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El efecto ventilador.

“Problema energiae non habemus sed distribucionis”.


No tenemos problemas energéticos sino de distribución.
Proverbio latino.

Con un fervor inquebrantable y una extraña obsesión, el gran matemático Eduardo Lorenzo, deliraba
frente a sus ecuaciones. Enardecido por su pasión y por el calor que sofocaba el ambiente; investigaba la
resistencia eléctrica de ciertos materiales. Agotado de tanto esfuerzo y doblegado por las altas temperaturas,
decidió que era tiempo de tomarse un descanso. Hacía un par de años que estaba buscando algún material
que fuera un buen conductor eléctrico y que ofreciera poca resistencia. El precio del cobre era elevado, las
fibras ópticas no parecían fiables y no había metales que puedan reemplazar el sistema de cables actuales. El
tórrido verano del 2010, se hacía insoportable y un ardiente infierno se sentía las calles. Con un mal humor y
un cuerpo sudado en extremo, decidió dejar por un momento sus estudios.
Mientras su computadora quedó haciendo una serie de cálculos ininteligibles para el común de los
ciudadanos; el célebre científico fue a buscar un salvador vaso de agua fría. Ya se le habían roto tres
computadoras, por causa de la baja tensión, en los últimos veinte días. Pero por suerte, su heladera aún
funcionaba. El abastecimiento de luz no daba abasto, las fases se cortaban, los cortes programados lo
enloquecían y las subas inesperadas de tensión, habían aniquilado parte de sus aparatos eléctricos. Sin
embargo, con una actitud estoica, él seguía sus estudios.
Acosado por el agobiante calor, recordó las palabras del ministro, anunciando que no había problemas
energéticos sino de distribución. Pero en su mente científica sabía que era falso. Entonces, con una duda
metódica, que lo interpeló, se preguntó si debía prender el ventilador. Comprometido con el plan de ahorro
energético, había cambiado sus bombitas por lámparas de bajo consumo, olvidado sus hábitos de estudio
nocturno y apagando cuanto aparato eléctrico pudo. No podía permitirse agregar un aparato más al sistema
interconectado nacional. Mientras se debatía en estas ideas de ciudadano responsable con el uso racional de
la luz; sus meditaciones fueron suspendidas. Un ruido extraño, que provenía de su computadora, detuvo sus
especulaciones. Al parecer, algo no funcionaba bien en sus ecuaciones.
En su pantalla se veía el anuncio de un error en los cálculos. Pero el joven matemático, con una sencilla
mirada a su teoría, comprendió la corrección que debía hacer. Es que en sus cálculos, había supuesto la
hipótesis de un país real como cualquier otro. Había pensado en países donde el mercado energético se
rigiera por la ley de oferta y demanda de electricidad. Pero no había pensado en un país, donde el gobierno
regale la energía o su costo sea bajísimo. No había pensado en un lugar donde las empresas proveedoras se
vean obligadas a dar el servicio a precios irrisorios y los gobiernos las presionaran para dar sus servicios con
un costo cercano a cero. Entonces, hizo unos breves cambios en sus razonamientos iniciales, pensando en
una hipótesis más acorde a la realidad que vivía en su país. Supuso un sistema, en done cada consumidor
debiera pagar lo que realmente cuesta esa energía que consume, ajustando esta realidad a los costos actuales.
- Si pretendo hacer una ley universal, debo aplicar a mi sistema los costos del mercado internacional. Es
lógico que en mi país, se pague lo que cuesta producir un kilovatio a nivel mundial. No existe lugar alguno
del mundo en donde la energía sea gratis– se dijo.
Una vez hechas las correcciones, dejó correr el programa. Volvió por su vaso de agua y bebió el elixir con
un placer indefinible. Se sentó un minuto en su cómodo sillón y aquejado por el calor; decidió encender su
ventilador trifásico.
Sus cinco minutos de placer, les parecieron un momento eterno y beatífico. Pero el deber lo llamaba y
volvió a colocarse frente a su monitor. Allí observó que los resultados habían cambiado de una manera
impresionante. Eduardo, sólo había calculado la demanda de electricidad teniendo en cuenta la energía
barata de su país. Pero en la corrección de su modelo, más acorde a la realidad, algo había cambiado.
Además había agregado a sus ecuaciones anteriores, la resistencia de un solo amper, que no era más que el
consumo de un ventilador. Con asombro observó; que este agregado al sistema interconectado lo había
vuelto caótico. Entonces, elaboró la siguiente hipótesis: “El encendido de un solo ventilador en Buenos
