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SOCIOLOGÍA DE LAS VIRTUDES Y LOS VICIOS

DOS REGIONES DE COLOMBIA: ANTIOQUIA Y BOGOTÁ

Así como los tiempos, las regiones se oponen tam-


bién por su diversa manera de mirar los valores.. En
los períodos históricos, la cultura está ante la civi-
lización; y en el espacio, el campo está frente a la
ciudad.
Paralelo es esto de aquello. La cultura es campe-
sina; la civilización, ciudadana, urbana. En suma,
vida e inteligencia es la agonía o la lucha que aquí
se sintetiza en forma fundamental. Pero recordando,
una vez más, que la inteligencia también tiene su
manera de vivir y cuando vive es autenticidad y no
simulación.
Hay algo de radical exageración en esto de oponer
Bogotá, una ciudad, a todo un departamento, el de
Antioquia (1). La vida, que es lo que busca hacerse
surgir aquí como un alto valor "humano", no tolera
oposición ninguna de extremos; ella no tiene prisa y
un día nos sorprende reuniendo lo que la víspera ad-
vertíamos en completa oposición. Los filósofos del deve-
nir sólo erraron en cuanto creyeron que, como la vida,
era todo lo que existe y lo que puede ser pensado. Y
(1) De hecho, en el habitante de Cundinamarca predomina
lo bogotano, al par que el medellinense se acentúa ante todo
como antioqueño.
el que más osó de todos ellos, Hegel, quiso llevar la No quiero hablar del Bogotá santafereño porque no
vida, no ya al pensar, que la tiene, sino hasta el pensa- lo conozco más que a través de viejas crónicas; y apenas
miento mismo y pretendió a todo trance sorprender el se adivina hoy al sorprender algunos momentos vitales
momento en que lo racional reúne los contrarios en de ciertas gentes (muy pocas es verdad), cuando las en-
una síntesis superior que a su turno se convierte en tesis marcamos en estos rincones que todavía nos quedan (1).
ante una negación postrimera. Esto fue también una El término de comparación es el Bogotá de hoy que ha
actitud simuladora: la actitud del que no es más que recibido de las provincias y del extranjero ese abiga-
historiador, del que no ve más que el devenir de las rrado aporte de gentes de tan distintas calidades y
cosas. Hegel es, en este sentido, el filósofo que satisface hasta indumentarias. Por lo mismo, no hablaré de
completamente a toda mentalidad puramente histori- una Antioquia colocada en Puerto Berrío, ni de los
cista. antioqueños nacidos en Bogotá o educados aquí, una
Pero es que, como decíamos, hay también una simu- y otros sólo apenas jurídica o ancestralmente antio-
lación de la vida, una caricatura de lo auténtico en su queños (1).
autenticidad. Y es que todo lo puede la inteligencia:
incluso hacer creer que se vive allí donde sólo se simula. (1) En el santafereño auténtico, de vieja cepa española, se
advierten, en contraste con los bogotanos, cierto provincia-
Pero todo lenguaje escrito es caricaturesco; ya lo es lismo, cierto lugareñismo, incluso también algún regionalis-
todo lenguaje en general, también el hablado (1). Sino mo; el más estilizado tono de voz no se encuentra en el san-
que en la palabra hablada hay matices, tonos de voz, tafereño, sino en el bogotano; aquél todavía ostenta rudeza y
aspereza en las palabras, en el acento; es más cordial y sin-
ademanes del cuerpo, cadencias, que para el que escu- cero; un poco ingenuo como todo lo que todavía conserva el
cha son bastantes a expresar hasta donde es apenas sentido de la tierra. Su regionalismo se adivina cuando se
manifiesta extrañado de que en Bogotá puedan prosperar tan-
aproximado el pensamiento así revestido. La escritura
tos antioqueños, mientras en Medellín apenas si viven algunos
tiene por fuerza que esquematizar; el signo escrito es bogotanos; este sentimiento es común y se oye a diario, echan-
menos lábil, más fijo, y donde uno quisiera que el lec- do en olvido que Bogotá es la capital del país. Pero en Me-
dellín no hay una actitud parecida ante el que viene de los
tor deslizara suavemente las significaciones de las pala-
pueblos.
bras que se emplean, muchas veces no obtiene sino la
(2) Más que la raza, las tradiciones, el ambiente espiritual
actitud cerrada de un alma. Ante un vocablo equívoco, y un poco el clima, han hecho de Antioquia ese núcleo hu-
los lectores no ven sino una agresiva univocidad. mano cuyas virtudes y defectos son tan característicos y de los
los cuales se hablará en seguida; porque es de causar sorpresa
(1) "La historia del lenguaje es la historia de un procedi- la rápida pérdida de esas notas típicas en los descendientes
miento de abreviaturas." (F. Nietzsche, Más allá del bien y del de antioqueños nacidos en Bogotá, por ejemplo. O podría ser
mal, p. 212. (ed. española, Madrid) . que ningún ambiente tuviera una fuerza de contaminación
tan grande como el de la capital de Colombia.
ejercer su misión, sólo con ella y con las virtudes que
de ella se desprenden puede dominar materialmente
la tierra.

