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Especialidad: Arquitectura
Nació en 1902 en Guadalajara, donde hizo sus estudios profesionales y se graduó como
ingeniero civil y arquitecto en 1925. Tras terminar sus estudios estuvo en Europa durante
dos años, en viaje de estudios y de placer, pero sin haber estado en academia o
institución alguna.
Durante este viaje se impresionó de la belleza de los jardines de las ciudades que visitó,
como el Generalife de Granada y los de las villas italianas y de la costa del Mediterráneo.
Desde entonces conservó su interés por la arquitectura del paisaje.
Entre 1952 y 1955, además de seguir viajando, construyó algunas residencias y atendió
sus negocios personales. Comenzó también la reconstrucción del convento de las
Capuchinas en Tlalpan, donde edificó una capilla nueva. En el mismo periodo realizó
algunos proyectos para desarrollos urbanísticos en las costas del Pacífico (zona de
Manzanillo), los cuales quedaron en suspenso.
En 1957 fue invitado por la empresa que desarrollo ciudad Satélite para constituir el
símbolo de la urbanización, para el cual Barragán, ya con la idea definida de que
consistiera en un grupo de elementos verticales de gran proyección publicitaria, invitó al
escultor Mathías Goeritz a colaborar en el desarrollo del proyecto.
En 1964 y 1965 trabaja, asociado con otro arquitecto ilustre, Juan Sordo Madaleno, en el
gran proyecto (que no llegara a completarse) de Lomas Verdes. Louis Khan lo invita a
asesorarlo, en 1964, en su proyecto del Salk Institute de la Jolla, California. Poco después
realiza la Cuadra San Cristóbal y casa Egerstrom, en colaboración con Andrés Casillas.
De 1969 a 1973 trabaja en los proyectos –no realizados– del plan maestro de Cano, en el
estado de México, y para el fraccionamiento El Palomar, en Guadalajara, así como la
fuente monumental en Lomas Verdes, con Ricardo Legorreta, y otros proyectos. En 1974
realizó la Casa Gilardi, la última obra que llegó a terminar íntegramente.
En 1976 el Museo de Arte Moderno de Nueva York presentó la primera exposición sobre
su obra y publicó el libro-catálogo de Emilio Ambasz. Esto lanzó a Barragán a la fama
internacional. Ese año recibió también, en México, el Premio Nacional de Ciencias y
Artes.
En 1979 proyectó el Faro del Comercio para la ciudad de Monterrey, así como la casa
Meyer (cuya autoría, sin embargo, no puede atribuírsele con certeza).
Portería
La fuerte sensación de límite que establece el paramento hacia la calle del General
Francisco Ramírez queda reiterada por el primer espacio de la casa. La portería es una
esclusa de descompresión, un filtro sensorial y por lo tanto emocional. Este acceso de
dimensiones reducidas que tiene una luz teñida por un vidrio amarillo en una
reinterpretación de un espacio tradicional. Aquel que provoca la pausa que antecede a la
casa mexicana o a la mediterránea, a los conventos o a los monasterios.
La misma piedra volcánica, prácticamente virgen, que forma el piso de la portería pasa a
través de la segunda puerta hasta llegar al vestíbulo. Su uso era conocido como un
pavimento de exteriores que consigue acentuar la paradójica sensación de encontrarse
en un patio interno, al centro de la casa.
Esta segunda puerta, separa la penumbra dorada de la portería de la luz intensa del
vestíbulo, que es elaborada por un mecanismo de reflejos. Desde el plano amarillo del
exterior, con orientación sur, la luz incide sobre una superficie dorada de un retablo
barroco —expresado aquí en su forma abstracta por Mathias Goeritz— y baña después al
rosa intenso de los muros. Una tenue sombra rosada aparece sobre el blanco de la
escalera, sobre el color esencial de la casa al que regresan siempre los reflejos y las
sombras.
En los espacios que hemos recorrido, la experiencia cromática también puede ser leída
como una secuencia complementaria. De esta manera el amarillo amielado de la
portería satura la pupila para recibir al color rosa que es, a su vez, preparación y
catálisis, si es que abrimos una puerta más y nos asomamos hacia la ventana del
comedor que tiene el fondo verde intenso y sombreado del jardín.
La arquitectura del siglo xx había ya explotado la caja muraria para mostrar un espacio
delimitado por planos sólidos o transparentes que se articulan en torno a dicho espacio.
En este vestíbulo, sin embargo, la luz vuelve a llenar un espacio que se puede describir
como si hubiese sido tallado en la materia blanca de los muros, lo que representa una
forma substancialmente distinta de construir.
