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Silvia Loustau - Ana Patricia – Michel Pérez Rizzi – Sonia Sáinz – Kebran -
Adolfo Marchena – Antonio J. Sánchez - Pablo Morales de los Ríos –
Carlos Ardohain – Esperanza García Guerrero - Bárbara López Mosqueda –
Juarma López Bonal – Jorge Santana – Raúlo Cáceres - La India – Gustavo
Galliano – Daniel Pulido Ortíz – Luis Amézaga – Fernando Sabido Sánchez
L a j e f a d e G r o e n- l2
a n-d i a e n n o m b r e d e t o d o s s u s h a b i t a n t e s
SILVIA LOUSTAU
toda la noche
la lluvia lame los cristales
simula el olvido o las heridas del amor.
toda la noche
brillándolos/ envolviéndolos hasta los huesos
el fuego del deseo.
es la voz de la ceremonia
de las manos buscándose.
la lluvia canta /
la muda noche
los oculta
meciéndolos en un mar de sirenas insomnes.
la lluvia despierta
los cuerpos transparentes
y
resbala sobre la pieles tibias / muy tibias /
se detiene / lúbrica /
en el tibio musgo creciendo
en los arrabales del sexo.
húmedo amor en noche de lluvia.
llueve
y entre sombras
hay una palabra iluminando
los húmedos muslos
desnudos
los cuerpos se multiplican
gotas de lluvia
sobre el cristal.
la oscuridad no es temerosa
y una sombra cruza sus cuerpos
y se abrazan
para traspasar / ardiendo / la fría noche.
-- 3 -3-
3 -- Silvia Loustau
ANA PATRICIA
-4- -- 4
4 --
Sigues sin moverte. Cierras los ojos. El agua te resbala por el
rostro. La ropa se humedece. Yo, desesperada, intento llamar tu
atención. Quisiera gritar: “¡qu é nos v amos a poner malos!”, “¡qué me
d an mu c h o mie d o l as to r me n tas ! ” . P e ro d e se g u ro que no res po n des .
Nos estamos quedando solos: las personas huyen despavoridas en
búsqueda de refugios. Ya no puedo aguantar más:
- Lo siento.
-5-
beso. Baile de lenguas. Cierro los ojos. Tú los tienes abiertos, lo sé.
Te gusta besarme con los ojos abiertos. Noto que me atraes hacía ti
con mucha más fuerza. Qu ieres devorarme por dentro. Yo también.
Quiero llegar a lo más profundo. Mis manos avanzan por tu nuca,
tocan tu pelo, las tuyas se entretienen con la parte final de mi
espalda, se cuelan por mi ropa, casi adherida a mi cuerpo. ¿Cómo
puedo senti rme así, a pesar de toda la piel insensible por la
frialdad del agua que está cayen do en ese preciso instante? Ahora
sé que la piel no es insensible cuando está casi helada: el ansía del
deseo descongelan por arte de magia.
A h or a.
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distinguir tres humedades: la de las gotas de lluvia, la tuya, la mía.
Me centro e n la tuya. Sólo la tuya. Mis cinco sentidos en ti. Dejo de
sentir como me resbala el agua. Ahora resbalas tú por todo mi
cuerpo. Despacio. Despacio. Me lleno de ti. E stás en mí.
***
-7-
Después de recuperarme de un auténtico resfriado de
campeonato – una suerte qu e no fuera una pulmonía - recibí una
carta tuya diciéndome que habías dejado de qu ererme.
-8-
Aroma
yo soy de mí misma.
-9-
Versos de caricias:
hasta el agotamiento,
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Soledad acompañada
L a so l e d ad e s u n e s tad o d e án i mo .
A mis píes,
l a mo d e r n a e nf e rme d ad
d e m i é p o c a.