* *
CONQUISTA Y COLONIA

Ya Bogotá es anterior a Antioquia toda en la his-


El conquistador llega, ve y vence; lo demás no toria del advenimiento de los españoles a América.
importa. O permanece o retorna. Lo que lo señala Aquí llegaron los grandes conquistadores; los que
es su actitud de animal de presa; y como tal es un visitaron el país antioqueño, si lo fueron de grande
poco solitario; y como solitario es también soltero osadía, como Don Juan Taborda, resultan pequeños
por sus hazañas ante los que dominaron a Bogotá
o actúa de esta guisa (la soltería es la soledad ante la
y sus regiones adyacentes.
mujer). La conquista es una actuación ante los hom-
bres: algo se conquista a unos hombres o para unos En un principio, el conquistador de Bogotá es un
soltero o un hombre que viaja sin mujer o, al me-
hombres. El lazo espiritual de alejamiento de los
nos, sin su mujer. Mujeres sin importancia, en todo
primeros y de señorío para los segundos es ante todo
caso, muy por debajo de los méritos de aquél a quien
lo principal en toda conquista. El conquistador va y
acompañaban. Eran "la" mujer, en abstracto, pero
viene en el espacio; sólo que es un hombre sobrecar-
no las mujeres de los conquistadores.
gado de ideas jurídicas que juzga que ellas solas le
En Antioquia al contrario, desde un principio, la
defenderán su calidad de dueño de las tierras con-
inmigración es de carácter familiar; familias de co-
quistadas. lonos propiamente dichas, son las que, a poco de
El colonizador, en cambio, se asienta en la tierra; avizoradas esas tierras, se establecen allí permanen-
su actitud es la de cultivar la tierra, como la palabra temente. Cada uno de los que emprenden viaje, se
misma lo indica. Hay algo telúrico y fuertemente cuida de sacar en España, no sólo su partida de naci-
vital en todo su ser; poco cree en un derecho inasi- miento, sino la de matrimonio. Esto es algo que se
ble que pueda ligarlo, como mera idea, a la tierra a podría comprobar con los estudios genealógicos que
que desea vincularse. El colono es ya un animal do- • actualmente se han hecho de aquella región del país.
Por otra parte, los conquistadores son extracción,
méstico; por esto ha menester de la mujer que es,
generalmente, de la zona meridional de España, es
en la génesis de todas las culturas, ingrediente telú-
decir, de Andalucía y circunvecinos, en donde los
rico, terrestre, arraigador. moros, los moriscos de entonces, ya son gente super-
Mientras el conquistador ninguna urgencia tiene civilizada y, por lo mismo, poco amiga del asiento en
de la familia, el colono sólo dentro de ella puede la tierra, del cultivo y la labranza. Y del lado antio-
queño, sus primeros pobladores son hombres casi
bárbaros, de Vasconia y Asturias, en donde hay toda- ños. Una sola actitud: la resistencia. Nula fue la que
vía familia, la religión y la tierra son los soportes de opusieron a los españoles los Zaques y Zipas de Cun-
su comunidad, económica y política. dinamarca y Boyacá: no porque fueran cobardes, sino
porque ya habían recorrido una larga etapa de his-
Las tierras antioqueñas sólo producen oro, y en
toria cultural; habían vivido demasiado y sentían, a
la agricultura son casi yermos. Pobres en exceso, se
no dudarlo, el cansancio vital que adviene en todo
siente vergüenza por ellas cuando miramos estos fera-
período de civilización. Mientras los indios antioque-
ces campos de Cundinamarca y Boyacá. Pues el oro
ños se empeñaron en feroces combates con los con-
es lo propicio para andar de una parte a otra, para
quistadores hasta el extremo que fue menester exter-
no asentar en tierra alguna; ya por entonces el oro
minarlos casi totalmente. Unos pocos rasgos de pobla-
empezaba a ser la medida de valor de esta cultura que
ción india todavía se advierten en el oriente de An-
apunta en el Renacimiento con la mecánica y las
tioquia, acaso por lo que fueran semejantes a los
ciencias naturales. Pero la tierra de cultivo, en cam-
chibchas, como todavía en nuestro tiempo, el antio-
bio, da seguridad y permanencia a las gentes, las
queño de oriente es el más cercano a los bogotanos.
entronca a la región de un modo estable.
El pueblo cultural prefiere la muerte a la domi-
Esto nos inducirá a pensar hasta dónde eran ya
nación: esto ocurrió con los indios del centro y del
fijos los núcleos familiares que poblaron a Antioquia
occidente de Antioquia. El pueblo civilizado, de lar-
que, sin embargo del oro cosmopolita y trashumante,
ga travesía vital, no piensa siempre que la lucha con-
permanecieron allí, esforzándose en sacar a la tierra,
duzca a nada efectivo; o escoge otro género de lucha:
en flora y fauna, lo que ya no podía dar en metales
la inyección lenta de sus ideas y de su concepción
preciosos. Y a su turno, pero en forma inversa, po-
del mundo en el que lo conquista.
dremos corroborar la fecunda cualidad estabilizadora
Y esto aconteció en Cundinamarca: el más puro
de las tierras agrícolas, al observar cómo gentes ve-
santafereño revela, para un fino observador, ciertos
nidas de todos los rincones de España, sin vínculo
rasgos estilizados de la socarronería y de la marrulla
familiar ninguno muchas veces, permanecían en Cun-
chibchas. Casi que en su misma fisonomía se denota
dinamarca y Boyacá, a menudo sin más acompañan-
un poco del tipo indígena. En cambio, en el antio-
tes que los indios esclavos.
queño de estirpe vasca o asturiana, hay algo de su
Otro elemento que hemos de observar para expli- esclavo que lo fuera el negro y después el mulato:
cación posible de fenómenos que describiremos ade- franqueza, excitabilidad excesiva, resistencia al tra-
lante, es la distancia entre los chibchas que habitaban bajo.
estas tierras del Altiplano y los aborígenes antioque-
a aquélla y que dice: "No tengo gana". Pero el pro-
fundo filósofo no advirtió que alguna gana ameri-
cana es ya la del último día de la historia. Quiero
LA VOLUNTAD Y LA GANA decir, para no exagerar, que es la gana de los perío-
dos civilizados (1).
Hay cosas que se hacen porque se tiene gusto para
El primer día de la creación y el último día de la hacerlas, porque se tienen "ganas". Otras hay que se
historia habrán de parecerse grandemente. El hombre hacen porque hay que hacerlas y nada más que por
ha empezado a morar sobre la tierra con una encan- ello desde el punto de vista de lo más hondo del ser.
tadora inocencia; empieza por creer que todo le será Lo primero es algo que nace del alma, lo segundo
deparado; vive en un paraíso terrenal en que la na- es el esfuerzo del espíritu, para usar las no muy exac-
turaleza le ofrenda generosamente sus mejores frutos. tas distinciones germanas.
*
Pero un día descubre que hay ganas que no puede * *
satisfacer, que las formas deseables que ha combinado En Bogotá predomina la gana; en Antioquia im-
con su imaginación, ya no se encuentran en el ám- pera la voluntad. De los países visitados por Keyser-
bito natural que lo ha venido rodeando. Al tiempo ling, Chile es el único de América en que la volun-
mismo que advierte que hay frutos prohibidos, surge tad tiene su asiento sobre la gana, en que el espíritu
a sus ojos y a su inteligencia que existen también prevalece sobre lo simplemente telúrico. Pues ya des-'
frutos que sólo con un intenso trabajo se pueden go- de el tiempo en que Don Mariano Ospina Rodríguez
zar. Así el hombre empieza a actuar sobre la tierra; escribía la vida de José Félix de Restrepo, se advirtió
el parecido entre Antioquia y Chile. Y más de un chi-
es el primer ejercicio de la voluntad.
leno ha encontrado también esta afinidad.
Y cuando a fuerza de fatigas sin medida, descubra Por esto los vicios y las virtudes de los bogotanos
la infinita vaciedad de sus afanes o cuando, por la son de carácter temperamental; mientras que en An-
técnica que todo lo depara, sienta lo innecesario de tioquia brotan aquellos que sólo son debidos a una
toda acción, volverá sobre el mundo la gana, la formación o desviación del carácter.
concupiscencia de que habla San Juan, y entonces En Bogotá abundan los temperamentos; hasta en
terminará la historia. las personas más cultivadas dentro de las disciplinas
Keyserling advirtió en América el imperio de la todas del espíritu, hay un momento en que sólo tiene
(1) Keyserling, que no vio más que los pueblos del sur, se
gana. Pero no de la gana que se expresa en la vigo-
apresuró a creer que todo en América era genesíaco. Hubiera
rosa frase española de: "No me da la gana" sino en visitado América Central y habría encontrado fenómenos de
la desviación americana que es en extremo opuesta civilizaciones moribundas, supervivencias de períodos en otro
tiempo espléndidos (Cf. Meditaciones suramericanas, 1a y 7a).
apelación lo temperamental. Desde el sacerdote de
más alta alcurnia en la jerarquía eclesiástica, hasta
el chico de la oficina, como que piden que se les
hable de las cosas a su hora, que se busque el mo-
mento oportuno en la actividad anímica para el tra- EL ALMA BELLA Y EL IMPERATIVO CATEGÓRICO
bajo o la conversación o la distracción. (Hay algo
climático en todo esto, pues el que llega a Bogotá
de las regiones antioqueñas encuentra que su sensi- Si el Renacimiento engendró la Reforma talvez fue-
bilidad, su vida afectiva toda se ha tornado más fina, ra por reacción, por movimiento dialéctico de los
empieza a registrar tenues matices a que no estaba contrarios. Porque el Renacimiento es eminentemente
acostumbrado). católico, mientras la Reforma brota de corazones
Talvez en ninguna parte como en la capital de protestantes.
Colombia, las personas valen sobre todo por su fino Y el catolicismo como el protestantismo, fuera de
tacto para ser amigos, para no importunar. De ahí esa sistemas, son también estados del alma.
desconfianza que Bogotá tiene ante el grande hombre
El catolicismo ha elevado a los altares a hombres
que no nació en su medio y a quien no puede tratar
que llegaron a la santidad tanto por innatas cuali-
con diminutivos que acentúen principalmente la re-
lación amistosa. Grandes espíritus de otras latitudes, dades como por las adquiridas a fuerza de duro com-
incluso eminentes en Europa, han vivido en Bogotá bate con todas sus inclinaciones más hondas.
toda una vida solitaria, sólo porque no se hicieron Cierto protestantismo no haría santos sino a los
al temperamento de las gentes, singularmente los segundos. Kant es la culminación de la idea protes-
periodistas bogotanos y las señoras del alto mundo, tante de la interioridad, del libre examen. Y la inte-
unos y otras los verdaderos portadores de la fama. rioridad conduce por una vía segura e indefectible
Porque no quiero decir que esos personajes no ten- al predominio del deber por el deber, sobre todo lo
gan amistades; esto no importaría. Sino simplemente que podamos sentir y estimar como bueno, como
que no ocupan la posición que les corresponde en valioso. En efecto, Kant da en el mundo ético el
el orden de los valores humanos: el especialista en
paso que Descartes había dado en el mundo del co-
lenguas, el historiador del arte, el crítico musical,
nocimiento: que el contenido de mi pensamiento pue-
el jurista eminente, etc.; no serán los que presidan
una exposición que se abre, un certamen, una aca- de ser falso, esto no importa, pues lo cierto es que
demia; para todo esto habrá siempre una sola per- mi pensamiento es mi pensamiento y de él no puedo
sona de moda que ha llegado a serlo, en última ins- dudar. Paralelamente Kant: si lo valioso objetivo
tancia, por su fino sentido en el trato de los bogo- no lo puedo sentir en todo momento, con absoluta
tanos. certeza para hacerlo como cosa que debo, lo cierto
es que siento que algo debo, y de que "debo" y no
del "algo", no me puedo engañar. en alto por las meras fuerzas de su naturaleza espon-
tánea.
Como reacción a Kant surgió aquella corriente ro-
Es por esto por lo que el bogotano tolera tan fácil-
mántica de los primeros años del siglo XIX, corriente
mente el diminutivo. En el fondo más íntimo reco-
que puso en alto el valor supremo de la "schöne See-
noce que es como un niño, que todavía no se le puede
le", del alma hermosa, que es la que nació para ac-
dejar solo por los caminos del mundo, en donde en-
tuar en el bien sin esfuerzo ninguno, sin desgarra-
contrará trabajos que ha de llevar a cabo, obstáculos,
mientos interiores, proclive siempre a la honestidad, imprevistos que deberá vencer.
la pureza, la benevolencia, la mansedumbre, etc. En Antioquia el tipo predominante en la sociedad
Pero, en este bajo mundo en que los hombres se es el campeón de industrias o el hombre de estudios
mueven y son, habremos de confesar, no sin protesta, serios y metódicos; el poeta, el gran conversador de
que la esfera moral no ocupa, de hecho, el plano fun- salón, el hombre bondadoso ocupan un plano infe-
damental de la vida humana. Es algo sobrepuesto y rior en la estimación social. Casi todo lo contrario
como adquirido. es lo que ocurre en Bogotá.
* No quiero decir que en Antioquia no existan almas
* * bellas, ni que en Bogotá no aparezcan caracteres; me
Pues dentro de estas vías, la moralidad común en detengo solamente a mirar la jerarquía que ocupa
Bogotá y en Antioquia son también opuestas en la cada uno de estos valores en las dos latitudes. Con
antinomia señalada. En Antioquia existe una ten- frecuencia he oído hablar en Bogotá que un tal hom-
dencia a subestimar lo que no es debido al esfuerzo, bre de carácter es "muy desagradable", al par
que en Antioquia, hay cierta propensión a confundir
a la continuada disciplina; por ello allí, persona que
la bondad innata con la bobaliconería (1).
no sepa formarse un carácter será tenida por inmo-
ral (o amoral), cualquiera que sea la excelencia de Y volviendo al enlace de estas cuestiones con los
sus cualidades innatas. tipos de religiosidad de que antes se habló, yo diría
que la moral antioqueña es un poco puritana, pro-
Y al reverso, en Bogotá es frecuente encontrar como
normales dentro del mundo moral, gentes en las que (1) Para Bogotá, por lo común, el "hombre de carácter" se
confunde con el "hombre de mal carácter"; justamente lo
muy pocos actos de verdadero carácter, de imposi-
opuesto en Antioquia, para la que parece que hubiera sido-
ción a las más hondas inclinaciones, de formación escrito esto: "Una vez tomada una decisión hay que cerrar los
espiritual en suma, pueden hallarse. Casi se podría oídos a los mejores argumentos en contrario. Este es el indicio
de un carácter fuerte. En ocasiones hay que hacer triunfar
decir que son innatamente buenas, pero sin voluntad. la voluntad hasta la estupidez" (F. Nietzsche, op. cit., pág. 83).
Fallas y caídas se hallarían allí si no se mantuvieran
testante; al par que la moralidad en Bogotá es más
católica, más arriesgada, justamente por lo que está
más segura de sí misma. Con lo cual, (es lamentable
que tenga que advertirlo), no se dice nada de lo que
conscientemente piensan las gentes antioqueñas o las
gentes bogotanas en el campo ético, en donde no pue-
de menos de advertirse la segura línea católica.
Por esto el antioqueño cuando va camino del mal,
lo arrastra todo. Mientras vemos a cada día personas
de esta ciudad capital asomadas prácticamente al
abismo, pero manteniendo sobre él una actitud de
equilibrio que dura mucho tiempo. Un antioqueño
como Barba Jacob se aburría en Bogotá porque no
había aquí gran capacidad para el pecado. Pero era
que el pecado que pedía el poeta tenía caracteres
catastróficos, de tempestad, que no son de ocurrencia
en esta urbe, cuyas zonas delicuescentes son más que
pecadoras, pecaminosas.
RELIGIOSIDAD DEL TEMOR Y RELIGIOSIDAD
DEL AMOR

En toda actitud religiosa tiene que estar lo que


Schleiermacher denominaba "sentimiento de absolu-
ta dependencia". Es la honda convicción de que todo
lo que somos lo debemos al Creador, quien tiene
¡en sí la potencia infinita de "convertirnos en ceniza",
de volvernos a la nada. Por eso en el origen de toda
religiosidad está lo numinoso, el "mysterium tremen-
dum" de que nos habla Otto. Y a un paso más, apa-
rece la inmensa majestad, la suprema y admirable
belleza del Creador. Del esplendor de lo divino el
hombre se hace en alguna forma partícipe, y surge
entonces el sentimiento religioso del amor, que más
que amor de la criatura al Creador, se acentúa a la
inversa como amor del Creador a la criatura (1).
Y en el proceso psicológico de la religiosidad, la
idea del Dios Creador hace pasar fácilmente a la idea
de Dios-Padre. Pero la idea de la paternidad divina
es más susceptible de racionalización que el concepto
de criatura ante el Dios-Creador. Por esto en las re-
ligiosidades en que predomina el amor, fácilmente

