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UNIVERSIDAD TÉCNICA DEL NORTE

Nombre: Carlos Andino


Fecha: 2009-09-29

Thomas Alva Edison


Investigador inquieto e infatigable, trabajó en campos tan distintos como la
óptica, la acústica y la electricidad.

(Milan, 1847 - West Orange, 1931) Inventor norteamericano, el más genial


de la era moderna. Su madre logró despertar la inteligencia del joven
Edison, que era alérgico a la monotonía de la escuela. El milagro se produjo
tras la lectura de un libro que ella le proporcionó titulado Escuela de
Filosofía Natural, de Richard Green Parker; tal fue su fascinación que quiso
realizar por sí mismo todos los experimentos y comprobar todas las teorías
que contenía. Ayudado por su madre, instaló en el sótano de su casa un
pequeño laboratorio convencido de que iba a ser inventor.

A los doce años, sin olvidar su pasión por los experimentos, consideró
que estaba en su mano ganar dinero contante y sonante
materializando alguna de sus buenas ocurrencias. Su primera
iniciativa fue vender periódicos y chucherías en el tren que hacía el
trayecto de Port Huron a Detroit. Había estallado la Guerra de
Secesión y los viajeros estaban ávidos de noticias. Edison convenció a
los telegrafistas de la línea férrea para que expusieran en los tablones
de anuncios de las estaciones breves titulares sobre el desarrollo de
la contienda, sin olvidar añadir al pie que los detalles completos
aparecían en los periódicos; esos periódicos los vendía el propio
Edison en el tren y no hay que decir que se los quitaban de las
manos. Al mismo tiempo, compraba sin cesar revistas científicas,
libros y aparatos, y llegó a convertir el vagón de equipajes del convoy
en un nuevo laboratorio. Aprendió a telegrafiar y, tras conseguir a
bajo precio y de segunda mano una prensa de imprimir, comenzó a
publicar un periódico por su cuenta, el Weekly Herald.
En los años siguientes, Edison peregrinó por diversas ciudades
desempeñando labores de telegrafista en varias compañías y
dedicando su tiempo libre a investigar. En Boston construyó un
aparato para registrar automáticamente los votos y lo ofreció al
Congreso. Los políticos consideraron que el invento era tan perfecto
que no cabía otra posibilidad que rechazarlo. Ese mismo día, Edison
tomó dos decisiones. En primer lugar, se juró que jamás inventaría
nada que no fuera, además de novedoso, práctico y rentable. En
segundo lugar, abandonó su carrera de telegrafista. Acto seguido
formó una sociedad y se puso a trabajar.
Perfeccionó el telégrafo automático, inventó un aparato para
transmitir las oscilaciones de los valores bursátiles, colaboró en la
construcción de la primera máquina de escribir y dio aplicación
práctica al teléfono mediante la adopción del micrófono de carbón. Su
nombre empezó a ser conocido, sus inventos ya le reportaban
beneficios y Edison pudo comprar maquinaria y contratar obreros.
Para él no contaban las horas. Era muy exigente con su personal y le
gustaba que trabajase a destajo, con lo que los resultados eran
frecuentemente positivos.
A los veintinueve años cuando compró un extenso terreno en la aldea
de Menlo Park, cerca de Nueva York, e hizo construir allí un nuevo
taller y una residencia para su familia. Edison se había casado a
finales de 1871 con Mary Stilwell; la nota más destacada de la boda
fue el trabajo que le costó al padrino hacer que el novio se pusiera
unos guantes blancos para la ceremonia. Ahora debía sostener un
hogar y se dedicó, con más ahínco si cabe, a trabajos productivos.
