Вы находитесь на странице: 1из 6

DIÁLOGO RELACIONADO CON EL PENSAMIENTO DE PLATÓN

- ¿Cuáles son en su opinión las ideas principales de Platón?

- Creo que hay que señalar dos sobre todo: una es la Teoría de las Ideas, la otra es la idea
de que aprender es recordar, de que aprender algo es recuperar reservas de
conocimiento que tuvimos en nuestra mente antes de nacer.

- Refirámonos a la segunda de ellas en primer lugar. A muchas personas les resultará


extraña la creencia de que nazcamos sabiendo cosas. Pero en la cultura occidental son
constantes las ideas relacionadas con ella. Los filósofos idealistas modernos han
argumentado que ha de haber un conocimiento innato, o ideas innatas. En mi opinión,
casi todas las grandes religiones creen algo parecido. Incluso hoy en día tenemos un
eminente pensador como Chomsky que opina que nacemos con una gramática
programada en nuestros cerebros. De modo que este tipo de creencias, si se
argumentan seriamente, deben tomarse en serio. ¿Cuál era la versión de Platón?

- La versión de Platón es que el conocimiento forma parte de la naturaleza esencial del


alma. Es el conocimiento lo que el alma poseía antes de nacer. (Este es el periodo en el
que empieza a creer que el alma existe antes del nacimiento, y su encarnación en
nuestro mundo no es más que una dentro de una serie de reencarnaciones). Pero creo
que para comprender la teoría del conocimiento es necesario volver a las primeras
discusiones socráticas acerca de las definiciones de los conceptos morales.
Tomemos por ejemplo Laques, en donde se plantea la pregunta “¿Qué es el valor?”.
Laques, el general a quien Sócrates ha pedido una definición del valor, sugiere que el
valor es un tipo de resistencia. Sócrates le plantea algunas preguntas más, como hace
siempre cuando le dan una definición. Pregunta «¿es indiscutiblemente una cualidad
buena y admirable?». «Sí», responde Laques. A continuación Sócrates le va dando
ejemplos de resistencia en los que Laques admite que la resistencia no es admirable en
absoluto, como la temeridad...

- La testarudez, por ejemplo...

- Sí, la testarudez. O puede ser indiferente desde el punto de vista de la moralidad,


como cuando un inversor gasta dinero, soportando las pérdidas porque sabe que al final
obtendrá un beneficio. De modo que si la resistencia puede ser mala o indiferente
moralmente, pero el valor siempre es bueno, entonces no es cierto que el valor sea
igual a ésta; ni siquiera a la resistencia conducida por el conocimiento. Este es un
modelo típico de discusión socrática.
Lógicamente, lo que ha ocurrido es que se le ha demostrado a Laques que sus
creencias no son coherentes. Si reunimos todas sus respuestas, veremos que se
contradicen entre sí. Esto significa que no todas pueden ser ciertas, pero no se indica
cuáles son ciertas y cuáles no. Sin embargo, Sócrates, como siempre, presenta la
situación de modo que la definición propuesta por su interlocutor -en este caso, la
idea de que el valor sea un tipo de resistencia- se rebate y se demuestra que es falsa. Así
pues, en la práctica interpreta las respuestas secundarias de Laques o bien como ciertas
o bien como más cercanas a la verdad que la definición. Se convierten en la base para
rebatir la definición diciendo «Esa es la respuesta que se debe descartar como falsa».

- Ha dicho algo que es de suma importancia para cualquier pensamiento serio. Todos
tendemos a dar por sentado que mediante la discusión se puede alcanzar la verdad, sin
embargo no hay nada especial en ella que indique que tenga que ser así necesariamente.
La discusión más importante nos puede demostrar que nuestras conclusiones están o no
conformes con nuestras premisas. Sin embargo, incluso si lo están, ello no implica que
sean efectivamente ciertas.

