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TEXTOS PATRISTICOS San Agustin OBRAS Y TEXTOS MONASTICOS Pain prepa rada por Javier Ruiz Pas ee AVGYSTINYS San Agustin OBRAS Y TEXTOS MONASTICOS El] trabajo de los monjes La santa virginidad Sermones Editor P. Javier Ruiz Pascual, OAR CN AVGVSTINVS - — Ciudad Nueva Coeditan: © Editorial Augustinus General Davila, 5, bajo D 28003 Madrid ww w.agustinosrecoletos.com © 2009, Editorial Ciudad Nueva José Picén 28 - 28028 Madrid www.ciudadnueva.com ISBN: 978-84-9715-181-8 Depésito Legal: M-45523-2009 Impreso en Espafia Preimpresién: MCF Textos, Madrid Imprime: Estugraf Impresores - Ciempozuelos (Madrid) PRESENTACION Omito deliberadamente los variados e innumerables titulos y elogios que, a lo largo de los siglos, se han dedicado a San Agus- tin para resaltar las relevantes y fascinantes facetas de tan insigne figura historica, especialmente en la ciencia y en la santidad. El Papa Benedicto XVI ha realizado una clara sintesis de todos ellos, y por supuesto lo ha propuesto como figura eclesial de primera linea en la historia, siendo su doctrina plenamente valida en nues- tros dias. Dijo el Papa en la audiencia general del 9 de enero de 2008: «San Agustin es el Padre mas grande de la Iglesia latina, hombre de pasion y de fe, de elevadisima inteligencia y de incansable entre- ga pastoral»; y afiadia, deshaciéndose en las mas espléndidas loas: «Este gran santo y doctor de la Iglesia es conocido, al menos de nombre, incluso por quien ignora el cristianismo 0 no tiene fami- liaridad con él, por haber dejado una huella profundisima en la vida cultural de occidente y de todo el mundo...; todos los cami- nos de la literatura cristiana latina llevan a Hipona, localidad en la que era obispo». Ahora bien, para entender y valorar la publicacién de unas obras como éstas, escritas hace casi dieciséis siglos, debemos situarnos en un contexto de educacién y de formacién. Pero hablar de educacién, en un mundo como éste del siglo XXI, es hablar de formacién continua o formacién permanente, porque la educacién es un lugar privilegiado para atisbar los cambios més rapidos y profundos, como acontece en nuestros dias. Desde una visién cristiana, es el evangelio el que nos ofrece la base para desafiar los nuevos retos que cada dia nos plantea. Esto es valido para el desarrollo y crecimiento de cualquier empresa humana. Como queda indicado al inicio de esta presentacién, la 6 Presentacton base evangélica y espiritual de Agustin de Hipona, reflejada en su legado hist6rico -su vida y sus escritos-, est avalada por la Igle- sia a lo largo de dieciséis siglos y confirmada por los dos prime- ros papas en los albores del actual, como adecuada para resituar evangélicamente las versiones ms criticas de la actualidad. La publicacién de estas obras mondsticas de San Agustin no es s6lo una ‘ns a la invitacién que nos hizo el LI Capi- tulo general de la Orden de Agustinos Recoletos a ofrecer ini- ciativas para reavivar la conciencia de nuestra vida contemplati- va, sino un apoyo firme y seguro, en su peregrinaci6n espiritual, para todos aquellos que sienten pasién por Dios y pasién por la humanidad, con un coraz6n abierto a la comunién intima con lo divino, y se deleitan en Dios, conscientes de que son hijos suyos, no por su esfuerzo, sino por la sorprendente gracia de Dios. En estas obras monfsticas, encontraré el lector, més que una respuesta al qué debemos hacer para caminar con seguridad en nuestro itinerario espiritual, unas lineas maestras seguras sobre cémo debemos ser en este viaje hacia la casa del Padre. Y, como Agustin, puede abrir a Dios todo su ser: el pasado, el presente, el futuro, consciente de que sdlo Dios puede vencer sus resisten- cias, sus miedos, todas sus debilidades humanas y también satis- facer su sed. Siguiendo los pasos que Agustin recorrié personalmente y reflej6 en sus escritos, se puede encontrar cual es la esencia del hombre contempordneo, acertando en la valoracién y el equilibrio entre dos realidades vitales: la accién y la contemplacién. No fal- tan momentos apremiantes en la existencia cristiana que son ver- daderos toques de alerta, de cuestionamiento y de interrogantes, campanadas que invitan a la clevacién a Dios; muchas personas necesitan esta ayuda para seguir su llamada. 1. Plan de formacién Oar Como agustinos recoletos, el motivo fundamental de aprobar en su dia el nuevo Plan de Formacién para los candidatos a nues- tra Orden, era, ademds de elaborar un reglamento y programas de formacién propios, acordes con las ensefianzas del Concilio Presentacion a Vaticano II, rescatar los principios formativos de inspiracién agus- tiniana, basados en el carisma y seleccionados por quienes los conocen y los han experimentado. Fse Plan de Formacion define magistralmente, con claridad y metodologia sistemdtica, un itinerario de formacién espiritual y agustiniana, vélido para su adaptacién en los diversos ambitos y diferentes culturas de las comunidades de las distintas familias agustinianas, incluidas las fraternidades seglares. Entre otros valores reconocido: por los especialistas en espi- ritualidad agustiniana, es muy significativa la riqueza de las citas respectivas de contenido netamente formativo, seleccionadas cui- dadosamente entre la ingente obra agustiniana, como perlas pre- ciosas del enorme tesoro que nos legé San Agustin. Aun contando ya con abundantes y valiosas publicaciones de espiritualidad agustiniana, nacidas de Ja pluma de expertos en las tltimas décadas, quedaba todavia un enorme filén por explotar y transmitir a los menos iniciados y a todos los interesados que no tienen facil acceso a las obras originales. 2. Ideal mondstico de san Agustin Leemos en la Exhortacién Vita consecrata: «:Cémo no recor- dar con gratitud al Espiritu la multitud de formas de vida con- sagrada, suscitadas por El y todavia presentes en el Ambito ecle- sial? Estas aparecen como una planta Ilena de ramas que hunde sus raices en el Evangelio y da frutos copiosos en cada época de la Iglesia... haciéndose —los fundadores— portadores de la Cruz, se han comprometido a ser portadores del Espiritu, hombres y mujeres auténticamente espirituales, capaces de fecundar secreta- mente la historia con la alabanza y la intercesién continua, con los consejos ascéticos y las obras de caridad» (VC 5-6). «El mona- cato occidental es heredero de tantos hombres y mujeres que, dejando la vida segtin el mundo, buscaron a Dios y se dedicaron a El» (VC 6). San Agustin, movido por la accién del Espiritu Santo, experi- menta y manifiesta la dimensién pascual y bellamente espiritual de Cristo, colocandose bajo la cruz, que refleja en plenitud el poder del amor de Dios ¢ invita a su seguimiento: «Hermoso sien- 8 Presentacion do Dios, Verbo en Dios..., es hermoso en el cielo y es hermoso en la tierra; hermoso en el seno, hermoso en los brazos de sus padres, hermoso en los milagros, hermoso en los azotes; hermo- so invitando a la vida; hermoso no preocupandose de la muerte; hermoso dando la vida y hermoso tomdndola; hermoso en la cruz, hermoso en el sepulcro y hermoso en el cielo. Oid entendiendo el cantico, y la flaqueza de su carne no aparte vuestros ojos al esplendor de su hermosura» (En. in ps. 44, 3). San Agustin recuerda insistentemente que la vida consagrada esta al servicio de la irradiacién definitiva de la gloria divina, ya que la primacia de Dios es plenitud de sentido y alegria para la existencia humana, porque el hombre ha sido hecho para Dios y su coraz6n estar inquieto hasta que descanse en El (cf. Conf. 1, 1). Y reflexionando sobre la identificacién con Cristo, nos recuer- da que los consagrados, de manera muy particular, podemos y debemos decir no sdlo que somos de Cristo, sino que ". El motivo central de este tratado no es otro que mostrar a los monjes de Cartago que la contemplacién no esta refiida con un oportuno trabajo, y que hay que saberlos armonizar. Finalizando este libro, después de presentarse a si mismo ante los monjes como modelo, les dirige esta paternal exhortacién: «Pongo por testigo sobre mi alma a Jesucristo, en cuyo nombre os digo sin temor estas cosas, que, por lo que toca a mi comodidad, preferiria mil veces ocuparme en un trabajo manual cada dfa y a horas deter- minadas -como est4 prescrito en los monasterios donde rige la disciplina— y poder disponer de las restantes horas del dia libres para leer, orar y escribir algo acerca de las divinas Escrituras, en lugar de tener que sufrir las zozobras y angustias de pleitos aje- nos sobre asuntos mundanos... Por tanto, si sois hermanos mfos, si sois hijos mios, si unos y otros somos siervos de Cristo, o mejor, si soy siervo vuestro en Cristo, prestad ofdo a mi consejo, aco- ged lo que os mando, asumid lo que os ordeno»'*. Contexto A raiz del reconocimiento oficial de la Iglesia por parte del emperador Constantino (313), comenzaron a florecer los monas- 15. De civ. Dei XIX 19. 16. De op. monach. 29, 37. EL trabajo de los monjes 21 terios por el norte de Africa, a la vez que los monjes abandona- ban poco a poco el eremitismo para vivir en comtn. Este hecho produjo en ellos una doble actitud: a) la de aquellos monjes que se esforzaban por mantener el espiritu de siervos consagrados al Sefior, y b) la de quienes, influenciados por el entorno social y, sobre todo, por una falsa interpretacién de ciertos pasajes de la Escritura, pretendian vivir sélo de las limosnas de los fieles, dedi- cados solamente a la oracién y ciertas formas de ensefianza de la Palabra de Dios. Surgid entonces una honda divisién entre ellos y también entre los fieles, quienes admiraban el nuevo fendmeno de los monaste- rios y manifestaban gran devocién por los monjes. La actitud de los monjes indolentes causaba escdndalo entre muchos fieles y ahondaba la divisién en la Iglesia de Cartago. A todo esto hay que afiadir que la mayorfa de los monjes provenian de condicio- nes de pobreza e incluso de la esclavitud. De ahi que Aurelio, su obispo, preocupado por todo ello, acu- diera a san Agustin en busca de ayuda. Agustin se presta con gusto a ayudar al hermano y escribe este hermoso tratado, que conclu- ye con estas palabras: «Si apruebas este tratado, en el que quizds fui mds locuaz de lo que permiten mis obligaciones y las tuyas, dalo a conocer a nuestros hermanos e hijos, por los que te dig- naste imponerme esta carga. Si crees que algo se deba abreviar 0 corregir, démelo a conocer tu Beatitud con una carta»'”. I. TEMAS DE INTERES EN EL TRABAJO DE LOS MONJES 1. Trabajo y comunidad No trata expresamente Agustin de este tema, pero relaciona ambos temas en mas de una ocasién. Tiene en su mente el mode- lo de vida de la primera comunidad cristiana, en la que sus miem- bros «*®, Siguen siendo pobres por ser monjes, luego les obliga la ley del trabajo. Cosa parecida dice a los que fueron ricos y renunciaron a todo para entrar en el monasterio: «Tampoco ellos coman gratuitamente su pan, que es ya comin», Como conclusién de este apartado: El monje debe vivir en pobreza, no importa su procedencia, si quiere seguir a Jesucristo. Y, precisamente por ser pobre, debe trabajar para ganarse el pan y no vivir a costa de los demés. En el monasterio no hay lugar 40. De op. monach. 25, 33. 41. Ibid. 28 Introducaién para los perezosos, los pardsitos y haraganes. Tienen lugar en él los que, llevando una vida sencilla y sobria, se contentan con poco, lo ganan con sus manos, sirven a la comunidad y ayudan en lo que pueden a los pobres. 5. Trabajo y formacin continua o permanente La dedicacién al trabajo, sea manual, intelectual, pastoral, etc., es también un factor que ayuda a la formacién personal en cuan- to renovacin progresiva del religioso. Asemejarse a Cristo hasta identificarse con él es la aspiracién propia e ineludible de todo creyente, mucho mis exigible en el creyente consagrado. Cristo trabajé con sus manos la mayor parte de su vida (Mc 6, 3), y en su tarea evangelizadora Ilegaba hasta el extremo de tener que des- cansar en muchas ocasiones (Mt 8, 24). No puede darse proceso de identificacién con Cristo si el religioso rehuyera el esfuerzo personal y el trabajo. El esfuerzo en el trabajo es ascesis, y ésta robustece, tonifica y templa el espiritu. San Agustin se dirige a los monjes de Car- tago y les dice: «Tened compasién y caridad, demostrad a los hom- bres que no buscais una vida facil en la holganza, sino el reino de Dios en el estrecho y 4spero camino de este compromiso»*, Y, hablando de si mismo, afiade: «Con todo, yo acepto este trabajo —juez en muchos pleitos-, y no sin el consuelo del Sefior, por la esperanza de la vida eterna y para dar mi fruto con pacien- cia», jQué duda cabe que ese trabajo le sirvié a Agustin para conocer mejor a las gentes del pueblo Ilano, acercarse a ellos, hacer suyos sus problemas, ejercer la justicia con misericordia, identifi- carse més con Cristo y, en tiltimas, para reafirmar su esperanza de la vida eterna, la tarde sin ocaso, el descanso y quietud en el Sefior! El trabajo, ademdas de ser necesario para vivir, comer, vestirse, etc., ayuda a progresar y crecer interiormente en el espiritu y es un medio de perfeccionamiento moral: los monjes que provienen de la riqueza, al entrar en el monasterio y hacerse uno de tantos, 42. Ibid. 28, 36. 43. Ibid. 29, 37. El trabajo de los monjes 29 se humillan; los monjes que provienen de la pobreza no se apro- vechan de la nueva situacién para entregarse a la pereza, al tener todo asegurado, y no se ensoberbecen por el hecho de convivir con aquellos que antes ni siquiera los saludaban*. Por falta de formacién, algunos de los que entran en el monas- terio se dejan contagiar por los ociosos e indolentes y contraen el mismo mal. No son capaces de aprender de los observantes y obe- dientes que trabajan segtin el precepto del apéstol. Pero siguien- do el ejemplo de los buenos monjes, en un proceso de formacién progresiva, quedarian preservados de la indolencia y de la locua- cidad. Es tal la fuerza del buen ejemplo como factor de forma- cién que el santo se atreve a decir: «Mayor obra de misericordia ejercita con el alma de los débiles quien procura la buena fama de los siervos de Dios que quien reparte el pan a los cuerpos ham- brientos de los pobres»*>. Il. SAN AGUSTIN Y EL TRABAJO 1. Algunas ideas del santo El trabajo, en si, no es castigo, sino don. Antes del primer pecado, Dios colocé al hombre en el paraiso para que lo guarda- ra y lo trabajara (cl. Gen 2, 15). Después lo hard con fatiga, sudor y esfuerzo, pero el trabajo seguird siendo re-creador y necesario para el sustento del hombre. En el primer caso, dice san Agustin que no era castigo, sino ocupacién dichosa*, Después del primer pecado, cambian las condiciones, no del trabajo, sino del trabajador. En adelante, el trabajo se desarrolla- r4 con fatiga corporal y angustia en el alma”. E! trabajo es medio, no fin en sf mismo. Por ser medio, que- rido por Dios para mantener la vida y servir al indigente, nos eleva al Creador. Cuando se ejerce como fin en si mismo, se llega al 44. Cf. Ibid. 22, 25; Regula 1, 6. 45. De op. monach. 22, 26. 46. Cf. De Gen. ad litt. 8, 8: Non laboris afflictio, sed exhilaratio voluntatis, 47. Cf. Ep. 55, 17: Cum labore membrorum et angore curarum. 30 Introduccion activismo. El activismo no aquieta el espiritu, sino que lo ator- menta*®, La finalidad ultima de todo trabajo necesario y honesto es ver al Sefior. Se refiere el santo a la visién beatifica. El trabajo aqui, en la vida terrena, tendrd otros objetivos: la propia subsistencia, una vida digna, la caridad para con los més débiles, etc. Pero el objetivo tltimo, al que hay que tender siempre, es «ver» a Dios” y asi llegar al descanso eterno. Confirma lo anterior con el ejemplo de Marta y Maria. Marta representa la vida de trabajo, el negotivm; Maria, la vida contem- plativa, el otiwm. Marta, con su trabajo hacia una cosa buena: ser- via. Maria se entregaba a lo unico necesario: contemplaba. Ambas nos representan a los que todavia caminamos este mundo: traba- jamos para servir, y en ultimas, para contemplar y gozar®. El trabajo del cristiano debe tener al menos estas dos cualida- des: templanza y caridad. Templanza para evitar la ambicién de poseer, y caridad para compartir los bienes que se producen. El trabajo es, para san Agustin, la gran nave que transporta a los hombres a la Patria de su eterno descanso. Los hombres somos criaturas llenas de anhelos, aspirantes y suspirantes por un eter- no e inefable descanso que es el término de todo trabajo*!. Nota: San Agustin no se planted en un primer momento el problema de la dignidad del trabajo. Lo da por supuesto. Admi- ra el trabajo de los antiguos monjes y anacoretas. En un primer momento, sus preocupaciones eran otras. Su ideal, mds bien, era el otinm®, o el otiose vivere®. Nunca logré hacer realidad este ideal, pues tuvo que atender a las necesidades de los amigos en su primer monasterio y, posteriormente, de la Iglesia. Entonces des- 48. Cf. En. in ps. 114, 6: Talis ergo debet esse actio animae, quae tendat ad quietam securitatem, non quae angeat inquictum laborem. 49. CE, Ibid. 90, 13: Quidquid laboras ad hoc laboras, ut videas. 50. Cf. S. 104, 4: Quod agebat Marta ibi sumus; quod agebat Maria hoc speramus: hoc agamus bene, ut illud habeamus plene 51. Cf. V. CAPANAGA, Para una teologia agustiniana del trabajo, en Augus- tinus, 5(1960) 489. 52. Ch. Ep. 10, 53. Conf. 6, 2: se vivere. Deificari enim utrisque in otio licebat. Multi amici... paene iam firmaveramus remoti a turbis otio- EL trabajo de los monjes 31 cubrié el valor del negotium. Logré compaginar maravillosamen- te ambos campos, los integré en su vida y los propuso, como pro- grama de vida, a sus amigos y discipulos. 2. Citas textuales «Ejercitate en las obras, trabaja en la vifia. Terminado el dia, recaba el salario; fiel es el que te llevé a la vifia>+. ”. «Quien es perezoso para realizar su tarea, es un desvergonza- do si exige el salario»™. «Estas son, en verdad, obras buenas, pero laboriosas; su galar- dén es el descanso. Se dice ‘gozando en esperanza’, porque pen- sando en el descanso futuro nos ejercitamos con alegria en los tra- bajos»%, III. ALGUNAS APLICACIONES PRACTICAS — En la vida religiosa, el trabajo obliga a todos: jévenes 0 ancianos, sanos o enfermos, superiores o no. Nadie queda exen- 54. En. in ps. 36, 1, 8. 55. Ibid. 36, 3, 14. 56. S. 256, 3. 57. In Io. ev. tr. 48, 1. 58. S. 233, 1. 59. Ep. 55, 14, 25 32 Introduccién to de este deber. Cada cual trabajar4 en lo que pueda: con sus manos, con la oracién, con la actividad pastoral, en la cdtedra, investigando y escribiendo, animando la comunidad, etc. No hay lugar en ella para los ociosos y parsitos. — El proyecto comunitario es una puesta en prctica de las palabras de Agustin referidas al deber de organizar los diversos momentos del monasterio, especialmente la oracién y el trabajo. — Al hablar de la formacién, nuestras leyes piden a todos los religiosos que no se olviden de las virtudes naturales, especial- mente las que se requieren para vivir en comunidad, ejercer el apostolado y desarrollar una fructuosa laboriosidad, tanto en lo que se refiere a las actividades encomendadas como al uso perso- nal del tiempo libre. Aparece claramente en ellas que el trabajo es un factor importante en la tarea de la formacién, tanto inicial como continua. ~ Ningtin trabajo en la comunidad es menos digno que otro. Los trabajos que se consideran mas modestos, asumidos y ejer- cidos con humildad y sencillez, ayudan al religioso en su pro- ceso de identificacién con Cristo, manso y humilde de corazén. Los que se consideran més relevantes se ejerceran también con humildad para eliminar la posibilidad 0 el riesgo del orgullo y la soberbia. ~ Todo trabajo, desde el mAs brillante al mas escondido, debe hacerse con amor y por amor: con amor al trabajo como medio de santificacién personal, y por amor a Dios, a la comunidad y a los hermanos. De esta manera, aun los més arduos, se volverén mas suaves y soportables. ~ Nadie, en la vida religiosa, trabaja para si. Se asume y se ejerce el trabajo en nombre de la misma comunidad y desde la comunidad. ~ Todo trabajo es servicio. ~ El fruto econdmico del trabajo, cuando lo haya, se entrega enteramente a la comunidad. Quien no lo hiciera, seria ladrén en su misma casa. ~ Puesto que los compromisos y necesidades de la comunidad son comunes, no cabe en ella expresiones como «a mi no me toca», «mi cargo u oficio es otro», «ya cumplf con mi cuota», «contra- temos més empleados», etc... La distribucién del trabajo no da derecho a despreocuparse del trabajo de los otros hermanos. El trabajo de los monjes 33 - La comunidad, como fruto de su trabajo y en la medida de sus posibilidades, ayudara a los pobres en sus necesidades més apremiantes. — Nuestros empleados deben ser remunerados con justicia y caridad. — En nuestras actividades pastorales no debemos mirar tanto el beneficio econdmico cuanto el servicio que prestamos. — Después de hacer lo que tenemos que hacer, debemos con- fiar siempre en la divina providencia, que cuida de los suyos con amor y delicadeza, y nunca desampara. BIBLIOGRAFIA Aivarez Gomez, J, «El monacato agustiniano», en Historia de la vida religiosa I, Madrid 1996, 323-344. 