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III

RAZÓN Y SENTIDO DE LA JUSTICIA SOCIAL

La expresión "justicia social" es apenas relativamente


reciente. Según los investigadores, no va más atrás de
los sillonistas franceses y la emplea también a menudo
el marqués de La Tour du Pin.
Desde entonces, la expresión, pero más aún el concep-
to, han sido rechazados en diversas ocasiones por trata-
distas católicos. La expresión, cuando surgió por vez pri-
mera, por su evocación de las doctrinas socialistas. Y el
concepto mismo ha sido negado por eminentes teólogos,
adscribiendo la idea que la "justicia social" conlleva a
una o a las tres clases de justicia que conoció siempre la
Filosofía, desde Aristóteles hasta la adición tomista: jus-
ticia conmutativa, justicia distributiva y justicia legal.
El P. Urdanoz, teólogo español, hace una completa refe-
rencia al discutido tema, cataloga las distintas doctrinas
de autores católicos y no católicos y cita en su apoyo una
amplia bibliografía. (Int. a la q. 58 (2-2), "Suma Teoló-
gica" de S. Tomás).
Pero el mismo comentarista mencionado opta por la
tesis de los que identifican la justicia social con la justi-
cia legal. Y ello lo hace con argumentos, o bien propios
del sistema tomista de que es fiel y autorizado exponente, de que hoy predomina la idea entre los tomistas de que
o bien con consideraciones personales que no es del caso la justicia social no es otra cosa que la justicia legal.
repetir aquí. Yo le hallo toda la razón a éstos, pero siempre que se
Sin embargo, hemos de detenernos en una razón de parta del "principium divissionis" que Santo Tomás adu-
orden general, no por ello menos obediente al sistema, cía para hablar de tres y sólo de tres clases de justicia:
pero la cual sirve más para rechazar la posibilidad de Ese "principium divissionis" no es otra cosa que la divi-
que exista, con autonomía, una justicia social distinta sión dualista del individuo y la sociedad, o para hablar
de las otras, que para incluir aquélla en la justicia legal, en términos más aproximados, entre el súbdito y la co-
como lo hace el eminente teólogo y filósofo español. munidad. Distinguidos así, sólo puede haber evidente-
Dice Urdanoz que la generalidad de los autores' clási- mente deberes de justicia de los súbditos entre sí (justi-
cos y modernos dividen la justicia en conmutativa, distri- cia conmutativa), o deberes de justicia de la sociedad ha-
cía el súbdito (justicia distributiva), o deberes de justicia
butiva y legal, que en esa trilogía "se condensa y siste-
del subdito hacia la sociedad (justicia legal).
matiza todo el ámbito posible de relaciones de derecho"
¿Pero es hoy posible mantenernos en este "principium
y que, además "no es dado imaginar una relación jurí-
divissionis"? ¿La historia no ha destacado otras realida-
dica extraña al orden tripartito de exigencias de justicia: des diferentes de las que Tomás de Aquino concebía en el
ordo partium ad totum, ordo totius ad partes, ordo partís siglo XIII, al finalizar la edad media, y cuando apenas
ad partera, o exigencias de justicia legal, distributiva y se podían entrever los acontecimientos y transformacio-
conmutativa". nes que acontecen a partir del Renacimiento y la Re-
De esta suerte, la división de justicia en las tres ra- forma?
mas clásicas, es lo que Kant denomina una división sis- Todavía en tiempo de Santo Tomás no se hablaba del
temática y por tanto exhaustiva: ni sobra ni falta, por- Estado. Se hablaba de la autoridad dentro de la sociedad
que ninguno de los miembros puede reducirse al otro, ni y hasta podían disentir los discípulos del autor de las
miembro alguno ha quedado por fuera de la división. "Sumas" si la autoridad era nota esencial o sólo nota
Pero pese a todo esto, la expresión "justicia social" se propia de la sociedad. Es más aún: era posible distinguir
hizo presente en el lenguaje oficial de la Iglesia desde entre el princeps y la communitas politica, pero en la doc-
las cartas sociales del Cardenal Gasparri (1922-1528). Y trina de Tomás de Aquino "el príncipe es parte orgánica
si la famosa encíclica social de León XIII no la acoge ni de la comunidad y ésta, como Estado (precisamente por
una sola vez, la "Quadragessimo anno" de Pío XI (1931) ser comunidad política), es la sociedad perfecta que abar-
la emplea en ocho lugares, hasta culminar con la "Divini ca en su seno todas las funciones de la vida social, todos
Redemptoris" del mismo Pío XI (1937), donde se declara los fines humanos logrables por la convivencia y todas
"su concepto y las obligaciones que entraña". las agrupaciones particulares destinadas a la consecución
de uno o varios de los mismos". (L. Legaz Lacambra,
Los teólogos, con todo, no tienen por qué sentirse obli- "Teoría del Estado nacional sindicalista", p. 217, Ed.
