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CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

En estas breves líneas pretendemos tratar las razones que llevaron al acontecimiento
considerado por muchos historiadores como el más importante de la era contemporánea, la
Revolución Francesa. Ante un fenómeno tan complejo como la Revolución Francesa, los
historiadores han propuesto una gama variada de razones para explicarla. A continuación se
expone un resumen de las principales.

CAMBIOS EN LAS IDEAS

En primer lugar no deben dejarse de lado las causas ideológicas, pues el siglo XVIII conoce
grandes transformaciones intelectuales. Si en el siglo XVII se había iniciado la llamada
revolución científica, durante el siglo XVIII surge en Francia un nutrido grupo de pensadores
que se adhieren a las teorías de la filosofía empirista y creen que la razón humana resolverá
muchos de los problemas que complican la vida de los seres humanos, estos pensadores serán
llamados ilustrados y el siglo XVIII es conocido, entre otras cosas, como el siglo en el que se
desarrolló el movimiento filosófico denominado la Ilustración.

TRANSFORMACIONES SOCIALES

Un segundo tipo de causas de tipo social ha sido explicado por los historiadores haciendo
referencia al fuerte crecimiento demográfico que conoce Francia durante el siglo XVIII. El
aumento de la población, parece que produjo en ocasiones escasez de alimentos, haciéndose
muy frecuentes las crisis de subsistencias , y un crecimiento del número de pobres.

Además, la llamada sociedad estamental se encontraba en crisis ante el empuje de la burguesía,


grupo social cuyo papel económico no para de crecer, y que, sin embargo, ve como su fuerza
política es muy reducida, ante los deseos de la nobleza de ejercer un verdadero monopolio de
los cargos del estado.

Por tanto el descontento social de la burguesía y del campesinado (por diferentes razones), se
convertirán en fuerzas impulsoras de la revolución.

Por otro lado trataremos las causas políticas de la revolución, centradas en torno a la crisis de la
monarquía, atrapada ante los problemas presupuestarios del estado, esto es la existencia de un
enorme déficit en las cuentas del estado: si quiere recaudar más impuestos debería cobrárselos a
los privilegiados, pero esto significaría acabar con un sistema basado, precisamente, en el
privilegio, y enfrentaría al monarca con las muy poderosas nobleza e iglesia. De hecho, como
veremos, este será el problema que actuará como detonante de la revolución.

CRISIS ECONÓMICA Y CRISIS FISCAL

También hemos de citar las causas económicas que están detrás del estallido revolucionario
francés. Así sabemos que en vísperas del estallido de la Revolución la economía francesa no
pasaba por buenos momentos. La circunstancia de fondo era la mala situación de la agricultura,
sector responsable entonces de, quizás, dos tercios de la riqueza de Francia. Los años 1787 y
1788 se caracterizaron por desfavorables condiciones meteorológicas que van a poner en
marcha una durísima crisis de subsistencia: los agricultores privados de ingresos suficientes
dejan de comprar productos industriales e incluso muchos de ellos se ven obligados a recurrir a
la mendicidad o a la caridad en las ciudades próximas. La caída de la demanda de productos
industriales significa paro y pobreza para los trabajadores de pequeños y grandes negocios
manufactureros. La escasez conducirá a la escalada de precios y con esta llegará el descontento
social de los grupos más desfavorecidos.

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Con todo, muchos historiadores han dado más peso como causa económica de la revolución no
a la crisis agraria, sino a la crisis fiscal por la que pasaba el estado francés. Así es sabido que
desde hacía décadas la hacienda francesa era incapaz de recaudar con sus impuestos las
cantidades que se gastaban.

Estos déficit públicos crónicos se vieron agravados por las guerras en las que se vio envuelta
Francia contra Inglaterra, incluyendo los préstamos a los rebeldes de las colonias de
Norteamérica que fundarán los Estados Unidos de América al independizarse de los ingleses, y
llevaron a un enorme crecimiento del endeudamiento del estado. El pago de la deuda pública
llegó a superar la mitad del presupuesto estatal.

