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LESIONES MENISCALES
ANATOMÍA Y BIOMECÁNICA
Los meniscos son estructuras semicirculares, a modo de cuña, interpuestos entre el fémur y la tibia. Su función
es aumentar la superficie de contacto entre cóndilo femoral y meseta tibial al tiempo que estabilizan la rodilla. Cubren
aproximadamente los dos tercios periféricos de la superficie tibial correspondiente. A la visión macroscópica, los
meniscos tienen dos caras (superior e inferior) en contacto con el fémur y la tibia, un borde libre central afilado, un
borde periférico más ancho. Los extremos o cuernos anterior y posterior, están firmemente anclados a la tibia. En el
borde periférico se inserta a la cápsula articular por donde llegan los vasos sanguíneos que provienen de las arterias
geniculares medial y lateral y penetran solo el tercio más periférico del menisco.
El menisco es un fibrocartílago compuesto por colágeno (75%), glucosaminoglicanos, glucoproteínas y
fibrocondrocitos. Las fibras de colágeno se encuentran organizadas longitudinalmente para absorber las fuerzas de
compresión que se generan en la rodilla; también existen fibras radiales que aumentan la resistencia del tejido.
El menisco interno tiene una forma de “C” abierta mientras que en el interno el semicírculo es más cerrado. Esta
estructura peculiar de los meniscos y sus fuertes inserciones son fundamentales para disminuir las fuerzas de contacto
entre el fémur y la tibia, y estabilizar la articulación limitando el desplazamiento antero-posterior y rotatorio.
Los meniscos tienen cierta movilidad desplazándose unos milímetros hacia atrás en la tibia, durante la flexión,
aumentando el rango de movilidad de flexión a la vez que actúan como bomba para favorecerer la circulación del
líquido sinovial. Por lo tanto son funciones de los meniscos son (1) Distribución de las fuerzas generadas entre las
superficies cartilaginosas del fémur y la tibia, (2) Absorción de impactos, (3) Aumentar la estabilidad articular y (4)
lubricar la rodilla.
MECANISMO DE LESIÓN
Las lesiones meniscales en el joven están frecuentemente relacionadas con la práctica deportiva, sobre todo en
deportes de contacto físico que requieran saltos y giros bruscos de rodilla, siendo más frecuente, en varones que en
mujeres. Por encima de los 40 el tejido meniscal degenerado es menos resistente a las fuerzas de compresión y
cizallamiento, por lo que no es necesario un traumatismo violento para que se produzca la rotura. Las lesiones del
menisco se producen por fuerzas de compresión y cizallamiento, entre las superficies articulares de fémur y tibia,
durante un giro de la rodilla en apoyo monopodal con el pie fijo en el suelo y ligera flexión de rodilla.
MANIFESTACIONES CLÍNICAS
El diagnóstico de las lesiones meniscales es fundamentalmente cínico, basándose en los antecedentes de lesiones
y práctica deportiva, el estado funcional referido por el paciente y la exploración. Los síntomas más indicativos de
lesión meniscal son el dolor femoro-tibial, derrame articular y los bloqueos de rodilla, su intensidad dependerá del
tamaño y estabilidad de dicha rotura.
Dolor: Suele ser referido a la zona del menisco lesionado, aunque hay mucha variabilidad clínica, a veces lo
refiere como dolor profundo, otras veces irradiado a hueco poplíteo, incluso puede referirse al lado contralateral.
Derrame articular: Es mucho mas indicativode lesión meniscal si se produce a las pocas horas de la lesión.
También se pueden producir derrames repetidos en roturas crónicas cuando la porción meniscal rota queda atrapada
entre el fémur y la tibia y se produce una fuerte tracción en la periferia del menisco.
Bloqueos de rodilla: Ocurren en roturas meniscales amplias que presentan un fragmento móvil que
ocasionalmente queda atrapado entre las superficies articulares. Cuando esto ocurre es imposible para el paciente
realizar la extensión completa o la flexión completa de la rodilla, tanto por el dolor que ello produce como por la
imposibilidad mecánica que el bloqueo ocasiona.
A la exploración puede ser evidente una hipotrofia de cuadriceps inducida por el dolor, puede haber derrame
articular, limitación de la movilidad por dolor o bloqueo y dolor a la palpación de la interlinea femoro-tibial. Se han
descrito una serie de maniobras exploratorias encaminadas a evidenciar dolor o chasquidos cuando se realiza flexo-
extensión y rotación combinadas de la rodilla. Las más utilizadas son las de McMurray y la de Apley.
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– Maniobra de McMurray: En decúbito supino se flexiona la rodilla y se coloca el dedo en el borde del
menisco, seguido de una extensión en rotación interna y luego en rotación externa. Si existe una lesión del menisco
interno se notará un chasquido al extender en rotación externa, y si existe una lesión del menisco externo el chasquido
se oirá al extender en rotación interna..
– Maniobra de Apley: El principio de esta prueba es demostrar que, en una lesión meniscal, la movilidad
articular con la articulación distraída no es dolorosa mientras que al comprimirla sí. Se realiza con el paciente en
decúbito prono y se compara el dolor que provoca la flexo-extensión con la rodilla a compresión con la rodilla a
distracción, todo ello imprimiendo un movimiento rotatorio a la pierna, internamente para explorar el menisco externo y
externamente para explorar el externo (el talón del paciente señala el menisco explorado).
INDICACIONES TERAPÉUTICAS
No todas la lesiones meniscales requieren tratamiento quirúrgico, así, una rotura simple poco extensa localizada
en la zona periférica del menisco, cercana a los vasos sanguíneos sinoviales, puede cicatrizar espontáneamente. Es de
indicación quirúrgica clara una lesión traumática en un paciente joven que ocasiona episodios de bloqueo articular y
derrame, los cuales le impiden realizar una vida activa y deportiva, con una exploración positiva para lesión meniscal.
Cuando la sintomatología es poco intensa se tomará una actitud expectante con limitación de la función y fisioterapia y
se tomará la decisión quirúrgica ante la persistencia de los síntomas o el empeoramiento. En pacientes mayores de 40
años la mayoría de las lesiones orientan en un menisco envejecido a veces claramente degenerado; en estos casos se
valorará cuidadosamente si existe un proceso artrósico en marcha, y se valorará la lesión meniscal en el contexto del
tratamiento de la artrosis de rodilla, aunque sea parcial puede empeorar clínicamente el cuadro artrósico.
Las posibilidades terapéuticas son:
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Tratamiento en Urgencias: En un caso agudo de bloqueo meniscal con imposibilidad para la extensión o
flexión de la rodilla, el tratamiento será el drenaje del derrame articular mediante punción e inyección de anestésico
local (10 cc de Mepivacaína al 2%). Una vez que el dolor ha cedido se intenta reducir el fragmento meniscal luxado
mediante maniobras de flexión-extensión y rotación. Si no se reduce el bloqueo esta indicada la artroscopia para hacer
el tratamiento definitivo de la lesión. En caso de derrame articular sin bloqueo no debe drenarse si es de escasa cantidad
por el riesgo de infección por la punción. En cualquier caso se debe aplicar un vendaje compresivo, descarga del
miembro y fármacos anti-inflamatorios.
Tratamiento fisioterapéutico y rehabilitador: Esta indicado en pacientes que presentan dolor con la actividad física y
deporte que no episodios de bloqueos ni derrame, que en la exploración física las maniobras meniscales son dudosas y,
sobre todo, en pacientes de edad quienes presentan, además de la lesión meniscal, otras alteraciones degenerativas óseas
que contribuyen al dolor. En este punto cabe destacar que pacientes con genu varo, lesión meniscal en un menisco
medial degenerado y alteraciones óseas subcondrales no deben ser nunca considerados candidatos para el tratamiento
artroscópico de la lesión meniscal ya que esta demostrado que su situación seguramente empeorará después de la
cirugía. La rehabilitación consiste en potenciar y flexibilizar la musculatura así como aplicar medios físicos anti
inflamatorios.
Tratamiento Quirúrgico: Esta indicado en los casos en los que existe una rotura documentada por la
exploración y estudios de imagen que bien no responde al tratamiento rehabilitador o que presenta episodios claros de
bloqueo articular y derrame. La artroscopia es el tratamiento de elección existiendo varias posibilidades terapéuticas
artroscópicas:
1) Meniscectomía parcial: Consiste en resecar el fragmento meniscal instable para dejar un menisco estable,
regular, de suficiente grosor y, lo que es más importante, con fibras longitudinales funcionantes. Esto significa que debe
haber una continuidad entre en cuerno anterior y el posterior del menisco para que conserve su función. Cuando existe
un quiste meniscal asociado, la resección del menisco inestable suele ser suficiente para que dicho quiste se vacíe y
desaparezca. La meniscectomía total esta actualmente desechada porque se ha observado que, a medio plazo, produce
una severa artrosis del compartimento meniscectomizado.