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Ana Patricia Moya
MICHEL PÉREZ RIZZI
ALMA
No él no era de la ciudad
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perfume de la ciudad y el suave olor a frescura de su melena
L o p e r s e g u í s u d a b a y l lo r a b a c o r r i e n d o p o r l a s c a l l e j u e l a s M e
e s c o n d í a c u a n d o m i r a b a y e s o m e h a c í a s e nt i r a u n m á s t r i s t e
Las voces apagaban mi nombre alguien llamaba en la lejanía
yo se g u í a escondida llorando persiguiendo el olor de la
frescura
E l o l o r s e e s f u m ab a l e j a n o l a s p u e r t a s m u r o s d e l a c i u d a d
e s t a b a n c e r c a y t u v e m i e d o E l s u d o r y l a t ri s t e z a m e h i c i e r o n
parar Busqué un árbol y lloré Estaba feliz y angustiada y la
p re s i ó n d e l o s p u l m o n e s m e h i z o g r i t a r M i r é a l c i e l o y e r a a z u l
y b l a n c o y g r i t é c o n l as m a n o s a b i e r t a s ¡ te q u ie r o ! C o r r í d e
nuevo por las calles pensando en mi amor que no era uno sino
todo. Quería verla a mi amiga, soñaba con sus pechos y sus
labios de sangre Quería oler de nuevo su perfume marrón La
a m a b a m e s e n t í a d e l g a d a y e x c i t ad a L a m ú s i c a s o n a b a e n l a
habitación Mahler me hacía llorar y amar Y la amé Fue la
p ri m er a vez que hice el amor con mis pulmones mis
s e n t i m i e n t o s y m i s l á g r i m a s O l í a su s p e c h o s y s u s a b o r r o j o
m e hizo gr ita r Estr em ecí m is sentidos se bloq uea r on en la
nostalgia y grité grité de nuevo y el recuerdo de las puertas de
m i c i u d a d m e h i z o r e c o r d a r l a e t e r n a o r a c i ó n d e l d e s e o ¡ te
qu ie r o! Oh Dios e s t a b a lle n a d e a m or de l a m or d e la s pe líc ul a s
y l a s c a n c i o n e s e r a t o d o e n u n o . G r i t é g r i t é y a m é . Y m i c u e r po
y mis lágrimas se ensalzaron en el algodón de las sabanas Los
p e c h o s e l r o j o p e r fu m e e l s u d o r l o s g r i t o s l a n o s t a l g i a d e l a
m e l o d í a t o d o e x p l o t a b a e n m i l l a n t o … y en m i s p i e r n a s M i s
tendones paralíticos Mi amor se hacia real, la música dejó de
s on a r y l a s s á b a n a s s e s e c a r o n .
E l s o l s al ió y l a m añ an a an u n c ió u n n u e v o d í a d e o l o re s .
- 13 -
Michel Pérez Rizzi
SONIA SAINZ CAPELLÁN
Tu
T An
u oolloorr ((A hee))
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PPa
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Sootteelloo
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LLaa n u oolloorr
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- 14 -
Sonia Sáinz Capellán -- 1
144 --
KEBRAN
PLEXIGLÁS
- 15 -
que PLEXIGLÁS puede oírlo y que siempre ríe con ese final tan
impactante. Él si rí e, enciende un cigarrillo y cuenta a PLEXIGLÁS
lo mucho que la quiere, lo feliz qu e se siente a su lado. Comienza
a jugar con su boca inanimada, con sus turgentes senos que a él
le ofrecen la mejor miel, con su sexo que vibra si le aprieta la
mano izquierda. Se sumerge en PLEXIGLÁS y la posee de manera
suave, sin prisas, con todo e l tiempo del mundo para su amor de
plástico, para él muy real. Derrama su fluido de ntro de ella.
TACITURNO ríe de nuevo, estentóreamente. Pregunta a PLEXIGÁS
que le ha parecido. No le contesta. La quita la válvula y
PLEXIGLÁS ahora para él está dormida. La introduce en la
lavadora: programa prendas delicadas. TACITURNO v uelve a
encender otro cigarrillo y escoge un libro cualquiera que devora
con avidez, página tras página, hasta que el sueño lo vence. Y
entonces sueña con PLEXIG LÁS. Con su VERDAD.
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K e- b16r a- n
ADOLFO MARCHENA
Lo
Los ángeles esperan
en
en la cercanía de los cristales.
Un
Una tardanza inclina la balanza
má
más allá del paraíso.
So
Somos la sombra y la leyenda.
Ap
Apartas la sábana y el pliegue
to
toca por adentro de los muslos.
Má
Más suave que la pluma del candor
tu
tu piel de lengua cercana a los abismos
dó
dónde reposa el reino de la danza.
El
El hacha que me mira tiene
hu
huecos en las manos donde reposan
ci
ciertas limaduras desenmascaradas.
He
Hechuras de otros tiempos
en
en que corrían por los campos
damas desnudas de la corte.
da
Y los caballeros nombrados de aguardiente
se apresuran a los ríos en búsqueda de cálices
se
y espadas que surjan de los lagos.
Me
Me enredo en la lectura de tu coño
y paso los pelos como páginas de un libro
ab
abierto. Los cíclopes de tus pechos
an
anuncian la tormenta y me detengo.
Ve
Ven acá, me dices.
No
No te conozco, te contesto.