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(texto de san Agustin) Retractaciones (II, 21)? «Me vi obligado a escribir este libro sobre El trabajo de los monjes, urgido por la necesidad derivada del hecho de que, habien- do surgido varios monasterios en Cartago, unos arreglaban su vida con el trabajo de sus manos, obedeciendo al Apéstol (/Tes 4, 11), mientras que otros pretendian vivir de las limosnas de las perso- nas piadosas, de tal manera que, sin trabajar nada para poder dis poner de lo necesario 0, al menos, para suplir lo que les faltara, pensaban y se jactaban de que asi cumplian mejor el precepto evangélico del Sefior: Mirad a los pdjaros del cielo, y a los lirios del campo (Mt 6, 26.28). De ahi surgieron discusiones entre los laicos no consagrados, pero en verdad fervorosos, que causaban gran turbacién en la Igle- sia, pronunciandose respectivamente a favor de los unos o de los 1. Traduccién de Enrique Eguiarte B., oan, 2. Es siempre conveniente antes de afrontar la lectura de una obra agusti- niana ver lo que el mismo san Agustin dice de ella en la Retractationes, para ver las circunstancias que le llevaron a componer la obra, Ia autocritica que el mismo san Agustin se hace, asi como las estrategias para la lectura de la obra en cues- tidn, Es importante recordar que la obra de las Retractationes no significa que san Agustin se «retracte» o se eche para atras en lo que ha afirmado. Se trata més bien, como su nombre lo dice en latin de una «revisi6n», una «correccién, de una recensiGn de sus propias obras. O por decirlo con términos espirituales, san Agustin les impone a sus obras un proceso de «conversin», las pule y revi- sa, ¢ invita a sus lectores a hacer ese proceso de revisidn-conversién no sélo con las obras agustinianas, sino también con el texto de la propia vida de cada uno de los lectores, ya que cada lector tendra que dar cuenta de su propio texto, que es su vida, al gran Lector que es Dios. 38 San Agustin otros. A esto hemos de afiadir que algunos de los que afirmaban que no debian trabajar exhibian largas cabelleras. Con lo cual, se acrecentaba ardorosamente la oposicién entre los contendientes, acusadores y defensores. Por lo cual, el venerable anciano Aure- lio, obispo de la iglesia de aquella ciudad, me ordené que escri- biera algo a este respecto. Y eso es lo que he hecho», 1. Introduccién. Los monjes perezosos y sus argumentos Presenta y dedica su obra al obispo Aurelio. Lo hace porque ve en él una gran preocupacién por la forma cémo vivian algunos monjes de Cartago. No puede negarse a la peticién de Aurelio por razones pastorales y por solidaridad con su hermano obispo’. No es valida ni legitima Ja interpretacién que hacen tales monjes del texto de Mt 6, 25.34, e intenta demostrar que estan equivoca- dos. En opinién de los monjes, el apéstol, que dice: Quien no quiera trabajar que no coma (2Tes 3, 10), en otro lugar, afirma que trabaja plantando, regando, edificando y echando cimientos. Luego el trabajo a que se refiere el apdstol es meramente «espi- ritual (predicacién de la palabra, oracién, etc.), ajeno, por tanto, a las preocupaciones por las necesidades corporales y temporales de esta vida. También el de ellos. Trabajando asi, slo espiritualmente, estos monjes se creen con derecho a que los fieles les den de comer, vestir, etc... Segtin ellos, las palabras del Apéstol se deben entender asi: «E] que no quie- ra trabajar espiritualmente, que no coma». O también: «Como no tenemos obligacién de trabajar manualmente, sino sdlo espiri- tualmente, debemos vivir de la ayuda de los fieles». 1, Santo hermano Aurelio, en cuanto puedo ver con mayor claridad quién es el que por tu medio me requiere, tanto mejor comprendo la obligacién que tengo de responder a tu peticidn. Porque en tu interior habita nuestro Sefior Jesucristo. E] es quien te inspira esa preocupacién de caridad paterna y fraterna. El es quien, valiéndose para su propia obra de tu voluntad y de tu len- gua, me manda que escriba mi parecer sobre el problema que me 3. Las introducciones a cada uno de los capitulos son del P. Teodoro Baz- tan, OAR. El trabajo de los monjes 39 planteas. gAcaso hemos de inhibirnos ante la licencia que se otor- gan esos monjes*, hijos y hermanos nuestros, de negarse a obe- decer al apéstol Pablo cuando les dice: Quien no quiera trabajar que no coma? (2Tes 3, 10). Que me ayude a mi también el Sefior para que obedezca, de manera que Ilegue a comprender, por la utilidad y el fruto de mi trabajo, que he sido, por su gracia, décil a su voluntad. 2. Veamos, pues, en primer lugar, lo que aducen los hom- bres de esa profesién®, que no quieren trabajar. Posteriormen- te, si Hegamos a demostrar que estén equivocados, diremos lo que puede hacerse para que se corrijan. Ellos afirman que cuan- do el Apéstol dice: Quien no quiera trabajar que no coma (2Tes 3, 10), no se referia al trabajo fisico, en el que se fatigan los campesinos y artesanos, ya que no podia contradecir al evan- gelio, en el que afirma el Sefor: Por eso yo os digo, no andéis agobiados por vuestra vida, por lo que comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis, sAcaso no vale mds la vida que el alimento y el cuerpo mds que el vestido? Mirad a las aves del cielo, ellas no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros y vites- tro Padre celestial las alimenta. ;Acaso no valéis vosotros mucho mas que ellas? 3Y quién de vosotros, a fuerza de discurrir, puede 4, En este texto y al final de la obra en el apartado 30, 38, son los tnicos momentos en los que san Agustin se dirige a los que no quieren trabajar como ‘monjes’. Lo hace ditigiéndose a Aurelio y como parte de un prologo (la men- cién al inicio) y como un epilogo de la obra, haciendo alusién al titulo de la misma (30, 38: ‘el trabajo de los monjes’). Las otras dos ocasiones que aparece Ia palabra «de los monjes», sera en 28, 36, cuando no se dirige a los que no quie~ ren trabajar, sino a algunos «hipocritas que con habito de monjes, circulan por las provincias», y posteriormente en el mismo lugar y en la misma linea, des- pués de condenar su hipocresfa y su mal ejemplo, habla de que el «nombre comtin de monjes es blasfemado». En otros lugares se refiere a los que no quie- ren trabajar de una manera genérica o incluso despectiva. Estas personas no mere- cen el titulo de monjes, en los que se lleva a cabo el ideal de la unidad, interior y exterior de vivir en comunidad, como explica el mismo Agustin en la En. in ps. 132. 5. Agustin no habla aqui de ‘monjes’, como dice la traduccin de la BAC, pues en su pensamiento quienes se niegan a trabajar buscando razones especio- sas, no merecen el nombre de monjes, nombre de unidad para Agustin como hemos dicho en la nota anterior, Agustin habla de «illins professionis hominesw: Agquellos que se dedican a la profesién de darse a la holgazanerfa. 40 San Agustin anadir un codo a su estatura? Y sobre el vestido, spor qué os agobidis? Considerad cémo crecen los lirios del campo: no tra- bajan, ni tampoco hilan. Sin embargo, yo os digo que ni Salo- mon en el esplendor su gloria se vistié como uno de ellos. Si, pues, Dios viste asi a la hierba del campo, que hoy existe y mana- na es echada al horno, 3cudnto mds a vosotros, hombres de poca fe? Asi pues, no os agobiéis diciendo: “3Qué comeremos, 0 qué beberemos 0 con qué nos vestiremos?’ Estas son las cosas por las que se afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de todas ellas. Por tanto, buscad primero el reino de Dios y su justicia y todas las demds cosas os serén dadas por afia~ didura. No andéis, pues, agobiados por el mafana, pues el mana- na se preocupara de si mismo; le basta a cada dia su propia mali- cia (Mt 6, 25-34), He aqui, argumentan cllos, dénde nos ordena el Seftor no inquietarnos ni por la comida ni por el vestido, gCémo podria el Apéstol disentir de su Sefior y ordenarnos estar preocupados de nuestra comida, de nuestra bebida y de nuestro vestido, para también imponernos la carga de las preocupaciones y los traba- jos de los oficios propios de los artesanos? Por ello, cuando afir- ma: El que no quiere trabajar, que no coma (2Tes 3, 10), debe- mos entenderlo, dicen ellos, en relacién a las obras espirituales, de las que dice en otro lugar: A cada uno segin lo que el Senor le ha dado: yo planté, Apolo regé, pero Dios ha dado el creci- muiento (1Cor 3, 4). Y poco después: Cada uno recibira su recom- pensa segtin su trabajo; somos, en efecto, colaboradores de Dios; vosotros sois el campo cultivado por Dios, la edificacién de Dios. Segiin la gracia que me ha sido dada, como un sabio arquitecto, he puesto el cimiento (1Cor 3, 5-10). Como el Apéstol trabaja plantando, regando, edificando y colocando los cimientos, ast, ef que no quiera trabajar que no coma. ¢De qué sirve nutrirse de la palabra de Dios, gustandola espiritualmente, si no es para tra- bajar en la edificacion del projimo? Del mismo modo, ede qué le sirvid al siervo perezoso haber recibido el talento, haberlo escondido y no haber obtenido ganancias para su sefior? ¢Acaso no fue por esto por lo que al final se lo quitaron y fue él mismo arrojado a las tinieblas exteriores? (Mt 25, 24-30). Asi, -dicen ellos— hacemos también nosotros: nos dedicamos a la lectura con los hermanos, que vienen a nosotros cansados de los ardores del El trabajo de los monjes 4i mundo‘, para encontrar a nuestro lado descanso en el estudio de la palabra de Dios, en la oracién, en los salmos, los himnos y los cnticos espirituales (Ef 5, 19). Les hablamos, los consola- mos, les exhortamos, edificando en ellos lo que vemos que les falta a sus vidas, segtin el estado en el que se encuentren. Si no hiciéramos estas obras, estariamos en peligro de recibir mal del Sefior incluso los mismos alimentos espirituales. Esto es a lo que se refiere el Apdstol: Quien no quiera trabajar, que no coma (2Tes 3, 10). Asi es como estos’ creen cumplir el precepto del apéstol y del evangelio, creyendo que el evangelio ordena no preocuparse de las necesidades corporales y temporales de esta vida y que el Apéstol se referfa al alimento y al trabajo espiritual cuando afir- maba: Quien no quiera trabajar, que no coma (2Tes 3, 10). 2. Ellos no entienden las palabras del evangelio, ni las del apéstol Pablo Respuesta de san Agustin: El apéstol habla en sentido propio, no figurado, Este sentido propio queda muy claro confrontandolo con otros pasajes de sus cartas. El apéstol, cuando dice: Quien no quiera trabajar que no coma, se reliere propiamente al trabajo y a la comida corporales. Estos monjes se esfuerzan en vano para no ver la verdad ni dejatla ver a los otros. Estos dos capitulos vienen a ser como una introduccién al tema en general, que seguiré abordandolo a lo largo del libro. 3. Ellos* no caen en la cuenta de que algin otro podria afir- mar que el Sefior, en las parabolas y comparaciones, que hablan del alimento y del vestido espiritual, esté exhortando a sus servi- dores a no preocuparse por ellos, como alli donde dijo: Cuando os Ileven a los tribunales, no penséis lo que vais a decir. En aquel 6. La imagen que utiliza san Agustin es la del calor, el «ardor» del mundo (ab aestu saeculi). Se trata de aquellas personas que vienen desencantadas de las pasiones del mundo. 7. No aparece la palabra ‘monje’, como leemos en algunas traducciones. 8. De nuevo, tampoco usa la palabra ‘monje’. 42 San Agustin momento se os dard lo que tenéis que decir. Pues no seréis voso- tros los que habléis, sino que el Espiritu de vuestro Padre habla- ré en vosotros (Mt 10, 19-20). Son, pues, las palabras de sabidu- ria espiritual por las que el Sefior no quiere que se preocupen sus discipulos, asegurandoles que les serdn dadas sin que ellos tengan que preocuparse por ellas. Sin embargo, el Apéstol, hablando mas claramente, al modo apostdlico, mas bien en sentido propio que figurado, como hace en muchas, si no es en todas sus cartas, habla en sentido propio del trabajo y del alimento corporal cuando dice: El que no quiera trabajar que no coma (2Tes 3, 10). Esto les debe- ria bastar para hacerles dudar de su interpretacién, a menos que examinando otras palabras del Sefor encontrasen alguna con la que probar que de lo que hablé fue de no preocuparse por el ali- mento y el vestido corporales, cuando dijo: No andéis agobiados por lo que comeréis o por lo que beberéis 0 con qué os habéis de vestir (Mt 6, 31-32). Si prestaran atencién a lo que dice a conti- nuacién: Todas estas cosas las buscan los paganos, aparece con cla- ridad que aqui se refiere a las cosas corporales y temporales. Asi pues, si el Apdstol hubiera dicho tinicamente sobre este asunto: El que no quiera trabajar, que no coma (2Tes 3, 10), estas palabras podrian interpretarse en otro sentido. Sin embargo, como en otros muchos pasajes de sus cartas expresa abiertamente lo que piensa sobre este tema, en vano se esfuerzan éstos en cubrirse a si mismos y a los demas de tinieblas, no sdlo para negarse a hacer aquello a lo que provechosamente les exhorta la caridad, sino tam- bién para negarse a entender al Apostol, e impedir que sea enten- dido por otros, sin temor a lo que esta escrito: No quiso enten- der para obrar bien (Sal 35, 4). 3. San Pablo y el ejemplo de su vida San Agustin se propone demostrar que san Pablo quiso que los siervos de Dios se ejercitasen en trabajos manuales y, en segundo lugar, que tales trabajos no eran contrarios a los consejos evan gélicos. Para ello es necesario conocer el contexto de 2Tes 3, 10. A sus palabras, el apdstol une su ejemplo. A pesar de que, por ser Apostol, podia vivir del evangelio, prefirié no usar de este pri- vilegio y ser, de esta manera, ejemplo para quienes pretendian ex: gir lo que no debian. $i los monjes cumplieran lo que dice el apés- El trabajo de los monjes 8 tol, no necesitarian que nadie les proporcionase lo que necesitan pata comer y vestirse. 4. Por ello, comenzaré por demostrar, en primer lugar, que el bienaventurado Apéstol Pablo quiso que los siervos de Dios rea- lizaran trabajos fisicos, con la finalidad de recibir una gran recom- pensa espiritual, y de modo que no necesitaran recibir de nadie el alimento y el vestido, ya que se lo procurarian ellos a si mis- mos con sus propias manos. Posteriormente demostraré que esos preceptos evangélicos, en los que algunos? se basan para fomen- tar no sdlo su pereza sino también su arrogancia, no son contra- rios al precepto y al ejemplo del Apéstol. Veamos, pues, lo que el Apéstol dice antes de llegar a las pala- bras: Quien no quiera trabajar que no coma (2Tes 3, 10), y lo que afiade después, para que el contexto nos muestre el sentido de la frase. Dice: Os intimamos", hermanos, en el nombre de nuestro Senor Jesucristo, que os alejéis de todo hermano que se comporta de manera agitada, y no segtin la tradicién recibida de nosotros. Vosotros sabéis de qué modo debéis imitarnos. Ya que no nos com- portamos desasosegadamente entre vosotros, ni comimos el pan de balde a costa de otro, sino con esfuerzo y fatiga, trabajando de dia y de noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros. No por- que no tuviésemos la potestad para hacerlo, sino porque queria- mos presentarnos a nosotros mismos como modelo que imitar. Porque cuando todavia estdbamos entre vosotros, esto os manda- bamos: ‘El que no quiera trabajar que no coma’. Porque hemos oido decir que andan entre vosotros algunos que se comportan de manera agitada, sin hacer nada, pero actuando de forma indiscre- ta. A los que se comportan de esta manera les ordenamos y les rogamos por el Seftor Jesucristo que trabajen en silencio para comer su propio pan (2Tes 3, 6-12). EQué se puede objetar a esto? Pues el Apdstol ha ensefiado con su propio ejemplo aquello que queria imponer para prevenir 9. ‘Nonnulli’, se refiere a los falsos monjes. Algunas versiones han tradu- cido incorrectamente ‘monjes’, palabra que no usa san Agustin aqui. 10. El término «denuntiare» es ya un término juridico (sobre la base del «annuntiare> = comunicar). Significa, pues, «intimar» (a realizar alguna accién debida). 44 San Agustin toda interpretacién caprichosa y no conforme a la caridad. A él, de hecho, por su condicién de apéstol y de predicador del evan- gelio, soldado de Cristo, encargado de plantar la viiia y de apa- centar a su rebafio, el Sefior le habja dado facultad para vivir a expensas del evangelio. El, sin embargo, no exigié el salario que le era debido, a fin de servir como modelo a aquellos que pre- tenden exigir aquello que no les es debido, como dice a los Corin- tios: 3Quién ejerce la milicia a sus propias expensas? 3Quién plan- ta una vita y no come de sus frutos? 3Quién apacienta un rebano y no se beneficia de su leche? (1Cor 9, 7). Por tanto, no quiere recibir lo que se le debe, para que con su ejemplo se detenga a aquellos que, sin tener la misma dignidad dentro de la Iglesia, pre- tenden exigir aquello que segiin ellos se les debe. Por eso aiiade: Tampoco comimos el pan de balde a costa de otro, sino con esfuer- z0 y fatiga, trabajando de dia y de noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros. No porque no tuviésemos la potestad para hacerlo, sino porque queriamos presentarnos a nosotros'' como modelo que imitar (2Tes 3, 8-9). Que lo oigan, pues, esos, a quie- nes les fue dado el precepto', que no tienen, como el Apéstol, el derecho a comer, y que, por un trabajo meramente espiritual, comen un pan obtenido sin trabajo corporal. Y ya que dice: Les ordenamos y les rogamos por Cristo a que trabajen en silencio para comer su propio pan (2Tes 3, 12), que no discutan contra pala- bras tan claras del Apéstol, porque también esto forma parte del silencio, en el que aquellos que trabajan deben comer su pan. 4. Pablo tenia el derecho, como los otros Apéstoles, de vivir del evangelio Hay textos en otras cartas de Pablo que vienen a confirmar lo anterior. Por ejemplo, cuando explica de forma muy detallada 11. Al volver a citar esta parte del texto de 2Tes 3, 8-9, a pesar de encon- trarse tan cerca, unas cudntas lineas mas abajo, cambia la palabra ‘nosmetipsos’, por ‘nos’, Se puede notar que esta citando de memoria. 12. El precepto de trabajar con sus propias manos para ganarse sti sustento. 13. Cita de nuevo de manera diferente el texto de 2Tes 3, 12, pues omite “Domino Jesu’ (por el Sefior Jestis), para s6lo escribir ‘Cristo’. El trabajo de los monjes 45 1Cor 9, 1-22. Confirma que, por ser apéstol, tiene el mismo dere- cho que los demés apéstoles a considerarse exento del trabajo manual para vivir del evangelio, pero afiade que nunca quiso hacer uso de tal derecho. Agustin no acepta la versin de algunos que traducen esposa en vez de hermana en las palabras de Pablo: «;No tengo derecho a Hevar conmigo a una mujer hermana?> (1Cor 9, 5). El término griego es ambiguo. Por el contexto de las palabras, lo més acer- tado es hablar de hermana. 5. Me detendria a estudiar y a exponer con més profundidad y cuidado estas palabras", si en sus cartas no tuviera otros muchos textos mucho més explicitos, con cuya confrontacién se aclara nuestra exposicién, y en el caso de que esto no fuera asi, estos otros textos bastarfan para clarificar el problema. Escribiendo a los Corintios sobre este mismo asunto, dice asf: 3No soy libre? 3No soy apdstol? 3Acaso no vi a nuestro Serior Jesu- cristo? 3Acaso no sois vosotros obra mia en el Senor? Si para los demas no soy apéstol, por lo menos para vosotros lo soy. Sois el sello de mi apostolado en el Seftor. Esta es la contestacién que doy a los que me preguntan. sNo tenemos derecho a comer y a beber? 3No tenemos derecho de hacernos acompatiar de una mujer her- mana como los otros apéstoles, los hermanos del Setior y Cefas? (1Cor 9, 1-5). Observa cémo muestra en primer lugar aquello que le esta permitido, y permitido en su calidad de apéstol. Comienza dicien- do: 3No soy libre? sNo soy apdstol? Y prueba que es apéstol en estos términos: ;Acaso no vi a nuestro Senor Jesucristo? 3Acaso no sois vosotros obra mia en el Seftor? (1Cor 9, 1). Una vez probado esto, declara que tiene el mismo derecho que los otros apéstoles, es decir, de no trabajar con sus manos, sino de vivir del evangelio, tal y como el Seftor lo habia establecido, cosa que demuestra clarisimamente a continuacién. Porque si unas mujeres devotas, y ricas en recursos materiales, los acompaftaban y les servian con sus bienes, era con el fin de que nada les falta- ra en lo concerniente a las necesidades de esta vida. El bienaven- turado Pablo demuestra que le esté permitido, en este aspecto, 14, Es decir, el pasaje al que ha estado haciendo referenci 46 San Agustin actuar como los demés apéstoles, y sin embargo, recuerda que no ha querido usar de su derecho. ‘Algunos no han entendido esa frase: No tenemos el derecho de hacernos acompahar de una mujer hermana?, y han traducido no «mujer hermana», sino «esposa». La ambigiiedad de la palabra griega les ha confundido, porque en griego la misma palabra sig- nifica mujer y esposa'’. Aunque el Apéstel se ha expresado de tal forma que no deberfan haberse confundido, ya que no dice tan sdlo ‘mujer’, sino ‘mujer hermana’!*; y no dice ‘tomar mujer’, sino ‘llevar consigo una mujer’. No obstante, otros traductores no han caido en el error por esta ambigiiedad y han traducido ‘mujer’ y no ‘esposa’. 5. San Pablo y los Apéstoles imitan el ejemplo de Cristo Los apéstoles hicieron bien en dedicarse exclusivamente a la tarea del evangelio sin tener que trabajar manualmente. En esto imita- ban al Sefior. Tanto a Jestis como a los apéstoles acompaiiaban mujeres de conducta intachable, quienes los atendian y servian en lo que fuera necesario. Esto supone una ensefianza clara al pue- blo fiel para que ayuden a los pastores y evangelizadores, con el fin de que puedan cumplir mejor su tarea evangelizadora. Pero esto no significa en manera alguna que los evangelizadores estén obligados a no trabajar manualmente. Se trata de un privilegio, no de un precepto. 