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EL CONCEPTO DE FANTASMA EN PSICOANÁLISIS

Guillermo García Wong

El fantasma es el escenario de la imposibilidad de la relación –directa- del


Sujeto con el objeto; esto se halla en el matema de los cuatro discursos. En el
discurso de la generación de lalengua, conocido como discurso de Amo –
porque en él, el lugar del agente productor de la enunciación es el Significante
Amo o S1-, bajo la barra de la batería significante mínima (S1, S2), no hay
relación entre el sujeto y el objeto, aunque sí la hay entre S1 y S2: tanto por la
representación por S1 del $ ante S2, como por el après coup progradiente o
retrogradiente, mientras que del lugar del producto, ocupado en este discurso
por a, no hay manera de ir al lugar de la verdad que sustenta el discurso, en
este caso ocupado por $.

Ergo, no hay representación posible que vaya desde el producto o resto a la


verdad en que se sustenta –ello porque la perspectiva lacaniana deja claro que
el sujeto ni representa ni para él se representa, él es lo representado y el objeto
es sólo el resto que queda de esa representación; no se trata de una teoría de
la comunicación, el sujeto no es actor del drama simbólico, sino una función –
una relación entre variables que más bien lo engendran y lo mantienen
suspendido de la estructura que así se configura. Los que representan son los
significantes: para la máquina simbólica consiste en el sujeto sujetado de la
cadena significante1.

Igualmente, el objeto-resto a, tampoco puede representar, él es apenas una


viruta, el ripio que queda debido a la puesta en acto del discurso de Amo: el
plus que hace falta, que incompleta el circuito discursivo, la partícula que sobra
o no calza; que aunque tienda a cero aún es algo 2, lo suficiente para
imposibilitar la racionalidad de la fracción discursiva. El objeto es lo que queda
como efecto insoslayable y no suturable del acto discursivo en el que el
resultado es el engendramiento del sujeto.

S1 S2
---- ----
$ a

Esta imposibilidad de la relación directa Sujeto-objeto bajo las respectivas


barras que los separan del plano manifiesto del discurso (S1 a S2) se debe a
1
Máquina simbólica que se viene a estropear en su funcionamiento porque algo le queda excluido –
fracasa como máquina de Turing-, lo Real, y porque hay efectos en el sujeto atinentes a lo Imaginario; de
lo contrario, sujeto sería sinónimo de robot; es decir, de inteligencia artificial y por ende no habría lo
inconsciente.
2
En alguna parte anoté, una especie de constante de Plank discursiva”.
2

que entre a y $ se interpone inevitablemente el A, el conjunto de lalengua; es


que a (a), como a cualquier objeto, sólo podemos acercarnos por medio de los
recursos que proporciona A, el lenguaje. Inclusive respecto al objeto a, que si
es inefable, lo es por referencia a la función que permite A –sin A, no se puede
hablar. Si bien, a es lo que incompleta, lo que se ha caído de A, y por lo tanto
lo precipita, en tanto sistema, en la incompletitud; sin embargo, dado la
condición de que necesariamente sólo podemos referirnos a un objeto acorde a
lo que A permite, por más tachado y a falta que esté A –porque precisamente
le falta a-, por más que su nombre sea A, no hay otra vía para denotar al objeto
a, que haciéndolo con los medios que pertenecen a A –los significantes.

La insatisfacción de la demanda genera frustración, en el tratamiento analítico,


el analizante presenta una demanda que no es satisfecha ni tampoco
rechazada. La posición de la escucha analítica se caracteriza, de esta manera,
por la neutralidad3 que insatisface la demanda; esa posición –el discurso de
analista- provoca que el analizante siga hablando, produciendo discurso, hasta
que en algún instante inesperado, por sorpresa, acaece el discurso libre. En
ese acontecer discursivo, el sujeto se expone en las escenas de satisfacción en
las que se ha sostenido; es decir, sin pudor, expone su fantasma.

Eso se da gracias ha que se despliega la transferencia en la que puede


discurrir el discurso libre; la transferencia muestra la posición del sujeto en el
lenguaje: posición del sujeto en la estructura y su relación con los otros
elementos de dicha estructura.

El lenguaje es toda la red, todo el aparato significante –el aparato lenguajero o


al lenguaje-, y, a su vez, un componente, una parte de esa red (A). Esta
extraña relación es posible debido a que el lenguaje guarda combinatorias
morfosintácticas, semánticas y pragmáticas infinitas –sus cambios tienen
posibilidades infinitas (infinito potencial) y en acto también es infinito –la
significación y la significancia lanzan a una referencia intralingüística infinita.
Luego, como conjunto de infinitas asociaciones, el lenguaje es también un
conjunto infinito; por ende, sus partes –como toda parte de un conjunto infinito-
son también infinitas: sus partes no son menores al todo, a la vez que el todo
abarca otras partes y no solamente la que se está considerando. Conste que
todo esto ocurre en virtud de la incompletitud del lenguaje como sistema que lo
avienta al cambio infinito o de infinitas posibilidades y conexiones.