- Supongo que estamos muy apegados a la idea de que mediante la discusión podemos
alcanzar la verdad, a pesar de que si reflexionamos sobre ella, es bastante difícil de
justificar. Sócrates no trata de justificarla. Se limita a hacer preguntas, reunir las
respuestas para descubrir la contradicción y asegura haber rebatido la definición. Pero
si uno se propone dar una teoría de lo que está haciendo, tendría que inventar algo
como la idea que acabamos de señalar, que todos tenemos dentro de nosotros los
medios para hacer que lo cierto venza a lo falso. Y eso es exactamente lo que hace
Platón en Menón. Presenta, por decirlo de alguna manera, una teoría de la discusión
socrática o filosófica según la cual todos tenemos en nuestras mentes el conocimiento
de las respuestas a las preguntas «¿Qué es el valor?», «¿Qué es la justicia?» y las
demás. Ese conocimiento, que está en nuestro interior, aunque no podamos acceder a
él fácilmente, es lo que nos permite eliminar las respuestas falsas y demostrar que son
incorrectas. Ese conocimiento es lo que va surgiendo en el transcurso de la discusión,
en donde, como hemos visto, se utiliza una de las cosas que dice Laques para
demostrar que otra de las cosas que dice Laques debe ser falsa.

- Por anteriores conversaciones con usted sé que, en su opinión, la teoría que acaba
de exponer prepara el terreno para la otra de las dos teorías más importantes de Platón
dentro del periodo medio, la Teoría de las Ideas. Esta es con mucho la más importante de
las teorías de Platón; de hecho es lo que se ha llegado a entender por «platonismo».
¿Puede explicarla?

- Estas discusiones socráticas de las que hemos estado hablando se centran en la


búsqueda de una definición: ¿Cuál es la definición del valor, o de la belleza, o de la
justicia? Si está dentro de nosotros el conocimiento de las respuestas a estas preguntas, y
poseemos ese conocimiento independientemente de nuestra experiencia del mundo en
el que vivimos, el mundo en el que utilizamos nuestros sentidos y vamos de un sitio a
otro; si nuestro conocimiento es anterior a todo ello e independiente de todo ello,
entonces lo que conocemos -la justicia, la belleza, el valor- debe de ser independiente
del mundo empírico en el que vivimos y anterior a él. Esta última tesis es la
afirmación fundamental de la Teoría de las Ideas: la justicia, la belleza y otros
conceptos semejantes existen anterior e independientemente de todas las acciones y
personas justas, todos los objetos y personas bellas que podamos encontrar en el mundo
sensible. La belleza y la justicia existen por sí mismas separadamente. Esta es la Teoría
de las Ideas.

- La teoría de que hay otro mundo aparte de éste, un mundo ideal en el que existe todo
lo que da valor y significado a nuestro mundo actual, ha tenido una gran influencia en
toda nuestra cultura, ¿no es así?

- En el cristianismo, por citar el ejemplo más importante: la influencia del


platonismo en el cristianismo ha sido enorme.

- Eso es cierto, sí. Pero creo que habría que andarse con cuidado a la hora de
emplear frases como «el mundo de las Ideas» u «otro mundo». Platón las utiliza, pero
el contraste al que se refiere no es, como podría imaginarse, un contraste entre un
conjunto de cosas particulares y otro conjunto totalmente igual a él sólo que más
perfecto, más abstracto y localizado en otro lugar, en algún cielo del más allá. El
contraste al que se refiere es el contraste entre lo particular y lo general. Las preguntas,
«Qué es la justicia?», «¿Qué es la belleza?», etc., son preguntas generales, preguntas
acerca de la justicia y la belleza en general. No son preguntas acerca de lo que está aquí
ahora... Es el contraste que debemos comprender.
Hay un párrafo en el Fedón en el que Sócrates sostiene que hacer filosofía es practicar
para la muerte. En realidad es practicar el hecho de estar muerto [Risas]. ¿Por qué?
Porque estar muerto supone que el alma se separa del cuerpo, precisamente porque no
se piensa en el lugar ni el momento en el que el cuerpo está aquí y ahora. Porque si se
pregunta «¿Qué es la justicia?», refiriéndose a la justicia en cualquier parte, en
cualquier momento, la justicia en sí misma, no se está preguntando «¿Quién me ha
hecho algún mal ayer u hoy?» Si se pregunta «¿Qué es la belleza?», no se está
preguntando «¿Quién es la persona más hermosa de esta habitación?». Y si no se está
pensando en el aquí ni en el ahora, entonces, en el sentido que le interesa a Platón, no
se está ni aquí ni ahora. Se está donde está la mente, no porque se esté en un lugar con-
creto mejor, sino porque de ninguna manera estamos en ese sentido en el espacio.
Estamos inmersos en generalidades. De modo que se puede emplear la expresión
«mundo de las Ideas», siempre que se comprenda que su significado es el reino de las
generalidades invariables.