6. Si alguno cree que es imposible que los apéstoles hayan admitido en su compafifa a mujeres de conducta santa, a todos los lugares a los que iban a predicar el evangelio para servirles en sus necesidades con su fortuna, que escuche el evangelio y aprenda que lo hacfan imitando el ejemplo del mismo Sefior. Nuestro Sefior, en efecto, misericordioso como siempre y sintiendo com- 15. Tiene razén san Agustin, la palabra yuvé en griego, significa tanto mujer como esposa. 16, Una vez més tiene raz6n san Agustin, Se nota que ha consultado el texto griego de las cartas de san Pablo, en los cédices griegos de la biblioteca episco- pal de Hipona, ya que el texto griego dice: adeAgév yovarxa (/Cor 9, 5), es decir, ‘mujer hermana’. El trabajo de los monjes 47 pasion por los mas débiles -aunque los angeles le podrian haber servido-, tenia una bolsa para recoger en ella el dinero ofrecido por los fieles piadosos, para el necesario sustento. Esta bolsa se la encomend6 a Judas, con el fin de ensefiarnos a tolerar a los ladro- nes dentro de la misma Iglesia, sino los podemos evitar, pues esté escrito de Judas que sustraia de lo que alli depositaban (Jn 12, 6). Quiso Jestis que unas mujeres lo acompafiasen para preparar y servir lo necesario, con el fin de mostrar que las obligaciones del pueblo de Dios para con los evangelistas y ministros de Dios son las mismas que tienen los que suministran los viveres en el ejército con los soldados'’. De modo que si alguno no quiere usar de su derecho, como el apéstol Pablo, mayor es el beneficio que presta a la Iglesia, ya que gana su Propio alimento cotidiano con su trabajo, en lugar de exigir por éste el salario que le es debido. El posadero al que fue llevado el herido escuché decir: Si gastas algo de mds, a la vuelta te lo pagaré (Lc 10, 35). El apéstol Pablo hacia este gasto de mas, ya que vivia a sus propias expensas, como él mismo lo atestigua ({Cor 9, 7-15; 2Cor 11, 7). Pues esta escri- to en el evangelio: Después iba también El por las ciudades y los ae predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. E iban con El los doce, y algunas mujeres que habian sido cura- das de espiritus malignos y enfermedades: Maria llamada Magda- lena, de la que habian salido siete demonios, Juana mujer de Cuza, 17. San Agustin en varios lugares de su obra, juega con esta imagen propia de la milicia de su tiempo, en donde habia unos «provinciales» o encargados de suministrar bienes. Esta idea queda mas clara al leer este pasaje a la luz de otros pasos agustinianos, como son el de la En. in ps. 90, I, 16, donde dice: «Con todo, estos reinarén con aquellos, porque unos como soldados que son, otros como Jos habitantes de las provincias que proveen del alimento (annonam pracbentes provinciales), estaran bajo el Emperador en aquel reino», En la En. in ps. 103, Il, 9, va mis alld, al hablar de que quien provee a los siervos de Cristo, se con- vierte en proveedor de bienes del mismo Cristo, en «provincial» de Cristo: « (‘congruere’) con los débiles, los necesitados (‘infirmis’), una verdadera opcién por los pobres. 23. Omite la frase «3 Quién planta una vitia y no come de sus frutos?», que anteriormente, al citar el mismo paso biblico ha mencionado. Es un excelente ejemplo de la citacién de memoria que hace san Agustin de diversos pasajes de Ja escritura o bien de los diversos codices que consultaba. 24. Se hace un juego de palabras con el término ‘gratuitum’. Los apéstoles comen el pan gratuitamente, de aquellos a los que les predican, seria el primer sentido, gratuitamente la gracia (de la salvacién de Dios). Se referirfa al modo como lo predican, gratuitamente. Pero también, al estar en acusativo se refiere a lo que predican, es decir, la gracia de Dios, que se da sin tener en cuenta los méritos del hombre, contrariamente a lo que pretendian y afirmaban los pela- gianos. Aqui Agustin subraya que lo que se predica es la gratuidad de la gracia y esa predicacin también debe darse gratis. 52 San Agustin 8. El Apdstol ha querido trabajar con sus manos para ganarse el pan San Pablo se entregaba a trabajos corporales para proveer a su propio sustento y para no poner impedimentos al evangelio. Rehusaba la ayuda de los fieles, a la que tenia pleno derecho. No pretendia que los fieles le ofrecieran la ayuda para su sustento con motivo de sus actividades espirituales. El apéstol no quiere poner dificultades al evangelio de Cristo. Por eso trabajé también con sus manos: No hemos comido gratis el pan de nadie, sino que trabajamos y nos fatigamos dia y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros... Quisimos daros un ejemplo que imitar (2Tes 3, 8.9). Pero afirma también que obra- ban correctamente los apéstoles: «No usurpan derechos indebi- dos cuando no trabajaban fisicamente para cubrir las necesidades de la vida», porque «digno es el obrero de su salario». 9. Lo que afiade es todavia més claro y disipa toda duda y ambigiiedad: Si entre vosotros hemos sembrado lo espiritual, dice, gserd mucho que recojamos lo carnal entre vosotros? (1Cor 9, 11). ¢Cuiles son los bienes espirituales que ha sembrado sino la pala- bra y el misterio*’ del sacramento del reino de los cielos? ¢Cua- les son los bienes materiales que él se siente autorizado a recoger, sino los bienes temporales que se otorgan para hacer frente a la vida y a la indigencia de la carne? Sin embargo, declara que estos tiltimos, que le son debidos, no los ha exigido ni recibido de ellos, para no poner obstaculos al evangelio de Cristo. Por ello, ¢qué nos queda sino entender que, para obtener el sustento, Pablo tra- bajé en labores corporales, con sus manos visibles y corporales*. Si hubiera buscado obtener el alimento y el vestido con su tra- bajo espiritual, es decir, recibirlos de aquellos a quienes edificaba en el evangelio, no diria a continuacién: Si otros disfrutaron de este derecho sobre vosotros, scudnto mds nosotros? Pero no hemos hecho uso de este derecho, sino que todo lo toleramos para no ser obstaculo al evangelio de Cristo (1Cor 9, 11). ¢Qué facultad es ésa 25, Algunos manuscritos traen la palabra ‘ministerium’, ministerio. 26. Se acentiia lo corporal (la palabra se repite para subrayar lo fisico, lo corporal) frente a lo meramente «espiritual>, EI trabajo de los monjes 53 de la que habla si no es la que tenia sobre ellos, concedida por el Sefior de percibir el fruto material con el que sustentar esta vida que vivimos en la carne? De esta facultad también disfrutaron aquellos que, a pesar de no ser los primeros en anunciarles el evan- gelio, habfan Ilegado mas tarde a su Iglesia con la intencién de predicarlo. Por ello, después de haber dicho: Si entre vosotros hemos sembrado lo espiritual, sserd mucho que recojamos lo car- nal entre vosotros?” (1Cor 9, 11), aitade: Sz otros disfrutaron de este derecho sobre vosotros, scudnto mds nosotros? Y después de haber demostrado cual era su derecho que tenia, dice: Pero no hemos hecho uso de este derecho, sino que todo lo toleramos para no ser obstaculo al evangelio de Cristo (1Cor 9, 12). Que nos expliquen pues, éstos*, cémo ganaba el Apéstol, por el trabajo espiritual, el alimento material, cuando él mismo nos dice que no quiso usar este derecho. Pero si no habia pedido el alimento que le correspondia por su trabajo espiritual, solo resta que él se lo ganara con el trabajo fisico. Por eso dice: Ni comi- mos el pan de balde a costa de otro, sino con esfuerzo y fatiga, trabajando de dia y de noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros. No porque no tuviésemos la potestad para hacerlo, sino porque queriamos presentarnos a nosotros como modelo que imi- tar (2Tes 3, 8-9). Todo, dice, lo toleramos para no ser obstaculo al evangelio de Cristo (1Cor 9, 12). 9. El derecho de vivir de la predicacién En el cap. 9, Agustin deja en claro la falacia que resulta de la tor- cida interpretacién que tales monjes hacen de otras palabras de Pablo: Del mismo modo, dispuso el Senior que los que anuncian la buena noticia vivan de su anuncio. Pero yo no he hecho uso de ninguno de esos derechos (ICor 9, 14-15). Y afiade san Agustin: «Si este término vivir, que aqui se emplea, se ha de referir sélo a 27, lin esta nueva cita de 1Cor 9, 11, invierte el orden de las siltimas pala- bras. Habla de ‘carnalia vestra’, mientras que al principio del pérrafo, unas lineas antes, habia hablado de ‘vestra carnalia’. Una nueva cita de memoria. 28, San Agustin se refiere a los rebeldes de manera genérica, con la palabra «isti>, éstos. Sobre el apelativo de monjes, véase la nota 4. 54 San Agustin la vida espiritual, el apdstol no tenia la esperanza puesta en Dios, ues no vivia del evangelio cuando dijo: Ninguno de esos dere- chos he utilizado. Esta claro que no habla de la gloria en la vida eterna, a la que no puede renunciar, sino de la terrena, de la glo- ria de la «vida en la carne», a la que si puede renunciar por un bien mayor. 10. De nuevo vuelve (el Apéstol) a su idea, y de muchas mane- ras recuerda con insistencia aquello que le esta permitido y de lo que no hace uso: ¢No sabéis, dice, que quienes trabajan en el tem- plo comen de los bienes del templo? 3Que los que sirven al altar comparten los bienes del altar? Del mismo modo, el Seftor mandé que aquellos que anuncian el evangelio, vivan del evangelio. Pero yo no he hecho uso de ninguno de esos derechos (1Cor 9, 13-15). Puede haber algo mas explicito? ;Puede haber algo mas claro? Hasta temo que por tratar de explicarlo, pueda oscurecerse lo que de por sf es evidente y claro. En efecto, aquellos que no entien- den estas palabras, 0 fingen no entenderlas, entonces entenderén mucho menos las mas, y tampoco reconocerdn que las entienden. A no ser que digan que comprenden mis rapido las mias, porque se sienten libres de burlarse de aquello que ellos han entendido de mis palabras, mientras que esto no les est4 permitido hacer con las palabras del Apéstol. Por ello, ya que no pueden interpretarlas de otra manera, segtin su propia opinién, tachan de oscuras e inciertas aquellas frases que son claras y manifiestas, y eso, porque no se atreven a calificarlas de malas y perversas. E] hombre de Dios grita: El Serior mand6 que aquellos que anuncian el evangelio, vivan del evan- gelio. Pero yo no he hecho uso de ninguno de esos derechos (1Cor 9, 13-15). Sin embargo, la carne y la sangre se empefian en torcer lo recto, de cerrar lo que esta abierto, y de anublar lo sereno”. Ellos dicen que él realizaba obras espirituales y que de ellas vivia. Si es asi, vivia del evangelio. gPor qué dijo entonces: El Seror mand6 que aquellos que anuncian el evangelio, vivan del evan- gelio. Pero yo no he hecho uso de ninguno de esos derechos (1Cor 9, 13-15)? Ahora bien, si ellos quieren interpretar la palabra ‘vivir’, 29. Agustin ofrece una imagen meteorologica: cubrirse de nubes (obnubi- lar) un dia sereno, con cielo despejado. EI trabajo de los monjes 55 que aqui se emplea, como referida a la vida espiritual, el Apdstol no tenia ninguna esperanza en Dios, pues no vivia del evangelio, ya que dijo: No he hecho uso de ninguno de esos derechos. Por ello, para mantener una esperanza firme de la vida eterna, el Apos- tol habia de vivir espiritualmente del evangelio. Por tanto, al decir: Pero yo no he hecho uso de ninguno de esos derechos (1Cor 9, 13- 15), esto nos indica, sin duda alguna, que debemos aplicar a esta vida de la carne aquello que dijo el Sefior, al establecer que aque- Ios que anuncian el evangelio, vivan del evangelio, es decir, que el vestido y el sustento que es necesario para esta vida se provean a costa del evangelio. Esto mismo afirmé el Apéstol, poco antes, de sus compafieros de apostolado, citando las palabras del Seftor: Porque el obrero merece su alimento (Mt 10, 7-10) y el obrero merece su recompensa (Lc 10, 1-17). Sin embargo, este alimento y esta recompensa, debida a los evangelistas para el sostenimiento de sus vidas, el Apéstol dice, con toda verdad, no haberlos reci- bido de aquellos a los que evangelizaba, al afirmar: Pero yo no he hecho uso de ninguno de esos derechos (1Cor 9, 13-15). 10. Las razones por las que el Apéstol no queria vivir a costa del evangelio San Agustin sigue presentando el modo de proceder de Pablo en relacidn con su renuncia a usar del derecho «apostélico» a no depen- der econémicamente del trabajo manual. Razones que aporta el mismo apéstol: a) es motivo de gloria anunciar gratuitamente el evangelio; b) su galardén sera la aceptacin de lo que predica sin dar motivo de escandalo al no presentar el evangelio como una mer- cancfa; c) su testimonio de que lo hace por amor a los més débiles sera mejor aceptado; d) busca tinicamente el reino de Dios y «lo que se le diese por afiadidura»; y e) quiere ser ejemplo ante los fieles de tener que trabajar como ellos para su mantenimiento personal. 11. El Apéstol prosigue, y por si alguno cree que él no reci- bid esos bienes, porque no se los dieron, afiade: No escribo esto para que obréis asi conmigo, prefiero morir a que alguno me prive de mi gloria (1Cor 9, 15). ¢De qué gloria habla sino de la que queria tener en Dios, sufriendo en Cristo con los débiles? Por eso dice claramente a continuacién: Si, pues, evangelizo, no es para mt 56 San Agustin motivo de gloria, ya que me urge la necesidad (1Cor 9, 16), es decir, la necesidad de sustentar esta vida. Y dice: Ay de mi si no evangelizare, es decir, si no evangelizo, esto seré para mi un mal, porque me torturard cl hambre y no tendré de qué vivir. Por ello, continiia diciendo: Si lo hago queriendo, tendré una recompensa (1Cor 9, 17). Dice que lo hace queriendo cuando lo hace sin estar empujado por la necesidad de atender a los requerimicntos de esta vida; y en este caso merece la recompensa de la gloria eterna junto a Dios. Si lo hago obligado, dice, se me ha confiado un encargo (1Cor 9, 17). Es decir, si me veo obligado a evangelizar por la necesidad de sustentar mi vida, se me ha confiado un encargo. Un encargo, de tal manera que si yo predico a Cristo y la verdad, sea por la oportunidad, sea buscando mis intereses, sea movido por la necesidad de una ganancia terrena, puede suceder que otros sal- gan beneficiados; sin embargo, yo no tendré ya en Dios esa recom- pensa gloriosa y sempiterna. Entonces, ;cudl serd, se pregunta, mi recompensa? El se pregunta por ello; no digamos nada hasta que él responda. Para entenderla mas fcilmente, supongamos que somos noso- tros los que lo interrogamos: ;Cuél seré, pues, tu recompensa, Apéstol, ya que ti no aceptas esta retribucidn temporal que es debida a los buenos evangelizadores, que no actian, sin embargo, por ella cuando evangelizan, pero que la reciben como realizada y ofrecida para ellos, por mandato del Sefior? ¢Y ti no la reci- bes? zCudl sera, pues, tu recompensa? Ved lo que responde: Evan- gelizar, pero predicando el evangelio sin coste alguno, es decir, sin que el evangelio les cuesta nada a los creyentes, para que no pien- sen, cuando se les evangeliza, que los evangelizadores parecen ven- dedores. Y, sin embargo, vuelve una y otra vez a distinguir entre aquello que le est4 permitido por derecho divino y aquello que él no hace, para no abusar, dice, de lo que me esta permitido en la evangelizacion (1Cor 9, 18). 11. El Apostol queria ganarlos a todos para Cristo, haciéndose todo para todos Al obrar Pablo de esta manera, no habia en él ninguna intencién oculta. No fingia. Se acomodaba a las distintas situaciones en que El trabajo de los monjes 57 le tocaba vivir y trabajar. Se movia s6lo por compasién con los mas débiles para ganarlos para Cristo. Era de origen judio y obra- ba como tal cuando lo creia necesario. Pero no era esclavo de la ley, sino libre bajo la ley de Cristo. Vive ahora en la ley de Dios y de Cristo. No queria aparecer como mercader del evangelio, Evangelizaba gratuitamente. $i no hubiera sido asi, los oyentes podrian pensar gue lo hacfa solo para ganarse el sustento. No se busca a si mismo, sino el bien de los fieles. 12. ¥ para saber que él obraba asf por compasién hacia la debi- lidad de los hombres, oigamos lo siguiente: Sendo libre, dice, en todo me hice siervo de todos, para ganar a muchos: para aquellos que estan bajo la Ley me hice como si estuviera bajo la Ley, aun- que no estoy sometido a la Ley, para ganar a los que estan bajo Ia ley; para aquellos que estan sin la ley, me hice como sin la ley, aunque no vivo sin la ley de Dios, estando en la ley de Cristo, a fin de ganar a aquellos que estan sin la ley (1Cor 9, 19-21). No actuaba en ello por astuto disimulo, sino por misericordia com- pasiva; es decir, no se fingié judio, como han pensado algunos, porque habia cumplido las antiguas prescripciones en Jerusalén. Actuo asf segtin su principio deliberado y declarado en el que dice: sAlguno ha sido llamado después de haber sido circuncida- do? No disimule su circuncision (1Cor 7, 18). Es decir, que no viva como si la hubiera escondido, haciendo desaparecer sus huellas. En el mismo sentido dice en otro lugar: Tu circuncisién se ha con- vertido en prepucio® (Rm 2, 25). Asi pues, segtin esta sentencia suya: ;Alguno ha sido llamado después de haber sido circuncidado? No disimule su circuncision. sAlguno ha sido llamado sin ser circuncidado? Que no se haga cir- cuncidar (Cor 7, 18), parece actuar con fingimiento a juicio de aquellos que no comprenden o no prestan suficiente atenci6n. En efecto, era judio y habia sido llamado después de haber sido cir- cuncidado; no querfa disimular su circuncisién, es decir, vivir como si no hubiera sido circuncidado, Por tanto, ya tenia este derecho. Ya no estaba sometido a la ley como aquellos que la cumplian ser- vilmente, sino que se encontraba ya en la ley de Dios y de Cris- 30. Literalmente «se ha convertido en incircuncisién». " San Agustin to. Porque la ley antigua no era diferente de la ley de Dios, como suelen decir los perdidos™ maniqueos. De otra manera, si hemos de creer que al portarse asi fingid, entonces también fingié ser paga- no y sactificé a los idolos, ya que dice también que se comporté como un hombre sin ley para asemejarse a los que estaban sin ley, quienes no son otros que los gentiles a quienes llamamos paganos. Son, pues, cosas diferentes el estar bajo la ley, estar en la ley; y estar sin la ley. Bajo la ley estan los judios carnales. En la ley, viven los espirituales, judfos y cristianos, ya que por ella los judios conservaron las costumbres de sus ancestros, pero sin imponer a los creyentes venidos de la gentilidad cargas insdlitas, y por tanto, también éstos fueron circuncidados. Sin la ley viven los gentiles que todavia no han creido. El Apéstol afirma, no obstante, que se amoldé a ellos, no por una falsa simulacién, sino por una mise- ricordiosa compasién. Es decir, que socorre al judfo carnal y al pagano, de la misma manera que él hubiera querido verse soco- rrido si él hubiera vivido en su situacidn. El sobrellevaba, en efec- to, su debilidad por una semejanza compasiva, sin caer en una simulacién mentirosa. E| mismo lo declara diciendo: Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles (1Cor 9, 22). Aqui resume, en efecto, todo cuanto afirma anteriormente. Del mismo modo que realmente, sin mentira, se hizo débil con los débiles, tampoco mentia cuando dijo lo que antes hemos mencionado. gCual es esta debilidad para con los débiles, sino la compasién hacia ellos, llegando hasta negarse a aceptar aun aquello que le era debido por derecho divino, por no parecer un vendedor del evan- gelio y por no impedir el paso de la palabra de Dios hacia los igno- 31, San Agustin se refiere con la palabra ‘perditi’, no sdlo a los pérfidos, sine a aquellos que se encuentran perdidos y que descan permanecer en esta situacién. A su estado de perdicién se le aftade la contumacia, el cinismo, el creer que las apariencias Jos van a salvar, Su prototipo, como aparece en C. Faust. 12, 13, es Cain. Cf. C. Faust. 5, 9: «¥ en todas estas profesiones (los que se empe- fian en guardar los preceptos evangélicos) jcudntos se descubren falsos y perdi- dos (perditi)» ; C. Faust. 12, 13: «Ahora, en cambio, ellos y todos los que en los diversos errores se muestran contumaces en su resistencia a la verdad y se ale- jan de la presencia de Dios, como Cain, cual judios perdidos (perditi), habitan en la tierra conmocionada, es decir, en la perturbacién carnal contraria al gozo de Dios (...)»; ef. De bapt. 7, 87; C. Cresc. 2, 425 4, 44; De civ. Dei 1, 55 Ep. 125, 3; Ep. 185, 14; In Io. ev. tr. 49, 26; 86, 2, et al. El trabajo de los monjes 59 rantes induciéndolos a una falsa sospecha? Si hubiera reclamado esta retribucién, no hubiera mentido, ya que le era verdaderamente debida; mucho menos ha mentido al no quererla. No ha dicho, en efecto, que no le era debida. Ha demostrado, por el contrario, que tenia derecho a ella, pero también que no habia hecho valer este derecho y se limité a proclamar que no habfa hecho uso de su derecho, ni querfa hacerlo. Y por esto mismo se hizo débil, por renunciar a usar su derecho. Se habja revestido con un sentimien- to de misericordia tan grande que lo llevé a pensar la forma en que él mismo desearia verse tratado, si su debilidad le levara a sos- pechar que los que le predicaban el evangelio hacfan un intercam- bio comercial, viéndoles aceptar recompensas materiales. 