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MONARQUÍA MONARQUÍA MONARQUÍA

FEUDAL AUTORITARIA ABSOLUTA


CRONOLOGÍA Siglos IX- Siglos XV-XVII - Siglos XVIII-
mediadosXV inicios XIX
(ESPAÑA) (RRCC y Austrias)
(Borbones)
INSTITUCIONES - Vasallaje - Hacienda - Administración
centralizada y
- Curia o Consejo - Inquisición y otros uniformizadora
Real tribunales de justicia (unificación de leyes,
Secretaría de Estado,
- Cortes (a partir siglo - Santa Hermandad Capitanías
XII) Generales...)
- Ejército

- Consejos Reales

- Diplomacia

- Burocracia
(virreyes,
insaculación...)
APOYOS -Grandes nobles y - Burocracia - Grupos
(ECONÓMICOS, alto clero (sus centralizada privilegiados
SOCIALES) vasallos)
- Grupos privilegiados- Burocracia
- Burguesía y alta burguesía centralizada

- Nuevos impuestos
(Catastro)
ENEMIGOS/ -Grandes nobles y - Otros países - Otros reyes
alto clero
RIVALES - Territorios con - Ilustrados
privilegios y fueros
(Aragón, cataluña)

LIMITACIONES A - Sólo es el "primus - Fueros y privilegios - En teoría, ninguna


SU PODER inter pares" locales (monarquía absoluta
de derecho divino)
- Apenas tiene poder
judicial - Desaparecen los
fueros
- Depende del ejército
de sus vasallos

- Depende del dinero


de las Cortes
- Privilegios y fueros

VALORACIÓN DE - Muy limitado - Aumenta a costa de - Poder elevado, pero


SU PODER privilegios locales y descontento (de
- Depende totalmente del poder político de momento, entre
de las relaciones de los nobles (que intelectuales)
vasallaje mantienen otros
privilegios,
económicos y
sociales, y entran en
el Estado)

CUADRO COMPARATIVO DE MONARQUÍAS

MONARQUÍA FEUDAL, MONARQUÍA AUTORITARIA, MONARQUÍA ABSOLUTA

MONARQUÍA FEUDAL

En los siglos IX-XI, en la cúspide de la pirámide feudal se situaba el rey; pero este es reconocido sólo
como el primus inter pares, es decir, “el primero entre iguales”. Sus iguales eran sus vasallos feudales,
la gran nobleza (condes, duques) y el alto clero (obispos y abades) con los que el monarca compartía el
gobierno del reino.
El rey tenía pocas atribuciones exclusivas, entre las que destacan dirigir campañas militares (a las que
sus vasallos habían de acudir con sus ejércitos), pedir impuestos o ejercer de juez supremo.

Para gobernar, el rey contaba con la ayuda de la Curia o Consejo Real, formada por un grupo de
notables que le aconsejaban a la hora de tomar decisiones; y vivía rodeado de su Corte.

A partir del siglo XII, los monarcas aprovechan el crecimiento económico de las ciudades y el auge de
la burguesía para, con su apoyo, intentar imponer su autoridad sobre la nobleza feudal y garantizar la
unidad y la estabilidad del territorio de su corona. Pero, a cambio, dan bastante libertad a las ciudades
(fueros) y ven cómo la Curia se transforma en un organismo que representa a los tres Estamentos
(Nobleza, Clero y ciudades) y que controla – en mayor o menor medida- la acción de los reyes: se trata
de las Cortes o Parlamentos.

MONARQUÍA AUTORITARIA

El reinado de los Reyes Católicos (1479-1516) significa la imposición de un nuevo modelo de


monarquía, especialmente en Castilla, donde Fernando e Isabel se propusieron imponer la autoridad del
rey por encima de cualquier poder.

Así, se crean una serie de instituciones que refuerzan el poder real. En el caso de Castilla: la Real
Audiencia o Cancillería se encarga de la justicia; para asuntos económicos, la Contaduría Real de
Hacienda; La Santa Hermandad es un nuevo cuerpo de seguridad; La Inquisición es un tribunal
eclesiástico; las ciudades son controladas por los corregidores, funcionarios reales; Las Cortes siguen
con su papel consultivo, pero se da mucha más importancia a los Consejos; también se crea un ejército
real profesional y permanente, así como un Cuerpo Diplomático. En la Corona de Aragón las
instituciones medievales (como las Cortes) y los privilegios locales siguen vigentes, pero los RRCC
poco a poco van introduciendo elementos que aumentan su poder: la Inquisición, la figura del virrey
(representante del rey en los territorios de la Corona) o el sorteo de cargos municipales (insaculación).

