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Spine- .469 13.97cm X 21.

59cm

Colección Novela
97
Abalorios

“Esta es la historia de una puta del Medellín de los ochenta, que mamó
algunos de los falos más temidos de este siglo. De manos audaces y lengua afilada,

Reina de bastos
saboreó los primeros copos de oro blanco que corromperían después al mundo y
ha sobrevivido en el exilio para contarlo”.
Reina de bastos narra el ambiente de los años 80 en el Medellín de una
Colombia azotada por las luchas entre narcotraficantes. La lujuria por el poder
y el dinero contrasta endiabladamente con la pobreza e injusticia extremas que
padecen las clases más desprotegidas del país, lo que constituye un escándalo
nacional, ante tanto derroche y violencia.
Es una historia que habla acerca de la supervivencia en un mundo desolado
que ni el Diablo desearía como morada; en un mundo que comienza en las
puertas del sufrimiento más temprano y acaba postrado sobre el ombligo de la
más recóndita perdición.

Vanesa nació en 1974 en Barcelona, España, donde


vivió hasta los 21 años. Obtuvo la Licenciatura en Ciencias
Políticas en la Universidad Autónoma de Barcelona
(UAB) y posteriormente una Maestría en Relaciones
Internacionales en la Escuela Diplomática de Madrid

Vanessa Luma
y una especialización de postgrado en Gestión de la
Comunicación Política y Electoral de la UAB. Actualmente
cursa estudios de doctorado en materia de Paz y Seguridad
Internacional.
Con su libro, Reina de bastos, Vanessa le pone un
rostro a una realidad y a un momento histórico de Colombia, que habitualmente
conoce el mundo únicamente a través de los medios de comunicación. Este libro
es el resultado de muchas horas de entrevistas con “Lucía”, en cuya historia se
basa esta novela.

ISBN 978-1-59835-104-0
51499

9 781598 351040
$14.99

ReinaDeBastos-FinalCover.indd 1 8/25/09 9:30:34 AM


Copyright ©2009 Vanessa Luma
All rights reserved.
www.cbhbooks.com

Managing Editor: Manuel Alemán


Editors: Estela Serafini and Francisco Fernández
Designer: Ricardo Potes Correa

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in any form or by any means, electronic or mechanical,
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without permission in writing from the publisher.

Library of Congress Catalog Number: 2009021479


ISBN 978-1-59835-104-0
First Edition
Printed in Canada
10 9 8 7 6 5 4 3 2 1

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... Y es que estoy en ese punto de la vida
en que todo duele...
y te la estoy entregando...

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A Ti,
la dueña de esta historia
y a Gabriela,
la dueña de la mía

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Índice

Capítulo 1 11

Capítulo 2 15

Capítulo 3 21

Capítulo 4 32

Capítulo 5 38

Capítulo 6 42

Capítulo 7 59

Capítulo 8 73

Capítulo 9 85

Capítulo 10 93

Capítulo 11 105

Capítulo 12 118

Capítulo 13 131

Capítulo 14 155

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Capítulo 15 164

Capítulo 16 175

Capítulo 17 187

Capítulo 18 201

Capítulo 19 209

Capítulo 20 220

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Reina de bastos

Capítulo

1
Esta es la historia de una puta del Medellín de los
ochenta, que mamó algunos de los falos más temidos de este
siglo. De manos audaces y lengua afilada, saboreó los prime-
ros copos de oro blanco que corromperían después al mundo
y ha sobrevivido en el exilio para contarlo.
Es una historia que habla acerca de la supervivencia
en un mundo desolado que ni el Diablo desearía como mora-
da; en un mundo que comienza en las puertas del sufrimien-
to más temprano y acaba postrado sobre el ombligo de la
más recóndita perdición.
Más allá de la lujuria del pecado no hay nada y nadie
espera allí ningún perdón. Si encontraste alguna vez el ca-
mino de regreso al mundo de los ingenuos después de haber
sobrepasado el infierno que toqué yo con mis manos, en-
tenderás mejor que nadie lo que aquí voy a narrar; si no, el
hálito oscuro de una libido descontrolada nunca rozó tu piel
con sus pupilas húmedas y suaves. Entonces, espero que dis-
frutes estas páginas como si fueran solamente una ficción.
Esta es mi historia:

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Vanessa Luma

Nací a mediados de los sesenta en un mundo hecho


y deshecho por los hombres, condimentado por las mujeres
y sufrido por los hijos del pecado como yo. El poder, el di-
nero y la carne han gobernado mis días; el sexo ha sido mi
antídoto contra la marginación; el erotismo de mi corazón
vacío y mi boca sedienta, mi salvación; y la venganza, las
drogas y el amor, lo que casi acaba conmigo.
Nací en un país entroncado en la violencia, donde el
que mata vive y el que no, acaba botado en la cuneta.
Tenía cuatro años cuando mi madre me vendió a la
abuela y esta, a su vez, me regaló a su hermana menor. Poco
antes de que esto sucediera, recuerdo una casa pequeña en la
montaña, a mi madre bordando vestidos y a mis dos herma-
nas. Ninguna de ellas tiene hoy rostro y solo la menor de las
niñas —que era entonces un bebé— tiene aún nombre. Se
llamaba Claribel.
Un día de mucho calor salimos del pueblo colina aba-
jo y de alguna forma llegamos al mar. No guardo imagen de
aquel instante, pero puedo aún sentir, cuando me esfuerzo, la
primera brisa caliente y húmeda y el sabor de la sal quebrar
mis labios y quemarme el paladar.
La abuela vivía junto al mar, en una casa grande de
color blanco, rodeada de palmeras y anunciada por un am-
plio patio que la guardaba del calor. Las gallinas corrían
sobre baldosas rosadas cubiertas de granos de maíz cuando
llegamos.
—¡Mamá! ¡Maíz! ¡Maíz, y se lo están comiendo los po-
llos, mamá! —grité acelerada y me lancé al suelo en plancha.
—Estate quietica de una vez —me reprendió nervio-
sa mamá, mientras las gallinas acababan con el maíz y yo
notaba cómo la saliva me chorreaba entre las comisuras de
los labios.

