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concebido y realizado por Carl G.Jung Ss cer Pe a as =. A Paid6és Titulo original: Man and his simbols Publicado en inglés por Anchor Books, Doubleday, Nueva York Traduccién de Luis Escolar Barefio (reproducida con autorizacién de Aguilar, S.A. de Ediciones) 1. edicion, 1995 Quedan nigurosamente prohibidas, sin la autonzacién esorita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccion total o parcial de esta obra por cualquier método o procedimento, Comprendidos la reprogratia y el tratamiento informatica, y la distnibucién de ejemplares de ella mediante alquiler 0 prestamo publicos © 1964 by J. G. Ferguson Publishing © de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paidés Ibérica, S. A., Mariano Cubi, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidés, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires ISBN: 84-493-0161-0 Depésito legal: T0-964/1995 Impreso en Espajia - Printed in Spain in por John Freeman Los origenes de este libro son lo bastante inusitados para que sean de interés y mantienen relacién directa con su contenido y con la labor que expone. Por lo cual, permitaseme contar cémo se empez6 a escribir. Cierto dia de la primavera de 1959, la British Broadcasting Cor- poration me invité a que entrevistara, en la televisién inglesa, al doc- tor Carl Gustav Jung. La entrevista tenfa que hacerse “a fondo”. Por entonces, yo sabfa muy poco acerca de Jung y su obra e inmediata- mente fui a conocerle a su hermosa residencia a orillas del lago de Zurich. Eso fue el comienzo de una amistad que significé mucho para mi y, confio, fuera agradable para Jung en los iiltimos afios de su vida, La entrevista para la television no tiene més espacio en este relato salvo que se la consideré de buen éxito y que este libro, por una casual combinacién de circunstancias, es el resultado final de aquel acontecimiento, Uno de los que vieron a Jung en la pantalla del televisor fue Wolfgang Foges, gerente de la editorial Aldus Books. Foges se habia interesado vivamente, desde su infancia, por el desarrollo de la psi- cologia moderna, cuando vivia cerca de los Freud en Viena, ¥ mien- tras observaba a Jung hablando de su vida, su obra y sus ideas, Foges reflexion qué léstima era que, mientras el esquema general de la obra de Freud era conocido de sobra por los lectores cultos en todo el mundo occidental, Jung jams habfa conseguido abrirse paso hacia el publico general y siempre se le consideré demasiado dificil para el lector popular. De hecho, Foges es el creador de El hombre y sus simbolos. Al saber por la TV que existia una célida amistad entre Jung y yo, me pregunté si querrfa unirme a sus intentos de persuadir a Jung para que expusiera sus ideas més importantes y bésicas en un lenguaje y una amplitud que resultaran inteligibles e interesantes para los lec- tores adultos pero no especializados. Acepté inmediatamente la idea y partf de nuevo para Zurich seguro de que podria convencer a Jung del valor y Ia importancia de semejante labor. Jung me escuché en su jardin durante dos horas casi sin interrupcién y después dijo no. Lo dijo de 1a forma més amable posible, pero con gran firmeza; nun- ca habfa intentado popularizar su obra y no estaba seguro de que pudiera hacerlo ahora con buen éxito; en todo caso, ya era viejo, se sentfa un tanto cansado y poco inclinado a aceptar un compromiso tan largo acerca del cual tenfa tantas dudas. Todos los amigos de Jung estarén de acuerdo conmigo en que era un hombre de lo més absoluto en sus decisiones. Sopesaba un pro- blema con cuidado y sin prisa; pero cuando daba su respuesta, co- minmente era definitiva. Regresé a Londres muy desilusionado pero convencido de que la negativa de Jung era el final de la cuestién. Asi hubiera sido a no ser por la intervencién de dos factores que yo no habfa podido prever. Uno de ellos fue la pertinacia de Foges, el cual insistié en que volviera a dirigirme a Jung antes de aceptar la derrota, El otro fue tun suceso que, cuando vuelvo a recordarlo, ajin me sigue asombrando. Como dije, el programa de televisidn se considers de muy buen éxito. Hizo que le Ilegaran a Jung muchisimas cartas de toda clase de gente, muchas de ellas de personas comunes sin conocimientos mé- dicos ni psicolégicos que se habfan sentido cautivadas por la presencia autoritaria, el humor y la encantadora modestia de este verdadero grande hombre, el cual habia entrevisto en su idea de la vida y de la persona humana algo que podria serles util. Y Jung quedé muy complacido, no solo por recibir las cartas (el volumen de su correo era siempre enorme) sino por recibirlas de gentes que, normalmen- te, no hubieran tenido contacto con él Fue entonces cuando tuvo un suefio de la mayor importancia para él (y al leer este libro, se comprendera lo importante que fue). Sofié que, en vez de estar sentado en su despacho y hablando a los grandes doctores y psiquiatras que solfan acudir de todo el mundo a verle, estaba sentado en una plaza publica y dirigiéndose a una mul- titud de gente que le escuchaba con embebida atencién y entendien- do lo que decia Cuando, una o dos semanas después, Foges renovd su ruego de que Jung se deberia encargar de un nuevo libro proyectado, no para el estudio clinico o el filosdfico, sino para el piblico general del mercado librero, Jung se dejé persuadir. Puso dos condiciones. Pri- mera, que el libro no fuera de uno solo, sino el esfuerzo colectivo de €1 mismo y de un grupo de sus mas intimos seguidores, por medio de Jos cuales habia intentado perpetuar sus métodos y sus ensefianzas. Segunda, que se me encargara a mi la tarea de coordinar la obra y de resolver todos los problemas que pudieran surgir entre los auto- res y los editores. Para que no parezca que esta introduccién rebasa los Ifmites de una modestia adecuada, me apresuraré a decir que me halagé esa se- gunda condicién, aunque comedidamente. Porque muy pronto me en- teré de que la razén por la cual me escogié Jung fue, esencialmente, 10 que me consideraba de inteligencia adecuada, pero no excepcional, y sin el menor conocimiento serio de psicologfa. As{ es que, para Jung, yo era el “lector medio” de este libro; lo que yo pudiera entender seria inteligible para todo cl que tuviera interés; donde yo me atas- cara, quizé fuera demasiado dificil u oscuro para algunos. Aunque no me sentia indebidamente halagado con esta apreciacién de mi pa- pel, no por eso dejé de insistir escrupulosamente (temo que, a veces, para exasperacién de los autores) para que todos los pdrrafos estu- vieran escritos y, si era necesario, vueltos a escribir con una claridad y una brevedad que me permitieran decit con confianza que este libro, en su totalidad, -estd destinado y ditigido al lector general y que los temas complejos de que versa estén tratados con una sencillez poco frecuente y alentadora, Después de mucha discusién, se acordé que el tema general del libro serfa el hombre y sus s{mbolos; y el propio Jung escogié a sus colaboradores en la obra: la doctora Marie-Louise von Franz, de Zu- rich, quiz4 su més {ntima confidente profesional y amiga; el doctor Joseph L. Henderson, de San Francisco, uno de los més eminentes y leales seguidores norteamericanos de Jung; la sefiora Aniela Jaffé, de Zurich, quien, ademas de ser una experimentada analista, era se- cretaria privada de Jung y su bidgrafa; y la doctora Jolande Jacobi que, después del propio Jung, es la autoridad de mayor experiencia en el circulo de Jung en Zurich. Estas cuatro personas fueron elegi- das, en parte, por su destreza y experiencia en los temas particulares que se les asignaron y, en parte, porque todas ellas tenfan la plena confianza de Jung de que trabajarian desinteresadamente, bajo sus instrucciones, como miembros de un equipo, El cometido personal de Jung era planear la estructura total del libro, supervisar y dirigir 1a obra de sus colaboradores y escribir, por su parte, el capitulo clave “Acercamiento al Inconsciente”. El tiltimo afio de su vida lo dedicé casi totalmente a este libro; y cuando murié en junio de 1961, su seccién estaba completa (de he- cho, la terminé solo unos diez dfas antes de su enfermedad final) y habia aprobado todos los borradores de los capftulos de sus colegas. Después de su muerte, la doctora Von Franz asumié toda la respon- sabilidad para la conclusién del libro, de acuerdo con las instruccio- nes expresas de Jung. Por tanto, el tema de El hombre y sus simbolos y su bosquejo fueron determinados—hasta en sus detalles—por Jung. El capftulo que Meva su nombre es obra suya y (aparte algunas eves ampliaciones editoriales pata mejorar la comprensién del lector general) de nadie més, Fortuitamente, fue escrito en inglés. Los de- més capitulos fueron escritos por los otros autores segin las instruc- ciones de Jung y bajo su supervisién, La labor final de la edicién de la obra completa, después de la muerte de Jung, Ia realiz6 la doctora Von Franz con una paciencia, comprensién y buen humor que nos dejaron a los editores y a mi mismo muy agradecidos. Por ultimo, respecto al contenido del libro: EI pensamiento de Jung transformé el mundo de la psicologfa mo- derna mas de lo que puedan comprender muchos de los que solo tie~ nen conocimientos someros. Términos tan conocidos como, p. ej., “ex travertido”, “introvertido” y “arquetipo” son todos conceptos jun- guianos, tomados y, a veces, mal usados por otros. Pero su abruma- dora contribucién a la comprensién psicolégica es su concepto del inconsciente; no (como el “subconsciente” de Freud), un mero tipo de desvin de los deseos reprimidos, sino un mundo que es precisa- mente una parte tan vital y tan real de la vida de un individuo como la consciencia, el mundo “cogitativo” del ego, ¢ infinitamente més rico. El lenguaje y la “gente” del inconsciente son simbolos, y los medios de comunicacién son los suefios. Por lo cual, el examen del hombre y de sus simbolos es, de hecho, el examen de la relacién del hombre con su propio inconsciente. Y como, segiin las ideas de Jung, el inconsciente es el gran gufa, amigo y consejero de lo consciente, este libro se refiere en los términos mas directos al estudio de los seres humanos y sus problemas espiritua- les. Conocemos el inconsciente y comunicamos con él (un servicio de doble camino) principalmente por medio de los suefios; y a lo largo de este libro (sobre todo en el capitulo del propio Jung) se encontrard ‘una notable insistencia en la importancia del soar en la vida de la persona. Serfa una impertinencia por mi parte el intento de interpretar a los lectores la obra de Jung, pues muchos de ellos, con seguridad, tendrfan mayor capacidad para comprenderla que yo mismo. Recuér- dese que mi papel era meramente el de servir de “filtro de inteligibi- lidad”, pero en modo alguno el de intérprete. No obstante, me atre~ vo a ofrecer dos puntos generales que, como profano en la materia, ‘me parecen importantes y que pudieran ayudar a otros indoctos, El primero es acerca de los suefios. Para los junguianos el suefio no es una especie de criptograma tipico que puede descifrarse mediante un glosario de significados simbéticos. Es una expresién integral, impor- tante y personal del inconsciente individual. Y es, precisamente, tan 12 real” como cualquier otro fenémeno concerniente al individuo. El inconsciente individual del sofante esté en comunicacién con el so- fiante solo para ese fin y esta seleccionando simbolos que tengan sig- nificado para el sofante y para nadie mds, Por tanto, la interpreta- cidn de los suefios, ya sea por el analista 0 por el propio sofiante, es para los psicélogos junguianos un asunto totalmente personal e in- dividual (y, a veces, también experimental y muy largo) que, en modo alguno, puede confiarse a normas empiricas. Lo contrario de esto es que las comunicaciones del inconsciente son de la mayor importancia para el sofiante—es natural que asf sea, ya que el inconsciente es, por lo menos, la mitad de su ser—y con frecuencia le ofrece consejo o gufa que no podria obtener de ningin otro origen. Asf es que, cuando describ{ el sueiio que tuvo Jung re- ferente 2 que hablaba a una multitud, no estaba describiendo. un cuadro de magia o sugiriendo que Jung probaba a echar la buena ventura. Lo que yo hacfa era volver a contar en los términos senci- Mos de la experiencia diaria cémo Jung fue “aconsejado” por su propio inconsciente que recapacitara sobre un juicio inadecuado he- cho por la parte consciente de su mente, Ahora bien: de aqui se deduce que el sofiar no es una cuestién que Jos junguianos consecuentes puedan considerar tan sencilla como una cuestién casual, Contrariamente, la capacidad para establecer co- municacién con el inconsciente es una parte de la totalidad del hom- bre, y los junguianos “ensefian” (no se me ocurre un término me- jor) a ser receptivo para los suefios, Por tanto, cuando el propio Jung se hallé frente a la decisién critica de si escribir este libro 0 no escribirlo, pudo acudir al doble recurso de su consciente y su incons- ciente para decidirse. Y en todo este libro se encontrard que al sueiio se le trata como una comunicacién directa, personal y significativa al sofiante, una comunicacién que utiliza los simbolos comunes a toda Ja humanidad, pero que los utiliza en todas las ocasiones de una for- ma completamente individual que solo puede ser interpretada con una “clave” por entero individual, El segundo punto que deseo sefialar se refiere a una caracteristica particular del método argumentativo que es comin a todos los escri- tores de este libro y, quiz4, de todos los junguianos. Quienes se han limitado a vivir totalmente en el mundo de lo consciente y rechazan Ja comunicacién con el inconsciente, se atan por las leyes de la vida consciente y convencional. Con la légica infalible (pero frecuentemen- te sin sentido) de la ecuacién algébrica, razonan con premisas supues- 13 tas para deducir conclusiones incontestables. Me parece que Jung y sus colegas, se den 0 no cuenta de ello, rechazan las limitaciones de ese método de argumentacién, No es que desdefien la légica sino que, en todo momento, parecen estar argumentando para el inconsciente y ef consciente. Su método dialéctico es simbélico y, con frecuencia, indirecto, Convencen no por medio de la luz minuciosamente enfoca- da del silogismo, sino bordeando, repitiendo, presentando una visién reiterada del mismo tema visto, cada vez, desde un Angulo ligera- mente distinto, hasta que, de repente, el lector, que en ningiin mo- mento se dio cuenta de que hubiera ninguna demostracién conclusi- va, halla que se ha apoderado, ¢ incorporado dentro de sf, de alguna verdad més amplia, Los argumentos de Jung (y los de sus colegas) se clevan en espi- ral sobre su tema como un péjaro volando en torno a un Arbol. Al principio, cerca del suelo, solo ve una confusién de hojas y ramas. Paulatinamente, segiin va ascendiendo mas y més en sus vueltas, los reiterados aspectos del érbol forman un todo y estan en relacién con Sus contornos. Algunos lectores pueden encontrar este método de argumentacién “en espiral” un tanto oscuro y hasta confuso en unas pocas paginas pero no creo que mas, Es caracteristico del método de Jung, y el lector bien pronto se vera arrastrado por él a un viaje per- suasivo y absorbente, Las diferentes secciones de este libro hablan por sf mismas y apenas necesitan introduccién mia. El capitulo de Jung introduce al lector en el inconsciente, en los arquetipos y simbolos que forman su lenguaje y en los suefios por los cuales se comunica. En el capitulo siguiente, el doctor Henderson explica la aparicién de diversos ar- quetipos en la mitologfa antigua, la leyenda popular y el ritual. pri- mitivo. En el capitulo titulado “El proceso de individuacién”, la doctora Von Franz describe el proceso por el cual el consciente y el inconsciente, dentro de un individuo, aprenden a conocerse, res- petarse y acomodarse reciprocamente. En cierto sentido, este capitu- lo no solo contiene el quid de todo el libro, sino, quizé, la filosotia de Jung acerca de la vida: el hombre se totaliza, integra, calma, se hace fértil y feliz cuando (y solo entonces) se completa el proceso de individuacién, cuando el consciente y el inconsciente ha aprendido a vivir en paz y a complementarse reciprocamente. La sefiora Jaffé, al igual que el doctor Henderson, se ocupa en demostrar el reitera~ do interés del hombre—casi una obsesién—por los simbolos del in- consciente. Tienen para él una fntima atraccién profundamente sig 14 nificativa, casi nutricia y fortalecedora, ya se produzcan en los mitos y cuentos de hadas que analiza el doctor Henderson o en las artes plas- ticas que, como demuestra la sefiora Jaffé, nos satisfacen y deleitan con la incitacién continua al inconsciente. Finalmente, debo decir unas palabras acerca del capitulo de la doctora Jacobi que, en cierto modo, se separa del resto del libro. En realidad, es el resumen de la historia clinica de un andlisis interesante y positive. Es evidente el valor de un capitulo semejante en un libro como este; sin embargo, son necesarias dos palabras de advertencia, Primero, como sefiala la doctora Von Franz, no hay lo que podria lla- marse andlisis tipico junguiano. No puede haberlo porque cada sueiio es una comunicacién individual y privada y no hay dos suefios que utilicen los sfmbolos del inconsciente de fa misma manera. Por lo cual, cada andlisis junguiano es dinico; y es erréneo tomar este, saca- do del archivo clinico de 1a doctora Jacobi (0 cualquier otro de los que haya), como “representativo” 0 “tipico”. Todo lo que se puede decir del caso de Henry y sus sueiios, a veces sombrios, es que for- ‘man un ejemplo auténtico de la forma en que el método junguiano puede aplicarse a un caso particular, Segundo, la historia completa, aun de un caso relativamente sencillo, requeriria un libro entero para contarla, Inevitablemente, la historia del andlisis de Henry se per- judiea un poco al resumirse. Las referencias, p. ej, al 1 Ching, han quedado un tanto oscuras y le dan un sabor artificioso (y para mf in- satisfactorio) de ocultismo al ser presentadas fuera de su contexto. No obstante, Hegamos a la conclusién—y estoy seguro de que el lec- tor estaré de acuerdo—de que, con las advertencias hechas, la cla ridad, por no mencionar el interés humano, del andlisis de Henry en- riquece mucho este libro. Comencé describiendo cémo Jung legs a escribir El hombre y sus simbolos. Concluyo recordando al lector la notabilidad—quizd tinica—de esta publicacién. Carl Gustav Jung fue uno de los grandes doctores de todos los tiempos y uno de los grandes pensadores de este siglo, Su finalidad fue siempre ayudar a los hombres y a las mu- jeres a conocerse a s{ mismos, de tal modo que, conociéndose y uti- lizéndose sensatamente, pudieran evar una vida plena, fértil y fe- liz. En el mismo final de su vida, que fue tan plena, fértil y feliz como jams he conocido otra, decidié utilizar la fuerza que le quedaba para dirigir su mensaje a un puiblico mds amplio que el intentado alcanzar hasta entonces. Terminé su tarea y su vida en el mismo mes. Este libro es un legado al amplio piiblico lector. 15 ‘Sumario Introduccién John Freeman 1. Acercamiento al inconsciente Carl G. Jung 2. Los mitos antiguos y el hombre moderno Joseph L. Henderson 3. El proceso de individuacién Marie-Louise von Franz 4, El simbolismo en las artes visuales Aniela Jaffé 5. Simbolos en un anilisis individual Jolande Jacobi Conclusion. La ciencia y el inconsciente Marie-Louise von Franz Notas y referencias indice Procedencia de las ilustraciones 18 104 158 230 272 304 31 316 319 HL sprwey orodi6o upesey jap equim e| ap speriue © ACERCAMIENTO AL INCONSCIENTE Carl G. Jung. 1 La importancia de los suefios El hombre emplea ia palabra hablada o es- crita para expresar el significado de lo que desea transmitir. Su lenguaye estd leno de simbolos pero también emplea con frecuencia signos 0 imdgenes que no son estrictamente descriptivos. Algunos son meras abreviaciones © hilera de iniciales como ONU, UNICEF, 0 UNESCO; otros son conocidas marcas de {4 brica, nombres de medicamentos patentados, emblemas 0 insignias. Aunque estos carecen de significado en s{ mismos, adquirieron un sig- nificado reconocible mediante el uso comtin o una intencién deliberada, Tales cosas no son simbolos. Son signos y no hacen mas que de- notar los objetos a los que estén vinculados. Lo que llamamos simbolo es un término, un nombre o aun una pintura que puede ser co- nocido en Ta vida diaria aunque posea conno- taciones especificas ademds de su significado corriente y obvio, Representa algo vago, des- conocido u oculto para nosotros, Muchos mo- numentos cretenses, por ejemplo, estén marca- dos con el dibujo de la azuela doble. Este es un objeto que conocemos, pero desconocemos sus proyecciones simbélicas. Como otro ejem- plo, tenemos el caso del indio que, después de una visita a Inglaterra, contd a sus amigos, al regresar a la patria, que los ingleses adoraban animales porque habfa encontrado Aguilas, leo- nes y toros en las iglesias antiguas. No se daba cuenta (ni se la dan muchos cristianos) de que ‘e503 animales son simbolos de los Evangelis tas y se derivan de la visién de Ezequiel y que eso, a su vez, tiene cierta analogia con el dios egipcio Horus y sus cuatro hijos. Ademés, hay objetos, tales como la rueda y la cruz, que son conocidos en todo el mundo y que tienen cierto significado simbélico bajo ciertas con- diciones, Precisamente lo que simbolizan sigue siendo asunto de especulaciones de contro- versia. As{ es que una palabra o una imagen es simbélica cuando representa algo mds que su significado inmediato y obvio. Tiene un aspec- to “inconsciente” més amplio que nunca esta definido con precisién 0 completamente ex- plicado. Ni se puede esperar definirlo o expli- carlo. Cuando la mente explora el simbolo, se ve Mlevada a ideas que yacen més alld del al- cance de la razén, La rueda puede conducir nuestros pensamientos hacia el concepto de un sol “divino”, pero en ese punto, la razén tiene que admitir su incompetencia; el hom- bre es incapaz de defini ino”. Cuan- do, con todas nuestras limitaciones intelectua- les, Hamamos “divino” a algo, le hemos dado meramente un nombre que puede basarse en un credo pero jamés en una prueba real. Como hay innumerables cosas més alld del alcance del entendimiento humano, usamos constantemente términos simbélicos para re- presentar conceptos que no podemos definir © comprender del todo. Esta es una de las ra- zones por las cuales todas las religiones em- plean lenguaje simbdlico o imagenes. Pero esta utilizacién consciente de los simbolos es solo un aspecto de un hecho psicolégico de gran importancia: el hombre también produce simbo- los inconsciente y esponténeamente en forma de suefios. No es fécil captar este punto. Pero hay que captarlo si queremos saber més acerca de las formas en que trabaja la mente