No hace falta, mi sabor es el de todas
No
4
y mi trapecio te exprimirá sin
electricidades
Hay una noche en trance
pe
pero cuando vuelvas la vista
y yo despierto cerca de la
só
sólo te contemplarás a ti mismo
cartografía de tus senos.
co
con la mano en tu crucifijo,
Cabalga la quietud
no
no sabiendo distinguir,
en el instante
no
no sabiendo que ya me he ido.
en que formulamos
tijeras afiladas.
Hay una manera
de zafarse
más enérgica incluso
que el asesinato.
Hay una manera
de esquivar
el reflejo de los cristales.
Hay un vértice de
rodadas en el ocaso
de tu vientre.
Una voz en los jirones
de los principios reactivos.
¿Dónde el salvoconducto?
Es la pregunta
y nadie lo sospecha.
Tal vez si nos mirasen
ya no seríamos prófugos
-- 1
188 -- - 18 - de la vida.
LOS DÍAS DE CÉFIRO
Olietta Tieta es una conocida que frecuenta el café - galería donde Kurt se reúne con
Geor y Orson, donde habitualmente charlan y escuchan jazz. La noche anterior Kurt y
Olietta se habían visto y sostuvieron una breve conversación que derivó en un diálogo
de sardinas. Kurt deseaba hacer el amor con una mujer no tonta, percatándose de que
él era el primer bobo del local. Tal vez siguiese excitado esa madrugada (en el trabajo
no cesó de juntar las piernas y tener orgasmos), y por olvido u omisión, no recordaba
haber soñado con Olietta, si no con niños y niñas que inflaban preservativos de colores
y sabores que se desparramaban por el cielo oscuro presagiando tormenta.
Curiosamente, cada vez que se avenía el viento del oeste, Olietta se le mostraba
desnuda, con sus pechos rígidos, firmes como las tablas del arca de Noé. A pesar del
aire acondicionado, estático y molesto, ni siquiera el hilo musical perturbó a Kurt a la
hora de sentir sus continuos orgasmos.
- 19 -
baño para cambiárselos. Siempre lleva unos calzoncillos de repuesto, desde que
comprobara que la guerra y el amor se distanciaban de un paso, un paso muy corto. La
mañana fue, de este modo, ajetreada.
El medio del día le dio un armisticio. Pudo dormir un par de horas donde soñó que se
encontraba en la ciudad de Nueva Aspirina. Curiosamente, la ciudad se encontraba a
nivel del mar y cuando le llamaron para rescatarlo de su pérdida (entendemos que su
pérdida en una ciudad de once millones de habitantes), se hallaba a mil doscientos
metros de altitud. Se despertó con la sensación de seguir ascendiendo, con la ayuda de
un piolet y unos crampones. El teléfono le sobresaltó. Al otro lado de la línea Geor le
preguntó si acudiría esa noche al café - galería. Y allí se encontraron a eso de las siete
de la tarde.
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cánticos en trance místico, semidesnudas y presas de un furor salvaje y donde,
efectivamente, vivían hombres y mujeres semidesnudos.
Un brusco golpe situó la nave de Kurt y Geor en una de las pistas de ensamblaje
de la ciudad flotante. La puerta se abrió y aparecieron dos hombres y dos mujeres
vestidos de gris chamuscado. Portaban varas eléctricas pero no hizo falta utilizarlas
porque Kurt y Geor levantaron sus manos indicando que no deseaban pelear. Los
hombres y mujeres se pusieron en paralelo apoyando las varas eléctricas sobre el suelo
metálico de la cabina. Sus ojos azules, grandes como platos de tazas para elefantes, les
chequearon de los pies a la cabeza. Uno de ellos habló.
- 21 -
- He oído hablar de los clemonitas y que destrozan a los humanos y otras especies,
experimentando con ellos.
- Nada más lejos de la realidad. Seréis tratados con cortesía. La función de las especies
que abducimos no es otra que la procreación. De modo que la noche del cataclismo
nuestro planeta albergará toda vida que, por inoperancia, ustedes, entre todos los
demás, habrán suprimido pudiéndolo haber evitado.
- Por eso dicen que son un zoológico - preguntó Geor.
- Más que eso. Somos una ciudad. Ahora obedecedme. Desnudaos. - una de ellas se
acercó con dos trajes de látex. – Ponéroslo.
Geor y Kurt quedaban muy ridículos con aquellos trajes que sólo dejaban al
descubierto el pene, los ojos, los pezones, la boca y el ano. Les condujeron por un
intrincado laberinto donde olía a eríngeo marítimo y menta piperita. No podían ver
nada dentro de las diferentes salas ya que los cristales ahumados se lo impedían. Kurt
conocía algo de la lengua clemonita. Se detuvieron frente a un cartel que parpadeaba
en azul alabastro y que indicaba la sala de los humanos macho y los humanos hembra.
