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conflicto laboral.
Es por esto por lo que es importante saber determinar qué situaciones corresponden a un acoso
laboral y cuáles pueden no serlo.
La principal confusión se produce entre los términos de acoso laboral y conflicto laboral. No todas las
situaciones de conflicto en el trabajo tienen que ser una conducta de acoso, es más, el conflicto en
muchas ocasiones puede resultar positivo en una empresa. En el conflicto, al contrario que ocurre en
el acoso, se da una escala simétrica de coacción o agresión. En el acoso, esta coacción se caracteriza
entre otras cosas por ser asimétrica. Por otro lado, el conflicto laboral puede ser una fuente de
renovación ya que provoca un cuestionamiento de la situación y posibles alternativas de solución,
por esto puede resultar productivo. En el acoso los cambios están bloqueados. Quizás, lo más
significativo a la hora de marcar la diferencia entre el acoso laboral y el conflicto laboral sea la
intencionalidad que hay detrás de uno u otro. Detrás del acoso hay una clara intención de librarse de
la persona acosada. A pesar de estas diferencias hay un punto de unión, ya que en numerosas
ocasiones el acoso es consecuencia de un conflicto no resuelto.
Además del conflicto laboral hay otras situaciones que también pueden confundirse con un acoso
laboral. Una de ellas, por la sintomatología que presenta es la presencia de un cuadro de estrés
laboral, es decir, numeroso síntomas de estrés derivados de las especiales circunstancias de un
puesto de trabajo (alta responsabilidad, gran exigencia, etc.). En este caso a pesar de poder
presentar una persona una sintomatología muy similar a la de una víctima de acoso, la gran
diferencia igual que en el caso anterior es la ausencia de una intención deliberada de librarse del
trabajador.
Otra de las circunstancias que puede confundirse con una situación de acoso es la existencia de una
agresión esporádica. Ésta puede ser resultado de una actuación impulsiva y puede provocar un
fuerte malestar en la víctima pero se diferencia del acoso en que éste es sistemático, repetitivo y
con clara premeditación.
Las condiciones de trabajo si son negativas (muchas horas, despacho pequeño, poca luz, etc.)
pueden confundirse también con situaciones de acoso pero como anteriormente se ha comentado, si
detrás de éstas no hay una clara intención de librarse de una persona no pueden considerarse
acosos y por lo tanto el trabajador tendría que buscar otro medio para solucionarlas.
Quizás la situación más frecuentes de malentendidos es cuando por un lado existe un jefe o superior
que utiliza la coacción como medio para aumentar la productividad del trabajador, llegando incluso a
ser “torpe” a la hora de dirigir a las personas que tiene a su cargo (siendo agresivo, arrogante etc.),
muchas veces por falta de habilidades sociales; y por otro un trabajador muy exigente consigo
mismo y con un sistema de creencias basado en la justicia. Seguramente en este caso el trabajador
vivirá de una forma muy “injusta”, y por lo tanto muy agresiva, las indicaciones que pueda hacerle
su superior llegando a considerar esta actitud como un acoso laboral. En este caso, si no existe una
clara intención de librarse de esta persona, estaríamos ante un conflicto que de no resolverse,
podría derivar finalmente en un acoso.
Hay otros factores que también pueden influir en la errónea valoración de una situación como acoso,
como pueden ser diferentes rasgos de personalidad en los jefes (personalidad obsesiva, etc.) que
pueden hacer “insoportable” el trabajo a sus empleados, o algunas características de personalidad
de la “supuesta víctima” que haga que viva toda amenaza con una clara intención (paranoides, etc.).
En numerosos casos estas situaciones son denunciadas y llevadas ante un juez. Es aquí donde la
labor del perito psicólogo o psiquiatra es de vital importancia para poder diferenciar si realmente
la situación existente es el resultado de un acoso laboral o de un conflicto laboral
ABORDAJE
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