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UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVIANA “SAN

PABLO”
UNIDAD ACADÉMICA SANTA CRUZ
CARRERA DE PSICOPEDAGOGÍA

PRINCIPIO DE LA
JUSTICIA SOCIAL HUMANA

Nombre: Oscar J. Hallens Córdova


Docente: Lic. María Suxo
Asignatura: Humanismo de Cristo III
Universidad Católica Boliviana San Pablo
Unidad Académica Santa Cruz
Carrera de Psicopedagogía
Humanismo de Cristo III Lic. María Suxo
Oscar Jesús Hallens Córdova

Santa Cruz de la Sierra, 16 de junio de 2009

JUSTICIA SOCIAL
INTRODUCCIÓN

Justicia social es un concepto aparecido a mediados del siglo XIX, referido a


las situaciones de desigualdad social, que define la búsqueda de equilibrio entre
partes desiguales, por medio de la creación de protecciones o desigualdades de
signo contrario, a favor de los más débiles.
La justicia social remite directamente al derecho de los sectores más
desfavorecidos de la sociedad, en especial los trabajadores, al goce de los
derechos humanos sociales y económicos, conocidos como derechos de segunda
generación, de los que ningún ser humano debería ser privado.
Para graficar el concepto suele decirse que, mientras la justicia debe ser
ciega, la justicia social debe quitarse la venda para poder ver la realidad y
compensar las desigualdades que en ella se producen. En el mismo sentido se ha
dicho que mientras la llamada justicia "conmutativa" es la que corresponde entre
iguales, la justicia "social" es la que corresponde entre desiguales.
La idea de justicia social está orientada a la creación de las condiciones
necesarias para que se desarrolle una sociedad relativamente igualitaria en
términos económicos. Comprende el conjunto de decisiones, normas y principios
considerados razonables para garantizar condiciones de trabajo y de vida
decentes para toda la población. Involucra también la concepción de un Estado
activo, removiendo los obstáculos que impiden el desarrollo de relaciones en
igualdad de condiciones.
El filósofo argentino Alejandro Korn sostiene que la justicia social es un ideal
que solo puede definirse a partir del hecho concreto de la injusticia social.
Algunos estudiosos, sostienen que el concepto «justicia social» se corresponde
con la «justicia distributiva» de Aristóteles, en tanto que la noción de «justicia
conmutativa» del estagirita, corresponde a la idea clásica de justicia, en la
sociedades modernas.
Entre los temas que interesan a la justicia social se encuentran la igualdad
social, la igualdad de oportunidades, el Estado del bienestar, la cuestión de la
pobreza, la distribución de la renta, los derechos laborales y sindicales, etc.
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HISTORIA DE LA JUSTICIA SOCIAL EN LOS DOCUMENTOS DE LA IGLESIA

Históricamente el concepto de justicia social aparece relacionado al conflicto


que en el siglo XIX se llamó la "cuestión social", es decir, el creciente malestar y
reclamo de los trabajadores que fue creciendo en importancia en todo el mundo a
partir de la instalación del capitalismo.
La expresión "justicia social" fue acuñada por el sacerdote jesuita italiano
Luigi Taparelli, en el libro Ensayo teórico del derecho natural apoyado en los
hechos, publicado en 1843, en Livorno, Italia.
Taparelli, considerado uno de los fundadores de la doctrina Social de la
Iglesia, creó el término para aplicarlo a los conflictos obreros que se extendieron a
raíz del establecimiento del maquinismo y la sociedad industrial.
Luego de la Primera Guerra Mundial, en 1919, se crea la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) que incorpora la noción de justicia social a su
Constitución, en la primera frase, como fundamento indispensable de la paz
universal: Considerando que la paz universal y permanente sólo puede basarse en
la justicia social... Constitución de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
1919.
En 1931, la noción de justicia social se incorpora plenamente a la Doctrina
social de la Iglesia Católica, al utilizarla el papa Pío XI en la Encíclica
Quadragesimo anno. Para Pío XII, la justicia social es un límite al que debe
sujetarse la distribución de la riqueza en una sociedad, de modo tal que se
reduzca la diferencia entre los ricos y los necesitados:
A cada cual, por consiguiente, debe dársele lo suyo en la distribución de los
bienes, siendo necesario que la partición de los bienes creados se revoque y se
ajuste a las normas del bien común o de la justicia social, pues cualquier persona
sensata ve cuán gravísimo trastorno acarrea consigo esta enorme diferencia
actual entre unos pocos cargados de fabulosas riquezas y la incontable multitud
de los necesitados1.
La aparición en las primeras décadas del siglo XX, del constitucionalismo
social, el Estado de bienestar y el derecho laboral, son cuestiones que
rápidamente se vincularon con las ideas de justicia social.