gados a reconocer autonomía conceptual a la justicia so- Bosch, Barcelona, 1940).
cial, y es precisamente a partir de la encíclica de 1937, Por consiguiente, cuando dentro del aristotelismo y
cuando las polémicas más han abundado, hasta el punto del tomismo se habla del Estado, usando términos actua-
les, se menciona precisamente a la sociedad civil que en- 2
vuelve en una sola unidad a los súbditos y a la autoridad.
Pero la sociedad civil es hoy otra cosa muy distinta Lo que se puede ahora preguntar es si esa idea de la
del Estado. sociedad civil separada y hasta enfrentada al Estado nace
Lo es, mejor dicho, desde los albores de la edad mo- sólo como una creación de la burguesía naciente, o tiene
derna. "La sociedad, en cuanto concepto recíproco del Es- todavía fundamentos en la filosofía y en la teología pre-
tado, es un fenómeno muy reciente en la historia de cedentes. A mi juicio, la última tesis es plenamente com-
Europa. Su aparición se halla estrechamente unida al probable. Y son las propias ideas de Aristóteles y Santo
pleno despliegue de la forma económica capitalista, a la Tomás las que fundamentan esta distinción, si bien por
definitiva liquidación del orden social estamental y al na- la fuerza del devenir histórico y sus circunstancias, la
cimiento de la "sociedad civil". (H. Heller, "Teoría del idea misma, al hacerse viva, llega a engordar tan mons-
Estado", pág. 128, ed. Fondo de Cultura Económica, Mé- truosamente hasta crear la gran burguesía capitalista de
xico, 1942). los tiempos modernos.
Aristóteles expresa a propósito de la propiedad priva-
De manera que "Estado" y "sociedad" se enfrentan da lo siguiente:
desde hace cuatro siglos y este enfrentamiento viene a
sufrir una crisis que se presenta como agonía, desde "Si los que trabajan la tierra no son sus dueños, la
Carlos Marx hasta el momento actual. La sociedad empezó cuestión puede ser distinta y más fácil; pero si la culti-
a distinguirse del Estado como "sociedad civil", justa- van para sí mismos, la cuestión de la propiedad puede
mente para desprenderse de ese mismo Estado absolutista traer consigo más dificultades: pues al no ser todos igua-
que sucede al feudalismo y para enfrentarse asimismo a les en los beneficios y en el trabajo, necesariamente sur-
la omnipresencia de la Iglesia. Dicho en otras palabras, girán reclamaciones contra los que obtienen muchos be-
la "sociedad civil" no era otra cosa que la burguesía na- neficios y trabajan poco, por parte de los que reciben
ciente desde el Renacimiento, y que en Francia se deno- menos y trabajan más. En general, la convivencia y la
minaba el "tercer estado": "El concepto de sociedad en comunidad son difíciles en todas las cosas humanas, pero
sentido social y político tiene su base material en los há- sobre todo en éstas. Son ejemplo de ello los que viajan
bitos e ideas del tercer estado. No es, propiamente, un en compañía, entre los cuales la mayoría de las veces
concepto del pueblo sino sólo un concepto del tercer es- surgen diferencias por cosas completamente triviales y
tado aunque ya sea usadero en la literatura identificar verdaderos choques a propósito de minucias. También so-
al Estado con la sociedad civil". Y por su parte Heller lemos chocar más con los criados de que nos servimos
establece que "el origen del concepto de sociedad, como más para los menesteres cotidianos.
nacido de la tensión política provocada por las exigencias "Estas y otras dificultades semejantes presenta la co-
de libertad e igualdad de la burguesía frente al Estado munidad de propiedades. El régimen actual, en cambio,
absoluto y a los privilegios de sangre, es cosa que no se perfeccionado por buenas costumbres y regulado por leyes
ignora mientras los derechos de libertad constituyen para justas, puede superar a aquél no poco, pues tendrá las
la burguesía objetivos de la lucha política". (Ob. cit., ventajas de ambos, es decir, del régimen de propiedad
p. 129). común y del de propiedad privada. La propiedad, en efec-
lo, debe ser en cierto modo común, pero en general pri- estado de paz entre los hombres se conserva mejor si cada
vada; así los intereses, al estar divididos, no darán lugar uno está contento con lo suyo, por lo cual vemos que en-
a reclamaciones de unos contra otros y producirán más tre aquellos que en común y pro indiviso poseen alguna
beneficio si cada uno se dedica a la suyo propio, pero la cosa surgen más frecuentemente contiendas". (Suma Teo-
virtud hará que, para su utilización, los bienes de los lógica, 2, 2, q. 66, art. 2).
