Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
…Sólo
tenemos que
ir de rodillas
ante Dios.
¡Tenia que
cargar con
la decisión
que tomé!
Lo que hice estuvo mal y duré muchos años pagando por mi desobediencia a
Dios. Nunca es correcto para un creyente casarse con un inconverso. Que un
creyente se case con un inconverso es como vivir en el campo o invitar al diablo
a tu casa a vivir contigo. Tuve que aprender a cargar con todos los pecados de
mi esposo y todas las tentaciones que él puso delante de mí. Yo siempre
estaba triste porque arruiné mi testimonio y ya no podía seguir sirviendo a Dios.
Durante cinco años mi vida fue miserable. Tenía que acompañar a mi esposo
cuando él estaba bebiendo para que no se enojara conmigo. Un día me fui a la
cama llorando y rogándole a Dios que me ayudara a pesar de mi desobediencia
a Él. Esa misma noche tuve un sueño que mi padre y toda mi familia estaba
adorando a Dios en el templo, pero yo estaba tan alejada en la oscuridad que
no podía ver claramente el camino que me llevaría a donde ellos estaban.
Cuando mi padre vino a mi y extendió su mano hacia mi, no lo podía agarrar.
Cuando desperté me di cuenta de que estaba viviendo en oscuridad y que tenía
que dejar la oscuridad para ir a Dios.
Esa mañana, confronté a mi esposo y le dije que yo era una hija de Dios y que
tenía que servirle. Le dije que no me haría beber con él ni sus amigos. No me
importaba lo que me podía hacer o lo que sus amigos me hicieran. No volvería
a pecar más. También le dije que ambos íbamos a estar antes el trono de Dios
para que nos juzgue y le demos cuenta de nuestros pecados, de modo que
podía hacer lo que quería, pero que yo me tenía que preparar para ese día y
que iba a servir a Dios.
Con el paso de los años mi esposo se envolvió más y más en el alcohol, y mis
hijos y yo sufrimos grandemente. El venia a casa tarde en la noche y borracho,
no nos dejaba dormir y golpeaba a los niños. Lo que sea que encontraba en la
casa, nos lo arrojaba.
Lo único que podía hacer era orar al Señor que Él nos diera paz para
sobrellevar todo esto. El era el esposo que yo había escogido. ¡Tenia que
cargar con la decisión que tomé! Mi única esperanza era que el Señor lo
cambiara algún día.
Constantemente le pedía a otros cristianos que me ayudaran en oración, pero
muchas personas me dijeron que él nunca iba a cambiar y que yo debía dejarlo.
Pensé en divorciarme de él muchas veces, pero siempre me arrepentía y le
pedía a Dios que me ayudara. Después de todo, era principalmente mi culpa. Si
hubiera obedecido a Dios y Su Palabra desde el principio, no hubiese tenido
ese problema. Era una adulta y una cristiana cuando me casé con él. Yo sabía
que eso era contra la voluntad de Dios, pero le desobedecí.
Como dice la Biblia, fui tentada cuando de mi propia concupiscencia fui atraída
y seducida el mal. Cuando mi concupiscencia concibió, dio a luz al pecado; y el
pecado, siendo cumplido, estaba destruyendo mi vida. Yo estaba simplemente
cosechando el pecado que sembré.