- Las obras del periodo medio a las que nos estamos refiriendo ahora, Menón, Fedón, La
República, El Banquete y Fedro, las escribió Platón en plena madurez, así que creo que
es un buen momento para hacer una pausa y considerar su valor literario y otras
cualidades estéticas. ¿Por qué se consideran obras maestras del arte literario?

- Son muy dinámicas. Otros filósofos han intentado escribir diálogos, tanto en la
antigüedad como en épocas modernas (Jenofonte, Cicerón, San Agustín, Berkeley,
Hume). Pero el único de todos ellos que se acerca a Platón es Hume. Y creo que es
porque para Hume, como para Platón, el proceso del pensamiento filosófico cuenta al
menos tanto como las respuestas. En el caso de Jenofonte o Berkeley queda demasiado
claro que se está leyendo la obra de alguien a quien le importan sólo las respuestas, no el
camino que conduce hacia ellas. En el caso de Platón, hemos de añadir su gran
maestría y dominio del lenguaje, desde sus descripciones fluidas e imaginativas
hasta el análisis austero, así como sus chistes y salidas ingeniosas. Señalemos además
que tiene una gran capacidad para hacer que los pensamientos más complejos
resulten claros como el agua. Y podría seguir añadiendo cualidades. En definitiva,
sólo se puede decir que es un genio del arte así como de la filosofía.

- ¿Comparte usted la opinión general de que su obra maestra es La República?

- Sí.

- Creo que La República más que en ninguna otra obra donde Platón demuestra su
creencia de que toda pregunta se relaciona con todas las demás; la investigación no
debe detenerse jamás, porque cada «conclusión» conduce al siguiente problema. De
este modo comienza con una pregunta directa, «¿Qué es la justicia», una pregunta
típicamente socrática. Eso le conduce a la pregunta «¿Beneficia la justicia a su
poseedor? El tema fundamental de La República es demostrar que, en efecto, la justicia
es un beneficio para su poseedor; es lo que más necesitamos para ser felices, mientras
que el hombre injusto es la más miserable de todas las criaturas.
Pero para demostrar todo esto se da cuenta de que tiene que exponer una teoría sobre la
naturaleza humana. Divide el alma en tres partes: aquí es donde se aparta de la tesis de
Sócrates de que la virtud es conocimiento. La virtud pasa a abarcar más que el
conocimiento, a pesar de que el conocimiento sigue siendo su factor principal. Y la
idea de que el conocimiento sea algo que pueda y deba controlar los factores no
racionales del alma, también hace posible la idea de una sociedad ideal en la que
gobierne el conocimiento. De este modo obtenemos una teoría política que describe
un modo de vida mejor dentro de la sociedad. Al mismo tiempo, el énfasis que se pone
en la idea de que sea el conocimiento el que gobierne, plantea la pregunta: «¿Qué
conocimiento debe gobernar?; ¿qué es el conocimiento en cualquier caso, y por qué es
mejor que la opinión?» De modo que se nos da una teoría del conocimiento, y la teoría
del conocimiento a su vez se amplía hasta convertirse en una investigación sobre las
ciencias. Hay una profunda discusión sobre la naturaleza del saber matemático. Se
expone toda una visión de lo que supondría tener una total comprensión del mundo en
el que vivimos con el fin de ratificar la afirmación de que esta comprensión debe
correr de nuestra cuenta, tanto individualmente como en la sociedad; esta
comprensión traerá los beneficios de la justicia, tanto para el alma individual como
para la sociedad en conjunto.
Tras esta gran ampliación de la pregunta «¿Qué es la justicia?», la única conclusión
natural es la visión de la vida después de la muerte y el mito de Er al final del libro.
Puede decirse que La República hace posible la convicción de que la investigación
no termina hasta la muerte.

