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La cambiante realidad política y económica por la que atraviesa nuestra sociedad, nos
impulsa día a día a formular y reformular los enfoques que se tienen acerca de temas
relacionados con la forma en que se gestionan, los recursos públicos, las personas, los
procesos y en general muchos otros factores que componen y afectan nuestras
administraciones públicas.
Elementos que hoy por hoy son la brújula en el proceso modernizador e innovador de la
función pública en un sinnúmero de países de América Latina y el resto del mundo, para
nosotros se plantea como una suerte de ironía y utopía, por la duda subyacente sobre su
materialización. Aspectos como eficacia, eficiencia, ética pública, buen gobierno,
calidad, cambio de paradigmas organizativos, hasta el momento se perciben por gran
parte de la ciudadanía como pomposa presunción o desvirtuada teorización que en poco
se adecua a las realidades organizativas, presupuestarias, normativas, administrativas y
culturales de nuestras organizaciones públicas.
En el ámbito académico hay quienes guardan una opinión reservada y cuidadosa sobre
las bondades o no de implementar el modelo de la “Nueva Gestión Pública” en países
latinoamericanos, por considerar que el modelo de burocracia imperfecto que aún
manejamos que ni siquiera cumple con todos los criterios para su perfeccionamiento,
genera en algunos casos un efecto contraproducente si se aspira a desarrollar la nueva
gestión pública como forma de administrar la cosa pública. Otros especialistas por su
parte, apuestan por la libre determinación de propios procesos modernizadores, en el
sentido de que la experiencia de otros países es simplemente un referente de mejores
prácticas y experiencias y no una copia en blanco y negro de los escollos salvados, los
pasos adelantados y la forma de abordar la problemática pública.
Mas allá de imbuir al lector en una maraña de teorías y una visión desesperanzadora de
la cuestión pública, aspiro a remecer los cimientos sobre los que descansa nuestra
costumbre administrativa y motivar un interés por parte de los lectores sobre estas
realidades que nos afectan y sobre las cuales muchas veces tenemos una actitud
lesseferista, por considerarlas ajenas a nuestras necesidades cotidianas. Aprovecho la
coyuntura además, por el importante momento que vive el país en cuanto a las
intenciones de propiciar un cambio en todos los aspectos de la realidad nacional.
Sin embargo, esto no es así ya que gran parte de las vicisitudes que aquejan al
ciudadano de a pie convergen en la incapacidad de la administración de legitimarse
mediante la prestación de servicios públicos de calidad.
Sin duda alguna se trata de una convergencia de múltiples factores. Pero en esta ocasión
daremos un breve vistazo al último elemento, la gestión de personas en las instituciones
públicas y, cual ha sido el estado de la cuestión durante estas últimas décadas. Para tales
efectos, recurriremos al Resumen Ejecutivo de la Síntesis del diagnóstico para el caso
de Panamá del Informe sobre la situación del Servicio Civil en América Latina
realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo.
Por último, en cuanto al tema del mérito, podemos percatarnos con estupor de que
estamos frente a un sistema clientelar en el cual la variable política es determinante para
el mantenimiento e ingreso del funcionario al empleo público en la mayoría de los
casos. Esto es, sin mencionar, que existe una marcada incongruencia entre los objetivos
organizacionales de las instituciones públicas y dicha dinámica clientelar.