORTE INTERAMERICANA DE
DERECHOS HUMANOS DEL 9 DE SEPTIEMBRE DE 2003, SOBRE
CUMPLIMIENTO DE SENTENCIA EN EL CASO BENAVIDES CEVALLOS.

1. La violación de derechos humanos, que entraña responsabilidad internacional


del Estado, trae consigo un “deber de justicia penal” a cargo de éste, entre otras
consecuencias correspondientes al régimen de reparaciones.

2. La afirmación de dicho deber de justicia penal apareció en las primeras


sentencias del tribunal interamericano y se ha mantenido con firmeza en la
jurisprudencia de éste. Así, desde la sentencia correspondiente al Caso
Velásquez Rodríguez se puntualizó que “el Estado está en el deber jurídico de
investigar seriamente con los medios a su alcance las violaciones que se hayan
cometido dentro del ámbito de su jurisdicción a fin de identificar a los
responsables, de imponerles las sanciones pertinentes y de asegurar a la víctima
una adecuada reparación” (Sentencia de 29 de julio de 1988, Serie C, No. 4,
párr. 174)

3. En algunas ocasiones, los Estados han manifestado que ciertos factores


derivados del Derecho nacional les impiden llevar adelante, conforme a la
sentencia de la Corte Interamericana, la investigación, el procesamiento y la
sanción de quienes resulten responsables de violaciones de derechos humanos
que constituyen delitos en los términos del propio Derecho interno.

4. A este respecto, la Corte Interamericana ha hecho notar que tales factores no


pueden impedir aquella consecuencia reparadora de la violación cometida. Esta
determinación se funda en las siguientes consideraciones: a) el Estado que
suscribe la Convención Americana sobre Derechos Humanos y acepta la
jurisdicción contenciosa de la Corte asume, en ejercicio de su soberanía,
determinadas obligaciones de carácter internacional; b) la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados, del 23 de mayo de 1969, estatuye que “(una
parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como
justificación del incumplimiento de un tratado”; y c) el artículo 2 de la
Convención Americana, bajo el epígrafe Deber de adoptar disposiciones de
derecho interno, indica que “(si el ejercicio de los derechos y libertades
(reconocidos en la Convención) no estuviere ya garantizado por disposiciones
legislativas o de otro carácter, los Estados Partes se comprometen a adoptar, con
arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las disposiciones de esta
Convención, las medidas legislativas o de otro carácter que fueren necesarias
para hacer efectivos tales derechos y libertades”.

5. Alguna vez se ha invocado, como obstáculo para atender el deber de justicia


penal al que me he referido, la existencia de normas internas de amnistía que
sustraen de la justicia penal a los responsables de violaciones de derechos
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humanos. Este argumento fue analizado y rechazado por la Corte, y a él me he
referido, coincidiendo con la resolución del tribunal interamericano, en mis
votos concurrentes a las sentencias de fondo o de reparaciones dictadas en los
Casos Loayza Tamayo, Castillo Páez y Barrios Altos.

6. En el presente caso, el Estado reconoció su responsabilidad en la desaparición y


muerte de la víctima, profesora Consuelo Benavides Cevallos (CIDH, Caso
Benavides Cevallos, Sentencia de 19 de junio de 1998. Serie C, No. 38, párr.
35). Este reconocimiento motivó una expresión de aprecio de la Corte --que es
debido destacar-- por la contribución de Ecuador a los objetivos que persigue el
sistema interamericano de protección de los derechos fundamentales de las
personas. En efecto, en la referida Sentencia se dijo que “(l) a Corte reconoce
que el allanamiento efectuado por el Ecuador y sus esfuerzos por alcanzar y
aplicar una solución amistosa, constituyen un aporte positivo al desarrollo de
este proceso y a la vigencia de los principios que inspiran la Convención
Americana sobre Derechos Humanos” (párr. 57).