La República es un libro tan rico que no nos es posible seguir todas las
ramificaciones que desarrolla, pero es indiscutiblemente uno de los libros más
importantes de la historia de nuestra cultura, y espero que nuestra discusión
anime a muchas personas a leer esta obra.
¿ES ANTINATURAL EL CONOCIMIENTO?

ACTIVIDAD: ¿Crees que los hombres tienden por naturaleza a la búsqueda de la


verdad o, por el contrario, a aferrarse a los prejuicios y a vivir en la ignorancia? Razona
tu respuesta.

Es un viejo problema de la filosofía el de si la vida teórica, a pesar del lugar supremo


que ha ocupado, desde las inolvidables descripciones de Aristóteles, no es, en el fondo,
un acto antinatural. O sea, si el peso de la physis, y de sus instintos enmarca y
constituye primordialmente a la existencia humana.
El hecho de que no baste la liberación del prisionero, sino que las etapas de esa
liberación estén determinadas por el esfuerzo y el dolor, parece referirse a la
antinaturalidad del conocimiento, a la no fluidez de la experiencia intelectual, en
oposición al perfecto engranaje que la naturaleza presenta. Sin embargo, la lucha por
vencer todo tipo de posible resistencia en el saber, ofrece el aliciente más intenso de la
vida, su logro más importante. Nadie puede rechazar este proyecto de liberación; ningún
hombre escapado ya de la propia caverna de su animalidad, en un nivel de evolución
histórica, puede negarse a la ascensión.
El problema, sin embargo, consiste en que el dolor y las dificultades no son de índole
individual o subjetivos. La salida de la caverna, de los marcos de la sensibilidad cerrada
en sí misma, tropieza no con la oposición de la naturaleza, sino, sobre todo, con la de la
sociedad. Tal vez, aleccionada la historia y los que la hacen, por la tendencia natural de
poder y dominio -hay abundantes testimonios teóricos sobre este hecho- se calca el
desarrollo humano sobre moldes de violencia y opresión. La interpretación de este acto
individual, y del pequeño dolor privado de unos ojos que no pueden acostumbrarse, de
pronto, a la paulatina luz, se enfrentan ante un medio mucho más complejo. Los
supuestos actos de los habitantes de la caverna están chocando o engarzándose,
continuamente, con los de los liberadores o los engañadores. El proceso subjetivo se
diluye en el cauce de la objetividad, o sea, en el ámbito de la historia, de sus tensiones y
luchas, de sus esperanzas y oprobios.
Una vez establecida la retícula social, por donde tiene que circular todo individuo, el
conocimiento y la vida intelectual son una incesante batalla que hay que reñir contra la
negatividad. La sociedad no deja fluir a los elementos que la componen, con la cálida
suavidad con que, normalmente, fluye la sangre por nuestras venas, o con la precisión
con que, sin saberlo, acomodamos la retina a la luz. La vida social, también como
nosotros mismos, es ciudadana de dos mundos, de la naturaleza y de la libertad. Pero
mientras en la individualidad, la naturaleza ha ido fraguándose lentamente con la
libertad, con una posible racionalidad, en la historia, en la vida colectiva, ha surgido una
nueva naturaleza social, un magma de presiones, falsedades, engaños e intereses, que
pasean sus objetos por encima del tabique que separa los dos mundos de la caverna.
Entre la naturaleza que somos y la racionalidad y libertad a que aspiramos, hay un tercer
mundo más poderoso, aunque no más real, que la mordiente utopía de la justicia y la
perfección, y más inconstante y feroz que el lógico discurrir de la vida. Y este es el
mundo humano. En él tiene que desarrollarse el aprendizaje y el progreso.

Вам также может понравиться