Filosofía del derecho y justicia social

1
Pío XI, Encíclica Quadragesimo anno, 1931.
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La idea de justicia social late en el “equilibrio reflexivo” de los principios de
justicia de Rawls: libertades básicas, principio de diferencia y la acción afirmativa
como discriminación positiva, basada en la justicia entendida como equidad,
cuestión que ha sido discutida y parcialmente resuelta por el principio de igualdad
de oportunidades, pero no ha sido desarrollada hasta las acciones y consecuentes
legislaciones de los movimientos humanistas en torno a la discriminación, la
libertad y las Encíclicas Sociales: la distribución de los frutos del desarrollo y la
dignidad humana.
La lucha contra la distribución desigual de bienes que son de todos, la
solicitud o preocupación por el bien común, la idea de que justicia equivale a paz y
la conciencia de ello en los individuos son todos componentes de un sistema
social justo. El balance de las desigualdades sociales en beneficio de los menos
favorecidos, dando a la justicia la categoría de equidad, como preocupación social
para el desarrollo humano y de la sociedad, ya define la nueva situación de estas
cuestiones en la humanidad. Este tipo de problemas favorece la tentación del uso
de la violencia para combatir situaciones consideradas socialmente injustas; los
problemas principales señalados como ejemplos son vivienda y desempleo y
cuestiones internacionales de calado, que posee un carácter progresista
(acumulativo) y una fundamentación empírica y racional, desarrollando una
doctrina social basada en estos puntos: desarrollo, solidaridad, dignidad humana e
identidad de cada comunidad.
Como teología moral, su definición llega más allá del contrato social: “los
bienes de este mundo están originalmente destinados a todos”, que forma un
conjunto de principios, criterios de juicio y directrices de acción, “un compromiso
para la justicia según la función, vocación y circunstancias de cada uno”2. Se ha
construido ya un modelo de filosofía moral para la sociedad civil y se ha
incorporado a la estructura social a través de las Ciencias Sociales, es decir, con
aportaciones y puntos de vista de técnicas multidisciplinarias, variadas.

Encíclicas sociales

Las Encíclicas Sociales son los pronunciamientos oficiales del Papa sobre
temas sociales dirigidos a los obispos, creyentes y a toda la humanidad.
Conforman en su conjunto la doctrina social de la Iglesia Católica.
Desde León XIII con Rerum novarum3 sobre la cuestión social en 1891, a
ella se siguen refiriendo los pontífices, Pío XI en Quadragesimo anno4 sobre las
cuestiones laborales en 1931, Juan XXIII en Mater et Magistra5 sobre los
campesinos en 1961, después Pacem in terris6 en 1963, Pablo VI
sobre Populorum progressio7 en 1967 y Ochenta Aniversario sobre los nuevos
2
Sollicitudo rei socialis, Juan Pablo II PP.
3
Sobre las cosas nuevas
4
A cuarenta años.
5
Madre y Maestra.
6
Paz en la Tierra
7
El progreso de los pueblos
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problemas sociales en 1971. Laborem Exercens en 198, Juan Pablo II, el 'Trabajo
Humano', 'Solicitud de la cosa social', Sollicitudo rei socialis con temas
sociológicos y metodológicos de la situación de la humanidad en
1988, Centesimus annus (Centésimo año) cosas nuevas de hoy en 1991,
cuestiones agrícolas, Veritatis splendor en 1993, esplendor de la verdad
y Evangelium Vitae de 1995, sobre la vida humana, evangelio de vida sobre el
valor de la vida.
Los aspectos comentados o el enfoque asignado de política social, se
desarrollan ampliamente el tema de los valores, las creencias y las ideologías y
obviamente los derechos humanitarios desde una perspectiva católica. Por tanto
deben considerarse como los pronunciamientos de la Iglesia Católica ante los
cambios de la sociedad y el mundo y por tanto prescripciones normativas de lo
correcto y justo.
Históricamente representaron en su comienzo, sobre todo Rerum Novarum,
una respuesta a las demandas y agendas políticas de los partidos y movimientos
políticos de orientación obrera o socialista o anarquista. Siendo la base para la
creación del socialcristianismo como movimiento social y político desde fines del
siglo XIX y comienzos del XX.
Además han servido como marco conceptual en las actividades de los
sociólogos de orientación católica. La amplitud social dentro de las encíclicas es
grande si bien las primeras se referían a los derechos sociales de los trabajadores,
también hacían referencia a los patrones y la relación entre ellos. Posteriores
encíclicas tratan del rol de diversas instituciones en la vida social como lo son las
comunicaciones sociales y el pacificismo.
En el caso de Latinoamérica sirvieron de inspiración en la redacción
del Documento de Puebla (1979). Así como la base, aunque no apoyada
oficialmente, de la Teología de la Liberación.