Además cuando alguno de los ministros de Hacienda, como fue el caso de Turgot, proponía
reformas que parecían dirigidas a terminar con el privilegio de la Iglesia y la nobleza (no
pagaban impuestos), las presiones de la Corte condujeron a su cese por el Rey. Por eso si en los
años setenta la situación era ya de auténtica bancarrota, continuó agravándose.

De la delicada situación puede dar una prueba que a pesar de los ceses, los siguientes ministros
seguirán proponiendo reformas semejantes, hasta que un nuevo ministro de economía, Calonne,
volverá a proponer ya en 1786 una reforma de los impuestos que incluiría como contribuyentes
a los miembros de la nobleza y de la iglesia. Este proyecto fue rechazado en 1787 por una
Asamblea de representantes de los privilegiados. Para algunos historiadores ese momento puede
ser considerado el verdadero comienzo de la Revolución Francesa, pues con la llamada revuelta
de los privilegiados se inician los cambios que alterarán de manera radical las leyes francesas.

LOS ESTADOS GENERALES: LA REVUELTA DE LOS PRIVILEGIADOS

Ante las presiones de los Privilegiados Luis XVI se vio obligado a convocar los Estados
Generales (no se convocaban desde hacía más de un siglo), organismos que representaban por
separado a los tres estamentos del Reino, la nobleza, la iglesia y el pueblo o Tercer Estado. Su
reunión se realizaría a comienzos de mayo de 1789. Desde mucho antes de realizarse su reunión
comenzaron los problemas, pues mientras los miembros del Tercer Estado pedían una reunión
conjunta de los tres estamentos y que se votase individualmente, los estamentos privilegiados
querían una reunión en cámaras separadas y que cada grupo dispusiese de un único voto.

Al mismo tiempo que por toda Francia cada comunidad debería designar a sus representantes,
se preveía la realización de los llamados Cuadernos de quejas (“cahiers de doléances”) en los
cuales cada comunidad debía expresar las reivindicaciones que luego cada diputado debería
trasladar al Rey. La mayoría de ellos fueron redactadas por miembros de la burguesía, aunque
también hay ejemplos de algunas redactadas por clases más bajas . Además de estos cuadernos,
Francia se vio inundada por numerosos panfletos de carácter político. Quizás el más conocido
sea el redactado por Sièyes y titulado ¿Qué es el Tercer Estado? . En esta obra Sièyes concluye
que desde el punto de vista político el Tercer Estado, la inmensa mayoría de la nación francesa,
formado por quienes trabajan y sostienen con sus impuestos el estado, deben tener en sus manos
el control político de Francia.
INICIO DE LA REVOLUCIÓN

LA ASAMBLEA NACIONAL
En junio de 1789 reunidos ya los Estados Generales en Versalles y por separado, desde el
Tercer Estado se cursó una invitación a los miembros de la Iglesia y la Nobleza para unirse bajo
un solo techo. Algunos miembros de estos grupos privilegiados lo hicieron a título personal. A
mediados de ese mes los representantes del Tercer Estado deciden constituirse en Asamblea
Nacional. En respuesta a esta decisión el rey, que ya había demostrado estar en desacuerdo con
esta pretensión de los diputados del Tercer Estado, decidió impedirles el acceso a la sala de

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reunión y de esta forma los diputados del tercer estado, más los que se les habían unido del
estamento nobiliario y del eclesiástico, decidieron reunirse en adelante en el edificio de un
frontón dedicado al juego de pelota donde juraron no separarse hasta haberle proporcionado
una nueva Constitución a Francia.

Aunque el Rey cedió en algunos aspectos, se negó a considerar la igualdad de todos los
franceses ante los impuestos y también a que el voto en los Estados Generales se hiciese
individualmente. A principios de julio de 1789 la mayor parte de los nobles y los eclesiásticos
se han unido a la llamada Asamblea Nacional y trabajan en la redacción de una Constitución y
de una declaración de derechos. Ahora la revolución está plenamente en marcha pues parece
quedar claro que la autoridad del Rey quedaría limitada por esa Constitución. La monarquía
absoluta se tambaleaba.

