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Quiero escribir un relato para los Premios Matute. La cuestión es que estoy falta de
inspiración. Y de estilo, para ser sinceros. Podría decirse por adelantado que este
relato va a ser un auténtico desastre. Busco en Internet y encuentro un curso gratuito
de escritura creativa. Se llama “Cuaderno para Quijotes”. Empiezo a leer los
ejercicios que propone para vencer el bloqueo creativo.
1
“X pasó la tarde de domingo realizando las más penosas tareas del hogar y del jardín:
pasó el limpia-fondos por el suelo de la piscina, cortó el césped, fregó los platos que
se amontonaban en la cocina, preparó macarrones para la cena, recogió y dobló la
ropa que estaba tendida, pagó facturas por Internet, llamó por teléfono a mis padres y
cocinó un pastel de chocolate y nueces”.
Una vez termino de escribir mi historia se la paso a X y éste la lee con incredulidad.
No puede creer que vaya a utilizar este método como excusa para que sea mi siervo
toda la tarde, pero sin queja alguna se dirige hacia la piscina y empieza a colocar el
limpia-fondos. Le esperan varias horas de duro trabajo y no quiere perder el tiempo.
Z empezaba a pensar que quizás estos ejercicios serían útiles a fin y al cabo. Las ideas
brotaban con fluidez y sus dedos se desplazaban velozmente por el teclado de su
portátil. Cada vez era más consciente de que tarde o temprano sus más ocultos
secretos irían aflorando a la superficie mientras escribía.
El “Binomio fantástico” es la técnica más eficaz y más rápida para poder estimular la
imaginación y poder desarrollar historias rápidamente. Elegimos dos palabras al azar,
procurando que sus significados no estén relacionados. Blanco y montaña. Esas son
mis dos palabras. La historia es la que sigue: Una tarde de domingo X, Z y dos
amigos se van de excursión por la montaña, suben al castillo del Sarraceno, observan
unas bonitas vistas, se dan prisa por bajar porque se hace de noche, en un despiste Z
cae de espaldas. Dolor. En el camino de vuelta se cruzan con una extraña mujer
vestida de blanco. La blancura y la vaporosidad de sus ropas contrasta con el rojo y el
negro que describirían el dolor de Z. Meses más tarde Z se pregunta quién era la
misteriosa dama con la que se cruzaron aquella tarde.
La ejecución de los sucesivos ejercicios constituyó una terapia eficaz para la torturada
alma de Z que quizás se vería beneficiada por el ejercicio de introspección que la
escritura le exigía. Tomó un cuarto de pastilla de su frasco de calmantes, felicitándose
por la considerable reducción de dosis que había conseguido en los últimos días. A
este paso, pronto podría abandonar las pastillas del todo, dando por terminada tanto su
dependencia como su adicción a las que el dolor de los últimos meses la había
conducido. Grandes proyectos la esperaban una vez recuperara su salud.
Z siguió buscando entre sus fotografías y no encontró ninguna otra más reciente en la
que se la viera feliz, o mínimamente guapa. Era la hora del paseo de la tarde así que
tomó su cámara, llamó a X y salió al jardín haciendo rodar con sus manos las ruedas
de su silla. Todavía quedaban un par de horas de luz de una tarde del mes de mayo,
una luz perfecta para hacer una bonita fotografía.
Anónimo