Encíclica Traducción Papa Año


Rerum novarum (RN) Las cosas nuevas León XIII 1891
En el cuadragésimo
Quadragesimo Anno (QA) Pío XI 1931
aniversario
Mater et Magistra (MM) Madre y Maestra Juan XXIII 1961
Pacem in Terris (PT) Paz en la tierra Juan XXIII 1963
El desarrollo de los
Populorum Progressio (PP) Pablo VI 1967
pueblos
En el octagésimo
Octogesima adveniens (OA) Pablo VI 1971
aniversario
Laborem Exercens (LE) Trabajo laboral Juan Pablo II 1981
Sollicitudo Rei Socialis (SRS) Preocupación social Juan Pablo II 1987
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Centesimus Annus (CA) Año centésimo Juan Pablo II 1991

CLASIFICACIÓN TRADICIONAL DE LA JUSTICIA

La Justicia no es el dar o repartir cosas a la humanidad, sino el saber decidir


a quién le pertenece esa cosa por derecho. La Justicia es ética, equidad y
honestidad. Es la voluntad constante de dar a cada uno lo que es suyo. Es aquel
referente de rectitud que gobierna la conducta y nos constriñe a respetar los
derechos de los demás.

Otro nivel de análisis lo constituye el hecho de entender la justicia como


valor y fin del Derecho (más que como virtud subjetiva) al que podemos
conceptuar juntamente con Norberto Bobbio como "aquel conjunto de valores,
bienes o intereses para cuya protección o incremento los hombres recurren a esa
técnica de convivencia a la que llamamos Derecho". Ahora bien en cuanto al bien
jurídico tutelado por el Derecho, o sea, el conjunto de condiciones protegidas por
las normas jurídicas, se puede considerar desde una perspectiva absoluta
iusnaturalista dentro de la cual todo derecho es justo y si no es justo no es
derecho. Pero desde una óptica iuspositivista el Derecho es condición sine qua
non de la justicia y a la vez, esta es una medida de valoración del derecho, por lo
que podemos decir que un derecho positivo determinado puede ser "justo o
injusto" de acuerdo con un ideal subjetivo de Justicia.

Todas las virtudes están comprendidas en la Justicia. En definitiva, la


verdadera Justicia es el arte de dar a cada uno lo suyo, o bien, hacer a un
individuo dar lo suyo a otro, ello con base en los principios de la ciencia del
Derecho, lo cual debe hacerse sin discriminar ni mostrar preferencia alguna por
nadie, toda vez que las personas deben ser tratadas por igual para, poder estar en
condiciones de aplicar la Justicia a plenitud.

El concepto revolucionario de justicia se basa en concebir la justicia como


la aptitud humana que, con fundamento en los principios éticos, morales y
jurídicos persigue como fin supremo lograr el respeto y el adecuado ejercicio de
los derechos individuales o colectivos, para cuyo fin se debe implementar acciones
como instrumentos específicos de coerción y/o sanción del actuar humano en la
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justa proporción, es decir, equiparando el valor del bien jurídico tutelado con el
daño causado por la conducta o la ausencia de ella.

Entre muchas teorías sobre la justicia, destacamos la de los filósofos:

1. Platón: La Justicia como armonía social. En su libro "La República",


Platón propone para la organización de su ciudad ideal, a través del diálogo de
Sócrates, que los gobernantes de esta ciudad se transformen en los individuos
más justos y sabios, o sea en filósofos, o bien, que los individuos más justos y
sabios de la comunidad, es decir, los filósofos, se transformen en sus
gobernantes.

2. Aristóteles: La Justicia como igualdad proporcional: Dar a cada uno lo


que es suyo, o lo que le corresponde. Dice que lo que le corresponde a cada
ciudadano tiene que estar en proporción con su rango social y sus méritos
personales.

3. Santo Tomás de Aquino: La Ley Natural. Dice que los ciudadanos han
de tener los derechos naturales, que son los que Dios les da. Estos derechos son
más tarde llamados Los Derechos Humanos.