LAS REVUELTAS POPULARES URBANAS Y CAMPESINAS


Pero desde esos primeros días de julio se advierte que parte de la Corte no está dispuesta a
aceptar la nueva situación. Pronto se advierte un importante despliegue de tropas en Versalles y
París que será respondida con movimientos populares de miles de personas buscando armas y
construyendo barricadas ante el rumor de que la monarquía piensa terminar con las acciones
revolucionarias de los Estados Generales.

En este contexto se producirá un acontecimiento que simbolizará para siempre el comienzo de


las acciones revolucionarias: el 14 de julio de 1789 una enorme masa de parisinos se lanza a la
toma de La Bastilla, fortaleza que servía de depósito de pólvora y prisión estatal. Los
revolucionarios tomaron la fortaleza sin demasiada resistencia y lo que es más importante, sin
que intervinieran las tropas reales que permanecieron impasibles ante el temor de sus oficiales
de que los soldados se unieran a los revolucionarios.

Como resultado de este movimiento los revolucionarios crearán un nuevo ayuntamiento bajo su
control y nacerá también la Guardia Nacional, tropas que aceptan la nueva realidad
revolucionaria.

En los días siguientes el estallido se extenderá por toda Francia, pues en las demás ciudades
surgirán ayuntamientos revolucionarios y guardias nacionales a imitación de lo sucedido en
París. También en el campo se producirá una enorme agitación, el "Gran Miedo", con masas de
campesinos tomando castillos y monasterios al asalto con la intención de quemar los archivos
donde se guardaban los documentos de propiedad señorial, y así terminar con la opresión que
para ellos suponía el régimen feudal. Como respuesta a estas revueltas campesinas los diputados
de la Asamblea Nacional redactarán un decreto de abolición de los derechos feudales que sin
responder a todas las demandas campesinas sirvió para pacificar el campo .

EL GOBIERNO REVOLUCIONARIO: NUEVAS LEYES


En ese mismo mes de agosto de 1789 avanza la redacción de la Constitución en cuyo comienzo
figurará el histórico documento que recoge la Declaración de derechos del hombre y del
ciudadano , publicada el 26 de agosto de 1789 y que constituye un auténtico resumen de las
ideas de quienes impulsan la revolución. Esta Declaración, con su defensa de la igualdad ante la
ley (artículo primero), la soberanía nacional, esto es, que el poder reside en el conjunto de los
ciudadanos (artículo tercero) y de las libertades individuales (de expresión, religiosa...); se
convertirá en uno de los documentos más influyentes de toda la historia contemporánea y es el
embrión (junto con la legislación de los recién nacidos Estados Unidos de América) de los
regímenes liberales que durante el siglo XIX se instalarán en muchos países europeos.

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En octubre de 1789 ciertos rumores sobre una intervención militar contrarrevolucionaria
moviliza de nuevo a las masas y tanto el rey como la Asamblea se trasladarán a París. La
Asamblea mientras redacta la Constitución, que no será aprobada hasta 1791, gobernará de
hecho en Francia.

Pero la situación dista de estar tranquila como se demuestra con los choques que los
revolucionarios tendrán tanto con la Iglesia como con aquellos nobles (los “emigrados”, porque
se refugiaron en otros países) partidarios del Antiguo Régimen.

Con la Iglesia el enfrentamiento será progresivo y vendrá jalonado con medidas tomadas por la
Asamblea como la nacionalización y venta (1789) de sus bienes (el estado los venderá para
obtener recursos para disminuir la deuda pública), la supresión de órdenes religiosas y la
obligación de todos los miembros de la iglesia de realizar un juramento de fidelidad al nuevo
estado. Casi la mitad de la iglesia se resistirá a este juramento y parte de las revueltas
contrarrevolucionarias serán liderados por la eclesiásticos en algunas regiones francesas.