(1) Cf. Rodolfo Otto, Lo Santo, págs. 11 y ss., 173 y ss. (Ed.
de Rev. de Occid., 1925). Schleiermacher: Reden über Religión,
(Leipzig, 1910). Spranger, Psicología de la edad juvenil, cap. 13
(ed. Rev. de Occ., Madrid, 1935) .
se llega a tomar cierta confianza con lo divino, ya La religiosidad antioqueña toma posición ante lo
que en alguna forma lo racional conjura lo inefable divino concreto, ante Dios personal y actuante. Este
y tremendo que hay en Dios. Ser Supremo como substancia, como realidad, es el
Si pensamos en lo divino como exclusivamente amo- que siente a cada paso sobre sí, al que hace objeto
roso, se nos hará natural y espontáneo lo que somos de todos los actos religiosos. Y en la misma medida
y lo que poseemos. Mas si ponemos el acento en lo en que afirma la sustancialidad de Dios, tiende a re-
creador del acto divino, nos colocaremos más fácil- bajar los elementos divinos que se manifiestan en
mente en posición de advertir que si somos, pudimos «•I mundo, incluyendo en esto toda la suntuosidad
no haber sido, y que todo lo que somos es contin- del rito litúrgico, y más aún, las formas unciosas de
gente. la persona religiosa. Hay algo de indiferente en el
* ademán religioso de los antioqueños; la compostura
**
de los acólitos en las ceremonias deja mucho que
En Antioquia predomina la religiosidad del temor. desear, para no hablar sino de los más bajos en la
Hay allí, ante lo divino, una suprema reverencia. Y jerarquía de las personas litúrgicas.
aún en las almas mejores se advierte una inseguridad En Bogotá me parece que exista sobre todo la reli-
e inquietud en los tiempos de bonanza, y una sensa- gión del amor. Alguna seguridad se siente aquí en
ción de pecado, de culpa, cuando les sobrevienen ca- las personas religiosas. Es una caridad confiada, tal-
lamidades. Más que la religión del amor, se tiene la vez en el fondo porque hay poca fe y poca esperan-
religión de la esperanza, que confía, que tiene fe, pero za (en las que deben intervenir, de continuo, los es-
que, como todo acto de fe, obedece a un esfuerzo de fuerzos de la voluntad). Pero de ahí nacería justamen-
la voluntad para asirse a lo que se espera. te la seguridad religiosa de que hablamos, pues el sen-
El antioqueño espera mucho de Dios y tiende a timiento de angustia, el sentimiento trágico como lo
darle sólo en pago esa confianza inmensa en su mise- vio Unamuno, aún sin tomarlo muy en serio, florece
ricordia. Talvez esto explique que sus templos sean allí donde está la lucha entre la razón que apenas ve
pobres, que no exista allí una riqueza eclesiástica y la voluntad que se afirma sobre la poca evidencia
como la que debiera haber formado un pueblo de racional (1).
tan honda religiosidad y capacidad para el trabajo. Como religiosidad del amor en que se marca el
Quizás no es que crea pagarle nada a Dios, porque acento en lo paternal de lo divino, en Bogotá las
se estime ínfimo ante El, porque en lo más hondo de
(1) Miguel de Unamuno: Del sentimiento trágico de la vida
su ser advierte que El lo tiene todo mientras nosotros en los hombres y en los pueblos, 2a ed., págs. 87 y ss. (passim)
somos pequeños y míseros. (Buenos Aires, 1938).
gentes actúan como si nunca hubiera de faltarles lo
que tienen o como si la falta de ello se debiera sólo
a la mala suerte y al juego del azar. Como es un Dios
que da, parece pedir también reciprocidad. Hay en OBJETIVIDAD Y SUBJETIVIDAD

esto poca distancia entre Dios y los hombres; en los


bienes materiales existe una comunidad entre el te- Donde predomina lo temperamental existe el para-
soro de los templos y la propiedad privada. (Me sor- lelo primado de lo subjetivo. La evolución psicológica
prendí una vez al ver que unos piadosos niños roba- individual es un proceso de agudización continua de
ban la limosna de los fieles para comprar unas imá- la oposición entre sujeto y objeto. El niño en los
genes sagradas). primeros años no ve el mundo como algo frente a su
Y creen menos en Dios que en lo divino; "in herbis yo, sino que se siente inmerso en él como una de tan-
et lapidibus"lo advierten muchas veces. Por esto tam- tas cosas que lo rodean (1).
bién hay más unción, más conducta exterior religiosa Cuando aparece el sentimiento del propio yo (y
en el pueblo bogotano que en el antioqueño. en forma de conciencia surge siempre), entonces el
Quizás a Antioquia le haya hecho falta una gran hombre empieza a descubrir el mundo como lo otro,
planicie como la Sabana de Bogotá. Encajonado en- como lo que no es él. Pues tener conciencia es nece-
tre montañas, sin horizontes la mayoría de las veces, sariamente tener conciencia de algo. Ese algo es ya lo
el antioqueño no puede mirar este mundo como "ex- objetivo.
plicatio Dei" según la expresión del Cusano; y de Luego la oposición sujeto-objeto, vivida como tal,
una vez prefiere dispararse hacia lo divino en sí. es correlativa. No se tiene una honda sensación del
Pero también allí en donde la naturaleza se muestra objeto sino en cuanto el sujeto se siente también más.
como ostentación de Dios, el sentimiento religioso firmemente como un sí mismo.
ante lo divino, se agudiza vivamente. Acaso igual- Hay una objetividad del pensamiento y una objeti-
mente, su familiaridad con ella haga que nazca la vidad de la estimativa. El pensamiento objetivo va
religión del amor y la persona religiosa se sienta un hacia el objeto y trata de conocerlo sin más, en toda
poro en amistosa familiaridad con lo santo. su pureza. La estimativa objetiva reconoce el valor
donde quiera que se halle, así sea o no un valor que
tenga con ella una afinidad espiritual, que pertenez-
ca o no al círculo de sus preferencias.