Aires, puede causar una caos energético al otro lado del mundo”. Una pequeña perturbación o error en las
condiciones del sistema eléctrico, puede tener una gran influencia sobre la estabilidad del mundo. El simple
encendido de un ventilador, puede producir enormes perturbaciones en el sistema. Y todo esto podría generar
una catástrofe a nivel global.
Mientras tanto, su ventilador, que se había recalentado a causa del corte de una fase que había hecho la
compañía eléctrica, comenzó a hacer ruido. Al poco tiempo, se vio un humo espeso y una serie de chispas,
que se produjeron una vez que este quemó su motor. La fuerte explosión generó un problema de tensión
rompiendo otros aparatos eléctricos. Y este caos que se produjo en el estudio de Lorenzo, se extendió por
toda la zona.
El corte comenzó en su estudio de Boulogne y luego siguió en el resto de la ciudad. Al parecer originó un
colapso en el sistema eléctrico que parecía quemarse y explotar por todas partes. En muy poco tiempo, los
cortes de luz se generalizaron. La gente se enloqueció y las líneas de atención al público de la compañía
eléctrica no dieron abasto. El caos se desplegó con todo su poder y los ciudadanos comenzaron a entrar en
pánico. Una serie de usinas se incendiaron y el infierno pareció apoderarse de la ciudad.
Medio Buenos Aires se quedó sin luz y el calor hacía imposible dormir dentro de las casas. Los edificios
se quedaron sin suministro eléctrico, sin agua y sin asesor. Otros veían salir chispazos, humo y un fuerte olor
de las cajas de luz. Televisores, heladeras, computadoras, equipos de audio y video, estallaban en todos los
hogares. No hubo un solo hogar en donde no haya algún aparato quemado. La policía y los bomberos
rondaban por la ciudad apagando incendios en los más remotos lugares. La tensión de la luz era tan baja que
apenas unos pocos artefactos eléctricos podían funcionar.
Amparados en la noche los ladrones se vieron a sus anchas y la oscuridad dominó la región Algunos
tuvieron cortes del suministro por 40 días y la bronca ganó las calles.
Indignados y enardecidos, los vecinos tomaron las calles y los cacerolazos se expandieron por toda la
ciudad. Los gobernantes hacían alarde de sus nuevos sistemas de aire acondicionado y sus nuevos
generadores eléctricos, encerrados en su cómoda frescura ilusoria. Se hallaban encerrados por temor a una
rebelión popular, mientras el pueblo manifestaba su bronca con los sonidos de sus cacerolas. En sus cálculos
políticos no habían previsto, que semejante demanda de energía, debía terminar en un corte de luz y en la
bronca de la gente.
El gobierno alegó que había sido el calor y el aumento en el consumo de aires acondicionados; lo que
había causado semejante colapso. Pero Lorenzo sabía que sólo se trataba del efecto ventilador. El causante
de todo había sido su antiguo y oxidado aparato. En su conciencia sabía que no debía haber presionado aquél
interruptor.
El sistema eléctrico colapsó y Brasil nos cedió energía. Pero el Brasil también se quedó sin ella y debió
pedirla a la gran potencia del norte, que finalmente terminó colapsando primero en California y luego en la
costa este. La bronca, la indignación y la violencia se apoderaron de las calles. El caos fue tal, que al poco
tiempo el presidente debió subir a su helicóptero y abandonar su fresca caja de cristal. El gobierno quedó
vacío y la rebelión del pueblo logró derrocar a sus representantes. La anomia y el caos se apoderaron de las
calles. Los medios de comunicación mostraron todo lo sucedido en Argentina y cómo el pueblo rebelde
había expulsado a sus gobernantes. Pero con una velocidad pasmosa, la revolución del ventilador se extendió
por todas las naciones con problemas energéticos. Entonces, al poco tiempo otros países con ciudadanos
acosados por el calor, tomaron sus cacerolas y lograron derribar un par de gobiernos. La revolución
energética se había expandido por el mundo y los nuevos proletarios acalorados, emprendieron su broca
contra diversos gobiernos.
Fue así, que Lorenzo comprobó su teoría del efecto ventilador. Sabía que su teoría era el culpable del
derrumbe de varios gobiernos. Pero también sabía, que había legado una nueva teoría a la humanidad. Sin
embargo, con cierta angustia tomó sus papeles y los quemó en el fondo de su estudio. Semejante
descubrimiento, debía permanecer oculto. Entonces, destruyó su antiguo ventilador y se dijo: Es cierto: “El
encendido de un solo ventilador en Buenos Aires, puede causar un caos energético al otro lado del mundo”.

Horacio Hernández.

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