12. El Apostol gana su sustento con su trabajo para evitar el escindalo de los débiles Sus oyentes son como nifios en la fe. Quedarian escandalizados si vieran que se ponia precio a la tarea evangelizadora de Pablo. Obra con amor y compasi6n, como cuida una nodriza a los nifios. ‘firma que podia ser, con pleno derecho, gravoso para ellos, pero que buscaba slo trabajar por el reino de Dios. A pesar de todo, vivid situaciones de necesidad grave. Por eso tuvo que recibir la ayuda de otras iglesias, pero no de aquellos con quienes vivia. Con estos obra con entrafias de misericordia, No queria que rechazaran el evangelio por su causa. 13. De esta debilidad dice en otro lugar: Nos hemos hecho nifos en medio de vosotros, como una nodriza se prodiga en torno a sus hijos (1Tes 2, 5-7). Es el contexto de este versillo el que nos indica: Nunca, dice, han estado inspiradas nuestras palabras por la adulacion, como sabéis, ni por un motivo de avaricia*, Dios es mi testigo. No buscamos la gloria que viene de los hombres, ni de 32. Donde la Vulgata dice «avaritiae>, Agustin, siguiendo las versiones de la Vetus latina pone «cupiditatis». Parece claro, sin embargo, que en esta ocasi6n no emplea Agustin el término «cupiditas» en sentido teoldgico, sino en el senti~ do general de un deseo, en este caso, de dinero, o sea, de Ia avaricia, De hecho, a renglin seguido, se refiere de nuevo a la y al deseo del dinero. 60 San Agustin vosotros ni de otros; aunque hubiéramos podido seros gravosos como apéstoles de Cristo: sino que nos hemos hecho nifios en medio de vosotros, como una nodriza se prodiga en torno a sus hijos (1Tes 2, 5-7). Lo que ha dicho a los corintios acerca de este derecho del apostolado que posee como los otros apéstoles, y del que dice no haber hecho uso, lo recuerda también en este pasaje de los Tesa- lonicenses: Aunque hubiéramos podido seros gravosos como apés- toles de Cristo, segin lo que dijo el Seftor: El obrero merece su recompensa (Lc 10, 7). Que él hable de esto lo vemos en efecto suficientemente en la afirmacién que precede: Ni por un motivo de avaricia®, Dios es mi testigo (1Tes 2, 5). Este derecho lo tienen los buenos evangelizadores por pre~ cepto divino. No evangelizaban por esta recompensa, sino bus- cando el reino de Dios, para que todo lo dems les viniera dado por afiadidura. Pero en esta manera de actuar encontraron algu- nos un pretexto, de los que dice: Estos no sirven a Dios, sino a su vientre (Rm 16, 18). El Apéstol queria quitarles a éstos todo pretexto, y fue por este motivo por lo que renuncié a lo que en justicia se le debfa. En la segunda carta a los Corintios lo muestra claramente al decir que otras Iglesias lo asistieron en sus necesidades. Parece ser que habja llegado a una pobreza tan grande que tuvieron que proveerle de lo necesario iglesias muy Jejanas, no aceptando nada, en cambio, de aquellos entre los que se encontraba. Asi dice: 3He cometido acaso una falta bumi- llandome a mi mismo, para que vosotros fueseis exaltados, por- que yo os anuncié gratuitamente el evangelio de Dios? Yo he despojado otras iglesias recibiendo de ellas una contribucion para poderos servir. Encontréndome en medio de vosotros y con nece- sidad, no he sido carga para nadie: porque los hermanos veni- dos de Macedonia me proveyeron de aquello que me faltaba, En todo me he cuidado y me cuidaré de seros gravoso™. La ver- 33. El uso de «avaricia» en este lugar confirma lo dicho en la nota anterior, 34. Agustin en esta tiltima frase, ofrece una version de la Vetus latina que presenta algunas dificultades. El texto agustiniano es: «... et in omnibus ingra- vate me in vobis custodivi et custodiam». El texto de la Vulgata (segin la ver- sién de R. Weber, 0 Vulgata de Stuttgart) es: «... et in omnibus sine onere me vobis servavi et servabor, La variante «ingravate> esta atestiguada en algunos manuscritos de la Vetus latina. El trabajo de los monjes 61 dad de Cristo esté en mi, porque esta gloria no se debilitard en mi en las regiones de Acaya. sPor qué? 3Es que no os amo? Dios lo sabe. Pero lo que hago es lo que seguiré haciendo, para quitar este pretexto a aquellos que lo buscan; asi en eso de lo que se glorian podrén ser encontrados iguales a mi (2Cor 11, 7-12). Por este pretexto que declara suprimir aqui, ha querido que se entienda lo que ha dicho allf: Ni por un motivo de avaricia; Dios es testigo (1Tes 2, 5). Y lo que dice aqui: Me he humillado a mi mismo, para que vosotros fueseis exaltados, es lo mismo que ha dicho en la primera carta a los mismos Corintios: Me he hecho débil con los débiles (1Cor 9, 22), y lo que dice a los Tesaloni- censes: Nos hemos hecho nios en medio de vosotros, como una nodriza se prodiga en torno a sus hijos® (1Tes 2, 7). Por tanto, fijémonos en lo que sigue: Ast, dice, amdndoos a vosotros, que- riamos daros no sdlo el evangelio de Dios, sino también nuestras almas, porque habéis llegado a ser muy queridos para nosotros. Acordaos, hermanos, de nuestros trabajos y de nuestras fatigas, tra~ bajando de noche y de dia para no seros gravosos a ninguno de vosotros (1Tes 2, 8.9). Es lo que més arriba dijo: Aunque bubié- ramos podido seros gravosos como apostoles de Cristo (1Tes 2, 7). Obré movido por sus entrafias de padre y de madre, por temor al peligro que corrian los mas débiles, quienes movidos por fal- sas sospechas, podian odiar el evangelio al considerarlo como algo comprable. Dice lo mismo en los Hechos de los Apéstoles, cuan- do desde Mileto mandé llamar a los presbiteros de la Iglesia de Efeso, a quienes, entre otras cosas, les dice: Bien sabéis que no codicié plata, oro o vestido de nadie; porque para mis necesidades y las de aquellos que estin conmigo, me servi de estas manos. Os he mostrado de todas maneras que conviene trabajar de ese modo para ayudar a los débiles, recordando las palabras del Senor Jestis, pues El mismo dijo: ‘Es mds feliz el que da que el que recibe’ (Hch 20, 33-35). 35. Al principio del capitulo Agustin utiliza esta misma frase biblica, pero en el plural: Facti sumus; en esta ocasién vuelve a citar el mismo paso biblico, pero en singular: Factus sm, posiblemente por guardar la concordancia con la cita anterior de 1Cor 9, 22: Factus sum infirmis infirmus. 62 San Agustin 13. El trabajo del Apéstol Pablo Agustin no especifica a qué se dedicaba el apéstol. $élo dice que «producfa inocente y honestamente objetos titiles para usos huma- nos». Realizaba trabajos honrados, como los propios de cualquier trabajador. Y no se avergonzaba de ello. Con ejemplos de filésofos paganos, de los patriarcas, de San José, etc, Agustin afirma que el trabajo de Pablo era también honesto y honrado. Honestos y honrados son todos los servicios de los carpinteros, albafiiles, sastres, agricultores y otros. ¢Qué tiempo dedicaba Pablo a su trabajo manual? No se sabe. Los monjes que no trabajan, en qué emplean su tiempo, puesto que no evange- lizan, como Pablo, hasta los confines de la tierra? Los fieles ayu- daban a Pablo solamente cuando era estrictamente necesatio. 14. Aqui alguno podria pregumtar: si el Apéstol laboraba en trabajos corporales para ganarse la vida, gcudl era este trabajo y cémo podia compaginar el trabajo con la predicacién del evange- lio? Yo le respondo: Supongamos que lo ignoro. Sin embargo, esta fuera de toda duda que él trabajé fisicamente y sacé de él con qué vivir, sin hacer uso del derecho que el Seftor les dio a los Apésto- les, es decir, que el que anuncie el evangelio que viva del evange- lio, como ya he demostrado. Y no habla de ello sola una vez o brevemente, de tal manera que un alguien astutisimo pueda tergi- versar el sentido de estas palabras, corromperlo o interpretarlo en otro sentido. Asf pues, la alegacién de los contradictores queda aplastada por el peso de tantos testimonios y de tan alta autoridad. Entonces gpor qué me preguntan qué oficio ejercia o cuando lo ejercia? Yo sdlo sé una cosa, y es que no robaba, que no era ladr6n, salteador, auriga, cazador, comediante 0 prestamista, sino que pro- ducia honrada y honestamente objetos titiles para el uso de los hombres, como son las obras de los carpinteros, albailes, sastres, agricultores y otros similares. Porque la verdadera honestidad no reprueba lo que reprueba el orgullo de aquellos que les gusta hacer- se pasar por honestos, sin que les guste serlo en verdad. El Apéstol no se hubiera sentido deshonrado por dedicarse a los trabajos del campo, ni de ocuparse del oficio de artesano. No sabria decir yo a quiénes podria ofender en esta materia, quien dijo: No sedis un escindalo para los judios, ni para los griegos, ni para la Iglesia de Dios (1Cor 10, 32). Si se responde que a los EL trabajo de los monjes 63 judios, no olvidemos que los patriarcas apacentaron rebafios. Si a los griegos, a quienes también Ilamamos paganos, ellos también tuvieron filésofos muy respetables que fueron zapateros. Si a la Iglesia de Dios, carpintero fue aquel que fue clegido como testi- go de la perpetua virginidad conyugal, con el que fue desposada la Virgen Maria, que dio a luz a Cristo (Mt 13, 55). Buenos son todos los oficios que los hombres ejercen cuando los ¢jercen con honradez y sin fraude. Esto es precisamente lo que el Apéstol quiere evitar, que nadie, por la necesidad del sustento, se dedique a hacer malas obras. Asi dice: El que robaba, que no robe ya, antes bien que se ocupe en trabajar con sus manos en algiin oficio hon- rado, a fin de que tenga con qué ayudar a quien lo necesite (Ef 4, 28). Nos basta saber que el Apéstol buscaba en el mismo tra- bajo corporal aquello que es honesto. 14. El trabajo del Apdstol y la octosidad de otros Se sabe sélo que trabajaba dia y noche (/Tes 2, 9), a pesar de su solicitud por todas las iglesias, sus viajes y su trabajo por el evan- gelio. No ocurre asf en aquellos que rehtiyen el trabajo fisico como si fuera un impedimento para dedicarse a las actividades espiri- tuales. Habla con cierta ironia Agustin de ellos, los monjes de Cartago, diciendo: «Sabemos que se han reunido en santa socie- dad bien desocupados». 15. Nadie podré precisar cudndo solfa trabajar el Apdstol, es decir, en qué momentos del dia trabajaba, para que esto no impi- diera la evangelizacién. Sin embargo, él mismo no callé que habia trabajado en las horas del dia y de la noche™ (1Tes 2, 9; 2Tes 3, 8). Sin embargo, esos que andan tan preocupados y atareados, pre- guntando por el tiempo que dedicaba al trabajo, gqué es lo que hacen? zEs que han recorrido la tierra desde Jerusalén hasta Ili- ria para Ilenar estas tierras del evangelio? gO han tomado a su cargo lo que queda de los pueblos barbaros, hasta ahora, sin ser 36. Agustin hace alusién a las horas tanto del dia como de la noche en las que trabaja san Pablo, pensando en el cémputo latino de las horas: diurnas y nocturnas. 64 San Agustin alcanzado y Ilenado por la paz de la Iglesia? Sabemos que se han congregado, muy ociosos, en una santa sociedad. Digna es de admiraci6n la obra que realiz6 el Apéstol, quien, a pesar de estar tan ocupado por la solicitud de todas las Iglesias, -las ya funda- das y las que estaban por fundar, encomendadas a su cuidado y su actividad-, él también trabajaba con sus manos. Es mas, cuan- do estuvo en Corinto y pasé necesidad, no fue gravoso a ningu- no de aquellos entre los que vivia, sino que fueron los hermanos venidos de Macedonia quienes le proporcionaron lo que necesi- taba (cf. 2Cor 11, 9). 15. Adecuacién del trabajo a las fuerzas y al tiempo disponible Podria haber evangelizadores que, aun trabajando como el apés- tol para ganarse el pan, pudieran tener necesidad de la ayuda de los fieles. Pablo le pide a Timoteo que, ya que por su salud no puede trabajar con sus manos, no se meta en negocios de otra clase con el fin de prescindir de la ayuda de los fieles, sino que la acepte con la conciencia tranquila. Y envia dos colaboradores a Tito y le pide que no les falte nada, sino que se les provea de lo necesario. 16. Pues también él conocia las necesidades de los fieles, quie- nes, aunque obedecieran sus mandatos y trabajaran en silencio para ganar su pan, por diversos motivos podrian necesitar que otros completaran lo que les faltaba para su sustento. Por eso les dice, ensefiando y advirtiendo: A los que viven asi, les mandamos y les suplicamos en el Senor Jesucristo, que trabajen en silencio para comer su pan (2Tes 3, 12); pero, con el fin de evitar toda negligencia de parte de aquellos que tienen bienes de dénde pro- veer de lo necesario a los siervos de Dios, anade: Y vosotros her- manos, no dejéis de hacer el bien (2Tes 3, 12.13). Y a Tito le escri- be: Provee con cuidado el viaje del jurista Zenas y de Apolo, para que nada les falte. Y a continuacién explica por qué no debe fal- tarles nada: Aprendan también los nuestros a proveer a sus nece- sidades con buenas obras para que den fruto (Tit 3, 13.14). El Apéstol sabia que Timoteo, a quien llama queridisimo hijo, estaba delicado de salud, como queda puesto de manifiesto por el consejo que le da de no beber agua, sino un poco de vino, por su EL trabajo de los monjes 65 estémago y sus frecuentes malestares (cf. 1Tim 5, 23). Temfa que al no poder trabajar corporalmente y tal vez no querer tampoco mendigar el sustento cotidiano a aquellos a los que predicaba el evangelio, se dedicara a otros negocios que pudieran absorber toda su atencién. (Porque una cosa es trabajar corporalmente, conser- vando el énimo libre, como el artesano, siempre y cuando no come- ta fraudes, no sea avaro ni avido de los bienes ajenos; y otra cosa muy distinta es tener el 4nimo ocupado en las actividades que depa- ran el dinero sin trabajo fisico, como lo hacen los comerciantes, administradores y contratistas; estos tales, aunque no trabajan con sus manos, trabajan con la mente y tienen el 4nimo ocupado por el deseo de poser). Asi pues, a 'Timoteo, quien por la debilidad de su cuerpo no podia dedicarse a los trabajos manuales, le enco- mienda que no se meta en tales negocios y asf lo exhorta, le advier- te y lo consuela: Trabaja, le dice, como buen soldado de Cristo Jess. Nadie que pertenece a la milicia de Dios se involucra en negocios mundanos a fin de complacer a aquel a quien lo ha toma- do a su servicio; el que lucha en el certamen no serd coronado si no lucha segin las reglas (1Tim 2, 3-5). Y para que no se angus- tiase diciendo: No puedo cavar y me avergiienzo de mendigar (Le 16, 3), le aftade: El agricultor que trabaja debe ser el primero en recibir los frutos (2Tim 2, 6). Asi les decia también a los Corintios: éQuién ejerce la milicia a sus propias expensas? 3Quién planta una viha y no come de sus frutos? 3Quién apacienta un rebaho y no se beneficia de su leche? (1Cor 9, 7). Asi tranquilizé al casto evange- lizador, que no predicaba para vender el evangelio, pero que no podia adquirir lo necesario por el trabajo de sus manos. Le hizo comprender asi que no es mendicidad, sino un derecho, el recibir lo necesario de aquellos por quienes se combate (como el soldado de las gentes de la provincia), y de aquellos a los que con su tra- bajo cultivaba como una vifia y apacentaba como un rebafio. 16. Las limosnas de los fieles no eximen del trabajo a los siervos de Dios San Pablo se dirige a los fieles exhorténdolos a ser generosos con los que predican el evangelio, pero antes, en el capitulo anterior, se dirige a quienes se dedican a esta tarea y les dice: Les manda- 66 San Agustin mos y suplicamos en nuestro Seftor Jesucristo que trabajen en silen- cio para comer su pan (2Tes 3, 12). Manda, por tanto, dos cosas: a) que los que predican trabajen sin quejarse y en lo que puedan, y b) que los fieles ayuden a sus pastores en necesidad. No se trata de un derecho por parte de los fieles, sino de un deber, como lo afirma en la carta a los Galatas: E/ catectimeno debe com- partir sus bienes con su catequista (Gal 6, 6), y manda a las igle- sias que provean a las necesidades de los santos (cf. Rom 15, 27; 2Cor 8, 1-4). Los evangelizadores no han de recibir este obsequio para alimen- tar la ociosidad, sino para ayudar a su necesidad. Estos, libres de toda propiedad privada, deben trabajar en lo posible con sus manos, y los fieles deberdn ayudar en las necesidades de los «santos». Insiste de nuevo Agustin al decir que los evangelizadores recibi- rn la ayuda de los fieles sélo cuando sea estrictamente necesario para su mantenimiento. Concluye este cap. 16 con estas palabras: «Stiplase con las limosnas de los buenos fieles lo que necesitan estos monjes que trabajan y se esfuerzan por ganarse la vida, si se juzga que les falta algo por las enfermedades corporales de algu- nos, por las ocupaciones pastorales o por la dedicacin a la ense- fianza de la doctrina salvadora»’. 17. Tomando en cuenta las ocupaciones de los siervos de Dios* 0 las debilidades corporales que de ninguna manera han de faltar, 37. De op. monach. 16, 19. 38. Primera vez que aparece en el texto la expresi6n ‘siervos de Dios’. Es verdad que en primer lugar hace referencia a Pablo y Timoteo, de los que acaba de hablar en el parrafo anterior. Sin embargo, ambos son figura de los otros ‘siervos de Dios’, palabra técnica agustiniana para designar a aquellos que de- sean vivir solo para Dios dejandolo todo. Con este sentido se repite en el capi- tulo 16, 19, en donde de las palabras paulinas pasa a hablar ya concretamente de los que deseando ser y vivir como ‘siervos de Dios’, se niegan a trabajar. La expresion se repite una vez mas en el capitulo 22, 26, aplicada ya netamente a los que viven en comunidad buscando a Dios, aunque en esta ocasién le sirve la expresin para denunciar el peligro de las palabras y de atentar contra la buena fama de los hermanos. Vuelve a aparecer en 23, 28 dos veces (‘siervos de Dios’), en 28, 36 como parte de una bella exhortacién acompafiada de otro epiteto muy agustiniano: ‘jh siervos de Dios, soldados de Cristo! Y finalmente en 33, 41, como la gran prueba para ver si de verdad son siervos de Dios, pues si lo son, deben hacer caso a la exhortacién de Agustin, no por temor, sino por compa- sini ‘Si son siervos, tendran compasién de mi’. El trabajo de los monjes 67 el Apéstol no se contenta, pues, con permitir a los fieles que pro- vean a las necesidades de los santos, sino que se lo recomienda como una obra muy saludable. En efecto, dejando de lado aquel derecho, que él dice no haber hecho valer, pero que les prescribe observar a los fieles diciendo: Que aquel a quien se ensena la pala- bra haga participe de todos sus bienes a aquel que le ensefa (Gal 6, 6), derecho que, segtin su repetido testimonio, tienen los pre- dicadores de la palabra sobre aquellos a quienes la predican, tam- bién manda y exhorta a las iglesias de los gentiles que procuren lo necesario a los santos que habian vendido y distribuido todos sus bienes y vivian en Jerusalén en una santa comunién de vida, sin llamar a nada propio, teniendo todas las cosas en comin, y un alma y un corazon en Dios (Hch 2, 44; 4, 32). De ahi aque- Io que les dice a los romanos: Ahora estoy de partida hacia Jeru- salén, para ir en ayuda de los santos, porque Macedonia y Acaya han querido hacer una colecta en favor de los santos de Jerusalén que viven en la pobreza. Ellos lo han querido y son sus deudores, ya que si los gentiles han tenido parte en sus bienes espirituales, ellos deben a su vez asistirlos con sus bienes temporales (Rom 15, 25-27). Algo similar es lo que les dijo a los Corintios: Si hemos sembrado en vosotros lo espiritual, 3serd mucho si recogemos entre vosotros lo carnal? (Cor 9, 11). La misma opinién manifiesta en la segunda carta a los Corin- tios: Os doy a conocer, hermanos, la gracia de Dios que ha sido dada a las Iglesias de Macedonia: en medio de miiltiples pruebas de la tribulacién, su gozo ha sobreabundado y su pobreza extre- ma ha desbordado en riquezas de sencillez, segiin sus capacidades, de ello soy testigo, por encima incluso de sus medios, con agrado y con mucha insistencia nos han pedido el favor de participar en el servicio que se hace por los santos. No sdlo han colmado nues- tra esperanza, sino que se han entregado ellos mismos, primero al 39. La cita de Heh 4, 32, en las obras agustinianas, tiene siempre una doble connotacién, entre otras. En primer lugar, san Agustin invierte el orden de las palabras, primero es para él ‘anima’ y después ‘cor’, siendo asi que en el texto biblico el orden es al revés (primero ‘cor’ y después ‘anima’), Y siempre, cuan- do cite este texto, posiblemente por el influjo de ta carta 30 de Paulino de Nola, afiadird In apostilla, in Deum (dirigidos hacia Dios), elemento que esté ausente en el texto biblico comin. 