amigos sean comunes, como dice el proverbio. Aún ac- Los textos tomistas han dado lugar a muchas polémi-
tualmente, en algunas ciudades este régimen está sufi- cas, como es bien sabido. Sin embargo, cuando la neo-
cientemente esbozado para verse que no es imposible, y escolástica en el siglo pasado empezó a defender la pro-
sobre todo en las ciudades bien administradas existe ya piedad como derecho natural, lo hizo después de una
hasta cierto punto y en conjunto resulta visible; teniendo vigorosa contienda y de un examen muy atento de la lite-
cada uno su propiedad privada, permite a sus amigos el ratura patrística y de la escolástica clásica. La bibliogra-
uso de algunos de sus bienes y se sirve él mismo de otros fía sobre estos temas es vasta y minuciosa. Pero para li-
comunes. Así, en Lacedemonia todos usan los esclavos de mitarme a un autor, he de recordar con el P. Urdanoz ya
todos, por decirlo así, como si fueran propios, y lo mis- citado, que la doctrina católica al respecto se puede re-
mo los caballos, los perros y las provisiones del campo ducir a las siguientes tesis:
que puedan necesitar al atravesar el país. Es claro, por 1o Es cuestión de fe que es lícita la propiedad privada,
tanto, que es mejor que la propiedad sea privada, pero como lo revelan las condenaciones oficiales de la Iglesia
su utilización sea común. En cuanto al modo de reali- a los "Apostólicos" del siglo III, y a los albigenses y val-
zarlo, esto es misión propia del legislador". ("Política", denses del siglo XIII. Esto significa que la propiedad es
1263 a; vrs. de J. Marías y M. Araújo. Ed. Inst. Pol., Ma- de derecho natural permisivo.
drid, 1951).
2o Ya no es cuestión de fe, pero sí puede enunciarse
Y Santo Tomás, por su parte, dice: como doctrina común de la Iglesia, especialmente a tra-
"Acerca de los bienes exteriores, dos cosas competen vés de las últimas encíclicas sociales, que la propiedad
al hombre: primero, la potestad de gestión y disposición privada es no sólo lícita sino también necesaria, esto es,
de los mismos, y en cuanto a esto es lícito que el hom- que hace parte del derecho natural preceptivo.
bre posea cosas propias. Y es también necesario a la vida Pero todavía entre los teólogos y filósofos de corriente
humana por tres motivos: primero, porque cada uno es católica se puede discutir si, aceptada la propiedad pri-
más solícito en la gestión de aquello que con exclusividad vada como necesaria, esa necesidad se funda en el bien
le pertenece que en lo que es común a todos o a muchos, común o en el bien particular y privado de cada uno.
pues cada cual, huyendo del trabajo, deja a otro el cui- Esto es, si la bondad "natural" de la propiedad privada
dado de lo que conviene al bien común, como sucede está en que los bienes que ella conlleva, reportan siempre
cuando hay muchedumbre de servidores; segundo, porque en bien de la comunidad o si aun sin reportar en bien
se administran más ordenadamente las cosas humanas de la comunidad, ello es en sí un bien "natural".
cuando a cada uno incumbe el cuidado de sus propios Parece que las palabras de Santo Tomás subsiguien-
intereses, mientras que reinaría confusión si cada cual tes al texto transcrito atrás, optaran por la primera tesis.
se cuidara de todo indistintamente; tercero, porque el Ellas son así:
"En segundo lugar, también compete al hombre, res- mo nota suelta en su obra postrera, Santo Tomás trató
pecto de los bienes exteriores, el uso o disfrute de los mis- de corregir tan aberrante doctrina, profundamente cara
mos; y en cuanto a esto no debe tener el hombre las cosas al mundo griego, pero disonante dentro del cristianismo.
exteriores como propias, sino como comunes, de modo que Entonces escribió: "La diferencia de las cosas no se da
fácilmente dé participación en ellas a los otros cuando 'ratione materiae'; porque la primera posición de ellas
lo necesiten. Por eso dice el Apóstol: "Manda a los ricos de es por la creación" (cita H. Rommer, "La fil. jur. y pol.
