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Bosquejo de la vida de Shaykh Ahmad Ahsá’í

Por Vahíd Rafatí


Traducido por Miguel Gil Santesteban

Shaykh Ahmad Ahsá’í, ibn Zayn al-Dín ibn Ibrahím ibn Saqr ibn Dághir,
nació en el mes de Rajab del año 1166 d.h. (1752 d.C.) 1 en el pueblo de
Mutayrafí, en la región de Ahsá 2, tierra adentro en Bahrayn. El clan de
Shaykh Ahmad pertenecía a la tribu beduina de al-Maháshír, la cual se
había instalado en Ahsá en vida de Dághir (cinco generaciones antes de
Shaykh Ahmad, hacia mediados del siglo XVIII). Aunque la tribu era de
origen sunní, Dághir y su clan se convirtieron al shiísmo en circunstancias
desconocidas. Shaykh Ahmad fue educado en el seno de una familia shí’í,
en un contexto en un contexto en que la mayoría del paisanaje era sunní
y donde no faltaban alguna ordenes sufíes. 3 Así pues, desde su infancia,
Shaykh Ahmad estuvo familiarizado con las diferentes tendencias del
pensamiento islámico, familiaridad que desempeñó un gran papel en su
carrera posterior. En su autobiografía, Shaykh Ahmad lamenta que su
pueblo nada supiera de obligaciones y deberes religiosos. Alegaba que
difícilmente podían diferenciar entre lo prohibido (harám) de lo permitido
(halal). 4 En medio de esta irreligiosidad, Shaykh Ahmad hizo un
llamamiento a la revitalización de la vida religiosa.
La educación formal de Shaykh Ahmad, al igual que de los musulmanes
más educados, comenzó con la lectura del Corán, cosa que pudo realizar a
la edad de cinco años. 5 Tras acabar los cursos religiosos elementales en
su tierra natal, Shaykh Ahmad acudió a los ‘Atabát 6 para incorporarse al
circulo académico de estudiosos tales como Muhammad Báqir Bihbahání
(1205 d.h./1790 d.C), Siyyid Muhammad Mihdí Tabátabá’í, conocido como
Bahr al-‘Ulúm (1212 d.h./1797), Shaykh Ja’far Najafí, conocido como
Káshif al-Ghitá (1231 d.h./1815 d.C.) y Mír Siyyid ‘Alí Tabátabá’í (1228
d.h./1813 d.C). 7 Shaykh Ahmad recibió ijázas 8, licencias de enseñanza,
de los más destacados eruditos de su época. Obtuvo su primera licencia
en 1909 d.h/1794 d.C. 9
A Shaykh Ahmad se le consideraba una autoridad no sólo en las diversas
ramas de las ciencias islámicas tales como rijál, fiqh, tafsír, sino también
el literatura, astronomía, medicina, geometría, matemáticas e incluso
música. 10 Aunque su dominio literal de esas ciencias no es asunto que
nos concierna aquí, es evidente, por sus escritos, que poseía el don de
una memoria aguda y que era capaz de comprender los problemas
tecnológicos y filosóficos más intrincados. Su vasto conocimiento y
originalidad quedan confirmados por el testimonio de sus biógrafos 11 y
de las autoridades religiosas que le extendieron las ijazas.
Aunque Shaykh Ahmad se formó con los hombres más eruditos de su
tiempo, nunca le satisfizo la educación formal recibida. Esta insatisfacción
con el clima social y religioso en el que creció y su propio temperamento
contemplativo hicieron que se entregase a la piedad y la contemplación.
Como consecuencia de sus prolongadas meditaciones y de las recitaciones
del Corán, tuvo sueños recurrentes sobre los Imanes. Su propia
percepción de esta sociedad con los imanes constituyó la piedra clave de
su vida, cuyo influjo se haría notar por su personalidad y habría de
infundirle un intenso amor por estas figuras. Para Shaykh Ahmad, tales
sueños constituyeron la fuente de todo conocimiento e inspiración.
En su autobiografía, Shaykh Ahmad no menciona el nombre de ninguno de
sus maestros que le extendieron sus licencias; antes bien, menciona que
en un sueño se encontró con el décimo Imám, ‘Alí ibn Muhammad al-Hádí,
y que recibió doce licencias de cada uno de los doce Imanes. 12
Shaykh Ahmad realizó varias peregrinaciones a los santuarios de de los
Imanes en Irán, Atabát, la Meca y Medina. De hecho, los últimos
cincuenta años de su vida los dedicó a visitar esas ciudades, así como a
predicar y enseñar a las multitudes de estudiantes que acudían a sus
alocuciones.
La erudición de Shaykh Ahmad y su piedad le valieron fama, respeto,
popularidad e influencia. Allá donde viajaba, contaba con la buena acogida
de gobernadores, funcionarios, autoridades religiosas y de la
muchedumbre. En Yazd recibió cartas de invitación de Fath ‘Alí Sháh,
quien había expresado su deseo de visitarlo personalmente. 13 Shaykh
Ahmad accedió a viajar a Teherán, donde fue calurosamente recibido por
el Sháh y su corte. Fue invitado a instalarse en la capital, pero Shaykh