68 San Agustin Seftor, después a nosotros por voluntad de Dios. Asi nosotros le hemos rogado a Tito que culminara en vosotros esta obra de cari- dad, ya que él mismo la habia iniciado. Y como siempre abunddis en todo, en fe, en palabras, en ciencia, en toda solicitud y aun en el amor que me tenéis, abundad también en esta gracia. No os lo digo mandandbo, sino para excitaros con el ejemplo de la solicitud de los otros a dar pruebas de vuestra muy valiosa caridad. Conocéis la gracia de nuestro Seftor Jesucristo, quien, siendo rico, por vosotros se hizo pobre para que os enriquecierais con su pobreza. Y asi os doy consejo en esto, como cosa que os importa; puesto que desde el ano pasado lo habéis comenzado no s6lo a pla- near sino a hacerlo espontdaneamente, cumplidlo, pues, ahora de hecho; para que ast como vuestro dnimo esta pronto para querer, asi lo esté también en ejecutar, segiin lo que cada uno tenga. Por- que cuando el dnimo estd pronto debe serlo segin lo que tiene y no segtin lo que no tiene. No es justo que los otros abunden y voso- tros necesitéis, sino que haya igualdad, supliendo al presente vues- tra abundancia la necesidad de los otros, para que del mismo modo, su abundancia supla también a vuestra pobreza, de donde resulte igualdad, seguin estd escrito: ‘Al que recogia mucho, no le sobra- ba, y al que recogia poco no le faltaba (Ex 16, 18). Pero gracias sean dadas a Dios, quien inspiré en el corazén de Tito este celo por vosotros. No sélo se ha movido por mis ruegos, sino que, movi- do todavia mds por su voluntad hacia vosotros, partid espontd- neamente para ir a veros. Enviamos con él a nuestro hermano, cuyo elogio por la predicacién del evangelio se ha extendido por todas las iglesias; pero no sélo esto, lo han escogido las iglesias para acompaharme en mi viaje y colaborar conmigo en el cuidado de esta ayuda por la gloria de Dios y para mostrar nuestra pronta voluntad. Evitamos asi que nadie nos pueda calumniar con moti- vo de la administracién de este caudal. Pues cuidamos de com- portarnos bien no sdlo delante de Dios, sino también delante de los hombres (2Cor 8, 1-21). Estas palabras dejan claro cuanto estimaba que las comunida- des cristianas se preocuparan de proveer de lo necesario a los san- tos siervos de Dios, y da este consejo: porque la donacién apro- vecha més a quienes la hacen que a quienes la reciben. A ellos les aprovecha hacer buen uso del obsequio de sus hermanos, aunque no sitven a Dios por la ofrenda, ni tampoco han de usarla para El trabajo de los monjes 69 alimentar la ociosidad, sino para cubrir su necesidad. Era tan gran- de el cuidado que el Apéstol tenia con esta administracién que se le confiaba por medio de Tito, que nos habla de su compajiero de viaje, designado por las iglesias para este fin, como un hom- bre de Dios, de buena fama, cuya alabanza, dice, se extiende a todas las iglesias a causa del evangelio (2Cor 8, 18). Explica que le asignaron ese compafiero para evitar las criticas de los hombres, a fin de que el testimonio de los santos asociados a este ministe- rio impidiera a los impios y a los débiles pensar que lo recogia para si mismo, y que se apropiaba de los dones que recibia para remediar las necesidades de los santos, en lugar de Ilevarlos y de distribuirlos a los indigent 18. Un poco después dice: Por lo que se refiere al servicio que se hace en favor de los santos, es superfluo que os escriba. Conoz- co bien la prontitud de vuestro dnimo, de lo cual me glorio entre los macedonios; porque Acaya esté preparada desde el ano pasado y vuestra emulacién ha provocado la imitacién de muchos. Pero he enviado a esos hermanos a fin de que no me haya gloriado de vosotros en vano respecto a este asunto y para que, como dije, estéis preparados. No vaya a suceder que, al venir los macedonios con- ‘migo, encontraran que no teniais recogido nada y tuviésemos noso- tros, por no decir vosotros, que avergonzarnos por esta causa. Por tanto, he juzgado necesario rogar a esos hermanos que se adelan- ten y preparen esa generosidad® vuestra, de antemano prometida, de modo que sea una verdadera generosidad y no algo arrancado a la avaricia. Lo que digo es: Quien siembra escasamente, recoge- ré escasamente, y quien siembra con generosidad, con generosidad recogerd. Que cada uno actie como ha resuelto en su coraz6n, no con tristeza o por necesidad, pues Dios ama al que da con alegria. Poderoso es Dios para llenaros de toda clase de gracias, de modo que teniendo siempre con suficiencia os quede todavia para toda obra buena, segiin lo que esta escrito: ‘Con generosidad ha dado a los pobres, su justicia permanecerd eternamente’ (Sal 112, 9). Aquel que da al sembrador la semilla, os dard también el pan para 40. Agustin utiliza la palabra ‘benedictio’, como sinénimo de generosidad, liberalidad, haciendo referencia también a la misma limosna, que debe ser siem- pre dada con esa caracteristica, como dice también el mismo texto biblico. 70 San Agustin comer y multiplicard vuestra sementera y hard crecer mds y mas los frutos de vuestra justicia, para que, enriquecidos, abundéis" en generosidad, de modo que por medio de nosotros se den gracias a Dios. Porque esta generosidad, que estamos encargados de recoger, no sélo remedia las necesidades de los santos, sino que también contribuye a que muchos den gracias a Dios. Habiendo compro- bado vuestra obra benéfica, glorifican a Dios por el homenaje que brinddis al evangelio que profesdis, en la simplicidad con la que compartis con ellos y con todos; ellos oran por vosotros y os aman por la gracia eminente que Dios ha derramado sobre vosotros. Gracias sean dadas a Dios por su don inefable (2Cor 9, 1-15). jCudn suave y santa alegria inunda el alma del Apéstol, ya que habla de esa manera de la recfproca compensacién que se hacian los fieles*? y los soldados de Cristo, ofreciendo los pri- meros, bienes materiales y los segundos de sus bienes espiritua- les, hasta el punto de exclamar, como desbordando de Ja suavi- dad de la santa alegria®: ;Gracias sean dadas a Dios por su don inefable (2Cor 9, 15)! 19. El Apdstol -o mejor dicho, el Espiritu Dios que poseia, Henaba y conducia su corazén— no cesé de exhortar a los fieles que tuvieran suficientes bienes, a que no dejasen que les faltara nada a los siervos de Dios“, que aspiran dentro de la Iglesia a un grado de santidad més elevada, a fin de que rompan todos los vin- 41, En esta cita de Agustin, sacada de la Vetus latina, se ha omitido el verbo, por ello hemos afiadido el verbo abundetis, que aparece en el mismo texto de la Vulgata para darle un sentido més claro al pasaje. 42. Literalmente, los que proveian de viveres a los soldados (provincialium Christi), en esta metafora, que ya ha utilizado anteriormente (5, 6), se refiere a los fieles; cf. nota 76. 43, La imagen hace referencia al hecho de comer y después eructar. Agus- tin habla figuradamente de haber comido el alimento consistente y nutritivo (sagina) de la santa alegria (sanctorum gaudiorum), y leno de este alimento, como producto de una buena digestion, eructar (eructaret), es decir, dar a cono- cer aquello que le llena; en este caso, la santa alegria. Esta imagen, aunque posi- blemente grosera para nuestra cultura, aparece repetidas veces en los escritos agustinianos; (cf. In Io. ev. tr. 36, 1; 62, 6; En. in ps. 67, 28; Ibid. 74, 4; Ibid. 144, 95 Ibid. 146, 113 S. Denis 13, 9 (= 305 A) se utiliza también la palabra sagi- natus.) 44, Cf. nota 38. El trabajo de los monjes 7 culos que los atan a las esperanzas del mundo, y que con el alma libre se consagren al servicio de Dios". Asimismo, éstos deben también obedecer los preceptos del Apéstol, cuando les manda compadecerse de los débiles, contribuir con el trabajo de sus manos al bien comtin, despegados del amor a los bienes privados, y obedecer sin murmurar a sus prepésitos. De este modo, podré ser suplido por las ofrendas de los fieles piadosos aquello que, después de trabajar y esforzarse, en cuanto puedan, por ganarse la vida, estos servidores de Dios crean que les falte, debido a su debilidad corporal, a los cargos eclesidsticos o a la ensefianza de la doctrina de la salvacién. 17. El trabajo fisico y la actividad espiritual Quisiera saber el santo en qué se emplean o qué hacen los mon- jes que se niegan a trabajar manualmente. La predicacién, el rezo de los salmos y la oracién no pueden ocupar todos los momen- tos del dia. Habra que interrumpir estas actividades para poder, al menos, cocinar y comer. La dedicaci6n a la oracién es perfectamente compatible con el tra~ bajo manual. No hay excusa alguna para no trabajar. Incluso se pueden cantar himnos mientras se trabaja. $i muchos trabajado- res cantan mientras trabajan, y suelen ser cantos vanos y torpes, gqué impide al monje meditar, orar y cantar mientras trabaja? Por otra parte, Dios no escucha la oracién del indolente y del rebelde. Porque es rebelde quien no hace caso a la Escritura, que manda trabajar. Al que lee algo bueno le aprovechara mucho mas si pone por obra lo que lee. 20. Porque quisiera saber qué hacen, en qué se ocupan esos que no quieren trabajar corporalmente. Ellos dicen que se dedi- 45. Literalmente, a la milicia de Dios; en esta obra son muchas las alusio- nes al siervo de Dios como el militar, que debe ser alimentado por los fieles, como el soldado del ejército en campatia. 46. Aparece por primera vez en este tratado, una alusin a la jerarquia que debe existir dentro de las comunidades de los siervos de Dios, en donde hay un prepésito, una persona puesta al frente de la comunidad y a la cual los demas sier- vos de Dios deben obedecer, ante todo, por caridad y compasiéns cf, Regla 7. 72 San Agustin can a la oraci6n, a la salmodia, a la lectura, y a la predicacién de la palabra de Dios: un santo programa de vida, seguramente, y digno de alabanza por la suavidad de Cristo. Pero si no debemos. distraernos de estos ejercicios, tampoco tendriamos que comer, ni preparar y presentar los alimentos en la mesa, para la refeccién cotidiana. Pero si, por razones de enfermedad, los siervos de Dios se vieran obligados a darse del todo a estas ocupaciones, en deter- minados espacios de tiempo, gpor qué no nos reservamos también determinados momentos para cumplir los preceptos del Apéstol? Porque una sola oracién de un hombre obediente es mas répida- mente escuchada que diez mil del desobediente. Por otra parte, cantar los cénticos divinos, lo pueden hacer facilmente incluso aquellos que trabajan con sus manos, y alegrar asi su trabajo con un ritmico canto divino'”. ;Acaso no sabemos que todos los artesanos cantan con el corazén y la lengua moti- vos vanos y hasta licenciosos, sacados de las obras de teatro, sin retirar sus manos del trabajo? zQué es lo que impide al siervo de Dios meditar la ley del Sefior mientras trabaja con sus manos (cf. Sal 1, 2), y cantar al nombre del Sefior Altisimo (cf. Sal 12, 6)? Le basta con dedicar algunos espacios de tiempo para apren- der de memoria lo que tiene que meditar y cantar. La limosna de los fieles debe suplir, con su ofrenda, lo que es necesario para evi- tar que esas horas, empleadas por los siervos de Dios a la ins- truccién del espiritu**, y que impiden toda ocupacién manual, Ile- guen a oprimirlos por la indigencia. Y estos que dicen dedicarse a la lectura, gacaso nunca se han encontrado en sus lecturas con lo que manda el Apdstol®? ¢Qué perversidad es ésa de entregar- se a la lectura y no querer obedecerla, y de que, siendo prove- choso darse a la lectura, sin embargo, no se quiera hacer lo que en ella se lee? ¢Quién ignora que tanto més rapido aprovecha lo bueno que se ha leido, cuanto més répido se ponga en practica lo que se lee? 47. Literalmente habla del ‘celewma’, que era un canto que regia el movi- miento de los remeros en un barco. Posteriormente esta palabra se ha aplicado a todo canto que da ritmo a los diferentes trabajos. 48. ‘Erudiendum animum’, a la formacién o instruc 49. Acerca del trabajo. El trabajo de los monjes 73 18. Es preciso distribuir sabiamente el tiempo No todos los monjes estén capacitados para ensefiar. Algunos de los que estan capacitados podran, quizés, emplear todo el tiempo en la instruccién sin poder dedicar algtin tiempo a trabajar. Pero no todos los que viven en el monasterio estan capacitados para esa actividad, y, sin embargo, utilizan ese pretexto para no trabajar. E] ejemplo de Pablo es claro: dedicaba determinadas horas del dia a evangelizar y a ganarse el pan con el trabajo de sus manos, y si, por dedicar todo el dfa a hablar, no le quedaba tiempo para trabajar, la comunidad lo proveia de lo necesario. Es preciso, por tanto, programar los distintos momentos del dia para hacer compatibles la oraci6n, la predicacién de la palabra y el trabajo manual: «Tal es, dice el santo, el mejor gobierno, el dis- tribuir con orden las actividades a sus tiempos para que no per- turben, con su aglomeracidn e incompatibilidades turbulentas, el espiritu humano»*, 21, Admitamos que el ministerio de la palabra le fuera con- fiado a uno y que lo ocupara hasta el punto de que no pudiera trabajar con sus manos: ¢Acaso todos en el monasterio*!, habien- do venido los hermanos® de diversos géneros de vida, estan capa- citados para explicar las Sagradas Esctituras o disertar con pro- vecho sobre algunas cuestiones de doctrina sagrada? Ya que todos evidentemente no lo pueden hacer, ¢por qué, pues, con este pre- texto, quieren todos verse dispensados del trabajo? Incluso si todos fueran capaces, tendrfan que hacerlo todos por turno, no sélo para que los demas quedaran exonerados de los necesarios trabajos, sino también porque basta un solo orador para muchos oyentes. En fin, gc6mo hubiera podido el Apéstol dedicarse a tra- 50. De op. monach. 18, 21. 51. Es la primera vez que Agustin utiliza la palabra «monasterio» en esta obra dedicada a los monjes, cuya palabra explicita no ha aparecido atin, pues habla de «siervos de Dios». Sin embargo, cuando se refiere a los destinatarios, los falsos monjes perezosos, utiliza términos genéricos y con una cierta conno- tacin despectiva, como ‘estos’, ete of. nota 4. 52. Aparece por primera vez en la obra otra de las palabras para referirse a los que viven en un monasterio, la palabra ‘frater’,, hermano. Anteriormente ha hablado de ‘siervos de Dios’. Sobre el uso de la palabra ‘monje’, cf. nota 4. 74 San Agustin bajos manuales, si no hubiera establecido determinadas horas para predicar la palabra de Dios? Esto no nos lo ha dejado ignorar Dios, ya que la Escritura no ha pasado en silencio ni su oficio, ni los momentos que él dedi- caba a la predicacién del evangelio. Pues estando en Troas, acer- candose el dia de su partida, el primer dfa de la semana’, los her- manos estaban reunidos para partir el pan. Sin embargo, la atencién fue tan grande y la exposicién tan necesaria que la char- la se prolong6é hasta la media noche (Hch 20, 7), como si no se hubieran dado cuenta de que ese dia no era dia de ayuno. Y ya que predicaba todos los dias en cl lugar en el que se quedaba, reservaba, nadie lo dudar, ciertas horas a este ministerio. En efec- to, habiéndose encontrado en Atenas con algunos muy interesa- dos en la busqueda de la verdad de las cosas, esta escrito de él: Discutia con los judios en la sinagoga y cada dia en el dgora con los paganos que alli se encontraban (Hch 17, 17). No era todos los dias en la sinagoga, porque la costumbre era de dirigir la pala- bra sdlo los sbados. Sin embargo, se dice bien que: Todos los dias en el dgora, evidentemente, a causa de la aficién de los atenien- ses. Asi pucs, contintia: Algunos fildsofos epicireos y estoicos dis- cutian con él (Hch 17, 18). Y poco después dice: Porque los ate- nienses y los forasteros que alli vivian, sdlo se ocupaban en decir o en ofr algo nuevo (Hch 17, 21). Supongamos que el Apéstol, durante toda su permanencia en Atenas, no hubiera trabajado. Por esta razon, los de Macedonia vinieron a socorrer su pobreza, como él dice en la segunda carta a los Corintios (cf. 2Cor 11, 9), aun- que también pudo trabajar a otras horas del dia o de la noche, pues su salud de cuerpo y de espiritu se lo permitian. Pero cuando salié de Atenas, veamos qué dice la Escritura: Todos los sabados tenia debates en la sinagoga (Hch 18, 4), esto cuando estaba en Corinto. Por el contrario, en Tréade, por la urgen- cia de su partida, la sesi6n tuvo que prolongarse hasta la mediano- che, y era el primer dia de la semana™, el llamado dia del Sefior’, 53. Literalmente, el dia después del sabado: ‘una sabbati’. 54, Cf. nota anterior. : 55, El ‘dies dominicus’, es decir, el domingo. Se trata de una bella alusién liturgica de cémo este dia (el domingo) recibe un nombre cristiano (dies domi- El trabajo de los monjes 75 de donde deducimos que no estaba con judios sino con cristianos, ya que el narrador mismo dice que estaban reunidos para la frac- cién del pan®. Y éste es el mejor gobierno: que todas las activida- des sean distribuidas en sus tiempos, y se Ileven a cabo siguiendo un orden, a fin de evitar que el desorden de la confusién alboro- tada perturbe el espiritu del hombre. 19. El trabajo manual del Apéstol Pablo y el peligro del contagio de la pereza Una vez més, san Pablo es ejemplo y modelo. Se dedicaba a hacer tiendas en casa de Aquila y Priscila. No es admisible la interpre- tacién alegérica que tales monjes dan a este pasaje. Entiendan més bien y obedezcan lo que aqui se dice. O admitan, al menos, que son mejores los que imitan a san Pablo. Pero si estos monjes no quieren obedecer ¢ imitar a san Pablo, admitan, al menos, que son més felices y mejores los que quieren y lo hacen. Al que por enfermedad no pueda trabajar, se le debe tratar con humanidad. Y se debe dejar al juicio de Dios a quien alegue un motivo falso para no trabajar. Pero piense, sobre todo, en el mal ejemplo que da a los mas débiles. 22. En el mismo pasaje se encuentra indicado el trabajo que hacia el Apéstol: Después de esto, dice, salié de Atenas y vino a Corinto. Y alli encontré un judio llamado Aquila, originario del Ponto y que recientemente habia llegado de Italia con su mujer Priscila, porque Clandio habia ordenado que todos los ju- dios saliesen de Roma. Se reunié con ellos y como ejercian el mismo oficio, se qued6 a trabajar con ellos: eran fabricantes de tiendas” nicus, dia del Sefior) y no ya un nombre pagano (dies solis, dia del sol). Es por cierto, el nico dia de la semana que tiene, en espafiol, nombre con etimologia cristiana. 56. La ‘ad frangendum panem’ no es otra cosa que la celebracién de la euca- ristia (la misa); es el nombre que recibié entre las primitivas comunidades cris- tianas. Agustin habla de la fractio panis con este sentido en S. 235, 3; cf. Ep. 36, 28 sobre cl argumento de ia fraccién del pan como la cucaristia. 57. Se dedicaban a hacer tiendas de campafia, para el uso de los pastores o de otros viajeros. 7% San Agustin (Heb 18, 1-3). Si esos® intentan explicar alegéricamente este pasa- je, mostraran cuanto han progresado en el conocimiento de las letras sagradas®, de cuyo estudio en el ocio, se glorian®. En rela- cién a esto, ya hemos citado anteriormente varios textos: ;Acaso tan sélo Bernabé y yo carecemos de la facultad de no trabajar? (1Cor 9, 5-6); Pero no hemos querido hacer valer este derecho (1Cor 9, 12); aunque hubiéramos podido seros gravosos como apostoles de Cristo® (1Tes 2, 7); trabajando de dia y de noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros (2Tes 3, 8) y: El Senor mand6 que aquellos que anuncian el evangelio, vivan del evan- gelio. Pero yo no he hecho uso de ninguno de esos derechos (1Cor 9, 14-15). Que expliquen todos estos textos y otros pasajes simi- lares de otra manera, o bien, si la clarisima luz de la verdad les obliga, que comprendan y que obedezcan. Si no quieren o no pue- den obedecer, que reconozcan, al menos, que son mejores que ellos los que quieren, y més felices todavia los que quieren y pueden. Una cosa es alegar una enfermedad verdadera, y otra fingir una falsa, y otra peor es engafiarse y engafiar, en tal grado que incluso se llegue a pensar que es mayor la santidad de los siervos de Dios cuanto mas se haya podido imponer la pereza entre los ignorantes. Quien alega una enfermedad real ha de ser tratado con 58. No aparece el epiteto de monjes, sino como en toda la obra, una deno- minacién genérica, con las versiones griegas), sinénimo de ‘horreum’, que derivé hacia el significado mas genérico de almacén y des- pensa, 77. Se repite la metafora del ejército y de los que provefan de viveres a los soldados, pues habla de los fieles que son «Regis aeterni devotissimi provincia- les»; cf. nota 17 y De op. monach. 5, 6; 16, 19. 78. Se refiere a los perezosos que no quieren trabajar y que no merecen el nombre de monjes. 84 San Agustin 28. Ademis, estos los sobrepasarian en un mas eminente grado de santidad si se organizaran de manera que fueran todos los dias a los campos, en busca del alimento, para coger lo que segiin los tiempos encontraren y, una vez saciada el hambre, regresar. Pero, en vista de los guardas de los campos, jqué bueno seria si el Sefior se dignara otorgarles también alas” a esos siervos de Dios, para que cuando fueran encontrados en un campo ajeno, no fueran cap- turados como ladrones, sino espantados como estorninos! En ese caso, el mejor imitador de las aves seria aquel que lograse esca- par del cazador. Admitamos que todos van a permitir a los sier- vos de Dios ir a sus campos cuando quieran y que regresen de ellos seguros y saciados. Asf, al pueblo de Israel se le prescribié por una ley no tener como ladrén en los campos sino al que inten- tara llevarse de él algo consigo: aquel que no cogiera sino lo que habia comido podia irse libre e impune (cf. Dr 23, 24.25). A esto se debe que los judios acusaran de violacién del sabado, mas que de robo, a los discipulos que cogieron espigas (cf. Mt 12, 1.2). Pero, ¢qué hacer en las estaciones del afio en las que no se encuen- tra en los campos ningtin alimento que se pueda comer de inme- diato? $i alguno pretendiera llevarse alguno a casa para cocinar- lo, siguiendo la opinién de éstos, tendriamos que decirle con el evangelio: ‘Déjalo, eso no lo hacen las aves’. 