este siglo que den y repartan con generosidad sus bienes". de Feo. Suárez", rev. "Pensamiento", hom. de cent.,- Ma-
(2-2, q. 66, art. 2). drid, 1948, p. 497). Esta rectificación que nació de su
Con cuánta razón acogía Tomás de Aquino una idea hondo sentido cristiano, pese a su adhesión al "Filósofo",
muy cara de Aristóteles y que hizo suya en las palabras no podía, sin embargo, tener la virtud de desquiciar todo
liminares de "De ente et essentia". "Puesto que un pe- su sistema en que el bien común material es siempre de
queño error al principio se vuelve grande al final, según superior valor al bien particular igualmente material.
el filósofo en el primer libro 'Del Cielo y del Mundo' ...". Por ello, para Tomás de Aquino, aun partiendo de un
principio de individuación inaceptable en relación con la
Pues también una pequeña distinción de principio se
persona humana, es más admisible la tesis de que la pro-
puede llevar hasta extremos incalculables en el desarrollo
piedad privada es buena sólo en cuanto es buena para
histórico. Y así tenemos que cuando Aristóteles y Santo
el bien común.
Tomás defienden la conveniencia y más aún la necesidad
de la propiedad privada, ya se tome esta necesidad en ser- Pero si avanzamos casi cuatro siglos, ya encontramos
vicio del bien común o del bien personal, no previeron, que Suárez, influido también por el individualismo de
sin embargo, hasta dónde ella iba a llegar, es decir, nada Duns Escoto, no va a aceptar que el principo de indivi-
menos que hasta las grandes concentraciones de riqueza duación sea la "materia signata", sino que afirma con
en manos de unos pocos, obtenidas muchas veces a nom- enérgica expresión, que "toda entidad singular se indi-
bre de ideas religiosas (los "elegidos" de Calvino y del vidualiza por sí misma". Aquí, en Suárez, ya va tomando
puritanismo) o a virtud del concepto de la dignidad de más alta conciencia el hombre individual, con su destino
la persona humana, pero usando para ello de la esclavi- personal e intransferible, frente al hombre comunitario
tud, del pillaje y de la rapiña más desaforada. de la edad media o el "zoon politikon" de Aristóteles, se-
gún la interpretación de Spengler.
Sin embargo, la idea se abre camino a través de estos Por esto en Suárez el bien privado ya no se opone al
cuatro siglos, en múltiples formas y en cabezas pensado- bien común como tan vigorosamente los enfrenta Santo
ras de muy diverso linaje. Tomás: "Suárez señala (entre uno y otro) una peculiar
Sabido es que en Santo Tomás el principio de indivi- independencia y una "sit venia verbo" activa correspon-
duación todavía sigue adherido al aristotelismo, y no es dencia que cristaliza en la fecunda tesis: "Bonum com-
otro que la materia prima signada por la cantidad. Y esto mune consurgit ex bonis singulorum", de forma que am-
vale también para el hombre. Sócrates, Agustín, Ansel- bos se complementan mutuamente". (H. Rommer, ob. cit.,
mo, etc., sólo vienen a distinguirse por un elemento pasi- p. 498).
vo, indeterminado, el menos noble sin duda en la compo- Hay que observar que, obediente a sus principios so-
sición del ser humano. No dentro de su sistema, sino co- bre lo que es el bien, cuando Suárez habla del bien pri-
vado, alude obviamente a un bien ordenado por la razón, A

no en forma alguna a lo que entenderá más tarde la doc-


trina del estado de derecho liberal, es decir, el bien crudo La sociedad civil obedece, por tanto, al hecho cristiano.
y simplemente egoísta, incapaz de difusividad y solitario La persona humana no es, ni aun en su parte tem-
y hostil a todos los demás. poral y corpórea, un sumando de una suma total, un
Pero no es al azar que en el ambiente histórico en miembro apenas de un todo. Es parte y es miembro de
que crecían estas nobles ideas, se deformaran ellas mis- una suma y de un todo, pero siempre que el bien de esa
mas también, merced a su propia levadura, y así se lle- suma y de ese todo reviertan en bien para la persona co-
gara a proclamar que no existía más bien común que mo tal. El Estado no puede acaparar un bien común que
aquel que consistía en la suma de los bienes egoístas de no es de nadie, un bien común abstracto y general que,
cada uno de los asociados. si no llegara, revertiendo, a las personas que lo compo-
nen, sería entonces un bien mostrenco, una "res nullius".