(1) Buytendick: El juego y su significado, (ed. Rev. de


Occ., 353).
El modo de pensar subjetivo lleva envuelto en sí abiertas a todo nuevo aliento, a toda corriente que
una estimación previa. Pero se caracteriza también
aparezca, a todo movimiento innovador. Cuando el
muchas veces por la carga de ideas tradicionales que
antioqueño quiere ver, conocer, y no simplemente
le impiden ver lo nuevo, lo que no le recuerda en
actuar, se despoja de todas sus vestiduras, se torna
algo cosas ya conocidas. Es, como en la concepción
humilde y primitivo. La conservadora Antioquia es,
platónica, un conocimiento-recuerdo, una anamnesis.
en esto, profundamente inestable. He conocido pro-
Por esto es más frecuente hacia el ocaso de las civi-
fesores de filosofía que a través de veinte años de
lizaciones, cuando en alguna forma se presenta el
enseñanza, han cambiado su método y su problemá-
odium professionis, el hastío de todo lo que se viene
tica, a lo menos tres veces.
haciendo. La estimativa en que predomina el sujeto
Pero no se lleve esto al terreno de la acción, por-
es todavía más subjetiva que el pensamiento de este
que entonces encontramos talvez el cuadro opuesto;
tipo: obra por proyección sentimental; no es que re-
en Antioquia toda posición individual que se tiene
conozca valores en lo demás, sino que se reconoce a
ha sido conquistada; es siempre el resultado de una
sí mismo en los valores ajenos, aunque a veces sufra
lucha, de un esfuerzo continuo. Pueblo tradiciona-
el engaño de creer que tales valores son, en verdad,
lista lo es sin duda, pero en el sentido de que rechaza
transpersonales.
* todo lo que pretenda demoler religiosidad y organi-
* * zación familiar de tipo cristiano. Pero pueblo de po-
Hay en Bogotá mucho de anamnesis como ingre- ras o ningunas posiciones hereditarias: cada hombre
diente constitutivo en las capas más altas de sus hom- que nace allí ha menester empezar de nuevo la misma
bres cultos. Nunca se les encuentra virginales, en ac- lucha que llevara a cabo su antepasado remoto o
titud de entender; ante todo quieren juzgar, quieren próximo. Por esto, en el terreno individual no es
predicar de lo que actualmente ven, algún atributo fácil hacer que un hombre ya formado pueda aven-
que les sea familiar. De otra manera no ven claro; y turar, quiera aprender de nuevo las vías que le pue-
llegan hasta irritarse. Por esto en Bogotá el proceso dan dar éxito. En este sentido, las nuevas generacio-
de evolución de las ideas es lento y paulatino; hay nes antioqueñas podrán decir hasta dónde han debido
que proceder por etapas. Lo que permite señalar un luchar con sus padres para que entiendan que hoy
perfil del pensamiento bogotano, que si no original, el comercio, la industria y los negocios en general
al menos ha sido incorporado hondamente. son muy diversos de lo que fueran hace cincuenta
En Antioquia, de otro lado, las cosas parecen ocu- años.
rrir a la inversa. En el campo del conocimiento pu- En cambio, Bogotá ha tenido muy de cerca el Es-
ramente teórico, las gentes de estudio están siempre tado con todo su funcionarismo y su burocracia; al
menos hasta hace pocos años, una serie de posiciones El antioqueño se siente seguro en sus propios valo-
no fueron ocupadas sino por gentes de aquí; y si no . res, pero los relativiza terriblemente: cree que sólo a
en ellas mismas, en las más próximas y afines, los hi- él pueden agradarle, que sólo para él valen y que
jos heredaban a los padres. Bogotá es una ciudad de los demás obran muy explicablemente en no tomar
hijos, de sobrinos, de nietos, de primos de presiden- posición ante ellos. No por orgullo actúa de esta ma-
tes (1). Aquí éste es su solo honor, muchas veces; en nera, ni por timidez (1); más bien por el aislamiento
Antioquia, podría ser su perdición. Pero por lo mis- tradicional en que ha vivido.
mo que el bogotano nace con cierta estabilidad econó- A causa de no reconocer más valores que los suyos,
mica, es capaz de mudar fácilmente si nuevas o ma- el antioqueño se ha librado del erzatz de los sustitu-
yores posibilidades se le presentan. Por esto Bogotá tivos con que un comercio japonés, alemán o norte-
aporta la mayoría de los funcionarios diplomáticos; americano de baja clase viene invadiendo nuestros
Antioquia da algunos, escrutados en ese grupo joven gustos y costumbres. Es a esto más susceptible el pue-
de gentes todavía inestables.
(1) Esto no expresa que el antioqueño no sea tímido, sino que
En cuanto a la estimativa, el bogotano es más ob- rechaza la timidez como causa del fenómeno de relativización de
jetivo. Por lo mismo que su sensibilidad es más fina, valores; parece más bien que sea su efecto: en realidad, la timi-
está más apto a registrar cualquiera aparición de dez es un temor ante un juicio extraño y somos tanto más tími-
dos cuanto más certero en sus juicios aparece el que nos causa
valores, a percibir ciertos matices que se escapan mu- el temor; más certero y más inexorable sobre todo. Porque el
chas veces al antioqueño. El bogotano habla de sus ser que revela comprensión antes que inteligencia, desvanece toda
valores propios con más tranquilidad y más seguro timidez. Ahora bien, el juicio de por sí es unlversalizante, ge-
neralizador; por esto quien sólo mira como particulares sus valo-
de sí mismo; no teme que los demás no vayan a reco- res, tiene, por fuerza que ser tímido. Pero también el juicio apa-
nocerlo así; y si ocurriera esto, los juzgaría estúpidos. rece más a menudo en los períodos civilizados, en las etapas lo-
cuaces y en los pueblos cargados de formas de lenguaje muertas,
(1) Sólo el Estado ha hecho posible que Bogotá mantenga, más pero aún vigentes; por esto el antioqueño es tímido ante la fácil
o menos estabilizada, una alta clase social de familias en a u e los locuacidad del bogotano; pero si descubre que en el fondo no
valores tradicionales se conservan con gran pureza, extraños a hay nada, su timidez, que es hija del orgullo de los propios valo-
todo arrivismo del dinero. Pero en Medellín no es esto posible, res, reacciona con rudezas y actitudes ásperas, única forma que
el Estado se halla muy distante y una familia, cuando se derrum- el tímido concibe para disolver la vanidad del que así lo atemo-
ban sus soportes económicos, se retira del gran mundo. Pero no rizaba. Un amigo inteligente me hacía notar cómo los períodos
democráticos, en que se predica y llega a vivirse la igualdad, la
ven cabalmente los que afirman que sólo el dinero constituye la
timidez se acrecienta desmesuradamente sobre aquellos estadios
alta sociedad antioqueña; hay aquí un fenómeno más complejo
en que la sociedad descansa sobre jerarquías. Pero esto conserva,
que se revela en el hecho de ser Medellín la ciudad donde existen
apenas un punto de contacto con lo que se dijo en primer tér-
tipos muy variados y distantes de los que se denomina "alta so-
mino; pero por la profundidad que encierra he querido no pa-
ciedad", unidos muchas veces apenas en la infraestructura de la
sarlo por alto.
vida económica.
blo medio de Bogotá, si bien la plebeyez de las bara-
tijas parece ser hoy lo vigente en todas las ciudades
de Colombia.
La capacidad para gustar de todos los valores es LA CIUDAD Y EL CAMPO
signo de cosmopolitismo. En los estadios nacientes, la
concepción del mundo se adhiere a una determinada Las ciudades se han formado siempre de elementos
jerarquía de valores y poco o nada estima los que no traídos de todas partes; lo que las hace nacer y cre-
se ajustan a sus cuadros. Pues ahora como nunca, cer en forma abrumadora es su alta capacidad de
Bogotá va siendo una ciudad cosmopolita, al menos consumo. Tras el consumo vienen los intermediarios
dentro de las gentes de Colombia. Medellín, en cam- y todas aquellas entidades que en vez de crear ri-
bio, es una ciudad de antioqueños. queza, la distribuyen.
Las capitales de los Estados modernos, por su alto
número de funcionarios, se convierten así en las gran-
des pistas del comercio y el abastecimiento. Por otra
parte, el mismo Estado moderno, al intervenir cada
vez más en la vida y economía de la nación, no lo
hace como gran motor creador, sino como providen-
cia distribuidora que evita aquí que algo se congele,
que da salida allí a mercados estancos, que retiene o
impulsa la producción, pero como mero agente ex-
-erno. A esto ha venido a parar la síntesis marxista
de la colectivización.
También lo que caracteriza a las ciudades no es
su tamaño ni el gran número de habitantes, sino su
mezcla y separación en los orígenes y en las formas
de vida. Por esto la ciudad adopta prontamente una
forma media de actuar, de hablar y hasta de gustar,
pues de lo contrario la algarabía sería irresistible.
Y esto es lo que da una mentalidad especial a los
hombres de las ciudades.
Esa mentalidad reside sobre todo en el disimulo;
hay un complaciente no ver lo que otro hace, una
complicidad secreta ante el crimen, ante el parasi- Toma del lenguaje con gran maestría todas aque-
tismo y la vagabundería, como también un "nomeim- llas expresiones y vocablos que están de moda, que
portismo" sistemático frente a todo valor humano.
expresan una necesidad común. En el fondo no dice
Las grandes figuras se pierden en el torbellino de la
nada, pero siempre habla; habla incansablemente,
ciudad, o se las trata como uno de tantos, como un
número (1). pero jamás se entrega; no expresa nada que brote
Porque también la gran ciudad es toda cuantitati- del corazón en una relación de intimidad.
va: desde la basílica y su palacio de gobierno hasta En el campo y en la pequeña aldea, la mentalidad
la casucha insignificante están marcadas en la puerta es justamente opuesta; cuando se habla no se dice
con un número. más que lo preciso: los grandes silencios de los cam-
El hombre de la ciudad ve rostros, pero no oye pesinos fueron señalados por Spengler como el signo
voces; y si las escucha sólo será cuando dicen una de de almas creadoras, productivas (1). Es un momen-
tantas cosas objetivas que en la gran ciudad hay que to cultural.
decir. El rostro que se ve y que no habla o que no nos
dose mutuamente, minutos y horas, sin hablar. Las comunica-
habla cosas íntimas, produce la neurosis de la gran nones modernas hacen que la mayor parte de las relaciones
ciudad que advirtiera Simmel (2). Por esto, el ciuda- sensibles entabladas entre los hombres queden confiadas, cada
dano es un hombre parlanchín y locuaz en exceso. vez en mayor escala, exclusivamente al sentido de la vista, y,
por tanto, los sentimientos sociológicos generales tienen que
(1) También Keyserling olvidó que el disimulo no sólo basarse en fundamentos muy distintos. El hecho antes men-
aparece en el hombre primitivo, sino en las postrimerías de cionado de que el hombre únicamente visto era más enigmá-
toda cultura (Cf. op. cit.). tico que el hombre oído, contribuye, seguramente, al carácter
(2) "Justamente por las muchas cosas que puede revelar el problemático que aqueja al sentimiento moderno de la vida,
rostro, resulta éste, a veces, enigmático. En general, lo que contribuye a la desorientación de la vida general, a la sensa-
vemos de un hombre lo interpretamos por lo que oímos de ción de aislamiento y de que estamos rodeados por todas partes
él; lo contrario es poco frecuente. Por eso el que ve, sin oir, de puertas cerradas" (J. Simmel, Sociología, t. II págs. 241-
vive más confuso, desconcertado e intranquilo que el que oye 42, Ed. 1939, Buenos Aires).
sin ver. En esto debe influir una circunstancia importante para (1) "El verdadero compañerismo se entiende con pocas pa-
la sociología de la gran ciudad. En comparación con la ciu- labras; la fe verdadera enmudece. El más puro símbolo de una
dad pequeña, el tráfico de la gran ciudad se basa mucho más compenetración superior al idioma es el viejo matrimonio al-
en el ver que en el oír. La razón de ello no es sólo que en deano que al atardecer se sienta delante de la casa y entabla
la ciudad pequeña las personas que nos encontramos en la una conversación muda. Enmudece porque las palabras ser-
calle son, con frecuencia, conocidos, con quienes cambiamos virían de e s t o r b o . . . " (O. Spengler, La decadencia de Occiden-
una palabras, o cuya visión evoca en nosotros su persona- te, t. III, pág. 196, Ed. Calpe, 1926.) También en la gran ciudad
lidad total además de la visible, sino, sobre todo, por causa predomina el idioma de expresión que considera al otro como
de los medios de comunicación públicos. Antes de que en el un testigo, sobre el idioma de comunicación que tiene en fren-
siglo XIX surgiesen los ómnibus, ferrocarriles y tranvías, los te un interlocutor y espera su respuesta (Cf. Spengler, passim,
hombres no se hallaban nunca en la situación de estar miran- y t. cit., pág. 190.).
La aldea no necesita de números; todos son allí más, que a veces no tiene del respeto más que la for-
conocidos; el sentido de las jerarquías es la vida mis- ma externa, pues que en lo hondo revela sólo un infi-
ma de las gentes que moran en ella. El número des- nito desprecio (1). Quién sabe en todo esto cuánta in-