humana. El hombre, como nos damos cuenta si reflexio- namos un momento, jamés percibe cosa algu- ‘na por entero o la comprende completamente. Puede ver, oft, tocar y gustar; pero hasta donde ve, cuanto oye, qué le dice el tacto y qué saborea dependen del mimero y calidad de sus sentidos. Estos limitan su percepcién del mundo que le rodea. Utilizando instrumen- tos cientificos, puede compensar parcialmente las deficiencias de sus sentidos. Por ejempio, puede ampliar el alcance de su vista con pris- miticos 0 el de su ofdo mediante amplificacién eléctrica. Pero los més complicados aparatos no pueden hacer més que poner al alcance de sus ojos los objetos distantes 0 pequefios o ha- cer audibles los sonidos débiles. No importa qué instrumentos use, en determinado punto alcanza el limite de certeza més alld del cual no puede pasar el conocimiento consciente. ‘Ademés, hay aspectos inconscientes de nues- tra percepcién de Ja realidad, El primero es el hecho de que, aun cuando nuestros sentidos reaccionan ante fenémenos reales, visuales y sonoros, son trasladados en cierto modo desde el reino de la realidad al de la mente, Dentro de la mente, se convierten en sucesos ps{qui cos cuya naturaleza iltima no puede conocer- lequierds: tres de los cuatro Evangelistas (en un relieve de la. catedeal de Chartres) aparecen como animales: el leén et Marcos, @l toro es Lucas, el dguila es Juan. Arriba También son animales tree de los hijor del dios egipcio Horus (hacia 1250 a. de C ). ‘Animales y grupos de cvstro son. simbolos 21 En muchas scciedades las representacio- nes dal sol expresan la indefimble expe- Fencia religiosa del hombre Arriba decoracién del respaldo de un trono per- teneciente als XIV a ded C El faradn éaipeio. Tut Ankh Amon. esta domimado Fun disco solar, les manos en que Finalizan les rayos ‘simbolizn el poder del sol para. dar vide lequierda un monje en el Japén dels XX reza ante lun espejo que representa al sol diving fen la religion. shintosta Derecha_atomos de tungtteno vistos con El” - i se (porque la psique no puede conocer su pro- pia sustancia psiquica. Por tanto, cada expe- riencia contiene un niimero ilimitado de factores desconocidos, por no mencionar el hecho de que cada objeto concreto es siempre desconocido en ciertos respectos, porque no podemos conocer la naturaleza tiltima de la propia materia. Después hay ciertos sucesos de los que no nos hemos dado cuenta conscientemente; han permanecido, por asf decir, bajo el umbral de la consciencia. Han ocurrido pero han sido ab- sorbidos subliminalmente, sin nuestro cono- cimiento consciente. Podemos darnos cuenta de tales sucesos solo en un momento de intui- cién o mediante un proceso de pensamiento profundo que conduce a una posterior com- Prensién de que tienen que haber ocurrido; y aunque, primeramente, podamos haber desde- fiado su importancia emotiva y vital, posterior mente surgen del inconsciente como una espe- cie de reflexién tardia. Podria aparecer, por ejemplo, en forma de suefio. Por regla general, el aspecto inconscien- te de cualquier suceso se nos revela en suefios, donde aparece no como un pensamiento ra cional sino como una imagen simbélica. Como cuestién histérica, fue el estudio de los suefios lo que primeramente facilité a los psicélogos investigar el aspecto inconsciente de los su- cesos de la psique consciente. Basdndose en esa prueba, los psicélogos su- pusieron la existencia de una psique incons- ciente, aunque muchos cientificos y filésofos niegan su existencia. Razonan ingenuamente que tal suposicién implica la existencia de dos “sujetos” o (expresandolo en frase comtin) dos personalidades dentro del mismo individuo, Pero eso es precisamente lo que representa con toda exactitud. Y una de las maldiciones del hombre moderno es que mucha gente su- fre a causa de esa personalidad dividida. En modo alguno es un sintoma patolégico; es un hecho normal que puede ser observado en todo tiempo y en cualquier lugar. No es simplemen- te el neurdtico cuya mano derecha ignora lo que hace la mano izquierda, Ese conflicto es un sintoma de una inconsciencia general que es Ja innegable herencia comin de toda la hu- manidad. El hombre fue desarrollando la consciencia lenta y laboriosamente, en un proceso que ne- cesit6 incontables eras para alcanzar el estado civilizado (que, arbitrariamente, se fecha con la invencién de la escritura, hacia el 4.000 a, de J.C). ¥ esa evolucién esté muy lejos de hallarse completa, pues atin hay grandes zonas de la mente humana sumidas en las ti- nieblas. Lo que lamamos la “‘psique” no es, en modo alguno, idéntica a nuestra consciencia y su contenido, Quienquiera que niegue la existencia del in- consciente, supone, de hecho, que nuestro co- nocimiento actual de la psique es completo. Y esta creencia es, claramente, tan falsa como la suposicién de que sabemos todo lo que hay que saber acerca del universo. Nuestra psique es parte de la naturaleza y su enigma es ili- mitado. Por tanto, no podemos definir ni la psique ni la naturaleza, Solo podemos afirmar qué creemos que son y describir, 1o mejor que podamos, cémo funcionan. Por lo cual, com- pletamente aparte de las pruebas acumuladas por la investigacién médica, hay firmes bases logicas para rechazar afirmaciones como “No hay inconsciente”. Quienes dicen tales cosas no hacen mds que expresar un anticuado “mi- sonefsmo”: miedo a lo nuevo y lo descono- cido. Hay razones histéricas para esa resistencia ala idea de una parte desconocida de la psique humana, La consciencia es una adquisicién muy reciente de la naturaleza y atin est en perfodo “experimental”, Es frdgil, amenazada por pe- ligros especificos, y facilmente dafiada. Como 2B han sefialado los antropélogos, uno de los desérdenes més comunes producidos entre los pueblos primitivos es el que Haman “la pérdida de un aima”, que significa, como la denomina- cién indica, una rotura perceptible (0, mas técnicamente, una disociacién) de la conscien- cia. Entre tales pueblos, cuya consciencia esti en un nivel de desarrollo distinto al nuestro, el “alma” (0 psique) no se considera unitaria. Muchos primitivos suponen que el hombre tie- ne un “alma selvética” ademds de la suya pro- pia, y que esa alma selvdtica est4 encarnada en un animal salvaje o en un rbol, con el cual el individuo humano tiene cierta clase de iden- tidad psiquica, Esto es lo que el eminente et- nélogo francés Lucien Lévy-Briihl lamé una “participacién m{stica”. Posteriormente, reti- 16 ese término por presiones de las criticas adversas, pero creo que sus criticos estaban equivocados. Es un hecho psicolégico muy co- nocido que un individuo puede tener tal iden- tidad inconsciente con alguna otra persona o con un objeto. Esta identidad toma diversidad de formas entre los primitivos. Si el alma selvatica es la de un animal, al propio animal se le considera como una especie de hermano del hombre. Un hombre cuyo hermano sea, por ejemplo, un cocodrilo, se supone que esté a salvo cuando nade en un rfo infestado de cocodrilos. Si el alma selvatica.es un Arbol, se supone que el Arbol tiene algo ast como una autoridad paternal sobre el individuo concernido, En ambos casos, una ofensa contra el alma selvatica se inter- Preta como una ofensa contra el hombre. En algunas tribus se supone que el hombre tiene varias almas; esta creencia expresa el sentimiento de algunos primitivos de que cada uno de ellos consta de varias unidades ligadas pero distintas, Esto significa que la psique dividual esté muy lejos de estar debidamente sintetizada; por lo contrario, amenaza frag- mentarse muy fécilmente con solo los ataques de emociones desenfrenadas. Mientras esta situacién nos es conocida por Jos estudios de los antropélogos, no es tan ajena, como pudiera parecer, a nuestra propia civilizacién avanzada, También nosotros pode- mos llegar a disociarnos y perder nuestra iden- tidad. Podemos estar pose(dos y alterados por el mal humor o hacernos irrazonables e inca- paces de recordar hechos importantes nuestros © de otros, de tal modo que la gente pregun- te: “Pero qué demonios te pasa?” Hablamos acerca de ser capaces de “dominarnos”, pero el autodominio es una virtud rara y notable. ‘sDiscclaciéns significa una etcisién en fa psique, la eval produce una neurosis Un famoso ejemplo literario de ere e: cdo es El Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1886), del escocés R. L. Stevenson. En le no: ‘ela, la «escisién> de dekyil toma Ia for. ‘ma do un cambio fisico més que (como fen ly realidad) un estado interior psl- quico. Inquierda: Mr. Hyde (de la pe licvla de 1932), ela otra mitads de Jey. { frelon que ef hombre tenfa un «al selviticas ademds de la suya propia Pégina “opueste, izqulerds: un hombre del tribu. Nyanga, del Congo, con tuna. méscare ce célao, ave con le que identifica su alma. selvética, ( Pégina opuesta, derecha: tolfonistes ‘une central. muy activa, manejendo a Ie ver muchas. lamadas. En tal teres, les “operariasxescindon> perte de. su te para concentrarse. Pero eta excsién es controleda y tem- porel, no una dlsoclacién exponténesy ‘normal. Podemos creer que nos dominamos; sin em- bargo, un amigo facilmente puede decirnos co- sas acerca de nosotros de las cuales no sabemos nada. Sin duda alguna, aun en lo que Mamamos un elevado nivel de civilizacién, la consciencia humana todavia no ha conseguido un grado conveniente de continuidad. Atin es vulnera~ ble y susceptible la fragmentacién, Esta capa- cidad de aislar parte de nuestra mente es una caracteristica valiosa. Nos permite concentrar- nos sobre una cosa en un momento determina- do, excluyendo todo lo demas que pueda re- clamar nuestra atencién, Pero hay un mundo de diferencia entre una decisién consciente de separar y suprimir temporalmente una parte de nuestra psique y una situacién en la que esto ocurra espontineamente sin nuestro co- nocimiento o consentimiento y aun contra nues- tra intencién, Lo primero es una hazafia ci- vilizada, lo dltimo una primitiva “pérdida de un alma” 0, aun, la causa patolégica de una neurosis. De este modo, incluso en nuestros dias, la unidad de consciencia es todavia un asunto dudoso; puede romperse con demasiada fa- cilidad. La capacidad de dominar nuestras emo- ciones, que pueden ser muy deseables desde nuestro punto de vista, seria una consecucién discutible desde otro punto de vista porque privarfa a las relaciones sociales de variedad, color y calor, Es ante este fondo donde tenemos que revi- sar la importancia de los suefios, esas fanta- sias endebles, evasivas e inciertas. Para expli- car mi punto de vista, desearia describir cémo se desarrollé durante un perfodo de afios y emo fui Nevado a concluir que los suefios son la fuente més frecuente y universalmente ac- cesible para la investigacién de la facuiltad sim- bolizadora del hombre. Sigmund Freud fue el precursor que primero intenté explorar empfricamente el fondo in- consciente de la consciencia. Trabajé con la presuposicién general de que Ios suefios no son algo casual sino que estén asociados con pen- samientos y problemas conscientes, Esta pre- suposicién, por lo menos, no era arbitraria, Se basaba en Ja conclusién de eminentes neurd- logos (por ejemplo, Pierre Janet) de que los sintomas neuréticos se relacionan con cierta experiencia consciente, Hasta parecen ser 20- nas escindidas de la mente consciente que, en otra ocasién y bajo circunstancias distintas, pueden ser conscientes. ‘Antes del comienzo de este siglo, Freud y Josef Breuer habfan reconocido que los sin- tomas neuréticos—histeria, ciertos tipos de do- lor, y la conducta anormal—tienen, de hecho, pleno significado simbélico. Son un medio por el cual se expresa el inconsciente, al igual que hace por medio de los suefios que, del mismo modo, son simbélicos. Un paciente, por ejem- plo, que se enfrenta con una situacién intole- rable, puede provocar un espasmo siempre que trate de tragar: “No puede tragarlo”. En situaciones andlogas de tensidn psiquica, otro pactente tiene un ataque de asma: “No pue- de respirar el aire de casa”. Un tercero sufre una peculiar pardlisis de las piernas: no puede andar, es decir, “ya no puede andar més cuarto, que vomita cuando come, “no puede digerit”, cierto hecho desagradable. Podria ci- tar muchos ejemplos de esta clase, pero tales reacciones fisicas son solo una forma en a que los problemas que nos inquietan pueden expresarse inconscientemente, Con mayor fre- cuencia, encuentran expresién en nuestros sue- fios. ( Todo psicdlogo que haya escuchado a nu- rmerosas personas contar sus suefios, sabe que Jos. simbolos del suefio tienen mucha mayor vatiedad que los sintomas fisicos de la neuro- sis, Muchas veces consisten en fantasias ela- boradas y pintorescas. Pero si el analista que se enfrenta con ese material onirico emplea la 1 Sigmund Freud (Viena). 2 Oito Rank (Viens 3 Ludwig Binswanger (Krouzlingen). 4K Bell 26 Max Ewingon (Berlin) James J Putnam. (Boston), Ernest Jones. (Toronto) Wilhelm Stekel (Viena) 9 Eugen Bleuler (Zurich) 10 Erma Jung (Kusnacht) 11 Sandor Ferenczi (Budapest) 12 € G Jung (Kusnacht) técnica primitiva de Freud de “asociacién bre”, encuentra que los suefios pueden redu- cirse, en definitiva, a ciertos tipos basicos. Esta técnica desempefié un papel importante en el desarrollo del psicoandlisis porque permitis a Freud utilizar los suefios como punto de par- ida desde el cual podfa explorarse el problema inconsciente del paciente. Freud hizo la sencilla pero penetrante ob- servacién de que si se alienta al sofiante a se- guir hablando acerca de las imdgenes de su suefio y los pensamientos que ellas suscitan en su mente, se traicionard y revelard el fondo inconsciente de sus dolencias, tanto en lo que dice como en lo que omite deliberadamente. Sus ideas pueden parecer irracionales y dispa- ratadas pero poco después es relativamente facil ver qué es lo que esta tratando de evitar, qué pensamiento o experiencia desagradable esta suprimiendo, No importa cémo trate de enmascararlo, cuanto diga apunta hacia el meo- lo de su malestar. Un médico ve tantas cosas desde el lado desagradable de la vida que, con frecuencia, se halla lejos de la verdad cuando interpreta las insinuaciones hechas por su pa- snte como signos de una consciencia turba- da. Por desgracia, lo que casualmente descubre confirma sus suposiciones. Hasta aqui, nadie puede decir nada contra la teorfa de Freud de la represién y satisfaccién de deseos como cau- sas aparentes del simbolismo de os suefios. Freud concedié particular importancia a los suefios como punto de partida de un proceso lequierda: muchor de lot grandes. pre- cursores dl psiceandlisis moderno, foto- fgrafiados en un Congreso de Pricoanslisis Celebrado en 1911 en Weimar, Alema- ria. La clave puesta al ple identifica slgunas de les figuras més importantes. Deracha* el test de elas manchas. do tinta> deado por el psiquiatra, suiz0 Hermann Rorschach. Le forme de la mancha puede servir-como extimulo pera Ia asociaesén libre; de hecho, casi toda forma regular libre puede provocar ef proceso asoclativo Leonardo da. Vict ‘seribi6 en sus Netas: «No os resultarla dificil deteneres. algunas veces y mirar las menchas de las paredes 0 las cenizas en fu0go 0 nubet © barro 0 sitios andiogos en los que... podéis encontrar ‘uténticas ideas maravilloeas.» de “asociacién libre”. Pero algin tiempo de pués, comencé a pensar que eso era una uti lizacién errénea e inadecuada de las ricas fan- tasias que el inconsciente produce durante el suefio. En realidad, mis dudas comenzaron cuando un colega me hablé de una experienci tenida durante un largo viaje en tren por Ru- sia, Aunque no sabia el idioma y, por tanto, no podia descifrar la escritura cirilica, se encon- tré meditando acerca de las extrafias letras en que estaban escritos los avisos del ferroca rril y se sumié en una divagacién en la que imaginé toda clase de significados para ellos. Una idea le condujo a otra y en su vagar mental hallé que su “asociacién libre” habia removido muchos viejos recuerdos. Entre ellos, le molesté encontrar algunos desagradables y hacfa mucho tiempo enterrados, cosas que ha- bia deseado olvidar y habia olvidado cons- cientemente, De hecho, habia legado a lo que los psicélogos Hamarfan sus complejos, es de- cir, temas emotivos reprimidos que pueden producir constante perturbacién psiquica 0 in- cluso, en muchos casos, los sintomas de una neurosis. Este episodio me abrié los ojos al hecho de que no era necesario utilizar un suefio como punto de partida para el proceso de “asocia- cién libre”, si se desea descubrir los complejos de un paciente. Me mostraba que se puede alcanzar el centro directamente desde cual- quier punto de la brifjula, Se puede comenzar desde las letras cirflicas, desde las meditacio- nes sobre una bola de cristal, un molino de : oraciones 0 aun desde una conversacién ca- sual acerca de algtin suceso trivial. El suefio no era ni més ni menos iitil a este respecto que cualquier otro posible punto de partida. Sin embargo, los suefios tienen un significado particular aun cuando, a menudo, proceden de i un trastorno emotivo en el que los complejos habituales también estan envueltos, (Los com- la psique que reaccionan répidamente a un \ estimulo externo 0 alteracién). Por eso la aso- : ciacién libre puede conducir desde cualquier | suefio a criticos pensamientos secretos. | No obstante, en este punto se me ocurrié ' que (si hasta abf estaba en lo cierto) podria | deducirse legitimamente que los suefios tienen por sf mismos cierta funcién especial y més importante, Con mucha frecuencia, los suefios tienen una estructura definida, de evidente propésito, que indica una idea o intencién sub- ' yacente, aunque, por regla general, lo ultimo no es inmediatamente comprensible. Por tan- to, comencé a considerar si se debe conceder ms atencién a la forma efectiva y contenido de un suefio que a permitir a la asociacién “libre” que conduzea por medio de un encade- namiento de ideas a complejos que podrian alcanzarse con la misma facilidad por otros medios. Este nuevo pensamiento fue un cambio de direccién en el desarrollo de mi psicotogia. Significé que paulatinamente renuncié a las demas asociaciones que alejaban del texto de un suefio. Preferf concentrarme més bien en Jas asociaciones del propio sueito, en la creen- cia de que lo tltimo expresaba algo especifi co que el inconsciente trataba de decir. El cambio de mi actitud hacia los suefios Dor dlstintor estimulos posibles de la ssociscion libre el ming de oraciones de un mendigo tibe: tano (12quierda), 0. Ia bola. de cristal de une adivinadore (dere ‘cha, una adivinadors moderna en tuna feria inglesa) acarreaba un cambio de método; la nueva tée- nica era tal que podrfa tener en cuenta los diversos y mas amplios aspectos de un sueiio. Una historia contada por la mente conscien- te tiene un principio, un desarrollo y un final Pero no sucede lo mismo en un suefio. Sus di- mensiones de tiempo y espacio son totalmen- te distintas; para entenderlo hay que exami- narlo en todos los aspectos, al igual que se puede coger en las manos un objeto descono- cido y darle vueltas y mas vueltas hasta que se conocen todos los detalles de su forma. Quizé ya haya dicho lo suficiente para mos- trar cémo se fue acrecentando mi desacuerdo con la asociacién “libre” tal como la empleé Freud al principio: yo deseaba mantenerme lo mas cerca posible del suefio mismo y excluir todas las ideas que no hicieran al caso y las asociaciones que pudiera evocar. En verdad, eso podia conducir hacia los complejos de un paciente, pero yo tenia en mi pensamiento una finalidad de mayor alcance que el descubri- iento de los complejos productores de alte- raciones neurdticas. Hay otros muchos me- dios con los cuales pueden ser identificados: los psicélogos, por ejemplo, pueden captar to- das las alusiones que necesiten utilizando los tests de asociacién de palabras (preguntando al paciente qué asocia a una serie dada de palabras y estudiando luego las respuestas) Pero para conocer y comprender el proceso vital psiquico de toda la personalidad de un individuo es importante darse cuenta de que sus suefios y sus imdgenes simbdlicas tienen un papel mucho més importante que des- empenar. Casi todo el mundo sabe, por ejemplo, que hay una inmensa variedad de imégenes con las que se puede simbolizar el acto sexual (0, podriamos decir, representarse en forma de alegoria) Cada una de esas imagenes puede conducir, por un proceso de asociacion, a la idea de relacién sexual y a complejos espect- ficos que cualquier individuo pudiera tener acerca de sus propios actos sexuales Pero tam- bién pudiera desenterrar tales complejos con un sofiar despierto ante un conjunto de indes- cifrales letras rusas. Por tanto, Hegué a la sue posicion de que un suefio contiene cierto men- saje distinto de la alegoria sexual, y que eso es asi por razones defimdas Para aciarar este punt Un hombre puede sofiar que introduce una Mave en una cerradura, que empufia un pesado bastén, 0 que echa abajo una puerta con un arete Cada una de esas cosas puede con derarse una alegorfa sexual Pero el hecho de que su mconsciente haya elegido, con ese fin, una de esas imagenes especificas—sea la lave, el baston 0 el arrete—es también de la mayor importancia, La verdadera tarea es compren- der por qué se ha preferido la lave al baston el baston al ariete Y, a veces, esto pudiera conducir al descubrimento de que no es, en definitiva, el acto sexual el que esta represen tado sino oto punto psicolégico. totalmente distinto ‘A partir de este razonamento, legué a la Una de las sncontables imagenes sims hucas 0 slogoricas del acto sexual es la ‘cara del crervoDerecha deta de un ‘cuadra. del pintor aleman dels XVI Cranach La implicacion sexual dela ‘cara del ciervo se subeaye con una cane dn popular inglesa de lo Edad Medi, titulado «El guarda Ala primera gama que dispers, falls Ya Ia segunds gama halagé ¥ bes Y la tercera huyd en el corarén de un joven Ella estd entre las hojas del verde 0 conclusion de que, para interpretar un suefio, solo deberfa utilizarse el material que forma parte clara y visible de él, El suefio tiene su propia Iimitacién. Su misma forma especifica nos dice qué le pertenece y qué nos aleja de 1 Mrentras la asociacién “hbre” nos engaiia aleyindonos de ese materral en una especie de Ifmea en zigzag, el método que desarrollé es mas semejante a una circunvalacién cuyo cen- tro es la descripeién del suefio, Trabajo en tor- no a la descripcion del sueiio y me desentien- do de todo intento que haga el sofiante para desprenderse de él. Una y otra vez, en mi labor profesional, he tenido que repetir las palabras “Volvamos a su sueiio. {Qué dice el suenio? Por ejemplo: un paciente mio sofié con una mujer vulgar, borracha y desgrefiada En el suefio, parecia que esa mujer era su esposa aunque, en la realidad, su esposa era totalmen- te distinta Por tanto, en lo externo, el suefio era asombrosamente incierto y el paciente lo rechaz6 al pronto como una tonteria sofiada, Si yo, como médico suyo, le hubiera dejado miciar_un proceso de asoctacion, inevitable- mente él habria intentado alejarse 10 més po- sible de la desagradable sugestién de su suefio. En tal caso, él hubiera desembocado en uno de sus compleyos _princrpales—posiblemente, un complejo que nada tuviera que ver con su mosomas Teds los dos. grupos. de. ere padre y otro de la med esposa—y yo no habria sabido nada acerca del significado especial de ese suefio peculiar. Entonces, {qué trataba de transmitir su in- consciente por medio de una afirmacién de falsedad tan obvia? Con toda claridad expre- saba de algiin modo la idea de una mujer de- generada que estaba intimamente relacionada con la vida del sofiante; pero puesto que la proyeccién de esa imagen sobre su esposa era injustificada y falsa en la realidad, tuve que buscar en otra parte antes de encontrar lo que Tepresentaba esa imagen repulsiva, En la Edad Media, mucho antes de que los fisidlogos demostraran que, a causa de nuestra estructura glandular hay, a la vez, elementos masculinos y femeninos en todas nasotros, se decfa que “cada hombre Ieva una mujer den- tro de sf". Este elemento femenino de todo macho es lo que he llamado el “énima”, Este aspecto “femenino” es esencialmente cierta clase inferior de relacionamiento con el con- torno y, particularmente con las mujeres, que se guarda cuidadosamente oculto a los demas asf como a uno mismo. Es decir, aunque la personalidad visible de un individuo pueda pa- recer completamente normal, también puede estar ocultando a los demds—o aun a sf mis- mo-—ta situacién deplorable de “la mujer de dentro”. Ese era el caso de mi peculiar pacientes su lado femenino no era agradable. De hecho, su sueiio le decia: cierto modo, te estas portando como una mujer degenerada”, y eso Je produjo una conmocién conveniente. (Por supuesto, un ejemplo de esta clase no puede tomarse como prueba de que el inconsciente se ocupa de dar drdenes “morales”. El sueio no le decfa al paciente que se “portara me- jor”, sino que trataba, simplemente, de equi- ibrar la naturaleza desnivelada de su mente consciente, la cual mantenfa la ficcién de que 41 era todo un perfecto caballero.) Es facil comprender por qué los sofantes tienden a ignorar, e incluso negar, el mensaje de sus suefios. La conciencia se resiste a todo lo inconsciente y desconocido, Ya sefalé la existencia entre los pueblos primitives de lo que los antropétogos Iaman “misonefsmo”, un miedo profundo y supersticioso a la novedad. Los primitivos manifiestan todas las reaccio- nes del animal salvaje contra los sucesos fu- nestos. Pero el hombre “civilizado” reacciona en una forma muy parecida ante las ideas nuevas, levantando barreras psicol6gicas para protegerse de la conmocién que le produce enfrentarse con algo nuevo. Esto puede ob- servarse fécilmente en toda reaccién indivi- dual ante sus propios suefios cuando le obli- gan a admitir un pensamiento sorprendente. Muchos precursores en filosofia, ciencia, e in- cluso en literatura, fueron vfctimas del inna- to conservadurismo de sus contemporineos. La psicologa es una de las ciencias més j6- venes; como intenta ocuparse de la labor del inconsciente, se ha encontrado inevitablemente con un misonefsmo extremado. 