Los Austrias (siglos XVI-XVII) siguieron con el proceso de aumentar el poder de la monarquía y de
sus instituciones: Felipe II acentuó la centralización, las Cortes rara vez se convocaban y todas las
decisiones emanaban del rey, que era ayudado en su tarea por el sistema de Consejos (de Estado, de
Guerra, de Indias, territoriales), que tenían la función de asesorarle. Hubo momentos en que este
aumento del poder real fue visto como un ataque a los privilegios locales, por lo que se produjeron
sublevaciones, como las Alteraciones de Aragón (1591) o los levantamientos de 1640 en Cataluña,
Portugal y Nápoles.
MONARQUÍA ABSOLUTA

Con la excepción de Gran Bretaña – que ya hizo su revolución en el siglo XVII – y de otros pequeños
estados, las monarquías absolutas gobiernan en todos los países europeos a partir de finales del siglo
XVII. El eje central de este sistema político es la idea de la monarquía absoluta de derecho divino: el
rey sólo recibe la Corona de Dios y sólo es responsable ante él; su autoridad no tiene línites ni control.
El rey francés Luis XVI resumía el absolutismo con esta fórmula: es legal porque yo quiero.

Las grandes monarquías europeas defienden también la idea de un centralismo absolutista: los reyes
gobiernan a través de los Consejos y con la ayuda de una gran burocracia fiel al monarca (Secretarías
de Estado, Capitanías Generalales, Audiencias, corregidores e intendentes).

En España este modelo político llega de manera plena con la llegada al trono español de la dinastía
francesa de los Borbones, a inicios del siglo XVIII. A partir de los Decretos de Nueva Planta (1707-
1716) se define en todos los reinos un modelo uniformizador y centralista

TEXTOS

"Nos, que somos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos principal entre los iguales, con
tal de que guardéis nuestros fueros y libertades, y si no, no"

Texto que se hacía jurar a los reyes aragoneses en el momento de su coronación

Frisaba el cardenal Jiménez de Cisneros con los ochenta años cuando fue por segunda vez regente de
España (tras la muerte de la reina Isabel), cargo para el que necesitó toda su pericia para hacer frente a
las complicaciones que le creaban los nobles. Una vez se le presentaron ciertos miembros de la alta
nobleza pidiéndole, con aires de insolencia y de altivez, que mostrara los poderes que tenía para
gobernar. El enérgico octogenario abrió un balcón y mostrándoles una compañía de soldados que le
daba guardia y unos cañones emplazados en el patio, contestó: “Éstos son mis poderes.” De allí en más,
la frase se usó para definir la fuerza como derecho.
Origen de la frase “Estos son mis poderes”

“El reino de Aragón instituyó sus leyes, formó sus fueros (...) Establecieron entre otros un oficio por
juez supremo sobre el rey, que fuese sobre todo guarda y defensor de sus fueros. A éste llamaron
justicia de Aragón (...) el rey no es juez en Aragón ni puede condenar ni declarar a ninguno por traidor,
ni en otra cualquier nota por pequeña que sea, por ofensa cometida o pretendida de él o de su fisco (...)
En fin el rey es parte y no juez de su vasallo en Aragón (...) tal es la naturaleza de aquel Reino y de sus
leyes”.

Antonio Pérez (ex-secretario de Felipe II) Relaciones, 1594

“Los reyes son llamados justamente dioses, pues ejercen un poder similar al divino. Pues si consideráis
los atributos de Dios, veréis cómo se encuentran en la persona de un rey (...). De la misma forma que es
impío y sacrílego hacer un juicio sobre los actos de Dios, igualmente es temerario e inconsciente para
un súbdito criticar las medidas tomadas por el rey.”

Jacobo I de Inglaterra. Reinó entre 1603 y 1625.

"Es sólo en mi persona donde reside el poder soberano; es a mí a quien deben mis cortesanos su
existencia y su autoridad; sólo a mí pertenece el poder legislativo sin dependencia y sin división; es por
mi autoridad que los oficiales de mi Corte proceden al registro, a la publicación y a la ejecución de la
ley; el orden público emana de mí, y los derechos y los intereses de la Nación, de los que se suele hacer
un cuerpo separado del Monarca, están unidos necesariamente al mío y no descansan más que en mis
manos."

Discurso de Luis XV al Parlamento de París el 3 de marzo de 1766.

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