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reseña

PRESENTACIÓN DEL LIBRO


“Microhistorias de Tacuba”
de Manuel López de la Parra
ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ*

El pasado lunes 12 de mayo de este año, tuvo lugar la presentación del libro
Microhistorias de Tacuba, de la autoría de Manuel López de la Parra, maestro
universitario, en el Aula Magna “Jesús Silva Herzog”, de la Facultad de Economía,
sita en Ciudad Universitaria, en el Distrito Federal.
El acto con fuerte sabor académico fue organizado y coordinado por la Lic. María
de los Ángeles Comesaña, coordinadora de eventos especiales de la propia facultad,
al que asistieron numerosos estudiantes y maestros, así como público en general.
Uno de los más destacados comentaristas lo fue el Lic. Alejandro Encinas
Rodríguez, distinguido catedrático de dicha facultad, y además ex jefe de Gobierno
del Distrito Federal. Su intervención consistió en una crítica profunda que obliga a la
reflexión acerca de la importancia que conlleva la vida urbana en las diferentes
barriadas que integran la ciudad de México, en donde flota en un primer plano la
necesidad de convivir en un ambiente de solidaridad, simple y sencillamente porque
la vida en los barrios citadinos constituye el punto de partida, la base para la
consolidación de la sociedad en general, y muy en especial, de lo que se llama
actualmente la sociedad civil. Además, por su importancia intrínseca, la vida de la
barriada viene a ser, junto con la familia misma, el núcleo fundamental de nuestra
sociedad, y a su vez, la sociedad así integrada, es la base de la patria.
Por ello, dada la importancia misma de la intervención, a continuación se incluye
el texto íntegro de dicho comentario.
Microhistorias de Tacuba hace una recopilación Tacuba y sus muchas locaciones y de su gente co-
de 23 textos e imágenes que fueron publicados mún y corriente?
por el autor Manuel López de la Parra en periódi- Afortunadamente para los lectores, la res-
cos y revistas de circulación nacional como: El puesta es sí, y de esa manera el autor nos lleva a
Nacional, Excélsior y Revista de Revistas. navegar por los mares, lagos y bahías que denomi-
El autor parte de la pregunta: ¿Valdrá la pena nan, desde 1929, las calles de los barrios de Tacu-
publicar estas páginas, en donde se exaltan las ba, del viejo municipio de Popotla y sus alrededo-
virtudes habidas y por haber del vecindario de res, quizá, como señala, por el capricho y la ironía
de algún funcionario del DDF, en alusión a las
inundaciones que en aquella época se presenta-
* Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. ban ante la falta de drenaje.

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reseña

El licenciado Alejandro
Encinas y el maestro Manuel
López de la Parra, durante la
presentación del libro de
éste último: Microhistorias de
Tacuba, en la Facultad de
Economía de la UNAM, el
pasado 12 de mayo.

Más allá de la recreación de los lugares, las histo- pulquería “Los siete compadres”. Cuyo funeral fue el
rias y anécdotas, por recuperar la historia y la tradi- más concurrido por la vecindad como diciendo “era
ción oral de Tacuba y su gente, lo cual es ya un méri- un gandalla, pero era nuestro gandalla”. Y en los lí-
to del libro; lo más importante es la reivindicación mites de Tacuba y Azcapotzalco (tierra de Chintolo-
del barrio, como una expresión de la cultura urbana los), en Mar del Norte número 20, un joven estu-
y punto de identidad popular. El barrio “sigue siendo diante de ciencias químicas pasaría a formar parte de
el núcleo fundamental que forma la sociedad, en las crónicas urbanas, Gregorio Cárdenas Hernández,
donde está el pueblo, donde está la familia, donde primer asesino serial reconocido en la ciudad de Mé-
están “los cuates”, “nuestros ñeros”, “nuestros car- xico, quien en un pequeño jardín de esa casa sepultó
nales”, “la flota”…, (las) “chicas guapas que distin- a cuatro mujeres, donde hoy se encuentra un altar a
guen la cuadra”. la Virgen de Guadalupe.
Y desde ahí, el barrio comienza a tomar forma en Microhistorias de Tacuba, logra su objetivo: resca-
los bares y piqueras donde acuden los “gandallas”; tar la memoria histórica de uno de los sitios que con-
en las viejas casonas porfirianas al lado de las vecin- forman la ciudad de México, como lo es Tacuba, sus
dades populares; los talleres y pequeñas factorías; los muchas colonias y barrios.
mercados, peluquerías y baños públicos tradiciona- Nos deja en la memoria un grato sabor de boca,
les; las nuevas edificaciones, los parques y callejones de la vieja calzada de Tlacopan, vértice del trazo de
que identifican a esta histórica región de la ciudad. la ciudad prehispánica, de sus barrios Popotla, la Pe-
El barrio adopta nombre, apellido y apodos. A ve- rulera, la Pénsil, el callejón de Cañitas y sus lugares,
ces con nostalgia, otras, las más, con orgullo. Cobran el Panteón Francés, la ruinas del Jardín Pénsil y de la
vida en el recuerdo los personajes que han construi- casa de los Ruel, la Casa de Moneda, la fábrica de bi-
do la historia de Tacuba y de la ciudad: desde el lletes del Banco de México, las calzadas México Ta-
Tigre de Santa Julia, uno de los Robin Hood mexica- cuba, Carrillo Puerto y Legaria, donde transitan
nos, cuya carrera fue truncada por una explicable “riadas” de soldados verde olivo.
distracción, hasta el orgullo de ser de la Pénsil, de Su lectura, contribuye a fortalecer nuestro senti-
donde han salido los mejores rateros de México, los miento de identidad y pertenencia con nuestra ciu-
“pungas” que desalojan su madriguera para trabajar dad, nuestro barrio, con la cuadra, y con ello fomen-
por la ciudad. tar el orgullo de ser parte de esta ciudad y de esta
En las páginas también encontramos el “bravis”, sociedad que ocupa uno de los conglomerados urba-
terror la barriada de Lago Naur, por los rumbos de la nos más grandes del mundo. <

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