Su principal virtud era sin duda su extraordinaria capacidad de
trabajo. Cualquier detalle en el curso de sus investigaciones le hacía
vislumbrar la posibilidad de un nuevo hallazgo. Recién instalado en
Menlo Park, se hallaba sin embargo totalmente concentrado en un
nuevo aparato para grabar vibraciones sonoras. La idea ya era
antigua e incluso se había logrado registrar sonidos en un cilindro de
cera, pero nadie había logrado reproducirlos. Edison trabajó día y
noche en el proyecto y al fin, en agosto de 1877, entregó a uno de
sus técnicos un extraño boceto, diciéndole que construyese aquel
artilugio sin pérdida de tiempo. Al fin, Edison conectó la máquina.
Todos pudieron escuchar una canción que había entonado uno de los
empleados minutos antes. Edison acababa de culminar uno de sus
grandes inventos: el fonógrafo. Pero no todo eran triunfos. Muchas de
las investigaciones iniciadas por Edison terminaron en sonoros
fracasos. Cuando las pruebas no eran satisfactorias, experimentaba
con nuevos materiales, los combinaba de modo diferente y seguía
intentándolo.
En abril de 1879, Edison abordó las investigaciones sobre la luz
eléctrica. La competencia era muy enconada y varios laboratorios
habían patentado ya sus lámparas. El problema consistía en
encontrar un material capaz de mantener una bombilla encendida
largo tiempo. Después de probar diversos elementos con resultados
negativos, Edison encontró por fin el filamento de bambú
carbonizado. Inmediatamente adquirió grandes cantidades de bambú
y, haciendo gala de su pragmatismo, instaló un taller para fabricar él
mismo las bombillas. Luego, para demostrar que el alumbrado
eléctrico era más económico que el de gas, empezó a vender sus
lámparas a cuarenta centavos, aunque a él fabricarlas le costase más
de un dólar; su objetivo era hacer que aumentase la demanda para
poder producirlas en grandes cantidades y rebajar los costes por
unidad. En poco tiempo consiguió que cada bombilla le costase
treinta y siete centavos: el negocio empezó a marchar como la seda.
Su fama se propagó por el mundo a medida que la luz eléctrica se
imponía. Edison, que tras la muerte de su primera esposa había
vuelto a casarse, visitó Europa y fue recibido en olor de multitudes.
De regreso en los Estados Unidos creó diversas empresas y continuó
trabajando con el mismo ardor de siempre. Todos sus inventos eran
patentados y explotados de inmediato, y no tardaban en producir
beneficios sustanciosos. Entretanto, el trabajo parecía mantenerlo en
forma. Su única preocupación en materia de salud consistía en no
ganar peso. Era irregular en sus comidas, se acostaba tarde y se
levantaba temprano, nunca hizo deporte de ninguna clase y a
menudo mascaba tabaco. Pero lo más sorprendente de su carácter
era su invulnerabilidad ante el desaliento. Ningún contratiempo era
capaz de desanimarlo.
En los años veinte, sus conciudadanos le señalaron en las encuestas
como el hombre más grande de Estados Unidos. Incluso el Congreso
se ocupó de su fama, calculándose que Edison había añadido un
promedio de treinta millones de dólares al año a la riqueza nacional
por un periodo de medio siglo. Nunca antes se había tasado con tal
exactitud algo tan intangible como el genio. Su popularidad llegó a
ser inmensa. En 1927 fue nombrado miembro de la National Academy
of Sciences y al año siguiente el presidente Coolidge le hizo entrega
de una medalla de oro que para él había hecho grabar el Congreso.
Tenía ochenta y cuatro años cuando un ataque de uremia abatió sus
últimas energías.
INVENTOS