2) Reparación meniscal: Consiste en suturar la rotura mediante puntos con hilo u otros sistemas especialmente
diseñados como arpones. Esta indicado en las roturas mas periféricas en las que la resección del fragmento inestable
supondría extirpar casi todo el menisco y, porque, la zona periférica es la mejor irrigada del menisco lo que aumenta las
posibilidades de que la lesión cicatrice. A medida que se ha perfeccionado la técnica de sutura artoscópica se ha
ampliado la indicación a lesiones situadas en la zona media, entre la periferia y el borde libre, aunque en esta zona, con
peor vascularización, hay menos posibilidades de éxito.
3) Implantes y transplantes meniscales: Se emplean actualmente en pacientes en los que falta todo el menisco,
son jóvenes y no han desarrollado todavía cambios artrósicos en la articulación. Los implantes son sintéticos,
generalmente de colágeno u otro derivado biocompatible y están indicados cuando todavía existe un remanente
periférico de lo que fue la inserción del menisco en la cápsula (muro periférico), mientras que los injertos de cadáver
conservados mediante congelación a muy baja temperatura se emplean cuando no existe ningún remanente del menisco.
Estas técnicas se encuentran en estado de desarrollo y no se sabe con certeza si realmente previenen a medio y largo
plazo el desarrollo de una artrosis compartimental severa.
ANATOMÍA Y BIOMECÁNICA.
La rodilla es una articulación extremadamente compleja, cuya estabilidad esta proporcionada fundamentalmente
por elementos estabilizadores estáticos (ligamentos, cápsula articular y meniscos). Aunque los elementos dinámicos
(músculos) desempeñan un papel fundamental; en determinados casos, una musculatura potente y un buen control
neuromuscular pueden evitar la lesión ligamentosa.
Los elementos estabilizadores funcionan de manera coordinada para proporcionar a la rodilla una estabilidad en
el plano antero-posterior, medio – lateral y rotatorio, siendo muchas las interacciones entre estructuras e
interdependencia en el funcionamiento. Los ligamentos cruzados se encuentran en el centro de la rodilla, son intra-
articulares pero extra-sinoviales, son los estabilizadores primarios en el plano antero-pero también estabilizan la rodilla
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en el plano medio-lateral, rotatorio y hacen que el movimiento de la rodilla sea armónico y congruente.
Conviene recordar que a medida que el fémur se flexiona sobre la tibia no solo rota en sentido posterior, también
se traslada hacia la región posterior de la meseta tibial, los ligamentos cruzados son los responsables de que este
movimiento de traslación se realice suave y progresivamente y no a saltos, como ocurre cuando el ligamento cruzado
anterior esta roto.
El ligamento cruzado anterior (LCA) se inserta proximalmente en el punto mas posterior y superior de la cara
interna del cóndilo femoral externo, se distinguen en él dos fascílucos (antero- interno y postero – externo) que se
entrecruzan y se insertan distalmente en la tibia en una amplia superficie entre las espinas tibiales. El ligamento cruzado
posterior (LCP) se origina en la cara lateral del cóndilo femoral interno y discurre hacia atrás insertándose en la zona
mas declive de la meseta tibial. Debido a esta orientación, los ligamentos cruzados se tensan en rotación interna de la
tibia y se relajan en rotación externa.
Los ligamentos colaterales (medial y lateral) son estructuras extra-articulares claramente diferenciados de la
cápsula, son los estabilizadores primarios en el sentido medio- lateral, pero también estabilizan la rodilla en el sentido
antero- posterior y rotatorio. El ligamento colateral medial (LCM) es plano, va desde la cara medial del fémur a la cara
medial de la tibia y tiene dos fascículos, uno superficial y otro profundo. El ligamento colateral lateral (LCL) es
cilíndrico y se dirige desde la cara lateral del fémur a la cabeza del peroné.
MECANISMO DE LESIÓN
Las lesiones ligamentosas dependen de la intensidad de la fuerza que sobre la rodilla se ejerce y de la capacidad
protectora de la musculatura. El traumatismo puede ser directo pero lo habitual es que sea indirecto con el pie
generalmente fijo, lo cual hace que dichas fuerzas se transmitan directamente a la rodilla.
Desde el punto de vista anatómico, las lesiones ligamentosas se clasifican en tres grados: esguince grado I,
lesión microscópica de las fibras, lesión grado II, lesión incompleta macroscópica y grado III, rotura completa del
ligamento. Esta clasificación tiene su traducción clínica: En general, en un grado I no existe bostezo articular a la
exploración pero sí dolor agudo, en el grado II existe un aumento de la laxitud articular (bostezo) doloroso pero con un
tope firme, en el grado III el ligamento esta totalmente roto, el dolor es mínimo y el bostezo no tiene ningún tope,
pudiendo subluxarse la articulación.
Cuando la rodilla es forzada en unos de los planos siempre sufre la lesión principal el ligamento que se opone a
ese esfuerzo. En un salto monopodal, con la rodilla desestabilizada produce una contracción intensa del cuadriceps que
ejerce una fuerza anterior de la tibia rompiéndose el LCA. Una caída de rodillas sobre la tibia o un golpe sobre cara
anterior de la tibia produce un desplazamiento de esta sobre el fémur rompiéndose el ligamento cruzado posterior. Un
esfuerzo en valgo provoca la rotula del ligamento medial. Un esfuerzo en valgo produce una lesión del ligamento
anterior. En la mayoría de los casos se trata de un mecanismo combinado que da una lesión compleja. Los mecanismos
mas frecuentes son:
1. Lesiones indirectas por rotación externa de la tibia y valgo de la rodilla.
2. Lesiones indirectas por rotación interna de la tibia y varo de la rodilla.
3. Lesiones por hiper-extensión.
4. Lesiones por choque directo contra la rodilla.
Las lesiones más frecuentes son por rotación externa de la tibia y valgo de la rodilla por un giro brusco con el pie
fijo en el suelo (mecanismo indirecto) o al recibir un traumatismo en la cara lateral de la rodilla o la pierna en esa
misma posición. Dependiendo de la fuerza del traumatismo, se produce una lesión sucesiva del LCM, desinserción
periférica del menisco interno y rotura del LCA (tríada de O´Donoghue). Una hiper – extensión brusca de la rodilla
fuerza el LCA contra el techo de la escotadura intercondílea produciendo su rotura.
DIAGNÓSTICO CLÍNICO
El paciente suele recordar con cierto detalle la forma cómo se produjo la lesión lo que ayuda al diagnóstico. El
paciente puede recordar que se produjo un chasquido, o incluso un movimiento de la rodilla completamente anormal
cuando se rompe el LCA. El grado de impotencia funcional es muy importante ya que en general una lesión aislada de
los ligamentos colaterales no impide continuar la actividad deportiva y, en cambio, la lesión del LCA produce una
impotencia inmediata que impide el apoyo sobre el miembro. La intensidad del dolor es variable y no guarda relación
con el grado de lesión. Es importante el derrame articular ya que cuando esta presente y es hemático suele indicar una
rotura del LCA.
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Exploración Física:
La exploración clínica incluye la exploración general de la rodilla: movilidad, puntos dolorosos, deformidad,
atrofias musculares, y presencia de derrames (peloteo rotuliano). Debe palparse especialemente los ligamentos laterales
y los parameniscos. Para determinar si están lesionados los ligamentos y el grado de lesión deben realizarse maniobras
de exploración de la estabilidad. De las maniobras descritas las más importantes son:
Maniobra de varo-valgo: Esta prueba explora la integridad de los ligamentos colaterales y del LCA, se efectúa
imprimiendo manualmente una fuerza de valgo y varo a la rodilla, tanto en extensión completa como en flexión de 30º.
En flexión, el LCA no estabiliza a la rodilla en sentido varo – valgo por lo que un bostezo a 30º indica rotura del
ligamento colateral correspondiente pero no del LCA. En extensión completa el LCA se tensa y estabiliza totalmente la
rodilla, por lo tanto, si hay bostezo franco en extensión indica rotura del LCA y del ligamento colateral correspondiente.