- Hemos llegado - volvió a decir la misma voz -. Permaneceréis cuatro días fornicando
con nuestras especies hembra y seréis devueltos a vuestra nave. Luego podréis seguir
camino.
Suena el despertador a las siete menos cuarto. Con un manotazo Olietta Tieta lo apaga
al mismo tiempo que se enciende la luz de la habitación. Se levanta girando el cuello
lentamente. Se mira en el espejo y se complace por tener un bello rostro. Huele a flor de
coronilla, de fraile coscoja y cánula de la China. Olietta siente un viento del oeste que le
azota el costado izquierdo. Cierra los ojos y siente que una mano le acaricia el pelo, los
pómulos, los labios. La mano se desliza por su cuello y se detiene en el pecho, cuyos
sonrosados pezones se erizan. Su entrepierna se encuentra húmeda y la imagen de
Kurt se posa en el espejo durante una milésima de segundo. Vuelve a cerrar los ojos y
percibe que una polla la penetra lentamente. Aprieta las piernas cuanto el orgasmo le
llega y advierte que el semen se le desliza por el muslo. Confusa y aún excitada entra
en la ducha y regula el monomando. Agua templada, casi fría.
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Cuando Olietta sale de casa sólo el quiosco de prensa y la panadería se encuentran
abiertos. Un basurero barre las latas arrugadas, papeles, cagarrutas y esputos secos.
Antes de comprar el periódico Nenúfares y centollos coge por equivocación una revista
pornográfica, El quádruble sexo. Las farolas se apagan en ese instante y siente la
necesidad de apretar las piernas de nuevo, sintiendo una vez más el viento del oeste.
Durante el trayecto en el metro sigue orgasmando y pensando en Kurt. A punto de
pasarse en la parada baja en Torrealmohadines y llega puntual al instituto donde
imparte clases de filosofía.
- Hola, Olietta, qué tal las clases - era su amiga Amancia Quedo. Olietta le contó lo
sucedido desde la mañana hasta que el timbre anunció el fin de las clases -. Qué
gozada, ya me gustaría a mí, con mi novio no me pasan esas cosas - se carcajeó.
- La verdad es que ha sido muy placentero pero no le encuentro explicación alguna.
Parece sobrenatural. Y no me hables de Céfiro.
- ¿Y quién es ése? ¿No decías que viste a Kurt? Por cierto, eso de los olores, el perfume,
es muy curioso. Una vez vi en la televisión que pueden ser espíritus.
- Ya, espíritus recalcitrantes, salidos y, por cierto, bien dotados.
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- No me des más envidia - le contestó Amancia Quedo -. ¿Te pasarás esta tarde por el
café –galería?
- Claro, a eso de las ocho. Además tengo ganas de ver a Kurt. No sé, es una intuición.
- Ten cuidado. Te veo muy impresionada, por decirte algo.
Kurt y Geor entraron un tanto vacilantes. Los hombres y mujeres que fornicaban
en la gran sala no les prestaron gran atención. En la zona derecha los sillones parecían
flotar, sin anclaje alguno y en la izquierda, sobre una larga mesa de zinc, reposaban
alimentos y bebidas. Numerosos cojines se desparramaban por el suelo. Dos mujeres
que no fornicaban se les acercaron. Geor se fue con una mujer morena. A Kurt le
seleccionó una pelirroja de ojos color avellana y tez blanca. Kurt se fijó en que todos los
hombres llevaban un número en su espalda.
Kurt puso una salsa sobre la espalda de Campabella, como si se tratase de aceite
para el sol. Le lamió y tomaron un vaso de vino. Campabella hizo lo mismo y se tumbó
boca arriba. Kurt volvió a ponerle salsa y comenzó a comer. Se detuvo en sus pechos y
en su vagina hasta que sintió que Campabella orgasmaba. Ésta le tomó por los
hombros y lo atrajo hacia sí, hasta que Kurt la penetró. Giraron y Campab ella se puso
encima. Se movía en círculos, como una noria lenta.
Así estuvieron cuatro días, sin apenas dormir hasta que la voz del megáfono
indicó los números de Kurt y Geor. Con algo de temor se miraron y se encaminaron
hacia una puerta con forma de concha. La puerta se abrió emitiendo un sonido de
crustáceo y se encontraron con los dos hombres y las dos mujeres que vestían el
mismo traje gris, cuando les condujeron a la sala de reproducción. Fueron más parcos
en palabras. Sabían que regresaban por laberínticos pasillos porque de nuevo sintieron
el olor a Eríngeo marítimo y menta piperita
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- Estoy destrozado - dijo Geor, ya en la nave.