La piedra volcánica en el piso asciende para formar una superficie obscura sobre la
escalera que, con todo su peso tectónico, puede recordar a las plataformas
prehispánicas. Su ascenso prosigue en una rampa —tras el muro— hasta un segundo
espacio sobre el vestíbulo donde se encuentra un vestidor separado visualmente por
muros que no alcanzan el techo y que le dan continuidad a toda la altura. Es un espacio
fluido, moderno. Lo que no se contradice de manera alguna con el hecho de que este
tallado de una manera ancestral.
La puerta que los comunica, como las que también nos comunican a los comedores y a
la cocina, se encuentra sobre el muro rosa del vestíbulo. Decir que este muro ha sido
simplemente pintado de tal color sería inexacto. Los colores, en la arquitectura de
Barragán, pueden encontrarse en delgadísimas superficies que desmaterializan los
volúmenes en sus caras. Pero los colores son también capaces de poseer volumen y
peso por sí mismos.
Tal es el caso de este sólido rosado que se halla insertado en el vestíbulo “haciendo
rincón” para el mueble, pero también invadiendo el interior de los comedores hasta
cubrir el trastero de la cerámica o el crucifijo sobre el marco de la puerta en el
desayunador. Incluso, la pequeña cámara que comunica a este íntimo comedor con la
cocina y el vestíbulo podría ser entendido como una sustracción a la densidad
volumétrica del color. De tal manera que el interior del muro sigue siendo rosa.
Una cosa muy importante de este espacio es que nos permite el acceso a
todos los recintos de la casa,
Estancia
Están también las piezas antiguas de arte sacro occidental o los objetos ceremoniales
tribales que, lejos de provocar una contradicción estilística o semántica, se acogen con
toda naturalidad al contexto atemporal de la casa.
Algo muy importante dentro de la casa son los muebles, que fueron diseñados
por el Ing. Luis Barragán como es la misma sala, aquí se encuentra un mueble
llamado pansiston que tiene la función similar a la del librero. Un elemento
importante dentro de la sala es el Biombo que nos permite cierta privacidad.
Así como la utilización de elementos decorativos en la cual destacan los
caballos.
Biblioteca
La estancia es el primero de los lugares contenidos en esta espléndida doble altura del
salón donde está la biblioteca. Este gran flujo espacial se haya dividido en recintos
conformados mediante la introducción de varios planos de muros a media altura.
Las fotografía hechas en los primeros años de la casa muestran que estas subdivisiones
no aparecieron en la concepción original y, se puede afirmar, que son la respuesta a sus
cuestionamientos mientras habitaba este espacio. Pese a la multiplicidad de escala y de
usos, la unidad del salón está preservada y subrayada por la fuga de líneas de la
viguería que lo cubre y por el mismo librero que se aloja en uno de sus costados,
vertebrando todos los espacios del salón.
Los cientos de libros que hay en esta biblioteca, tal como lo escribió Alfonso Alfaro, “son
la huella de un itinerario y tienen el valor de un testimonio excepcional: el de una serie
de personajes de papel, presencias entrañables, las más inmediatas quizá para este
solitario de afectos incandescentes… las letras impresas podían ser vehículo de
introspección y de diálogo mudo, pero su corporeidad no se reducía a una función
instrumental. Los libros no eran testigos trasparentes; eran objetos, materia con texturas
y con límites, realidades luminosas como los matices de la piel humana”.
Entre los dos planos blancos a media altura, se ha conformado un lugar de trabajo para
la biblioteca donde se resguarda una mesa de madera gruesa, que a su vez forma una
sola pieza de mobiliario con el librero en esquina.
Este rincón de muros bajos vuelve a aparecer tangencial a un recorrido que comienza a
trazarse, ahora en espiral, hasta encontrarse de frente con la célebre escalera de
tablones en cantiliber. Un plano abstracto se desdobla con ligereza y contrasta con la
solidez pétrea de la escalera en el vestíbulo.
Aquí se ha propuesto una síntesis mínima de la escalera que nace del mismo material de
la puerta hacia la que se dirige, en un solo gesto plástico. La mirada asciende aquí hasta
perderse en la incógnita del tapanco en donde el ritmo de la viguería termina por
sumergirse.
Protegido por un segundo biombo está el rincón de las poltronas, compartiendo el lugar
con una gran mesa al pie de la ventana alta hacia la calle. Los muebles son confortables
y sobrios del mismo modelo que, carentes de pretensión, se encontrarán también en las
habitaciones íntimas.