Con la monarquía los problemas surgirán ante la resistencia del rey a aceptar la legislación
revolucionaria, es decir, a aceptar que su poder estaba limitado por la Constitución y por la
Asamblea (representantes del pueblo). Pronto las revueltas patrocinadas por la iglesia y los
nobles emigrados recibirán la ayuda de otros monarcas absolutos, y es en ese contexto cuando
se produce la fuga del rey (huye en secreto, disfrazado y dispuesto a unirse a los rebeldes
contrarrevolucionarios), la conocida como huida a Varennes, ciudad donde el monarca fue
reconocido, detenido y obligado a regresar a Paris.

LA ASAMBLEA (1789-1791)

LA CONSTITUCIÓN DE 1791

La huída del Rey demuestra el escaso entusiasmo de Luis XVI con su papel de monarca con
poderes limitados. De hecho, el poder lo ejerce desde mediados de 1789 la Asamblea cuya obra
legislativa es muy abundante e incluye la finalización de la Constitución en septiembre de 1791.
La Constitución venía precedida por la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano,
ya redactada en agosto de 1789. Esta constitución, aunque reconocía un régimen monárquico,
limitaba mucho los poderes del rey mediante una clarísima formulación de la Soberanía
Nacional. De hecho, el monarca dentro del esquema de división de poderes que sigue la teoría
de Montesquieu, conserva el poder ejecutivo y tiene derecho de veto sobre las leyes que salgan
de la Asamblea, pero sus poderes están muy lejos de los de un monarca absoluto. El poder
legislativo, residiría en una única cámara, la Asamblea Legislativa, cuyos miembros debían ser
renovados mediante elección popular (aunque por medio de un sufragio censitario) cada dos
años. Por último, el poder judicial, que reposaba en los jueces, tiene garantizada su
independencia del resto de poderes del estado.

Esta constitución con su reconocimiento de la Soberanía Nacional, de la separación de poderes,


de la supremacía de la constitución sobre las demás leyes e instituciones del estado y del
reconocimiento de una gran cantidad de libertades y derechos individuales (libertad de
expresión, de reunión, derecho a la inviolabilidad del domicilio, libertad religiosa...); se
convertirá en modelo para las constituciones liberales del siglo XIX. Su proclamación de la
libertad económica significará la prohibición de los gremios o el fin de los precios protegidos en
artículos de primera necesidad.

De todos modos los redactores de esta constitución se inspiraron de forma clara en las ideas de
ilustrados como Rousseau y Montesquieu, y también en la Declaración de Independencia y en la
Constitución de los Estados Unidos de América.

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Con la Constitución de 1791, quienes apoyaban lo realizado por la Asamblea, daban por
terminado el proceso revolucionario. Pero las nuevas leyes no sólo habían provocado el
descontento de los antiguos privilegiados (que están organizándose para entrar en combate),
sino que para muchos historiadores, también van a crear descontento entre las masas populares
al dejarlos sin derecho al voto o sin las subvenciones estatales en los precios del trigo.

BANDOS Y GRUPOS POLÍTICOS

Por eso la revolución no va a terminar, ni la tranquilidad va a llegar con la Constitución.


Durante los debates para la redacción de la Constitución empiezan a hacerse notar los diferentes
bandos y partidos que protagonizarán los acontecimientos en los siguientes años de la
revolución: en la parte izquierda de la asamblea se sitúan quienes simpatizan más con las nuevas
ideas sancionadas por la constitución y que como club se reunían luego en el antiguo convento
de los jacobinos. A esta ubicación espacial en esa asamblea debe hoy su significado político la
palabra izquierda. En los escaños de la derecha se sentaban quienes defendían con fuerza los
poderes del rey y pensaban que la asamblea estaba yendo demasiado lejos. También empieza a
perfilarse un nuevo partido que dice representar los intereses de las masas populares.