Puede haber una rotura aislada del LCM y sólo haber un mínimo bostezo es extensión, porque el LCA permanece
íntegro. En resumen, leve bostezo en extensión indica rotura aislada del ligamento colateral correspondiente, bostezo
franco en extensión indica rotura del ligamento colateral y del LCA, bostezo a 30º de flexión indica lesión del
ligamento colateral y no informa acerca del LCA.
Maniobra de Lachman: Es la prueba más sensible para detectar una rotura del LCA. Consiste en provocar
manualmente una subluxación anterior de la tibia que ponga en evidencia la falta del LCA, requiere cierto grado de
experiencia para detectar roturas parciales y totales del ligamento. Se realiza con el paciente acostado, con la rodilla a
20º de flexión las manos del examinador agarran firmemente el muslo y la pierna y se fuerza un movimiento antero –
posterior de la tibia. Se compara con la rodilla sana y se detecta si hay un aumento en ese desplazamiento antero –
posterior, con especial énfasis en percibir si existe un tope de resistencia firme al movimiento anterior de la tibia que
indica una lesión parcial del ligamento.
Prueba del cajón: Es similar a la anterior pero con la rodilla flexionada a 90º y el pie firmemente apoyado en la
camilla. Consiste en detectar el movimiento antero – posterior de la tibia, y puede poner en evidencia lesiones del LCA
(cajón anterior) cuando la tibia se desplaza excesivamente hacia delante o lesiones del LCP (cajón posterior) cuando el
desplazamiento anormal es hacia atrás.
Prueba del recurvatum: Consiste en suspender el miembro afecto levantándolo del dedo gordo con el paciente
acostado y relajado. Un aumento comparativo del recurvatum indica la lesión del LCA, mientras que un recurvatum
muy llamativo indica la lesión de ambos ligamentos cruzados y la cápsula posterior de la rodilla (luxación).
DIAGNÓSTICO RADIOLÓGICO
- Radiografía simple: Debe realizarse siempre aunque no proporciona signos directos de lesión ligamentosa.
Sirve para descartar fracturas osteocondrales asociadas, arrancamientos capsulares, cuerpos libres articulares,
calcificaciones en las inestabilidades crónicas y artrosis.
- Radiografías forzadas: Sirven para poner de manifiesto la inestabilidad articular producida por la lesión
ligamentosa. Consiste en aplicar fuerzas en varo – valgo y desplazamiento anterior y posterior de la tibia y medir la
separación que ello produce entre el fémur y la tibia. Un desplazamiento menor de 5 mm se considera como bostezo
leve, de 5 a 10 mm bostezo moderado y mayor de 10 mm bostezo grave. Estos tres grados concuerdan con las lesiones
ligamentosas de grado I, II y III.
- Resonancia Magnética: Es actualmente la prueba de elección para las lesiones ligamentosas de rodilla, su
sensibilidad es muy alta y es capaz de mostrar las lesiones de los ligamentos así como lesiones asociadas de meniscos,
cápsula articular, cartílago articular y hueso subcondral, no obstante tiene sus limitaciones. En los casos agudos en los
que hay derrame articular, edema óseo subcondral y edema en los ligamentos colaterales, las imágenes son demasiado
aparentes dando una impresión exagerada de severidad. Es preferible esperar 3 o 4 semanas hasta que la fase
inflamatoria inicial haya cedido.
INDICACIONES TERAPÉUTICAS
El tipo de tratamiento depende de la estructura lesionada y del grado de lesión. Los ligamentos colaterales son
estructuras extra – articulares que cicatrizan rápidamente después de una rotura y por lo tanto rara vez requieren
tratamiento quirúrgico. Por el contrario, los ligamentos cruzados son intra – articulares y, una vez rotos, presentan un
potencial nulo de cicatrización por lo que la cirugía mediante plastias es la única forma de repararlos. En la actualidad,
las técnicas artroscópicas permiten reparar los ligamentos cruzados de forma muy poco invasiva, mejorando
sustancialmente la recuperación y el pronóstico de las lesiones ligamentosas de rodilla.
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- Lesiones de los ligamentos colaterales: En la fase aguda, independientemente del grado de lesión (grado I, II
ó III) se debe aplicar un vendaje compresivo, medios físicos antiinflamatorios (reposo relativo, elevación y frío local),
medicamentos anti inflamatorios y descarga del miembro. La finalidad es promover una pronta recuperación de la
movilidad sin traccionar sobre el ligamento. Para ello se realizan ejercicios isométricos de potenciación de la
musculatura y de flexo – extensión de la rodilla en descarga. Posteriormente, dependiendo del grado del esguince, se
comienza a cargar el peso sobre el miembro afecto (carga inmediata a tolerancia para las lesiones grado I y II, y
descarga durante tres semanas para las lesiones de grado III). El tratamiento quirúrgico sólo esta indicado en las
lesiones grado III que se acompañan de otras lesiones ligamentosas y hay presencia de una gran estabilidad.
- Lesiones del LCA: En la fase aguda se procede al drenaje del derrame hemático, vendaje compresivo, medios
antiinflamatorios, reposo relativo y descarga. Cualquier decisión terapéutica debe realizarse una vez que la rodilla esta
desinflamada y ha recuperado la movilidad (3-4 semanas). La indicación quirúrgica depende del grado de lesión del
LCA (rotura parcial o total), la edad del paciente, actividad física que desarrolla (deporte, actividad laboral) y el grado
de inestabilidad clínica que presente. Las técnicas actualmente realizadas en forma artroscópica se pueden dividir en
dos: Injerto de tendón rotuliano autólogo (hueso-tendón-hueso) o tendones isquiotibiales autólogos. También se
emplean injertos de cadáver crioconservados, aunque con menos frecuencia por la posibilidad de transmisión de
enfermedades.
- Lesiones del LCP: Es mucho menos frecuente y los resultados de la reparación quirúrgica no son tan buenos
como en el LCA. La clínica de la lesión aislada del LCP no suele ser inestabilidad sino dolor femoro-rotuliano, que
puede ser bien compensado con un buen desarrollo muscular. Por ello, la indicación quirúrgica se reserva para casos de
lesiones combinadas que presenten inestabilidad.
LUXACIÓN DE RODILLA
Es la lesión de combinada de varias estructuras estabilizadoras de la rodilla hasta el punto de que las superficies
articulares pierden totalmente el contacto. Se distinguen dos tipos de luxaciones, las de baja energía y las de alta
energía. Las de alta energía se producen por traumatismos muy violentos (accidente de tráfico, precipitación), son poco
frecuentes y tienen un alto porcentaje de lesiones neurovasculares y complicaciones asociadas. Lo mas frecuente es que
la tibia se luxe hacia delante con posibilidad de lesión de los vasos y nervios posteriores de la rodilla (40% de los
casos). El tratamiento es urgente y requiere la reducción inmediata de la articulación y la reparación de las posibles
lesiones vasculares, la rodilla se inmoviliza en 20º de flexión y la reparación quirúrgica de todas las estructuras
ligamentosas se difiere 1 ó 2 semanas. Por otra parte esta la luxación de baja energía, en la que el traumatismo es menos
violento pero de suficiente intensidad para romper sucesivamente varias estructuras (LCM, cápsula articular, LCA,
LCP) hasta que la articulación queda totalmente inestable. No suele tener lesiones asociadas graves y el tratamiento es
igualmente la reparación diferida de todas las estructuras.
FRACTURAS DE ROTULA
Es la lesión más frecuente del aparato extensor y representa el 1% de todas las fracturas. La clasificación
habitual es según el trazo de fracturas:
Trasversal simple (25% de casos):
- No desplazada de tercio medio
- Desplazada de tercio medio
- Del polo superior
- Del polo inferior
Trasversal compleja (50% de casos): Un fragmento grande proximal y conminución de pico inferior de la rótula.
Conminuta (20% de casos): Múltiples pequeños fragmentos que afectan a toda la rótula
De trazo vertical (raras).
- En el plano frontal
- En el plano sagital
Parciales por arrancamiento (raras): Corresponden a un arrancamiento de la inserción tendinosa:
- De la base
- Del pico
- Del borde interno
- Del ángulo superior
Fracturas osteocondrales: Se producen en el curso de una luxación de la rótula y se analizarán en el tema
correspondiente.