truye la jerarquización de realidades valiosamente fluencia tenga la mentalidad centenarista, o en qué
humanas (1). medida el centenarismo sea la floración de estos sen-
* * timientos y actitudes que hubieran permanecido so-
terrados por mucho tiempo.
Al menos para cada región de Colombia, Bogotá El centenarismo es la generación cosmopolita. de
da la impresión de gran ciudad. Quizás el extranjero los colombianos. Y no es al azar que haya nacido en
vea esto como población meramente de colombianos. Bogotá o entre gentes bogotanizadas: algunos antio-
Pero es lo cierto que el bogotano es ya de por sí una queños también, muy poco afines en última instancia
mentalidad apta para la gran ciudad. Sospecho que al más hondo sentimiento de este pueblo (2).
la herencia chibcha, recogida en los momentos de su Medellín, no obstante sus muchos habitantes de
decadencia, haya dado al bogotano esa concentración hoy, tiene mentalidad de aldea; las gentes se conocen
en sí mismo que nos hace imposible advertirle qué todas o se hallan, si no, en la más propincua posi-
es lo que en último término piensa, siente y quiere.
En el fondo, parece que no quisiera a nadie; de (1) En Bogotá la gente es más urbana que atenta; ceremo-
niosa a veces en exceso, no vive en cambio, bajo la tensión (de
todas las personas que lo rodean toma algo, para algo donde atento) que implica toda disposición a servir a los de-
las aprovecha o espera hacerlo y sólo en esta espe- más; no se molesta por nadie, pero su actitud es también, la
ranza parece fundar sus amistades. de no incomodar. Por lo demás, la urbanidad es lo propio de
la urbe, de la ciudad: es una norma externa; en vano nos em-
No interviene en la vida ajena; hay incluso en las
peñaremos porque los bogotanos retornen al ejemplar santafe-
madres cierto disimulo ante lo que puedan hacer sus reño que cedía el asiento a las damas en el templo, en el tea-
hijas. Un arraigado respeto a la intimidad de los de- tro; en la gran ciudad no hay damas ni caballeros; sino ciu-
dadanos.
(1) Sobre la ciudad, cons.: W. Sombart, Lujo y capitalismo, ( 2 ) La mentalidad centenarista es, entre otras cosas, resen-
donde expone la tesis apuntada de la ciudad como centro del timiento y como tal, generadora de cosmpolitismo: odia al pró-
consumo y no de la producción (Ed. Rev. de Occ.) , el mismo jimo, al próximo, para amar a todos los hombres. Nace en Co-
autor en Le socialisme allemand, donde contrapone la ciudad lombia entre hombres muy cultivados, viajeros de todos los
al campo en págs. 32, 37, 49, 159, 296 y 314 (Ed. Payot, 1938); países que retornaron al suyo propio con algún desprecio hacia
O. Spengler, op. cit., cap. Ciudades y pueblos (t. III) El pro- lo peculiar de su idiosincrasia, un tanto campesina. (Sobre el
blema de las clases y El dinero (t. iv) ; J. Ortega y Gasset La resentimiento como correspondiente a la gran urbe y al judais-
rebelión de las masas, passim, y el pequeño tomo de la Col. mo i n t e r n a c i o n a l , cf. W. Sombart, Le Bourgeois (Ed. Payot);
Austral titulado Notas, págs. 8, 49, 51, 127, 135 y 168; Luis Max Scheler, El resentimiento en la moral, passim, y esp. pá-
López de Mesa: Disertación sociológica, p. 288. ginas 132 y ss. (Ed. Calpe, 1938)).
bilidad de conocerse. Hay vivaz y generosa y molesta se corte en el momento más inesperado y se pase a un
intervención en la vida privada. Todo mundo sabe
tema completamente extraño al que se venía tra-
lo que a todo mundo le ocurre. Nadie tolera allí la
tando.
actitud temperamental del que se hace el que no
Por otra parte, en Bogotá florece el diletantismo;
ve para no saludar; esto es la ruptura de cualquier
se habla de todo con gran propiedad externa, pues
amistad.
que si se ahonda un poco, resulta un saber rara vez
Los señores deben compartir con la servidumbre firme y seguro. Pero esto no le importa al bogotano;
una cordialidad que sería de baja ley y poco enalte- sabe muy bien que nadie tendrá la impertinencia de
cedora, si no descansara mucho en los propios valo- tomarle cuenta de su saber, de pretender adentrar en
res personales del señor ante el criado. Mientras en sus conocimientos, pues que esta actitud sería recha-
Bogotá el sirviente puede despreciar al señor provin- zada en seguida, como poco urbana (1). En Antio-
ciano en lo más íntimo de su ser, pero de fuera con-
serva ante él todas las actitudes de su oficio. (1) La delicadeza tampoco fue vista por Keyserling sino en
el mundo del tercer día de la creación; la exagerada altura en
En Antioquia el vecino debe ser prontamente un que coloca el espíritu (op. cit. passim y cap. XI) no le permitió
amigo; en Bogotá basta con que no sea un enemigo; admitir cómo el mismo espíritu, ya cansado, crea un estilo de
las amistades no surgen por cuestión de proximidad, delicadeza que es un artificio para el desprecio. En Bogotá flo-
rece la delicadeza en todas las capas sociales; las compañeras de
pues a lo mejor el próximo oculta tras su careta de trabajo se tratan como si acabaran de conocerse; procúrase a
gente decente, la más relajada conducta personal. todo trance no romper el hielo. Esta delicadeza bogotana es de
En Medellín la prostituta ostenta desenfadada un origen chibcha y está a su vez fomentada por el clima frío en
que se desenvuelve, en donde las gentes tienen que vivir aglo-
carácter indeleble que no se la puede confundir. En
meradas, muy próximas entre sí en el espacio, lo que fuerza a
Bogotá hay quienes crean que las señoras son de cos- buscar una correspondiente forma de cortesía que establezca
tumbres livianas, porque las meretrices saben imitar la distancia anímica: "Talvez, con ciertas reservas, pudiera de-
hasta donde es posible su porte señoril. cirse que las formas del saludo son función de la densidad de
población, por tanto de la distancia normal a que están unos
En Bogotá hay diálogo; las gentes van deslizando hombres de otros. En el Sahara cada tuareg posee un radio de
lentamente los temas, uno tras de otro, sin esfuerzo, soledad que alcanza bastantes millas. El saludo del tuareg co-
sin saltos precipitados. Las gentes hablan mucho, mienza a cien yardas y dura tres cuartos de hora. En la China
y el Japón, pueblos pululantes, donde los hombres viven, por
pero saben también escuchar y se fecundan con lo decirlo así, unos encima de otros, nariz contra nariz, en com-
que oyen para decir a su turno lo que deben decir. En pacto hormiguero, el saludo y el trato se han complicado en
Antioquia se tiene la sensación de que no hubiera la más sutil y compleja técnica de cortesía, tan refinada que
al extremo-oriental le produce el europeo la impresión de un
diálogo sino monólogos alternados; cierta excitabili-
icr grosero e insolente, con quien, en rigor sólo el combate es
dad racial que no da espera, hace que la disertación posible. En esa proximidad superlativa todo es hiriente y pe-
quia no ocurre así: allí casi nadie habla por hablar;
sobre todo en el campo del saber serio, es menester
responder; las actitudes medias no se permiten. Sólo
por la escasez de profesorado universitario, de que PATRIARCADO Y MATRIARCADO
se resiente toda Colombia, se permite allá que gen-
tes sin responsabilidad ocupen una cátedra por mu-
Los países en que predomina la economía sobre los
chos años, pero sobre el concenso paladido de su ig-
valores de la sangre, son, por lo común, matriarca-
norancia. En Bogotá, muchas veces sólo después de
les; pero allí donde el héroe está dispuesto a surgir,
su muerte se llega a descubrir que alguien era un in-
el patriarcado es el tipo común de existencia. El hom-
signe farsante.
bre es gasto; la mujer es conservación, ahorro.
Los pueblos nórdicos son, la mayoría de las veces,
pueblos matriarcales; casi todos los pueblos latinos
de Europa que suelen también ser los que están al
sur, ostentan el predominio del varón.
ligroso: hasta los pronombres personales se convierten en im- En el matriarcado la mujer tiene función prepon-
pertinencias. Por eso el japonés ha llegado a excluirlos de su
idioma y en vez de "tú" dirá algo así como "la maravilla pre- derante. Incluso en el amor, toca a ella la iniciativa,
sente" y en lugar de "yo" hará una zalema y dirá: "la miseria aunque siempre en formas femeninas: inicia el juego
que hay aquí" (J. Ortega y Gasset, Epílogo para ingleses. Reb. con la mirada que tan pronto se posa como se aparta;
de las masas, ed. cit., p. 268-60). En Bogotá lo normal es ha-
blar sin fijar la vista en los ojos del interlocutor, y la forma in-
enciende la esperanza y la apaga ante el impulso va-
directa del referirse a él pertenece al trato común; en Antio- ronil, cuidando siempre de dejar algo en rescoldo;
quia quien así se conduzca es tachado de persona peligrosa, en sabe exponerse al peligro, cuando se siente más segu-
la que poco se puede fiar.
ra; se vuelve incitante en los templos, en las grandes
Por esto también en Bogotá predomina el delito contra la
propiedad fundado en el engaño y la confianza: el hurto, sobre
reuniones abiertas; rechaza la palabra unívoca, pero
todo de dinero y de cosas de género por los sirvientes y criados, acepta el ademán equívoco; y si se ve forzada a li-
la estafa, especialmente con cheques girados en descubierto; brarse de él es cuando trata de hacerse peligroso, en-
es poco frecuente la ruptura y el escalamiento, y para el bogo-
taño cualquier estorbo que deba quitar el ladrón se le hace
tonces retiene a su galán, pero con conversaciones in-
suficiente defensa; en Medellín se siente la necesidad de am- substanciales que le indiquen hasta dónde para ella
parar las cosas con algo más que estorbos psíquicos, vidrios, no ha sido totalmente ofensiva la actitud anterior.
papeles, etc.; muchas veces es menester el hierro; así sus venta-
En donde el patriarcado tiene su asiento, la mujer
nas de hoy. Compárense las estadísticas sobre cheques sin
fondos. casi parece carecer incluso del derecho de jugar al
amor. Su dependencia es tal que cuando se siente ga- pueda mantenerse un estadio de vida normal, por la
lanteada, o acepta o rechaza, sin más, al varón que la eliminación cada vez más segura de las grandes aven-
desea. Muchas veces, en las épocas medioevales, basta- turas económicas que enriquecen o empobrecen, con
ba una señal varonil para que la dama se rindiera a igual rapidez, entonces brotará allí también un tipo
su protección, que era más que el amor (1). matriarcal como el que se adivina en Bogotá.
* Y que este matriarcado es de origen económico y
* * no racial, lo prueba la circunstancia de que la mujer
Bogotá es frente a Medellín una ciudad de aho- bogotana soltera, educada en medios de selección,
rros. El bogotano aspira a la renta, cuando el antio- poco o nada sabe de coqueterías; sólo el matrimonio
queño espera vivir de los rendimientos de su trabajo. que le da seguridad en muchos órdenes, le permite
jugar, un poco arriesgada, en el campo amoroso. Jus-
Y el bogotano asegura su capital en empresas muy fir-
tamente a la inversa de lo que en Antioquia ocurre,
mes, pero nunca se atreve a dar el paso inicial, crea-
en donde la mujer soltera es vivaz y coqueta, para
dor.
convertirse casi exclusivamente en madre cuando se
Casi doblan los ahorros de Bogotá sobre los de An-
casa.
tioquia toda; y sospechamos que en esto tengan muy
buena parte las mujeres. En Medellín no hay esposa En los hogares bogotanos, la mujer sigue siendo
que pueda soportar las insistencias de su marido para por mucho tiempo la esposa antes que la madre, in-
realizar el proyecto de una nueva empresa, de un ne- cluso cuando los hijos son ya muchos.
gocio que duplicará las inversiones. Pero la coquetería de la antioqueña es, por así de-
Es posible que el afán ahorrativo de la mujer bo- cirlo, un poco ingenua y primitiva; en muchas cosas
gotana haya advenido tras de muchas quiebras y fra- da la sensación de que apenas balbuce el juego del
casos económicos de sus maridos; y lo mismo ocurrirá amor y que maneja mal esa arma tremenda que es el
a la larga en Antioquia, cuando resulte intolerable arcano femenino, el inquetante arcano femenino. Es
ese fenómeno todavía frecuente de que una ruina transparente, como que ha sido educada sobre la base
total sople de la noche a la mañana sobre hogares del deber antes que del temperamento, del carácter
poco antes prósperos y holgados. Y cuando la mujer antes que del capricho. En este sentido la mujer an-
antioqueña se dé a ahorrar, y cuando con ahorros, tioqueña tiene la virtud masculina del predominio
del deber sobre la gana. Y la misma mujerzuela cree
(1) Cf. Pablo Krische, El enigma del matriarcado (Ed. Rev.
de Occi.); W. Sombart, Le soc, all., pág. 159 y ss.; L. López de
que debe ser vulgar y grosera en exceso porque en
Mesa, op. cit., págs. 232, 271, 277 y 314; J. Simmel, op. cit., t. esa forma cumple a cabalidad su deber, su deber so-
I, p á g s . 182, 200 y 210. cial tal como ella lo siente.
Pero la actitud patriarcal ha impuesto también
este tono de vida en la mujer: el hombre antioque-
ño, embargado casi siempre en las empresas más in-
verosímiles, en el más agobiador de los trabajos, ape-
nas si tiene tiempo para la conquista amorosa, que CONOCIMIENTO Y GOCE