3 Es cierto que el bien común material no se confunde con
En todo caso, retomando nuestro tema, la sociedad la suma de los bienes particulares, pero no es menos cier-
civil es oriunda de una cristiana concepción de la persona to que el bien común, tarde o temprano, ha de redundar
humana. No es justo con Hegel, el ilustre tratadista es- en bienes particulares.
pañol Luis Legaz Lacambra, cuando le asigna el cargo Esto va sin decir que el bien particular material ante
de hacer una concesión al liberalismo por admitir "la tendrá que ceder en beneficio del bien común, mas ello
sociedad civil" como un tránsito de la familia al Estado, es a condición de que el bien común se haga luego difu-
de la moralidad a la eticidad. sivo hacia los miembros respecto de los cuales es bien co-
Hegel, como él mismo lo declara ("Filosofía del Dere- mún. Lo que caracteriza al bien común es que cuando
cho", No 185), habría caído en un platonismo extraño a impone sacrificios, lo hace sine aceptione personarum,
su sistema, si no hubiera advertido el momento de la pues de otra suerte se violaría visiblemente la justicia
individualidad, "del albedrío accidental y del capricho distributiva. Nadie, por el solo hecho de ser determinada
subjetivo". e intransferible persona, está obligado a sacrificar al bien
Porque Platón niega todo esto, resulta su concepción común. En cambio, sí lo está en cuanto miembro de la
del Estado una forma de utopía. Hegel quiere, no negar, comunidad, "situación" ésta que, por azar puede llegar
sino absorber al individuo en la forma más alta de la eti- a recaer en una sola y determinada persona en un mo-
cidad, en el Estado. mento dado, mas no por ser esa determinada persona.
Son incontables los lugares en que Hegel establece la Mas, por el contrario, el bien común, al revertir a la
necesidad de la sociedad civil para la correcta realización persona singular, no tiene que ser forzosamente aceptado
del Estado. Aparte de que, como ha mostrado Heimsoeth, por ella. El bien común es, sólo así, una permanente posi-
no es tan defensable la tesis generalmente admitida, se- bilidad al alcance de la persona individual. Esto tiene
gún la cual Hegel no dejase para la persona individual, conexión con la "felicitas política" de que habla Suárez,
al menos en la esfera de la religión, una zona de abso- y sobre sus estrictos alcances, respecto de los cuales Rom-
luta autonomía en la que el Estado ya no tiene que hacer. men escribe con toda exactitud:
"Ahora bien, al Estado no le incumbe ni la felicidad do de vida norteamericano, escribía Henri de Man, en
espiritual en esta vida ni la felicidad eterna en el otro "Más allá del marxismo":
mundo, ni siquiera, de suyo, la felicidad natural en la "La mayor parte de los obreros norteamericanos son
vida futura, ni aun, precisando más, la propia felicidad enemigos del seguro social obligatorio a la europea. Esta
natural de esta vida en cuanto ésta toca al hombre indi- actitud sorprende generalmente a los socialistas europeos;
viduo como una "particularis persona". (De Leg. III, c. 11, pero se explica fácilmente por la repugnancia que todo
n. r y ss.). La soberanía no penetra en la esfera verda- americano siente por toda idea de inferioridad social. El
deramente personal, porque el fin de la persona trascien- obrero americano dice: 'Que me paguen lo necesario para
de el "status" de la vida política. Sólo como miembro, es que pueda, como cualquier ciudadano, asegurarme en
decir, no "totaliter", es el hombre abarcado por el Estado, una sociedad o hacerme asistir de un médico'. Le disgus-
ni en su vida espiritual está subordinado al Estado. El ta verse tratado como miembro de una clase que tiene
hombre vive en varios diferentes "status" y a cada uno necesidad de protección y de tutela y, por tanto, inferio-
de ellos está vinculada una determinada "potestas"; el rizada. Prefiere poner sus dólares donde le plazca, aunque
poder de la autodeterminación de la persona, el poder del le cueste más caro, a formar cola ante una ventanilla de-
pater-familias en la "vita oeconomica" y el poder estatal trás de la cual se entroniza un burócrata". (Pág. 95, Edit.
en la "vita política". Este último no se ordena directa- Aguilar, Madrid).
mente ni tiene por qué interferir con la "vita oeconomi- Muchas veces las gentes se preguntan por qué una
ca", y si lo hace es sólo en la medida en que con tal in- solterona millonaria llena de lujos y de mimos a su perro,
tervención se protege o se promueve objetivamente el bien y no toma más bien a su cuidado a una persona necesi-
común. Suárez distingue siempre cuidadosamente al hom- tada, entre las que tanto abundan. Pero olvidan que esos
bre como persona privada y como miembro de la comu- mimos venidos de fuera e impuestos con dulce coacción,
nidad política y concede gran atención a lo que hoy de- sólo los resiste precisamente un perro y no un ser hu-
nominamos la esfera libre de la persona". mano.