En la clínica, el analizante produce un discurso, en la medida en que ese


discurso se sostenga y oculte como ocupante del lugar de su verdad, al sujeto,
éste ofrenda esta enunciación en el altar del A, a la expectativa que éste
satisfaga su demanda, personificado en un supuesto sujeto, el Sujeto supuesto
al saber –en el que no sólo la condición de sujeto es un supuesto, sino también
el saber4.
3
La neutralidad benéfica freudiana.
4
Descripción que se asimila totalmente a la que hace Parménides acerca de la singularidad y exclusividad
del ente: no hay nada fuera del ente, porque si hubiese algo fuera de él, entonces no sería –el primero no
sería ente, pues el eleata concibe a lo ente como completo y sin falta- y si algo fuese fuera del ente,
entonces [esto] sería –el segundo sería el auténtico ente. Ya que Parmenides cree que ente hay uno sólo,
esta singularidad exclusivista es el nexo con la idea psicoanalítica de que hay un solo sujeto en la sesión.
Lo que ocurre es que el sujeto supone –diríase en una jerga más clásica, proyectivamente- que hay un
3

Donde Sn es la lengua (todos y cada uno de los significantes hasta n); y donde
a es el objeto que viene a faltar en ese conjunto –que debería hallarse incluido
y sin embargo falta.

[(Sn ⊃ a) ∩ (a ≡ φ ) ] Sn ⊃ φ

El fantasma es el escenario ($ ◊ a) para un goce siempre fallido por un


acontecer que acaece al Otro: no se halla al Otro absoluto y sin falla, el objeto
mismo del goce lo incompleta en tanto no hay palabras para ese goce. No hay
un significante que pudiese ocupar el lugar de ese goce en el código de la
lengua. Por eso mismo, por fallido, este escenario es funcional para mantener
la ilusión neurótica del goce porque lo escenifica y con esto pasa al plano de lo
posible y a su vez se asegura que el deseo en juego5 no se cumpla, que no se
cierre. De esa manera, consigue que el deseo del neurótico siga insistiendo.

Al escenificar el goce, el fantasma plantea al goce en la modalidad de lo


posible, desterrando la consideración de que sea imposible6.

En el fantasma acaece la imposibilidad del goce y a la vez la suspensión infinita


de esa imposibilidad: el sujeto no puede gozar del objeto 7 de manera directa y
absoluta, se interpone el Otro (A), pues esa experiencia8 de goce deberá
inevitablemente filtrarse por el lenguaje; Otro que resulta que es incompleto, a
falta, y aquello de lo que carece es precisamente a, el objeto como causa del
deseo, de la búsqueda de la equivalencia de los goces9. La experiencia del
goce queda constreñida al A, a lo simbólico.

El fantasma hace presente que el goce es inalcanzable fuera de lo simbólico,


que lo real del objeto le estará excluido y que al ser escenificación, la
aprehensión fantasmática es imaginaria. Por eso, la experiencia del fantasma
se desplaza en los tres registros: Simbólico, Real e Imaginario.

Pero, como el fantasma es ineliminable, se repite, esa repetición lo prolonga,


aplaza hasta el infinito el saber esa imposibilidad. En el fantasma se escenifica
un pacto entre aceptar la imposibilidad del goce y su posible realización.

En el fantasma, el sujeto alcanza ficcionalmente al objeto; es ficción, es decir


enlace entre imaginario y simbólico, porque el fantasma es una escenificación,
conlleva restos mnémicos de sensopercepciones, desata emociones y

sujeto otro, el que encarna la alteridad por excelencia: el analista, le atribuye la condición de sujeto –
cuando, quien ejerce ese oficio, pone entre paréntesis su condición subjetiva, “se hace el muerto” en
relación a los efectos de subjetividad, en tanto la ha trabajado en su análisis personal. Además, adjudica a
esa subjetividad una substancia: el saber. Como Freud ya lo había señalado, el juicio de atribución
precede al juicio de existencia: supone un saber y que éste otorga estatus de sujeto. Cuando se trata del
propio saber que ha sido desterrado y colocado en el exterior del sujeto; de allí que ese exterior sea parte
de su interior o que haya una banda moebiana de una torsión que los constituye en continuidad a ambos
(mundo interno-mundo externo; Sujeto-Otro), esa banda es el discurso.
5
En tanto el deseo es el diferencial entre el goce buscado y el goce alcanzado.
6
Cómo va a ser imposible, si se lo sueña o ensueña.
7
Goce de un bien, del Bien máximo.
8
La experiencia alucinatoria de satisfacción, que Freud supone en el niño, queda como real pues carece
de significantes que la hagan enunciable, que la transformen en objeto de la enunciación.
9
Equivalencia entre el goce buscado y el goce encontrado.
4