Además existía un bando contrarrevolucionario que no desea sino el fin de la revolución, la


restitución de Luis XVI como monarca absoluto y la vuelta completa al Antiguo Régimen.

NUEVOS CONFLICTOS INTERNOS

Para muchos historiadores la entrada en una nueva fase (revolución dentro de la revolución) se
inicia con la huida del Rey. Tras su captura se desata una violencia revolucionaria claramente
dirigida contra la monarquía. El monarca, angustiado, envía cartas solicitando ayuda a otros
monarcas absolutos . La vuelta forzada del rey a Paris vendrá seguida por la suspensión de sus
poderes y, aunque algunos líderes políticos parece que se inclinan al perdón, otros exigen un
castigo. Entre estos últimos se encontraban una parte de los jacobinos y varios líderes populares
que ya hablan abiertamente de proclamar la república.

En los meses siguientes se va a asistir a una lucha entre la burguesía que ha protagonizado la
revolución por un lado contra las masas populares que quieren ir “más allá” y por otro contra las
fuerzas contrarrevolucionarias que se organizan dentro y fuera de Francia.

En los primeros meses de 1792 la situación es tensa y aparecen en escena los llamados sans-
culottes, masas de ciudadanos políticamente concienciados y agitados dispuestos a seguir
avanzando en el camino de la igualdad social. Esta aparición coincide con cambios en la actitud
de los países que rodean Francia. Si desde el principio habían visto con un cierto disgusto lo que
sucedía en Francia y tomaron medidas para evitar el “contagio revolucionario”, no obstante a
rivales como Gran Bretaña no les desagradaba que Francia se debilitase en luchas internas.

Sin embargo, los problemas crecientes del rey Luis XVI tras su huida, hará que los monarcas
absolutos europeos sean conscientes de la amenaza que supone una posible extensión de las
ideas revolucionarias. Así los emperadores de Austria y Prusia firman un acuerdo por el que se
comprometen a socorrer a la familia real francesa.

GUERRA Y REVOLUCIÓN

En 1792 estalla la guerra entre Francia y las monarquías austriaca y prusiana. El conflicto
comienza con derrotas francesas y muy pronto circulan rumores por Francia de que estas

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derrotas se deben a que el clero contrarrevolucionario, los nobles que dirige aún los ejércitos
franceses y también la Reina María Antonieta (austriaca) y el propio Rey, en realidad conspiran,
y están al servicio de los enemigos de Francia. En medio de una enorme confusión las masas
populares asaltan la residencia real y secuestraron al rey, al que humillaron. Días después se
conoce en Francia un documento, el Manifiesto de Brunswick, en el cual el duque de
Brunswick al mando de los ejércitos austriaco y prusiano amenaza a los parisinos con durísimas
represalias si los franceses actuaban contra Luis XVI. El documento no pudo llegar en un
momento más inoportuno: se utilizó como prueba de que el rey, en realidad, colaboraba con los
enemigos de Francia.

El 10 de agosto de 1792 se producirá un nuevo asalto popular a la residencia real. El monarca y


su familia deben escapar para salvar sus vidas y se refugian en la Asamblea, donde los
diputados toman la decisión de suspender los poderes del rey y encarcelarlo hasta que tras unas
elecciones surja una nueva cámara (Convención Nacional) que decida el futuro de la familia real
francesa.

Quedaba claro que el poder lo tenían las masas en la calle y que el proyecto de la revolución de
1789, la creación de un régimen político basado en la convivencia entre la monarquía y una
constitución que reconoce la soberanía de la nación, y controlado por la burguesía mediante el
mecanismo del sufragio censitario había terminado.

Una nueva burguesía democrática, liderada por personajes como Marat o Robespierre, se hará,
mediante el manejo de las masas populares, con el control de la situación.