Esto no significa que el Estado pueda ver con indife- 5
rencia, como ajeno al bien común, el que progrese la mi-
seria aceptada voluntariamente por los asociados y hasta Todo esto que venimos tratando se defiende hoy, más
querida y buscada expresamente por ellos. Fuera de que que con el nombre de "sociedad civil", con la expresión
el que se dé esta contingencia en condiciones masivas, es "libre iniciativa", "sistema de libre empresa".
bien inverosímil, sin embargo, aun allí, el Estado sólo Con enunciar estas frases me descargo del deber de
podrá contrarrestarla por medios indirectos. exponer detenidamente todo lo que ellas implican.
Por ello, esa forma de bienestar que han implantado Pero la palabra "libertad" allí mentada está indican-
muchos Estados socialistas de nuestro tiempo, consistente do toda una tesis: la tesis de que el ejercicio de la liber-
en imponer por la fuerza una seguridad "desde la cuna tad redunda mejor en el bien común, que el de planificar
hasta la tumba", ha traído tan extrañas consecuencias para cada ser humano su porción de bienestar y felicidad.
como el exceso de suicidios en los países en que se prac- Mas, no cabe duda que, aun admitiéndolo así, la li-
tican estos sistemas. Comentando a este propósito el mo- bertad toma sus propias vías hacia la hipertrofia de esa
misma libertad, y en el camino caen muchos vencidos abusos con los indigentes y con los humildes. Estos, por
por su tremendo impulso. el contrario, aceptaban resignados su condición de po-
Hegel lo vio bien claro cuando adivinó la creciente bres, dado su carácter de viadores hacia una estancia ul-
proletarizaron de la sociedad civil, por el ejercicio des- traterrena. El burgués no se sintió poderoso ni indigen-
medido de la libertad y del arbitrio. te. Fluctuaba en la mitad, ni por exceso ni por defecto
tenía que acordarse de una Providencia que gobierna el
"Cuando la sociedad civil se halla en libre actividad, mundo. Todo en él era hijo de su esfuerzo, de su libertad,
interiormente está ocupada en el progresar de la pobla- de su iniciativa privada.
ción y de la industria. Con la generalización de las vin-
culaciones de los hombres, mediante sus necesidades y Es este el origen de la tremenda laicización del mun-
do moderno.
los modos de preparar y procurar los medios para esas
necesidades, se acrecienta, por una parte, la acumula- Con carácter patético describe Carlos Marx los inme-
ción de las riquezas porque de esta doble universalidad diatos efectos que la actitud burguesa trajo a la cultura
se obtiene el más grande provecho, así como, por otra europea; cuando se consolidó plenamente:
parte, se acrecienta la división y limitación del trabajo "Desde el primer momento, la burguesía representó,
particular y, por lo tanto, la dependencia y la necesidad en la historia, un papel revolucionario. En cuanto obtuvo
de la clase ligada a ese trabajo, agregándose la insufi- el poder, destruyó todas las relaciones feudales, patriar-
ciencia de la capacidad y del goce de los demás bienes, cales e idílicas de la existencia social. Implacablemente
especialmente de las ventajas espirituales de la Sociedad rompió, uno por uno, todos ios eslabones de aquella ca-
Civil. dena feudal que ataba a los hombres a los que les eran
"El descenso de una gran masa por debajo de un cier- superiores por el nacimiento, y no dejó subsistir, entre
to nivel de existencia —que se regula por sí mismo como hombre y hombre, otro lazo que el del interés desnudo,
necesario para un miembro de la sociedad y el enfren- en que el sentimiento no tomaba parte alguna, y en que
tar de la pérdida de la conciencia del derecho, de la juri- todo se reducía al pago al contado. La burguesía convir-
dicidad y de la dignidad, por medio de, una actividad y tió la dignidad de la persona humana en valor de cam-
trabajo propios—, ocasiona la formación de la plebe, y, bio, y reemplazó, con la simple y desordenada libertad
al mismo tiempo, lleva consigo, en cambio, la más gran- del comercio, las numerosas libertades municipales, tan
de facilidad para concentrar en pocas manos riquezas trabajosamente conquistadas en la Edad Media. El en-
desproporcionadas". tusiasmo caballeresco y las emociones piadosas se esfu-
Groethuysen ha descrito muy bien las íntimas raíces maron ante el soplo helado de sus cálculos egoístas. En
de esta degeneración de la libertad y de la dignidad de una palabra: la burguesía colocó la explotación abierta,
la persona que con ella se quería fundar, cuando mues- directa, descarada, en el lugar del sistema anterior de
tra cómo el burgués se sintió fuera del dualismo en que explotación, escondida tras ilusiones políticas y religio-
la doctrina de la Iglesia colocaba a las gentes de este sas; rasgó el velo sagrado que cubría los diversos modos
mundo: de un lado, los poderosos de la tierra, y del otro, de la actividad humana, y que los hacía venerables y
los pobres. Aquellos recibían su poder de Dios, pero en venerados; convirtió a los médicos, a los jurisconsultos,
la misma medida habían de sentirse más culpables de sus a los sacerdotes, a los poetas y a los filósofos en sus ser-
vidores asalariados; desgarró el sugestivo vestido senti- cultad a costa de la dignidad ajena. Ese derecho de la
mental que cubría los lazos domésticos y redujo las re- libre personalidad desborda y trasciende así todas las
laciones de familia a una simple cuestión metálica. Ade- categorías de los derechos adscritos dentro de la con-
más, demostró que la fuerza bruta de la Edad Media, tan cepción helénica de la sociedad.