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Mecanismos de producción
Pueden ser por mecanismo indirecto, directo o mixto. El mecanismo directo es un impacto en la cara anterior de la
rodilla en flexión, frecuente en accidentes viales al golpear la rodilla en el salpicadero. La fractura puede ser trasversal,
pero lo habitual es que se trate de una fractura conminuta, frecuentemente abierta. Las aletas rotulianas suelen estar
conservadas y hay poco desplazamiento.
El mecanismo indirecto es el descrito para la rotura del tendón del cuadriceps, pero con un tendón sano, siendo la
rótula menos resistente que él. Suelen producir fracturas transversales cuyo trazo se continua con las aletas rotulianas,
produciéndose un desplazamiento importante.
En la mayoría de los casos se trata de un mecanismos mixto. En las fracturas por golpe directo suele añadirse una
contracción muscular brusca que hace que se rompan las aletas rotulianas y los fragmentos se separe. En las fracturas
por mecanismo indirecto, tras la fractura el paciente cae y se golpea la rótula en el suelo, produciéndose una
conminución. Por ello son mas frecuentes las fracturas las complejas y conminutas.
Manifestaciones clínicas y diagnóstico
En las fracturas no desplazadas, hay dolor a la palpación y a la contracción muscular, pero se conserva la
extensión de la rodilla por integridad de las aletas rotuliana. La hemorragia queda circunscrita al recinto articular,
apareciendo un peloteo rotuliano típico del hemartros de rodilla.
En las desplazadas, por la superficialidad de la rótula, puede hacerse un diagnóstico visual. La silueta del escudo
patelar está alterada y es fácil observar el fragmento proximal emigrado. Hay dolor localizado y pérdida de la extensión
activa de la rodilla. La hemorragia fracturaria se extiende por partes blandas al estar las aletas rotulianas y cápsula
articular rotas, no hay signos clínicos de hemartros, pero si una gran tumefacción de la rodilla. A la palpación se puede
detectar una brecha central del aparato extensor y de puede movilizar los fragmentos lateralmente si el desgarro de las
aletas es importante.
El estudio radiográfico en proyección anteroposterior no es fácil de interpretar por la superposición de la rótula
sobre el fémur, pero con una buena calidad radiográfica se puede ver bien la fractura y el grado de conminución.
Cuando se observa una fractura en margen superoexterno hay que diferenciarla de una rótula bipartita, formada por dos
núcleos de osificación separados. La rótula bipartita es bilateral y el supuesto trazo de fractura es lineal y liso.
La proyección radiográfica lateral es la más importante, permite ver el desplazamiento de los fragmentos y la
perdida de la congruencia articular.
La radiografía en proyección axial tiene interés para el diagnóstico de las fracturas verticales cuando se sospechan.
Tratamiento
El tratamiento de estas fracturas, además de conseguir la continuidad del aparato extensor debe recuperar la
congruencia articular mediante reducción anatómica, si queremos evitar la artrosis postraumática. Si esta congruencia
no es posible conseguirla por la complejidad de la fractura, puede recurrirse a la resección parcial (patelectomia parcial)
o total de la rótula (patelectomia total).
Las fracturas con desplazamiento menor de 2 mm, sin escalón en el cartílago articular, se tratan ortopédicamente
mediante punción evacuadora del hemartros y yeso en extensión durante 6-8 semanas, seguido de rehabilitación. Es el
tratamiento adecuado para las fracturas transversas, longitudinales y parcelares, no desplazadas.
Las fracturas desplazadas requieren reducción quirúrgica anatómica de la superficie articular y osteosíntesis. Dado
que la rótula está sometida principalmente a fuerzas de distracción por el cuadriceps, el método de osteosíntesis más
adecuado es el cerclaje alámbrico simple o apoyado en agujas, aplicando el principio de banda a tensión situandolo
superficialmente para que las fuerzas de distracción se conviertan en fuerzas de compresión en el interior de la fractura.
La reparación se completará con la sutura de las aletas rotulianas. La rehabilitación se iniciará muy precozmente. Este
tratamiento es adecuado para fracturas transversas desplazadas y muchas de las complejas en las que es posible
reconstruir la superficie articular.
Cuando la conminución impide una reconstrucción adecuada de la rótula, pero uno de los fragmentos es grande,
aproximadamente la mitad de la rótula, puede realizarse una patelectomia parcial, conservando el fragmento grande,
casi siempre el proximal y eliminado el resto de fragmentos. El aparato extensor se reconstruye mediante reinserción
ósea y sutura de aleta rotulianas. Con ello se consigue mantener el efecto polea de la rótula y se evita la aparición de
una artrosis. Es el tratamiento adecuado para fracturas transversas complejas con conminución del polo inferior y
parcelares muy desplazadas.
La patelectomia total extirpando toda la rótula y reconstruyendo el aparato extensor mediante sutura termino-
terminal, es un tratamiento mutilante porque provoca la perdida del efecto polea de la rótula, con pérdida de la potencia
extensora de cuadriceps entre el 25% y 50%, atrofia del cuadriceps permanente y secuela estética por pérdida del
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relieve rotuliano. En cualquier caso es menos invalidante que una artrosis postraumática. Es el tratamiento indicado en
fracturas conminutas imposibles de reconstruir. En pacientes ancianos es el tratamiento utilizado de entrada, en los
jóvenes se prefiere una reconstrucción imperfecta e intentar después una segunda cirugía de plastia de patela, de las
propuestas para la artrosis femoropatelar y dejar la patelectomia total para los casos que ello también fracase.
Se incluyen en este apartado las fracturas que afectan a la porción metafisaria y epifisaria distal del fémur. Son
frecuentes, el 5% de todas las fracturas del fémur.
Asientan en hueso esponjoso, con fácil consolidación, pero son fracturas articulares o para articulares, por lo que
requieren siempre reducciones anatómicas que recuperen la normalidad de la superficie articular y el eje mecánico de la
articulación, de lo contrario se producirá una artrosis postraumática.
Clasificación
Según a localización del trazo de fracturas se clasifican en:
Fracturas supracondíleas. El trazo se sitúa por encima de los cóndilos femorales, a nivel metafisario, aunque en
parte puede ser intraarticular, pues la cavidad articular se prolonga bastante proximalmente en el fondo de saco sinovial
subcuadricipital.
Fracturas unicondíleas. Afectan a un solo cóndilo y son fracturas intraarticulares, alterando la superficie articular.
El trazo más frecuente es en dirección sagital, más raro es el trazo en el plano coronal.
Fracturas bicondíleas. Afectan a metáfisis y epífisis y son intraarticulares. Pueden ser bicondíleas puras con un
trazo simple en T o en V, o pueden tener un trazo complejo que se extiende a la metáfisis, las llamadas fracturas
supraintercondíleas.
Fracturas osteocondrales. Es el desprendimiento de un fragmento osteocondral (generalmente por golpe directo),
que puede quedar libre en la articulación.
Mecanismos de producción
Muchas de las fracturas (75%) se producen por traumatismo de baja energía, en accidentes domésticos, afectando
a pacientes de edad avanzada, con gran influencia de la osteoporosis. En el 25% e casos se dan por traumatismos de alta
energía, con mayor frecuencia en pacientes jóvenes.
Salvo las fracturas osteocondrales que se producen por un traumatismo directo de golpe tangencial sobre la
superficie articular, el resto se producen por mecanismo indirecto. Las supracondíleas se producen por mecanismo
indirectos que transmiten una fuerza acial al fémur estando la rodilla en flexión, las supraintercondíleas se producen
también por fuerzas axiales, pero estando la rodilla en extensión. Las unicondíleas se producen por mecanismo de varo
o valgo (golpe lateral en la rodilla) que provocan compresión y fractura del cóndilo donde se recibe el golpe, y tracción,
con posible lesión, en el ligamento colateral del otro lado.
Lesiones asociadas y complicaciones inmediatas
Lesiones ligamentosas. Toda fractura unicondílea en el plano sagital tiene posibilidades de asociarse a una rotura
del ligamento colateral, por en mecanismo lesional antes analizado, por lo que es siempre obligada su valoración.
Aunque con menos frecuencia, también pueden lesionarse los ligamentos cruzados.
Lesiones nerviosas. Aunque con poca frecuencia, se pueden lesionar los nervios ciático poplíteo interno y externo.
El ciático poplíteo interno puede ser lesionado por los fragmentos óseos en su desplazamiento, mientras que el ciático
poplíteo externo suele lesionarse por tracción durante el desplazamiento.