sólo llega a producir todos sus encantos cuando puede


ser lenta y sosegada, de acción tranquila pero cada El hombre práctico no tiene por qué no ser un
vez más segura y eficaz. Esta prisa del hombre antio- hombre en que predomine el conocimiento. Será un
queño ha dejado en la educación femenina una co- conocimiento práctico, pero conocimiento al fin. El
rrelativa tensión nerviosa que les hace suponer que conocimiento objetiva; también la acción busca el re-
ningún hombre será retenido todo el tiempo que sultado como meta final. En este sentido, son afines
ellas quisieran y tal como corresponde al lento ritmo todos los alemanes, desde el gran filósofo hasta el
del impulso amoroso en la mujer. De ahí esta vivaci- creador de la técnica hidráulica.
dad que las caracteriza también en el amor; que se
Del alemán decía Heine que si estuviera ante dos
muevan simplemente en el "si" y en el "no", sin de-
puertas, una que dijese "Entrada al cielo" y otra que
tenerse un instante siquiera en el "talvez" de que
indicase "Entrada a conferencias sobre el cielo", pre-
nos habla Simmel (1).
feriría la segunda.
El conocedor busca ante todo, incorporar esencias,
enriquecerse con el qué sean las cosas. El gozador, en
cambio, se dispara al ser, lo toma en toda su redon-
dez, no ama las relaciones entre las cosas, sino las-
cosas mismas. Cuando hacen filosofía se tornan me-
tafísicos del "tode ti", de la cosa que está ahí, sin más
implicaciones posibles con el resto del mundo.
El conocedor anatomiza, divide, enlaza y desenla-
za, todo en forma que responda a su anhelo de saber.
También el gran gozador de los períodos civilizados,
en que predomina el conocimento, como se ha visto,
hastiado ya de las cosas naturales, empieza a combi-
(1) Filosofía de la coquetería, pss. y pág. 87: del tomo Cul- narlas para que resulten agradables a su gusto can-
tura femenina y otros ensayos (Ed. B. Aires, 1938). -ado. En este sentido, el "cock-tail" es sólo una forma
particular de una tendencia más amplia en el apeti- antes de producir su acción dionisíaca, han empezado
to moderno. por ser gratas al gusto, al olfato, a todos los sentidos.
Antioquia está poblada de gentes frugales. Bogotá En las clases bajas bogotanas es frecuente la prefe-
es una ciudad epicúrea. Los estoicos predicaron siem- rencia por lo estético sobre lo práctico; ya la misma
pre el predominio del conocimiento y de la voluntad alfarería y cerámica de estas tierras ostenta cierto sen-
sobre los goces; el goce vincula y esclaviza, es signo tido decorativo que oculta en mucho la utilidad
de debilidad; el conocimiento y la voluntad en cam- primera del utensilio. A menudo en sus casas, se en-
bio, nos permiten vivir en completa tensión, en vigo- cuentra más fácilmente un bibelot inútil, así sea de
rosa y esforzada actitud ante lo que nos rodea. mal gusto, que un instrumento de ineludible necesi-
La comunidad estoica de la antigüedad griega tam- dad pragmática.
bien se entregó un día a todo género de placeres; Y entre las clases bajas de Antioquia no es extraño
pero quizás, también en forma estoica, es decir, sin ver que la bella inutilidad de las flores surja de reci-
sensualidad, con la soberbia de Aristipo, según tra- pientes cuyo nombre es ahora impronunciable. Las
dujo Horacio: "Et mihi res, non me rebus subjunge- ventanas son allí muchas veces sólo eso: ventanas
re connor." A veces encontramos en Antioquia mo- para que entre la luz y el aire; las formas decora-
mentos de esta entrega a la vida de placeres; pero su tivas están ausentes. El techo exterior no se recubre
protagonista nos deja la sensación de que no goza en el interior de un cielo raso que le preste belle-
realmente, de que tiene demasiada prisa como para za o que amengüe la fealdad del caballete, sino
saborear lo que las cosas otorgan de agradable y las- que a menudo se le deja en su forma primitiva. Esto
civo. mientras en Bogotá, en míseras casas vemos, no sólo
En Bogotá se advierte algo ático en este gustar sin el cielo raso, sino el adorno de yeso, elemento deco-
excesiva voluptuosidad de todas las cosas. El goce es rativo para el que existe una larga tradición de ope
aquí lento, pero permanente; hace parte del clima rarios bogotanos en el bajo pueblo.
espiritual, del ambiente humano que se respira por Compárese la piedra de construcciones que se em-
doquier. La misma rubicundez de los rostros, los plea en Antioquia, ruda, áspera e indócil, con la
cuerpos achaparrados, poco nos incitan a ver tem- fina materia que se talla en Bogotá. Adviértase la ri-
peramentos ascéticos. queza de los matices en la grama, en los verdes natu-
En Antioquia predominan los licores destilados rales de los cerros de la Sabana frente a la uniforme
que más que agrado al paladar, exaltan los nervios y exuberancia de la naturaleza tropical en Antioquia,
excitan la sensibilidad. En Bogotá y sus contornos y esto en los lugares en que no hay simplemente una
han bebido vinos y chicha, bebidas en fermento que, elación estéril que revele la mezquindad de sus
tierras. El sol bogotano no ciega, no inunda las cosas
objeto en su individualidad; sólo el claroscuro nos
de su luz, sino que les permite suavemente ostentar
permite pasar de una masa a otra, ver menos los per-
sus propios colores. La luminosidad de los días en
files que los cuerpos. Talvez por esto mismo, en
Medellín hace que los cuerpos sacrifiquen su propio
Bogotá predomine el sentido barroco de la ornamen-
tono y su matiz peculiar, para que resplandezca en
tación de sus templos, mientras en Medellín sorpren-
todo su señorío el brillo solar. Cierto que en Bogotá
de la belleza individual de alguna estatua, de algún
el cielo no ha llegado a ostentar ese profundo azul
retablo, de un sagrario, sin que la sensibilidad exija
que sólo en Medellín puede observarse; pero a cam-
la conexión con los objetos del contorno. Y también
bio de ello, todas las gamas del azul hasta el gris de
aquí habré de aludir a la mujer bogotana, sobrecar-
los días brumosos, se presentan en el firmamento de
gada a veces de colores en su indumentaria, incluso
la Sabana.
cuando la acompaña el buen gusto, pero talvez por-
Quiero señalar lo anterior para que se sospeche que sólo en esa forma sienta satisfecha la vanidad del
hasta dónde pueda tener origen climático la clásica eterno femenino.
frugalidad del antioqueño y el epicureismo bogotano.
(Ya la luminosidad que se expande sobre Medellín
ha hecho que el lenguaje de los colores sea más po- I
bre en Antioquia que en Bogotá; como todo está
inundado de luz, los diversos tonos llegan a confun-
dirse fácilmente. En Bogotá he oído nombres de co-
lores familiares a las gentes, que apenas me eran co-
nocidos a través de las novelas o de los tratados de
óptica. El fino sentimiento para los colores se advier-
te aquí en el buen gusto que los hombres bogotanos
tienen para combinar su corbata con la camisa, con
el vestido, con el abrigo... De las mujeres antioque-
ñas habré de decir otro tanto, si bien ellas, como
mujeres, pueden sobreponerse fácilmente a la cegue-
dad por exceso de luz que impone el medio).
También el mundo de la leyenda homérica está
poblado de luces, y los colores son pobres en el len-
guaje en que se escribió esa épica. La luz destaca el
Fernando Vélez. Parece como si el bogotano siempre
empezara un libro o un discurso por querer demos-
trar algo; este es su impulso primordial, su primer
motor. De otra suerte no escribe apenas; así acaso se
FENOMENOLOGÍA Y ESPÍRITU CONSTRUCTIVO explique el que hombres tan ilustrados carezcan de
obra exterior que los denuncie como tales; se pasan
la vida sin poder hallar su tesis, su plan general que
El fenomenólogo se limita a lo que ve y lo anota
estructure el pensamiento que llevan dentro.
con la mayor pulcritud. El que conoce por sistema
Talvez también esto mismo haga que se encuentre
como que empieza por no ver. Se construye en lo in- j
terior un mundo en donde pueda incorporar todas más escepticismo en las culturas medias bogotanas;
las cosas que encuentre en torno suyo y luego se lanza como el sistema debe ser omnicomprensivo, y como
a la realidad con estos prejuicios, con estas ceñidas construirlo resulta a veces una labor de gigantes,
formas de su pensamiento interior. quien está por su espíritu fácilmente deja de creer en
Pero podría decirse que paralela a esta distribu- todo, ya que sólo encuentra claras algunas cosas. Y la
ción en el orden del conocimiento, hay también la influencia que durante mucho tiempo ha tenido
que corresponde al mundo de la acción. Hay quienes Francia en la formación espiritual de los bogotanos
para obrar necesitan un plan general previo, un sis- podría obedecer a este afán sistematizador. El fran-
tema ordenador, una organización, en otras palabras. --s casi no puede escribir una página que no sea una
arquitectura: eso de "imaginar falsas ventanas para
* * la simetría" de que hablaba Montaigne, es clásico en
el espíritu general francés. Y algo de esto se adivina
No es al acaso que Antioquia haya producido hasta
ahora los mayores costumbristas en la literatura na- en lo que se escribe en Bogotá, desde la sentencia ju-
cional. El antioqueño sabe ver desprevenidamente, rídica hasta la relación del cronista.
se abre ante las cosas y deja que ellas lo fecunden sin Contrariamente a lo que se piensa, yo diría que
menguarse, sin dejar de ser. En este sentido, es un el bogotano es también más organizado (no más or-
poco clásico; carece de libertad interior, es pasivo en ganizador) que el antioqueño. Talvez por su más
el conocer. En Bogotá se da fácilmente el tipo opues- larga historia, sin que deje de tener su influjo asimis-
to; en el conocimiento hay espíritu de sistema. No mo el organismo estatal, lo cierto es que en Bogotá
importa que sea falso; lo interesante es que sea algo la acción está predeterminada por un plan al que las
ordenado. Hay mucho más orden en la obra intelec- gentes fácilmente se ajustan. Y por otra parte, las
tual de Caro o de Cuervo que en la de Suárez o de gentes no actuarían si no tuvieran ese plan prefijado
que les señale un derrotero. Es por esto por lo que
el antioqueño echa de menos en el empleado bogota-
no la iniciativa, el que se le ocurran cosas nuevas,
algo qué hacer, algo que rompa la rutina. Justamen- EL EROTISMO Y LA AMISTAD
te el rutinarismo es enfermedad (o virtud) bogotana.
Y la rutina no es sino la secuencia de un plan, de un
método. Del amor se ha dicho que es un egoísmo mutuo. Y
En Medellín no ha sido posible que el conductor la amistad es tan poco egoísta, que tan pronto nace
de vehículos pueda dirigirse a un lugar con la sola ' el amor entre dos amigos, surge entonces una mirada
indicación del número de la calle y de la casa. Los de cada uno hacia el pasado, para sorprender retros-
números no tienen allí vigencia. Tampoco los archi- pectivamente el momento egoísta de lo que se creía
vos perfectamente ordenados: en los Juzgados todo amistad.
está en la cabeza del secretario, como en la cabeza La amistad es objetiva; quiere el tú a través de las
de hombres de negocios estuvieron hasta hace poco cualidades. El amor es simplemente subjetivo. No
todas las cuentas de su movimiento industrial o co- intersubjetivo; casi que ni advierte la presencia del
mercial. otro como un tú, sino que busca la compenetración
Del hecho de que el bogotano sea más obediente al | del tú y de todo lo demás que el otro posea en el pro-
plan que se le impone, nace también que el simple pio yo. La amistad sostiene al yo ajeno como tú; el
empleado de orden y método, al que no se le pide amor, lo elimina. Al amigo le permitimos que sea lo
colaboración de iniciativas, que el sirviente mismo, que es; al ser que amamos le pedimos que sea lo que
clásico en las cosas inglesas, se encuentre más fácil- pensamos que es. Pero este tremendo egoísmo del
mente en Bogotá. En Antioquia todo el que se siente amor, sólo es posible, justamente por ser un egoísmo
con alguna inteligencia capaz de crear algo, sacude la mutuo; es que quien así se siente anonadado en el
tiranía del patrón y busca cómo ejercer su función ser del otro, sabe también que éste a su turno, espera
autónomamente. (Tan vehemente es este impulso que , de su amante que lo absorba de igual modo.
a él se debe el que en Antioquia exista una verdade- En consecuencia, este sacrificio que implica todo
ra anarquía en las profesiones, cada vez más envile- amor hace sospechar de su rareza. Por otra parte, casi
cidas por lo bajo de los precios que la excesiva oferta que podríamos decir que de la ontología del amor,
tiene por fuerza que imponer. Y de otro lado, el que resulta que sólo se le puede concebir como mono-
el empleado público sea allí tan mal funcionario, gámico.
aunque aventaje en honradez al bogotano).
Más acá del amor y la amistad está el aprecio; co- que, en algún momento, uno de los presentes sospe-
mo el nombre lo señala, sólo hay allí la estimación che que ha sido su vecino el que le ha robado la
objetiva de valores personales. Y cuando simplemen- billetera y con la más fresca naturalidad, se la re-
te un valor personal es estimado sólo como valor hu- --ame.
mano de carácter general, se tiene la filantropía. En ninguna parte como aquí el amigo habla con
También en esto los extremos se tocan. Evolutiva- I mayor libertad de sus amigos; lo mismo de lo que
mente se dan a menudo en un mismo ser y en un juzga bueno que malo; nada se calla. Y no hay des-
mismo estadio cultural, amor y filantropía fuerte- lealtad, pues que nadie espera que esto no se haga a
mente enlazados. En las épocas postrimeras y en la espaldas. Se parte de la base de que decirlo frente a
madurez individual siempre están unidos estos dos frente es muy desagradable y poco urbano; pero que
vínculos simpáticos. sería injusta pretensión que no se hiciera cuando nos
A la inversa, en la edad creadora que es la juven- hemos marchado. En Bogotá es completamente vigen-
tud, la amistad prepondera. El amor es idealista, lo te, no ya entre las gentes en general, sino en el seno
que vale decir que no es amor. La filantropía tiene de la amistad, lo que decía Gabriel Hanotaux: "Si
muy poco que ver con este período de fuerzas nacien- todo el mundo supiera lo que todo el mundo piensa
tes, en donde no se alcanza a ver en torno más que el de todo el mundo, nadie le hablaría a nadie".
yo y su proximidad espiritual (Cf. E. Spranger, Psi- Por esto en Bogotá no hay chismes; la gente no
cologia de la edad juvenil.) (Ed. Rev. de Occ.). siente el interés de decir a otro lo que de él piense
un fulano su amigo; talvez quiera saber qué cosa
*
* * concreta diga, pero no el que hable mal de él, que es
donde radica la misión del chismoso. Por lo mismo
Hay también una geografía del corazón. Este Bo-
en Bogotá se procura no escuchar sin ser visto; co-
gotá viejo, lleno de tradiciones agotadas, de escepti- .
rreríamos el peligro de incomodarnos con lo mal que
cismo alegre y jovial, es una ciudad que alberga el
podremos ser tratados en nuestra ausencia.
amor y la filantropía. Menos lo primero que lo se-
gundo, a no dudarlo. Donde no hay un objeto de En Bogotá la amistad es exigente, justamente por-
amor, podrá haber un mero interés general humano. que el amigo es un medio y no un fin en sí; quien no
Y entre los más próximos existe el simple aprecio; pudo prestar en un momento dado la colaboración
las gentes se congregan con una cordialidad puramen- que se le pidió, es eliminado del círculo amistoso en
te urbana, muchas veces sin que el uno tenga de los forma implacable; a menos que todavía le quede mu-
cho para dar, pues la misma actitud desenfadada per-
otros más que un conocimiento somero; con frecuen-
mitirá esperar la próxima ocasión propicia. De ahí
cia es bastante el nombre y apellido. Así se exptúa
que en Bogotá sea necesario despachar a las gentes aman o simplemente guardan la pura forma social
con palabras amables, sin formas definitivas ni ro- de la educación.
tundas: ya se sabe el valor entendido de un talvez, de Talvez esto sea lo natural en los pueblos latinos;
un si incluso; estas palabras no son usadas aquí en pero lo cierto es que Antioquia ha podido crear una