- Yo no puedo más. Veamos si los mandos responden.
- ¿Crees que ésto nos afectará en la búsqueda de la Sagrada Postura?
- No, son vicisitudes, Orson.
- Cuatro días sin parar, Kurt, necesito dormir un poco.
- Cuando estemos fuera de órbita dejaremos el piloto automático y descansaremos un
rato. Mira la carta, no sabemos dónde estamos.
- Nos encontramos cerca del planeta Hesíodo.
- Tendremos que retroceder.
Cuando Kurt llegó al café – galería, Orson estaba sentado con Olietta Tieta y
Amancia Quedo. Se pidió una copa y subió las escaleras metálicas. Sobre la mesa de
mármol irisado reposaba un tablero de parchincle. El parchincle tenía ciertas
similitudes con el parchís sólo que las fichas eran hombrecillos y mujercitas. Cuando
alguno era comido el resto de las fichas humanas desnudaban al sujeto y le lamían
antes de asarlo y comérselo. Olietta le saludó mirándole a los ojos. A ninguno de los
dos se les ocurrió hablar del viento del oeste. Ante la tensión reinante, se cansaron de
jugar al parchincle y Olietta acompañó a Kurt a por más bebidas.
A d o l f o M- 2a5r -c h e n a
ANTONIO J. SÁNCHEZ
Desnudez
no la imagen pulcra
e n c ad a r ed o n d e z te d escu b ro .
y renazco en la pureza
de tu imperfecta desnudez.
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La 102 del Lisboa
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fracasos a la que llamamos experiencia, y creemos como chiquillos
en el amor y en la vida y en todos los tópicos que se nos vienen a la
mente, que para nosotros son novedades que brotan del centro de
la madrugada.
“ L o s ad o l e sc e n te s n o s ab e n te n e r q u in c e añ o s” d i c e s r i e n d o e n t r e
besos. Y es cierto. Para tener quince años hay que haber cumplido,
como mínimo, treinta y cinco o cuarenta. Los quinceañeros actúan
como lo hacen porque no tienen otro remedio, porque el instinto y
la ley implacable de la vida les empujan con impaciencia. Pero hace
falta tener el alma surcada de cicatrices para ser plenamente
consciente de que esta ceguera hay que vivirla con los ojos muy
abiertos, de que hay que apurar hasta el fondo cada uno de estos
instantes de estupidez transitoria.
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Antonio J. Sánchez
PABLO MORALES DE LOS RIOS
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335
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3- 6
6
36-- -
Eroticonda
No quiero abrir los ojos pero hay una orden interior, una
voz que me obliga a hace rlo, me resisto sin embargo y
por ahora logro mantenerlos cerrados.
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Entro en tu cuerpo caliente y sedoso, siento palpitar las
mucosas alrededor de m i carne, el sonido de nuestra
fricción parece un chapoteo viscoso, un crepitar d e
aceite, un crujir de algas debajo del agua. Amenazo con
desbordar, con romper l a presa, con inundarte, pero
sofoco el estallido un poco más. Ciega catarata
amo rdazada que empuja la marea, me pliego, me arrugo,
me expando, me sublevo, me apu ntalo, me proyecto como
un rayo.
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Carlos Ardohain
ESPERANZA GARCÍA GUERRERO
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Urum
Elena se ajustó bien las gafas, abrió la carta y volvió a leer parte de sus
últimas líneas:
- U-R-U-M- murmuró
La figura era tenebrosa, oscura, con unos ojos saltones de un cristal casi
amarillo que la hacía parecer tener una permanente ictericia, sin embargo su
tacto era de un material agradable y cálido que incitaba acariciarla, una y
otra vez, produciendo una inexplicable excitación.
Aquella noche estaba agotada, la cena que le habían organizado los hijos
para celebrar su entrada en la década de los cincuenta se había alargado más
de lo previsto, y ella sólo deseaba sumergirse en un relajante baño. Fue a
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quitarse el vestido que había estrenado para la ocasión, cuando observó como
aquellos inmutables ojos amarillos, la miraban como exigiendo que se
deshiciera pronto de la prenda. Inquieta se acercó a la figura para guardarla
en el cofre y al rozarla, vio como esa mirada antes pajiza, se tornó del color de
la miel.