Lesiones arteriales. A 10 cm de la línea articular la arteria femoral atraviesa el anillo de Hunter y se convierte en
arteria poplítea, que se sitúa e el hueco poplíteo, hasta penetrar en el hiato entre los gemelos. Anillo de Hunter e hiato
de los gemelos son puntos de mayor fijación de la arteria, por lo que es sometida fácilmente a tracción durante el
desplazamiento de la fracturas, con menos frecuencia se produce una herida por los fragmentos óseos .
Lesiones del cuadriceps. En las fracturas supracondíleas el fragmento proximal puede lesionar, incluso perforar, el
aparato extensor, que en su cicatrización se pega al callo de fractura, siendo una de las causas más frecuentes de rigidez
articular
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Manifestaciones clínicas y diagnóstico
Las raras fracturas nodesplazadas se manifiestan por dolor funcional y en reposo, y una tumefacción de la rodilla
por el hemartros. En las fracturas osteocondrales las molestias dolorosas son poco intensas y solo se manifiestan por un
hemartros, por ello, con frecuencia pasan inadvertidas inicialmente y se diagnostican tardíamente en forma de
osteocondritis disecante. Las fracturas unicondíleas, bicondíleas y supracondíleas desplazadas, cursan con dolor,
impotencia funcional a la marcha, deformidad del miembro por hinchazón y alteración de los ejes, y movilidad
patológica; cualquier intento de movilizar la rodilla es muy doloroso.
La exploración de la vascularización del miembro es obligada. Ante la ausencia de pulsos periféricos debe
procederse a la reducción de la fractura mediante tracción. Si tras la reducción persiste el déficit vascular se practicará
angiografía para confirmar la lesión arterial para proceder a la reparación de urgencia, a la vez que se fija la fractura.
La lesión de los ligamentos es muy difícil valorar por la movilidad del foco de fractura, se hará, por tanto, durante
la intervención quirúrgica, una vez fijada la fractura.
Tratamiento
Por tratarse de fracturas articulares o para articulares que afectan a una gran articulación de carga, se requiere de
una reducción anatómica para evitar la artrosis postraumática y una movilización precoz para evitar la rigidez articular.
El tratamiento conservador se limita a las fracturas no desplazadas, mediante vaciamiento de hidrartros y yeso
isquiopédico durante 8 semanas.
En fracturas desplazadas la reducción abierta y fijación interna es el tratamiento que mejores resultados da. Las
pequeñas fracturas ostecondrales pueden fijarse con clavijas de material reabsorbible (poliesteres). Las fracturas
unicondíleas se fijan bien con tornillos de esponjosa con compresión interfragmentaria y se comprueba la competencia
del ligamento lateral del otro lado, para proceder a la reparación si es necesario.
Para la fijación de las fracturas supracondíleas se utilizan clavo-placa. También cabe la posibilidad de fijarlas con
clavo intramedular corto cerrojado introducido desde la rodilla por zona intercondílea. Este último método es
especialmente ventajosos en casos de importante osteoporosis o conminución de la fractura en pacientes ancianos.
Las fractura bicondíleas, especialmente la supraintercondíleas son difíciles de reducir y fijar, requieren un primer
gesto quirúrgico de reconstrucción de la superficie articular con tornillos de compresión interfragmentaria entre los
cóndilos, para convertirlas en supracondíleas y finalmente de completa la fijación con un clavo placa.
Las fracturas abiertas graves se tratan mediante fijadores externos. En la mayoría de los casos los clavos distales
no pueden hacer presa en el fémur y hay colocarlos en la tibia, saltando la articulación (fijador puente).
Secuelas
La secuela más frecuente es la rigidez articular por adherencias intraarticulares o del aparato extensor a la cara
anterior del fémur. En los primeros meses se pueden resolver con manipulación bajo anestesia, mas tarde es necesario
una liberación intraarticular de adherencias y un despegamiento del cuadriceps de su adherencia al fémur.
La artrosis postraumática se presenta con frecuencia en aquellas fracturas que no se ha conseguido reconstruir la
superficie articular o el eje de la rodilla, especialmente cuando queda una deformidad en varo.
La pseudoartrosis se presenta en fracturas muy conminutas en las que la fijación ha sido insuficiente. Es mas
frecuente en las fracturas supracondíleas.
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Son fracturas articulares que afectan a la epífisis proximal de la tibia alterando la superficie articular. Son
tan frecuentes como las fracturas de la extremidad distal del fémur, con las mismas exigencias terapéuticas de
conseguir la reducción de la superficie articular y la recuperación del eje de la rodilla, para evitar la artrosis
postraumática.
Mecanismo de producción
Se producen por mecanismo indirecto que provoca el impacto de los cóndilos femorales contra los platillos
tibiales. Puede ser un golpe lateral que fuerce la rodilla en valgo o varo, una caída de altura, o cualquier
traumatismo que desencadene el impacto de los cóndilos sobre la tibia. Por ser un hueso esponjoso la
osteoporosis juega un papel determinante, y es frecuente esta fractura en el viejo en caídas domésticas.
Anatomía patológica
El impacto recibido en la superficie tibial puede provocar trazos verticales periféricos por fuerzas de
cizallamiento, hundimientos de fragmentos centrales por fuerzas de compresión, o la combinación de ambos.
Los trazos verticales son más propios de las fracturas en los jóvenes con una estructura ósea más resistente,
mientras que en los viejos osteoporóticos son mas frecuentes los hundimientos con impactación importante
trabecular. Con mayor frecuencia y facilidad se afecta la vertiente externa. La vertiente medial, más resistente,
se afecta con menor frecuencia y requiere traumatismos más violentos. En algunos casos se pueden afectar
ambas vertientes y pueden asociarse trazos metafisarios.
Los meniscos pueden sufrir roturas o desinserciones, especialmente en las fracturas del compartimento
externo. Los ligamentos laterales pueden ser dañados en las fracturas producidas por mecanismo de valgo o varo
y en las fracturas que afectan a ambas vertientes y tienen cierto grado de conminución, puede haber un
arrancamiento de las espinas tibiales con la inserción de los cruzados.
Las lesiones de la arteria poplítea son posibles en las fracturas complejas muy desplazadas. También son
posibles, aunque infrecuentes las lesiones de los nervios ciático poplíteo interno y externo.
Clasificación
Se clasifican en función del trazo de fractura:
Fractura separación del platillo tibial externo. Tienen un trazo vertical y se producen en pacientes
jóvenes por un golpe lateral que fuerza la rodilla en valgo.
Fractura por separación-hundimiento del platillo tibial externo. Se produce por el mismo mecanismo
que en caso anterior, pero en este caso de trata de hueso mas osteoporótico, y tras la factura vertical el cóndilo
comprime la zona central del platillo y provoca un hundimiento con impactación trabecular importante.
Fractura hundimiento pura del platillo tibial externo. En este caso todo el platillo tibial externo sufre un
hundimiento con compresión del hueso esponjoso. El mecanismo de producción es el mismo que en las
fracturas anteriores, pero en este caso se trata de un hueso muy osteoporótico y la fractura suele producirse por
traumatismos de baja energia en el viejo.
Fractura del platillo medial. Se producen genealmente en jóvenes por un traumatismo intenso que lleva la
rodilla en varo, provocando trazos verticales por cizallamiento. Cuando se producen en el viejo tienen cierto
componente de hundimiento central y el trazo es mas complejo. Tanto en el joven como en el viejo puede
afectarse el menisco o producirse el arrancamiento de las espinas tibiales, que afectan a la tensión de los
ligamentos cruzados.
Fracturas bituberositarias. Presentan un trazo en U o Y que libera ambas tuberosidades del resto de la
tibia. Se producen por un mecanismo de compresión axial durante una caída. Son mas frecuentes en el viejo,
aunque también se presentan en pacientes jóvenes por traumatismos de alta energía.
Fracturas asociadas a trazos metafisarios. Pueden afectar a uno o a ambos platillos. Se producen por
traumatismos violentos y los trazos de fractura son complejos. Su curación es más lenta porque el trazo
metafisario tiene una consolidación más torpe que los trazos epifisarios.
Manifestaciones clínicas y diagnósticas.
Son fracturas que afectan a hueso esponjoso sangrante, por lo que la zona de la fractura casi siempre está
tumefacta. En fracturas poco desplazadas la hemorragia puede limitarse al recinto articular apareciendo un
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hemartros, aunque en la mayoría de los caso la hemorragias es también periarticular. La impotencia funcional, la
deformidad y la movilidad patológica está en relación con el desplazamiento de la fractura. En fracturas poco
desplazadas, la marcha es posible aunque dolorosa. En fracturas desplazadas la marcha es imposible y se
observa deformidad y movilidad patológica en varo, valgo o recurvatum.
