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TRES TESOROS PARA LA SALUD


El mundo de la salud, que debería ser algo sencillo y natural que todo el mundo conociera, se nos pinta
como algo muy complejo y especializado en el que el ciudadano de a pie poco puede hacer.
Nos han acostumbrado y educado para que al igual que confiamos nuestro dinero a un banco (quien lo
tenga), confiemos nuestra salud a los “profesionales de la salud”, como si no pudiéramos hacer nada
más por nosotros mismos.
En la alta antigüedad, el arte de la medicina –porque era considerada como un arte- se basaba en la
prevención, y el verdadero médico era el que mantenía en salud a sus pacientes. Es lo que podríamos
llamar medicina preventiva. Luego había también médicos que se limitaban a curar, pero estos eran
considerados de categoría inferior, por decirlo de algún modo.
En la actualidad, los médicos –salvo honrosas excepciones- basan su ejercicio en recetar, muchas veces
ni siquiera miran la cara del paciente en los escasos minutos que dura la consulta, y nunca o casi nunca
se interesan por sus condiciones de vida internas y externas, como si eso no tuviera nada que ver.
La auténtica medicina no es aquella que se basa en la receta sistemática de drogas que la mayor parte
de las veces no solucionan nada. Se habla de lo avanzada que está la medicina y me pregunto si es signo
de avance que haya más enfermos que nunca.
En una sociedad –vamos a referirnos ahora al primer mundo- donde nunca ha habido tantos medios,
bienestar y recursos, ¿cómo se explica que haya más enfermos que nunca? Es cierto, no voy a negarlo,
que hoy en día se vive más años que tiempo atrás, pero ¿en qué condiciones?, ¿cuál es el precio?, ¿cuál
es el resultado?
La respuesta es bien simple: el logro de la medicina que se practica globalmente en la actualidad
radica, fundamentalmente, en haber convertido muchas enfermedades mortales en crónicas. Por eso
cada vez se muere más tarde, pero ¿en qué condiciones se suele llegar a la ancianidad? Eso, sin pasar
por alto que muchas otras enfermedades que deberían tener cura no la tienen tampoco, y se convierten
también en crónicas. ¿Quién gana ahí? La respuesta la dejaremos para otro momento, ya que ese tema
se sale del motivo de éste artículo. Lo que parece claro es que el gran logro de la medicina no es curar.
Me propongo dar unas pequeñas y simples pautas, para comenzar, que todo el mundo puede aplicar sin
necesidad de tener ningún conocimiento de nada, y que si lo hace producirán un resultado seguro y sin
ningún tipo de efectos secundarios. Más adelante, se podrá entrar en detalle en cada uno de estos
aspectos que comentaremos e incluso ir abordando otros, si hay interés.
Primero: el pensamiento. Esto quiere decir que tenemos que ser muy cuidadosos con lo que pensemos
y tratar de no pensar mal, no tener malas ideas, apartar todos aquellos pensamientos y emociones
negativos, limitativos, pesimistas, temerosos, preocupantes, etc. que crean desarmonía en nosotros,
pues ahí está el germen del desequilibrio y la enfermedad. Es un aspecto sumamente importante y tiene
muchas connotaciones, pero para comenzar es suficiente con ser conscientes de él y tratar de corregir
lo que vayamos identificando. Hay que saber que el pensamiento es creador.
Segundo: la respiración. En general respiramos mal, y una buena respiración es importantísima para
tener una buena salud, tanto que incluso existen formas de curación basadas en la práctica de ejercicios
respiratorios. Para empezar sería muy bueno hacer 3 veces al día una serie de respiraciones abdominales
en 4 tiempos, de la siguiente forma:
En un lugar tranquilo, tendidos en posición horizontal sobre la cama o una alfombra, o bien sentados
con la espalda bien recta, tomar el aire por la nariz suavemente durante 8 segundos y dirigirlo a la zona
que hay bajo el ombligo, la zona infra umbilical (notaremos que sale el vientre hacia afuera), retener el
aliento durante 4 segundos, expulsar el aire con suavidad durante 8 segundos esforzándose al final para
sacar el remanente que siempre queda en los pulmones, y retener el aliento por 4 segundos más. Esto se
repetirá 7 veces.
En total dura solo unos pocos minutos. Cuando se acabe, se puede permanecer tranquilo durante unos
instantes o el tiempo que cada cual necesite, tratando de tener la mente en calma y sintiendo la
sensación de bienestar que se tiene.
Tercero: la alimentación. Dijo un sabio: “que tu alimento sea tu medicina”, y así debería ser, pues en
cada alimento están, aparte de los nutrientes, todos los elementos que necesitamos para mantener el
equilibrio allá donde nos encontremos.
Como norma básica para empezar, nos serviremos de alimentos lo mas naturales posibles, tratando de
comer los que sean de la temporada, a ser posible que se cultiven en la zona donde se viva, y
guiándonos por los criterios en que se basa la “pirámide alimentaria”, a saber: la mayor proporción
debe ser de cereales, legumbres y pastas, después verduras, a continuación frutas y después ya
pasaríamos a las carnes y pescados, dejando para lo último a las grasas, azucares, refinados y la sal. En
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ese sentido, la misma pirámide nos dice de qué hay que comer mucho y de qué hay que comer poco.
Mucho: cereales, legumbres, verduras, frutas... Lo menos: las grasas...
Es importante no comer hasta hartarse, sino dejar de hacerlo cuando se siente que ya hay suficiente
(aproximadamente 2/3 de la capacidad del estómago), y hacerlo en un ambiente tranquilo y agradable,
masticando bien y despacio.
Respecto al agua, mejor beber antes de las comidas o una vez hecha la digestión, pudiendo beber el
resto del tiempo todo lo que el cuerpo necesite.
Sé que estamos tocando un tema que a pesar de ser sencillo es muy complejo en el sentido de que
muchas personas tendrán preguntas y dudas al respecto, pero es una forma de empezar. Vamos a
empezar, a dar el primer paso en asumir la responsabilidad de nuestra salud, y poco a poco podremos ir
profundizando más y ampliando otros aspectos.
El cuerpo y el espíritu no son cosas separadas, el espíritu necesita de un cuerpo saludable para que éste
le sirva bien y poderse expresar a través de él con toda su grandeza.
Vamos a empezar por las cosas más sencillas: pensar bien, respirar bien y comer bien.
¡Salud!

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