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Evaluar las innovaciones

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Cada vez que escuchamos el relato de una innovación nos

preguntamos: ¿cuáles fueron sus resultados? y, también, cada vez

que diseñamos e implementamos una nueva propuesta: ¿valió la

pena el esfuerzo? ¿Qué cambió y qué permaneció inalterable?

Estas son preguntas recurrentes que expresan el interrogante más

genuino luego de un cambio. Significan que deseamos saber si el


Andrew Wyeth, Winter, North Carolina Museum of
cambio implica mejora, si las promesas del nuevo proyecto se
Art, Raleigh, 1946
cumplieron, si el esfuerzo nos permite recoger sus frutos.
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En este espacio deseamos contribuir al análisis de la evaluación

de los proyectos innovadores entendiendo que se trata de una tarea de análisis de las propuestas que diseñamos con el objeto de

proponer un camino constante de incremento de la calidad de nuestro trabajo cotidiano.

El sentido de evaluar la innovación

El valor de la evaluación de una propuesta innovadora es poder recoger datos que nos permitan apreciarla en todos

sus sentidos. No se trata de un trabajo técnico sino de un esfuerzo profesional, comprometido con el proyecto con

el objeto de mejorarlo, reinventarlo, abrir una nueva línea de desarrollo.

Las virtudes y los defectos o las debilidades de un proyecto deberán poder emanar de esta tarea. No se trata de sostener de manera

taxativa que como resultado de la evaluación podemos afirmar que el proyecto es bueno o malo. Si así lo fuera, no necesitaríamos la

implementación de estas propuestas. Una simple mirada en torno al proyecto evidenciaría sus errores o virtudes. Se trata de diseñar e

implementar un acto de conocimiento basado claramente en criterios pedagógicos, en tanto se trata de un proyecto pedagógico que nos

permita, de manera enriquecida, encontrar nuevos caminos o alternativas para su mejoramiento.

Los propósitos de los proyectos tienen origen, más de una vez, en la búsqueda del aumento de la calidad de alguna propuesta

pedagógica. Para construir la evidencia de su cumplimiento aplicamos técnicas diversas pero en todas ellas subyacen criterios

pedagógicos. Es así como podemos mejorar un proyecto si reconocemos que una debilidad es el escaso compromiso de los docentes o

los estudiantes con su cumplimiento, si no permite el desarrollo de la creatividad de los estudiantes, favorece la comprensión, logra la

participación comprometida de la comunidad de padres con alguna de las propuestas escolares, incrementa la lectura, el compromiso
de los estudiantes con el estudio, y tantas otras razones de valor del campo de la educación. En síntesis, la evaluación de las

innovaciones es un proceso de producción de conocimiento original que permite incrementar la calidad del proyecto que se evalúa.

Contar la escena

Describir es una desafiante actividad que, más de una vez, nos parece de escaso o débil valor. Sin embargo, el relato de lo cotidiano

puede permitirnos una nueva reflexión acerca del valor del proyecto. Se trata, simplemente, de apreciar de manera distante lo que

tenemos a nuestro alcance cambiando el foco o la perspectiva de análisis. Dos son los caminos posibles para llevar a cabo esta actividad.

Uno de los caminos requiere identificar las variables que se deberían o podrían estar contenidas en las descripciones y una vez

identificadas, relatar su sentido o apreciación en el proyecto. Por ejemplo: un proyecto puede haber estado dirigido a promover cambios

en las lecturas de los estudiantes. En esos casos el listado de variables puede dirigirse a recoger las opiniones y se

identificarán todos los actores posibles que pudieran brindarla: padres, docentes, bibliotecarios, estudiantes. Otra

variable puede estar dirigida a la cantidad de libros leídos por año o quién es el que recomienda los libros que el

lector lee, etc. Evidentemente, una cantidad significativa de variables nos puede permitir explorar lo sucedido con

la implementación del proyecto. Una vez identificada la variable procederemos a elegir el camino que nos permite describir los hechos y

las apreciaciones que contienen esa variable: formular preguntas dirigidas a su apreciación, solicitar relatos en que se narren

experiencias que las incluyan, etc. Las preguntas deberán ser reales y de interés y no simbólicas, con el simple afán de preguntar. Esto

es, preguntas que tienen utilidad para conocer el proyecto y no preguntas retóricas para encontrar la respuesta que conocemos

anticipadamente o aquella que no permitiría establecer ninguna propuesta de mejoramiento.