El estudio radiográfico simple en proyecciones anteroposterior y perfil son suficientes para el diagnóstico
de fractura, pero no siempre aportan la información necesaria sobre el desplazamiento de los fragmentos y la
alteración de la superficie articular, para valorar el tratamiento. Es importante completar el estudio radiográfico
con proyecciones oblicuas. En fracturas de trazos complejos se aconseja la TAC para planificar adecuadamente
la intervención quirúrgica.
Tratamiento
La necesidad de una buena reducción que evite las irregularidades de la superficie articular que llevan a la
artrosis, y la necesidad de una movilización precoz para evitar la rigideces articulares, hacer que estas fracturas
se traten preferentemente con reducción abierta y fijación interna.
El tratamiento ortopédico está solo indicado en fracturas sin apenas desplazamiento, separaciones o
menores de 2 mm o hundimientos menores de 6 mm. En el platillo medial aun hay que ser más exigentes, pues
tanto el genu varo como la irregularidad de la superficie articular se tolera mucho peor por su mayor
protagonismo en la transmisión de cargas. El tratamiento ortopédico consistirá en una inmovilización con una
calza de yeso durante 6 semanas seguido de una movilización progresiva hasta la 8ª semana, con descarga del
miembro durante todo el tratamiento.
El tratamiento quirúrgico requiere una adecuada planificación y gran cuidado en la manipulación de los
fragmentos.
Las fracturas de trazo único vertical lateral requieren solo de una reducción del fragmento y fijación con
tornillo a compresión, mientras que para fijar las de la vertiente medial se aconseja completar la fijación con una
placa soporte.
En las fracturas por separación y hundimiento, se debe separar el fragmento lateral como si abriéramos un
libro, exponiendo así la zona de hundimiento. Con cuidado se desimpacta el hueso esponjoso, levantando el
hueso hundido, rellenado el hueco que queda con injerto. Recuperada la superficie articular se reduce el
fragmento externo y se fija con tornillos compresión y una placa sostén.
En las fracturas por hundimiento se hace una perforación anterior que permita introducir los instrumentos
para levantar el fragmento, procediendo luego a la colocación de injertos y fijación con placa sostén.
Las fracturas bituberositarias y las que tiene un trazo metafisario requieren primero reconstruir la
superficie articular fijando los fragmentos con tornillo de compresión interfragmentaria y luego se completa la
fijación con placa sostén. En muchos casos es necesaria una placa a cada lado.
En los últimos años los cirujanos dedicados a la artroscopia reparan estas fracturas con un mínimo
abordaje del foco y un control artroscópico de la reducción de la superficie articular.
TEMA 34. LESIONES MENISCALES Y LIGAMENTOSAS DE RODILLA
LESIONES MENISCALES
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ANATOMÍA Y BIOMECÁNICA
Los meniscos son estructuras semicirculares, a modo de cuña, interpuestos entre el fémur y la tibia. Su
función es aumentar la superficie de contacto entre cóndilo femoral y meseta tibial al tiempo que estabilizan la
rodilla. Cubren aproximadamente los dos tercios periféricos de la superficie tibial correspondiente. A la visión
macroscópica, los meniscos tienen dos caras (superior e inferior) en contacto con el fémur y la tibia, un borde
libre central afilado, un borde periférico más ancho. Los extremos o cuernos anterior y posterior, están
firmemente anclados a la tibia. En el borde periférico se inserta a la cápsula articular por donde llegan los vasos
sanguíneos que provienen de las arterias geniculares medial y lateral y penetran solo el tercio más periférico del
menisco.
El menisco es un fibrocartílago compuesto por colágeno (75%), glucosaminoglicanos, glucoproteínas y
fibrocondrocitos. Las fibras de colágeno se encuentran organizadas longitudinalmente para absorber las fuerzas
de compresión que se generan en la rodilla; también existen fibras radiales que aumentan la resistencia del
tejido.
El menisco interno tiene una forma de “C” abierta mientras que en el interno el semicírculo es más
cerrado. Esta estructura peculiar de los meniscos y sus fuertes inserciones son fundamentales para disminuir las
fuerzas de contacto entre el fémur y la tibia, y estabilizar la articulación limitando el desplazamiento antero-
posterior y rotatorio.
Los meniscos tienen cierta movilidad desplazándose unos milímetros hacia atrás en la tibia, durante la
flexión, aumentando el rango de movilidad de flexión a la vez que actúan como bomba para favorecerer la
circulación del líquido sinovial. Por lo tanto son funciones de los meniscos son (1) Distribución de las fuerzas
generadas entre las superficies cartilaginosas del fémur y la tibia, (2) Absorción de impactos, (3) Aumentar la
estabilidad articular y (4) lubricar la rodilla.
MECANISMO DE LESIÓN
Las lesiones meniscales en el joven están frecuentemente relacionadas con la práctica deportiva, sobre
todo en deportes de contacto físico que requieran saltos y giros bruscos de rodilla, siendo más frecuente, en
varones que en mujeres. Por encima de los 40 el tejido meniscal degenerado es menos resistente a las fuerzas de
compresión y cizallamiento, por lo que no es necesario un traumatismo violento para que se produzca la rotura.
Las lesiones del menisco se producen por fuerzas de compresión y cizallamiento, entre las superficies articulares
de fémur y tibia, durante un giro de la rodilla en apoyo monopodal con el pie fijo en el suelo y ligera flexión de
rodilla.
MANIFESTACIONES CLÍNICAS
El diagnóstico de las lesiones meniscales es fundamentalmente cínico, basándose en los antecedentes de
lesiones y práctica deportiva, el estado funcional referido por el paciente y la exploración. Los síntomas más
indicativos de lesión meniscal son el dolor femoro-tibial, derrame articular y los bloqueos de rodilla, su
intensidad dependerá del tamaño y estabilidad de dicha rotura.
Dolor: Suele ser referido a la zona del menisco lesionado, aunque hay mucha variabilidad clínica, a
veces lo refiere como dolor profundo, otras veces irradiado a hueco poplíteo, incluso puede referirse al lado
contralateral.
Derrame articular: Es mucho mas indicativode lesión meniscal si se produce a las pocas horas de la
lesión. También se pueden producir derrames repetidos en roturas crónicas cuando la porción meniscal rota
queda atrapada entre el fémur y la tibia y se produce una fuerte tracción en la periferia del menisco.
Bloqueos de rodilla: Ocurren en roturas meniscales amplias que presentan un fragmento móvil que
ocasionalmente queda atrapado entre las superficies articulares. Cuando esto ocurre es imposible para el
paciente realizar la extensión completa o la flexión completa de la rodilla, tanto por el dolor que ello produce
como por la imposibilidad mecánica que el bloqueo ocasiona.
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A la exploración puede ser evidente una hipotrofia de cuadriceps inducida por el dolor, puede haber
derrame articular, limitación de la movilidad por dolor o bloqueo y dolor a la palpación de la interlinea femoro-
tibial. Se han descrito una serie de maniobras exploratorias encaminadas a evidenciar dolor o chasquidos cuando
se realiza flexo-extensión y rotación combinadas de la rodilla. Las más utilizadas son las de McMurray y la de
Apley.
– Maniobra de McMurray: En decúbito supino se flexiona la rodilla y se coloca el dedo en el borde del
menisco, seguido de una extensión en rotación interna y luego en rotación externa. Si existe una lesión del
menisco interno se notará un chasquido al extender en rotación externa, y si existe una lesión del menisco
externo el chasquido se oirá al extender en rotación interna..
– Maniobra de Apley: El principio de esta prueba es demostrar que, en una lesión meniscal, la movilidad
articular con la articulación distraída no es dolorosa mientras que al comprimirla sí. Se realiza con el paciente en
decúbito prono y se compara el dolor que provoca la flexo-extensión con la rodilla a compresión con la rodilla a
distracción, todo ello imprimiendo un movimiento rotatorio a la pierna, internamente para explorar el menisco
externo y externamente para explorar el externo (el talón del paciente señala el menisco explorado).