4. Ulpiano: Justicia es la constante y perpetua voluntad de darle a cada


quien lo que le corresponde

Un aspecto interesante de la organización de las sociedades es cómo se


reparten los recursos disponibles, los bienes producidos y la riqueza disponible.
En principio, en la mayoría de sociedades se han manejado dos conceptos
parcialmente incompatibles sobre qué es una distribución justa de los bienes y la
riqueza:

La justicia según la necesidad, sostiene aquellos que tienen mayores


necesidades de un bien deben poseer asignaciones mayores. En general este
criterio es preponderante al considerar la situación de personas enfermas o con
discapacidades y también a segmentos de las sociedades con menos capacidad
de procurarse bienes como los niños, los ancianos y los marginados.
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La justicia según el mérito, sostiene que aquellos que más contribuyen a la
producción de bienes y riqueza deben tener también una mayor proporción de los
mismos. Algunos partidarios del liberalismo sostienen que poner en riesgo el
criterio anterior eliminaría un importante incentivo a la generación de riqueza y el
trabajo contributivo.

Ya Marx en su Crítica al Programa de Gotha señaló el error de confundir


ambos tipos de justicia. En la práctica en las sociedades modernas los dos
criterios de justicia distributiva coexisten en la asignación de recursos,
aplicándose con mayor o menor prioridad uno u otro según el caso concreto.

DINAMISMO DE LA JUSTICIA SOCIAL A NIVEL ECLESIAL

Función creadora

El rol de las iglesias cristianas es notable y, además, preponderante. Si las


iglesias lo quisieran, podrían ser los mayores agentes de cambio en aspectos
claves de la calidad de vida poblacional y dichos aspectos tienen mucho que ver
con el rol social que podrían jugar. El “rol social” significa el llevar a cabo funciones
que ayudan a mejorar la calidad de vida de las personas a través del uso efectivo
de recursos disponibles, mecanismos internos, personal activo y tiempo.
Como las iglesias prácticamente tienen “cautivos” a un amplio segmento de
la población, tienen edificios y planta física disponibles y cuentan con un amplio
personal interno disponible para el cumplimiento de sus funciones eclesiásticas no
es menos cierto que esos mismos factores podrían ser dirigidos al logro de ciertas
objetivos sociales.
Las siguientes son algunas de las maneras en que las iglesias locales
podrían abarcar mucho más de lo que ya están haciendo.
Alfabetización. El objetivo sería que cada feligrés, menor o adulto, sepa leer
y escribir. Para el creyente no habría mayor felicidad que poder leer la Biblia y
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poder entenderla con sus propios ojos. Es de todos conocidos que en muchas
iglesias hay creyentes que aún cuando lleven la Biblia bajo su brazo realmente no
la pueden leer, o la leen con gran dificultad. Imagine que cada iglesia establezca
una escuela de alfabetización para que cada uno de los miembros aprenda a leer
y a escribir o para que mejore su capacidad ya adquirida.
El poder leer y escribir es un paso esencial para romper el ciclo vicioso de la
pobreza y permitiría a muchos feligreses mejorar su calidad de vida a través de
una mejor capacitación y desarrollo personal.
Salud. El objetivo sería que cada niño y niña esté vacunado correctamente y
disponga de un récord de vacunación de acuerdo a las expectativas mundiales de
salud. Igualmente no hay ninguna razón para que ningún niño o niña esté
desnutrido ya que las iglesias podrían, gracias a su organización, asegurarse de
disponer de los medicamentos, vitaminas y apoyo gubernamental para eliminar la
desnutrición entre ellos.
Igualmente las iglesias deberían realizar pruebas del VIH, chequeos
regulares de la presión arterial y operativa para ayudar a las personas a descubrir
o tratar a la diabetes. Por las mismas razones las iglesias tienen acceso a cuidado
ocular de tal manera que todo miembro de iglesia podría tener espejuelos si los
necesita.

Desarrollo económico y cooperativismo. El objetivo es que todo feligrés


adulto que lo necesite tenga acceso a micro-créditos que les permita comenzar un
pequeño negocio, habiendo recibido capacitación adecuada y ayuda en la
elaboración de un plan de negocios. La iglesia podría atraer al cooperativismo,
una de las modalidades organizativas de mayor potencial y trascendencia en
muchos países, de tal manera que recursos necesarios sean utilizados en
conjunto y se busquen objetivos comunes que beneficien a la mayor cantidad de
feligreses posibles.
Si cada miembro de iglesia mejora su calidad de vida a través de un sólido
desarrollo económico entonces no sólo la iglesia sale ganando sino la comunidad
en general.
Civismo. El objetivo es que cada feligrés crezca en su comprensión del rol
cívico ciudadano que le toca jugar, no solamente en cuanto a mantener una
conducta cívica sino también en cuanto a los derechos y responsabilidades
ciudadanas. Eso querría decir que cada miembro de iglesia adulto sería una
persona que no violentaría los derechos de los demás, que cumpliría su rol en
preservar los bienes comunes y que ayudaría a cumplir y a preservar las leyes.
Medio ambiente. El objetivo es que cada feligrés se convierta en un
mayordomo fiel de los dones que Dios ha otorgado a los seres humanos a través
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de la naturaleza. Las palabras del apóstol Juan en el Apocalipsis deberían ser
escuchados, porque allí se dice que Dios vendrá a destruir “a los que destruyen la
tierra.”
Muchos olvidan que el pasaje más conocido en el evangelio de Juan (Juan
3:16-17) dice que Dios amó tanto “al mundo” que envió a su Hijo “para que el
mundo sea salvo por él.” Muchos limitan la interpretación de este versículo a las
personas, pero en el griego original (koiné) el término es “kosmos” que es la
misma palabra para mundo/planeta. Una interpretación podría ser que Jesús al
hablarle a Nicodemo no estaba pensando solamente en las personas en el mundo
sino también al mundo en general.