admirada por los reaccionarios, tenía su compensación De ahí que la justicia que protege esos derechos, sea
lógica y su complemento natural en la ociosidad disolu- una justicia nueva, distinta de las que concibió el mun-
ta. Pero demostró también lo que puede realizar la ac- do clásico, y con razón la Iglesia que nace en las mismas
tividad humana, y creó maravillas muy superiores a las fuentes en que se proclama la dignidad de la persona
pirámides de Egipto, a los acueductos romanos y a las humana, la haya estatuido en una jerarquía peculiar y
catedrales góticas, y sus expediciones superaron en mu- autónoma, denominándola justicia social.
cho a las antiguas cruzadas y a las pretéritas emigra- La justicia social tiene de esta manera, por objeto,
ciones". mantener los derechos de la persona humana frente al
La "sociedad" resultó así un poder contra el Estado, abuso que en el ejercicio de esos mismos derechos llevan
un factor eficaz de desigualdad y un principio de privi- a cabo los miembros de la sociedad. La justicia social
legios sistemáticos. Es decir, la burguesía, convertida en busca restaurar el equilibrio afectado en el uso ilegítimo
"sociedad", acaparó para sí, en nombre de la libertad de la libertad. La justicia social acepta que existan des-
del cristiano, una serie de derechos que se hincharon, un igualdades, naturales por cierto en toda situación huma-
conjunto de justas facultades que se hipertrofiaron es- na, pero no tolera las que se engendran al amparo de la
candalosamente. justicia distributiva.
Estos derechos, con todo, no eran los derechos de un En efecto, de ninguna de las clásicas ramas de la jus-
hombre frente a otro hombre, ni los derechos del Estado ticia, como de la distributiva, cabe decir que ella con-
frente a la persona, ni los derechos de la persona frente siste en "trato igual a los iguales y trato desigual a los
al Estado. desiguales". La justicia distributiva busca a los compe-
Eran nada menos, de acuerdo con la ilación que trae- tidores en la meta. Pero no interviene y le está vedado
mos, los derechos del libre despliegue de la personalidad, intervenir en el curso de la carrera.
bien indicados por cierto desde la cuna del cristianismo. "El principio de igualdad exige, no una igualdad en
Esos derechos, así concebidos, se salen del marco clásico los bienes —lo cual sería injusto, pues notoriamente hay
de los correspondientes deudores, y toman, por así de- grandes desniveles de capacidad, de aplicación y de vir-
cirlo, como escenario al universo entero. Ya hemos visto tud—, pero sí una igualdad de oportunidades. Se ha di-
que no es de justicia distributiva él acrecentar el libre cho que el principio de paridad no exige que todos los
desarrollo de la personalidad, porque el Estado no tiene corredores lleguen a un tiempo a la meta y reciban la
esto como un deber suyo. Ni es de justicia legal el que misma recompensa, lo cual, lejos de constituir igualdad,
esto ocurra, porque ese libre desarrollo de la personali- sería algo inicuo; pero sí exige que todos salgan de un
dad no se confunde per se, con el bien común. Ni tam- mismo punto de partida y que el juego sea limpio". (L. Re-
poco es un derecho ese libre despliegue de la personali- casens Siches, "Filosofía del Derecho", Ed. de Porrúa,
dad frente a otras personas, porque nadie tiene esa fa- p. 530, México, 1959).
La justicia distributiva gira en torno de unas des- quien llevó a sus extremos la concepción materialista
igualdades, pero de unas desigualdades que ella misma de la historia. Pero lo importante no es nada de esto. Su
ni propicia ni exige. Las recibe tal como le son dadas. capital significación radica hoy en su humanismo, que
Parte de la base, al ser ejercitada, como dice Recasens, se expresa en su filosofía de la acción y que ya anuncia
de que los titulares de esa justicia han salido de un mis- en sus glosas a Feuerbach: "Los filósofos han buscado
mo punto y han jugado limpiamente. interpretar el mundo, pero es necesario caminarlo".