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INDICACIONES TERAPÉUTICAS
No todas la lesiones meniscales requieren tratamiento quirúrgico, así, una rotura simple poco extensa
localizada en la zona periférica del menisco, cercana a los vasos sanguíneos sinoviales, puede cicatrizar
espontáneamente. Es de indicación quirúrgica clara una lesión traumática en un paciente joven que ocasiona
episodios de bloqueo articular y derrame, los cuales le impiden realizar una vida activa y deportiva, con una
exploración positiva para lesión meniscal. Cuando la sintomatología es poco intensa se tomará una actitud
expectante con limitación de la función y fisioterapia y se tomará la decisión quirúrgica ante la persistencia de
los síntomas o el empeoramiento. En pacientes mayores de 40 años la mayoría de las lesiones orientan en un
menisco envejecido a veces claramente degenerado; en estos casos se valorará cuidadosamente si existe un
proceso artrósico en marcha, y se valorará la lesión meniscal en el contexto del tratamiento de la artrosis de
rodilla, aunque sea parcial puede empeorar clínicamente el cuadro artrósico.
Las posibilidades terapéuticas son:
Tratamiento en Urgencias: En un caso agudo de bloqueo meniscal con imposibilidad para la extensión
o flexión de la rodilla, el tratamiento será el drenaje del derrame articular mediante punción e inyección de
anestésico local (10 cc de Mepivacaína al 2%). Una vez que el dolor ha cedido se intenta reducir el fragmento
meniscal luxado mediante maniobras de flexión-extensión y rotación. Si no se reduce el bloqueo esta indicada la
artroscopia para hacer el tratamiento definitivo de la lesión. En caso de derrame articular sin bloqueo no debe
drenarse si es de escasa cantidad por el riesgo de infección por la punción. En cualquier caso se debe aplicar un
vendaje compresivo, descarga del miembro y fármacos anti-inflamatorios.
Tratamiento fisioterapéutico y rehabilitador: Esta indicado en pacientes que presentan dolor con la actividad
física y deporte que no episodios de bloqueos ni derrame, que en la exploración física las maniobras meniscales
son dudosas y, sobre todo, en pacientes de edad quienes presentan, además de la lesión meniscal, otras
alteraciones degenerativas óseas que contribuyen al dolor. En este punto cabe destacar que pacientes con genu
varo, lesión meniscal en un menisco medial degenerado y alteraciones óseas subcondrales no deben ser nunca
considerados candidatos para el tratamiento artroscópico de la lesión meniscal ya que esta demostrado que su
situación seguramente empeorará después de la cirugía. La rehabilitación consiste en potenciar y flexibilizar la
musculatura así como aplicar medios físicos anti inflamatorios.
Tratamiento Quirúrgico: Esta indicado en los casos en los que existe una rotura documentada por la
exploración y estudios de imagen que bien no responde al tratamiento rehabilitador o que presenta episodios
claros de bloqueo articular y derrame. La artroscopia es el tratamiento de elección existiendo varias
posibilidades terapéuticas artroscópicas:
1) Meniscectomía parcial: Consiste en resecar el fragmento meniscal instable para dejar un menisco
estable, regular, de suficiente grosor y, lo que es más importante, con fibras longitudinales funcionantes. Esto
significa que debe haber una continuidad entre en cuerno anterior y el posterior del menisco para que conserve
su función. Cuando existe un quiste meniscal asociado, la resección del menisco inestable suele ser suficiente
para que dicho quiste se vacíe y desaparezca. La meniscectomía total esta actualmente desechada porque se ha
observado que, a medio plazo, produce una severa artrosis del compartimento meniscectomizado.
2) Reparación meniscal: Consiste en suturar la rotura mediante puntos con hilo u otros sistemas
especialmente diseñados como arpones. Esta indicado en las roturas mas periféricas en las que la resección del
fragmento inestable supondría extirpar casi todo el menisco y, porque, la zona periférica es la mejor irrigada del
menisco lo que aumenta las posibilidades de que la lesión cicatrice. A medida que se ha perfeccionado la técnica
de sutura artoscópica se ha ampliado la indicación a lesiones situadas en la zona media, entre la periferia y el
borde libre, aunque en esta zona, con peor vascularización, hay menos posibilidades de éxito.
3) Implantes y transplantes meniscales: Se emplean actualmente en pacientes en los que falta todo el
menisco, son jóvenes y no han desarrollado todavía cambios artrósicos en la articulación. Los implantes son
sintéticos, generalmente de colágeno u otro derivado biocompatible y están indicados cuando todavía existe un
remanente periférico de lo que fue la inserción del menisco en la cápsula (muro periférico), mientras que los
injertos de cadáver conservados mediante congelación a muy baja temperatura se emplean cuando no existe
ningún remanente del menisco. Estas técnicas se encuentran en estado de desarrollo y no se sabe con certeza si
realmente previenen a medio y largo plazo el desarrollo de una artrosis compartimental severa.
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ANATOMÍA Y BIOMECÁNICA.
La rodilla es una articulación extremadamente compleja, cuya estabilidad esta proporcionada
fundamentalmente por elementos estabilizadores estáticos (ligamentos, cápsula articular y meniscos). Aunque
los elementos dinámicos (músculos) desempeñan un papel fundamental; en determinados casos, una
musculatura potente y un buen control neuromuscular pueden evitar la lesión ligamentosa.
Los elementos estabilizadores funcionan de manera coordinada para proporcionar a la rodilla una
estabilidad en el plano antero-posterior, medio – lateral y rotatorio, siendo muchas las interacciones entre
estructuras e interdependencia en el funcionamiento. Los ligamentos cruzados se encuentran en el centro de la
rodilla, son intra-articulares pero extra-sinoviales, son los estabilizadores primarios en el plano antero-pero
también estabilizan la rodilla en el plano medio-lateral, rotatorio y hacen que el movimiento de la rodilla sea
armónico y congruente.
Conviene recordar que a medida que el fémur se flexiona sobre la tibia no solo rota en sentido posterior,
también se traslada hacia la región posterior de la meseta tibial, los ligamentos cruzados son los responsables de
que este movimiento de traslación se realice suave y progresivamente y no a saltos, como ocurre cuando el
ligamento cruzado anterior esta roto.
El ligamento cruzado anterior (LCA) se inserta proximalmente en el punto mas posterior y superior de la
cara interna del cóndilo femoral externo, se distinguen en él dos fascílucos (antero- interno y postero – externo)
que se entrecruzan y se insertan distalmente en la tibia en una amplia superficie entre las espinas tibiales. El
ligamento cruzado posterior (LCP) se origina en la cara lateral del cóndilo femoral interno y discurre hacia atrás
insertándose en la zona mas declive de la meseta tibial. Debido a esta orientación, los ligamentos cruzados se
tensan en rotación interna de la tibia y se relajan en rotación externa.
Los ligamentos colaterales (medial y lateral) son estructuras extra-articulares claramente diferenciados de
la cápsula, son los estabilizadores primarios en el sentido medio- lateral, pero también estabilizan la rodilla en el
sentido antero- posterior y rotatorio. El ligamento colateral medial (LCM) es plano, va desde la cara medial del
fémur a la cara medial de la tibia y tiene dos fascículos, uno superficial y otro profundo. El ligamento colateral
lateral (LCL) es cilíndrico y se dirige desde la cara lateral del fémur a la cabeza del peroné.
MECANISMO DE LESIÓN
Las lesiones ligamentosas dependen de la intensidad de la fuerza que sobre la rodilla se ejerce y de la
capacidad protectora de la musculatura. El traumatismo puede ser directo pero lo habitual es que sea indirecto
con el pie generalmente fijo, lo cual hace que dichas fuerzas se transmitan directamente a la rodilla.
Desde el punto de vista anatómico, las lesiones ligamentosas se clasifican en tres grados: esguince grado
I, lesión microscópica de las fibras, lesión grado II, lesión incompleta macroscópica y grado III, rotura completa
del ligamento. Esta clasificación tiene su traducción clínica: En general, en un grado I no existe bostezo articular
a la exploración pero sí dolor agudo, en el grado II existe un aumento de la laxitud articular (bostezo) doloroso
pero con un tope firme, en el grado III el ligamento esta totalmente roto, el dolor es mínimo y el bostezo no
tiene ningún tope, pudiendo subluxarse la articulación.