LA CONVENCIÓN (1792-1794)

Esta nueva etapa revolucionaria vendrá marcada por la existencia de un continuo


enfrentamiento, desde 1792 de Francia contra el resto de potencias europeas (Austria, Prusia,
Rusia, España, Portugal, Gran Bretaña...

Tras las derrotas iniciales, llegarán victorias para los ejércitos franceses, como en la batalla de
Valmy. A partir de 1793 las tropas francesas entrarán en Bélgica, España, territorios italianos y
amenazan la seguridad de Austria y Prusia.

LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA Y LA EJECUCIÓN DEL REY

Uno de los primeros problemas que se plantean en 1792 es que, aunque Francia sigue siendo
oficialmente una monarquía, la realidad es que carece de Rey y que, de hecho, Francia es una
República, en la cual buena parte del poder está en manos de la llamada Comuna surgida a raíz
de los incidentes del 10 de agosto. Al frente de esta Comuna se encuentra Maximilien
Robespierre, hombre fuerte de la revolución en los meses siguientes.

La revolución había entrado en una nueva fase en la que las posturas se radicalizarían,
alcanzándose momentos muy tensos cuando las tropas de los monarcas absolutos se encuentren
a las puertas de Paris tras su victoria en la batalla de Verdun. Los rumores de la existencia de
“traidores” en el interior desató terribles matanzas de prisioneros en las cárceles parisinas y que
arreciasen las medidas anticlericales del gobierno ante la sospecha de que los miembros de la
Iglesia colaboraban con los enemigos de la revolución.

En este contexto se producirá una victoria militar de los revolucionarios, la batalla de Valmy,
que para muchos historiadores es uno de los puntos clave de la historia: la derrota de los
ejércitos absolutistas abrirá una nueva etapa que irá consolidando las posiciones revolucionarias.
En los años siguientes, las sucesivas victorias militares de Francia servirán para llevar las ideas
revolucionarias por toda Europa occidental. El alemán Goethe, uno de los hombres de letras más

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influyentes del momento, y presente en la batalla de Valmy llegó a escribir que ese día, 20 de
septiembre de 1792, y en ese lugar, Valmy, “se inició una nueva era en la historia del mundo”.

Mientras tanto, se habían celebrado en Francia elecciones, y de ellas salió una nueva Asamblea
Constituyente que recibirá el nombre de Convención Nacional, cuya primera tarea será la
redacción de una nueva Constitución.

Una de las primeras decisiones de la Convención fue la supresión de la Monarquía, aunque se


dejó para más adelante la proclamación de la República. El carácter radical de esta nueva fase
puede observarse en el establecimiento de un nuevo calendario republicano (se hablará de año I
de la República), y se cambiará el nombre tradicional de los meses por otros que hacen
referencia a circunstancias meteorológicas o a típicas labores agrícolas.

En la Convención convivían tres grupos de diputados más o menos definidos, a la derecha, los
llamados girondinos, revolucionarios moderados que ya habían participado en las anteriores
fases revolucionarias, a la izquierda, los más radicales jacobinos, y en el centro un grupo de
diputados (la llanura) cuyas posiciones oscilan.

Esta división política se pondrá de manifiesto cuando la Convención decida sobre la situación
del Rey. Los Girondinos consideran suficiente que se le detenga hasta el final de la guerra,
mientras que los jacobinos desean un castigo mayor. Cuando se descubran pruebas de que Luis
XVI está colaborando con los ejércitos extranjeros que luchan contra Francia los jacobinos
pedirán para él pena de muerte. La ejecución pública se producirá en enero de 1793. Los
historiadores han destacado la relativa indiferencia con la que monárquicos y republicanos
franceses recibieron la noticia, prueba indudable del cansancio de cuatro años de hechos
revolucionarios y del cambio mental de unas masas populares que asisten a la ejecución de
quien pocos años antes como Monarca Absoluto tenía para el pueblo una consideración casi de
figura religiosa.