Pero, ¿cuando no se cumplen las condiciones? ¿Cuan-
do no ha habido un mismo punto de partida ni juego "Filosofía de la praxis significa concepción de la his-
limpio, qué puede hacer allí la justicia distributiva? Na- toria como creación continua de la libertad humana, por
da. El papel corresponde, entonces, a la justicia social. la cual el hombre se desarrolla, es decir, se produce a sí
La justicia social prepara el certamen. Por eso es tan mismo como causa y efecto, como autor y consecuencia
exacto el mirarla al margen de las ramas ya clásicas de a un tiempo de las sucesivas condiciones de su ser...
la justicia. Y prepara el certamen, porque no acepta que Contra el concepto del hombre movido fatalmente por
sobre el hombre pesen fatalidades inexorables; como el oscuro poder de la historia, Marx y Engels afirman,
hija de la idea cristiana de la igualdad de todos los hom- desde La sagrada familia, que "es más bien el hombre,
bres ante Dios, y del derecho que todos tienen al des- el hombre viviente y efectivo, quien hace todo, quien
pliegue de su personalidad mediante la libertad, remue- posee y quien lucha. La historia no es algo que se sirva
ve aquí y allí los obstáculos para que esa personalidad del hombre como medio, sino solo la actividad del hom-
se desarrolle y corrige el juego sucio que impide su des- bre que persigue sus fines". Lo anterior pertenece a un
envolvimiento. libro de Rodolfo Mondolfo, "Marx y el marxismo", apare-
cido en la Editorial "Fondo de Cultura Económica".
7 Y Jean Hypolite, en un ensayo sobre los escritos ju-
veniles de Marx, concluye así:
Los tipos clásicos de la justicia, hay que reconocerlo,
atienden más a la sociedad que al hombre mismo en su "El comunismo es acá, en el pensamiento de Marx,
concreta individualidad. Y si se replicara aduciendo el apenas un momento que debe ser superado. Es negación
caso de la justicia conmutativa, habría que decir que activa de su negación, el capitalismo; pero esta negación
ella es todavía más deshumanizadora que ninguna, por de la negación es auténticamente afirmativa. Es la idea
lo mismo que es la más objetiva: mira sólo a los objetos realizada, el hombre divinizado, o el hombre verdadero,
intercambiados y no a las personas que los tienen o cam- que se toma como creador de su historia y que la hace.
bian. Para ella se imaginó la diosa de los ojos vendados. Hay allí un humanismo real en el que la filosofía, como
En cambio, la justicia social mira al hombre real, con puro pensamiento especulativo, desaparece. Y bien, ¿cuá-
su sed de infinitud y su corazón anhelante de perfeccio- les son los presupuestos filosóficos implícitos en la posi-
namiento. La idea de la justicia social surge paralela del bilidad de esta realización? ¿En qué medida las sinuo-
humanismo de Carlos Marx. Los actuales comentaristas sidades de la historia presente justifican a Marx?
del marxismo, demuestran que fue Lenin quien hizo de Son estas, cuestiones que nos reservamos. Hemos queri-
Marx un sectario sistemático de la lucha de clases, y do, solamente, atraer, una vez más, a propósito de la fi-
losofía de Marx, una discusión que en la hora presente
puede ser fecunda".
Pero no interesaría esta aproximación al marxismo,
si no fuera ella la expresión de un mismo espíritu de los
tiempos, ostentado en doctrinas tan antagónicas como
la doctrina de Marx y la concepción católica de la jus-
ticia social. Que ésta como aquélla sólo surjen explícita-
mente en la segunda mitad del siglo XIX, obedece a que
la filosofía no puede saltar el Ródano, como dice Hegel,
no puede anticiparse a su tiempo: "Comprender lo que es,
es la tarea de la filosofía, porque lo que es, es la razón",
afirma Hegel, en armonía con su sistema. Y añade que
la "Filosofía es el propio tiempo aprehendido con el pen-
samiento".
No es, pues, al azar que, interpretada en la forma
dicha la teoría de la justicia social, sea la adecuada ré-
plica cristiana a la concepción marxista del hombre. Una
y otra son actitudes existenciales. Buscan un hombre
concreto, cada hombre concreto. Sólo que el hombre con-
creto que es cristiano, piensa tener su centro en Dios, sin
que en esta forma enajene su personalidad, al par que
el hombre concreto del marxismo, huyendo de toda ena-
jenación, se centra en sí mismo, lo cual es una manera
de perderse en el curso de la historia.

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