7. El Estado manifestó --en escrito del 16 de abril de 1999, cuyo contenido reiteró,
en lo que respecta a este punto, el 10 de mayo de 2000 y el 15 de febrero de
2001-- que no le es posible, jurídicamente, perseguir hechos delictuosos
violatorios de derechos humanos, en virtud de que habría operado la
prescripción durante el tiempo transcurrido a partir de la realización de aquéllos,
mientras se hallaba el asunto en trámite ante las instanias internacionales. Esa
manifestación se funda en el auto motivado de la Corte Suprema de Justicia del
Ecuador, de 7 de agosto de 1998, que “declaró prescrita la acción penal”,
tomando en cuenta que el delito que se imputó al “sindicado está sancionado con
pena de reclusión, por lo que prescribe en diez años desde que se dicta el auto
cabeza de proceso”. Esto plantearía un obstáculo insalvable para el desempeño
de la potestad persecutoria del Estado en el caso concreto.

8. Conviene mencionar, a este respecto, que el propio Estado había hecho diversas
manifestaciones en torno al deber de justicia penal relacionado con este asunto, a
propósito del acuerdo de reparaciones del 20 de febrero de 1998 entre el Estado
y los padres de la víctima. Así, aquél expresó que “el proceso judicial interno
estuvo caracterizado por demoras injustificadas, tecnicismo a ultranza,
ineficiencia y denegación de justicia”, y señaló “(el) compromiso del Estado
ecuatoriano de impulsar y concluir los procesos judiciales suspendidos a causa
de la fuga de los sindicados en el crimen”, y de “patrocinar, conforme a la ley,
los acciones judiciales contra las personas responsables de delitos conexos, que
no hubieran sido sancionados. Agotará, en fin, directamente y por intermedio de
las autoridades competentes, todos los esfuerzos y medidas que procedan, con
sujeción al ordenamiento jurídico interno, para que el delito cometido (…) no
quede impune” (Caso Benavides Cevallos, Sentencia de 19 de junio de 1998,
cit., párrs. 13 y 48).

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9. Igualmente, en la audiencia celebrada en la sede de la Corte el 11 de junio
de 1998 --es decir, dos meses antes de la fecha del auto judicial en el que se
declaró prescrita la acción (supra, párr. 7)-- el representante del Estado
reconoció que éste “tiene la obligación de desplegar todos los mecanismos a su
alcance, nacionales e internacionales, en el marco de los convenios que existen,
para lograr que (las personas responsables de las violaciones cometidas) sean
nuevamente llevadas a cumplir sus condenas y (que) también toma nota de la
exhortación de sancionar a todos los demás culpables que tengan que ver con
delitos conexos, lo cual será trasladado a las autoridades pertinentes” (id., párr.
54).

10. Como se sabe, la prescripción constituye un medio de adquirir derechos o


extinguir obligaciones por el simple transcurso del tiempo. En el caso al que se
refieren la resolución de la Corte y el presente Voto, se habría extinguido la
potestad persecutoria del Estado, que nutre la pretensión correspondiente y se
encauza a través de una acción procesal. De ahí que algunos códigos y leyes
sustantivas y procesales se refieran, en la regulación de esta materia, a la
extinción de la pretensión punitiva, de la potestad persecutoria o de la acción
penal. En todo caso se trata de establecer --más allá de las precisiones técnicas
correspondientes-- que un Estado no puede ejercer su obligación persecutoria de
hechos ilícitos previstos en las disposiciones penales.

11. En la especie, los hechos violatorios se produjeron, según manifestó el propio


Estado, el 4 de diciembre de 1985; la denuncia se formuló ante la Comisión
Interamericana el 22 de agosto de 1988 y ésta abrió el caso e inició su
tramitación el 24 de octubre de 1989; la demanda fue transmitida a la Corte
Interamericana el 21 de marzo de 1996; el Estado informó, el 1 de junio de
1998, haber llegado a un acuerdo con los padres de la víctima para resolver el
litigio mediante solución amistosa; el propio Estado aceptó y reconoció, el 11 de
junio de 1998, “su responsabilidad en la desaparición y muerte” de la víctima, y
la Corte dictó sentencia el 19 del mismo mes. De todo esto resulta, pues, que se
habría extinguido la potestad del Estado --consecuente con su deber de justicia
penal-- de perseguir los delitos cometidos y sancionar a los responsables, y que
este curso del tiempo se habría producido mientras se tramitaba el procedimiento
internacional ante la Comisión Interamericana. De esta suerte, el Estado
incumpliría la obligación derivada de la Convención Americana y concretada en
la sentencia de la Corte Interamericana.