Otro camino posible es tratar de recoger anécdotas o historias que los distintos actores que participan del proyecto nos puedan brindar.

Es posible pedirles algo que los haya sorprendido de la implementación del proyecto, lo que les haya gustado más, lo que menos, lo

atractivo o desafiante, lo que llama la atención. Se trata de recoger las visiones de la realidad desde los sentimientos, emociones y

compromisos de los participantes: tanto las escenas familiares como las nuevas, las llamativas o las que se repiten. En todos los casos

están involucradas las percepciones de los sujetos comprometidos. Esto no disminuye la veracidad del relato sino, por el contrario, la

acepta y no sesga la descripción cuando pretende eliminarla. Se trata de incorporar el sentimiento y las emociones en la descripción. El

placer de compartir las lecturas, las apreciaciones, discutir las interpretaciones, forma parte de las vivencias que pueden recogerse en

las descripciones en donde las percepciones y sentimientos integran las apreciaciones de los proyectos. Las escenas que se describen

aún cuando son escenas de la cotidianeidad de la implementación de los proyectos arrojan visiones esclarecedoras de su valor.

Otras fuentes de información


El registro de las reuniones en las que los profesores discuten el valor o los problemas de la implementación de los

proyectos, las fotos de determinados momentos de su desarrollo, la documentación de conversaciones casuales o

espontáneas que contienen apreciaciones sobre los mismos deben formar parte de la evaluación. Algunas de estas

actividades implican reconocer que lo casual y espontáneo integra también la apreciación del valor del proyecto. Por ello algunos

registros son posteriores al hecho y deberán apelar a nuestra memoria y otros son búsquedas por incorporar elementos más

espontáneos en las apreciaciones.

El registro de las descripciones

El registro textual de los dichos es sumamente valioso. Solamente el registro textual nos permite la lectura una y otra vez con el objeto

de interpretar las opiniones, recoger las que se repiten o las de singular valor. La lectura repetida que trata de obtener una nueva

relación, establecer síntesis y conclusiones sólo es posible si preservamos los documentos tal como los obtuvimos y resguardamos, de

modo que en ellos se encuentre la voz de aquellos que nos ofrecieron sus opiniones o pareceres. Son los registros los que documentan

los análisis y las síntesis y le dan rigor y valor a nuestras interpretaciones.

El oficio de evaluar

En cualquiera de las tareas que involucran a diferentes actores y en los que asumimos la responsabilidad de emitir opinión el

autocuestionamiento continuo forma parte de la tarea. Dar a leer el informe o el análisis de los resultados a los

involucrados, revisar una y otra vez las afirmaciones, tratar de encontrar nuevas razones, buscar y poner a prueba

las interpretaciones forma parte de la tarea de evaluar. La evaluación no es un proceso solitario. Si la tarea sólo se

puede llevar a cabo con la participación de todos los involucrados en el proyecto, sus resultados deben ser

convincentes, en el buen sentido, también para todos. No se trata de emitir opinión al “gusto” de cada uno sino de construir

interpretaciones valiosas para hacer del proyecto un desafío permanente de crecimiento y desarrollo.

Edith Litwin

Edith Litwin es Doctora en Educación por la Universidad de Buenos Aires, Profesora Titular Plenaria de

la cátedra Fundamentos de Tecnología Educativa de la Facultad de Filosofía y Letras –UBA- y Directora

de la Maestría en Tecnología Educativa de esa facultad.

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