Desde aquel día, cada noche, su cuerpo adquiere olor caramelo, y poseída
de un primitivo hechizo, danza a ritmo de un imaginario son, mientras URUM
preside orgulloso la alcoba.
E s p e r a n z a G- 4a1r- c í a G u e r r e r o
BÁRBARA LÓPEZ MOSQUEDA
Miranda, la pirata más temida y experta del mundo, estaba con él.
Ya hacía tiempo que había reconocido que amaba a aquel hermoso
sireno; aún no le había hablado de sus sentimientos, aunque lo aceptó
como guía, y él había cumplido su promesa de ya no ser tan insistente.
Y ahora, aunque sus palabras no lo dijeran, no había momento en que
ella no deseara verlo feliz, aunque a veces la nostalgia del tritón lo
invadiera por sentirse indigno de volver a los reinos marinos. Y, de
algún modo, el noble tritón tampoco quería dejarla porque no lo
consideraba pertinente. Pero todo ésto no era más que una serie de
pretextos que ellos mismos decían pues, en realidad, lo que no querían
era separarse el uno del otro: se necesitaban, se amaban, aunque no se
lo expresaran con palabras. Sólo un intercambio de miradas y ambos
sabían que todo estaba bien.
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detuvo su canto, y la miró fijamente, y Miranda se ruborizaba, hasta
que ella decidió comentarle.
- De los humanos, muchas cosas. Y cada día y con cada viaje, aprendo
y pienso más de ustedes, desde que los conozco. No dejan de
asombrarme. Pero se centran en las hembras la mayoría de mis
reflexiones
- ¡Tonto! - rió Miranda - Eso que dijiste suena muy descarado.
- Verdad es - dijo el tritón, encogiéndose de hombros, riendo y nadando
hasta Miranda.
Miranda se sonrojó.
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- Me encantan. Hermosos me parecen. Redondos son, y al compás de
tus caderas se mueven. Cuando un paso das con tus piernas, todo tu
cuerpo participa de ello.
- Todas las mujeres, sin excepción, dignas de hermosas frases son, que
ustedes mismas inspiran al Creador, y que podemos los seres
mundanos, si tenemos suerte, atrapar en el aire.
- Pero a veces - lo interrumpió Miranda - hay mujeres que gustan de
cultivar aquello que perturba a los hombres, y que pareciera que
disfrutan de ser simplemente el objeto que mencionas.
- Es que son ignorantes, y muchas veces están motivadas por algo - dijo
él, sonriendo con un dejo de amargura -, quizá sea mucha vanidad, o
poco amor propio, tal vez. Quizá las mueva la necesidad de dinero que
sé que muchos hombres gustan de invertir para hacer suyos sus
placeres… que no tiene ni la más remota idea de lo que ellas
representan, porque muchas veces no se conocen como deberían. Y los
varones humanos no tienen el tacto, movidos por sus propios instintos,
de hacérselos saber.
- ¿Y por qué se supone que somos diferentes, y según tú, mejores que
las hembras sirena?
- Yo no he dicho que sean mejores o peores, pues a mí no me
corresponde juzgar de ese modo. Sólo soy un tritón. Ustedes las
hembras humanas cargan con el peso del vientre y del crío por más
tiempo. Sus cuerpos sufren y soportan la gravedad de la tierra. En ese
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sentido las sirenas poseen una gran ventaja: ustedes soportan el
terrible peso del parto en seco, cosa que una sirena no experimentaría
jamás; en los humanos, un nacimiento bajo el agua sería más bello y
menos traumático para el bebé. También deben aguantar muchas veces
con heroico valor el hecho de que los hombres exigen en ustedes
comprobar virtudes de las que ellos casi siempre carecen, como la
virginidad y la fidelidad, tachando muchas veces a las verdaderas
virtuosas por pecados que en realidad son responsabilidad de los
hombres, que peor que animales piensan que su semilla no sirve,
además de para procrear, sino para demostrar su poderío ante ustedes,
que no pueden defenderse.
- Sus cabellos son líneas de estrellas que ondean al aire brillando con el
sol - dijo él, tocando su cabello, acercando su rostro al de ella, casi
uniendo sus alientos. Miranda jadeó un poco yo luego, tomó control
sobre sí misma - No necesitan forzosamente el agua para embellecer
cual rayos fulgentes.
- 45 -
Entonces, Miranda se dio cuenta de lo que podía hacer. Ya lo
había visto. Había visto que Sirse tenía todo en su lugar, y no había
nada que evitara la inercia del momento. Lo abrazó por la espalda y le
acarició los cabellos, pero el tritón continuó.