29. Y bien, concedamos todavia otra cosa: que se pueda encon- trar todo el afio en los campos, en los arboles, entre las hierbas o entre las rafces, algtin alimento que se pueda comer crudo. O bien que el cuerpo estara tan bien entrenado que soportara sin dafio comer crudo lo que deberia comerse cocido; e incluso que en las mismas asperezas del invierno se pueda buscar alimento. De todos modos, nada ser4 tomado para ser preparado, ni tampoco reser- vado para el dfa siguiente. Sin embargo, esta practica les resulta- ré imposible a los que, retirados por muchos dias del contacto con los hombres, se encierran, viviendo con una gran intensidad la oracién, sin dejar entrar a nadie. Estas personas tienen la cos- tumbre, en efecto, de llevar a su retiro provisiones de alimentos, si bien comunes y de poco valor, que les bastan para los dias que han decidido no ver a nadie, cosa que no hacen las aves. No sdlo 79, Literalmente, concederles tener ‘plumas’. Bella ¢ irénica sinécdoque. El trabajo de los monjes 85 no critico estos ejercicios de una sobriedad admirable, sino que confieso no ser capaz de alabarlos como merecen, con tal de que tengan tiempo libre para hacerlos y no se propongan a si mismos como modelos por soberbia y orgullo, sino por santidad miseri- cordiosa. Pero gqué dirfamos de éstos si nos atenemos a la opi- nién de quienes asi interpretan las palabras del evangelio? ¢Acaso por ser mds santos se parecen menos a las aves? Porque si no guardaran comida para muchos dias, no podrian encerrarse como lo hacen. Y, en verdad, tanto ellos como nosotros hemos escu- chado: No penséis en el mariana (Mt 6, 34)®. 30. Por ello, resumiendo brevemente: aquellos que partiendo de una interpretacién tergiversada del evangelio, pretenden tras- trocar los preceptos tan claros del Apéstol, 0 no piensen en el maiiana, como las aves del cielo, o bien que obedezcan al Apés- tol como hijos queridos. O mejor, que hagan tanto una cosa como Ja otra, pues ambas concuerdan. Pablo, servidor de Cristo Jestis, no se atreveria a aconsejar algo contrario a su Maestro (cf. Rm 1, 1). Esto es lo que claramente les decimos a estos: si interpretdis las aves del evangelio en el sentido de que no tenéis que trabajar con las manos para que os procuréis el alimento y el vestido, tam- poco reservéis nada para majiana, asi como las aves del ciclo tam- poco reservan nada para mafiana. Si por el contrario, reservais algo para majfiana, eso puede no estar en contra del evangelio, en donde se dice: Mirad a las aves del cielo, ellas no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros (Mt 6, 26); puede, ciertamente no ser contra- rio al evangelio, ni a la imitacién de las aves del cielo, sostener esta vida de Ja carne con el esfuerzo del trabajo corporal. 24. Objecién sacada del texto: «No penséis en el mafiana» El pérrafo final contiene resumido lo tratado en este capitulo. Dice: «El Sefior dijo: No penséis en el maiana, y ya veis que ese 80. Al principio de la obra ha citado este mismo texto evang¢lico de manera diferente: Nolite solliciti esse in crastinum: No andéis agobiados por el dia de maita- na, cf. De op. monach. 1, 2. Ahora lo cita cambiando el verbo: Nolite ergo cogita- re in crastinum: No penséis, pues, en el mafiana (De op. monach. 23, 29). De nuevo vemos a san Agustin citando de memoria o bien segiin diversos manuscritos, 86 San Agustin texto no os impide reservar algunas cosas para mafiana. gPues por qué no tomais a las aves del cielo por modelos cuando se trata de almacenar y os empefidis en imitarlas para no trabajar?» 31. Si les presionamos, argumentando con el evangelio, a que no guarden nada para majiana, pueden justamente responder: ¢Por qué tuvo el mismo Sefior una bolsa en la que guardaba el dinero que recibia? (cf. Jn 12, 6). Por qué con tanta antelaciGn se envid trigo a los santos padres*! amenazados por el hambre? (cf. Hch 11, 28-30). ¢Por qué los apéstoles proveian de lo necesario a los santos que estaban en necesidad, para que no careciesen de nada en el futuro? Asi escribia el bienaventurado Pablo en su carta a los Corintios: En lo que respecta a la colecta a favor de los san- tos, seguid también vosotros las instrucciones que di a las iglesias de la Galacia. El primer dia de la semana, que cada uno de voso- tros ponga aparte en su casa lo que estime conveniente, de modo que no se espere a que yo llegue para hacer las colectas. Y cuan- do haya llegado, enviaré vuestras donaciones a Jerusalén con aque- llos a los que vosotros haydis recomendado por carta. Si conviene que yo mismo vaya, ellos vendran conmigo (1Cor 16, 1-4). Este y otros muchos textos auténticos aducen éstos*. Pero nosotros respondemos: Ya veis que el Sefior dijo: No pen- séis en el mafhana® (Mt 6, 34); vosotros no os veis obligados por estas palabras a no guardar nada para mafiana. ¢Por qué, pues, os creéis obligados, por esas mismas palabras, a no hacer nada? Y si las aves del cielo no os sirven de modelo cuando se trata de no guardar nada, ¢por qué queréis que os sirvan de ejemplo cuando se trata de no trabajar? 25. Las grandes ventajas que el monje saca del trabajo manual La renuncia a los bienes temporales por parte de los mas ricos no debe impedir a esos monjes dedicarse a los trabajos manuales. Han 81. Es decir, a los miembros de la comunidad de Jerusalén. El texto de los Hechos de los Apéstoles habla de los «ancianos» (cf. Heh 11, 28). 82. Una vez mis se trata de los falsos siervos de Dios, los perezosos. 83. Sigue citando este texto de manera diferente que al principio de la obra. EL trabajo de los monjes 87 pasado de la vieja soberbia a la vida humilde y sencilla, Si tienen salud y no estan plenamente ocupados en actividades espirituales, deben trabajar con el fin de no dar pretexto alguno a quienes no quieran hacerlo. Si no pudieran trabajar con sus manos, octipen- se en otras actividades para que no coman gratuitamente el pan. Los que provienen de la pobreza, que no se enorgullezcan por vivir con quienes antes estaban distanciados por su estilo de vida, sino que vivan la caridad con todos. Unos y otros, si, pudiendo, se negaran a trabajar, que no coman. El trabajo debe ser propor- cional a la capacidad y posibilidades de cada cual. 32. Alguno podrd decir: ‘g:De qué le ha servido al siervo de Dios haber dejado las ocupaciones que anteriormente tenia en el siglo y haberse convertido a esta milicia*, y a esta vida espiritual, si tiene que ocuparse de nuevo en trabajos como un obrero?’ Este tal habla como si verdaderamente fuera facil expresar con palabras cudn provechoso es hacer lo que el Sefior aconseja -si queria ser perfecto~ al joven que le preguntaba la manera de conseguir la vida eterna, a saber, que vendiera lo que tenia, que lo distribuyera para remediar la indigencia de los pobres y que después lo siguiera (cf. Mt 19, 21). gO quién ha seguido de forma més libre al Maestro que aquel que dijo: No he corrido en vano, no he trabajado en vano (Fil 2, 16)? Ha sido el mismo que dio el precepto y lo cum- plid. La autoridad de tal ensefianza y de tal ejemplo debe bastar para hacernos renunciar a los bienes que teniamos antes, y entre- garnos a trabajar con nuestras manos. Pero con la ayuda del Sefior, podemos tal vez hacernos una idea de la ventaja que tienen los siervos de Dios de haber dejado sus anteriores ocupaciones, a pesar de que todavia tengan que trabajar de esta forma. Si alguno, siendo rico, se ha convertido a esta vida, y no esta impedido por alguna enfermedad corporal, ghabremos perdido el gusto por la sabiduria de Cristo como para no comprender el tumor del antiguo orgullo del que El nos ha curado? Porque des- pués de haber dejado todo lo superfluo que inflamaba pernicio- samente su espfritu, este hombre ya no debe rehuir los humildes trabajos del artesano, para remediar las pequefias necesidades de su naturaleza. Si, por otra parte, alguno se convierte a esta vida sa como una milicia. 84. Una vez mas aparece la vida reli 88 San Agustin viniendo de la pobreza, no crea que estd haciendo lo que hacfa antes, pues ha pasado del amor del bien propio -por pequefio que fuera-, y del deseo de aumentarlo, al amor de la vida comin, no buscando ya sus propios intereses, sino los de Cristo, y deseoso de vivir en la compafiia de los que no tienen sino una sola alma y un solo coraz6n dirigidos hacia Dios, de manera que nadie llame ya propio a nada, sino que todas las cosas sean comunes a todos (cf. Heh 4, 32)%. Si en efecto, antiguos jefes de la ciudad terrestre recibieron de los historiadores aquel insigne elogio, de que anteponian el inte- rés comtin de todo su pueblo por encima de sus intereses priva- dos, —hasta el punto que uno de sus triunfadores, después de haber dominado Africa, no hubiera tenido nada que dar en dote a su hija al casarse, si el tesoro ptiblico no Jo hubiera previsto por decreto del senado*-, zcudl no deberd ser, hacia su repiblica, la actitud del ciudadano de esta ciudad eterna que es la Jerusalén celeste? gAcaso no es la de compartir con su hermano los bene- ficios del trabajo de sus propias manos y, si alguna cosa le llega a faltar, proveerse del comun, diciendo con aquel de quien ha seguido el ejemplo y el precepto: Como el que no tiene nada y todo lo posee (2Cor 6, 10)? ¢Qué decir de aquellos que habiendo dejado o distribui- do sus riquezas, importantes 0 mas modestas, han querido, con una piadosa y saludable humildad, ser inscritos en el ntimero de los pobres de Cristo? Si tienen salud corporal y estan libres de ocupaciones eclesidsticas*” —a pesar de que hayan dado una prue- ba tan hermosa de su grandeza de alma y hayan dado con sus bie- nes una ayuda desigual pero siempre importante a la indigencia 85. Aparece el sentido del trabajo y de la pobreza comunitaria. No sélo tiene para san Agustin un interés ascético © espiritual, sino que es primordialmente eclesial y comunitario, como camino a través del cual se logra y se manifiesta la unidad, -interior y exterior, signo de la gracia y de la bendicién de Dios, asi como la comunién, la unién intima de los corazones y de las almas en Dios. La apostilla agustiniana, , en Augustiniana 32 (1982) 266-281. 114 Introduccion No obstante, es preciso ver en la palabra que da titulo a la obra («virginidad») no una determinacion genérica -ser var6n o mujer-, sino una determinacién eclesial. Se trata de definir no si los que siguen a Cristo son hombres o mujeres y de escribir para ellos, sino de insertar la vida del que renuncia al matrimonio por amor a Cristo, en el contexto de la Iglesia, que es la Virgen pri- migenia que se casa con Cristo”, la Virgen que es purificada con- tinuamente por él, de la cual es parte, como miembro excelente otra Virgen, que es como la Iglesia, virgen y madre”, la Virgen Maria. Ella, junto con la Iglesia, y en el marco eclesial del Chris- tus totus”, se convierte también en paradigma para aquellos que desean consagrar a Dios su propia vida y castidad. Ademas de esta evidencia teoldgica, esta la evidencia textual. En primer lugar, dentro del cuerpo de la obra agustiniana, en muchos momentos se utiliza, junto con la palabra «virgen», la palabra «continencia». En el capitulo 18 se habla en un mismo sintagma, junto con las virgenes en sentido estricto y como si fue- ran también los destinatarios de la obra, tanto de «los seguidores (sectatores) como de «las seguidoras» (sectatrices) de la continen- cia perpetua (continentiae perpetuae): «Por todo lo cual amones- to a los seguidores y a las seguidoras de la continencia perpetua y de la sagrada virginidad que de tal manera prefieran su bien al del matrimonio que no Ileguen a juzgar éste como malo», En el capitulo 22, toma la expresién «perpetuam continen- tiam»>™ como sinénimo de lo que anteriormente estaba hablando, es decir, de las que viven en virginidad (‘virgines’). Aunque es cier- to que en el capitulo 21 la palabra ‘continencia’ se aplica también a las viudas (‘vidualem continentiam’)®, como hemos visto en el capitulo 18, este término se aplica también a los hombres. Por 19. Véase la exégesis agustiniana del texto de 2Cor 11, 2 en S. 191, 3, BAC XXIV, 35. 20. Es interesante el uso que san Agustin le da en sus escritos a la cita de Ef 5, 27: «Para presentarla ante si (a la Iglesia), sin mancha ni arruga». 21. Cf. De sancta virg. 6. 22. Cf. Ibid. 2. 23. Ibid. 18. 24. Ibid. 22. 25. Ibid. 21. La santa virginidad 115 otra parte, en el mismo capitulo 22, Agustin se incluye en la argu- mentacién al hablar de «nosotros», (nos)**, identificandose con las virgenes que desean servir a Dios no por esta vida, sino por la eterna, con lo que indirectamente habla de su propia persona como siervo de Dios, igual que las virgenes y a la vez como autor- receptor de su misma obra. En el capitulo 23, se vuelve indudablemente a los receptores varones de la obra -segun el sentido literal del texto-, pues se habla explicitamente de que los ‘continentes’ son «los que por un piadoso propésito se han abstenido de tomar mujer> (pio propo- sito ab uxore ducenda se continuerint)” y se convierten por ello en «eunucos» (castrare se ipsos)** por el reino de los cielos, hacien- do una interesante exégesis del texto de Mt 19, 10-12. Todo el capitulo 24 vuelve sobre este tema de lectura literal y primera mas- culina, de lectura eclesial para ambos sexos, identificando una vez mas a los ‘continentes’ con los varones®. El capitulo 25 coloca como sinénimos y como herederos de una gloria eterna, tanto a los «eunucos», como a las «virgenes» que vivan en fidelidad a Dios, una vez més invitando a una lectura eclesial del texto®. Seria muy extenso seguir proporcionando ejemplos y evidencias tex- tuales internas; baste lo que hemos aducido, para invitar a hacer una lectura en la que, por encima de las determinaciones genéri- cas -ser varén o mujer-, se busque lo esencial al identificar a los destinatarios de la obra: aquellos que han emprendido, por la gra- cia de Dios, el seguimiento de Cristo en una vida de renuncia al matrimonio —que es un bien menor-, dentro de la Iglesia Virgen. Il. VIRGINIDAD, PARA SAN AGUSTIN El contexto hermenéutico agustiniano inter e intratextual nos habla de esto mismo. Virgen es, para san Agustin, aquella perso- na que, independientemente de su determinacién genérica, consa- 26. Ibid. 22. 27. Ibid. 23. 28. Ibid. 29. Ibid. 24, 30. Cf. Ibid. 116 Introduccion gra a Dios la integridad de su cuerpo y de su alma". Mis alli de los elementos fisicos -tener una naturaleza humana femenina o masculina-, Agustin sefialaré la importancia que tiene la virgini- tas cordis, sin la cual la virginitas corporis no tiene sentido. Los fieles tienen «la virginidad del corazon (...), perdida la cual, no tiene sentido ser virgen corporalmente (...)»?*. La virginidad del corazon, en cuyo espititu se quiere vivir la virginidad del cuerpo, no es otra cosa que «la fe integra, la espe- ranza s6lida, la caridad sincera»®. Sin ella, la virginidad, la integri- dad fisica del cuerpo no tendria sentido para Agustin. Es verdad que a todos los fieles cristianos se les pide que vivan la virginidad del coraz6n; no obstante, a los que desean vivir integramente la virginidad, en el cuerpo y en el alma, respondiendo a la gracia de la vocacién que Dios les ha hecho, deben vivir esta virginidad del coraz6n, de espiritu, de una manera especial, ya que la misma vir- ginidad del cuerpo es espiritual. San Agustin lo explica: «(...) Es también espiritual la virginidad del cuerpo, consa~ grada y custodiada por la continencia de la piedad. Nadie hace un uso impuro de su cuerpo si antes no concibe espiritualmente la maldad y, de igual modo, nadie guarda la pureza del cuer- po si no ha implantado antes la castidad en su espiritu»™, Por ello, pues, virgenes son aquellos que en el seno de la Igle- sia, Virgen por excelencia, desean renunciar al matrimonio —que es un bien-, por seguir a Cristo virgen, teniendo también como modelo excelente a santa Maria, siempre Virgen. Es preciso sefialar también que el valor de la virginidad de la que venimos hablando, radica en que esta consagrada a Dios. Agustin diferencia implicitamente la virginidad cristiana de la pagana, no sélo por la cuestién de la humildad, que sera defini- 31. Cf. Ibid. 8. 32. Cf. En. in ps. 90, s. 2, 9. 33. In Io, ev. tr. 13, 12. 34. De sancta virg. 8. 35. Para Agustin no es vida consagrada ni virginal la que se hace fuera de la Iglesia, como puede ser el caso de los circunceliones, cf. En. in ps. 132; In Io. ev. tr. 13, 12; De nupt. et cone. 1, 4, 5. La santa virginidad 47 tivo en este tratado agustiniano y que ocupard toda la segunda parte del mismo, sino también por encontrar su sentido ultimo en la consagracién a Dios: «Tampoco tiene su honor la virginidad por ser integridad, sino por estar consagrada a Dios»*, 1. MarrimoOnio Y VIRGINIDAD. EXCELENCIA DE LA VIDA VIRGINAL a. Razones implicitas: La figura y el culto de los martires” Para poder entender la relacién que san Agustin establece entre el matrimonio y la vida virginal, como dos estados de la vida cris- tiana, es preciso, en primer lugar, no perder de vista el contexto polémico en el que nace la obra: lo que quiere san Agustin es vol- ver a colocar dentro del contexto eclesial la vida religiosa y el matrimonio, evitando el desprecio de la virginidad al que habian dado lugar las ideas de Joviniano, y a la vez evitando el despre- cio del matrimonio que indirectamente habia suscitado la res- puesta de san Jerénimo a Joviniano. Por otra parte, es preciso considerar, al momento de evaluar la respuesta de Agustin, no perder de vista el contexto cronolé- gico e ideoldgico en el que nos encontramos*. El siglo V, o mejor dicho lo que se ha llamado el «gran siglo»? o el siglo de oro de 36. De sancta virg. 8, 8. 37. Cf. P. Brown, The Cult of the Saints. Its Rise and Function in Latin Christianity, Chicago/London 1981; Y.-M. Duval, ‘Loca sanctorum Africae’. Le culte des martyrs en Afrique du 4e au 7e siecle, 2 vol. Roma 1982; M. Girar- pi, Basilio di Cesarea e il culto dei martiri nel IV secolo, Bari 1990; F. Hei, Vir- tus. Idéologie politique et croyances religieuses ax IVe siécle, Berne 1991, 144- 74 ;'T, Baumeister, Die Anfainge der Theologie des Martyrium, Minster 1979; 'T. Baumeister, Heiligenverebrung, in RAC 105 (1987) 96-150; V. SaxeR, Morts, martyres, reliquies en Afrique chrétienne aux premiers siecles, Paris 1980. 38. Cf. HI. Marrou, Décadence romaine ou antiquité tardive? I1le-VIe siecle, Paris 1977; cf. S. MazzariNo, Antico, tardoantico ed era costantiniana, Roma 1974; cf. E. CERuLLI (ed.), Passagio dal mondo antico al medioevo, da Teo- dosio a San Gregorio Magno, Roma 1980. 39. Cf. R. Markus, La fine de la cristianita antica, Roma 1996, 8. 118 Introduccién la Patristica que va desde el ascenso de Teodosio (379) hasta el ascenso de Justiniano (527)-, estuvo fuertemente marcado por la busqueda de la identidad cristiana**. Dentro de este contexto, la atencién de los creyentes, asi como de los dirigentes de la Iglesia, estuvo volcada hacia los mértires*'. Ellos encarnaban el ideal del cristiano, pues habian vivido las virtudes y su compromiso con Cristo, movidos por un amor que les habia Ilevado hasta el testi- monio supremo de derramar su sangre. Terminadas las violentas persecuciones, particularmente la de Diocleciano®, el recuerdo de los martires y su testimonio, se conyirtieron no sdlo en el crite- rio de autentificacién de la verdadera Iglesia (basta recordar la campafia de «visibilizacién» y de culto a los martires organizada por el Papa Dimaso*, muerto el 384), sino también en los pri meros modelos que la Iglesia, junto con el modelo bdsico cristo- Iégico y el «secundario» de san Pablo, podian ofrecer a los fieles para alcanzar la perfeccidn de la vida cristiana. Excederfa los limi- tes de esta breve introduccién el desarrollar los puntos anterior- mente esbozados. Baste para nuestro intento sefialar que los mar- tires y su culto no sdlo se convirtieron en personajes que ayudaron a definir una identidad a los cristianos, sino también en interce- sores, modelos —ciertamente diversos de los héroes paganos que eran glorificados y divinizados-, y paradigmas de la vida cristia- na mas clevada*, El culto que se suscité en este momento a los martires es un testimonio fehaciente de esta mentalidad, en la que la excelencia les es atribuida a los mértires, de tal manera que los diferentes estados de la vida cristiana son valorados y ponderados por su cercania o lejanfa de la figura del mértir. Baste mencionar el culto 40. Cf. R. Markus, Zbid., Roma 1996, 40. 41. Cf. F vAN DER MEER, San Agustin, pastor de almas, Barcelona 1965, 599ss, 42. Cf. P. Brown, The World of Late Antiquity, London 1971, 43. Cf. K. Brair-Dixon, «Damasus and the fiction of unity: the Urban Shri- nes of saint Laurence», en Ecclesiae Urbis, F. Guipowatpt — A. Guiglia Guipo- BALDI, Citta del Vaticano 2002, 331ss. 44. Cf. R. Doparo, «Augustine's revision of the Heroic Ideal», en AugSt 36, 1(2005) 141ss; ef. L. Swirr, «Pagan and Christian Heroes in Augustine's City of God», Augustinianum 27 (1986) 510. La santa virginidad 119 tan importante que se le dio en Hipona y Calama, por mencio- nar sélo dos Ingares, a las reliquias de San Esteban y cuyas accio- nes milagrosas llamaron tanto la atencién del obispo de Hipona**, o bien los cénones de los concilios en la época de Agustin que permitian leer las Passiones de los martires en el dia de su fiesta para invitar a los cristianos a su imitacién*. Asi pues, en la mentalidad de san Agustin, como en la de los primeros lectores de esta obra, la figura mas excelente de cristia- no, el christianus optimus no es otro que el mértir. Paralelamen- te al martir, como deseo de alcanzar la perfeccién en la vida cris- tiana y marcada por un movimiento fuertemente ascético de perfeccién que florecié en el siglo V, surge la vida religiosa en Occidente, la vida en virginidad*’, Al martirio de sangre, le sigue el martirio de conciencia, es decir, la vida consagrada. Aquellos que no han podido derramar y entregar su sangre por Cristo en una persecucién, entregan su vida no en un instante, sino a lo largo de toda su existencia, a través de una vida de consagracién y dedicacién, en el amor a Dios, haciendo de ella como diré san Agustin en De civitate Dei, un sacrificio hecho por el fuego del amor*, Por ello, a los que viven en virginidad -hombres y muje- res— les corresponde, desde la perspectiva agustiniana, no sdlo un estado mas elevado, mas excelente, sino también una mayor recompensa. Por ello se lee dentro de esta obra De sancta virgi- nitate, aplicando la recompensa del ciento, del sesenta y del trein- ta por uno: 45. Cf. De civ, Dei 22, 8, 22. 