el sentido directo que tienen en Antioquia. La pala- institución de la amistad entre el hombre y la mujer,
bra '"caramelo" es todo un mundo de sugerencias; y tan extraña a todo vínculo sexual, como lo podría
en Bogotá nació y tiene plena vida en la relación de ser entre dos hombres. Sin duda hay en esto ese ele-
todos los días. mento del deber que ya anotábamos: la mujer antio-
queña se siente tan obligada como el varón; no se
Y lo que no obtiene la amistad, lo gana el amor;
estima como uno de tantos elementos decorativos que
en un sentido profundo, talvez no hay ciudad de
el hombre buscara para exornar su vida; de hecho en
Colombia donde exista el amor en tan espléndida for- ella predomina la madre, incluso cuando es novia. Y
ma, en tan rico contenido espiritual. Y como el amor posee la virtud femenina de la abnegación, lo que la
llevado de sí mismo tiende a agotarse prontamen- predispone para acudir al amigo en caso de necesi
te, quizás se explique entonces por qué aquí el matri- dad. Pero cuando la mujer sólo se mira a sí misma
monio se halle un poco socavado en sus bases, por qué como en el centro de un torneo, como la reina de
abunden los amancebamientos en gentes que apenas unos permanentes juegos florales, se torna en exceso
han llegado a la juventud; es que el amor conyugal, e x i g e n t e (1).
cuando no se halla dispuesto a convertirse en amis- Sin duda hay algo de ardor en la sangre, pero no
tad, tiene que degenerar en horrible hastío (1). debe perderse de vista ese elemento humano de la
abnegación, en la ligereza femenina. Don Miguel de
Las relaciones entre el hombre y la mujer o son de
Unamuno llegó a decir que la mujer se entrega al
cortesanía o de un infinito desprecio; el hombre no hombre en un acto de infinita piedad ante el sufri-
espera de la mujer más que el amor (o el amorío) y si miento del varón por el deseo imposible. La mujer
no puede recibir esto, ya no espera nada más. La mu- bogotana no actuaría por motivos de este orden; y
jer también intuye que hombre que no haya de ser quizás esta falta de impulsos generosos se expliquen
su amado, poca cosa significará para ella. La camara- en ella, por las muy frecuentes veces en que se ve se-
dería entre el hombre y la mujer, que tan grata hace riamente galanteada por hombres de todas las calida-
la vida en otras latitudes, es aquí imposible. O se des y defectos morales; esto mismo habrá hecho que
(1) La mujer antioqueña ha cumplido el mandato nietzs-
(1) "Carpe diem!", esto es el antioqueño también en el
cheano: " . . . q u i t a r al hombre la idea de que la mujer debe
amor; el amancebamiento es allá el sumo grado de la relaja-
estar alimentada y cuidada como un animal doméstico, tierno,
ción moral; en Bogotá es justamente lo contrario: como en los
extrañamente salvaje y a veces agradable" (Op. cit., pág. 166).
grandes puertos, la meretriz sólo sirve a los marineros...
las catástrofes conyugales en Bogotá sean menos co- son capaces de percibir la intención torcida, y se re-
munes de lo que lo fueran si dejáramos actuar otros chaza al punto, o se acepta en la misma forma vaga-
factores solamente, como el del exceso de tempera- rosa que el tono en que fue dicha viene imponiendo.)
mento. Pero en la mujer antioqueña, mucha parte de Bogotá es una ciudad que posee una multitud de
su casquivanía, cuando existe, se explica así: Creen elementos puramente decorativos; entre ellos, la ba-
que la sinceridad que da al hombre el deseo, perdu- rragana. Y es que, como decíamos atrás, al bogotano
rará, una vez satisfecho éste (1).
no le interesa, por lo general, saciar plenamente sus
El hombre bogotano, dondequiera que va, crea un
deseos. Le gusta vivir en la tensión que el deseo es
ambiente de erotismo. Da la impresión de que no
gustará mucho de satisfacer plenamente el deseo, y capaz de despertar. Pero hasta en esto mismo el an-
que prefiriera mantener siempre en tensión la ape- tioqueño es efectivo: hay quienes asisten todos los
tencia erótica. El antioqueño se muestra como hom- días a un prostíbulo, sólo para responder a lista. De
bre saciado. Comparados Bogotá y Medellín, parece ahí que durante el día puedan trabajar tranquilos;
explicarse en el fenómeno de la prostitución un poco pero como el ambiente de esos sitios carga el espíritu
de la mayor liviandad que existe en la primera de de una saciedad trágica, de un hastío tremendo, el
estas dos ciudades frente a la segunda: "Aufer mere- antioqueño, una vez hecho este curso, se refugia en
trices de rebus humanis, et turbaveris omnia libidi- el matrimonio, tanto más abrigado para él, cuanto
nibus", había dicho San Agustín. En Medellín la menos le recuerde el ambiente sexual en que antes
prostituta cumple a cabalidad su misión: la de hacer
vivió. Por esto que no eche de menos el que su mujer
que el hombre no vuelva a pensar más en el sexo y se
vaya siendo cada día más la madre de sus hijos que
permita una entrega total al trabajo. El chiste equí-
voco, el piropo intencionado, la frase maliciosa es mil su propia esposa (1).
veces menos frecuente en Medellín que en Bogotá; (1) Se ha censurado al antioqueño el que no sepa embelle-
aquí es un ambiente, y es tanta la sensibilidad para cer la vida con el idealismo y las formas externas, de expresión.
él, que a poco de decirlo, las señoras más inocentes En efecto, es de un temple un tanto unilateral; pero dudo
mucho de que en él predomine la codicia sobre todo otro vi-
(1) M. de Unamuno, Op. cit., p. 108. La mujer antioqueña cio; más que todo, ama la independencia que juzga ligada, por
tiene más gracia que refinamiento, más humor que ingenio, no sé qué ancestro pero sí, en mucho, por razones del medio,
menos tacto que cordialidad, más femenina en sus movimientos a la posesión de bienes de fortuna. En Antioquia la conciencia
que en sus deseos y en su psiquismo todo; en muchos de los de pobre es la perdición: quien se sienta con sensibilidad para
valores de sociabilidad es muy superior al hombre de su raza. vivir de la ayuda ajena, debe darse por olvidado en todo trato
Al contrario de lo que suele ocurrir con la bogotana que si no ajeno distinto de éste; como hay una ruda formación del ca-
es la gran señora o la "demi-mondaine", se revela inferior a los rácter, quien pide no puede menos de hacerlo humildemente,
varones en la vida de relación: aparece un poco encogida, convencido ya de su propia merma personal. Esto mientras en
Tener mundo es conocer todos los peligros de que éste está Bogotá existen las más ricas experiencias para obtener favores,
erizado y saberlos sortear. dones y hasta la propia subsistencia cotidiana sin que las gen-
Aquí, como en tantas cosas, Bogotá está frente a
Medellín en la distancia que va de un cuerpo en es-
tado gaseoso al estado sólido. En Medellín la relación
sexual equívoca al punto se torna unívoca y se preci-
EL R I T M O VITAL
pita sin más en la tragedia, si es que ha de haber tra-
gedia. En Bogotá las relaciones sexuales se mantie-
nen por mucho tiempo suspendidas y van avanzando El bogotano es un bradipsíquico; el antioqueño es
hacia todos los extremos, sin convulsiones ni sacudi- un taquipsíquico. Es decir, las reacciones del prime-
das espirituales de ningún género. ro son lentas, mesuradas, pesadas y medidas. Mien-
tes adviertan que está allí el parásito, y sin que éste sobrees- tras en Antioquia se gastan una gran prisa para todo,
time en demasía las cualidades del que le da. Al bogotano se lo mismo para cumplir el deber que para divertirse.
le vitupera justamente esta frescura como vive de los demás;
pero yo creo advertir allí algo noble consistente en colocar por
El bogotano gusta de las cosas, mientras el antio-
encima valores que son, en verdad, superiores a los económi- queño se sacia con ellas en una precipitada obstina-
cos. Hay por igual, algo muy hondo en la conducta codiciosa ción para matar el deseo.
del antioqueño, como en la descuidada del bogotano, tan hondo
como lo son aquellas dos traducciones que se proponen de la En Bogotá todo llega a su hora, hay tiempo para
oración dominical: "El pan nuestro de cada día dánosle hoy" o todo: al que es malo como que le queda alguna hora
"Danos hoy nuestro pan de mañana." (Cf. D. Merejkovsky, para rezar, para ser piadoso, para cumplir con su
Jesús inconnu, p. 100 (Grasset). Sin que esto como lo demás
nos impida advertir las virtudes de los vicios y los vicios de deber; y al hombre honesto, no le falta su minuto en
las virtudes. que puede dejar que la vida siga otro ritmo, corra
A la verdad, hay dos tipos de personalidades unitarias: la otras vías así sean descarriadas. En Medellín, el hom-
unilateral y la multileteral pero que incorpora todas sus capa- bre bueno no tiene tiempo de ser más que eso; y el
cidades en una unidad orgánica superior; el hombre superior
y la mujer, por ser mujer, pertenecen a este último modo. Pues que se inició en la pendiente de lo libidinoso, de la
mirando sólo al hombre medio, que es lo que aquí buscamos, embriaguez, de la estafa y el abuso de confianza,
en Antioquia predomina el primer tipo; en Bogotá, el segun- pronto llega a los más hondos abismos cuya única de-
do. Y esto se adivina ya en otros varios fenómenos anotados en
este estudio. queño es más centrado en su yo; dígalo si no la férrea disci-
También se echa de menos en el antioqueño su incapacidad plina a que debe sometérsele para que actúe como miembro
para lo romántico, y cuando se reconoce que en realidad la de un grupo social, grupos que en Bogotá tienen vida espon-
posee, al p u n t o se objeta que carece de refinamiento aún en tánea. Pero su falta de refinamiento es paralela del desapego
su romanticismo. Contra todo lo que pueda pensarse, yo esti- a la forma: bastaría a este efecto comparar a Barba Jacob con
maría que hay más hondura lírica en el antioqueño que en Eduardo Castillo, a Efe Gómez (que era un lírico por otras
el bogotano, si por lirismo hemos de entender básicamente la vías) con José Asunción Silva, etc. Pero este tema es complejo
afirmación del yo ante el mundo: es ostensible que el antio- v exige un desarrollo más pausado.
tención es la cárcel o el aislamiento social. Por esto
en Bogotá, la bohemia literaria logra alimentarse pe-
cuniariamente en ciertos puestos públicos, en donde
cumplen, mal que bien, su misión; en Medellín, el
curso del bohemio se realiza en pocos días y al cabo INGENIO Y HUMORISMO
de ellos, el escritor y el artista son verdaderas catás-
trofes sociales (1).
El ingenio no tiene por qué significar ya de por sí
un valor estético; el sentido etimológico de la pala-
bra revela sólo la aptitud creadora, combinadora.
Pero en el mundo estético el valor de lo cómico es el
que más pronto se agota, el que exige cada vez nue-
vas formas combinadoras, horizontes no vistos. La
belleza nos apacigua, la sublimidad nos hunde, pero
lo cómico es un excitante, y como todo excitante,
siempre está actuando en proceso de autofagia, de
consumidor de las propias energías.
Humor viene de humedad. Con el humor rompe-
(1) Sería interesante saber si biológicamente, el porvenir de
las gentes del trópico está en las tierras medias, en las faldas.
mos resistencias, pulimos aristas demasiado erizadas.
de las cordilleras, donde el organismo está más sometido al El humor quita a la realidad sus contornos y permite
cambio de temperaturas que lo fortalecen; mientras los extre- verla tras una capa motosa y como en una bruma.
mos, fríos y cálidos, acaban por entregar a las gentes a una mo- Así no es casual que el humor haya florecido tan es-
licie propiciada por el medio siempre igual que produce un pléndidamente entre los ingleses. El humor no com-
paralelo embotamiento de todo sentido de lucha. Por de pron-
to, los climas medios son todavía palúdicos entre nosotros, y
bina, sino que suprime, recorta.
además, la nutrición de nuestro pueblo es en extremo insufi- Por esto el milagro bogotano es el de ser una ciu-
cíente. Quiero decir, en otras palabras, que si lo que López de dad de humor y de ingenio; primero obra como in-
Mesa llamó civilización de vertiente, menos que un mal menor geniosa, y luego hace el prodigio de limar asperezas.
impuesto por la estructura de nuestros suelos, como me parece
Todos los chistes de los bogotanos son a base de una
que la estima, ha de ser justamente, la civilización más esfor-
zada que pueda darse en las zonas tropicales, una vez vencidas ligera mezcla, y de una disolvente dosis que cubre
las enfermedades y cuando una adecuada alimentación sustente la realidad.
de verdad a sus habitantes. El caso es que el ritmo vital acele- El chiste antioqueño es más ingenioso, revela ma-
rado de las gentes de tierras templadas, debiera aprovecharse
yor imaginación; es por lo mismo, un poco imperti-
en un pueblo tan pobre como éste y tan necesitado del trabajo
que esa excitación favorece. nente. Casi que exige estar en ánimo especial para
escucharle. Por esto en Antioquia son frecuentes las
sesiones dedicadas meramente a referir chistes de to-
do color. Mientras en Bogotá, el chiste bogotano pue-
de deslizarse suavemente en la conversación; dejando
caer sobre ella su húmeda frescura y sin que sea me-
nester detener el diálogo para reír fuertemente, pues LA ESTILIZACIÓN
apenas permite que una sonrisa ilumine los rostros.
Decía atrás que el hombre antioqueño es, en gene-
ral, menos libre para el conocimiento de las cosas; se Se ha dicho que el chiste bogotano es más fino
atiene en efecto a lo que ve, sin que denote mucha que el antioqueño; si con esto de la finura se quiere
prisa en combinaciones audaces. Y tan así es que jus- indicar que sea más ingenioso, creo que no se está en
tamente se considera como poco serio el saber de lo cierto; pero si la ausencia de rudeza y enormidad,
aquellos que mezclan demasiada imaginación en sus
es lo que se quiere marcar principalmente, se debe
investigaciones; y es que justamente esta labor com-
ello a que el chiste, como todas las restantes formas
binatoria, perfectamente libre, ha residido en Antio-
quia durante mucho tiempo, casi de modo exclusivo de vida de los bogotanos, son más estilizadas que en
en el chiste. Por eso denota falta de seriedad quien Antioquia.
la extiende a otros campos de la actividad espiritual. El estilo, el pulimento, la materia labrada es una
F. Gómez, Antonio José Restrepo, Gutiérrez Gonzá- necesidad vital en las gentes del Altiplano. Muchas
lez, sufrieron siempre en Antioquia el calificativo de
veces es una estilización de muy baja ley; pero sin ella
hombres sin seriedad, a quienes muy rara vez se les
no podrían vivir los bogotanos. Mientras en Antio-
encomendara una verdadera misión responsable.
Cuando el bogotano pierde el humor (1), no hace quia el campesino rudo dice simplemente "dotor",
chistes; entonces toma el lenguaje directamente ofen- el indio bogotano quiere matizar un poco esta pala-
sivo. Pero como el chiste antioqueño es y se alimen- bra, y no pudiendo pronunciar "doctor", dice enton-
ta de mera combinación de situaciones y palabras, tes "doptor". Atrás he descrito otros fenómenos de
puede usarse aun en aquellos casos en que el humor este orden.
no existe, incluso cuando la cólera inunda la sangre:
Antioquia ama más la belleza y nobleza de los ma-
por esto resultan chistes sarcásticos, irónicos, amar-
gos, frente a otros festivos e inocentes. teriales sin pulimentar que la estilización de cosas de
baja ley. Es un error creer que sólo aquí en la Alti-
(1) En Bogotá, el odio y la venganza, cuando existen, se ali- planicie, las gentes de hace cincuenta o setenta años
mentan lentamente y sólo al cabo de larga y fatigosa gestación,
provocada por la irritación continua, llega a desatarse; el odio, introducían las mejores mercaderías europeas. En ca-
por lo demás, es un gasto, y por ello en Bogotá, la gente pre- sas de campo antioqueñas, sin pretensiones de nin-
fiere el desprecio. guna clase, he encontrado, coronados por una noble
vejez, todos los productos que entonces tenían pres- 1
tigio en el comercio de ultramar.
Pero lo cierto es que muchas veces, conscientes de
su pobreza, Antioquia prefiere la ruda forma natural
que la estilización sospechosa. Un antioqueño de cas- VELEIDAD Y EMOTIVIDAD