La lámpara de filamento incandescente es quizá el invento que más


celebridad otorgó a Edison. Su fabricación masiva permitió abaratar de una
forma considerable la obtención de luz, de manera que hasta la gente con
más escasos recursos económicos empezó a gozar de la posibilidad de
iluminar sus hogares. De la misma manera, la iluminación eléctrica
transformó radicalmente la imagen de las ciudades modernas, que pudieron
ver alumbrado hasta su último rincón.

El fonógrafo, un ingenio que permitía grabar y reproducir cualquier tipo de


sonido, fue otro invento notable de Edison. Este aparato fue el precedente
del gramófono y los tocadiscos, sistemas utilizados a lo largo del siglo XX
para escuchar música. De hecho, los sistemas de reproducción analógica del
sonido, como los anteriormente mencionados, que estaban basados en el
primitivo invento de Edison, fueron usados en todo el mundo hasta la
generalización de los sistemas digitales en la década de los ochenta.

Ya durante años intentó, con diferente éxito, la proyección de una


sucesión rápida de imágenes sobre una pantalla. Edison utilizó una
tira de película del tipo Eastman, sustituyendo la rígida pieza de
cristal clásica por una película flexible, sobre cuyos bordes aplicó
unas perforaciones que permitían que varias ruedas dentadas la
hiciesen girar a suficiente velocidad para hacer imperceptibles las
discontinuidades entre fotografías.
Creó también una película sonora experimental en la que la imagen
estaba coordinada con el sonido de un disco fonográfico. Más
adelante, en 1912, publicó en la revista mensual Scientific American
una descripción de la técnica Kinemacolor; el invento permitía
obtener una imagen animada con colores naturales reproducidos
fotográficamente.
Louis Lumière
(Louis Jean Lumière; Besançon, 1864 - Bandol, 1948) Inventor francés, pionero del
cine. Hijo de Antoine Lumière, un comerciante de la ciudad de Besançon dedicado a la
fotografía, a los pocos años marchó con su familia a Lyon, dado que su padre decidió
independizarse de su socio Emile Lebeau. La calidad humana y profesional de su padre
permitió a la familia salir adelante. Los clientes hicieron progresar el negocio y pronto
su empresa fue reconocida por la calidad de sus trabajos.
El joven Louis destacó en los estudios que realizó en el liceo La Martinière y, poco
después, junto con su hermano Auguste -con quien formará una pareja indisoluble-
comenzó a trabajar con su padre desarrollando algunas iniciativas en la fábrica de
material fotográfico, una de las principales en las últimas décadas del siglo XIX. En
torno a 1890, Louis y Auguste conocen ya algunos de los inventos que se están
patentando en torno al mundo de las imágenes en movimiento. Tienen noticias de los
trabajos de sus coetáneos y los experimentos que se prodigan no sólo en Francia sino en
otros países y que buscan, básicamente, mejorar la obtención y proyección de imágenes.
Esta situación iba a sembrar controversias sobre quién fue el verdadero padre del cine.
Entre 1890 y 1895 son varios los inventores que, en distintos países, están trabajando
para alcanzar un mismo objetivo; los nombres de Thomas Alva Edison (Kinetoscopio) y
Max Skladanowski (Bioscop) son algunos de los que más suenan en estos años. A
finales de 1894 los hermanos Lumière patentaron su invento con el nombre de
Cinematographe (Cinematógrafo).
Durante unos meses se dedican a impresionar diversas imágenes familiares, y luego
deciden hacer varias demostraciones que son muy bien recibidas, lo que les animó a
preparar la presentación pública, que tuvo lugar el día 28 de diciembre de 1896 en el
Salon Indien del “Grand Café”, en el Boulevard des Capucines de París. Por primera
vez se conseguía mostrar a un grupo de personas unas cintas (así se llamaban las
primeras películas) de imágenes en movimiento, con lo que se superaba las limitaciones
que suponía el Kinetoscopio de Edison, que era de visión individualizada.
Estas películas apenas recogían un plano estático del motivo que daba título a las
mismas. Eran “tomas de vista” de temas familiares y lugares de la ciudad. La demanda
del público obligó a los Lumière a enviar a una serie de operadores por todo el mundo
para que impresionaran más imágenes que permitieran renovar los programas diarios. El
efecto cautivador que supuso el Cinematógrafo para los ciudadanos de estos años fue de
tal magnitud, que se viene repitiendo la anécdota de aquellos espectadores que vieron
por primera vez La llegada del tren (L’arrivée d’un train à la ville, 1896); en cuanto el
tren se acercaba a primer término los espectadores se echaban hacia atrás, pensando que
iba a salir de la pantalla.
Las imágenes de los Lumière son punto de referencia de los primeros noticiarios y
documentos que se impresionaron en numerosos países. De estas primeras películas
destacan La salida de los obreros de la fábrica Lumière, en la que desde un punto de
vista lejano se contempla cómo se abre la puerta de la fábrica y va saliendo hacia los
laterales un grupo de hombres y mujeres, hasta que esa salida se termina. Más
interesante resulta, sin embargo, El regador regado, una escena simpática, que gira en
torno a un “gag” cómico: un hombre se encuentra regando un jardín; vemos cómo un
niño le pisa la manguera; el hombre se extraña de que no salga el agua y acerca a su
cara la boca de la misma; en ese momento el niño quita su pie y el agua moja al hombre;
éste corre tras él y al alcanzarlo le da un azote y le coge de una oreja.
La producción de los Lumière se incrementó con los años, convirtiendo a Lyon en uno
de los centros cinematográficos más importantes del mundo. No obstante, su evolución
creativa se estancó, limitándose durante ese tiempo a repetir los temas y viviendo un
poco de rentas. Tiene que ser Méliès quien realmente dé un gran empuje al
Cinematógrafo, sobre todo abriendo nuevos caminos a la creatividad y forzando a los
operadores y productores, que a continuación les siguieron, a volcarse en busca de
originalidad.
Los Lumière, al tiempo que producían una interminable lista de títulos, pusieron en
circulación los aparatos que fabrican en Lyon. A esta ciudad acudirán a lo largo del
tiempo numerosos empresarios de otros países en busca de “el aparato original” que les
permita pasar sin ningún problema las cintas Lumière en sus barracones. Así comenzó a
expandirse el que será el espectáculo audiovisual más sorprendente del siglo XX.
Los Lumière continuaron desarrollando, hasta su muerte, otros muchos inventos, tanto
en el campo de la fotografía como en el cine (la placa tricromo para la fotografía en
color; la fotografía en relieve: fotoesterosíntesis; el cine estereoscópico; las placas
antihalo; el plateado de los espejos en frío; un difusor para fonografía, etc.). Algunos
tuvieron su aplicación, pero otros no pudieron desarrollarse comercialmente.

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