31 Pasado y futuro en el inconsciente Hasta ahora, he tratado de bosquejar algu- nos de los principios con los cuales afronté el problema de los suefios, pues cuando se de- sea investigar la facultad del hombre para crear simbolos, los suefios resultan el material mas bdsico y accesible para ese fin, Los dos puntos fundamentales al tratar de los suefios son: primero, el sttefio ha de tratarse como un hecho acerca del cual no deben hacerse supo- siciones previas, salvo que, en cierto modo, el suefio tiene sentido; y segundo, el suefio es una expresién especifica del inconsciente. Diffcilmente se podrian poner estos princi- pios en forma mas modesta. Por bajo que sea el concepto que se tenga acerca del incons- ciente, hay que conceder que merece inves- tigarse; el inconsciente, por lo menos, esté al nivel del piojo, que, después de todo, goza del honrado interés del entomdlogo. Si alguien con poca experiencia y conocimiento de los suefios piensa que los suefios son solo suce dos casticos sin significado, esté en libertad de pensarlo asf, Pero si damos por admitido que son sucesos normales (como de hecho lo son), entonces hay que considerar que son 0 causados—es decir, que hay una causa racio- nal de su existencia—o, en cierto modo, inten- cionados, 0 ambas cosas. Examinemos algo mas de cerca las formas en que los contenidos conscientes e incons- cientes de la mente estan ligados. Pongamos un ejemplo conocido por todos. De repente, nos encontramos que no podemos acordarnos de lo que fbamos a decir a continuacién, aun- que, un momento antes, el pensamiento era perfectamente claro. O, quizé, fbamos a hacer Ja presentacién de un amigo y se nos escapa el nombre al ir a pronunciarlo. Decimos que no podemos acordarnos; aunque, de hecho, el pensamiento se ha transformado en incons- ciente 0, al menos, ha quedado momenténea- mente separado de la consciencia, Encontra- mos los mismos fendmenos en nuestros. sen- tidos. Si escuchamos una nota continuada en el limite audible, el sonido parece interrum- pirse a intervalos regulares y comenzar de nuevo. Tales oscilaciones se deben a un de- crecimiento y crecimiento periédicas de nues- tra atencién, no a ningin cambio de la nota. Pero cuando algo se evade de nuestra cons- ciencia no cesa de existir, como tampoco un coche que desaparece al volver una esquina se diluye en el aire. Simplemente, esté fuera de nuestra vista. Al igual que, después, pode- mos volver a ver el coche, nos encontramos con Tos pensamientos que habfamos perdido durante algin tiempo. Por tanto, parte del inconsciente consiste en una multitud de pensamientos oscurecidos temporalmente, impresiones e imdgenes que, a pesar de haberse perdido, contintian influ- yendo en nuestra mente consciente, Un hombre que es distraido o abstrafdo cruza la habitacién para ir a coger algo. Se detiene aparentemente perplejo; se ha olvi- dado de lo que iba a buscar. Sus manos tan- tean entre los objetos de la mesa como si fuera un sondmbulo; se ha olvidado de su primitiva intencién; sin embargo, inconscientemente va guiado por ella. Luego se da cuenta de lo que queria, Su inconsciente se lo ha apuntado, Si se observa la conducta de una persona neurdtica, se la puede ver haciendo muchas cosas que parece realizar consciente e inten- cionadamente. Sin embargo, si se le pregun- ta acerca de ellas, se descubriré que 0 es in- consciente respecto a ellas o est pensando en otra cosa completamente distinta. Oye y no oye; ve, pero esté como ciega; sabe y es ignorante. Tales ejemplos son tan corrientes, que los especialistas pronto se dan cuenta de que los contenidos inconscientes de la mente se portan como si fueran conscientes y que, en tales casos, nunca se puede estar seguro de si el pensamiento, palabra o accién es cons- ciente 0 no lo es. Es esta clase de conducta Jo que hace que muchos médicos desechen como mentiras to- tales las afirmaciones de pacientes histéricos. Cierto es que tales personas dicen més false- dades que la mayorfa de nosotros, pero “men- tira” no es precisamente la palabra adecuada. De hecho, su estado mental produce incerti- dumbre de conducta, porque su consciencia es susceptible de eclipses impredecibles pro- ducidos por interferencia del inconsciente, In- cluso sus sensaciones téctiles pueden revelar similares fluctuaciones de conocimiento. En determinado momento, la persona histérica puede sentir en el brazo el pinchazo de una hs por todos partes» El emzonefsmos, un miedo tet las ideas nuevas, fue uno de los mayores ‘obstéculos para ‘que el publico aceptare Ia psicotogie mederna, También se opuso 2 | teoria de la evalucién de Darwin como cuando un “macstra de escuela norteamericano llamado Scopes fue pro cesado en 1925 por ensefer el evolu ionisme Pagina opuesta, fzquierda: do rante al juicio, a! abogad Clarence De" row defendiendo a Scopes, Pégina opves 1a, derecha: el propio Scopes. Igualmente fs antidarviniste el dibujo dela. ize ‘quierd, publicedo en 1861 en Io revista Ingles Punch. [El cartel dice: «zSoy tun hombre y un hermano?s]. Dereche tuna jocosa interpretacion del risonefsmo gor el humorista nerteamerieano.lomos Thurber, cuya tia (decla 6!) temi ee aguja; en el momento siguiente, puede no ad- vertirlo, Si su atencién puede enfocarse sobre cierto punto, todo su cuerpo puede quedar como anestesiado hasta que la tensién causante de ese oscurecimiento de los sentidos se re- aja. Entonces se reanuda inmediatamente la percepcién sensorial. Sin embargo, en todo momento ha estado inconscientemente atento a lo que estaba sucediendo. El médico puede ver este proceso con toda claridad cuando hipnotiza a un paciente de ese tipo. Es facil demostrar que el paciente se daba cuenta de todos los detalles. El pincha- zo en el brazo o la observacién hecha durante un eclipse de consciencia se puede recordar tan exactamente como si no hubiera habido anestesia u “olvido”, Me acuerdo de una mu- jer que una ver fue admitida en la clinica en tun estado de total estupor. Cuando al dia guiente recobré la consciencia, recordé quién era, pero no sabia dénde estaba, cémo o por qué habia ido allf, ni el dia. Sin embargo, des- pués de hipnotizarla, me cont6 por qué se habla puesto enferma, cémo habfa Ilegado a la clinica y quién la habfa admitido. Todos es- tos detalles se pudieron comprobar. Incluso pudo decir la hora en que fue admitida, por- que vio el reloj del zagudn. Bajo la hipnosis su memoria era tan clara como si hubiera estado consciente todo el tiempo. Cuando estudiamos tales materias, general- mente tenemos que aportar pruebas propor- ionadas por la observacién clinica. Por tal motivo, muchos eriticos suponen que el in- consciente y todas sus sutiles manifestaciones pertenecen solamente a la esfera de Ja psico- onal we \ pp ue lectrcidad se estoviers filtrando 33 patologia. Consideran toda expresién del in- consciente como algo de indole neurdtica 0 psicopitica, que nada tiene que ver con el estado de una mente normal. Pero los fendme- nos neuréticos en modo alguno son exclusi- vamente producto de enfermedad. En realidad, no son mas que exageraciones patol6gicas de sucesos normales; y solo porque son exagera- ciones resultan mds patentes que su contra- partida normal. En todas las personas norma- les pueden observarse sintomas histéricos, pero son tan leves, que, por lo general, pasan inadvertidos. El olvido, por ejemplo, es un proceso nor- mal en el que ciertas ideas conscientes pierden su energia especifica, porque la atencién se desvi6, Cuando el interés se vuelve hacia cual- quier parte, deja en sombra las cosas de las que se ocupaba anteriormente, al igual que un foco de luz ilumina una nueva zona, dejando otra en oscuridad. Esto es inevitable, porque la consciencia solo puede mantener en plena claridad al mismo tiempo unas pocas imége- nes y aun esa claridad fluctia. Pero las ideas olvidadas no han dejado de existir. Aunque no pueden reproducitse a vo- luntad, estén presentes en un estado sublimi- nal—precisamente, més alld del umbral del recuerdo—, del cual pueden volver a surgit esponténeamente en cualquier momento, con frecuencia, después de muchos afios de apa- rente olvido total. Estoy hablando aqui de cosas ofdas o vis- tas conscientemente y luego olvidadas. Pero todos vemos, ofmos, olemos y gustamos mu- chas cosas sin notarlas en su momento, ya porque nuestra atencién esté desviada 0 por que el estfmulo para nuestros sentidos es de- masiado leve para dejar una impresién cons- ciente. Sin embargo, el inconsciente se ha dado cuenta de 61, y esas subliminales percepciones sensibles desempefian un papel significative en nuestra vida diaria, Sin darnos cuenta de ello, influyen en la forma en que reaccionamos ante los hechos y la gente. Un ejemplo de esto, que encontré particu- larmente revelador, me lo proporcioné un pro- fesor que habia estado paseando por el campo con uno de sus discfpulos, absorbidos en pro- funda conversacién. De repente, se dio cuenta de que sus pensamientos eran interrumpidos por un inesperado torrente de recuerdos de su primera nifiez. No sabfa a qué atribuir esa dis- traccién, Nada de lo que habia dicho parecfa tener relacién alguna con sus recuerdos. Recons- truyendo la escena, vio que cuando surgié el primero de esos recuerdos de la nifiez acababa de pasar ante una granja. Propuso a su disci pulo que retrocedieran hasta el sitio donde habian comenzado los recuerdos. Una vez. alli, el profesor noté el olor de Ios gansos, inme- diatamente se dio cuenta de que era ese olor el que habfa precipitado el torrente de re- cuerdos. En su nifiez habfa vivido en una granja donde se criaban gansos, y su olor caracteris- tico dejé una impresién duradera, aunque ol- vidada. Cuando pasé ante la granja durante su En casos de extremada histeria colectve (que en el pasado se llamo «posesion») la conseiencia y la. percepeion_ sensor corrientes parecen eclipsadas quiere fl frenesi de una danza. de les espace boalinesa hace que los danzentes caigan fen trance y 9 veces que welven con tra st las armae. Pagina opuesta, sbajo el modern rack and roll parece prove far en quienes Jo bovlan una especie de trance de excitacion parecido paseo, habfa notado el olor subliminalmente ¥ esa percepcién inconsciente habia evocado experiencias de su nifiez por largo tiempo ol- vidadas. La percepcién era subliminal, porque Ja atencién estaba prendida en otras cosas y el estimulo no era lo bastante fuerte para des- viarla y alcanzar la consciencia directamente. Sin embargo, trajo los recuerdos “olvidados”. Tal “‘sugerencia” o efecto de “gatillo” puede explicar el brote de los sintomas. neuréticos, asi como los més benignos recuerdos cuando Jo que se ve, huele o suena recuerdan una cir- cunstancia del pasado. Una muchacha, por ejemplo, puede estar muy atareada en su ofi- cina, aparentemente con buena salud y de buen humor. Un momento después se le levan- ta un dolor de cabeza entontecedor y mu- chos otros sintomas de abatimiento. Sin no- tarlo conscientemente, ha ofdo la sirena de un barco lejano, y eso le ha recordado incons- cientemente la desventurada separacién de un novi que ella hizo todo lo posible por olvida Aparte del olvido normal, Freud describi varios casos que envolvian el “olvido” de re- cuerdos desagradables, recuerdos que estamos muy predispuestos a perder. Como dijo Nietzs- che, donde el orgullo es de sobra insistente, ef recuerdo prefiere ceder. Asi, entre los recuer- dos perdidos, hallamos no pocos que deben su estado subliminal (y su incapacidad para ser reproducidos voluntariamente) a su naturaleza desagradable e incompatible. Los psicélogos los Haman contenidos reprimidos. Un caso también apropiado pudiera ser el de una secretaria que tuviera envidia de uno de los socios de su jefe, Ella habitualmente ol- vida invitarlo a fas reuniones, aunque el nom- bre est claramente marcado en la lista que ella utiliza, Pero si se le pide una explicacién sobre ello, diré simplemente que “se le olvi- a6" y que !a “interrumpieron”. Jamas admite ni para si misma~la verdadera causa de su_omisién, Mucha gente supervalora equivocadamente el papel de la fuerza de voluntad y piensa que nada puede ocurrir en su mente sin que lo haya decidido e intentado. Pero debemos aprender a discriminar cuidadosamente entre Jos contenidos intencionados e inintencionados de la mente. Los primeros derivan del ego de la personalidad; sin embargo, los illtimos pro- vienen de un origen que no es idéntico al ego, Los autos de formarda ta orca de fbricy Volkawogen en este Sshunelo pues tener el efecto de «53 fllox en la mente el fector remo Vidndole’ recuerdos inconseientet de 20 niez Si esor recuerdor son ogra bles, lo grate puede quedar aso redo (ineonscientomente) de la. accién). Desde Iueg0, hay superposl- én en cada individo: en una persona con ppredominio de la epercepeiéns, el lado del pensamiento. el del sentimiento puede 3 asi tan fuerte (y_ sv opuesto, a eintul- ciéns, serie més Sébil) 60 prueba tanto como su paciente. Por lo cual interesa mucho si sus personalidades estén en armonfa, en conflicto 0 se complementan. La extraversién y la introversién son solo dos particularidades entre las muchas de la conducta humana. Pero con frecuencia son lo bastante evidentes y faciles de reconocer. Si, por ejemplo, se estudian los individuos extra- vertidos, pronto se descubre que difieren en muchas formas unos de otros ¥ que el ser ex- travertido es, por tanto, un concepto superfi cial y demasiado general para ser realmente ca- racteristico. Por eso, hace ya tiempo traté de encontrar otras particularidades basicas, par- ticularidades que pueden servir para poner cierto orden en las variaciones, aparentemente ilimitadas, de la individualidad humana, Siempre me impresioné el hecho de que hu- biera un niimero sorprendente de individuos que jamés utilizaban la mente, si podian evi- tarlo, y un nimero igual que la utilizaban, pero en una forma asombrosamente esttipida. ‘También me sorprendié encontrar muchas per- sonas inteligentes y muy despiertas que vivian (en lo que se podia apreciar) como si nunca hubieran aprendido a utilizar los sentidos: no vefan las cosas que tenfan ante los ojos, no ofan las palabras dichas ante sus ofdos ni sentfan las cosas que tocaban o saboreaban. Algunas vivian sin enterarse del estado de su cuerpo. Habla otras que parecian vivir en un estado de consciencia més curioso, como si el estado al que habfan legado fuese definitivo, sin po- Pensar/Pensamiento Percibir/Percepcion Intuir/intuesbn Sentc/Sentimiento Percibi/Pereepeién Senti/Sentimlento Pensai/Pensamiento Intuir/Intuicvin sibilidad de cambio, 0 como si el mundo y Ja psique fueran estéticas y hubieran de per- manecer asf por siempre. Parecian vactas de toda imaginacién y que dependieran entera- mente de su percepcién sensorial. Las ocasio- nes y las posibilidades no existian en su mundo y en su “hoy” no habfa verdadero “mafiana”. El futuro eta exactamente la repeticién del pa- sado, Estoy tratando de dar al lector una vislum- bre de mis primeras impresiones cuando co- mencé a observar li muchisima gente que co- nocf, Sin embargo, pronto vi con claridad que Jas personas que utilizaban Ia inteligencia eran’ Tas que pensaban, es decir, que aplicaban su facultad intelectual para tratar de adaptarse a Ja gente y las circunstancias. ¥ las. personas igualmente inteligentes que no pensaban eran as que buscaban y encontraban su camino por medio del sentimiento, “Sentimiento” es una palabra que requiere cierta explicacién, Por ejemplo, “sentimiento” [feeling] corresponde a la palabra francesa sen- timent. Pero también se aplica la misma pa- labra para definir una opinién, por ejemplo, un comunicado de la Casa Blanca puede co- menzar: “El Presidente siente [feels 0 “El sen- tir (la opinién) del Presidente...]”. Ademés la palabra puede emplearse para expresar una in- tuicién: “Sentf como si...” Cuando empleo la palabra “sentimiento” [feeling] en contraste con “‘pensamiento”, me refiero a un juicio de valor, por ejemplo, agra dable y desagradable, bueno y malo, etc. El sentimiento, segiin esta definicién, no es una emocién (que, como indica la palabra, es in- voluntaria). El sentimiento a que me refiero es (como el pensamiento) una funcién racional (es decir, ordenante), mientras que la intuicién es una funcién irracional (es decir, percibien- te). En tanto que la intuicién es una “sospe- cha”, no es el producto de un acto voluntario: es, més bien, un acto, involuntario que depen- de de diversas circunstancias externas 0 in- ternas y no de un acto de juicio. La intuicién se parece més a la percepcién sensorial, que también es un acto irracional en tanto que dependa esencialmente de est{mulos objetivos que deben su existencia a causas fisicas, no a causas mentales. Estos cuatro tipos funcionales corresponden a los medios evidentes por los cuales obtiene la conciencia su orientacién hacia la experien- cia. La percepcién (es decir, la percepcién sen- sorial) nos dice que algo existe; el pensa- miento nos dice lo que es; el sentimiento nos dice si es agradable 0 no lo es; y la intuicién nos dice de dénde viene y adénde va. EI lector ha de entender que estos cuatro criterios sobre los tipos de conducta humana son solo cuatro puntos de vista entre otros muchos, como fuerza de voluntad, tempera- mento, imaginacién, memoria y demas. No hay nada dogmatico en ello, pero su naturaleza bfsica los abona como criterios adecuados de clasificacién. Los encuentro especialmente titi- Tes cuando tengo que dar explicaciones a los padres acerca de sus hijos y a los maridos acerca de sus esposas, y viceversa. También son titiles para comprender los prejuicios pro- pios. Por tanto, si se desea comprender el suefio de otra persona, hay que sacrificar las predi- lecciones propias y suprimir los prejuicios. Esto no es fécil ni cémodo porque representa un esfuerzo moral que no es del gusto de todos. Pero si el analista no hace el esfuerzo de cri- ticar su propio punto de vista y admitir su relatividad, no conseguiré ni la inform ni el suficiente conocimiento profundo de la mente de su paciente, El analista espera, pot Jo menos, cierta buena voluntad, por parte del paciente, para que escuche su opiniGn y la tome en serio; y al paciente hay que conce- derle el mismo derecho. Aunque tal relacién es indispensable para toda comprensién y, pot tanto, es de necesidad evidente, debemos re- cordar una y otra vez que en la terapia es més importante para el paciente comprender que para el analista ver satisfecha su. expec: tacién tebrica. La resistencia del paciente a la interpretacién del analista no es necesariamen- te mala; es, mas bien, un s{ntoma seguro de que algo encaja mal. O es que el paciente to- davia no alcanz6 el punto de comprensién para 41, 0 es que la interpretacién no es adecuada, En nuestros esfuerzos para interpretar los simbolos onfricos de otra persona, casi nos sen- timos invariablemente estorbados por nuestra tendencia a rellenar los inevitables huecos en nuestra comprensién mediante la proyeccién, es decir, con la suposicién de que lo que el analista percibe o piensa es percibido y pensa- do igualmente por el sofiante. Para superar esa 6 fuente de error, siempre insist{ en la impor- tancia de aferrarse al contexto del suefio en ccuestién y excluir todas las suposiciones ted- rricas acerca de los suefios en general, excepto de la hipétesis de que los sueiios, en cierto modo, tienen sentido. Se desprender claramente de todo lo que he dicho que no se pueden dar normas gene- rales para la interpretacién de suefios. Cuando sugeri primeramente que la funcién primordial de los suefios parece ser la de compensar as deficiencias 0 falseamientos de la mente