Los cristianos, más que cualquier otra persona, tienen una responsabilidad
hacia el Creador y hacia el orden creado por ese mismo Creador, quien vino a
“salvar” su creación.

Función de denuncia

La denuncia profética es una tarea de toda la comunidad cristiana que,


partiendo del conocimiento de las realidades de pobreza y marginación existentes
y de sus causas, realiza un discernimiento comunitario a la luz del Evangelio y de

la Doctrina Social de la Iglesia, asumiendo un compromiso activo de denuncia y


lucha contra dichas situaciones, y también contra el fraude y la corrupción,
considerados como comportamientos antievangélicos de la vida individual y
pública. (Cfr. CVI pág. 18-19)
La finalidad de la denuncia profética es doble, por un lado, defender al
inocente, pero también “convertir al culpable” (IP 51). A la función profética de la
Iglesia le corresponde tanto el anuncio como la denuncia.
Algunas características de la denuncia profética son:
1. Nuestra denuncia no puede reducirse a soluciones simplistas y retóricas
que tranquilicen nuestra conciencia, sino que debe fomentar una reflexión
que lleve a caminos posibles y realistas. No se trata de realizar una
crítica fácil. (Cfr. IP 51)
2. Debe promover la liberación económica y social de las personas y de
los pueblos oprimidos por la pobreza, la indigencia y la miseria. (Cfr. IP
53)
3. Supone una colaboración activa en la transformación de la realidad (Cfr.
IP 53)
4. Promueve la participación y el protagonismo de los interesados. (Cfr.
IP 53)
5. A pesar de poder resultar impopular, el profetismo cristiano debe ser
partidario (aunque no partidista), popular (pero no demagogo), animoso
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(pero no voluntarista), sencillo y evangélico (pero no ingenuo ni
simplista). (Cfr. IP 53).
6. Es necesaria en cuanto utopía y esperanza, modelo de futuro y proyecto
de un mundo mejor, programa de trabajo hacia una sociedad más justa,
solidaria y humana. (Cfr IP 54)

Función reforma

Los movimientos de reforma siempre han existido en la historia del


cristianismo como ha existido en la historia de la política, de la economía o de la
cultura. El propio cristianismo surge como movimiento de reforma dentro de
judaísmo. No podemos olvidar que las raíces del cristianismo son judías, lo que
pasa es que muy pronto, y, a partir del siglo IV, de una manera especial con el
reconocimiento de la iglesia como religión oficial del Imperio Romano, el
cristianismo adopta un talante anti judío que no se corresponde con sus orígenes.
En realidad el cristianismo surge en un momento de mucha vitalidad y de un
amplio pluralismo dentro del judaísmo. Movimientos de reforma o de renovación
de judaísmo eran bastante frecuentes en tiempos de Jesús. Entre ellos cabe citar
el movimiento penitencial liderado por Juan Bautista, los grupos llamados
terapéuticos y, por supuesto, el movimiento de reforma que pone en marcha Jesús
de Nazaret.