Pasó una de sus suaves manos por las piernas de Miranda y ella
gimió. Él se acercó a sus pechos y humedeció sus pezones por encima
de la blusa mojada. Subió por sus rodillas y llegó a sus ingles, donde el
agua estaba más tibia.
- 46 -
Se acercó a ella y le besó en los labios; él también temblaba, todo
era tan nuevo… sus labios chocaron en un beso electrizante, que él se
encargó de hacer más profundo, hasta que sus lenguas se hacían el
amor una a la otra, y sus gemidos se confundieron con el oleaje.
-B
47á -r b a r a López Mosqueda
JUARMA LÓPEZ BONALD
Noche estrellada
- 48 -
MAB
y yo a mi miseria.
- 49 -
Epigrama
- 50 J- u a r m a López Bonal
JORGE SANTANA
- 51 -
En Mi Boca, Tu olor, Abre Sus Alas
- 52 -
Jorge Santana
RAÚLO CÁCERES \ ANA PATRICIA
- 53 - - 53-
La penitencia del Nazareno
Necrofilia
Las mujeres no me gustan: hablan demasiado y follan sin pasión. Me harté de las
tías de la discoteca: les invitas a copas, preparas el terreno con palabras ñoñas para
ablandarlas, intentas lo imposible para que accedan a un buen polvo… pero, como
máximo, consigues un soso magreo en la sala de apartados. De mí muchas huían
cuando proponía la marcha atrás – prometía que tendría cuidado, argumentaba que
con un preservativo no se siente lo mismo - y siempre terminaba con una erección de
campeonato sofocada en un sucio cuarto de baño. Estrechas… y putas. Un día, para
evitar los rechazos y la falta de entusiasmo femenino, descubrí un remedio para
calmar este insaciable deseo. Desenterré placeres prohibídos, ocultos en aquella gran
caja de madera rota, con desagradable olor a humedad. Todas las noches me
desahogo en aquel lugar oscuro, tenebroso y frío: la imaginación y mi polla se
liberan, eyaculo sobre carne que hace años rebosaba vida. Y acabo satisfecho. El
problema es que hago tanto ruido que mis padres, alarmados, salen en búsqueda de
la procedencia de los berridos: es en ese momento cuando yo escondo rápidamente el
cofre con la colección de revistas de modelos de la época de los cuarenta que guarda
celosamente mi padre en esa caja roñosa, y salgo corriendo del desván de la casa,
- 54 -
buscando el cobijo secreto de mis sábanas.
Sadomusas puteando al gordo
- 54 -
Golpes
R -a55
ú l- o C á c e r e s ( f o t o g r a f í a s )
- 55 -
Ana Patricia (relatos)
LA INDIA
Desgaste
Así me gustabas.
- 56 -
Éxtasis
Dormida, relajada,
Extasiada de placer.
- 57 -
Halo
Olor
- 5I8n- d i a
GUSTAVO MARCELO GALLIANO
De cumbres y goces
Irrumpo en la cima
y me deslizo
bañándote de luna.
donde tu vientre,
desemboca afiebrado
en plena tundra.
Y a paso de machete,
embisto enceguecido,
Y en el vórtice fugaz
de lava y fuego,
-- 5
599 -- G- 59
u s -t a v o M a r c e l o G a l l i a n o
DANIEL PULIDO ORTIZ
II
Sucedió lo que dicen todas las malditas revistas de modas: una vez
saciados los apetitos carnales vino el nacimiento del fastidio.
Comenzaron a brotar, como pústulas, los defectos del cónyuge: él
inunda de flatulencias la estancia mientras duerme, ella ronca, él
tiene manías con la comida, ella con el café, él con la ropa, ella con
los horarios, él con los programas de televisión, ella con la brillantez
obsesiva del piso. Él tiene la maña de orinar por fuera de la taza del
inodoro; ella, cuando usa el inodoro por las mañanas, deja un hedor
tal, que hay que esperar al menos tres minutos para usarlo de nuevo.
Él se levanta demasiado temprano y hace mucho ruido, ella dilata
una hora maquillándose, él media hora afeitándose y deja pelos por
todas partes; ella tiene hábitos de higiene de dudosa reputación, él
no se cambia los calcetines ni los calzoncillos con la debida
frecuencia, ella tiene pésimo gusto para la música, él se saca la
carne de los dientes con las uñas, ella hace gestos demasiado
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grotescos cuando se cepilla los dientes y además escupe la espuma
sin ningún respeto.
- 61 -
- Ya no la deseo…
- Ya no me dan ganas de besarlo…
- Se le han caído las tetas…
- Le apesta la boca…
- ¡Qué celulitis!
- ¡Es un desnalgado!