cons- ciente, quise decir que esa suposicién abria ef camino més prometedor hacia la naturaleza de los suefios particulares. En algunos casos, se puede ver esa funcién claramente demostrada. Uno de mis pacientes tenfa un concepto muy elevado de sf mismo y no se daba cuenta de que casi cuantos le conocian se sentfan irtitados por sus aires de superioridad moral. ‘Me conté un suefio en el que vio un vagabun- do borracho caer en una zania, 10 cual solo evocé en este paciente el comentario conmi- serativo: “Es terrible ver qué bajo puede caer un hombre.” Era evidente que la naturaleza desagradable del suefio era, en parte, un in tento de contrapesar su inflada idea acerca de sus propios méritos. Pero habia algo més que eso. Resulté que tenia un hermano que era un ulcohélico degenerado. Lo que también evelaba el suefio era que su actitud superior estaba compensando al hermano, a la vez como figura’ exterior e interior. En otro caso que recuerdo, una mujer que estaba orgullosa de su inteligente comprensi6n de la psicologia sofié repetidamente con otra mujer. Cuando en su vida ordinaria se encon- traba con esa mujer, no le agradaba porque la consideraba una intrigante vanidosa y des- Teal. Pero en los suefios, la mujer aparecia casi como una hermana, simpética y amable, Mi paciente no podia comprender por qué so- fiaria tan favorablemente acerca de una perso- ma que le desagradaba. Pero estos suefios es- taban tratando de transmitir la idea de que ella misma era “seguida” por un personaje inconsciente que se parecia a la otra mujer. Resultaba arduo para mi paciente, que tenfa ideas muy claras acerca de su propia persona- lidad, comprender que el suefo le estaba ha- blando de un poderaso complejo suyo y de sus ocultas motivaciones: influencias inconsciente 62 que la habfan Mevado més de una vez a rifias desagradables con sus amistades. Pero siem- pre habfa culpado de ellas a los demés, no a s{_mismta. No es simplemente el lado «sombrio» de nuestra personalidad el que descuidamos, des- defiamos y reprimimos. También podemos ha- cer lo mismo con nuestras cualidades positi- vas. Un ejemplo que me viene a la memoria es el de un hombre, en apariencia modesto, retraido y de modales agradables. Siempre pa- recfa conformarse con el iiltimo sitio, pero insistia discretamente en que se notara su pre~ sencia, Cuando se le pedia su opinién daba una bien informada, aunque jamés trataba de imponerla, Pero, a veces, insinuaba que un tema determinado podria tratarse de una for- ma superior desde un nivel més elevado (aun- que nunca explicaba cémo). Sin embargo, en sus suefios, constantemente se encontraba con grandes figuras histéricas tales como Napoleén y Alejandro Magno. Es- tos suefios estaban claramente compensando un complejo de inferioridad. Pero tenfan otras secuelas. {Qué clase de hombre debo de ser, Preguntaba el suefio, para tener tan ilustres visitantes? A este respecto, los suefios apun- taban a una secreta megalomanfa que contra- pesaba el sentimiento de inferioridad del so- fiante. Esa inconsciente idea de grandeza le aislaba de la realidad de su ambiente y le ca- pacitaba para permanecer alejado de obligacio- nes que resultarfan imperativas para otras per- sonas, No sentia necesidad de demostrar—a sf mismo 0 a otros—que su juicio superior se basaba en méritos superiores. De hecho, estaba jugando inconscientemente a un juego insensato y los suefios trataban de levarlo al plano de la consciencia de una forma particularmente ambigua. Departir con Napo- leén y charlar con Alejandro Magno son exac- tamente el tipo de fantasfas producidas por un complejo de inferioridad. Pero zpor qué ~se me diré—no puede ser el suefio claro y directo acerca de eso y decir sin ambigitedad Jo que tuviera que de Con frecuencia me han hecho esa pregunta y también me la he hecho yo mismo, A me- nudo me ha sorprendido la forma atormenta- dora con que los suefios parecen evadir una informacién concreta u omitir el punto deci- sivo. Freud supuso la existencia de una fun- Pagina opuesta un aleohslico incor rregible en une chabola neovorquina (Ge le pelicula, de 1955, On the Bowery). Uns figura asi puede apo- recer en los sueios de un hombre fque se siente superior 2 lot demés De ese modo, su inconsciente com pensaria Ta unilatersiided de eu men- fe consciente Derache La pesdill,pinture del ar lista suo, dels XVIII, Henry Fu: felt Cast todos hemos ido. desper- tados sobresaltedor 0 alteradot por uestros. suefios, mientras dormy mos, no parece que estemot protegi- dos contra los contenidos del incons- rr cién especial de la psique a la que lWamaba el “censor”. Este, segtin suponfa, retorcia las imagenes oniricas y las dejaba irreconocibles ‘© equivocas con el fin de engafiar a la cons- ciencia acerca del verdadero tema del suefio. Ocultando al sofiante el pensamiento eritico, el “censor” le protegfa, mientras estaba durmien- do, del sobresalto que le produciria un recuer- do desagradable. Pero yo veo con escepticismo la teoria de que el suefio sea un guardién del dormir; lo més frecuente es que los suejios perturben el dormir. Ms bien parece como si el aproximamiento a la consciencia tuviera el efecto de “tachar” Jos contenidos subliminales de la psique. El estado subliminal retiene ideas e imdgenes con un nivel de tensién mucho més bajo que el que tienen en la consciencia. En la situa- cién subliminal pierden claridad de Iineas; las relaciones entre ellas son menos légicas y mas vagamente andlogas, menos racionales y, por tanto, més “‘incomprensibles”. Esto también se puede observar en todas las situaciones anélo- gas al suefio, ya se deban a la fatiga, a la fie- bre o a las toxinas. Pero si ocurre algo que proporcione mayor tensién a cualquiera de esas imdgenes, se transforman en menos sublimina- les y, segin se acercan mas al umbral de la consciencia, en més rotundamente definidas. Por ese hecho podemos comprender por qué los suefios se expresan frecuentemente en for- ma de analogfas, por qué una imagen onirica se introduce en otra y por qué ni nuestra légi- ca ni nuestra medida del tiempo de cuando estamos despiertos parecen tener aplicacién. La forma que toman los suefios es natural al in- consciente porque el material con el que estén construidos esta retenido en estado subliminal Precisamente de ese modo. Los suefios no de- fienden el acto de dormir de Io que Freud Iamé “deseo incompatible”. Lo que é! Hamé “enmascaramiento” es, de hecho, la forma na- tural que adoptan todos los impulsos en el inconsciente. Por tanto, un suefio no puede Producir un pensamiento definido. Si comien- za a hacerlo, deja de ser un suefio porque traspasa el umbral de la consciencia. De ahi que los suefios patezcan omitir los puntos que, verdaderamente, son los ms importantes para Ja mente consciente y parecen, mas bien, ma- nifestar el “borde de la consciencia”, como el Pélido centelleo de las estrellas durante un eclipse total de sol. Hemos de comprender que los s{mbolos on{- ricos son, en su mayorfa, manifestaciones de tuna psique que est4 més all4 del dominio de la mente consciente. Significado y propésito no son prerrogativas de la mente: actuan en Ia totalidad de la naturaleza viva. En princi- pio, no hay diferencia entre desarrollo orgénico ¥ psiquico. Al igual que una planta produce sus flores, la psique crea sus simbolos. Cada Suefio es prueba de ese proceso. As{, por medio de los suefios (més toda cla- se de intuiciones, impulsos y otros hechos es- Ponténeos) las fuerzas instintivas influyen en Ja actividad de la consciencia. Que esa influen- cia sea para bien 0 para mal depende del con- tenido efectivo del inconsciente. Si contiene muchas cosas que, normalmente, deberfan ser conscientes, entonces su funcién se retuerce y se perjudica; los motivos parecen no basarse en verdaderos instintos, sino que deben su existencia e importancia psiquica al hecho de que han sido consignados al inconsciente por represin o desdén. Recargan la normal psique inconsciente y desvian su tendencia natural a expresar simbolos y motivos bésicos. Por tan- 64 to, es razonable que un psicoanalista, ocupado en una alteracién mental, comience provocan- do en su paciente una confesién, més 0 menos voluntaria, y comprobando todo lo que des- agrade o infunda miedo al paciente. Esto es andlogo a la mucho més antigua confesin de la Iglesia que, de diversas ma- neras, se anticip6 a las modernas técnicas psi- col6gicas. Al menos esa es la regla general. Sin embargo, en Ia préctica, puede actuar en forma opuesta; los opresivos sentimientos de infe- riotidad 0 la debilidad grave pueden dificul- tar mucho, incluso imposibilitar, que el pa- ciente se enfrente con nuevas pruebas de su propia insuficiencia. Por eso, hallé con fre- cuencia que era provechoso comenzar presen- tando al paciente un panorama positivo; esto Je proporcionaba una saludable sensacién de seguridad cuando se acercaba a las observa- ciones més penosas. Pongamos como ejemplo un suefio de “exal- tacién personal” en el que, digamos, uno toma el té con la Reina de Inglaterra o charla fnti- mamente con el Papa. Si el sofiante no es un esquizofrénico, la interpretacién préctica del simbolo depende en gran medida de su es- tado mental presente, es decir, la situacién de su ego. Si el soffante sobreestima su propi valor, es facil demostrar (por el material extraf- do por asociacién de ideas) cudn inadecuadas e infantiles son las intenciones del sofiante y cémo proceden, en gran parte, de sus deseos infantiles de ser igual o superior a sus padres. Pero si se trata de un caso de inferioridad, en el que un invasor sentimiento de insignis cancia se ha sobrepuesto a todo aspecto posi- tivo de la personalidad del sofiante, seria un completo error deprimirle atin m&s_mostrén- dole lo infantil, ridfculo y hasta perverso que es. Eso aumentarfa cruelmente su inferioridad, asf como produciria mala acogida y resisten- cia innecesaria al tratamiento, ‘No hay técnica terapéutica 0 doctrina que sea de aplicacién general, ya que cada caso que se presenta para tratamiento es un indivi- Pésina puesta: los suefor heroicos con los que Walter Mitty (en le pelicols de 1947 sobre el evento de James Thurber) ompensebe su sentimiento de inferior Fided. duo en unas condiciones especificas. Me acuer- do de un paciente al que tuve que tratar du- rante nueve afios. Le vi s6lo durante algunas semanas cada aito, pues vivia en el extranjero. Desde el principio supe cudl era su verdadero padecimiento, pero también me di cuenta de que el menor intento para acercarse a la ver dad tropezarfa con una violenta reaccién de- fensiva que amenazarfa con una total ruptura entre nosotros, Me gustara o no, tuve que ha- cer todo lo posible para mantener nuestras re~ laciones y seguir sus inclinaciones, que estaban sostenidas por sus suefios y que alejaban nues- tro examen de la raiz de su neurosis, Nos apartamos tanto que muchas veces me acusé de estar desviando a mi paciente, Unicamente el hecho de que su estado mejoraba, despacio pero francamente, me impidié enfrentarle, sin rodeos, con la verdad. Sin embargo, en el décimo afio, el paciente se consideré curado y libre de todos sus sin- tomas. Me quedé sorprendido porque, tedri- camente, su estado era incurable. Notando mi asombro, sontié y me dijo (en sustancia): “So- bre todo, quiero darle las gracias por su infa- tigable tacto y paciencia para ayudarme a ace- char la triste causa de mi neurosis, Ahora es- toy dispuesto a contarle todo sobre ella. Si hubiera sido capaz de hablar libremente acerca de cella se lo hubiera contado el primer dia de consulta. Pero eso hubiera desbaratado mis relaciones con usted. {Qué habrfa sido de mf entonces? Me habria quedado destrozado mo- ralmente. Durante estos diez afios aprend{ a confiar en usted; y segiin aumentaba mi con- fianza, mejoraba mi estado. Mejoraba porque ese lento proceso restauré la confianza en mi mismo, Ahora me encuentro lo bastante fuer- te para que examinemos el problema que me estaba destruyend Luego me confes6 con terrible franqueza su problema, el cual me demostré con cudnta ra- z6n hubimos de seguir un tratamiento tan par- ticular. La conmocién originaria habia sido tal que se sintié incapaz de enfrentarse con ella 41 solo, Necesitaba la ayuda de otro, y la labor terapéutica fue el restablecimiento lento de la confianza més que la demostracién de una teo- fa clinica, De casos como ese, aprendi a adaptar mis métodos a las necesidades de cada paciente en vex de confiarme a tedricas consideraciones generales que podrian ser inaplicables en cual- quier caso particular. El conocimiento que, La cata de lor locos, pintado por Goya Nétense el «rey» ye! eoblspor fla derecha, La erquizofrenia toma, on frecuencia, {a forma de exe: Y EL HOMBRE MODERNO 2 LOS MITOS ANTIGUOS Joseph L. Henderson 104 Los simbolos eternos La historia antigua del hombre se esté sig- nificativamente redescubriendo hoy dia en las imagenes simbélicas y mitos que han sobrevi- vido al hombre antiguo. Cuando los arqued- logos excavan el pasado, no son los sucesos del tiempo histérico los que aprendemos a atesorar sino estatuas, dibujos, tempos y len- guas que nos hablan de antiguas creencias. Los fildlogos y los historiadores de la religién nos revelan otros s{mbolos y nos pueden traducir esas creencias en inteligibles conceptos mo- dernos. Estos, a su vez, son revividos por los antropélogos de la cultura, Nos pueden mostrar que los mismos modelos simbélicos es posible encontrarlos en los rituales 0 mitos de pequefias sociedades tribuales atin existen- tes, inmutables durante siglos, en los mérge- nes de la civilizacién, Tales investigaciones han contribuido mucho para rectificar la actitud unilateral de esos hombres modernos que mantienen que esos simbolos pertenecen a los pueblos de la anti- giiedad o a las “atrasadas” tribus modernas, Y, Por tanto, carecen de importancia para las complejidades de la vida moderna. En Londres © en Nueva York podemos prescindir de los ritos de fertilidad del hombre neolitico por ser enc tam iS supersticiones arcaicas. Si alguien proclama ha- ber tenido visiones u ofdo voces, no se le trata como a un santo o a un oréculo. Se dice que es un perturbado mental, Leemos los mi- tos de los antiguos griegos o las narraciones populares de los indios americanos, pero no somos capaces de ver ninguna relacién entre ellos y nuestra actitud respecto a los “héroes” © los sucesos draméticos de hoy dia. Sin embargo, hay relacién. Y los simbolos que la representan no han perdido su impor- tancia para la humanidad. ‘Una de las principales contribuciones de nuestro tiempo para la comprensién y revalo- rizacién de tales simbolos eternos la hizo la Escuela de Psicologia Analitica del Dr. Jung. Ha ayudado a romper la arbitraria distincién entre el hombre primitivo, a quien los simbo- los Je parecfan parte natural de su vida dia tia, y el hombre moderno, para quien los sim- bolos, aparentemente, no tienen significado y carecen de importancia. Como ya ha sefialado el Dr. Jung en este libro, 1a mente humana tiene su propia his- toria y la psique conserva muchos rastros de las anteriores etapas de su desarrollo. Es més, los contenidos del inconsciente ejercen una influencia formativa sobre la psique. Cons- cientemente, podemos desdefiar esos conteni dos, pero inconscientemente respondemos a ellos y a las formas simbélicas—incluidos los Suefios—con que se expresan. Al individuo puede parecerle que sus sue- fios son espontdneos y sin conexién, Pero al cabo del tiempo, el analista puede observar una serie de imagenes oniricas y notar que co- rresponden a un modelo significativo; y al entenderlo, su paciente puede adquirir, quiz, una nueva actitud respecto a la vida, Algunos de los simbolos en tales sueitos derivan de lo que el Dr. Jung Mamé “el inconsciente colec- tivo”, es decir, esa parte de la psique que con- serva y transmite la comin herencia psicolé- gica de la humantdad, Esos simbolos son tan antiguos y desconocidos para el hombre mo- derno que no puede entenderlos 0 asimilarlos directamente. ‘Ahi es donde puede ayudar el analista. Es posible que el paciente deba librarse del es- torbo de los simbolos que se han hecho afiejos e inadecuados. O es posible que necesite ayu- da para descubrir el valor permanente de un viejo simbolo que, lejos de estar muerto, trata de renacer en forma moderna. Antes que el analista pueda explorar efi- cazmente, con un paciente, el significado de los simbolos, tiene que adquirir un amplto co- nocimiento de sus origenes y significancia. Por- que las analogias entre los mitos antiguos y a= de In antigueded en una forma dal Behe fl estronavtanorteamericano ohn Glenn en un desfile en Washin expose de su vnje orbital en 1962, ‘como Un heroe de tempos remotes, re. i forese a 20 potria en procesién teiunfl Sespués de Una victor Inquierda esculture en forma andloga 2 griege de Ia fertiided (h 2500 2 de TC) Centro dos arpectos de une cruz fescacesa de piedra (s_ XII) que conserva las historias que aparecen en los suefios de los pacientes modernos no son ni triviales ni ac- cidentales, Existen porque la mente inconscien- te del hombre moderno conserva la capacidad de crear simbolos que en otro tiempo encon- tré expresién en las creencias y ritos del hom- bre primitivo. Y esa capacidad atin desempefia un papel de vital importancia psfquica. De mas formas de las que podamos percibir, depende- mos de los mensajes que transmiten tales sfm- bolos y nuestras actitudes y nuestra conducta estin profundamente influidas por ellos. En tiempo de guerra, por ejemplo, encon- tramos mayor interés en las obras de Homero, Shakespeare o Tolstoi y leemos con nueva com- prensin los pasajes que dan a la guerra su significado soportable (0 “arquetipico”). Sus- citan en nosotros una reaccién que es mucho més profunda que la producida en alguien que jamas hubiera conocido la intensa experiencia emotiva de la guerra, Las batallas en las la- nuras de Troya fueron totalmente distintas a los combates en Agincourt 0 Borodino, sin embargo, los grandes escritores pueden sobre- pasar diferencias de tiempo y lugar y expresar temas que son universales, Reaccionamos por- que esos temas son fundamentalmente simbé- licos. Un ejemplo més notable que resultaré més conocido para todo el que haya crecido en una sociedad cristina: en Navidad podemos ex- presar nuestra emocién intima por el mitolé- Tepresentondo a una cosa lerta feminidad pagana. los epechose B| en el cruce Derecra otro. arquetipo ico rengcido en forma nueva, corte fe anuncio ruso den festival «teas de Pascua, pare reemplacar la festa eristiana, al igual que ia Pascua cristia nia ze sebreputo 2 unos primitivos Fitos solstiiales paganos. 107 gico nacimiento de un nifio semidivino aun- que no creamos en la doctrina del virginal nacimiento de Cristo 0 no tengamos ninguna clase de fe religiosa consciente. Sin darnos cuen- ta, hemos recafdo en el simbolismo del rena- cer. Este es una reliquia de una fiesta solsticial muchisimo més antigua que trafa la esperanza de que se renovara el nebuloso paisaje invernal del hemisferio septentrional. A causa de toda nuestra artificiosidad nos complacemos en esa fiesta simbélica, al igual que nos unimos a nuestros hijos en Pascua en el grato ritual de los huevos y los conejos de Pascua, Pero {comprendemos lo que hacemos o ve- mos la relaci6n entre Ia historia del nacimien- to, muerte y resurreccién de Cristo y el sim- bolismo popular de la Pascua? Por lo general, ni nos preocupamos de recapacitar en tales cosas, Sin embargo, se complementan mutuamente. La crucifixién de Cristo en Viernes Santo pa- rece a primera vista pertenecer al mismo mo- delo de simbolismo de fertilidad que se en- cuentra en los rituales de otros “salvadores” como Osiris, Tammuz, Orfeo y Balder. Tam. bién ellos tuvieron nacimiento divino 0 sem divino, florecieron, fueron muertos y resuci- taron, De hecho, pertenecen a las religiones cfclicas en las que la muerte y resurreccidn del dios-rey era un mito eternamente repetido. Pero la resurreccién de Cristo en el Do- mingo de Pascua es mucho menos satisfacto- ria desde el punto de vista ritual que el sim- bolismo de las religiones ciclicas. Como Cristo asciende a sentarse a la diestra de Dios Padre, ‘su resurrecciGn ocurre de una vez para siempre. Es esta finalidad del concepto cristiano de la resurreccién (la idea cristiana del Juicio Fi- nal tiene un andlogo tema “cerrado”) la que distingue el cristianismo de otros mitos de dios-rey, Ocurrié una vez y el ritual meramen- te lo conmemora. Pero este sentido de finali- dad es probablemente una de las causas de que los primeros cristianos, influidos atin por las tradiciones precristianas, comprendieran que el cristianismo necesitaba suplementarse con algunos elementos de un ritual de ferti- lidad mds antiguo, Necesitaban la repetida pro- mesa de resurreccién; y eso es to que se sim- boliza con el huevo y el conejo de Pascua, He puesto dos ejemplos muy distintos para mostrar cémo el hombre moderno continia reaccionando a profundas influencias psiquicas de una clase que, conscientemente, desecha algo mas que como cuentos populares de gen- te supersticiosa e inculta, Pero es necesario ir mis lejos avin, Cuanto més de cerca se exami- na la historia del simbolismo y el papel que Jos simbolos desempefiaron en la vida de mu- chas culturas diferentes, mds se comprende lquierds. pintura faponess en per- ‘gemino, &. Xill, dela. destrucenéa de una ciudad, abajo" analogarente dominads por las lamas y el humo, Ia catedral de Son Pablo, en’ Lon des, durante un ataque aereo en la segunda guerra mundial Los métades bélicos hen cambiedo a través de las ededes, pero la repercusién dela guerra'es inmutable y arquetipice, que hay también en esos simbolos un signift- cado de recreacién. ‘Algunos simbolos se refieren a la infancia y la transicién a a adolescencia, otros a la madurez. y otros, también, a la experiencia de la ancianidad, cuando el hombre se prepara para su inevitable muerte. El Dr. Jung ha des- crito cémo los suefios de una nifia de ocho afios contenian simbolos que normalmente se asocian con la vejez. Sus suefios presentaban aspectos de iniciacién en la vida como si per- teneciesen al mismo modelo arquetipico de iniciacién a la muerte. Por tanto, esta progre- sién de las ideas simbélicas puede producirse en la mente inconsciente del hombre moderno al igual que se producfa en los rituales de las sociedades antiguas. Este vinculo crucial entre mitos primitivos © arcaicos y los simbolos producidos por el inconsciente es de inmensa importancia préc- tica para el analista. Le permite identificar e interpretar esos s{mbolos en un contexto que les da perspectiva histérica y también signifi- cado psicolégico. Examinaré ahora algunos de los mitos mas importantes de la antiguedad y mostraré eémo—y con qué fin—son andlo- gos al material simbélico que encontramos en los suefios. Arriba Nacimento de Cristo, centro: cu erveifinion, debojo su ascension Su fl modelo de muchos