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Reina de bastos

La abuela Dolores era una mujer grande, tozuda, se-


ria, de piel blanca y ojos profundos, educados para no dejar
saber lo que veían y no decir lo que pensaban. No nos abrazó
cuando llegamos. Apenas nos miró, nos ofreció asiento junto
a la ventana y durante un largo rato, mientras yo observaba
todo a mi alrededor en silencio, acomodada en un taburete
de madera demasiado alto para que mis pies rozaran el suelo
cubierto de tierra, negoció con mi madre el precio que estaba
dispuesta a pagar por mí. Al parecer mi madre pedía dema-
siado por una niña flacucha y sucia que no prometía llegar a
ser una buena ayuda en el hogar.
Hablaron y hablaron —no recuerdo cuánto— y, des-
pués de un rato, mi madre se marchó y me dejó allí, con una
pequeña caja de cartón llena de ropas que ella misma había
cosido y un paquete de galletas Gloria rellenas de crema de
limón.
Lloré cuando se fue.
Era un mes de agosto. Lo sé porque la abuela lo mar-
có sobre la madera blanca de una de las ventanas de la casa.
Pasé dos o tres meses en La Guajira antes de irme a
Bogotá. Solo recuerdo de aquel tiempo el chirrido a óxido
de la cancela de hierro y el olor a cemento mojado del saco
sobre el que me sentaba en el patio esperando que regresara
mi mamá.
Para el viaje a la capital, la abuela me regaló una caja
de cartón algo mayor que la que tenía donde, además de mis
vestidos, encontré un cepillo para el pelo, un par de sacos de
lana para el frío y unos zapatos de domingo. Unos zapatos
brillantes con un moño color azul.
Cruzamos medio país en autobús. Primero tomamos
una chiva en el pueblo que nos llevó hasta Riohacha, donde
comimos una avena helada y una arepa de huevo. Después

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Vanessa Luma

llegó la flota que nos conduciría hasta la ciudad. En algún


momento del camino supe que me quedaría a vivir en Bo-
gotá, en casa de la hermana menor de la abuela, la tía Elvi-
ra, la que tenía cinco hijos varones y quería tener una niña.
Cuarenta horas de carretera, sentada sobre mi cajita de car-
tón, nos llevaron finalmente a la ciudad en las alturas.
Era un día muy frío. El frío era tan largo y tan in-
tenso que se me metió en el cuerpo y me bañó los huesos.
El cielo estaba cubierto de nubes negras al alcance de mi
mano. Lo sentí tan cerca y parecía tan enfadado, que pensé
que en cualquier momento iba a explotarnos en la cabeza y a
romperse en trocitos sobre nosotras, pequeñas, insignifican-
tes pulgas bajo su manto grueso de cenizas inflamadas. La
ciudad, en cambio, ajena a la amenaza, inmensa y bulliciosa,
se mecía con holgura entre las sombras. Tanta oscuridad no
era sin duda un buen presagio.
Tenía solo cuatro años cuando llegué a Bogotá pero
recuerdo muchas cosas de aquel viaje, porque todo fue por
primera vez. Por primera vez vi un abrigo; por primera vez
me empapé de lluvia; por primera vez reconocí el asfalto, los
edificios, el viento gélido y aquellas montañas monstruosas
que bordean la capital y parecen fantasmas perezosos en las
noches, rascando sus lomos contra las puntas cristalinas de
las estrellas. Vi una paloma por primera vez y me enamoré
del ruido y de la gente y de la aparente falta de tedio en la
ciudad.

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Reina de bastos

Capítulo

2
La tía Elvira, la hermana de la abuela, no se en-
contraba en casa cuando llegamos. Nos recibió su esposo,
Pinzón, y el menor de los cinco hermanos, Pipe, quien me
abrazó y me prestó un carrito color rojo que halaba por el
suelo con una cabuya* vieja.
La casa tenía dos pisos. En el segundo se encontra-
ban las alcobas, que eran cuatro. A mí me acomodaron sola
en la más pequeña. Y había un solo baño. Las paredes eran
blancas y los espacios diminutos. Los muebles eran de ma-
dera oscura y mi primer pensamiento fue que había muchos
lugares allí donde esconderse.
La abuela se quedó un tiempo, no recuerdo cuánto, y
luego se marchó.

C
ada jueves, la tía Elvira salía temprano a hacer
mercado y no volvía hasta pasadas las cinco. El tío Pin-
zón aprovechaba esas horas para meter en la casa mujeres
de faldas cortas y piernas gordas en pantis color camel,
que se desnudaban entre risas histriónicas y falsos ataques
* cabuya: cuerda

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Reina de bastos
By Vanessa Luma

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