El Vaticano II puede considerarse el movimiento de reforma más importante


que se ha producido en la iglesia católica desde el siglo XVI. El concilio de Trento
fue de Contrarreforma y el concilio Vaticano I, de reafirmación de la catolicidad
frente a la modernidad. Juan XXIII, con una perspectiva histórica que creo que no
ha tenido ningún papa en el siglo XX y el XIX, ni siquiera León XIII con su "Rerum
novarum", orientó a la Iglesia hacia 1a opción por los pobres y por los marginados
y hacia el cambio dentro de la comunidad cristiana.
Hay un texto de Juan XXIII que es muy poco conocido y apenas citado
donde, a mi juicio, está la clave y la base de las distintas Teologías de la
Liberación y de la opción por los pobres. En un discurso pronunciado el 1 el 1de
septiembre de 1962 afirma: "La iglesia de Jesucristo es Iglesia de todos, pero para
los países subdesarrollados es la iglesia de los pobres".
Este texto estaba marcando la orientación a seguir por el concilio, pero pocos
fueron los padres conciliares que siguieron por esa senda. Uno de ellos fue el
cardenal Lercaro quien, en un memorable discurso pronunciado en el aula
conciliar, afirmó que los pobres son los verdaderos sujetos de la evangelización y
que la opción por los pobres era la que debía seguir el concilio. Pero muy pronto
los obispos se olvidaron de esa orientación y centraron sus debates en torno a
otras dos cuestiones, también de gran interés: la renovación interna de la iglesia y
el diálogo con el mundo moderno. Y ahí hicieron importantes aportaciones.
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En el orden interno pusieron las bases para la democratización de la Iglesia.
Con el paso del tiempo, ese programa se quedó en papel mojado. Nunca llegó a
producirse el "cambio estructural de la Iglesia", por el que abogaba el teólogo Karl
Rahner en un espléndido libro con ese mismo título, que sigue teniendo la misma
vigencia que cuando lo escribió hace 30 años. Durante el actual pontificado se han
reforzado las prácticas autoritarias y la estructura jerárquico-patriarcal de la Iglesia
y se ha olvidado la primavera eclesial del Vaticano II.
Los tres momentos del proceso, pre-reforma, reforma y contra-reforma,
pueden apreciarse en la actitud adoptada por la jerarquía romana en relación con
los propios teólogos que hicieron el Vaticano II. En la encíclica Humani generis
(1950), comparable en intolerancia y anti modernismo al Syllabus, Pío XII condena
severamente a los teólogos que intentaban desarrollar su reflexión cristiana en
diálogo con la modernidad. Condena el evolucionismo, los movimientos histórico-
críticos, la vuelta a las fuentes del cristianismo, etc. El concilio Vaticano II fue un
concilio más bien de teólogos que de obispos, aunque tuvo un componente
pastoral importantísimo.
La reforma del Vaticano II, en fin, desemboca en su contrario: la contra-
reforma y la restauración de Juan Pablo ll y del cardenal Ratzinger con la
colaboración necesaria del Opus Dei y de los Nuevos Movimientos Religiosos de
corte neo confesional.
La Reforma de la Iglesia implica una correcta ubicación, un saber desde
dónde se hace y para quién se hace. La Reforma debe realizarse desde un
determinado lugar social. Todas las Reformas se han llevado a cabo desde un

determinado lugar social: el giro constantiniano en el siglo IV se hizo desde el


poder político, que reconocía al catolicismo como religión Protegida; la Reforma
gregoriana en la Edad Media, desde arriba, desde el papado, para afirmar el poder
papal frente y sobre el poder imperial; la Reforma anglicana tuvo lugar desde la
Posición privilegiada del monarca Enroque VIII la Reforma protestante triunfó, en
cierta medida, con el apoyo de los príncipes; el lugar desde donde el Vaticano II
intentó reformar la Iglesia católica fue el Primer Mundo.
Creo que la reforma de la iglesia del siglo XXI no tiene que venir ni de Roma
ni de Wittenberg. Ha de hacerse desde el mundo de la exclusión en toda su
amplitud: social, cultural, étnica, religiosa, de género, que es el lugar social
prioritario de los cristianos. Y tiene que hacerse junto a y dentro de los
movimientos que luchan contra la exclusión: movimientos sociales, movimientos
de resistencia global, movimientos de derechos humanos, movimientos sin tierra,
movimientos indígenas, etc.

SER JUSTO Y VIVIR EN JUSTICIA SOCIAL


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Cada cristiano ha de plantearse cómo vive la justicia en las circunstancias


normales de su vida: en la familia, en el trabajo profesional, en las relaciones
sociales. En la Ley de Moisés estaba dispuesto que se cumpliera el diezmo: se
debía entregar la décima parte del producto de los frutos más corrientes del
campo, como los cereales, el vino y el aceite, para el sostenimiento del Templo.
Los fariseos pagaban, además, el diezmo de la hierbabuena, el eneldo y el
comino, plantas aromáticas que se cultivaban en los jardines de las casas y que
servían para condimentar las comidas. Era una equívoca manifestación de
generosidad con Dios, porque a la vez dejaban de cumplir otros graves
mandamientos en relación al prójimo.