mitor antiguos 40: bre’ un heroe, modelo. originariamente bosodo en lot stor estacionales de Fert Iidid, como lor celebrados, probablemen- te, hace 3000 efor en Stonehenge, en Inglaterra (vense abayo, al amanecer en el tolateio de verano). Héroes y creadores de héroes EI mito del héroe es el mito mas comtin y mejor conocido del mundo. Lo encontramos en la mitologia clésica de Grecia y Roma, en la Edad Media, en el lejano Oriente y entre as contempordneas tribus primitivas. También aparece en nuestros suefios. Tiene un eviden- te atractivo dramatico y una importancia psi- colégica menos obvia pero profunda. Esos mitos del héroe varian mucho en de- talle, pero cuanto més de cerca se los examina, ms 'se ve que son muy similares estructural- mente. Es decir, tienen un modelo universal aunque hayan sido desarrollados por grupos 0 individuos sin ningin contacto cultural direc- to mutuo como, por ejemplo, tribus africanas, indios de Norteamérica, griegos e incas del Pert, Una y otra vez se escucha un relato que cuenta el nacimiento milagroso, pero humilde, de un héroe, sus primeras muestras de fuerza sobrehumana, su répido encumbramiento a la prominencia o el poder, sus luchas triunfales contra las fuerzas del mal, su debilidad ante el pecado de orgullo (hybris) y su caida a trai- cién 0 el sactificio “heroic” que desemboca en su muerte. Explicaré después con més detalle por qué creo que este modelo tiene significado psico- En la mayorie de los mitos. del hérow hay une domortracién de su fuerza pre coz Absjo. el nine Hércules -matendo dot serpientes Derecha, arriba. ol joven fey Arturo es el unico caper de extraer de una. piedra una espada magica De- bajo el american Davy Crockett que, a fs iret aor, maté 9 Un os0, 110 I6gico tanto para el individuo, que se dedica a descubrir y afirmar su personalidad, como para toda una sociedad, que tiene una neces dad andloga de establecer la identidad colec- tiva. Pero otra caracteristica importante del mito del héroe nos proporciona una clave. muchas de esas historias, la primitiva debi dad del héroe esta contrapesada con la apa- ricién de fuertes figuras “tutelares”—o guar- dianes—que le facilitan realizar las tareas so- brehumanas que é! no podrfa llevar a cabo sin ayuda. Entre los héroes griegos, Teseo tenia a Poseidén, dios del mar, como su deidad; Per- seo tenfa a Atenea; Aquiles a Quirén, el sabio céntauro, como tutor. Estas figuras semejantes a dioses son, de hecho, representantes simbélicos de la totali dad de la psique, la mayor identidad y més abarcadora que proporciona la fuerza de que carece el ego personal. Su cometido espectfico indica que la funcién esencial del mito del héroe es desarollar la consciencia del ego in- dividual—que se dé cuenta de su propia fuerza Le mayoria de lot heroes tiene que en: frentarse ¥ vencer a diversos monstrvos De arriba abajo tres ejemplos dela figure totelar © guardiana que acompa [superhombre] en cuya lucha solitara contra el delito tiene, muchas. veces, {que rescatar muchachas hermosas. ‘Arriba dos ejemplos de traicion al he: roe el heroe bibles Sansén traieionedo or Dalila, el heroe persa Rustam cae en {una emborcada que’ le tende un hom bre on el que confiabs Debajo elem: plo moderno de hybris (exceso de or bello) fot en. Stalin grade, je Hitler tova- Siera ut y debilidad—de una forma que le pertrechari para las arduas tareas con las que se enfrenta- ré en la vida, Cuando ya el individuo haya superado la prueba inicial y pueda entrar en Ja fase madura de la vida, el mito del héroe perderd su importancia. La muerte simbélica del héroe se convierte, por asf decir, en el al- canzamiento de la madurez. Hasta ahora me he estado refiriendo al mito completo del héroe, en el que todo el ciclo, desde el nacimiento hasta la muerte, est mi- nuciosamente descrito. Pero es esencial reco- nocer que en cada una de las etapas de este ciclo hay formas especiales de la historia del héroe aplicables al punto particular alcanzado por el individuo en el desarrollo de la conscien- cia de su ego, y con el problema especifico que se le plantea en un momento dado. Es decir, la imagen del héroe evoluciona de una manera que refleja cada etapa de la evolucién de la personalidad humana. Este concepto puede entenderse més fécil- mente si lo presentamos en un diagrama, Tomo este ejemplo de la oscura tribu norteamericana de indios winnebago porque presenta con to- da claridad cuatro etapas distintas en la evo- lucién del héroe. En estas historias (que el Dr. Paul Radin publicé en 1948 con el titulo Hero Cycles of the Winnebago) podemos ver la progresién definida desde el concepto més primitivo del héroe hasta el mds artificioso. Esa progresin es caracteristica de otro ciclo del héroe, Aunque en él, las figuras simbéli- 12 cas, tienen, naturalmente, nombres distintos, sus cometidos son andlogos y los comprende- remos mejor una vez que hayamos captado los puntos contenidos en este ejemplo, El Dr. Radin sefialé cuatro ciclos distintos en la evolucién del mito del héroe. Los deno- miné: ciclo Trickster [granuja], ciclo Hare Lliebre], ciclo Red Horn [euerno rojo] y ciclo Twin [gemelo}. Vio acertadamente la psicolo- gia de esa evolucién al decir: “Representa nuestros esfuerzos para resolver el problema del crecimiento, ayudados con la ilusién de una ficcién eterna.” El ciclo Trickster corresponde al periodo de vida_més primitivo y menos desarrollado. Trickster es una figura cuyos apetitos fisicos dominan su conducta; tiene la mentalidad de un nifio, Careciendo de todo propésito mas all de la satisfaccién de sus necesidades pri- marias, es cruel, cinico e insensible. (Nuestros cuentos del conejo Brer 0 del zorro Reynard conservan las esencias del mito Trickster.) Esta figura, que al principio tiene forma de animal, va de una granujerfa a otra. Pero, al hacerlo, Je sobreviene un cambio. Al final de su carrera de bribonadas, comienza a tomar el aspecto fisico de un hombre adulto. La figura siguiente es Hare. Al igual que Trickster (cuyos rasgos animales suelen estar representados, entre los indios americanos, por un coyote) también aparece al principio en forma de animal, Ain no ha alcanzado la estatura del hombre maduro, no obstante, apa- ww rece como el fundador de la cultura humana: el transformador. Los winnebago creen que, al darles su famoso rito medicinal, se convir- tié en su salvador y también en su héroe de la cultura. Este mito era tan poderoso, segin nos dice el Dr. Radin, que los miembros del Rito Peyote no querfan renunciar a Hare cuan- do el cristianismo comenzé a penetrar en la tribu. Acabé fundiéndose con la figura de Cris- to y algunos de ellos decfan que no necesitaban a Cristo puesto que ya tenian a Hare. Esta figura arquetipica representa un avance dis- tinto respecto a Trickster: se puede ver que se transforma en un ser socializado que co- rrige las ansias instintivas e infantiles que con- tiene el ciclo Trickster. Red Horn, el tercero de esta serie de figu- ras de héroes, es un personaje ambiguo, que, segtin cuentan, era el menor de diez herma- nos. Pasa por los requisitos del héroe arqueti- pico superando pruebas tales como vencer en una carrera y demostrar su valor en una bata- Ma, Su fuerza sobrehumana se muestra en su habilidad para vencer gigantes por medio de la astucia (en el juego de dados) 0 de la fuer- za (en una pelea). Tiene un poderoso compa- fiero en forma de pajaro del trueno Hamado “Brama-al-andar”, cuya fuerza compensa cual- quier debilidad que pueda tener Red Horn. Con Red Horn hemos alcanzado el mundo del hombre, si bien un mundo arcaico, en el que se necesita la ayuda de poderes sobrehumanos © de dioses tutelares para asegurar la victoria cTricksters: le primera. y rudimentaria tape en el desarrllo del mito del ho foe, en el que el héroe os instintivo, desenvuelto y, con frecuencia, puerl Pégina opuesta, izqulerde: el héroe épico chino dels. XVI, «Mono», engafiando a un rey fluvial (en una dpera.pequie rpesa moderna) por medio de una varita rmdgica. El otro grabado: en un jardin Gal's. VI a.deJ.C. el nifo Hermes en 50 cuna, después de haber robado el re- bao de Apolo. Derecha: el dios norue- 0 creador’ de dificutades, Loki, segin tne esculture del 3, XIX, Ultimo grab 60: Charlie Chaplin creando dificultades fen la pelicula de 1936 fos, un granvja dels. XX. del hombre sobre las fuerzas del mal que le asedian. Hacia el final de Ja historia, el dios- héroe se marcha y deja en la tierra a Red Horn y a sus hijos. El peligro para la felicidad y la seguridad del hombre comienza ahora a estar en el hombre mismo. Este tema basico (que se repite en el iiltimo ciclo; el de Twin) plantea, en efecto, la cues- tién vital: ;Cuanto tiempo podran los seres humanos triunfar sin caer victimas de su pro- pio orgullo 0, en términos mitolégicos, de los celos de los dioses? Aunque los Twins (gemelos), se dice, eran hijos del Sol, son exclusivamente humanos y juntos forman una sola persona, Originaria- mente unidos en el seno materno, se les sepa- 16 a la fuerza al nacer. Sin embargo, se perte- hecen mutuamente y es necesario—aunque muy dificil—reunirlos. En estos dos nifios ve- mos los dos lados de la naturaleza del hombre. Uno de ellos, Flesh [carne], es condescendien- te, dulce y sin iniciativa; el otro, Stump [tron- co}, es dindmico y rebelde. En algunas de las historias de los héroes gemelos esas caracte- risticas se refinan hasta el punto de que una de las figuras representa al introvertido cuya fuerza principal reside en su capacidad de re- flexidn, y la otra figura, al extravertido, hom- bre de accién que puede realizar grandes ha- zaiias, Durante largo tiempo, esos dos héroes son invencibles: ya se les presente como dos guras separadas o dos fundidas en una, Hevan 113, a cabo todo lo que emprenden, Sin embargo, al igual que los dioses guerreros de la mitolo- gia de los indios navajos, a veces se marean por el abuso de su poder. No quedan mons- truos ni en el cielo ni en la tierra a los que no hayan vencido y su posterior conducta sal- vaje les acarrea su justo pago. Los winnebago dicen que, al final, nada estaba a salvo de ellos, ni aun los pilares en que se apoya el mundo. Cuando los gemelos mataron a uno de los cua- tro animales que sostenfan la tierra, habjan sobrepasado todos los limites y lleg6 el tiempo de detener su carrera, El castigo que merecian era la muerte. ‘sf es que, tanto en el ciclo de Red Horn como en el de los Twins, vemos el tema del sacrificio 0 muerte del héroe como a curacién necesaria de su hybris, el orgullo que se ha sobrepasado a s{ mismo. En las sociedades pri mitivas cuyo nivel de cultura corresponde al ciclo de Red Horn, parece que el peligro ha sido prevenido por la institucién del sacrificio humano propiciatorio, tema que tiene inmensa importancia simbélica y se repite continua- mente en ta historia humana, Los winnebago, al igual que los iroqueses y algunas tribus al- gonquinas, probablemente comfan carne hu- mana como ritual totémico que podia domefiar sus impulsos individualistas y destructivos. En les ejemplos de la traicién al héroe 0 derrota que hay en la mitologia europea, el tema del sacrificio ritual se emplea mas espe- cificamente como castigo por la hybris. Pero los winnebago, como Ics navajos, no van tan lejos. Aunque los gemelos erraron y aunque el castigo fuera la muerte, ellos mismos se asus- taron tanto de su poder irresponsable que con- sintieron vivir en estado de descanso perma- nente: los lados antagénicos de la naturaleza humana volvieren a su equilibrio, He dado con cierta amplitud esta descrip- cién de los cuatro tipos de héroe porque pro: porciona una demostracién clara del modelo que se halla en los mitos histéricos y en los suefios heroicos del hombre contemporineo, Con esto en la mente, podemos examinar el siguiente suefio de un paciente de edad inter- media, La interpretacién de este suefio muestra emo el psicélogo analista puede, con su co- nocimiento de Ja mitologfa, ayudar a su pa- ciente a encontrar una respuesta a lo que, de otro modo, parecerfa un acertijo irresoluble. Ese hombre sofié que estaba en un teatro, en el papel de “un espectador importante cuya opinién se respeta”. Habja un acto en el que un mono blanco estaba en un pedestal con hombres a su alrededor. Al contar el sueiio, dijo el hombre: Mi guia me explica el tema, Es la prueba judicial de un joven marinero que esti expuesto al viento y a set apaleado, Comienzo objetindole que aquel mono blanco no es un marinero, en modo alguno: pero en ese preciso momento, se levanta un joven vestido de negro y pienso que debe de ser el ver- La segundo etapa en la evoluciin del hi roe et In de fundador de le cultura ho mona Izquierde pintura heche con are re por los navajos acerca del mito de coyote que robe 6! fuego a lor diotes y 2 lo entregs.al hombre "Abajo en el mito griego, Prometeo también robs ol fuego s lot doses pare el hombre, por Jo cusl fue encadenado a una rece y forturado por un sguila (6e una cope dels. Vi a de C.) dadero héroe. Pero otro joven bien parecido avanza a zancadas hacia un altar y se extiende sobre él. Le hacen marcas en su pecho desnudo como prepa- rativos para ofrecerle como sacrificio humano. Entonces me encuentro en una plataforma con otras varias personas, Podiamos bajar por una es- calerilla, pero dudo hacerlo porque hay dos jévenes forzudos de pie alli al lado y pienso que nos 10 impedirén. Pero cuando una mujer del grupo utiliza la escalerilla ‘sin que la molesten, veo que no hay peligro y todos nosotros bajamos tras la mujer. Akora bien, un suefio de esa clase no se puede interpretar répidamente y con senci- lez, Hay que descifrarlo con cuidado con el fin de hallar sus relaciones con la propia vida del sofiante y sus més amplias derivaciones simbélicas. Ei paciente que tuvo ese suefio era un hombre que habia alcanzado la madurez en sentido fisico, Tenfa éxito en su profesién y, era evidente, le iba bien como esposo y como padre. Sin embargo, psicolégicamente carecia de madurez y no habia terminado atin su fa juvenil de desarrollo, Era esa inmadurez p quica la que se expresaba en sus suefios, como aspectos distintos del mito del héroe. Esas imé- genes atin ejercfan fuerte atractivo en su ima- ginacién aun cuando ya hacia tiempo que ha- bian agotade todos sus significados ante la realidad de su propia vida diaria, Asi, en este suefio, vemos una serie de figu- ras presentadas teatralmente como aspectos diversos de una figura que el sofiante espera resulte ser el verdadero héroe, El primero es 116 un mono blanco, el segundo un marinero, el tercero un joven de negro, y el diltimo “un jo- ven bien parecido”. En la primera parte de la representacién, que se supone presenta la prue- ba judicial del marinero, el sofante sélo ve el mono blanco. El hombre de negro aparece de repente y también desaparece de repente; es una nueva figura la que contrasta primero con el mono blanco y Inego, por un momento, es confundida con el verdadero hétoe. (Tal con- fusién suele ser corriente en los suefios. El so- fiante no siempre esté presentado con imége- nes claras por el inconsciente. Tiene que ha- lar el significado entre una sucesién de con- tradicciones y paradojas.) ‘Muy significativamente, estas figuras apare- cen durante una representacién teatral, y este contexto parece ser una referencia directa del sofiante a su tratamiento mediante andlisis: el “gufa” que menciona probablemente es el analista, Sin embargo, no se ve a s{ mismo como paciente al que le trata un doctor sino como “un espectador importante cuya opinién se respeta”. Ese es el punto ventajoso desde el que ve ciertas figuras que él asocia a la experiencia de crecimiento. El mono blanco, por ejemplo, le recuerda la conducta jugueto- na y desenfrenada de los muchachos entre siete y doce afios. El marinero sugiere el aven- turerismo de la primera adolescencia, junto con el consiguiente castigo de “apaleamiento” por travesuras irresponsables. El sofiante no en- contraba asociacién alguna respecto al joven La pq init se dere (a igual Ge elit de. hdr) apart de one Stopa pemsva y poe y pundan oprecer images recvrtes de Int primers stat tn fon tueor de dblonpscclegeaments Inmadorons La primera sitpe poste, eter reprsentads por al” destleds fogs [orion (como In Ete con amet "tegen Ia picla tancesa 190, hro de Conduite). La agi eapa indo ser In tamerara bSequda” doom. Clones dela adleceni. Pagina, siguiente itvenes nortenmencnos.prbando ses hers Mion an Un coche toda valocdnd, Una ete posterior ‘prod lidealsmo yl aut Serio Sh fn de fm adtscena, come fn alana tu tis curate os re ales Hon «3 1956, am gue fos Herons ‘rebelds.licharon sonia. langues fon tees ores ovale con das Cate, cha, segundo grabedo). m ‘ de negro, pero en el joven bien parecido que iba a ser sacrificado vefa un recuerdo del idea- lismo de autosacrificio de la dltima adoles- cencia. A estas alturas ya es posible poner juntos el material histérico (o imagenes arquetfpicas del héroe) y los datos procedentes de la ex- periencia personal del soiiante, con el fin de ver eémo se corroboran, contradicen 0 modi- fican mutuamente, La primera conclusién es que el mono blan- co parece representar a Trickster 0, al menos, a esos rasgos personales que le atribuyen los indios winnebago. Pero, a mi parecer, el mono también representa algo que el sofiante no ha experimentado personal y adecuadamente, pues, de hecho, dice que en el suefio era espectador. Encuentro que, mientras fue muchacho, es- tuvo excesivamente sujeto a sus padres y que, por tanto, era de naturaleza introspectiva. Por tales razones, jams habfa desarrollado plena- mente la natural vehemencia caracteristica del final de la infancia; ni habfa participado en los juegos de sus compafieros de escuela. No habfa hecho granujerfas de “mono” ni “mo- nerfas". Estos calificativos familiares nos dan la clave, De hecho, el mono en el sueiio es una forma simbélica de la figura de Trickster. Pero jpor qué tiene que aparecer Trickster en forma de mono? ZY por qué tenfa que ser blanco? Como ya hemos indicado, el mito de los winnebago nos dice que, hacia el final del ciclo, Trickster comienza a semejarse fisica- mente a un hombre. Y aqui, en el sueiio, es un mono, tan préximo al ser humano que una caricatura visible, y no demasiado peligro- sa, del hombre. El propio sofiante no encontra- ba asociaciones personales que explicaran por qué el mono era blanco. Pero por nuestro co- nocimiento del simbolismo primitivo podemos conjeturar que la blancura presta una cualidad especial de “‘semejanza divina” a la figura, por otra parte trivial (al albino se le conside- ra sagrado en muchas comunidades primiti- vas). Esto se ajusta perfectamente a los po- deres semidivinos o semimdgicos de Trickster. Por tanto, parece que el mono blanco sim- boliza para el sofiante la cualidad positiva de Ja juguetonerfa de la infancia, de la que no habfa gozado suficientemente a su debido tiem- po, y que ahora se sentfa lamado a exaltar. Como el suefio nos dice, lo coloca en “un pe- destal", donde se transforma en algo més que una perdida experiencia de la nifiez. Es, para el hombre adulto, un sfmbolo del experimen- talismo creador. Luego Megamos a la confusién respecto al mono, {Es un mono 0 es un marinero a punto de soportar una paliza? Las propias asociacio- nes del sofiante indican el significado de esa transformacién, Pero en todo caso, la etapa siguiente en el desarrollo humano es una en la que la irresponsabilidad de la infancia da paso a un perfodo de socializacién y que aca- rea sumisién a una disciplina penosa. Por tan- to, se podrfa decir que el marinero es una forma anticipada de Trickster que est cam- biando hacia una persona socialmente respon- sable por medio de una prueba judicial de iniciacién, Baséndonos en la historia del sim- bolismo, podemos suponer que el viento repre- senta a los elementos naturales en este pro- ceso y el apaleamiento, a los elementos de origen humano. Luego, en este punto, tenemos una referen- cia al proceso que los winnebago describen en el ciclo Hare donde el héroe de la cultura es una figura débil pero Iuchadora, dispuesta a sactificar 1a puerilidad en bien del desarrollo posterior. Una vez més, en esta fase del sueiio, el paciente reconoce su incapacidad para ex- perimentar plenamente un aspecto importante de la infancia en la primera adolescencia. No disfrut6 la juguetonerfa del nifio y tampoco las travesuras mas avanzadas del adolescente y estd buscando las formas en que puedan re- habilitarse esas experiencias y cualidades per- sonales perdidas, Luego viene un curioso cambio en el suefio, Aparece el joven de negro y, por un momen- to, el sofiante cree que ese es el “verdadero héroe", Eso es todo Io que nos dice acerca del hombre de negro; sin embargo, esa répida ojeada introduce un tema de profunda impor- tancia, un tema que surge con frecuencia en los suefios. Es el concepto de la “sombra” que desem- peiia un papel de vital importancia en la psi- cologia analitica. El Dr. Jung sefialé que la sombra lanzada por la mente consciente del individuo contiene los aspectos escondidos, re- primidos y desfavorables (0 execrables) de la personalidad. Pero esa oscuridad no es exacta- mente lo contrario del ego consciente, Asi como el ego contiene actitudes desfavorables y destructivas, la sombra tiene buenas cualida- des: instintos normales e impulsos creadores. Ego y sombra, desde luego, aunque separados, estén inextricablemente ligados en forma muy parecida a como se relacionan entre si pensa- miento y sensacién, No obstante, el ego esté en conflicto con la sombra, en lo que el Dr. Jung lamé “la ba- talla por la liberacién”. En la lucha del hom- bre primitivo por alcanzar la consciencia, este conflicto se expresa por la contienda entre el héroe arquetipico y las césmicas potencias del mal, personificadas en dragones y otros mons- truos, En el desarrollo de la consciencia indi- vidual, 1a figura del héroe representa los me- dios simbélicos con los que el ego surgiente sobrepasa la inercia de la mente inconsciente y libera al hombre maduro, de un deseo re- gresivo de volver al bienaventurado estado de infancia, en un mundo dominado por su madre. Generalmente, en mitologia, el héroe vence en su lucha contra el monstruo, (Después diré algo més sobre esto.) Pero hay otros mitos del héroe en que el héroe retrocede ante el mons- truo. Un ejemplo conocido es el de Jonds y la Le joven e indiferenciads personalidad del ego esta protogida por la madre. proteccién fepresentads por In Tefugiodara Madonna (3 ta) ezquierda, segun un cuadro del pintor Ntalieno dels XV Piero della Francesca), 0 por la diosa egipera del firmamento, Nut (pag ig) t2quierde), curvandose sobre la Herre (en un relieve dels Va de C) Pero el ego tiene que libererse alguna vez dela inconscienciey la inmadures, y sv ‘cbotlla por In livereesSn» se simboliz con Frecuencia, con la Tucho del héroe contra un rmonstrv, como ia batalla del dios japonés Susanu con una serpiente (pag. sig arriba, fegun una pintura del = XIX). El héroe no sempre. vance inmeditamente, por er plo, Jonas fue tregido por Ia bllena (i fina siguiente derecho, manvscrito del slo XIV) ballena en el que el héroe es tragado por un monstruo marino que lo transporta en una noche de viaje por mar, de Occidente a Orien- te, simbolizando asi el supuesto trinsito del sol desde su puesta hasta su salida al ama- necer, El héroe entra en las tinieblas que re- presentan una especie de muerte. He encon- trado este tema en suefios que escuché en mi propia experiencia clinica. La batalla entre el héroe y el dragén es la forma més activa de este mito y muestra més claramente el tema arquetfpico del triunfo del ego sobre las tendencias regresivas. Para la mayoria de la gente, el lado oscuro 0 negativo de la personalidad permanece inconsciente. Por el contrario, el héroe tiene que percibir que existe la sombra y que puede extraer fuerza de ella, Tiene que legar a un acuerdo con sus fuerzas destructivas si quiere convertirse en suficientemente terrible para vencer al drag6 Es decir, antes que el ego pueda triunfar, tie- ne que dominar y asimilar a su sombra, De pasada, podemos ver este tema en un conocido héroe hterério: Fausto, el person je creado por Goethe, Al aceptar la propo: ! surgimiento del ego. puede simbclizarse no con una balla, sino con un sacrfcior Te muerte que conduce 9 un renacer” La revlucion de esta forma, es. sacrificial Ia pintura de Delacron (ab0)0) Grecia. ex: prrando en Ine rvints de. Mirsolonghi, per- fomfica el pate muerto por la guerra. evil para liberarse.y" renacer Como sacrficios Indiidsles el poste ingles Byron (arriba) muro en Grecia durante la revolucion (1824) "Abs, tzqulerd, Ie mértir erste ra Sante Lucia seenfies or ojos y Ia vida por su religion én de Mefistéfeles, Fausto se pone bajo el poder de una “sombra” que Goethe describe como “parte de ese poder que, dispuesto al mal, encuentra el bien”. Como el hombre cuyo suefio hemos examinado, Fausto no consig vivir plenamente una parte importante del prin- cipio de su vida. En consecuencia, era una persona irreal o incompleta que se perdi en una biisqueda infructuosa de objetivos meta- fisicos que no consiguié materializar. No esta- ba ain dispuesto a aceptar el reto de la vida a vivir el bien y el mal. Es a ese aspecto del inconsciente al que pa- recia referirse el joven vestido de negro del suefio de mi paciente, Tal recuerdo de la par- te sombria de su personalidad, de su poderosa potencialidad y su papel en la preparacién del héroe para la lucha de Ja vida, es una transi- in esencial de los comienzos del suefio hacia el tema del sacrificio del héroe: el joven bien parecido que se tiende sobre un altar. Esta fi gura representa la forma de herofsmo que ge- neralmente va asociada al proceso de forma- cién del ego al final de la adolescencia, El hom- bre expresa en esa época los principios ideales Abajo, un monteje de le primera gue: En mitologie, Ie muerte de un hé ra mundial: un cartel de recluts- roe se produce con frecuencia por Iiento, infanteria yun cementerio s¥ propia hybris, que hace que los militar. Con frecuencia, !ae ‘con moracionas y lee actos religiozos por mo los soldados que dieron la vida por 50 patrio reflejan el ciclo del tema muerte y_resurteccidns, el arque tipleo sacrifice del roe, Una. ine cripcién en un menumento inglés a los muertos dela primera guerra mundial dice: «A lo eeida del sol y al amanecer, los recordaremas » ¥ se Ponds ioses le humilan. Como. ejempio en 1912 el transatléntico Titanic chocé contra un témpano vontaje. de (Derecha, fescanas del hundimiento, Heute de 1943 etolada Ti emborgo, ol eTitaniew se le haba ce Tificads de «inhundibies de su vida, notando su poder para transfor- marse y cambiar sus relaciones con los demds. Esté, por asf decir, en el florecimiento de la juventud, atractivo, leno de energia e idealis- mo, Entonces, zpor qué se ofrece voluntaria- mente a un sacrificio humano? Es posible que la causa sea la misma que hizo a los gemelos del mito winnebago renun- ciar a su poder por temor a la destruccién. El idealismo de la juventud, que a tanto obliga, conduce indefectiblemente al exceso de con- fianza en s{ mismo: el ego humano puede sen- titse arrebatado a experimentar atributos di- finos, pero solo a costa de sobrepasarse y caer en el desastre. (Este es el significado de la historia de Icaro, el joven que es levado has- ta cerca del cielo por sus alas fragiles y de factura humana, pero que vuela demasiado cer- ca del sol y se precipita en su propia destruc- cién,) Pero es lo mismo, el ego pleno de ju- ventud debe correr siempre ese riesgo porque si un joven no se esfuerza por alcanzar una meta més elevada que la que conseguirfa sin riesgo, no puede superar los obstdculos pues- tos entre la adolescencia y la madurez. Hasta ahora, he estado hablando de las con- clusiones que, al nivel de sus asociaciones per- sonales, podia extraer m: paciente de su pro- pio suefio, Pero hay un nivel arquetfpico del suefio: el misterio del sacrificio humano ofre- cido Precisamente por ser un misterio, se ex- presa en un acto ritual que, en su simbolismo, nos retrotrae muy lejos en la historia del hom- bre. Aqui, cuando el hombre yace tendido so- bre el altar, vemos una referencia a un acto atin més primttivo que los que se realizaban en el ara de piedra del templo de Stonehenge. Alli, como en tantas aras primitivas, podemos imaginar un rito anual de solsticio combinado 122 con la muerte y resurreccién de un héroe mi- toldgico, El ritual tiene una tristeza que también es una especie de alegria, un reconocimiento {n- timo de que la muerte también conduce a una nueva vida. Ya se exprese en la prosa épica de los mdios winnebago, en un lamento pot la muerte de Balder en las sagas noruegas, en los afligidos poemas de Walt Whitman por Abra- ham Lincoln o en el ritual sofiado por el cual un hombre vuelve a las esperanzas y temores de su juventud, el tema sigue siendo el mis- mo: el drama de un nuevo nacimiento por medio de la muerte. Frecventemente, los héroes luchan con rmonstrvot para rezcater 8] 9p upist0s 1eP B:9LIPIA EL PROCESO DE INDIVIDUACION M.-L. von Franz 3. 158 by ‘ rs “ a Bt, . aren RAT Ps s Ee) Sy 7 , Y Fa: Pa Prey ‘ oe El modelo de desarrollo psiquico Al comienzo de este libro, el Dr. C. G. Jung introdujo al lector en el concepto de incons- ciente, sus estructuras personal y colectiva y su modo simbélico de expresiéa. Una vez que se ha visto la mportancia vital (es decir, el efecto sanador 0 destructivo) de los simbolos producidos por el inconscrente, queda el difi- cil problema de la interpretacin, El Dr. Jung ha demostrado que todo depende de si alguna interpretacin “encaya” y es significativa res- pecto al individuo. De ese modo, ha indicado el posible significado y la funcién del simbo- lismo onirico. Pero, en el desarrollo de la teorfa de Jung, esa posibilidad suscita otras preguntas: {Cudl es el propésito de toda la vida onfrica del in- dividuo? 7Qué papel desempefian los suefios no solo en la inmediata economfa psiquica del ser humano sino en su vida como un todo? Observando a gran cantidad de personas y estudiando sus suefios (calculaba que habia in- terpretado, por lo menos, 80.000 suefios), Jung descubrié no solo que todos los sueiios son significativos en diversos grados para la vida del sofante sino que todos ellos son parte de un gran entramado de factores psicolégicos. También hallé que, en total, parecen seguir cierta ordenacién o modelo, Jung Hama a ese modelo “proceso de individuacién”. Puesto que los suefios producen escenas e imagenes dife- rentes cada noche, las personas que no son observadoras minuciosas, probablemente no se dardn cuenta de modelo alguno. Pero st ob- servamos nuestros suefios durante un perfodo de afios y estudiamos toda la serie, veremos que ciertos contenidos emergen, desaparecen y vuelven otra vez. Mucha gente incluso suefia repetidamente con las mismas figuras, paisa- jes o situaciones; y si los seguimos a lo largo de todas las series, veremos que cambian len- ta pero perceptiblemente. Estos cambios pue- den acelerarse si la actitud consciente del so- fiante esta influida por una interpretacién ade- cuada de los sueiios y sus contenidos simbé- Ticos. ‘Ast es que nuestra vida onfrica crea un mo- delo en meandros en el que los elementos 0 160 Absjo un «meandrox (decoraeién de tun. manuscrito dels Vil) Lot suefios indwiduales parecen extras y fragmen tados come ef detalle (arriba) de le de- coracion, pero a lo largo de! sofar de toda une vida aparece un modelo rmeandros que revela el proceso del des: erro psiquico, tendencias individuales se hacen visibles, lue- go se esfuman, luego reaparecen. Si observa- mos esos meandros durante un largo periodo de tiempo, se puede ver la actuacién de una especie de regulacién oculta o tendencia direc- ta que crea un proceso lento, imperceptible, de desarrollo psfquico: el proceso de indivi- duacién, Paulatinamente va emergiendo una persona- lidad més amplia_y mds madura, y poco a poco se hace efectiva y hasta visible para los demés. El hecho de que, frecuentemente, ha- blemos de “desarrollo detenido” demuestra que suponemos que es posible tal proceso de des- arrollo y maduracién en todos los individuos. Puesto quevel desarrollo psiquico no puede Mevarse a cabo por un esfuerzo consciente de fuerza de voluntad, sino que se produce invo- luntariamente y en forma natural, en los sue- fios se simboliza con frecuencia por medio del Arbol, cuyo desarrollo lento, poderoso e invo- luntario representa un modelo definido. EI centro organizador desde el cual emana el efecto regulador parece ser una especie de “tomo nuclear” de nuestro sistema psiquico. También podriamos Mamarlo inventor, organi- zador y fuente de imagenes oniricas. Jung lamé a ese centro el “sf-mismo” y lo describié como la totalidad de la psique, para distinguirlo del g0, que constituye solo una pequefia parte de la totalidad de la psique. A lo largo de las edades, los hombres se da- ban cuenta instintivamente de la existencia de tal centro interior. Los griegos lo llamaron el daimon interior del hombre; en Egipto se ex- Presaba con el concepto de alma-ba} y los ro- manos lo veneraban como genius innati cada individuo. En sociedades mas prim solfa creerse que era un espfritu tutelar encar- nado en un animal o en un fetiche. Este centro interior se mantiene en forma excepcionalmente pura e intacta entre los in- dios naskapi, quienes atin viven en los bosques de Ia peninsula de Labrador. Estas gentes sen- las se dedican a Ia caza y viven en grupos familiares aislados, tan alejados unos de otros que no han podido desarrollar costumbres tri- Lis psique se puede comparar 8 une es: fere con una zona brilante (A) en 30 superficie, que representa @ 1a conscien- cia El ogo es el centro de la zona (una coma er coniciente 2010 31 «yor [aco fresco). El estmismos [Self] es, 2 le vez, el ndcleo toda la esters’ (B] 50 proceso regulader interno produce I suetos. buales 0 creencias y ceremonias religiosas co- lectivas, En su soledad vitalicia, el cazador naskapi tiene que confiar en sus propias vo- ces interiores y revelaciones inconscientes; no tiene maestros religiosos que le ensefien lo que ha de creer, ni rituales, fiestas 0 costumbres que le conforten. En su concepto bdsico de la vida, el alma humana es simplemente un “com= pafiero interior” al que Tama “mi amigo” 0 mista’peo que significa “gran hombre”. Mix tdpeo reside en el corazén y es inmortal; en el momento de la muerte 0 poco antes, deja al individuo y luego reencarna en otro ser. Los naskapi, que ponen atencién a sus sue- fios y que tratan de encontrar su significado y comprobar su veracidad, pueden entrar en relacién profunda con el Gran Hombre, el cual favorece a tales personas y les envia mis y mejores suefios. Por tanto, la maxima obliga~ cién de un naskapi es seguir las instrucciones dadas por sus suefios y luego dar a su conte- nido forma permanente por medio del arte. Las mentiras y la deslealtad alejan del reino interior del individuo al Gran Hombre, por 10 que la generosidad y el amor al projimo y a os animales le atrae y le da vida. Los suefios dan a los naskapi plena capacidad para encon- trar su camino en la vida, no solo en el mun- 161 | do interior sino también en el mundo exterior de la naturaleza, Le ayudan a predecir el tiem- poy le dan guia invaluable en la caza de la que depende su vida. Menciono a este pueblo tan Primitivo porque no esté contaminado por nuestras ideas civilizadas y atin conserva el profundo conocimiento interior natural en la esencia de lo que Jung Hamé el “si-mismo”. El “sf-mismo” puede definirse como un fac- tor de gua interior que es distinto de la per- sonalidad consciente y que puede captarse solo mediante la investigacidn de nuestros propios suefios, Estos demuestran que el “s{-mismo” es el centro regulador que proporciona una ex- tensién y maduracién constantes de la perso- nalidad, Pero este aspecto mayor y més cer- cano a la totalidad de la psique aparece prime- ro como una mera posibilidad innata, Puede emerger muy débilmente o puede desarrollar- se con una totalidad relativa a lo largo de toda la vida. Hasta dénde se.desarrolla depende de si el ego esta dispuesto o no Jo estd a escu- char el mensaje del “si-mismo”, Asf como los naskapi han percibido que la persona que es receptiva a Jas insinuaciones del Gran Hom- bre consigue més y mejores suefios que la ayu- den, podemos agregar que el innato Gran Hom- bre se hace més real en una persona receptiva que en quienes lo desdefian, Tal persona tam- bién se convierte en un ser humano més com- pleto, Hasta parece que el ego no ha sido produ- cido por la naturaleza para seguir ilimitada- mente sus propios impulsos arbitrarios sino para ayudar a que se realice la totalidad: toda la psique. Es el ego el que proporciona luz a todo el sistema, permitiéndole convertirse en consciente y, por tanto, realizarse. Si, por ejem- plo, tenemos un talento artistico del cual no es consciente el ego, nada le ocurrird. Incluso el don puede no Hegar a existir. Solo si nues- tro ego se da cuenta de él, podemos Ievarlo a la realidad. La innata pero oculta totalidad de la psique no es la misma cosa que una to- talidad que es plenamente conocida y vivida. Podrfamos describir esto de la forma siguien- te: la semilla de un pino contiene en forma latente todo el futuro arbol; pero cada semi- lla cae, en determinado tiempo, en un sitio particular en el que hay cierta cantidad de factores especiales como son la calidad del suelo y las piedras, la inclinacién del suelo y 162 su exposicién al sol y al viento. La totalidad Iatente del pino que hay en Ia semilla reaccio- na ante esas circunstancias evitando las pie- dras e inclindndose hacia el sol, resultando que as{ se detersina el crecimiento del arbol. De ese modo, cada pino va Ilegando lentamen- te a la existencia, constituyendo la plenitud de su totalidad y emerge en el reino de la realidad, Sin el Arbol vivo, la imagen del pino es solo una posibilidad 0 una idea abstracta. Insistimos: a realizacién de la unicidad del hombre individual es la meta del proceso de individuacién, Desde cierto punto de vista, este proceso se produce en el hombre (asi como en todo ser viviente) por s{ mismo y en el inconsciente; es un proceso por el cual el hombre vive su innata naturaleza humana, Sin embargo, es- trictamente hablando, el proceso de individua- cién es real solo si el individuo se da cuenta de él y lleva a cabo conscientemente una co- nexién viva con él. No sabemos si el pino percibe su propio crecimiento, si goza y sufre las diferentes vicisitudes que lo conforman. Pero el hombre sf es capaz de participar cons- cientemente en su desarrollo. Incluso siente que de cuando en cuando, al tomar decisiones libres, puede cooperar activamente con él, Esta cooperacién pertenece al proceso de individua- cién en el mas estricto sentido de la palabra. ‘Sin embargo, el hombre experimenta algo que no se contiene en nuestra metéfora del pino. El proceso de individuacién es mas que un acuerdo entre el germen innato de totali dad y los actos externos del destino, Su ex- periencia subjetiva transmite la sensacién de que cierta fuerza suprapersonal se interfiere activamente en forma creativa. A veces nota- mos que el inconsciente Meva la direccién con un designio secreto, Es como si algo nos estu- viese contemplando, algo que no vemos pero que nos ve, quizé el Gran Hombre que reside en el corazén, que nos dice su opinién acerca de nosotros por medio de los suefios. Pero este aspecto creativamente activo del niicleo psfquico puede entrar en juego solo cuando el ego se desentiende de toda finalidad intencionada y voluntaria y trata de alcanzar una forma de existencia mas profunda y més basica. El ego tiene que ser capaz de estudiar atentamente y entregarse, sin ningdn otro de- signio 0 intencién, a esa incitacién interior hacia el desarrollo. Muchos filésofos existen- cialistas intentan describir ese estado, pero solo egan a despojar de sus ilusiones a la consciencia: legan directamente hasta la puer- ta del inconsciente, pero Iuego no consiguen abritla, La gente que vive en culturas més firme- mente enraizadas que la nuestra, tienen menos dificultad en comprender que es necesario pres- cindir de la actitud utilitaria de los proyectos conscientes con el fin de dejar paso al desarro- Ilo interno de Ia personalidad, Una vez conoct una sefiora anciana que no habla conseguido mucho en su vida, en el sentido de cosas ex- ternas. Pero, de hecho, habfa hecho un buen matrimonio con un marido dificil y, en cierto modo, habia desarrollado una personalidad ma- dura. Cuando se quejé de que no habia “‘he- cho” nada en su vida, le conté un cuento te- latado por un sabio chino, Chuang-Tzu, Ella ‘comprendié inmediatamente y sintié gran al vio. Este es el cuento: Un carpintero ambulante, llamado Piedra, vio en sus viajes un gigantesco y' afloso roble que se le- vantaba en un campo junto a un altar hecho de tie- ra, El carpintero dijo a su aprendiz, el cual admi- taba el roble: «Ese es un drbol initil. Si quieres hacer un barco, pronto se pudnirfa; si quieres hacer aperos se romperian. No puedes hacer nada que sea ul con ese Arbol y por eso ha legado a ser tan viejo.» Pero en una posada, aquella misma noche, cuando Un altar de terra bajo un érbol (pintu- fe ching dels. XIX). Estas estructu- Fes redondes 0 evadradas, generalmente fimbolizan el «siensmo» al que el go debe someterse para cumplir el proceso Ge individvecién, cl carpintero se fue a dormir, el roble affoso se Te aparecis en suefos y le dijo: “«ZPor qué me compa tas con vuestros drboles cultvados tales como el es- pino blanco, el peral, el naranjo y el manzano y todos fos demés que dan fruta? Aun antes de que se pueda recoger el fruto, la gente los ataca y los viola, Sus Tamas. gruesas estén deseajadas, sus ramillas, rotas. Su propio frato les acarrea el dao y no pueden vivir fuera de su espacio natural, Esto es lo que ocurre en todas partes y por eso hace tanto tiempo que intenté convertirme en completamente initil. 1Td, pobre mortal! zTe imaginas que si yo hubiera sido Util de alguna forma hubiera alcanzado tal tamalio? ‘Ademés, tu y yo somos dos criaturas y Zeémo puede una criatura elevarse tanto como para juzgar a otra criatura? Ti, hombre mortal vtil, 2qué sabes acer- ca de los arboles initiles?. El carpintero se desperiS y medit6 sobre su suefio ¥, después, cuando su aprendiz le pregunté por qué precisamente ese drbol servia para proteger el altar, Te respondié: {Calla la boeal {No quiero ofr hablar Inds sobre eso! El érbol crece aqui a propésito por- que en cualquier otro sitio la gente le hubiera mal- tratado, Sino fuera el drbol del altar, le hubieran convertide en le Evidentemente, el carpintero comprendié su suefio. Vio que el simple hecho de cumplit nuestro destino es la mayor hazafia humana y que nuestras ideas utilitarias tienen que ce- der el paso ante las demandas de nuestra psi- que inconsciente, Si traducimos esta metéfo- ra al lenguaje psicolégico, el Arbol simboliza el proceso de individuacién que da una leccién a nuestro miope ego. Bajo el drbol que cumplia su destino habla —en el cuento de Chuang-Tzu—un altar he- cho de tierra. Era una piedra tosca, sin pulir, sobre la cual la gente hacfa sacrificios al dios local al que “pertenecfa” ese trozo de tierra. El sfmbolo del altar de tierra sefiala el hecho de que con el fin de evar a cabo el proceso de individuacién, debemos rendirnos conscien- temente al poder del inconsciente, en vez de pensar lo que deberfamos hacer, 0 lo que ge- neralmente se piensa que es justo, 0 lo que co- rrientemente sucede. Solo hay que escuchar, para saber lo que desea la totalidad interior —el “si-mismo”—que hagamos aqui y ahora en una determinada situacién. Nuestra actitud debe ser como la del pino mencionado anteriormente: mo se incomoda cuando su crecimiento lo estorba una piedra, ni hace planes sobre cémo vencer los obstécu- los. Trata meramente de tantear si tiene que crecer més hacia la izquierda o hacia la de- recha, hacia el declive o debe alejarse de él. 163 Al igual que el arbol debemos entregarnos a ese impulso casi imperceptible, aunque pode- rosamente dominador; un impulso que proce- de de la incitacién hacia la realizacién tinica y creativa del “s{-mismo”, Y este es un proce- 50 en el que tenemos que buscar y encontrar repetidamente algo que atin no es conocido por nadie, Las insinuaciones orientadoras o impul- sos proceden, no del ego, sino de Ia totalidad de la psique: el “s/-mismo”, ‘Ademés, es inutil echar miradas furtivas a Ja forma en que otro cualquiera se desarrolla porque cada uno de nosotros tiene una tarea tinica de autorrealizacién, Aunque muchos pro- blemas humanos son andlogos, jamés son idén- ticos. Todos los pinos son muy parecidos (de no ser as{ no los reconocerfamos como pinos); sin embargo, ninguno es exactamente igual a otro. A causa de estos factores de similitudes y diferencias es dificil resumir las infinitas va- riaciones del proceso de individuacién, El he- cho es que cada persona tiene que hacer algo diferente, algo que es tinicamente suyo, Mucha gente ha criticado las teorfas jungia- nas por no presentar sisteméticamente el ma- terial psiquico. Pero esos criticos olvidan que el propio material es una experiencia viva car- gada de emocién, por naturaleza irracional y siempre cambiante, que no conduce a la sis- tematizacién excepto en la modalidad més sue perficial. La moderna psicologia profunda ha aleanzado aqui los mismos mites con los que se enfrentan los microffsicos. Esto es, cuando tratamos medias estadisticas, es posible una descripcién racional y sistematica de los he- chos. Pero cuando intentamos describir un solo hecho ps{quico, no hacemos mds que pre- sentar una pintura honrada de él desde todos Jos dngulos posibles, Del mismo modo, los cientificos tienen que admitir que no saben lo que es Ia luz, Solo pueden decir que, en ciertas condiciones experimentales, parece constar de particulas, mientras que en otras condiciones experimentales parece constar de ondas, Pero qué es en “sf misma”, no se sabe. La psico- logfa del inconsciente y toda descripcién del proceso de individuacién encuentran compara- bles dificultades de definicién, Pero aqui tra- taré de dar un esquema de algunos de sus rasgos mds tipicos. El primer acercamiento al inconsciente Para la mayorfa de la gente, los afios de ju- ventud se caracterizan por un estado de des- pertamiento gradual en el que el individuo se va dando cuenta paulatinamente del mundo y de s{ mismo. La nifiez es un perfodo de gran intensidad emotiva y los primeros suefios del nifio con frecuencia manifiestan en forma sim- bélica Ia estructura bésica de la psique, indi- cando cémo moldearé posteriormente el des- tino del individuo. Por ejemplo, Jung hablé una vez a un grupo de estudiantes acerca de una joven que se sentia tan asediada por la ansiedad que se suicidé a los veintiséis afios de edad. Cuando era nifia, soi6 que “Jack Frost” (*) habfa entrado en su habitacién y la habia pin- chado en el estémago. Se desperts y descubrié que se habfa pinchado ella misma con la mano. EI suefio no le dio miedo; simplemente recor- daba que habfa tenido ese suefio. Pero el hecho de que no reaccionara emotivamente con su extrafio encuentro con el demomio del frio—de (*) Literal: “Juanito Helada”, personaje fantés- tico de los cuentos infantiles que persomifica a la he- lada y al frfo. (N, det T:) la vida congelada—no auguraba nada bueno para el futuro y, en sf mismo, era anormal. Fue con mano frfa e insensible como, posterior mente, puso fin a su vida. De ese solo sueiio es posible deducir el trégico destino del sofian- te, presagiado por su psique en la nifiez. ‘A veces no es un suefio sino un suceso real muy impresionante e inolvidable el que, como una profecfa, pronostica el futuro en forma simbélica, Es bien sabido que los nifios olvi- dan muchas veces sucesos que parecen im- presionantes a los adultos pero, en cambio, conservan un vivo recuerdo de algin incidente © relato del que nadie més se ha dado cuen- ta. Cuando examinamos uno de esos recuer- dos infantiles, generalmente encontramos que describe (si se interpreta como si fuera un s{m- bolo) un problema bisico de la formacién de la psique del ni Cuando un nifio alcanza la edad escolar, co- mienza la fase de edificacién del ego y de adap- tacién al mundo exterior, Esa fase acarrea ge- neralmente una cantidad de conmociones pe- nosas. Al mismo tiempo, algunos nifios co- El nfo, al adaptarse al mundo exterior, Fecibe muchas conmaciones paicolégicas. Pé gine opueste, izquierds el terrible. primer ‘de escusia, 2 continvacién, la sorpresa Y el dolor resultantes de. ser atacado por tro rho, Taquierda la pena y la turbacién dela primera experiencia do la muerte Como proteccién eficaz contra tales conmo- cones, el nif puede sofar © cibujar un rmouvo nuclear (arriba), cirevlar © cus Grangular que. simbolza ‘el importentsimo centro de la pargve. 