Recuperando otra vez la perspectiva de la totalidad del salón aparecen dos planos
blancos a media altura en una secuencia tonal del blanco transformado por la
profundidad de la penumbra hacia el recuerdo del jardín en el fondo ahora visto no sólo
a través de uno, sino de múltiples marcos que se han generado en el salón con los
elementos estructurales.
En contraposición a esta secuencia que enmarca la ventana hacia el jardín, existe una
retícula cerrada de vidrios opacos que reciben de la calle sólo una luz filtrada y algunas
sombras de los árboles sobre la acera. Queda clara aquí la intención de proyectar el
volumen de esta ventana hacia la calle, lo que en principio podría entenderse como un
recurso compositivo sobre la fachada y que, en realidad, provoca un mayor espesor del
muro que armoniza con la monumentalidad del espacio interior y, al mismo tiempo,
construye una caja de luz que dosifica su intensidad antes de inundar el salón.
Quedan excluidos con esta ventana la vista y el ruido que provienen de la calle, para
convocar lo que, en definitiva, es la presencia protagonista dentro de la casa: el peso y
la plenitud de un silencio que no sólo existe como simple ausencia
Se accede al espacio del taller a través de una nueva esclusa que comunica el lugar de
trabajo con la casa y con el acceso del número 12. Esta esclusa forma un volumen
independiente al que se adosa también la chimenea.
Comentarios del equipo: En ella tenía gran variedad de libros de los cuales
destacan los de humanidades y artes. El espacio era reducido pero funcional
para el con la iluminación adecuada para el espacio de la lectura.
Entre los muros altos y blancos, donde la pátina se ha dejado hacer presente, este
pequeño lugar está dedicado a dos habitantes indispensables en la arquitectura del
paisaje de Luis Barragán: la vegetación, en su expresión siempre fuerte y dramática
como las enredaderas que se descuelgan de los muros y el agua, agua obscura,
contenida y arrinconada en un volumen abstracto que se recorta en el piso de lava
volcánica. Una nueva puerta rosa, en contraste con los verdes del jardín, continúa detrás
y si quisiéramos dejar llevarnos por el juego de sugerencias, el agua también viajaría
debajo de la plataforma que ha sido levantada unos centímetros del resto del piso.
Jardín
Tanto en los documentos fotográficos como en las descripciones hechas por el propio
arquitecto consta que una primera versión del jardín tuvo extensiones de césped
mayores, con un claro más grande frente al salón y, en general, con un carácter mas
domesticado.
La decisión de Luis Barragán para permitir un crecimiento con mayor libertad de todo el
jardín da como resultado su estado actual: un jardín opulento y semisalvaje, evocador de
huertos ancestrales, donde la vegetación ha tomado por vida propia la mayor parte de
las decisiones. A la mitad del desierto urbano que es hoy la ciudad de México, se halla
un oasis esencialmente monocromático, o de un sinnúmero de verdes, salvo por el
blanco o el naranja que añaden las floraciones de jazmines y clivias. Sobre este color, el
verde, sobra decir que nunca sería utilizado en la paleta de Barragán para cubrir muro
alguno.
Comentarios del equipo: Crea una visión, dejando a la imaginación que hay
más allá de los árboles, en entrelazado de la plantas hace que el jardín se vea
inmenso, construyendo a la vez caminos intrigantes. Los arbólales eran muy
altos y enrredaderas.
Fachada al jardín
En el caso de las ventanas del comedor y del desayunador, el paño inferior ha sido
elevado unos 25 centímetros, posiblemente como una corrección de la visual desde las
mesas.
La serie de ventanas en la planta baja pueden ser entendidas como maneras distintas
de un mismo acto que es la contemplación del jardín.
“Maestro en el difícil arte de saber ver con inocencia”, como diría Barragán, cuya
amistad e influencia lo marca en un claro punto de inflexión en el desarrollo de un
lenguaje propio. Aunque esta guía tenga que obviar las colecciones de arte de la casa,
hay que hacer notar que El Arcángel pintando por Jesús “Chucho” Reyes es uno de los
poquísimos óleos de gran formato que hizo en vida y que aquí ocupa un lugar especial
en la casa por su íntima relación con la arquitectura.
En el desayunador la ventana se eleva una vez más y ya no tiene una posición frontal
franca. El jardín se presenta entonces como una fuga superior de la perspectiva, en un
lugar, probablemente el más íntimo de la casa, donde hay que resguardar la mirada
entre muros.
En la cocina, amplia y bien iluminada, el jardín aparece sólo al abrir la puerta. Los vidrios
translúcidos denotan aquí una jerarquía de ventana muy distinta a las antes descritas.