Ahmad estimó que la invitación era incompatible con la piedad y
simplicidad de su vida, por lo que dejo pronto la capital.
Hacia el final de su vida, su amplia popularidad, así como su postura
doctrinal, que algunos ‘ulamá consideraban herética, le acarreo la amarga
experiencia del takfir, esto es, la denuncia formal como hereje. Durante su
estancia en Qazvín, hacia 1239 d.h/1824 d.C.; Shaykh Ahmad tuvo un
encuentro con los ‘ulamá de la ciudad, incluido Mullá Muhammad Táqí
Barragán (1264 d.h./1847 d.C.), la autoridad religiosa más famosa e
influyente de la ciudad. En uno de sus encuentros, Baraghání planteó
varias preguntas teológicas a las que Shaykh Ahmad respondió con su
punto de vista. Tras escuchar a Shaykh Ahmad, Baraghání afirmó que las
respuestas no concordaban con las creencias universalmente aceptadas
del shiísmo, por lo que le declaró hereje. 14 La oposición de Baraghání fue
la primera y más importante que sufriera Shaykh Ahmad.
Shaykh Ahmad falleció en Hadíyá, a unas dos etapas de Medina, el 21 de
Dhú al-Qa’da d.h./1825 d.C. 15, cuando contaba con 75 años de edad.
Recibió sepultura en el cementerio Baqí’, en Medina.
Aunque existen escasas pruebas que permitan abrigar la idea de que en
vida de Shaykh Ahmad se le considerara a éste fundador de una nueva
escuela de pensamiento dentro del contexto shí’í, con el paso del tiempo y
conforme sus ideas fueron objeto de mayor atención intelectual, un grupo
de ‘ulamá fundamentalistas percibieron la distinción radical entre sus
puntos de vista y las doctrinas establecidas del shi’ísmo, motivo por el que
fueron distanciándose cada vez más de los shaykhíes. Al paso que
evolucionaba históricamente, la escuela shaykhí dio muestras de mayor
solidaridad corporativa y de su capacidad de reacción como grupo frente
al cuerpo principal del shiísmo, cuya oposición intelectual y social hubo de
resistir.
Tras la muerte de Shaykh Ahmad, su discípulo y compañero íntimo Siyyid
Kazim Rashtí (1259 d.h./1843 d.C.) se convirtió en el adalid de la escuela.
Los lazos espirituales e intelectuales que ligaban a Shaykh Ahmad y Siyyid
Kazim, así como la confianza del primero en el segundo, eran tan
evidentes para los seguidores shaykhís que, sin necesidad de designación
formal, todos consideraron a Siyyid Kazim el único posible sucesor,
reconociéndole como el interprete más auténtico de las doctrinas de
Shaykh Ahmad.
La relación intelectual y escolástica que Siyyid Kázim mantuvo con Shaykh
Ahmad, su indisputada autoridad en cuestiones islámicas en general, y
sobre los escritos y pensamientos de Shaykh Ahmad en particular, así
como su piedad y fidelidad, hicieron de él la única persona
intelectualmente merecedora y capaz de asumir con su magisterio la
jefatura de la escuela shaykhí. En consecuencia, a efectos de la doctrina
shaykhí, las obras de Siyyid Kazim revisten una importancia tan capital
como las del propio Shaykh Ahmad.
Durante el ministerio de Siyyid Kazim, los shaykhíes desarrollaron un
sentimiento mayor de solidaridad. Aunque la escuela shaykhí no actuaba
al margen del shiísmo, sus rasgos singulares, parcialmente evidentes
hacia el final de la época de Shaykh Ahmad, empezaban a cristalizar. Fue
entonces, asimismo, cuando las doctrinas de Shaykh Ahmad se reflejaron
de forma más elaborada y completa en las explicaciones de Siyyid Kazim.
El hecho ocurrió en parte como consecuencia de varias disputas
escolásticas que tuvieron lugar en Karbilá entre Siyyid Kazim y algunas
autoridades religiosas de su tiempo. Estas disputas pusieron en relieve los
rasgos únicos de las doctrinas shaykhíes y sus divergencias con las demás
escuelas de pensamiento.
Al margen de su resultado, el hecho mismo de que las discusiones
tuvieran lugar revela que en Karbilá los ‘ulamá shí’íes miraban a los
shaykhíes como un grupo frente al cual convenía tomar medidas en
nombre de la protección de la Sharí’áh. No hay duda de que habían
reconocido en las idea shaykhíes una amenaza potencial contra su propia
autoridad y posición.
Bajo Siyyid Kazim, la escuela shaykhí se convirtió en una fuerza activa
para los antitradicionalistas, quienes vieron en ella un movimiento
revolucionario dirigido contra las autoridades religiosas y sus dogmas. La
fuerza revolucionaria del movimiento, no sólo en su forma embriónica, se
desarrollaría en los decenios posteriores hasta convertirse en una
revolución religiosa y sociopolítica madura.