165 mienzan a sentirse muy diferentes a los demas y ese sentimiento de ser tinicos acarrea cierta tristeza que es parte de la soledad de muchos jovencitos. Las imperfecciones del mundo y el mal que hay dentro de cada uno, as{ como exteriormente, se convierten en problemas conscientes; el nifio tiene que tratar de domi- nat los impulsos interiores acuciantes (aunque aiin no los comprende), as{ como las demandas del mundo exterior. Si el desarrollo de la consciencia es estor- bado en su normal desenvolvimiento, los ni- fios, frecuentemente, se retiran ante las difi- cultades interiores y exteriores hacia una “fortaleza” interior; y cuando ocurre eso, sus sueiios y sus dibujos simbélicos del material inconsciente revelan muchas veces hasta un punto inusitado un tipo de motivo “nuclear” circular 0 cuadrangular (que explicaré después). Esto se refiere al nticleo psfquico anteriormente mencionado, el centro vital de la personalidad del cual arranca todo el desarrollo estructural de la consciencia. Es natural que la imagen del centro aparezca en una forma especialmente chocante cuando la vida psiquica del individuo esté amenazada, Desde ese miicleo central (en Jo que sabemos hoy dia) se dirige toda la edi- ficacién de la consciencia del ego, y el ego co- mienza aparentemente un duplicado o réplica estructural del centro originario. En esta fase primitiva hay muchos nifios que buscan seriamente algdn significado a la vida que les puede ayudar a desenvolverse en el caos interior y exterior. Hay otros, sin embargo, que atin son levados inconscientemente por el di- namismo de modelos arquetfpicos heredados € instintivos. A esos nifios no les concierne el profundo significado de la vida, porque sus ex- periencias del amor, la naturaleza, el deporte y el trabajo contienen para ellos un significado inmediato y satisfactorio, No es que necesaria- mente sean més superficiales; generalmente son arrastrados por el curso de la vida con menos friceién y molestia que sus compafieros mas in- trospectivos. Si viajamos en un tren o un coche sin mirar al exterior, son solo las paradas, los arranques y las vueltas violentas las que nos hacen que notemos que estamos en movimiento, El proceso de individuacién efectivo—el acuerdo consciente con el propio centro inte- rior (nticleo psiquico) 0 “si-mismo"—empieza generalmente con una herida de la personalidad y el sufrimiento que la acompaiia. Esta conmo- cién inicial Mega a una especie de “llamada”, aunque no siempre se la reconoce como tal. Por el contrario, el ego se siente estorbado a causa de su voluntad 0 su deseo, y generalmente pro- yecta la obstruccién hacia algo externo, Esto es, el ego acusa a Dios, 0 a la situacién econémica, © al patrono, o al cényuge, de ser responsable de aquello que le estorba. © quizé todo parece exteriormente muy bien, 166 pero, bajo la superficie, la persona padece un mortal aburrimiento que hace que todo le pa- rezca sin significado y vacio. Muchos mitos y cuentos de hadas describen simbélicamente esta etapa inicial en el proceso de individuacién, contando acerca de un rey que cayé enfermo © envejecié, Otros modelos de cuentos conoci- dos son el de una pareja real que no tiene hic jos; o que un mostruo roba todas las mujeres, nifios, caballos y riquezas de un reino; 0 que un demonio impide que los ejércitos 0 los bar- cos de un rey puedan continuar su marcha; 0 que las tinieblas cubren las tierras, los pozos se secan, los rios se agotan y las heladas afligen al pais. Parece como si el encuentro inicial con el “si-mismo” proyectara una oscura sombra hacia el tiempo venidero, 0 como si el “amigo interior” viniera al principio como un cazador que tendiera una trampa para coger al ego que lucha desesperadamente, Hay mitos en los que encontramos que la magia o el talismén que cura la desgracia del rey 0 de su pa(s siempre resulta algo muy es- pecial. En un cuento es un “mirlo blanco” 0 “un pez que Hleva un anillo de oro en las aga- Has” lo que se necesita para restablecer la sa- lud del rey, En otro, el rey desea “el agua de la vida” o “tres rizos dorados de la cabeza del demonio”, o “la trenza de oro de una mujer” y después, naturalmente, la duefia de la tren- za). Sea lo que sea, la cosa que puede alejar Pégina opuesta, izquierda: grabado en madera de un manuscrito de alquimis, dels. XVIl, en el que se ve a un rey {que std enfermo, imagen simbslice eo- friente de la vacvided y el aburrimiene to (en la coniciencia) que puede mar- car Te etopa inicial del proceso de Indie viduacién "Pég) opuesta, darecha: otra Imagen de ese estado ‘psicolégico (de fa. pelicula itelana de 1960 La Dolce Vita)" los invitados exploran el ebando- rrado interior del castilo. de un arisié- rata arruinado, Derecha: pinture del artista. suizo mo- erro Paul Klee titulads Cuento de ha- das, lustra un evento acerca de un jo: Yen que busca y ancventra el cartelera de un cine inglés anun- ‘ciondo la pelicula francese Eve (1962) La pallcula te eflore 9 los enredos do una femme fatale (inter pretade por lo actriz francesa Jeanne Moreau), de- ominacia muy extendida de ia mujer «peligrosas euyas relaciones con los hombres retratan clara mente la naturaleza del. anima negative Solo se puede encontrar una solucién soporta- ble a un drama semeyante si se reconoce que el anima es una fuerza interior. El objetivo se- ereto del inconsciente al acarrear tal compli- cacién es forzar al hombre a que desarrolle y Ueve a su propio ser a la madurez integrando més de su personalidad inconsciente e incor- pordndola a su verdadera vida, Pero ya hemos dicho bastante acerca del lado negativo del dnima. Hay también otros tantos aspectos positivos. El dnima es, por ejemplo, causante del hecho de que un hombre sea ca- paz de encontrar la cényuge adecuada, Otra funcién, por lo menos tan importante: siem- pre que la mente légica del hombre es incapaz de discernir hechos que estén escondidos en su inconsciente, el dnima le ayuda a desente- rrarlos. Atin més vital es el papel que desem- pefia el dnima al poner la mente del hombre a tono con los valores interiores buenos y, por tanto, abrirle el camino hacia profundidades interiores mas hondas. Es como si una “radio” interior quedara sintonizada con cierta lon- gitud de onda que excluyera todo lo que no hace al caso pero permitiera la audicién de Ja voz del Gran Hombre. Al establecer esta re- cepcidn de la “radio” interior, el énima adopta el papel de gufa, 0 mediadora, en el mundo interior y con el “si-mismo”, Ast es como apa- rece ella en los ejemplos de iniciacién de cha- manes que he descrito antes; ese es el papel La excesiva importaneie que un hombre dda al intelectuaismo puede deberse & tun dnima negative representada con fre- '}cuencia en leyerdas y mitos por la figura femenina ue. propane sceroe quel hombre tiene que conener 6 ment densa om pntor tancte dls 30K representa 3 Epo cntestand al en mma prooveto por a esinge bres en lar que cyen muchos de_ ellos mediante formas de pornografa Debs- yo. parte de una exhibieén de strip. ease on una moderna sala nocturna in lesa 181 En la pelicula Japonese de 1959 Ugetsw luce una destroctiva rolacién.fantéstcn, En Madame Bovary, ol noveliste fran: cts dels XIX Flaubert describe una los poemas que siempre habia leido 4! En los hombros de ella encontré el «fres- cor _amberinos de une ‘dalisca en bavo, tenia el sempre era un éngel».lzquierda Emma Bovary (en la pelicula de. 1949 sobre fs novela) con su marido (a la iz quierda) ys amante, -@ = wT de Beatrice en el Paraiso de Dante, y también el de Ia diosa Isis cuando se le aparece en un suefio a Apuleyo, el famoso autor de El asno de oro, con el fin de iniciarle en una forma de vida més elevada y més espiritual. El suefio de un psicoterapeuta de 45 afios de edad puede servir para aclarar cémo el Anima puede ser una guia’ interior. Cuando se iba a acostar la noche anterior a tener ese suefio, estuvo pensando que era duro pasarse Ja vida solo, si se carecia del apoyo de una Iglesia. Hallé que envidiaba a la gente que es- taba protegida por el abrazo maternal de una organizacién, (Habfa nacido en el seno de una familia protestante pero no volvié a tener nin- guna afiliacién religiosa) Su suefio fue el si guiente: Estoy en la nave Tateral de una antigua iglesia Mena de gente, Junto con mi madre y mi esposa, estoy sentado al final de la nave en la que parece haber asientos adicionales. Voy a celebrar la misa como sacerdote y tengo tun grueso misal en las manos o, més bien, un de- vocionario 0 una antologia de poesias. Este libro no me es conocido y no puedo encontrar el pasaje adecuado. Estoy muy excitado porque tengo que co- menzar iamediatamente y, para mayor complicacién, mi madre y mi esposa me molestan con su charla acerca de trivialidades sin importancia, Ahora cesa de sonar el érgano y todos me estin esperando, ast es que me levanto de forma resuelta y le pido a una de las monjas que estén arrodilladas detrés de mi que me dé su hbro de misa y me sefale el pasaje adecua~ do, lo cual hace ella en forma cortés, Ahora, esa misma monja, a modo de sacristin, me precede hacia el altar que esti en algin sitio tras de mi, hacia Ja izquierda, como si nos acercéramos a él desde un ala lateral. El libro de misa es como un pliego de pinturas, una especie de tablero, de unos noventa centimetros de largo y treinta de ancho, y en él esté €l texto con antiguas pinturas dispuestas en colum- pas, una junto a la otra, Primero la monja tiene que leer una parte de la Jiturgia antes que yo comience, y yo atin no he encontrado en el texto el pasaje correspondiente, Ella me dijo que era el imero 15, pero los niimeros nno estin claros y no puedo encontrarlo, No obstan- te, me vuelvo con resolucién hacia los files y, ahora, ya he encontrado el numero 15 (el pensiltimo en el tablero), aunque todavia no sé si podré descifrarlo, De todas maneras, tengo que intentarlo, Me des- pierto. Este sueiio expresaba de forma simbdlica una respuesta del inconsciente a los pensamien- tos que el sofiante habia tenido la noche an- terior. En efecto, el inconsciente le decia: “Ta mismo tienes que convertirte en sacerdote de tu iglesia interior, en la iglesia de tu alma.” Los hombres proyectan all énima sobre cosas, ademés de mujeres. Por ejemplo, los bareos siempre han sido consi dos como del género femenino [asl por lo menos en Inglés}; srribs: el mascarén de proa femenino del viejo velero Inglés Cutty Sark. El capitén de une nove es simbélicamente su marido, por lo cual segin la tradicién quizé tenga que irse ‘on calles 1 se hunde, Un coche es otra clase de poteslén que generalmente se feminiza, ex decir, que puede convertirse en et foco de muchas pproyecciones del énima masculine, A gual que los barcos, los coches s@ con sideran del género feranino [la aviora 2 refere al idioma inglés] y sus prov Pietarios fos acarician y miman (abajo) come a su amante fever 183 De este modo indica el suefio que el sofiante ha de tener el apoyo de una organizacién; esta dentro de una iglesia, no una iglesia externa sino una que existe dentro de su propia alma, La gente (todas sus propias cualidades psi- quicas) desea que él actiie como sacerdote y celebre la misa. Ahora bien, el suefio no puede referitse a la misa auténtica ya que su libro de misa es muy diferente al verdadero, Parece que la idea de la misa se utiliza como un sfm- bolo y, por tanto, significa un acto de sacrifi- cio en el que esta presente la Divinidad para que el hombre pueda comunicarse con ella. Esta soluctén simbélica, por supuesto, no es valida en general sino que solo se refiere a este sofiante determinado. Es una solucién ti pica para un protestante porque un hombre que mediante una fe verdadera atin se mantie- ne en la Iglesia catdhca, generalmente expe- rimenta su énima en la imagen de la propia Iglesia, y sus imagenes sagradas son para él los simbolos del inconsciente, Nuestro sofiante no tenfa esa exper mncia eclesidstica y por eso tenia que seguir un ca- 184 Dos etapas del desarrollo del dnima* pri- mere, mujer primitiva (arriba, de una ‘de Gauguin), segunds, belleza ‘como. en @l reteato imaging rzquierda) de une muchacha del Renacimiento italiane retratada como St fuera Cleopatra La segunda etapa es taba clésicamente incorporada en Helena de Trova (abajo, junto a Pans) mino interior. Ademas el suefio le decia lo que tenia que hacer, Le dijo: “Tus lazos ma- ternos y tu extraversién (representada por la esposa que es extravertida) te distrae y te hace sentirte inseguro y con una charla sin signifi- cado te impide celebrar 1a misa interior. Pero si sigues a la monja (el anima introvertida), ella te conduciré a la vez como sirviente y como sacerdote. Ella posee un extraio libro de misa que consta de 16 (cuatro por cuatro) antiguas pinturas, Tu misa consiste en tu con- templacién de esas imagenes psiquicas que tu Anima religiosa te revela.” En otras palabras, si el sofiante vence su incertidumbre interna, causada por su complejo materno, hallaré que la tarea de su vida tiene la naturaleza y la ca lidad de un servicio religioso y que si medita acerca del significado simbélico de las imdge- nes en su alma, le conducirdn a su realizacién. En este suefio, el dnima aparece en su pro- pio papel positivo, es decir, como mediadora entre el ego y el'si-mismo”. La disposicién de las pinturas, cuatro por cuatro, sefiala el hecho de que la celebracién de esa misa inte- rior se realiza en servicio de Ja totalidad. Como demostré Jung, el micleo de la psique (el “sf- mismo”) normalmente se expresa en alguna forma de estructura cuddruple. El mimero cua tro también esté relacionado con el anima por- que, como observé Jung, hay cuatro etapas en su desarrollo, La figura de Eva es la mejor simbolizacién de la primera etapa, la cual re- presenta relaciones puramente instintivas y bio- légicas La segunda puede verse en !a Helena de Fausto: ella personifica un nivel romanti- co y estético que, no obstante, aun estd carac- terizado por elementos sexuales. La tercera est4 representada, por ejemplo, por la Virgen Marfa, una figura que eleva el amor (eros) a alturas de devocién espiritual. El cuarto tipo lo simboliza la Sapiencia, sabidurfa que tras- ciende incluso lo mds santo y lo més puro. Otro simbolo de este tipo es la Sulamita del Cantar de los Cantares de Salomén, (En el des- arrollo psfquico del hombre moderno, rara- mente se alcanza esta etapa. Mena Lisa es la que mds se acerca a esa anima de sabiduria.) En esta etapa solo estoy sefialando que el concepto de cuadruplicidad se produce con fre- cuencia en ciertos tipos de material simbdlic Sus aspectos esenciales los estudiaremos des- pués. ‘Arriba: Ia tercera etapa del énima. se personifica en la Viegen Marfa (pintura e Van Eyck). El rojo de su manto es fl color simblico del sentimiento (0 fret); pero en ese etapa, el eros $e he fexpiritustizado Dabajo: dor ejemplos de Ia cvarta etapa: la diosa griega de la sebidurla.Atenea (iaquierda) y Mona iss, Pero gqué significa en la prictica el papel del énima como guia en el interior? Esta fun- cién positiva se produce cuando un hombre toma en serio los sentimentos, esperanzas y fantasfas enviadas por su dnima y cuando los fya de alguna forma; por ejemplo, por escrito, en pintura, escultura, composicién musical 0 danza, Cuando trabaja en eso paciente y len- tamente, va surgiendo otro material incons- ciente més profundo salido de las honduras y conectado con materiales anteriores. Después de que una fantasia ha sido plasmada de algu- na forma, debe examinarse intelectual y esté- ticamente con una reaccién valorizadora del sentimiento, Y es esencial mirarla como a un ser completamente real; no tiene que haber ninguna duda secreta de que eso es “solo una fantasfa”, Si esto se realiza con devota aten- cién durante un largo perfodo, el proceso de individuacién se va haciendo paulatinamente la tinica realidad y puede desplegarse en su forma verdadera. Muchos ejemplos extraidos de la literatura muestran al 4nima como gufa y mediadcra respecto al mundo inferior: la Hypnerotoma- chia, de Francesco Colonna; Ella, de Rider au Derecha el anima como mediadora (o fu) en un dibujo de William Blake {Que lustra una escena del Purgatorio de La Divina Comedia de Dante y re- presenta a Beatriz guiando # Dante por Un simbolico paso tortuoso de mon- tana Pagina opuesta, zquterda en una fescena de la 9 Ella, de Rider Haggard, una mujer rmisteriosa guia a unos exploradores or unas montanas Inquierda grabada del = XVII domina- do por ia figura simbolica del anima como mediadara entre este mundo (ol mono prabablemente representa lena furalezainstintiva del hombre) y alfa turo (la mano de Dios extendida desde las nulbes) La figuea del anime parece parangonar ala mujer del Apocalipsis fambien lleva una corone de doce ‘estrellas, ala diosa lunar de le Antigue- dad, alt Sapiencia del Antiguo Testa- ‘mento (cuarta etapa del anima, paging 189), ya diosa egipcia Irs (que tam bién tone cabellea otante, medialuna fen ol Utero y esta con un pie en la terra y otro en el agua) Haggard, 0 “el eterno femenino” en el Fausto, de Goethe. En un texto mistico medieval, una figura de dnima explica su propia naturaleza del modo siguiente: Soy la flor del campo y el lirio del valle. Soy la madre del buen amor y del miedo y del saber y de la santa esperanza .. Soy la mediadora de los ele ‘mentos, haciendo que unos y otros se pongan de acuerdo; convierto lo caliente en frio y viceversa, ¥ To que es dspero lo suavizo... Soy la ley en el sacer- dote y la palabra en el profeta y el conseo en el sabio. Mataré y daré vida y no hay nadie que pueda Iibrarse de mi mano, En la Edad Media se produjo una percepti- ble diferenciacién espiritual en materias reli- giosas, poéticas y de otra indole cultural;, y el mundo fantéstico del inconsciente era re- conocido con mayor claridad que antes. Du- rante ese perfodo, el culto caballeresco a la dama significé un intento para diferenciar el lado femenino de la naturaleza del hombre res- pecto a la mujer exterior asf como en relacién con el mundo interior. La dama a cuyo servicio se consagraba el caballero, y por quien levaba a cabo sus he- ula sobre la novela chos heroicos, era, naturalmente, una perso- nificaci6n del énima. El nombre del portador del Grial en la versién de la leyenda segin Wolfram von Eschenbach es especialmente sig- nificativo: Conduir-amour (‘guia en el amor”). Ensefia al héroe a diferenciar sus sentimientos y su comportamiento respecto a las mujeres. Sin embargo, posteriormente, este esfuerz0 in- dividual y personal por desarrollar las relacio- nes con el dnima se abandond cuando su as- pecto sublime se fundié con la figura de la Virgen que entonces se convirtié en el objeto de devocién y alabanza ilimitadas, Cuando al 4nima, como Virgen, se la concibié como ser totalmente positivo, sus aspectos negativos en- contraron expresién en la creencia en las brujas, En China, la figura paralela a la de Maria es la diosa Kwan-Yin, Una figura del énima més popular en China es la “Sefiora de la Luna”, que otorga el don poético o musical a sus favoritos e, incluso, puede concederles la inmortalidad. En la India, el mismo arquetipo estd representado por Shakti, Pavati, Rati y muchas otras; entre los musulmanes, ella es, principalmente, Fatima, la hija de Mahoma. Una relacién entre el moto de I druplieidad y el ima. se ve (arriba) fen ura pintura del artista suizo Peter Birkhauser Un énima_ de cuatro ojos ‘aparece como una visién abrumadore terronfica Los cuatro ojos tienen un sige nificado simbdlico analago a. las lect sis pinturas del suefo.citado. en la pagina 182 aluden al hecho de que el rma contiene Ia postbilidad de. llevar 2 cabo la totalided, Derecha* en la pintura del artista Slave Ker a estmismor esta separado del numa pero. ain fundido con la natu- raleza La pintura podria ttularse «pal faye animicos a la rzquierda std sen- tada una mujer de