LA CONSTITUCIÓN DEL AÑO I. "EL TERROR"

Además de en el proceso del Rey la Convención ocupó su tiempo en la redacción de la nueva


Constitución, más democrática que la anterior de 1791, pues además de incluir el sufragio
universal masculino, reconocía derechos sociales, como el derecho a la educación y al trabajo o
la protección con dinero público de los más desfavorecidos. Esta constitución fue aprobada en el
verano de 1793, aunque nunca llegó a entrar en vigor, pues su aplicación se pospuso para
cuando finalizase la guerra. A pesar de esto muchos historiadores la consideran un texto legal de
gran importancia pues añade al concepto de democracia unas medidas de protección social que
sólo en el siglo XX se aplicarán en los países más ricos y avanzados.

Durante esta etapa de gobierno el poder quedó en manos de los jacobinos que se apoyaban en la
fuerza de los llamados sans-culottes en la calle. Los acontecimientos en el exterior con una
guerra que a pesar de algunas victorias francesas preocupa porque con la muerte del rey son
muchos los reyes europeos empeñados en terminar con la revolución, y los acontecimientos
violentos en el interior, como el asesinato de Marat, un importante dirigente jacobino,
conducirán a que la Convención otorgue poderes especiales a los llamados “Comités”, como el
Comité de Salvación Pública, dirigido por Robespierre, que en la práctica gobernaron Francia
de forma dictatorial. Con esto llega la etapa del Terror.

Durante esta fase (el Terror) dictatorial de la República, la utilización de la violencia política
contra los considerados enemigos de la revolución fue algo constante. Los juicios irregulares
por parte de tribunales revolucionarios terminaban frecuentemente con condenas a muerte (se
habla de más de 40.000 ejecuciones en unos pocos meses). Durante esta etapa la violencia
política se convirtió en práctica política pues los comités se mantuvieron en el poder eliminando

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de forma sistemática a sus rivales con la excusa de que la revolución peligraba ante las
conspiraciones de nobles y eclesiásticos apoyados por las monarquías absolutas europeas.

Mientras tanto la guerra continúa, y a finales de 1793 se confirma que lo sucedido en Valmy no
era un espejismo: los ejércitos extranjeros son expulsados de Francia, e incluso las tropas
revolucionarias se hacen con el control de Bélgica y zonas de Alemania.

El año 1794 verá la continuación de la política de terror institucional, justificado por el propio
Robespierre como una forma de defender la República de los enemigos de la libertad .
Robespierre conseguirá eliminar a los principales dirigentes de los sans-culottes y de hecho,
durante algunos meses, el gobierno de Francia se convierte en una dictadura personal. Esta
situación terminará cuando los enemigos (de todas las tendencias políticas) de Robespierre,
unidos por el miedo a ser eliminados, actúen contra él. Maximilien Robespierre será
guillotinado, y con su muerte llega el fin de la etapa más radical de la revolución francesa.

EL DIRECTORIO

Se ha interpretado el complot contra Robespierre como el deseo de muchos revolucionarios de


parar las tendencias más radicales y volver, no al Antiguo Régimen, sino a los momentos
iniciales de la revolución. La gran burguesía francesa había mirado con disgusto los
acontecimientos de la época del Terror, las medidas sociales tomadas por el gobierno, los
precios máximos puestos a los productos de primera necesidad y la nacionalización de algunas
grandes fábricas que pasaron a ser propiedad del estado. Todas estas medidas serán derogadas lo
que explica los intentos de volver a recobrar el poder por los elementos más radicales (jacobinos
y sans-culottes), que fueron controlados sin demasiados problemas por el nuevo gobierno.

EL DIRECTORIO.

En 1795 el gobierno decide impulsar la redacción de una nueva Constitución que en muchos
aspectos supone una vuelta a la de 1791, pues contemplaba el sufragio censitario e incidía en
que la igualdad era sólo ante la ley, sin contemplar los aspectos sociales que sí se incluyeron en
la Constitución de 1793. La Constitución de 1795 dejaba el poder ejecutivo en manos de un
Directorio de cinco miembros, mientras el poder legislativo residía en dos cámaras.