Comentarios del equipo: El comedor contaba con 7 lugares el cual la cabecera era
especialmente para Luis Barragán, según cuentan esto era así por que a Luis no le
gustaba amenizar una conversación con más de siete personas ya que el sentía que no
era el centro de conversación. Una cosa muy importante que notamos es que la cocina
tiene cierta inclinación.
Así mismo contaba con unos jarrones los cuales a una cierta hora del día la luz se
proyectaba en los jarrones y esta luz a su vez viajaba directamente hacia las esferas
produciendo una iluminación mágica.
El desayunador era solo para Luis, ahí se cuita la única lámpara que hay dentro de la
casa, cual fue el regalo un gran amigo.
En la segunda planta la vista del jardín está reservada para la habitación del arquitecto y
la habitación de tarde o el “cuarto blanco” como coloquialmente le llamaba. A estas se
accede por una nueva válvula espacial, ahora amarilla, que concentra la luz de la
mañana proveniente del vestíbulo hasta llevarla al interior de las recámaras donde no
falta el arte sacro y los motivos ecuestres.
Terraza
En una primera disección literal, la terraza está construida con unos muros elevados
sobre el nivel de azotea; los tiros de la chimenea y el sistema mecánico de calefacción y,
también, por la torre blanca que aloja el depósito de agua y las escaleras que conducen
a la zona de servicios en tercera y última planta.
Más allá de que se le pueda llamar mirador, estanque, patio, observatorio, capilla, jardín
colgante... En la terraza tiene lugar la secuencia de transformaciones documentada
fotográficamente por Armando Salas Portugal y que es una de las más significativas
como ejemplo del proceso de experimentación con la obra.
A partir de un simple barandal de madera que permitía la vista hacia el jardín, los muros
perimetrales fueron elevados hasta la completa introspección. La cruz en relieve que
muestran algunas de las fotografías también desaparece durante el proceso. Por otro
lado, las múltiples variaciones cromáticas que se registran dejan pistas de la exploración
que Barragán hace sobre la interacción del color con los espacios construidos.
La búsqueda de los orígenes desde los cuales la terraza ha evolucionado —si en verdad
se tiene que insistir en buscarlos— se vuelve múltiple: pueden encontrarse en la
tradición musulmana de habitar los techos o en esos lugares abiertos por excelencia al
acontecimiento urbano y hasta en el concepto anunciado por Le Corbusier de la quinta
fachada moderna. O bien, en el sencillo aprecio rural y universal del contacto con el
firmamento.
Luis Barragán era un hombre culto que encontrará muchas veces eco de su propia
búsqueda en la obra de otros y aquí ha dejado también testimonio de su cercanía con el
movimiento surrealista, especialmente con la obra metafísica de Giorgio de Chirico. Más
allá de la sola coincidencia de la imagen, la terraza nos permite volver a las reflexiones
que inspiró al artista italiano su admiración por la pintura antigua:
El cuadro del cielo enmarcado por las líneas de una ventana es otro drama que se
ensambla con la escena básica del cuadro, de tal manera que cuando el ojo se
encuentra con aquellas superficies verdosas, aparecen múltiples interrogantes
turbadoras: ¿qué habrá más allá de la ventana?... ¿Ese cielo cubre, quizá el mar, el
desierto o una populosa ciudad?... ¿o quizá se extiende sobre una naturaleza libre e
inquietante, sobre montes y profundos valles, sobre llanuras surcadas por caudalosos
ríos?
Para dejar la terraza se debe buscar la puerta tras la torre gris, si la memoria de que
existe la puerta prevalece sobre la percepción.
Comentarios Generales: La casa es un Lugar mágico, que provoca diversidad
de emociones, el entrar a la casa y pasar de una habitación a otra en forma
transitiva, ya que pasamos de un espacio pequeño y el que nos prepara para
un gran espacio.
El máximo elemento decorativo son los mismos muebles, estilo único de Luis
barragán, lo cuales son elementos ensamblados, grandes y pequeñas pinturas
regalos de amigos. Su gran admiración por los caballos lo conlleva a la
colección de estos, mismos que se encuentran por toda la casa.
Para el jardín era la casa y la casa el jardín, por ese motivo el jardín es parte
fundamental de ella el cual es admirado en diferentes puntos y enormes
ventanas.
Las esferas no solo son objetos decorativos ya que para el tenían un función
primordial, debido a que el era una persona ego centrista y un tanto
controlador en aspecto del espacio.
Dentro del closet tenía varias imagines religiosas, en donde el se ponía orar,
en el mismo había unas escaleras que nos llevan hacia la terraza, y el color de
los muros era natural, e iban adquiriendo el color natural.