- 62 -
a llorar, por lo demás ya conoce el tamaño del clítoris, sabe cómo
jugarlo con la lengua. Igual no se sorprende ni emociona mucho con
los olores, ni con los pliegues genitales, ni con el color rosado tierno
de la flor que tiene entre los dientes. Una vez concluida la respectiva
ceremonia oral, ambos saben que viene la penetración, a veces de
lado, otras él arriba, algunas veces ella. Aparece el consabido vaivén,
el roce sonoro de los vellos, el palmoteo, el sudor, uno que otro
quejido y la abrupta salida del semen como señal inequívoca de que
el fastidio ha triunfado una vez más. Sigue el beso riguroso, post
coital, máxima expresión del desamor, prueba irrefutable de que
ambos se acaban de alejar, aun más, de cualquier posibilidad de un
mínimo aprecio mutuo. Ella le da la espalda y se duerme
amargamente. Él se pone el calzoncillo, halla el control remoto del
televisor, que ha quedado perdido entre las sábanas, busca una
película de sexo.
III
Ella tuvo que aguardar más de medio siglo para ver morir a su
marido y disfrutar de este momento. Él agoniza con una mueca
mezcla de amargura y derrota en su rostro, con los ojos abiertos,
mirando a la mujer fijamente. Ella, con gesto de triunfo, agita la
mano donde luce el anillo matrimonial. Casi amablemente le dice
“ ad ió s ” m i e n t r a s s o n r í e y l o c u b r e t o t a l m e n t e c o n l a s á b a n a .
D a n i e l P u- 63
l i d- o O r t i z
LUIS AMÉZAGA
Soledad en compañía
- 64 -
Sólo para hombres en proyecto
-- 6
655 -- - 65 - Luis Amézaga
FERNANDO SABIDO SÁNCHEZ
Te he sido infiel
- 66 -
travestido
- 67 -
En la soledad del sexo
-- 6
688-- - 68 - Fernando Sabido
Edita: Groenlandia ÍNDICE
Diseño: Ana Patricia Moya
Silvia Loustau
Rodríguez
Poema del Espejo de los días 3
Imágenes: las obras de arte
utilizadas para el diseño de
este especial corresponden a Ana Patricia
Magritte, (portada) Schiele, Bajo lágrimas del cielo (relato) 4
(introducción, contraportada, Aroma (poema) 9
páginas 16 y 29), Klimt Sin título (poema) 10
(páginas 4, 8, 47), Courbet Soledad Acompañada I (fotografía y poema) 11
(13), Kirchner (43), Munch
(14), Utamaro (17 y 18),
Delvaux (23-24), Man Ray (3 y Michel Pérez Rizzi
28), Lempicka (10), Burne-
Alma (relato) 12
Jones (26), Tom Wesselman
(68, 70-71), Leigthon (39),
Toulousse-Latrec (38), Rivera
(48), Dix (41), Grosz (50), Sonia Sáinz Capellán
Rodín (51-52), Dalí (56), Oscar Tu olor, anoche (poema) 14
Dominguez (58), Pablo
Morales de los Ríos (59 y 66),
Picasso (60), Freud (64) y Kebran
Gauguin (63). La fotografía de Plexiglás (relato) 15
la página 11 pertenece a Ana
Patricia Moya Rodríguez. Las
fotografías de las páginas 53, Adolfo Marchena
54 y 55 son de Raúlo Cáceres. Cuatro poemas eróticos 17
Los días de Céfiro (relato) 19
Autores de las obras: Silvia
Loustau, Ana Patricia Moya
Rodríguez, Michel Pérez Rizzi,
Sonia Sáinz Capellán, Andrés Antonio J. Sánchez
Ramón Pérez Blanco, Adolfo Desnudez (poema) 26
Marchena, Antonio J. La 102 del Lisboa (relato) 27
Sánchez, Pablo Morales de los
Ríos, Carlos Ardohain,
Esperanza García Guerrero, Pablo Morales de los Ríos
Bárbara López Mosqueda, De mis partes íntimas (poema) 29
Juarma López Bonal, Jorge Crónica de una relación sexual tardía (cómic) 30
Santana, Raúlo Cáceres,
India, Gustavo Galliano,
Daniel Pulido Ortíz, Luis
Carlos Ardohain
Amézaga, Fernando Sabido.
Eroticonda (relato) 37
www.revistagroenlandia.
Fernando Sabido Sánchez com
Te he sido infiel (poema) 66
Travestido (poema) 67
En la soledad del sexo (poema) - 70 - 68 Depósito legal:
CO-686-2008
- 71 -