sentimientos, sostiene pasiones –todos ellos, afectos- y prolifera en


significaciones posibles: en la escenificación, el fantasma se inscribe en el
plano imaginario. Al coagularse inevitablemente en una o varias frases, en
enunciados, el fantasma es también simbólico. Esta intersección entre lo
registrado imaginaria y simbólicamente, hacen del fantasma un montaje de
ficción.

Lo escenificado en el fantasma es la relación sexual y dado que ésta no hay,


esta escena monta un imposible; por ende, da sostenibilidad a la ilusión de la
realización de esta relación. Relación que vale recalcar no es necesariamente
genital, que puede responder a cualquiera de las organizaciones de la pulsión,
en la que cualquiera de estas organizaciones de la pulsión siempre parcial
puede predominar y dar un sesgo a la escena: oral, invocante, escópica, anal,
o fálica; que además puede ser perversa. Esta relación pone en acto ficcional
el goce del otro que, precisamente, es vacío en el Otro, pero sin tamizarse por
el Otro, ese acercamiento del sujeto al objeto es imposible.

El fantasma pretende arrojarnos al goce, pero esto no le es posible: cada acto


de fantasma repite el intento y su fracaso. El fantasma es el consuelo del
sujeto ante la imposibilidad de la relación sexual. El goce que se realiza en el
fantasma responde a cualquiera de las organizaciones pulsionales o a sus
condensaciones y desplazamientos; no necesariamente esa organización es la
genital. De esa manera, lo que el fantasma intenta es la consumación del
deseo, alcanzar y adueñarse del goce del otro, el encuentro y acople del sujeto
y el objeto; en el fantasma el sujeto aspira a que el objeto se transforme en su
bien y en consecuencia gozar de él –de la posesión de ese bien, luego de
apoderarse del goce del otro. Mas la empresa está condenada a reiterar en el
fracaso.

En el fantasma, el goce localiza su único lugar posible; luego, en él, el deseo se


estanca en su búsqueda interminable, debido a que ese goce al que aspira –sin
tacha- es infinito. Por eso lo reiterativo del fantasma, su fracaso es su triunfo y
viceversa, uno de sus logros es capturar al sujeto, aprisionarlo en su escenario;
sin embargo, no hay forma de anular o deshacer al fantasma. Braunstein dirá
que no se lo construye: es una dado, ya está allí, pero el sujeto puede
deconstruir su posición en él, atravesar la red de significantes que lo
constituyen en su faceta simbólica. Ello supone no la supresión del fantasma,
que es imposible, sino la deconstrucción y paralela reconstrucción de la
posición del sujeto en él.

El fantasma se halla conformado por restos de textos, de inscripciones


significantes, palimpsesto de huellas mnemónicas, de escrituras ensambladas
para representar el gozar del otro –del objeto. En el fantasma, gracias a esos
jirones, a esos restos, a esos retazos zurcidos, el sujeto alcanza al objeto y lo
reduce a ser su fuente de goce.

El fantasma es la matriz, paradigma y universo de las creencias que dicen


llegar y aprehender el objeto a sin pasar por un gran Otro a falta, por A. Lo que
el fantasma pretende obliterar es la falta de a en A –ausencia real. Plantea que
el $ alcance al objeto real, el a –esto sólo ocurre imaginariamente. Aprehender
5

a para completar al A en su falta, suturar esa falta. Por ende, lo que queda
obliterado en el fantasma es lo simbólico de su única consistencia.

El fantasma hace posible imaginariamente lo que realmente es imposible:


completar al gran otro fallido con el plus-resto que le falta, el a. Para esto le es
inevitable la concurrencia de la palabra, ya que el fantasma se arma con ellas;
sólo de esa manera logra que exista la relación sexual.

Pero, el fantasma no es metáfora10 sino símil, imitación malograda, aunque no


imita lo que es la relación sexual, sino que finge con su escenificación que hay
esa relación. No imita lo que es, sino que finge ser lo que la relación sexual no
es: ilusiona.

2008, 12, 07

10
Aunque su lógica supone la metáfora.

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