12. Es bien sabido que la prescripción no produce en forma incondicional e


inmediata los efectos liberadores de obligaciones que le son inherentes. De la
lógica de esta institución se desprende --como ha sido ampliamente reconocido
en las legislaciones nacionales-- que en determinados casos se interrumpe el
plazo de prescripción y se difieren, por lo tanto, sus efectos liberadores de una
obligación. En el orden penal, esto ocurre cuando se realiza una investigación o
se sigue un juicio para el esclarecimiento de los delitos cometidos, o bien,
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cuando existe un obstáculo procesal para la realización de las averiguaciones y
el proceso, o cuando se halla pendiente alguna instancia de cuyas decisiones
depende que el Estado pueda avanzar en la persecución penal de los hechos
punibles.

13. Carecería de lógica y conduciría a consecuencias inaceptables que el


procedimiento penal, por una parte, y el plazo de prescripción, por la otra,
corrieran en paralelo. Muy diferente sería la situación si se invocara el tiempo
corrido antes de que el Estado fuese parte de la Convención o de que hubiera
reconocido la competencia contenciosa de la Corte, estableciendo que ésta se
ejercería por hechos ocurridos a partir de la fecha en que adquiriera vigencia el
reconocimiento. En este último supuesto se suscitaría un punto de competencia
ratione temporis, que amerita un tratamiento diferente.

14. El procedimiento que se desarrolla ante las instancias internacionales en materia


de derechos humanos puede desembocar en la condena a investigar y perseguir
hechos delictuosos, entre otras consecuencias. Esta posibilidad figura entre las
expectativas jurídicas que plantea el procedimiento internacional, que carecería
de sentido y arribaría a resultados inoperantes si se cancelan, mientras aquél se
desarrolla, las posibilidades de dar cumplimiento a la sentencia que dicte el
Tribunal internacional, no obstante ser éstas obligatorias para los Estados
(artículos 67 y 68.1 de la Convención), conforme al reconocimiento soberano de
estos mismos.

15. Así las cosas, resulta evidente que se debe preservar la posibilidad de dar
cumplimiento a una sentencia condenatoria, en los términos del compromiso
contraído --y de la obligación adquirida-- por el Estado parte en el instrumento
internacional del que deriva la obligación respectiva, que abarca tanto la
remoción de obstáculos para el cumplimiento de los deberes internacionales
asumidos por el propio Estado (artículo 2 de la Convención Americana), como
la puntual observancia de la sentencia que dicte el tribunal internacional, que
forma parte de esos deberes expresamente aceptados.

16. Conviene reflexionar sobre la situación que se produciría si la prescripción


operase mecánicamente a pesar de que esté en marcha un procedimiento
internacional, no sólo en el asunto al que se refiere la resolución que examino en
este Voto razonado concurrente, sino en todos los casos que llegan al
conocimiento de la Comisión Interamericana, primero, y de la Corte
Interamericana, después. Si tal cosa ocurriera, un elevado número de asuntos
quedaría sustraído a ese conocimiento en el curso mismo de los procedimientos
correspondientes. La competencia de aquellos órganos caería en el vacío y
crecería la impunidad, amparada en supuestas prescripciones.

17. Esas consecuencias desfavorables para el sistema de protección de los derechos


humanos han preocupado y ocupado a la Corte Interamericana en múltiples
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pronunciamientos de una jurisprudencia constante. Esta ha caracterizado la
impunidad como “la falta en su conjunto de investigación, persecución, captura,
enjuiciamiento y condena de los responsables de las violaciones de los derechos
protegidos por la Convención Americana”, y también ha sostenido que “el
Estado tiene la obligación de combatir tal situación por todos los medios legales
disponibles ya que la impunidad propicia la repetición crónica de las violaciones
de derechos humanos y la total indefensión de las víctimas y de sus familiares”
(v., recientemente, la recepción de esta tesis constante en CIDH, Caso Juan
Humberto Sánchez, Sentencia de 7 de junio de 2003. Serie C No. 99, párrs. 143
y 185).