piel oscura y dese ruda el Srima A la. derecha hay un ‘0, al alma animal © instinto Corea dol Srima hay un érbol doble, simbolizando fel proceso de individvacién en el que © Unen los opuestos interiores Al fone do se ve primero un glaciar, pero. min rando més cerca se ve que tambiéo fe una cara Esta cara (dole que fluye el rio de fa vida) es el «si mismos Tiene cuatro ojos y parece algo andlogo ‘un animal, porque procede de le nati leza instintiva (Por tanto, net properciona un buen ejemplo de la forma en que un simbolo inconscente puede encontrar sin advertirlo su camino fen un al 188 La adoracién al anima como figura religiosa oficialmente reconocida acarrea el grave in- conveniente de que la hace perder sus aspec- tos individuales. Por otra parte, si se la con- sidera exclusivamente como a un ser personal, hay el peligro de que, si ella es proyectada en el mundo exterior, sea solo ahf donde se la pueda encontrar, Esta ultima situacién puede crear interminables molestias porque el hom- bre se convierte, a la vez, en victima de sus fantasfas eréticas y en un ser que depende for- zosamente de una mujer concreta. Solo la decisién penosa (pero esencialmente sencilla) de tomar en serio las fantasfas y sen- timientos propios puede evitar, en esa etapa, un estancamiento total del proceso de indi- viduacién interior, porque solo de esa forma puede un hombre descubrir qué significa esa figura como realidad interior. Asf el dnima vuelve a ser lo que fue originariamente: la “mujer interior” que transmite los mensajes vitales del “sf-mismo”. La idea que tenta 1a Europa medic val acerca del amor cortesanos es. {abe influida por Ts. adoracion 2 la Virgen Maria Tas damas © quienes los. eabaleros prometian su amor eran consideradas tan puras como la Virgen (de le cual, una tupica. ume gen medieval es. Io esculpida come ‘Ona mofecs, hacia 1400, ngulo so perior) Angulo inferior escudo de 5 XV con un caballero. errodilade ante une dama y la muerte tras Este concepto ideslizado. de Iam: jer prodojo un concopte epuerto la creencia en lat brojes Iequierda pintura del_s_ XIX representando un aquelarre de brujes Cuando el anima es proyecteds en tuna. personificacion saficals, iende 2. dividirse en un aspacto\ deble coma Marie y como bruja quer ds otra dualidad en oponicion (de ton manuserto del 2 XV) person ficacionet dela Iglesia (a la dere cha, identficeds con Maria) y de le Sinagogs (idantsficads equi con Ia pe ceadora Eva) El dnimus: el hombre interior La personificacién masculina en el incons- ciente de la mujer—el énimus—muestra aspec- tos buenos y aspectos malos, como le ocurre al nima en el hombre. Pero el Animus no apa~ rece con tanta frecuencia en forma de fantasfa © modalidad érética; es més apto para tomar la forma de conviccién “sagrada” oculta. Cuan- do tal conviecién es predicada con voz fuerte, insistente, masculina o impuesta a otros por medio de escenas de brutal emotividad, se reconoce fécilmente la masculinidad subyacen- te en una mujer. Sin embargo, aun en una mu- jer que exteriormente sea muy femenina, el 4nimus puede ser también una fuerza dura e inexorable, Podemos encontrarnos de repente en contra de algo en una mujer que es obstina- da, fria y completamente inaccesible. Uno de los temas favoritos que el énimus repite incesantemente en las meditaciones de ese tipo de mujeres viene a ser asf: “La vinica cosa que yo deseo en el mundo es amor... ¥ € no me ama”; 0 “En esta situacién solo hay dos posibilidades... y las dos son igualmente malas.” (El animus jamds cree en excepciones.) & Aenioa: Juana de Arco (incorporads por Ingrid) Bergman en una pelicula a 1948) cuyo. snimue—el lado. masculine de la psique femenine-—tomo Ia. forma de una xconwiectén sagrades Derecha: dos imagenes. del gnimus negative: und mujer bellando con la muorie. (evadro els XVI), y Hades con Persefone, 2 Ia que él rapt6 ¥y llevd al inferno (de tun manuserito, hacia 1500). Raramente se puede contradecit la opinién de un dnimus porque, por lo general, suele tener razén; sin embargo, pocas veces parece aj's- tarse a la situacién individual. Es apto para una opinién que parece razonable pero al mar- gen de la cuestién. Al igual que el cardcter del dnima de un hombre esté moldeado por su madre, el éni- mus esta bésicamente influido por el padre de la mujer. El padre dota al animus de su hija con el matiz especial de convicciones indiscu- tibles, irrecusablemente “verdaderas”, convi ciones que jamés incluyen la realidad personal de Ja propia mujer tal como es realmente. Esa es la causa de que, algunas veces, el 4nimus sea, como el dnima, un demonio de la muerte. Por ejemplo, en un cuento gitano, un apuesto extranjero es recibido por una mu- jer solitaria a pesar de que ella tuvo un suefio que le advertia que él era el rey de la muerte. Después de haber estado con ella algin tiem- po, ella le inst6 a que le dijera quién era real- mente. El, al principio, rehus6 diciendo que ella moritia si se lo decta. Sin embargo, la [a novela’ Com ‘de Ta autora anglesa mujer insiste y él le revela de repente que es la propia muerte. La mujer muere inmediata- mente de miedo. Considerado mitolégicamente, el apuesto ex- tranjero es probablemente una imagen pagana del padre 0 de un dios que aparece aqui como rey de la muerte (como el rapto de Persefone realizado por Hades), Pero psicolégicamente representa una forma particular del dnimus que atrae a las mujeres alejéndolas de todas las relaciones humanas y, en especial, de todos los contactos con hombres auténticos. Personifica al capullo de seda de los pensamientos sofia- dores, lenos de deseos y de juicios acerca de emo “debieran ser” las cosas, y que separan a la mujer de la realidad de la vida, El Animus negativo no aparece s6lo como un demonio de la muerte. En los mitos y en los cuentos de hadas desempefia el papel de la- drén y asesino. Un ejemplo es Barba Azul, que mataba secretamente a todas sus mujeres en una cémara oculta. En esta forma, el ni- mus personifica todas las reflexiones semicons- cientes, frfas y destructivas que invaden a una mujer en las horas de la madrugada cuando no ha conseguido realizar cierta obligacién sen- timental. Es entonces cuando comienza a pen- sar acerca de la herencia de la familia y asun- tos de esa indole, una especie de tejido de pensamientos calculadores, Menos de mahcia intriga, que la levan a un estado en que es ca- paz de desear la muerte a otros. (“Cuando uno de nosotros muera, me trasladaré a la Rivie- ra”, dice una mujer a su marido al contemplar Ja hermosa costa mediterranea; un pensamien- to que resultaba inofensivo por el hecho de haberlo dicho.) ‘Alimentando secretas intenciones destructi- vas, una mujer puede conducir a su marido, y una madre a sus hijos, a enfermedades, acci: dentes 0, incluso, la muerte, O puede decidir que sus hijos no leguen a casarse: una forma del mal, profundamente escondida, que rara- mente sube a la superficie de la mente cons- ciente de la madre. (Una anciana simple nos dijo una vez, mientras nos mostraba un re- trato de su hijo, ahogado a los veintisiete aiios: “Lo prefiero as{; es mejor que darselo a otra mujer.”) A veces una extrafia pasividad y la paraliza- cién de todo sentimiento, 0 una profunda in- seguridad que puede conducir casi a una sen- sacién de nulidad pueden ser el resultado de la opinién de un animus inconsciente. En las pro- fundidades del ser de la mujer, el dnimus le susurra: “No tienes esperanza. {De qué vale intentarlo? De nada sirve lo que hagas. La vida jamés cambiaré para mejorar.” El dnimus 20 pertonifica muchas. veces fen un grupo de hombres Un énimus reghtivo grupel puede sparecer como ‘one peligrova bands de criminales, come fos enaufragadoress, quianes, después de atreer a lor barcos hacia las roces me diante luces, mataban a lor supervvien- tes y se apoderaban de los naufragio (arriba, evadro fs Xvill). 191 Una personificacén frecuente del énimus grupal negative en los suefor femeni- ‘os es [a do bardoleros romanticos, nero peligrosos Arriba grupo siniestro de bandoleros de la pelicula brasilehe. de 1953 0 i Debajo ustracién de Fuseli para € sueio de una noche de verano, de. Sha- kespeare La reina de los cobligads (por arte de ma fenamore de un eampesino al que, tome bien por arte de magi, le ha salido cabezs de asno Esto es une tergwer- sacion comica de los “eventos en lot que el amor de una doncella bra a tun hombre de un hechizamiento Desgraciadamente, siempre que una de esas personificaciones del inconsciente se apodera de nuestra mente, parece como si tuvigramos tales pensamientos y sentimientos, El ego se identifica con ellos hasta el extremo de que resulta imposible separarlos y verlos tal como son, Se estd realmente “posejdo” por la figura desde el inconsciente, Solo después que ha cesado la posesién, se comprueba con horror que hemos dicho y hecho cosas diametralmen- te opuestas a nuestros verdaderos pensamien- tos y sentimientos, que hemos sido la presa de un factor psfquico ajeno, Al igual que el dnima, el dnimus no consta meramente de cualidades negativas tales como brutalidad, descuido, charla vacia, malas ideas silenciosas y obstinadas, También tiene un lado muy positivo y valioso; también puede construir un puente hacia el “si-mismo” me- diante su actividad creadora. El siguiente sue- fio de una mujer de 45 aos puede ayudar en la aclaracién de este punto: Dos figuras embozadas trepan hasta el balcén y entran en la casa, Van envueltas en un ropaje negro con capucha, y parece que quieren atormentarnos a mi hermana'y a mi, Ella se esconde bajo la cama, ppero ellos la sacan de alli cox una escoba y la tor- turan, Luego me toca a mi. El jefe de ellos me em- puja contra la pared, haciendo gestos magicos ance mi cara. Mientras tanto, su ayudante hace un boceto en la pared y, cuando lo miro, digo (con el fin de congraciarme): «;Pero si esté muy bien dibuiadol », Ahora, de repente, mi torturador tiene noble cabeza de artista y dice con orgullo: «Si, desde luego», y ‘comienza a limpiarse las gatas, bg. opuesta, derecha: el cantante Franz Grass en of papel principal de Ia dpera de Wagner El buque fantasma, boseda fen un cuanto sobre un cepitén cuyo. destino era navegar en un borco fantas- ma. hasta que el amor de una mujer estruyera la maldicién que pessbe so bre En muchos mites, el amante de una mujer es une figura misteriosa que ella unce debe ver. laquierda: ejemplo de xe mito en un grabado de finales del figlo XVIII: le doncella Psique era. ama de por Eros, pero tenia. prohibido que Inentara rirarlo. Cazvalmente lo hizo tina very 4 la abandons; lla pudo recuperar su amor solo despues de (0 busqueda y muchos sufrimientos, EI aspecto sidico de esas dos figuras era muy conocido por la sofiante ya que, en rea lidad, suftia con frecuencia de ataques agudos de ansiedad durante los cuales le asediaba el pensamiento de que la gente a la que ella que- Fia se encontraba en gran peligro 0, incluso, que habia muerto, Pero el hecho de que la figura del dnimus sea doble en el suefio su- giere que los salteadores personifican un factor psiquico que es dual en sus efectos y que po- dria ser algo completamente distinto a esos pensamientos atormentadores. La hermana de Ja sofiante, la cual huyd de los hombres, es cogida y torturada, En realidad, esa hermana habia muerto cuando era muy joven. Tenfa dotes artisticas, pero habia utilizado muy poco su talento, Después, el suefio revela que los sal- teadores embozados estin, en realidad, disfra- zados de artistas y que si la sofiante les reco- noce sus dotes (que son las de ella) prescindi- rin de sus malas intenciones. {Cudl es el significado profundo del suefio? Es que, tras los espasmos de ansiedad, hay un peligro auténtico y mortal; pero también hay una posibilidad creadora para la sofante. Ella, al igual que su hermana, tenfa cierto talento como pintora, pero dudaba si la pintura seria para ella una actividad con significado, Ahora bien: su sueiio le dice del modo mas firme que debe reavivar ese talento. Si obedece, el dni- mus destructivo y atormentador se transfor- mari en una actividad creadora y plena de significado, ‘AL igual que en este suefio, el énimus apare- ce con frecuencia como un grupo de hombres. De esa forma, el inconsciente simboliza el he- cho de que el animus representa una colecti- vidad mds que un elemento personal. A causa de esa inclinacién a lo colectivo, las mujeres habitualmente se refieren (cuando su énimus habla por medio de ellas) a “uno” 0 “ellos” odo el mundo”, y en tales circunstancias su conversacién, muchas veces contiene las palabras “siempre” y “debiera” y “tuviera”. ‘Muchisimos mitos y cuentos de hadas ha- blan de un principe convertido por hechice- rfa en un animal salvaje 0 en un monstruo, que es redimido por el amor de una doncella: tun proceso que simboliza la forma en que el 4nimus se hace consciente. (El Dr. Henderson ha comentado en el capitulo anterior el sig- nificado del motivo de La Bella y la Bestia.) 193, EE Muy frecuentemente, a la heroina no se le per- mite hacer preguntas acerca de su misterioso y desconocido enamorado y esposo; 0 se en- cuentra con él solo en la oscuridad y jamés debe mirarle. Esto implica que, por confian- za y amor ciegos hacia él, ella podré redimir a su marido, Pero eso jamés sucede. Ella siem- pre rompe su promesa y, al final, encuentra ‘a su amado otra vez después de una biisqueda Jarga y diffcil y de muchos sufrimientos, E| paralelo de eso en la vida es que la aten- cién consciente que una mujer tiene que con- ceder al problema de su animus probablemente requiere mucho tiempo y acarrea infinidad de suftimientos. Pero si ella se da cuenta de quién y qué es su dnimus y qué hace con ella, y si ella se enfrenta con esas realidades en vez de dejarse poseer, su animus puede convertirse en un compaiiero interior inapreciable que la dota con las cualidades masculinas de inicia- tiva, arrojo, objetividad y sabidurfa espiritual. El dnimus, exactamente igual que el dnima, muestra cuatro etapas de desarrollo. La pri- mera aparece como una personificacién de mero poder fisico, por ejemplo, como campeén atlético u “hombre musculoso”, En la segunda etapa, posee iniciativa y capacidad para pla- near la accién. En la tercera, el animus se transforma en Ja “palabra”, apareciendo con frecuencia como profesor o sacerdote. Final mente, en su cuarta manifestacién, el animus es la encarnacién del significado. En este ele- vado nivel, se convierte (como el énima) en mediador de la experiencia religiosa por la cual Ia vida adquiere nuevo significado. Da a la mu- jer firmeza espiritual, un invisible apoyo inte- rior que la compensa de su blandura exterior, En su forma més desarrollada, el 4nimus co- necta, a veces, la mente de la mujer con la evo- lucién espiritual de su tiempo y puede, por tan- Incorporaciones de las cuatro etapar del Pégina puesta, arriba: miniatura india inimus" primera, e| hombre de plenitud representando a una muchacha que mira fisicay Tarzén, el iterario héros de la con amor ef retrato de un hombre, Una selva _(arribs, interpertado por Johnny mujer que se enemora de un retrato (0 ‘Weismuller). ‘Segunda, el hombre «ro- de un actor de cine), claramente esté ménticow el poeta. Inglés dels, XIX proyectando au énimus_en un hombre Shelley (arriba, centro), © el xhombre EI actor Rodolfo Valentine (psy opuer de acciéns: el norteamericano Ernest He- 2, lqierde, en na pelievla de 1922) mingway, héroe de la guerra, caza- _llecd- 9. ter el contro de proyeccién del or, ete Tercera, el portador de la «pa. énimus de millares de mujeres, mientras labras: Lloyd George, el gran orador vivid. aun’ después de muerto Angulo Pothico. Cuarta, el gola ssbio hacio le inferior derecho! parte del inmento tel verdad espiritual, muchas veces proyecta- _buto floral enviado por mujeres de todo dda on Gandhi (izquierds ‘el -mundo 2 los funerales de Valentine on 1926. 194 to, hacerla atin mas receptiva que un hombre a Jas nuevas ideas creadoras, A causa de esto, en tiempos primitivos, muchos pueblos empleaban a las mujeres como adivinadoras y profetisas. La intrepidez creadora de su 4nimus positiv a veces expresa pensamientos e ideas que esti- mulan a los hombres a nuevas empresas. El “hombre interior” dentro de la psique de una mujer puede conducir a disturbios matri- moniales andlogos a los mencionados en la seccién referente al énima, Lo que complica especialmente las cosas es el hecho de que la posesin de uno de los cényuges por el ai mus (0 el anima) puede ejercer automética- mente tal efecto irritante en el otro que é1 (0 ella) quede también posefdo. Animus y énima tienden siempre a arrastrar la conversacién a un nivel mas bajo y a producir una atmésfe- ra emotiva irascible y desagradable, Como dije antes, el lado positivo del énimus puede personificar un espiritu emprendedor, atrevido, veraz, y en su forma més elevada, de profundidad espiritual. Por medio de él, una mujer puede experimentar el proceso subya- cente de su situacién objetiva personal y cul- tural, y puede encontrar el camino de una in- tensa actitud espiritual ante la vida. Esto, na- turalmente, presupone que su 4nimus deje de representar opiniones que estén por encima del criticismo, La mujer tiene que encontrar el atrevimiento y la interior amplitud mental para dudar de Ja santidad de sus convicciones. Solo entonces seré capaz de aceptar las suge- rencias del inconsciente, en especial cuando contradicen las opiniones de su animus. Solo entonces Iegardn hasta ella las manifestacio- nes de su “sf-misma” y podré entender cons- cientemente su significado. El «si-mismo»: simbolos de totalidad Si una persona ha forcejeado seriamente y el tiempo suficiente con el problema del dni- ma (0 del animus) hasta que ya no se sienta parcialmente identificada con él, el inconscien- te cambia otra vez su cardcter dominante y aparece en una nueva forma simbélica que re- presenta al “sf-mismo”, el nicleo més fntimo de la psique. En los suefios de una mujer este centro esta generalmente personificado como jura femenina superior: sacerdotisa, hechi- cera, madre tierra 0 diosa de Ja naturaleza 0 del amor. En el caso del hombre, se manifiesta como iniciador y guardién (un guru iidio), anciano sabio, espiritu de 1a naturaleza, etc. Dos cuentos populares ilustran el papel que puede desempefiar tal figura. El primero es un cuento austrfaco: Un rey ordené a sus soldados que vigilaran de noche junto al cadéver de una princesa negra que hhabfa sido hechizada, Cada medianoche, ella se le- vantaba y mataba al guardién, Hasta que uno de los soldados, al que le habia legado su turno de guar- ia, desesperado, huy6 al bosque. Allf encontré a un avigio guitarrista que es el propio nuestro Sefiors. Este viejo misico le dijo dénde podia esconderse en la iglesia y le aleccioné sobre lo que tenfa que hhacer para que la princesa negra no le alcanzara. Con esa ayuda divina, consiguié redimir a la prin cesa y casarse con ella, Claramente, el “viejo guitarrista que es el propio nuestro Sefior” es, en términos psico- l6gicos, una personificacién simbélica del “si- mismo”. Con su ayuda, el ego evita la destruc- cién y es capaz de vencer—y hasta redimir— a un aspecto muy peligroso de su énima. En la psique de una mujer, como he dicho, el “‘s{-mismo” asume personificaciones femeni- nas, Esto se ilustra con el segundo cuento, que es un relato esquimal: Una muchacha solitaria que se desilusioné con el amor se encuentra a un hechicero que viaja en una barca de cobre, Es el «Espfritu de la Lunay, el cual dio todos los animales a los hombres y también con- cede suerte en la caza, Rapta a la muchacha hacia al reino celestial. Una vez, cuando el Espiritu de la ‘Luna la ha dejado, ella visita una casita junto a la mansién del Espiritu de la Luna. Allf encuentra a una mujer muy pequefita, vestida con la «mem- 196 brana intestinal de la foca barbuda», la cual previe- ne a la heroina contra e] Espiritu de la Luna, dicién- dote que ¢! planea matarla. (Parece que es un asesino de mujeres, una especie de Barba Azul.) La mujer pequefiita hace una cuerda muy larga con la cual la muchacha puede descender a la tierra en tiempo de luna nueva, que es el momento en que la mujer Pequefiita puede debilitar al Espiritu de la Luna, La muchacha desciende, pero, al llegar a la tierra, no abre los ojos todo lo de prisa que le dijo la mujer Pequefiita. A causa de eso, queda convertida en una arafia y ya no vuelve mas a convertirse en ser hu- mano, Como hemos sefialado, el mtisico divino del primer cuento es una representacién del “an- ciano sabio", personificacién tipica del “si- mismo”. Es andlogo al hechicero Merlin de la leyenda medieval o al dios griego Hermes. La mujer pequefita con su extrafio traje de mem- brana es una figura paralela que simboliza al “si-mismo” tal como aparece en la psique fe- menina. El miisico viejo salva al héroe del po- der del énima destructiva y la mujer pequefita protege a la muchacha contra el Barba Azul esquimal (que es, en forma de Espiritu de la Luna, su dnimus). En este caso, no obstante, las cosas van mal, un punto que examinaré después. Sin embargo, el “si-mismo” no siempre toma la forma de un viejo sabio o una vieja sabia, Estas personificaciones paradéjicas son inten- tos para expresar algo que no esté compren- dido en el tiempo, algo que es, simultneamen- te joven y viejo, El sueiio de un hombre de edad intermedia muestra al “si-mismo” que aparece como un joven: Viniendo de la calle, un joven enteé a caballo en nuestro jardin. (No habia seto ni verja como lo hay fen realidad, y el jardin estaba abierto). No sabia entré intencionadamente si el caballo le Mlevé allf contra su voluntad. Yo estaba en el sendero que conduce a mi des- acho y contemplaba muy complacido la Hegada, El ver al muchacho sobre su hermoso caballo me im- presioné profundamente, El caballo era un animal pequefio, salvaje y fuerte, un simbolo de energia (semejaba un jabali) y tenia un pelaje espeso, cerdoso y gris plateado, El joven ppasé cabalgando ante mi entre el despacho y la casa, se bajé del caballo y Io lev6 con cuidado para que 198, Les personifieaciones del «si mismo» fen lor sues masculines toman com frecuencia Ia forma de anciano #2 bio» Extremo de la aquierda al mago Merlin de las leyendas el rey ‘Arturo (de un manuserito ingles del siglo XIV) Centro un guru. (hombre: sabio), de_una pintura india del sie lo XVIII Derecha pintura hecha por fe Dr Jung de une personifieacién ‘aparecida en uno de sus suefo# an: clan alado que ports nes laves y ‘que, dice Jung, representaba el «su pPremo conoeimiento profundo» Generalmente el hi por la iu, Ia natu- leza_y el cuerpo (pégine opues a evadro de Tintoretio, 5. XVI)—est 1S. una modalided que duré hast estudio ds noir (1841-1919). Inquierda- concepto alquimico simbdlico dela. cusdrature del clreulo: slmbolo el completamientoy_de la union. de ‘Opvestor (wéense. Ine figuras mesculine ¥, femenina) Centro:

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