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Cacho’s Homeless’ Endless

Waltz

Analicemos, ya que estamos al dope, un poco la situación de


la República Gada. Luego de innombrables gobiernos de transición,
Lita de Lazari, del Partido Evangelista Liberal de las Llanuras de
Guadalquivir, ganó las elecciones del año 20XX, poniendo a
Federico Klemm de Ministro de Economía de la famosa república
bananera. Y nos fue como la mona. Después de sucesos que
prefiero no acordarme, la Argentina cambió su nombre por el de
República Gada, ya que todo el mundo la llamaba así, olvidándose
de su viejo nombre. Y el peso de devaluó tanto que tuvieron que
inventar un nuevo sistema para medir la baja. Entonces cambiaron
el peso por los patacones, quebrachos, lecops y demás, que
encima, por ser papelitos pintados, podían ser usados en piñatas de
chicos. Así, en pocas semanas, la ex-Argentina fue transformada en
un páramo desértico. Varios barrios fueron demolidos, algunos por
la mano dura (por buscar a un chorro, trajeron bombarderos y
lanzamisiles. Imagínese lo que eran los tiroteos).
Así, en este tipo clima apto para la proliferación de los peores
elementos de la sociedad, salieron Cacho y el Abuelo, con sus
respectivas mascotas.
Pero que empiece de una buena vez la historia.