CONCLUSIONES

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Tanto el Pacto internacional de derechos civiles y políticos como la Convención
americana sobre derechos humanos recogen los principios en torno al debido proceso
legal, entre los cuales entre otros tienen fundamental importancia los siguientes:

El derecho a la jurisdicción, es decir que la víctima de una violación a sus derechos


tiene el derecho a ser oída por un tribunal competente, independiente e imparcial y a que
el proceso se decida en un plazo razonable y sin dilaciones indebidas, con las debidas
garantías de igualdad y equidad. El derecho al respeto del principio de legalidad y
retroactividad de la ley más benigna y presunción de inocencia, a contar con una
defensa adecuada y a recurrir del fallo ante un juez o tribunal superior, contando
siempre con un recurso efectivo, es decir, un recurso judicial útil, eficaz y disponible
para toda víctima de una violación de sus derechos fundamentales.

Estos principios generales han sido desarrollados más ampliamente en los Principios
básicos relativos a la independencia de la judicatura, instrumento que da las pautas del
contenido y la dimensión de las garantías judiciales.

Por ello, el juzgamiento de elementos de la fuerza pública por tribunales policiales o


militares involucrados en violaciones a derechos humanos constituye una violación de
las obligaciones internacionales que tiene el Estado del Ecuador en virtud del derecho
internacional de los derechos humanos, así como un llano y franco desconocimiento a
las reiteradas recomendaciones que durante muchos años, han venido haciendo los
organismos internacionales de protección de los derechos humanos.

De conformidad con la Convención Americana, la protección judicial debe ser


accesible, pronta y eficaz. El derecho a un proceso justo exige que la persona sea oída y
que su caso se decida dentro de un plazo razonable. Como lo ha expresado la Corte
Interamericana: "...la tolerancia del Estado a circunstancias o condiciones que impidan a
los individuos el acceder a los recursos internos adecuados para proteger sus derechos,
constituye una violación del artículo 1.1 de la Convención".11
Además, los Estados partes se han obligado, de acuerdo con el artículo 1.1 de la
Convención Americana, a proteger y asegurar el ejercicio de todos los derechos allí
consagrados "mediante medidas idóneas para que los derechos y libertades sean
efectivos en toda circunstancia".(12) Compete a los tribunales administrar la justicia y
brindar recursos eficaces en todos los casos en que se violen los derechos del individuo
reconocidos en la legislación interna o en la Convención Americana. El derecho a la
protección judicial y la función de los tribunales son de fundamental importancia.

RECOMENDACIONES

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La Comisión recomienda que el Estado tome medidas prontas y amplias para corregir la
dilación crónica que caracteriza la administración de justicia.
De acuerdo con el artículo 8.2.e de la Convención Americana, acerca del derecho de un
demandado a ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, la Comisión
recomienda que se tomen medidas para dar prioridad a la protección de este derecho por
medio de la asesoría de defensores públicos y para establecer normas que aseguren que
quienes requieren este servicio lo reciban oportunamente.
En vista de que los demandantes deben estar representados por un abogado para poder
presentar sus reclamos, debe aumentarse el número de defensores públicos disponibles
para asesorarlos, de manera tal que este servicio esté al alcance de toda persona que lo
necesite para tener acceso a la protección judicial y para defender un derecho protegido.
De acuerdo con los términos de la Convención Americana y su jurisprudencia en esta
materia, la Comisión recomienda que el Estado adopte las medidas internas necesarias
para limitar la aplicación de la jurisdicción especial de los tribunales policiales y
militares a aquellos delitos de naturaleza específicamente policial o militar, y asegure
que todos los casos de violaciones de los derechos humanos se sometan a los tribunales
ordinarios.
La Comisión reconoce los esfuerzos del Estado y lo anima para que continúe
intensificando sus esfuerzos en favor de la reforma judicial, tanto a través de medidas
internas como de la ayuda técnica y financiera que puedan brindarle las organizaciones
internacionales gubernamentales y no gubernamentales. Sin un incremento de recursos
humanos y materiales y la creación de un sistema moderno, no se podrán superar los
problemas de la administración de justicia.

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