ta me decía al leer estos apuntes que yo titulaba En-


sayo sobre la antioqueñidad, que él no conocía sino Como hijo del temperamento, el bogotano es emi-
la "antioqueñada". Es una raza que odia todo lo que nentemente emotivo; por lo mismo, es igualmente
sea vano, hueco, carente de contenido. veleidoso. Bien sé que es también profundamente
Pero la virtud antioqueña de su autenticidad, tie- egoísta, pero esto no le impide ser sincero en el mo-
ne su vicio correspondiente en la excesiva rudeza (1), mento en que expresa algo amable para su interlocu-
de la misma suerte que el afán estilizador de Bogotá tor. Sólo que la sinceridad no es aquí hija del carác-
hace posible que esta ciudad sea la sede de las actitu- ter, sino de su emoción; por esto, cuando desaparece
des y formas más vanidosas que puedan imaginarse. el momento emotivo, se esfuma la actitud cordial que
Si Bogotá no poseyera el buen humor que la carac- ostentara antes (1).
teriza y en donde se disuelven todas las cosas, el bo-
gotano sería el ser más insoportable de la tierra, pues (1) Se ha dicho atrás que el bogotano tiene una aguda apti-
tud para mirar los valores. Pero esto sería inconciliable con
su vanidad llega a extremos irritantes. el fenómeno omnipresente, también apuntado, de la resisten-
cia de Bogotá para reconocer al grande hombre, al poeta, histo-
riador, filósofo, jurista, etc., que llega de otras partes hacia la
capital. Pero esto no es otra cosa que lo ya advertido en rela-
ción con la amistad bogotana. Hay aptitud para mirar los va-
lores, pero, y acaso por lo mismo, hay un fino tacto para des-
conocerlos como valores personales; en esto no hay "resenti-
miento" en el sentido de Nietzsche (Cf. Scheler, op. cit.) (pues
aquél actúa negando los valores como tales) , sino más bien
"envidia" (in videre: no ver) que es un no querer ver a la per-
sona como asiento de determinados valores. El bogotano no
dice: la poesía, la pintura, la ciencia, el arte, no valen, sino:
(1) Sólo el hombre de la gran ciudad piensa que la rudeza "Fulano no es un poeta, ni un artista, ni un científico, etc.". Y
es igual a la vulgaridad, a la ordinariez, a lo plebeyo; lo cierto un santaferefio que conocía muy bien este medio advirtió que
es que estos antivalores sólo pueden provenir de la urbe cosmo- Bogotá para constatar la aparición de un gran valor personal,
polita, en donde abunda lo "snob", contracción de "sine nobi- de esos que se imponen irrefragablemente, usa una expresión
litate", y es sabido que la auténtica nobleza floreció siempre que acusa todo un subconsciente de envidia: "No se puede ne-
en los campos. gar que Fulano es un gran p o e t a " .
Sin duda que su falta de sinceridad se debe tam- sensibilidad actual logra educarse en lo real, huyen-
bién a la estilización de que hablaba anteriormente; do todos los días más de nuestra infinita gazmoñería.
la vanidad que ésta crea le hace decir cosas estupen- Nadie se sienta retratado aquí: del amigo de todos
das que lo puedan mostrar en un momento dado los días logramos hacer siempre un mundo nuevo en
como hombre de mundo. donde la visión primera se embota para convertirse
* en algo que de una manera u otra es nuestro propio
* * yo y nuestra misma persona.
Lo anterior es hijo del afecto. No se observa sino ' Tras de algunas de las afirmaciones anteriores, hay
lo que en alguna forma amamos, aunque sea muchas labor documental. Sólo que no se puso aquí, porque
veces con amor contrariado. deberá aparecer más completa y en calidad de mono-
Pero Colombia necesita que le digan estas verda- grafía.
des, y otras más claras que vendrán después, si la Mucho de lo que se dice puede servir sólo de hipó-
tesis de trabajo, por ejemplo, en las universidades y
Siempre se ha echado de menos en América toda su escasa
seminarios de estudio. En esta forma, la labor del
visión para las jerarquías, ya en los valores, ya en las perso-
nas valiosas: con frecuencia el deporte se coloca por encima de alumno sería más fecunda y provechosa. Y el autor
la ciencia, el saber por sobre la moral, la habilidad sobre la de estas páginas estaría satisfecho de haber provoca-
veracidad; y a menudo, se apresura el juicio público a estimar do siquiera una inquietud investigativa de nuestra
como geniales a gentes q u e apenas han empezado a balbucir
el lenguaje de la creación valiosa. Si Bogotá empleara su me-- realidad colombiana.
sura para corregir este tropicalismo, mucho habríase ganado.
Pero sospecho que todo obedece a una desviación de la for-
mación espiritual: es costumbre aquí que se halague la vani-
dad de una persona diciéndole cosas que ella ni desea ni es-
pera que se le digan: en su presencia se elogia su corbata, para
hablar de su gusto ramplón tan pronto se marcha. Pero en
Antioquia, por una inversa deformación de carácter, por un
temor infundado a la adulación, no se sabe ni siquiera ser opor-
tuno en el elogio, en la exaltación de una cualidad ante la
persona que la posee; es necesario que medie una amistad, que
ya se conozcan las resortes anímicos, para que alguien deje
escapar su admiración; muchas veces lo que se procura es decir
lo desagradable que se piensa de una persona en propia cara
para evitar la calificación de cobarde. Pero el buen concepto
que de ella se tiene, aunque nunca se niega, sólo se admite en
su ausencia.

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