El periodo siguió dominado como en los años anteriores por la inestabilidad política y así
durante una revuelta de partidarios del Antiguo Régimen en octubre de 1795 el directorio se vio
obligado a pedir el apoyo del ejército donde apareció como salvador un joven general, Napoleón
Bonaparte, que en años posteriores desempeñará un papel político esencial.

Al año siguiente, 1796, la revuelta política vino desde el otro extremo político con la conjura de
inspiración comunista, dirigida por Babeuf, y que se manifestaba contra la existencia de la
propiedad privada.

EL ASCENSO DE NAPOLEÓN BONAPARTE

La inestabilidad seguirá en 1797 con una nueva revuelta de los partidarios de la monarquía
reprimida con el apoyo del ejército. Cuando al año siguiente una nueva insurrección de los
monárquicos necesite el apoyo del ejército, quedará ya claro que el futuro de la revolución y de
Francia estará en manos de los generales, y en especial de Napoleón Bonaparte quién en 1799
dará un golpe de estado que pondrá todo el poder en sus manos. Este proceso de acumulación de
poder en manos de Napoleón se hará de una forma clara, pero progresiva. Primero en la
Constitución del año VIII , que deja el poder en manos de tres cónsules, de entre los cuales, el
primer Cónsul, Napoleón Bonaparte, posee el poder efectivo, mientras los otros dos tienen sólo
funciones consultivas. En 1802 la Constitución del año X dictada por él le nombrará cónsul
único con carácter vitalicio, para en 1804 ser proclamado emperador.

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CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN.

Con la llegada de Napoleón Bonaparte no finalizó la revolución, pues algunos de sus cambios
perdurarán. Así la revolución supone el fin de la monarquía absoluta en Francia. La pérdida de
los privilegios de la Iglesia y la Nobleza ya no tendrá marcha atrás. Ni tampoco lo tendrán los
derechos feudales, ni el diezmo que se pagaba a la iglesia, ni la venta de las tierras del clero a
particulares.

El propio Napoleón impulsará la redacción de un nuevo código legal para toda Francia, que
recogerá buena parte de las leyes revolucionarias. El llamado código napoleónico se caracteriza
por contemplar la igualdad legal de todos los ciudadanos y define un sistema judicial en el que
se presupone la inocencia del acusado que recibe asistencia legal del estado. El ciudadano
cuenta con el derecho de habeas corpus que le protege de cualquier detención que no se ajuste a
las leyes. El código napoleónico no sólo se aplicará en Francia, sino que se difundirá por buena
parte de los países europeos conquistados por las tropas francesas.

Además, la revolución dejará como legado la existencia de la libertad de expresión y de la


libertad religiosa y abrirá el camino a la separación Iglesia-Estado, requisito imprescindible para
el buen funcionamiento de un régimen liberal o democrático.

Por tanto, la "herencia" de la revolución puede resumirse en el fin de los privilegios legales
típicos del Antiguo Régimen, en la disminución del control de la sociedad por la Iglesia, en la
existencia de unas leyes basadas en el principio de la igualdad de todos ante la ley y en el
respeto de las llamadas libertades individuales.

Sin embargo, tras la revolución francesa, el llamado Antiguo Régimen está muy lejos de haber
desaparecido. De hecho las potencias absolutistas parecen, en 1815 con la derrota de Napoleón,
claros vencedores. Estas potencias firmarán acuerdos, como la llamada Santa Alianza, para
defenderse de posibles nuevos brotes revolucionarios que cuestionen los fundamentos del
Antiguo Régimen. A pesar de estos esfuerzos de las potencias absolutistas, las revoluciones
liberales, que se reclaman hijas de la revolución francesa, se producirán y de una forma
progresiva durante el siglo XIX conseguirán la instalación en varios países europeos de
regímenes basados en muchos de los principios revolucionarios.

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