El Abuelo, desde que le dieron unas vacaciones en el


Cotolengo Nazi, andaba tan al pedo, que empezó a escribir su
versión del Nuevo Testamento, basada en los dichos del profético
Ministro de Defensa, Huguito Conzi:
-Mira Cacho, al principio, a Jesús mucha bola no la daban que
digamos, y tenía un grupo de palomas amaestradas por una buena
razón. Cuando se encontraba con un grupo de gente y quería su
atención, le decía a un amigo“¿Che, los cagamos a trompadas o
soltamos las palomas?”. Entonces soltaba las palomas, haciendo
que los judíos pensaran que era un milagro y para que dijeran
“Ooooh, aaaaahhh” como unos tarados.
-Abuelo, sos una bosta con patas- confesaba Cacho al oír los
delirios del anciano-.
-No, no, vos me discriminas por mis ideas religiosas. Yo soy
un pobrecito, nadie me entiende…
En sus horas libres, el Abuelo veía su programa nazi “El
Chavo del 8” y escribía su versión del Nuevo Testamento titulado
“La Posta de Jesús.com” (censurable en treinta y cinco países
según la ley del buen gusto).
Aunque uno piensa, “che, este viejo está tan fumado que debe
estar muy mal actualizado”, pero no. El Abuelo le rendía culto a dos
personas: a Hitler y a Sonic (“hermanos separados al nacer”, según
él). Y también tenía la única máquina que con precio moderado al
público (ya que la GameCube 4 costaba 3,999 con un centavo), el
juego criollo, el Family Game. Entonces el Abuelo estaba todo el día
jugando con el Family con sus juegos del Tercer Reich, como el
Pac-Man.
Así, en este aire de alegría y entusiasmo, cierto día, Cacho
tuvo una reacción química en el cerebro:
-¡Abuelo, esta casa es una mierda, me vivo resbalando con
fetas de queso, pájaros muertos y hasta una vez por el sorete de
ese mono puto! ¡Me cansé, lo cago a trompadas!- exclamó Cacho,
esgrimiendo uno de los cuchillos satánicos del Chef Tony contra
Ken-.
-Cacho, no podés matar a Ken, ¡se acaba de graduar en el
Movimiento Fauna con Mussolini con el cargo de Mamífero Fachista
de la Extrema Derecha!- defendió el Abuelo-.
-Bueno, bueno, por hoy zafó…pero igual me las quiero picar
de acá. Abuelo, buscate un lugar para que usurpemos que quede
cerca.
Entonces el Abuelo llamó a la fuente de la sabiduría
trascendental, el Dr. Marulo:
-Hola, Marulo- saludó el Abuelo-.
-¡Me tenes los huevos llenos! ¡Ya me tenes podrido! ¡Me
llamas, me jodes, me preguntas por un Carlos!- se exaltó
bestialmente Marulo-.
-Pero, Marulo, soy el Abue…- volvió a empezar el senil
anciano-.
-¡No puedo más, estoy re-caliente! ¡Puto, puto, igual que tu
vieja cornuda hija de puta! ¡Tragasables gordo y borracho!
Ahí el Abuelo se puso loco:
-¡Más hijo de puta serás vos, forro! ¡Ahora te corto, puto!
-¡Ésta me vas a cortar!- fue lo último que dijo Marulo antes
que el Abuelo colgara-.
El Abuelo se tranquilizó (por la edad había que controlar la
presión, ¿vio?) y se sentó, pensando sobre que le estaría hablando
Marulo ¿Sería tal vez un mensaje en clave? ¿O por ahí tenía ese
humor por una indigestión? También podría ser su hermano gemelo
maligno (siempre hay alguno suelto por ahí).
-Che, Abuelo- dijo Cacho, riéndose.
-¿Qué?
-¡Yo lo llamé a Marulo y lo estuve jodiendo tanto tiempo que
descubrí que hace muñequitos de Pokémon berretas! ¡Y la cuarta
vez se puso a llorar como nena histérica!
Luego de este triste incidente, el Abuelo volvió a trabajar con
“La Posta de Jesús. com”; Cacho, por su parte, aún se quería
mudar de la ruinosa Torre del Terror, y tantas ganas de irse tenía,
que se encerró en el segundo piso de la torre y consultó la
legendaria Guía Michelini de Lanata. Después de varias fumadas y
aspiración de brillantina, Cacho halló el lugar que se ajustaba a sus
expectativas. Eufórico por su hallazgo, bajó a lo bestia hasta el
primer pisó y anunció:
-Abuelo, Paco, mono de mierda, préstenme sus oídos. Nos
vamos a mudar al ex-Padelai.
Pero, como todos saben, el Abuelo odiaba a muerte a los
pobres y a los piqueteros, que tenían sus nidos en el ex-Padelai. Y
entonces dijo:
-Yo no me voy a mezclar entre esos negros paraguayos y
bolivianos chupa-vino, vagos, ignorantes…
-Bueno, si estas tan concheto, Abuelo, no vengas pero
mañana tráeme mis cosas- interrumpió Cacho, sabiendo los largos
discursos de puteadas del Abuelo cuando se ponía “gaga”-.
Cacho y Paco fueron luego al ex-Padelai, que estaba tan
hecho mierda en ese tiempo que tenían que tener cuidado de no
respirar cerca de las columnas. Allí, Cacho se encontró con sus
semejantes, como carteristas, borrachos, pungas, chorros,
cartoneros y demás. Con el clima festivo que había debido al
excesivo vino que se tomaba, Cacho estuvo en su momento más
alto de borrachera que, debido a razones que no quisiera revelar,
no podré describir.
Al día siguiente, Cacho, con Paco en su hombro, esperaba
detrás de las rejas oxidadas del recinto al Abuelo, que le había
prometido traer sus cosas. Pero el Abuelo no aparecía por ningún
lado. De repente, Ramón, el cartonero, lo llamó:
-¡Cacho, acá en el teléfono hay un viejo trastornado que no
deja de chillar que te quiere hablar!- le dijo Ramón desde una
ventana-.
Cacho fue al único teléfono en condiciones para funcionar del
lugar y atendió:
-Viejo pu…-empezó a decir Cacho-.
Pero el Abuelo, notablemente desquiciado, dijo:
-¡Negro, no puedo más, no puedo más!… ¡Fui a donde me
dijiste, toque el timbre fuerte porque nadie me atendía, entonces me
atiende una vieja que me re-putea! ¡Encima había un pobre cerca
mío!- gritó alocadamente el anciano-. Entonces volví a la Torre del
Terror y quiero que digas bien la dirección.
Cacho, que estaba tranquilo por aspirar pintura, plasticota y
brillantina en exceso, le dijo calmadamente la dirección; el Abuelo
se dio cuenta que había anotado mal, pero le prometió ir al instante.
Cacho cortó y fue con Ramón y Edgardo, un piquetero vago, a
las apuestas clandestinas en las carreras de cerdos pigmeos de
Nueva Guinea por una hora. Ubicado el lugar de apuestas en las
cloacas (laberintos que albergan criaturas místicas, como a los
hombres-pantera), el lugar de apuestas estaba llenó de humo
porque se fumaban desde marihuana hasta cartas de Pokémon. De
vuelta en el todavía usurpado ex-Padelai, Antonio le dice a Cacho
que hay un viejo con extremo caso de neurosis, conjuntivitis y
paranoia al teléfono preguntado por él. Cacho fue y atendió, pero
antes que lanzara su primer insulto, la voz cansada y psicótica del
Abuelo sonó:
-¡Cacho, no encuentro donde dejé las llaves cuando volví y no
puedo salir!- dijo el Abuelo, entre lloriqueos-. Venime a buscar…di
vuelta la casa y no las encuentro…no puedo más, negro…
-Abuelo- dijo Cacho-.
-¿Qué?- respondió el Abuelo, todavía lloriqueando-.
-¡La puta que te parió, Abuelo de mierda!- gritó Cacho,
indignado-. ¡Estoy pasándola bien acá y a vos te pasan pelotudeces
por ser un viejo hecho verga! ¡Ahora voy y prepárate que te voy a
cagar a trompadas cuando te vea!
Cacho cortó, furioso, y se dirigió con Paco a la Torre del
Terror para salvar al Abuelo de su auto-encierro accidental. Cuando
llegaron al páramo de Neo-Castelar y ubicaron su casa, estaba en
la puerta el Abuelo junto a Ken, chillando dementemente y llorando
de alegría, mientras el anciano miraba unas llaves en su mano. En
el momento que notó a Cacho, gritó:
-¡Estaban a tras de la cafetera, la puta madre! ¡Las encontré,
que lo parió!- dijo, al tiempo que Ken le tiraba confeti para
celebrarlo. El Abuelo alzó en alto las llaves.- ¡Por el poder de
Greyskull! ¡Yo tengo el Poder!
-Qué hijos de puta…- fue lo único que logró decir el grasiento
remisero-. Bue, me voy a escuchar cumbia saqueadora-.
Al instante, en el horizonte en dirección del ex-Padelai, hubo
una tremenda y fortísima explosión, que provocó, primero una luz
enceguecedora y luego una enorme nube en forma de hongo.
Adiós, ex-Padelai. La policía se pudrió de recibir palos de los
pobres.
-¡Fue la fuerza de Diox!- festejó el ingenuo Abuelo-. ¡Sabía
que Vos también los odiabas como yo! ¡Esto merece escribirse en
“La Posta de Jesús.com”!
-¡Calláte de una buena vez!- gritó Cacho desde adentro-.
¡Vamos a joder a viejitas indefensas y a embarazadas!

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