46. Omnibus placet scripturae canonicae quae lectae sunt, sed et passiones martyrum, sui cuinsque locis, in ecclesiis praedicentur: CCL 149, 21, 44-46; «Lice- at etiam legi passiones martyrum cum anniversarii dies eorum celebrantur», CCL 149, 43, 207-8; cf. E. Cross, «History and Fictions in the African Canons», JTS 12 (1961), 229. 47. Cf. R. Markus, La fine della cristianita antica, Roma 1996; P. Brown, The Cult of the Saints. Its Rise and Function in Latin Christianity, Chicago/Lon- don 1981. 48. <;Cudnto mis se hace sacrificio la misma alma cuando se refiere a Dios, para que encendida en el fuego de su amor, pierda la forma de concu- piscencia del siglo y se reforme como sometida a Ja forma incomutable, resul- tandole asi agradable por ser iluminada en su hermosura?», De civ. Dei X 6, BAC XVI, 610. 120 Introduccion «Bien sea que la fertilidad del ciento por uno se refiera al martirto; la del sesenta por uno a la continencia y la del treinta por uno al matrimonio»®. Aunque posteriormente proponga otras maneras de leer este texto, en todas las posibilidades que san Agustin ofrece se subra- ya la supremacia del martirio y de la vida en virginidad sobre la vida conyugal, por las razones que anteriormente hemos enun- ciado®, Asi pues, los mértires son aquellos que han alcanzado la cari- dad perfecta. Los que viven la virginidad son aquellos que, por el estilo de vida que han abrazado, se encuentran, por lo menos en teoria, mds preparados y dispuestos para, en un momento de persecucién, no rehuir el martirio. Sin embargo, san Agustin, a pesar de insistir en que esto es la teoria, sabe muy bien que en la practica, en muchas ocasiones, la madurez para el martirio no se da en la vida de virginidad y sin embargo si se da en la vida conyugal. Por ello, el que sigue a Cristo en virginidad debe no s6lo reconocer que la vida en virginidad por el reino de los cie- los es un don y una gracia®! que le compromete a dar respues- ta y a corresponder a los dones recibidos, sino también a ser muy humilde® y cuidarse mucho de nunca despreciar a nadie, ni creer que, por el simple hecho de pertenecer al grupo de los que viven en virginidad, ya tiene asegurada la salvacién. La vida en virginidad es una gracia y la gracia requiere humildad®. San Agustin, una vez mas, sefialando la importancia que tiene la figura de los martires y jugando con los nombres de dos de ellas, una virgen (Tecla) y otra casada (Crispina) -cuyos nom- bres les eran familiares a sus lectores-oyentes porque, como hemos mencionado, con frecuencia sus Passiones se leian en la Iglesia-, habla de que puede darse el caso de que una casada esté mds madura y preparada para el martirio, es decir, que sea 49. De sancta virg. 45, 46. 50. Todo esto queda puesto de manifiesto, como el mismo san Agustin lo sefiala, en las formulas liturgicas de su tiempo; cf. De sancta virg. 45, 46. 51. Cf. De cont. 1, 1; 14, 32. 52. Cf. De sancta virg. 51, 52. 53. Cf. Ibid. 41, 42. La santa virginidad 121 mis perfecta, que una virgen, a pesar de que el estado de la vida en virginidad, en si mismo, sea mds excelente que el de la vida conyugal: «3Como podrd saber una virgen, aunque solicita de las cosas del Senor, cémo agradar al Senor, si tal vez, por alguna des- conocida flaqueza de su alma, atin no esta preparada para el martirio, mientras que aquella mujer a la que gozosa- mente se preferia, ya puede beber el cdliz de la humillacién del Senior (...). 3Cémo va a saber, repito, si tal vez todavia no podra ser como la mértir Tecla, mientras que la otra tiene ya el valor de una Crispina?»*. b. La exégesis paulina Ademés de las razones que anteriormente hemos enunciado, provenientes del ambiente religioso y cultural de su época (Zeit- geist), san Agustin nos ofrece en esta obra, como en otras muchas, una fundamentacidn teoldgica a partir de la reflexién hermenéu- tica de un texto de la Sagrada Escritura. La teologia de Agustin no es una teologia ca sino biblica, vivida en un contexto polémico, pastoral y eclesial. En este caso, el texto en el que prin- cipalmente se apoya es el de 1Cor 7, 25ss, donde san Pablo habla de la virginidad en relacién con el matrimonio. Este texto le ser- viré a san Agustin para encuadrar la cuestin de la correcta rela- cién entre la vida en virginidad y en el matrimonio, para dar cum- plida respuesta a las objeciones de Joviniano, asi como a las de los maniqueos y pelagianos. La lectura que hace san Agustin de este texto nos lleva a los siguientes postulados teolégicos. En primer lugar, desde lo que podrfamos calificar como el proemio de la obra (san Agustin como rétor, no se olvida de colocar en la introduccién de sus obras los principales argumentos de lo que después va a demostrar), decla- ra que la vida en virginidad, por derecho divino (es decir, a par- tir de su lectura del texto anteriormente mencionado de san Pablo, 54. Ibid. 44, 45; cf. S. 355, 6. 122 Introduccion siguiendo la lectura de otros santos Padres y de la Iglesia), es supe- rior a la vida conyugal: «Para que las virgenes no los estimen como de menor mere- cimiento (a los casados), porque la continencia se anteponga por derecho divino a la vida conyugal y la piadosa virgini- dad se anteponga al matrimonio». En segundo lugar, y siguiendo otra costumbre agustiniana uti- lizada en diversas polémicas -donde una vez més se percibe su faceta de rétor, que construye sus argumentos desde la légica-, hace una distincién. De este modo, establece una diferencia entre lo que seria el precepto (praeceptum) y el consejo (consilium), siguiendo la pauta que le da el mismo texto de /Cor 7, 25. El pre- cepto implica una obligacién y su trasgresién es castigada con una pena: «Quien no obedece un precepto es reo y merece castigo»®, Por todo ello, el precepto puede ser cumplido, bien sea por amor a quien lo manda, o bien por temor al castigo, y de esto san Agus- tin hablé mucho; cuanto més crece el amor, mds desaparece el temor®”. El consejo, por su parte, no implica ninguna obligacién®. Quien lo sigue es digno de alabanza y reconocimiento, y el moti- vo por el que se abraza un consejo no es otro que el amor. Por ello, la eleccién del consejo es libre y generosa, nace del amor y éste se convierte en su principal motor e incluso en su misma medida®. Las palabras de san Agustin no pueden ser més elo- cuentes al hablar sobre esta distincin: «No se puede decir: ‘No te casards’, como se ha dicho: ‘No fornicards y no cometerds adulterio’. Estas dos cosas se exi- gen, aquélla se ofrece. Si eligen la primera, merecen ala~ banzas; pero si no cumplen la segunda, serdn tachados de culpables. En éstos Dios os intima una obligacién; con aquél 55. De sancta virg. 1. 56. Ibid. 14. 57. Cf. In Io. ev. tr. 43, 75S, 161, 8; S. 178, 8; De nat. et. gr. 57, 67. 58. Cf, De sancta virg, 14, 59. Cf. Ep. 109, 2. La santa virginidad 123 os invita a la generosidad [...]. Habéis trascendido el matri- monio, no por juzgarlo como prohibido, sino elevdndoos sobre lo licito»®. En tercer lugar, san Agustin se entretiene para hacer una lec- tura exegética paulina en la que, sin negar la bondad del matri- monio, se vea la superioridad o excelencia de la virginidad, leyen- do el texto de 1Cor 7, 38-40 junto con el del /Cor 12, 31, en el que se exhorta a buscar los carismas (san Agustin hablara de dones) mejores. De este modo, se fija en la adjetivacién ascen- dente utilizada por el texto paulino: «Obra bien (...), obra mejor, (...) sera mas dichosa». Asi pues, el matrimonio no es malo, pero obra mejor el que no se casa, pues hay que preferir los dones mejores (vida vitgi- nal), sin despreciar los menores (vida conyugal): «Amonesto a los que profesan continencia perpetua y sagra- da virginidad, (‘sectatores et sectatrices’) que de tal mane- ra prefieran su bien al del matrimonio, que no lleguen a juzgar a éste como malo. El Apéstol no hablé con engano (...): ‘Quien ofrece una mujer para esposa, obra bien, y quien no la ofrece, obra mejor’ (...), ‘pero serd mds dicho- sa si permanece sin casarse, segtin mi consejo’ (...). “Pues estimo que también yo tengo el Espiritu de Dios’. Esta es la auténtica y sana doctrina del Sefor y de los apéstoles: elegir los dones mejores de modo que no se condenen los menores»®, Para ilustrar su exégesis y no sdlo prodesse, sino también delec- tare a sus lectores-oyentes, -siguiendo el binomio de la oratoria clasica-, ofrece una serie de imgenes al final de este capitulo que son dignas de mencidn, pues representan muy gréficamente lo que san Agustin quiere expresar. En primer lugar, dice que el matri- monio no es un «cueva de pecados», algo que debe ser evitado a toda costa como algo malo -tal y como propugnaban los mani- 60. De sancta virg. 30. 61. Ibid. 18. 124 Introduccion queos-, sino que es una colina que tiene su dignidad, pero que esta mds abajo de la virginidad, que es como un monte. A los lectores de esta obra agustiniana les sorprenderd que el obispo de Hipona no haya aprovechado la frase paulina de 1Cor 7, 33-34, donde se habla de un tema tan querido para él, como es el del «estar dividido», para proseguir la fundamentacién de su doctrina sobre la superioridad de la vida virginal. Al respecto, es preciso decir que, mientras el texto griego dice «el que esta casa- do se preocupa de... cémo agradaré a la mujer (v. 33) y esta divi- dido» (v. 34), la Vulgata lee en v. 33 «cémo agradard a la esposa, y esté dividido»; en cambio, la Biblia agustiniana, que como el texto griego contiene en el v. 34 el verbo dividido, lo usa con doble sujeto femenino y para expresar no el amor escindido entre Dios y el mundo, sino la divergencia entre sus dos sujetos: Y se diferencian (et diuisa est) la mujer soltera y la casada (mulier innupta et uirgo)®. Todo esto es una ldstima, pues sin duda, si san Agustin hubiera tenido entre sus manos un texto biblico més fiel al original griego nos habria legado seguramente una hermosa y profunda reflexién sobre estas palabras paulinas. El texto de /Cor 7, 25-38, es también lefdo por san Agustin a la luz de 1Cor 15, 19. La vida en virginidad sélo tiene su sen- tido desde una perspectiva escatoldgica, en la que se recibe la recompensa, y como una opcién de amor. No se renuncia al bien del matrimonio buscando huir de los trabajos y los ele- mentos menos cémodos de la vida conyugal, sino que se busca el reino de los cielos y llevar una vida en donde el principal negocio sea Dios. De este modo, san Agustin es sumamente duro con aquellos que buscan en la vida virginal un refugio y un evi- tar los trabajos y penalidades que puede implicar la vida matri- monial, la meta de quien vive la virginidad no se termina en este mundo: 62. Cf, Ibid. 18. 63. Ibid. 22. 64. «La virgen, que con razén se antepone a la mujer casada es la que no se exhibe a la multitud para hacerse amar, mientras busca en 1a multitud el amor de uno solo (...), sino que ha amado al mas hermoso de los hijos de los hom- bres, que, al no poderlo concebir en su carne como Maria, lo ha concebido en su coraz6n, consagrandole la integridad de su cuerpo», Ibid. 11. La santa virginidad 125 «Por lo cual yerran tremendamente quienes juzgan que el bien de la continencia no es necesario apetecerlo con vistas al reino de los cielos, sino en vista a las ventajas que repor- ta en este mundo. Las virgenes y continentes, dicen, carecen de las molestias de muchos y urgentes cuidados con que viven en continua tension los casados. ;Como si por este motivo fuese ya mejor no casarse para aligerar las angustias del pre- sente y no precisamente por el bien de la vida futural>®. «*). Ella aparece, dentro de la obra, no slo como la que guardé siempre intacta su virginidad® -en contra de las ideas de Joviniano-, sino que san Agustin, siguiendo la tradicién cristiana —que ha que- dado recogida también en algunos de los asi Ilamados evangelios apécrifos— afirma que Maria habia consagrado su virginidad a Dios ya antes de la concepcién de Jestis, haciendo una interpretacién de la anunciacién a la luz de la tradicién anteriormente mencionada: «(Su virginidad) ya la tenia consagrada a Dios. Asi lo indi- can las palabras que Maria respondio al angel que le anun- ciaba su concepcién: “Como podrd ser esto —dijo-, si no conozco varon?’. Y ciertamente no lo hubiera dicho si antes no tuviera consagrada su virginidad a Dios»*’. No obstante, san Agustin inmediatamente nos deja ver que no desconoce la tradicion hebrea, seguin la cual el voto de virginidad no se veia con buenos ojos, y para explicar la tradicién cristiana sobre el voto de virginidad hecho por Maria, habla de los despo- sorios con José como un acto a través del cual ella podia seguir salvaguardando su virginidad, sin romper con la tradicién hebrea: «Mas como las costumbres israelitas rechazaban todavia esto, fue desposada con un var6n justo, que lejos de ajarla violen- tamente, habia de custodiar contra toda violencia su voto»*®, Maria no sdlo es ejemplo de virginidad consagrada por amor a Dios, sino también de maternidad. Maria no sélo fue la madre virgen de Jestis, sino también fue su madre en sentido espiritual, pues cumplié la voluntad de Dios. Desde esta perspectiva los que desean seguir a Jestis en la vida virginal pueden ser también madres 85. S. 51, 26. 86. CF. S. 191, 3. 87. De sancta virg. 4, 4. 88. Ibid. 4, 4. La santa virginidad 131 espirituales de Cristo, siempre y cuando, conservando su virgini- dad, cumplan la voluntad del Padre. La Virgen Marfa es por ello mis feliz, y toda alma piadosa, siguiendo el ejemplo de Maria, cumpliendo la voluntad de Dios, puede convertirse en su madre: «Pero este alumbramiento de una santa virgen es el honor de todas las santas virgenes. También ellas son, con Maria, madres de Cristo si es que hacen la voluntad de su Padre. Por esto es por lo que Maria es mds laudable y mds dicho- sa madre de Cristo (...). También es madre suya toda alma piadosa que, campliendo la voluntad del Padre con fecun- disima caridad, engendra hijos espirituales y los alumbra hasta que en ellos se forme Cristo». Sobre esta misma maternidad espiritual, san Agustin nos ofre- ce dos de sus frases mas conocidas con relacién a la santisima Vir- gen Marfa dentro de las primeras paginas de esta obra. Maria es madre de Cristo, pero ser4 ms feliz por haberlo concebido en la mente y en el corazon por la fe que por haberlo Ilevado en el seno. Todo ello en el contexto de la larga exégesis que san Agus- tin hace principalmente del texto de Mt 12, 46-50, que le va a entretener a lo largo de varios capitulos: «La Virgen Maria fue mds dichosa recibiendo la fe de Cris- to que concibiendo la carne de Cristo». Y un poco mas abajo: «Tampoco hubiera aprovechado nada el parentesco maternal a Maria si no hubiera sido mas feliz por llevar a Cristo en su corazén que en su carne», 89. Ibid. 5, 5; «Exultad de gozo, virgenes de Cristo; la madre de Cristo es compajiera vuestra. No pudisteis dar a luz a Cristo, pero por Cristo renuncias- teis a dar a luz (...). Sin embargo, si os acordais como debéis de su palabra, tam- bién vosotras sois sus madres si hacéis la voluntad de su Padre», S. 192, 2, BAC XXIV, 39. 90. De sancta virg, 3. 91. Ibid. «A él, aunque no pudisteis darlo a luz en la carne, lo encontras- teis como esposo en el corazon; y esposo tal que vuestra felicidad lo tiene por redentor sin que vuestra virginidad lo tema como su destructor», S. 191, 4, BAC XXIV, 36. 132 Introduccion La Virgen Marfa, siendo virgen y madre de Cristo, es madre también del Christus totus, es decir, de todos los fieles. La mario- logia agustiniana se une en la obra a su eclesiologfa, como ante- riormente apuntaébamos: toda la Iglesia es madre y virgen, porque es la esposa de Cristo de la cual nacen todos los creyentes, cuya imagen més excelsa es la misma Virgen Maria. Asi ella es madre de todos los creyentes: «(Maria) ciertamente es madre de sus miembros, que somos nosotros, porque cooperé con su caridad para que nacieran en la Iglesia los fieles, miembros de aquella Cabeza de la que es efectivamente madre segin el cuerpo». Al igual que la Virgen Maria, la Iglesia es virgen y madre”, que fecundada por el amor™, da a luz a los fieles de Cristo, que son parte del mismo cuerpo del Sefior. Ella, cumpliendo la volun- tad de Dios, es tota mater, tota virgo (toda madre y toda virgen)* y en su mismo seno engendra a las virgenes, a todos aquellos que recibiendo la llamada de Dios y la gracia de la castidad, abrazan la vida de la virginidad’®. Los que viven en virginidad no estén fuera de la Iglesia, sino que son una parte més de la misma, una parte, segtin san Agustin, mas excelente de este cuerpo que es la Iglesia, que preanuncian ya en esta tierra lo que seré la vida en el cielo, pues la virginidad es ciertamente una dimensién escatoldgi- ca, tiene algo de «participacidn angélica»””. Ill. CONCLUSION Esta obra agustiniana merece una lectura detenida y atenta. Como muchas de las obras del doctor de Hipona, no es un tra- tado escoldstico que siga un orden de argumentacién silogistica, 92. Ibid, 6. 93. Ibid, 2. 94, S. 188, 4. 95. Cf. De sancta virg. 6. 96. CE. Ibid. 12. 97. Ibid. 13, 12. La santa virginidad 133 sino que, siguiendo las ensefianzas de la Sagrada Escritura, san Agustin propone a la consideracién de sus lectores su propia teo- logfa, siguiendo un esquema mis bien retérico, en el que preten- de dar respuesta a las cuestiones abiertas por Joviniano y a la con- troversia por él suscitada. Es preciso no perder de vista los textos biblicos utilizados, asf como la lectura que san Agustin propone de cada uno de ellos, pues su argumentacién sigue un hilo escrituristico, asi como polé- mico. Si no se toma este elemento en consideracién, las afirma- ciones agustinianas pueden parecer una mera conglomeracién de argumentos sin un sentido. A pesar de ser una obra breve, conviene hacer una lectura reflexiva, pausada, de la misma, y no emprender una lectura «con- tinuada» (slo descubrir el argumento, pues las obras de san Agus- tin no son ‘novelas’, exigen una estrategia diferente de lectura). La maestria agustiniana no radica sélo en la manera teoldgica de construir sus argumentos, sino también en la fuerza retérica de sus expresiones, de su exégesis y de sus técnicas expresivas. Aun- que la traduccién puede llegar a crear un obstdculo entre la pala- bra directa agustiniana y la recepcidn de la misma, es preciso tam- bién descubrir la belleza literaria de las obras agustinianas, ya que san Agustin no sélo es un gran santo, sino que es también un excelente escritor latino. Finalmente, quisiera terminar recordando las palabras que san Agustin coloca en lo que podria llamarse la conclusién de la pri- mera parte y que se encuentran en el capitulo 27. Estan dirigidas a todos nosotros, que somos también, superando el espacio y el tiempo, de manera maravillosa, receptores y destinatarios de este texto: «jAdelante, pues, santos de Dios, jovenes y doncellas, varo- nes y mujeres, célibes y virgenes; adelante hasta el fin! ;Ala- bad al Senior mds dulcemente, porque le pensdis mas densa- mente; esperadle con mds gozo, porque le servis con mas emperio; amadle con mds ardor, porque le agraddis mas intensamente®», 98. Ibid. 27, 27. BIBLIOGRAF{A AGTERBERG, M., «LEcclesia-Virgo et la virginitas mentis des fideles dans la pen- sée de Saint Augustin», en Augustiniana 9 (1959) 221-276. Armas, G., «La continencia perfecta en la ética agustiniana», en AVGVSTINVS 1 (1957), 559-577. Baumeister, T., Die Anfiinge der Theologie des Martyrium, Miinster 1979. ~ Heiligenverebrung, in RAC 105 (1987) 96-150. BLaiR-Dixon, K., «Damasus and the fiction of unity: the Urban Shrines of saint Laurence», en Ecclesiae Urbis, FB. 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Le culte des martyrs en Afrique du 4e. au 7e, sié- cle, 2 vol., Roma 1982, FERNANDEZ GonzALez, J. a las mujeres, aunque como hemos comentado en otra nota, en otros pasos agustinianos, la palabra «continentes», engloba tanto a los hombres como a las mujeres. 156 San Agustin Es mejor la verdad de Dios en la Escritura que la virginidad de la mente o del cuerpo de cualquier ser humano. Que se ame lo que es casto, pero sin negar lo que es verdadero. ;Qué mal no pueden pensar, incluso de su propia carne, aquellos que creen que la lengua del Apéstol en el mismo pasaje en el que recomendaba la virginidad del cuerpo, no se mantuvo virgen por la corrupcién de la mentira? Ante todo y por encima de todo, aquellos que eligen el bien de la virginidad deben mantener firmisimamente que las Sagradas Escrituras no han mentido en nada y que por ende, estas palabras son también verdaderas: Y si te casas, no pecas; y si una joven vir- gen se casa no peca!, Que no piensen tampoco que disminuye el gran bien de la integridad (virginal) si el matrimonio no es un mal. Al contrario, la que no temid verse condenada si se casaba, sino que deseé recibir una corona mas honrosa por no casarse, confie en que por ello se le ha preparado una palma mis gloriosa. Por ello quienes quieran permanecer sin casarse, no huyan del matri- monio como de una cueva de pecado, sino que vayan més alla como si fuera una colina que representa el bien menor, para des- cansar en el monte de Ja continencia, bien mayor. La ley de esta colina es que cuantos viven en ella no la pueden abandonar cuan- do quieren. Pues la mujer esté atada mientras viva su marido (1Cor 7, 39). Sin embargo, desde esa colina se puede ascender, como por un peldaiio, a la continencia de la viudez. Pero para lle- gar a la montajia de la virginidad es preciso dar la vuelta a esta colina del matrimonio, no dando el consentimiento a los preten- dientes, o alejarse répidamente de ella, anticipandose a los posi- bles pretendientes. 