NOTAS

1. Abú al-Qásim Ibráhímí, Fihrist-i kutub-i masháyikh-I ‘izám, 3º ed.


(Kirmán: Sa’ádat, sin fecha), 132.
2. Según Zayn al-Ábidín Shírvání en su Bustán al-síyáha (Teherán:
Kárkhánayi Habíballáh, 1897), 522. Ahsá es el nombre original del país,
pero se ubica en lo que asimismo es llamado Lahsá y Hasá. Así pues, las
gentes del país son conocidas como Lahsáwí o Hasáwí, así como Ahsá’í.
3. El hijo de Shaykh ‘Abd Alláh, hijo de Shaykh Ahmad, ha escrito un
tratado en árabe sobre la vida de su padre. El tratado ha sido traducido al
persa y publicado por Muhammad Táhir Khán. En 1976, esta traducción
era publicada en Kirmán junto con la Risála-yi tadhkirat al-awliyá. Para
más información sobre la familia de Shaykh Ahmad, ver las páginas 17-18
de dicha obra. Las referencias a dicha obra figuran bajo el título de Risalá-
yi Shaykh ‘Abd Alláh.
4. Ibráhímí, Fihrist, 132.
5. Ibráhímí, Fihrist, 133.
6. ‘Atabát, literalmente “umbrales”. La palabra hace referencia a los
santuarios sagrados de los shí’íes, situados en la ciudades iraquíes de
Karbilá, Kázimayn, Najaf y Sámarrá.
7. Risála-yi Shaykh ‘Abd Alláh, 18.
8. De ordinario, el estudiante religioso completa su curso con la redacción
de un tratado sobre un tema religioso. Si el tratado merece la aprobación
del profesor, el escritor recibe una ijáza (autorización o licencia), cuyo
otorgamiento constituye un gran honor para el estudiante y un
reconocimiento oficial de sus calificaciones morales, académicas y
religiosas. La fama y estima del expedidor de una ijazá reviste
importancia para la carrera religiosa y académica posterior del
recipiendario: los libros de biografía suelen proporcionar los nombres de
los ‘ulamá que han surtido ijazás obtenidas por el ‘alim (erudito).
9. Muhammad ‘Alí Mudarris, Rayhánat al-adab (Teherán: Khayyám,
1967), 1:79.
10. Siyyid Kázim Rashtí, Dalíl al-mutahayyirín (Najaf: no consta editor,
1944), 20. Ver también Hájí Karím Khán Kirmán, Hidáyat al-tálibín
(Kirmán: Sa’ádat, 1980), 63-65.
11. Mudarris, Rayhánat al-adab, 79.
12. Ibráhímí, Fihrist, 141.
13. Risalá-yi Shaykh ‘Abd Alláh, 23.
14. El informe completo sobre le carácter de esta disputa y sus
consecuencias aparece en Muhammad Tunikábuní, Qisas al-‘ulamá
(Teherán: Islámíyá, sin fecha), 34-43. Takfir: término técnico con que se
designa esta denuncia, una suerte de excomunión, significa “acusar a
alguien bajo cargos de descreimiento (kufr)”.
15. Rayhánat al-adab, 2:81.

Fuente:

Vahid Rafati, "The Development of Shaykhi Thought in Shi`i


Islam," (Ph.D. dissertation, University of California, Los Angeles,
1979).

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