Jesucristo rechaza la hipocresía que el falso celo oculta, pues con ello se
justifica para no cumplir con otros deberes esenciales: la justicia, la misericordia y
la fidelidad. El cristiano no debe caer jamás en un situación como aquella:
nuestras ofrendas voluntarias son gratas a Dios cuando cumplimos con las
obligatorias y necesarias, determinadas por la justicia; esta virtud manda dar a
cada uno lo suyo y se enriquece y perfecciona por la misericordia y la caridad.
Estas cosas había que hacer, sin omitir aquéllas.

La virtud de la justicia se fundamenta en la intocable dignidad de la persona


humana, creada a imagen y semejanza de Dios y destinada a una felicidad eterna.
Y si consideramos el respeto que merece todo hombre «a la luz de las verdades

reveladas por Dios, hemos de valorar necesariamente en mayor grado esta


dignidad, ya que los hombres han sido redimidos por la sangre de Jesucristo,
hechos hijos y amigos de Dios por la gracia sobrenatural y constituidos herederos
de la gloria eterna»

El aprecio a los derechos de las personas comienza por un ordenamiento


justo de las leyes civiles, al que hemos de contribuir los cristianos, como
ciudadanos ejemplares, con todas nuestras fuerzas, comenzando por aquellas
leyes que defienden el derecho a la vida, el primero de los derechos, desde el
mismo instante de la concepción. Pero no basta con esta contribución, que hemos
de hacer siempre en la medida de nuestras posibilidades, aunque sean pequeñas.

Vivir la justicia con el prójimo es mucho más que el mero no causarle daño, y
no basta para cumplirla con lamentarse ante situaciones de injusticia; quejas y
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lamentaciones que serán estériles si no se traducen en más oración y obras para
remediar esa situación. Cada cristiano ha de plantearse cómo vive la justicia en
las circunstancias normales de su vida: en la familia, en el trabajo profesional, en
las relaciones sociales...

Vivir la justicia con quienes nos relacionamos habitualmente significa, entre


otros deberes, respetar su derecho a la fama, a la intimidad, a una retribución
económica suficiente... «Estas exigencias no han de limitarse únicamente al orden
económico, como es, por ejemplo, la justicia en sueldos y honorarios; la vida y la
moral cristianas tienen exigencias más amplias. El respeto a la vida, a la fidelidad,
a la verdad, la responsabilidad y la buena preparación, la laboriosidad y la
honestidad, el rechazo de todo fraude, el sentido social e incluso la generosidad
deben inspirar siempre al cristiano en el ejercicio de sus actividades laborales y
profesionales»

Debemos vivir los deberes de justicia con aquellos que el Señor nos ha
encomendado, dedicándoles tiempo, colaborando en la formación de todos,
tratando con más esmero a aquel que, por enfermedad, edad o por sus
condiciones particulares, más lo necesita.

Somos justos cuando damos a cada uno lo suyo. El empresario, con la justa
retribución de los empleados, de acuerdo con las leyes civiles justas y con la recta
conciencia; «la justicia no se manifiesta exclusivamente en el respeto exacto de
derechos y de deberes, como en los problemas aritméticos que se resuelven a
base de sumas y de restas». Al cristiano le importa, sobre todo, ser justo ante
Dios, y esto le llevará a cumplir más allá de lo meramente establecido por las
leyes, teniendo en cuenta las circunstancias personales y familiares de quien
trabaja a su cargo.

La economía tiene sus propias leyes y mecanismos, pero estas leyes no son
suficientes ni supremas, ni esos mecanismos son inamovibles. El orden
económico no debe concebirse -insiste el Magisterio de la Iglesia- como un orden
independiente y soberano, sino que ha de estar sometido a los principios
superiores de la justicia social, que corrijan los defectos y deficiencias del orden
económico y tengan en cuenta la dignidad de la persona.

La justicia social exige también que al trabajador no se le deje a merced de


las leyes de la competencia, como si su trabajo se tratara sólo de una mercancía;
y una de las principales preocupaciones del Estado y de los empresarios «debe
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ser ésta: dar trabajo a todos», pues el paro forzoso es uno de los mayores males
de un país y causa de otros muchos en la persona, en las familias y en la sociedad
misma.

Son puntos que con frecuencia deberemos examinar, para vivir


delicadamente, delante de Dios y de los hombres, los deberes hacia el prójimo: la
justicia, la misericordia y la fidelidad en los pactos y promesas.