21. Regresa san Agustin a la cuestién que habia abordado antes sobre la inerrancia de la Sagrada Escritura (17, 17). La Biblia no puede contener menti- ras. El apéstol en ningiin momento ha mentido al proclamar, por una parte fa bondad de las nupcias y por otra parte la excelencia de la vida virginal. No se puede condenar el matrimonio diciendo que el apéstol ha mentido al afirmar: . ¢Quién dijo eso? Ciertamente aquel que antes habia dicho: Y si te casas, no pecas; y si una joven virgen se casa, tampoco peca (1Cor 7, 28). ePor qué, pues, eso que él ha callado por discrecién, os hace sospechar que él condena el matrimonio como pecaminoso? ;Por qué no reconocéis su defensa del matrimonio en aquello que dijo claramente? ¢Acaso va a condenar callando a quienes absolvié con sus palabras? ;Acaso es menos grave acusar a Susana no de matri- monio, sino de adulterio, que acusar de mentira la ensefianza del Apéstol? :Qué podriamos hacer en una coyuntura tan peligrosa si no fuese tan cierto y evidente que no hay que condenar el casto matrimonio, como también es cierto y evidente que la Sagrada Escritura no puede mentir?2. 21. El mérito de la virginidad sobresale cuando no se denigra el matrimonio 21. Pero alguno dir, gqué tiene que ver esto con la virgini- dad consagrada o con la continencia perpetua, cuyo elogio es el tema de este libro? A ése le respondo, en primer lugar, lo que anteriormente he recordado, que la mayor gloria de aquel mayor bien se alcanza superando el bien del matrimonio y no evitan- dolo como si fuera un pecado. Si por el contrario, se guardase la continencia perpetua porque el casarse fuera un pecado, no habria que alabarla, bastaria con no denostarla. Ademas, no se debe actuar con mediocridad ni como de paso ~ya que a los hombres hay que exhortarlos a conseguir un don tan excelente, no con opiniones humanas, sino con la autoridad de la Sagrada Escritura-, no sea que a alguno le parezca que la Sagrada Escri- tura ha mentido en algtin punto. Aquellos que obligan a las vir- genes santas a perseverar en su estado, condenando el matrimo- nio, las disuaden més que las exhortan. ;Cémo pueden confiar en que es verdad lo que esté escrito: Quien no la da en matri- 25. Nétese, como hemos comentado, la importancia que tiene para san Agus- tin el insistir que la Sagrada Escritura no puede mentir, pues si se admite una mentira, toda ella queda en entredicho, y con ello se abre la puerta a la herejia. 160 San Agustin monio obra mejor, si piensan que es falso lo escrito inmediata- mente antes: Quien entrega (al matrimonio) a su hija virgen, obra bien (1Cor 7, 38). Si por el contrario, creyeran sin la menor duda lo que afirma la Escritura, que el matrimonio es un bien, afianzadas por la misma autoridad muy veraz de la palabra divi na, correrian con fervorosa y confiada alegria al bien superior que es el suyo. Asi, ya he dicho lo suficiente en favor de la causa asumida, y en cuanto he podido, he demostrado que las palabras del Apés- tol: Juzgo, sin embargo, que esto es un bien en atencion a los afa- nes del tiempo presente (1Cor 7, 26), no hay que entenderlas como si en el tiempo presente las virgenes consagradas fueran mejores que los conyuges bautizados, pero que en el reino de los cielos y en el mundo futuro seran iguales a ellos. También he demostra- do que las palabras dirigidas a quienes piensan casarse, esto es, sufriran, sin embargo, la tribulacion de la carne; pero yo soy indul- gente con vosotros (1Cor 7, 28), tampoco hay que entenderlas en el sentido de que prefirié callar a decir el pecado que implica el matrimonio y la condenacién que conlleva. Ya que no entendieron ninguna de estas dos afirmaciones, sostuvieron dos errores opuestos. El de los que pretenden igua- lar a los casados con los célibes, aduciendo en su favor la sen- tencia referente a los afanes del tiempo presente; el error de los que osan condenar a quienes contraen matrimonio, citando aque- Ila otra en que se dice: Pero yo soy indulgente con vosotros. Nosotros afirmamos, de acuerdo a fe y a la ensefianza sana de las Sagradas Escrituras, que el matrimonio no es pecado y, sin embargo, ponemos su bien especifico por debajo del de la vir- ginidad y también por debajo del de la continencia de la viudez; también decimos que los afanes del tiempo presente, propios de los casados, no les impiden merecer el premio de la vida eterna, sino la eminente gloria y honor que estan reservados a la con- tinencia perpetua. Decimos que en el tiempo presente el matri- monio solo es util a quienes son incapaces de guardar la conti- nencia y que el Apéstol ni quiso callar.la tribulacién de la carne, —que proviene del afecto carnal, que no puede dejar de existir en el matrimonio de los que son incapaces de contenerse-, ni quiso entrar en més detalles por mostrarse indulgente con la debilidad humana. La santa virginidad 161 22. La profesién de la virginidad mira a la vida eterna 22. Ahora haré ver con mayor claridad, con los testimonios evidentisimos de las divinas Escrituras, que la capacidad de mi memoria me permita recordar, que no hay que amar la conti- nencia perpetua en vista de la vida en el tiempo presente, sino en vista a la futura que nos ha sido prometida en el reino de los cielos?’. ¢Quién no va a advertir esto en lo que dice el mismo Apéstol poco después: El que estd sin mujer piensa en las cosas del Senior, en cémo agradar al Seftor; en cambio, quien esté unido en matrimonio piensa en las cosas del mundo, en cémo agradar a la mujer. Distinta es también la situacién de la mujer soltera y virgen. Esta se preocupa de las cosas del Senor, para ser santa en el cuerpo y en el espiritu; la casada, en cambio, estd ocu- pada en las cosas del mundo, en como agradar al varén? (1Cor 7, 32-34). No dijo: «Piensa en las cosas que le garantizan la seguridad en este mundo para pasar la vida sin mayores moles- tias». Ni tampoco dijo que la mujer soltera y virgen se separe de la casada, ~esto es, que se distinga y diferencie-, para estar segura en esta vida y evitar las molestias del tiempo presen- te, de las que no carece la casada. Sino que dice: Piensa en las cosas del Seftor, en cémo agradar al Sefior y se preocupa de las cosas del Senor para ser santa en el cuerpo y en el espiritu (1Cor 7, 34). A no ser que alguien sea tan necio y pendenciero que se empe- fie en afirmar que nosotros queremos agradar al Sefior no por el 26. Una vez que ha demostrado san Agustin -siguiendo la Sagrada Escri- tura leida seguin la regula fides la falsedad de las teorias que afirmaban por una parte la igualdad entre el matrimonio y la vida en virginidad y por otra parte las dos posturas que condenaban bien fuera el matrimonio o bien la vida virgi- nal, va a refutar otro de los errores de Joviniano, Este afirmaba que era conve- niente vivir en virginidad, pues de este modo se evitaban todas las molestias ane- jas a la vida conyugal: «(Joviniano) ni tenia ni quiso tener mujer. Sostenia que todo eso no servirfa para mérito alguno mayor ante Dios en el reino de la vida eterna, sino para aprovechar la necesidad presente, 0 sea, para que el hombre no tuviese que soportar las molestias conyugales» (De haer. 82). San Agustin demos- traré la inanidad de esta motivacion y afirmara con claridad que la tinica moti- vacién valida para vivir en virginidad es responder con el propio amor al don y vocacién de Dios a vivir en virginidad. 162 San Agustin reino de los cielos”, sino en vista al tiempo presente; o que ellas son santas en el cuerpo y en el espiritu en funcién de esta vida, no de la eterna. Creer esto, gqué otra cosa es sino ser los mas miserables de todos los hombres? Asi dice, en efecto, el Apéstol: Si esperamos en Cristo sdlo por esta vida, somos los mds misera- bles de todos los hombres (1Cor 15, 19). Si es necio el que parte su pan con el hambriento pensando sélo en esta vida, gserd acaso prudente el que castiga su cuerpo y lo somete a la continencia, renunciando incluso a Ja unién conyugal, si de nada le va a apro- vechar en el reino de los cielos? 23. Se prueba por las palabras del Serior 23. Por ultimo, escuchemos cémo el Sefior mismo confirma esta evidentisima sentencia. Cuando, infundiendo un temor divi- no, hablaba de que los esposos no debjan separarse —salvo en caso de fornicacién-, le dijeron los discipulos: Si ésa es la condicion del varon con la mujer, mejor es no casarse. A los que él respondié: No todos entienden esta sentencia. Porque hay eunucos que lo son por nacimiento, hay otros que fueron hechos por los hombres; pero hay otros eunucos que se castraron a si mismos por el reino de los cielos. Quien pueda abrazar esto, que lo abrace (Mt 19, 10-12). 2Qué cosa mds verdadera y més hicida se pudo haber dicho? Lo dice Cristo, lo dice la Verdad, lo dice la fuerza y la sabiduria de Dios, que quienes se han abstenido de tomar mujer por un pia- doso propésito, se castran a si mismos por el reino de los cielos*. 27. Se trata de un texto «nos», donde san Agustin se incluye a si mismo en la polémica. El es también, a pesar de ser obispo, un monje que vive en virgi- nidad, por ello, en el razonamiento que esta haciendo contra la afirmacién de Joviniano, se pone en la misma linea de las que «son santas en el cuerpo y en el espiritu»; es decir, ambos grupos son los destinatarios de esta obra (el de las mujeres santas en el cuerpo y en el espiritu; y el grupo encabezado por san Agustin, el de los monjes). 28. El texto aducido come prueba por san Agustin tiene una connotacién, masculina, como ratificacién del pensamiento anteriormente expresado, en el que cl mismo san Agustin se ha incluido en el estilo de vida virginal, por lo que una vez, mas este texto confirma que los lectores implicitos de esta obra no son sélo las mujeres, sino también los varones que se consagran a Dios. En el apartado La santa virginidad 163 iY, sin embargo, la vanidad humana pretende con impia temeri- dad que quienes hacen esto tnicamente lo hacen por evitar las molestias conyugales del tiempo presente, pero que en el reino de los cielos no tendran nada mds que los demés! 24. También lo afirma el profeta Isaias 24. Y cuando habla el Sefior por (boca) del profeta Isafas, ga qué eunucos dice que les dara un puesto elevado en su casa y den- tro de sus murallas, algo mucho mejor que (tener) hijos e hijas (Is 56, 5), sino de los que se castran a si mismos por el reino de los cielos? Pues aquellos cuyo miembro viril ha sido debilitado para que no pueda engendrar, tal y como son los eunucos de los ricos y de los reyes, cuando se hacen cristianos y cumplen los mandamientos de Dios, no lo hacen con Ia intencién de obtener un puesto mejor al consistente en tener hijos e hijas. Si les fuese posible, tendrian mujeres y se asemejarian a los demis fieles que, en la casa de Dios, viven casados, educan en el temor de Dios a la descendencia tenida licita y honestamente, ensefiandoles a que pongan en Dios su esperanza. Si no se casan no es por virtud del alma, sino por una limitacién que les impone su carne. Contienda, pues, quien quiera, sosteniendo que el profeta pre- dijo lo indicado de los eunucos que han sido mutilados en su cuer- po; también este error favorece la causa cuya defensa he asumi- do. Dios, en efecto, no antepone estos eunucos a los que en su casa no tendrén lugar alguno, sino a aquellos que tienen el méri- to de su vida conyugal puesto en la generacién de los hijos. Pues al decir: Les daré un puesto mucho mejor (Is 56, 5), muestra que también concede un puesto a los casados, aunque muy inferior. Asi pues, admitamos que la profecia indica que en la casa de Dios habian de existir eunucos segtin la carne —que no existieron en el pueblo de Israel-, y a quienes vemos que no se hacen ju- que sigue, san Agustin contintia con una argumentacién escrituristica netamen- te masculina, que ciertamente no sélo se ditige a los varones, sino que en un sentido espiritual ~como sucede en los pasajes de referente exclusivamente feme- nino de la obra, que pueden aplicarse a su vez a los varones- se puede aplicar también a las mujeres. 164 San Agustin dios, pero sf cristianos. Concedamos asimismo que el profeta no hablé de los que, movidos por el propésito de continencia, no buscan el matrimonio y se castraron a si mismos por el reino de los cielos: gpuede darse que alguien se oponga a la verdad con tanta demencia que crea, por una parte, que en la casa de Dios los eunucos en la carne han de recibir un puesto mejor que el de los casados, y, por otra, pretenda igualar en méritos a los casados y a los que guardan la continencia impulsados por un piadoso pro- pésito”, castigando su cuerpo hasta desdefiar el matrimonio, cas- trandose a si mismos (cf. Mt 19, 12), no en el cuerpo, sino en la raiz de la concupiscencia®, preparando en la mortalidad terrena la vida celeste y angélica? ¢Habra algdin cristiano que contradiga a Cristo, que alabé a quienes se castraron a si mismos no por este mundo, sino por el reino de los cielos (cf. Mt 19, 12), afirmando que esto es dtil para la vida presente pero no para la futura? ¢Qué les faltarfa a éstos para concluir que el reino de los cielos perte- nece a esta vida temporal en que ahora vivimos? Por qué no ha de Iegar hasta esta insensatez su ciega presuncién? ¢Y qué hay més fuera de raz6n que tal afirmacién? Pues, aunque alguna vez se llama reino de los cielos a la Iglesia que se encuentra en el tiem- po presente, se la llama asf porque se congrega con vistas a la vida futura y sempiterna. A pesar de que la promesa que tiene se refie- ra tanto a la vida presente como a la futura (cf. 1Tim 4, 8), en todas sus obras buenas no mira /o que se ve, sino lo que no se ve. Pues lo que se ve es temporal; lo que no se ve, eterno (2Cor 4, 18). 25. Otro texto del profeta Isaias 25. Tampoco el Espiritu Santo callé lo que podfa servir como argumento claro e invencible contra estos testarudos, sumamente desvergonzados y locos; argumento que, como inexpugnable defensa, habia de repeler el ataque bestial contra su rebafio. Tras 29. Es lo que predicaba falsamente Joviniano (cf. De haer. 82). 30. San Agustin insiste en la lectura espiritual de este texto para impedir que una lectura literal del mismo conduzca a alguien a mutilarse, como hizo Origenes, La santa virginidad 165 haber dicho de los eunucos: Les daré en mi casa y dentro de mi muralla un puesto elevado, algo mucho mejor que (tener) hijos e hijas (Is 56, 5), para que nadie demasiado carnal, juzgara que esas palabras permitian esperar algo temporal, afiadi a continuacién: Les daré un nombre eterno que nunca les faltard jamds (Is 56, 5). Como si dijera: gpor qué lo tergiversas, ceguera impfa? Por qué lo tergiversas? ;Por qué extiendes la niebla de tu perversidad con- tra la claridad de la verdad? :Por qué buscas tinieblas en que ten- der tus asechanzas en medio de la luz tan radiante de la Escritu- ra? gPor qué prometes solamente una utilidad temporal a los santos que abrazan la continencia? Les daré un nombre eterno. ¢Por qué te empeiias en relacionar con el bienestar terrenal a quie- nes se abstienen de toda relacién sexual y, por el hecho mismo de abstenerse de ella, piensan en las cosas del Sefior, en como agra- darle? Les daré un nombre eterno. ¢Por qué te empeiias en sos- tener que el reino de los cielos -por el que se castraron a si mis- mos los eunucos santos-, hay que entenderlo slo referido a esta vida? Les daré un nombre eterno. Y si, tal vez, te obstinas en entender este ‘eterno’ en el sentido de ‘duradero’, afiado, insisto, recalco: Y nunca les faltaré. ¢Qué mas buscas? ;Qué més tienes que decir? Este nombre eterno, sea cual sea, claramente significa cierta gloria excelsa que les es propia, que no la compartiran los eunucos de Dios con muchos otros, aunque estén establecidos en el mismo reino y en la misma casa. Pues quiza se habl6 de ‘nom- bre’ para distinguir de los demés a aquellos a quienes se ha dado. 26. Objecién sobre la diversidad de los premios en el cielo 26. Preguntan ellos: <;Qué significa aquel denario con que, concluido el trabajo de la vifia, se paga a todos por igual, tanto a los que trabajaron desde la primera hora de la jornada como a los que s6lo trabajaron una hora? (cf. Mt 20, 9)». ¢Qué otra cosa sig- nifica, sino algo que todos poseerén en comtin, como es la misma vida eterna, el mismo reino de los cielos; donde estaran todos los que Dios predestind, llamé, justificd, glorifics? (cf. Rom 8, 30): Pues conviene que esto corruptible se vista de incorrupcién y esto mortal se vista de inmortalidad (1Cor 15, 53). Este es el denario, recompensa de todos. Sin embargo, una estrella difiere de otra 166 San Agustin estrella en gloria; asi acontecerd también en la resurreccién de los muertos (1Cor 15, 41-42): he aqui los diversos méritos de los san- tos. Pues, si con aquel denario se significa el cielo, gacaso no es comin a todos los astros el estar en el cielo? Y con todo, una es la gloria del sol, otra la de la luna, otra la de las estrellas (1Cor 15, 41). Si con aquel denario se significa la salud del cuerpo, gacaso no es ésta comtn a todos los miembros cuando gozamos perfec- tamente de ella, y si nos dura hasta la muerte, esta presente igual- mente y a la vez en todos ellos? No obstante, Dios ha puesto los miembros, asignando a cada uno su lugar en el cuerpo, segtin quiso (1Cor 12, 18), de modo que ni todo es ojo, ni todo oido, ni todo olfato. Todo miembro tiene su especificidad, aunque posea igualmente la salud con todos. De idéntica forma, como la vida eterna la poseeran juntos todos los santos, se ha asignado a todos un mismo denario; pero como en la misma vida eterna resplandeceran de manera distinta las luces de los méritos, en la casa del Padre hay muchas mansiones (Jn 14, 2). Y por ello, como el denario es igual para todos, no vive uno més que otro; pero, como hay muchas mansiones, uno es honra- do de manera mis ilustre que otro. 27. Varones y mujeres virgenes siguen al Cordero adonde quiera que vaya 27, jAdelante, pues, santos de Dios, jévenes y doncellas, varo- nes y mujeres, célibes y virgenes!!. Caminad con perseverancia hasta el fin. Alabad mds dulcemente al Sefior en quien pensdis con més frecuencia; esperad con mayor dicha a aquel a quien servis con mayor asiduidad; amad con mayor ardor a aquel a quien ponéis més empefio en agradar (cf. 1Cor 7, 47). Ceitidos los lomos y las limparas encendidas, esperad al Sefior para cuando vuelva de la boda (cf. Lc 12, 35). Vosotros aportdis a las bodas del Cor- 31, En esta «primera conclusién» de la obra queda puesto de manifiesto no sélo que los destinatarios son los «varones y mujeres, célibes de uno y otro sexo», sino que a ambos, varones y mujeres, se les puede aplicar en sentido ecle- sial y espiritual el epiteto de virgenes. La santa virginidad 167 dero el cAntico nuevo que cantaréis con vuestras citaras. No un cantico como el que canta toda la tierra a la que se dice: Cantad al Senor un cdntico nuevo; cantad al Senor tierra entera (Sal 95, 1), sino un cAntico que nadie puede cantar, fuera de vosotros. Pues asi os vio en el Apocalipsis (Ap 14, 1-4) aquel a quien el Cordero amaba mds que a los demés, el que solfa recostarse sobre su pecho (Jn 13, 22) y bebja la Palabra de Dios y proferia cosas maravillo- sas acerca de las cosas celestiales. El os vio en mimero de ciento cuarenta y cuatro mil santos citaristas, sefialados con la virgini- dad inmaculada en el cuerpo y con la verdad inviolada en el cora- z6n. Escribié acerca de vosotros porque seguis al Cordero adon- dequiera que vaya®. Y ga qué lugar pensamos que va el Cordero, al que nadie osa o puede seguirle, sino vosotros? ;Adénde pensamos que va? gA qué bosques y praderas? Alli -creo- donde el pasto son los gozos. No los gozos vanos de este mundo, ni sus locuras engafiosas; ni aquellos gozos que tendrdn en el reino de Dios los demas que no son virgenes, sino otros, de una condicién distinta de todos los demis. El gozo de los que son virgenes por Cristo, es gozo de Cristo, en Cristo, con Cristo, tras de Cristo, a través de Cristo, a causa de Cristo. Los gozos propios de los virgenes por Cris- to no son los mismos de quienes no son virgenes (por Cristo), aunque también pertenezcan a Cristo. Para estas personas hay otros gozos, pero aquellos son sélo para ellos (los virgenes por Cristo). 32. Interesante lectura agustiniana del texto de Ap 14, 1-4, los ciento cua- renta y cuatro mil no son los tinicos que se salvan, sino que son, entre la muche- dumbre de los salvados, aquellos que por haber vivido la vida de la virginidad, son dignos de seguir al Cordero a donde quiera que vaya. La misma idea apa- rece en el S. 375 A (Denis 4, 1): «Cuando el Apocalipsis habla de la gloria sem- piterna de los virgenes, dice: siguen al cordero dondequiera que va>. 33. Quien vive la virginidad consagrada debe hacer de Cristo su centro y el punto de referencia en torno al cual todo gire. Todo lo demas debe ser secun- dario. Cristo lo debe ser todo para quien vive la virginidad consagrada. Al final de esta obra, san Agustin lo dird bellamente:

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