ANEXO 1

La Justicia Social
José Musse Torres

Domingo, 21 de marzo de 2004

Cuando hablamos de justicia social, erróneamente pensamos en una mejor


redistribución de la riqueza y aunque ello también es parte de la misma, estamos
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ciertamente hablando principalmente de crear un sistema de defensa legal
orientado a resolver los problemas más apremiantes del ciudadano. Litigar un
caso de paternidad, iniciar un divorcio son desafíos titánicos que lindan con lo
imposible. No solamente está el costo, sino las largas jornadas que deberán
invertirse. Juicios de propiedad que tienen 40 años litigándose no son extraños en
nuestra sociedad. La justicia que tarda no es justicia.
América Latina está convulsionada, continuamente sometida a presión, necesita
de sistemas confiables que le sirvan en su vida cotidiana para que deposite
confianza en la democracia. Crea en ella y apueste por ella, de otra forma está en
riesgo permanente de revoluciones y dictadores, de masacres sangrientas, de
marchas y contra marchas.

¿Por qué no podemos crear cortes populares que resuelvan los casos menores en
30 minutos? ¿Acaso no hay miles de problemas agobiantes que con menos
tiempo pueden resolverse si hay alguna autoridad que los atienda? No hablamos
de elucubrantes homicidios, ni millonarias falsificaciones o fraudes que requieran
de un irrenunciable desfile de testigos, testimonios de expertos, ni de peritaje
forense o de elevado conocimiento en criminalística. Hablamos de un propietario
que tumbó un árbol y destruyó sin proponérselo el automóvil del vecino y que se
niega a indemnizarle. Del inquilino que no paga el arriendo, del alma feliz que
martiriza al vecindario cada fin de semana con 200 decibeles, desde las ocho de la
noche hasta las cinco de la madrugada y de la que sus invitados refundan sus
botellines en nuestro jardín y del propietario al que nuestros reclamos le importan
un bledo y al que la policía tampoco atiende. Algo sencillo desemboca en una riña
callejera o en un homicidio. Un solo caso como el descrito es molesto, vivir este
evento ruidoso semanalmente y en forma imparable a través de los años es un
infierno. Termina acabando con la salud física y mental, genera trastornos,
enfermedades y recae en el valor de venta de las propiedades.

Nos referimos a los hijos del vecino que ha marcado con pelotas nuestra fachada
recién pintada y a la que nada importan los reclamos, padres que se desentiende
del asunto, de los que creen que la calle y parques son urinarios o defecaderos de
sus mascotas o de ellos mismos. Trayendo peligrosas secuelas de enfermedades

infecciosas. Restando un espacio de belleza como es un jardín para convertirlo en


un cagadero. Del padre que llega borracho a casa y se gasta el dinero familiar en
prostitutas y timba. De la violencia domestica.

Departimos de sentir la presencia del Estado en nuestros actos cotidianos en


defensa de la paz urbana y promoción del civismo. Propiciar la actitud solidaria y
positiva entre los residentes de un mismo municipio. Estas Cortes resuelven
expeditas, casos menores que sin embargo, significan, ornato, salud física, salud
mental y desarrollo personal. Esto explica lo popular que resultan programas como
“Sala de Parejas” de la jueza Ana María Polo.
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Panamá parece ser el país donde mejor acogida ha tenido este programa. Cristina
Pérez González de “La Corte de Familia” de la cadena Telemundo sigue este
mismo estilo que copia el modelo judicial de la sociedad norteamericana y que son
todavía una fantasía lejana para la mayoría de sudamericanos.

Algo que no tiene porque ser oneroso al Estado ni a los contribuyentes, pues esto
debe ser sufragado por el litigante perdedor. Creamos puestos de trabajo,
difundimos mejor imagen nacional y establecemos una base ancha de justicia
social.

En América Latina predomina el idiota ilustrado, el salvaje mono desnudo. El que


hago lo que me da la gana porque soy hijo de, o tengo dinero, la impunidad se
encuna desde temprana edad. La creencia de que un apellido o un puesto en el
gobierno local o nacional o en una importante empresa privada, confiere el
salvoconducto de la arbitrariedad.

Construir la justicia social en un país, debe hacerse desde sus cimientos, esto nos
ayudará a abandonar esas imágenes tercermundistas de ajusticiamientos
callejeros. Violadores linchados, carteristas quemados vivos en la vía pública, por
una sencilla razón: El agotamiento de la paciencia de un pueblo que no tiene
controles ni válvulas de escape.

Hablamos de cortes populares donde se ventilan temas menores, sin necesidad


de abogados, con un juez dirimente que tenga la fuerza de la ley y la policía de su
lado para obligar al cumplimiento de su veredicto, un lugar que resuelva los temas
de conflicto familiar, vecinal, laboral y comercial de los más cotidianos. Los
municipios deberían por ley implementar dos o más salas, según su volumen
demográfico. Esto descentralizaría la justicia, la haría cercana, así quizá
estaremos construyendo al ciudadano modelo que aspiramos presentar para ser
una sociedad desarrollada, una sociedad en paz y con justicia es más segura y
próspera.

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