Cuando la rodilla es forzada en unos de los planos siempre sufre la lesión principal el ligamento que se
opone a ese esfuerzo. En un salto monopodal, con la rodilla desestabilizada produce una contracción intensa del
cuadriceps que ejerce una fuerza anterior de la tibia rompiéndose el LCA. Una caída de rodillas sobre la tibia o
un golpe sobre cara anterior de la tibia produce un desplazamiento de esta sobre el fémur rompiéndose el
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ligamento cruzado posterior. Un esfuerzo en valgo provoca la rotula del ligamento medial. Un esfuerzo en valgo
produce una lesión del ligamento anterior. En la mayoría de los casos se trata de un mecanismo combinado que
da una lesión compleja. Los mecanismos mas frecuentes son:
5. Lesiones indirectas por rotación externa de la tibia y valgo de la rodilla.
6. Lesiones indirectas por rotación interna de la tibia y varo de la rodilla.
7. Lesiones por hiper-extensión.
8. Lesiones por choque directo contra la rodilla.
Las lesiones más frecuentes son por rotación externa de la tibia y valgo de la rodilla por un giro brusco
con el pie fijo en el suelo (mecanismo indirecto) o al recibir un traumatismo en la cara lateral de la rodilla o la
pierna en esa misma posición. Dependiendo de la fuerza del traumatismo, se produce una lesión sucesiva del
LCM, desinserción periférica del menisco interno y rotura del LCA (tríada de O´Donoghue). Una hiper –
extensión brusca de la rodilla fuerza el LCA contra el techo de la escotadura intercondílea produciendo su
rotura.
DIAGNÓSTICO CLÍNICO
El paciente suele recordar con cierto detalle la forma cómo se produjo la lesión lo que ayuda al
diagnóstico. El paciente puede recordar que se produjo un chasquido, o incluso un movimiento de la rodilla
completamente anormal cuando se rompe el LCA. El grado de impotencia funcional es muy importante ya que
en general una lesión aislada de los ligamentos colaterales no impide continuar la actividad deportiva y, en
cambio, la lesión del LCA produce una impotencia inmediata que impide el apoyo sobre el miembro. La
intensidad del dolor es variable y no guarda relación con el grado de lesión. Es importante el derrame articular
ya que cuando esta presente y es hemático suele indicar una rotura del LCA.
Exploración Física:
La exploración clínica incluye la exploración general de la rodilla: movilidad, puntos dolorosos,
deformidad, atrofias musculares, y presencia de derrames (peloteo rotuliano). Debe palparse especialemente los
ligamentos laterales y los parameniscos. Para determinar si están lesionados los ligamentos y el grado de lesión
deben realizarse maniobras de exploración de la estabilidad. De las maniobras descritas las más importantes son:
Maniobra de varo-valgo: Esta prueba explora la integridad de los ligamentos colaterales y del LCA, se
efectúa imprimiendo manualmente una fuerza de valgo y varo a la rodilla, tanto en extensión completa como en
flexión de 30º. En flexión, el LCA no estabiliza a la rodilla en sentido varo – valgo por lo que un bostezo a 30º
indica rotura del ligamento colateral correspondiente pero no del LCA. En extensión completa el LCA se tensa y
estabiliza totalmente la rodilla, por lo tanto, si hay bostezo franco en extensión indica rotura del LCA y del
ligamento colateral correspondiente. Puede haber una rotura aislada del LCM y sólo haber un mínimo bostezo
es extensión, porque el LCA permanece íntegro. En resumen, leve bostezo en extensión indica rotura aislada del
ligamento colateral correspondiente, bostezo franco en extensión indica rotura del ligamento colateral y del
LCA, bostezo a 30º de flexión indica lesión del ligamento colateral y no informa acerca del LCA.
Maniobra de Lachman: Es la prueba más sensible para detectar una rotura del LCA. Consiste en
provocar manualmente una subluxación anterior de la tibia que ponga en evidencia la falta del LCA, requiere
cierto grado de experiencia para detectar roturas parciales y totales del ligamento. Se realiza con el paciente
acostado, con la rodilla a 20º de flexión las manos del examinador agarran firmemente el muslo y la pierna y se
fuerza un movimiento antero – posterior de la tibia. Se compara con la rodilla sana y se detecta si hay un
aumento en ese desplazamiento antero – posterior, con especial énfasis en percibir si existe un tope de
resistencia firme al movimiento anterior de la tibia que indica una lesión parcial del ligamento.
Prueba del cajón: Es similar a la anterior pero con la rodilla flexionada a 90º y el pie firmemente
apoyado en la camilla. Consiste en detectar el movimiento antero – posterior de la tibia, y puede poner en
evidencia lesiones del LCA (cajón anterior) cuando la tibia se desplaza excesivamente hacia delante o lesiones
del LCP (cajón posterior) cuando el desplazamiento anormal es hacia atrás.
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Prueba del recurvatum: Consiste en suspender el miembro afecto levantándolo del dedo gordo con el
paciente acostado y relajado. Un aumento comparativo del recurvatum indica la lesión del LCA, mientras que
un recurvatum muy llamativo indica la lesión de ambos ligamentos cruzados y la cápsula posterior de la rodilla
(luxación).
DIAGNÓSTICO RADIOLÓGICO
- Radiografía simple: Debe realizarse siempre aunque no proporciona signos directos de lesión
ligamentosa. Sirve para descartar fracturas osteocondrales asociadas, arrancamientos capsulares, cuerpos libres
articulares, calcificaciones en las inestabilidades crónicas y artrosis.
- Radiografías forzadas: Sirven para poner de manifiesto la inestabilidad articular producida por la
lesión ligamentosa. Consiste en aplicar fuerzas en varo – valgo y desplazamiento anterior y posterior de la tibia
y medir la separación que ello produce entre el fémur y la tibia. Un desplazamiento menor de 5 mm se considera
como bostezo leve, de 5 a 10 mm bostezo moderado y mayor de 10 mm bostezo grave. Estos tres grados
concuerdan con las lesiones ligamentosas de grado I, II y III.
- Resonancia Magnética: Es actualmente la prueba de elección para las lesiones ligamentosas de rodilla,
su sensibilidad es muy alta y es capaz de mostrar las lesiones de los ligamentos así como lesiones asociadas de
meniscos, cápsula articular, cartílago articular y hueso subcondral, no obstante tiene sus limitaciones. En los
casos agudos en los que hay derrame articular, edema óseo subcondral y edema en los ligamentos colaterales,
las imágenes son demasiado aparentes dando una impresión exagerada de severidad. Es preferible esperar 3 o 4
semanas hasta que la fase inflamatoria inicial haya cedido.
INDICACIONES TERAPÉUTICAS
El tipo de tratamiento depende de la estructura lesionada y del grado de lesión. Los ligamentos
colaterales son estructuras extra – articulares que cicatrizan rápidamente después de una rotura y por lo tanto
rara vez requieren tratamiento quirúrgico. Por el contrario, los ligamentos cruzados son intra – articulares y, una
vez rotos, presentan un potencial nulo de cicatrización por lo que la cirugía mediante plastias es la única forma
de repararlos. En la actualidad, las técnicas artroscópicas permiten reparar los ligamentos cruzados de forma
muy poco invasiva, mejorando sustancialmente la recuperación y el pronóstico de las lesiones ligamentosas de
rodilla.
- Lesiones de los ligamentos colaterales: En la fase aguda, independientemente del grado de lesión
(grado I, II ó III) se debe aplicar un vendaje compresivo, medios físicos antiinflamatorios (reposo relativo,
elevación y frío local), medicamentos anti inflamatorios y descarga del miembro. La finalidad es promover una
pronta recuperación de la movilidad sin traccionar sobre el ligamento. Para ello se realizan ejercicios
isométricos de potenciación de la musculatura y de flexo – extensión de la rodilla en descarga. Posteriormente,
dependiendo del grado del esguince, se comienza a cargar el peso sobre el miembro afecto (carga inmediata a
tolerancia para las lesiones grado I y II, y descarga durante tres semanas para las lesiones de grado III). El
tratamiento quirúrgico sólo esta indicado en las lesiones grado III que se acompañan de otras lesiones
ligamentosas y hay presencia de una gran estabilidad.
- Lesiones del LCA: En la fase aguda se procede al drenaje del derrame hemático, vendaje compresivo,
medios antiinflamatorios, reposo relativo y descarga. Cualquier decisión terapéutica debe realizarse una vez que
la rodilla esta desinflamada y ha recuperado la movilidad (3-4 semanas). La indicación quirúrgica depende del
grado de lesión del LCA (rotura parcial o total), la edad del paciente, actividad física que desarrolla (deporte,
actividad laboral) y el grado de inestabilidad clínica que presente. Las técnicas actualmente realizadas en forma
artroscópica se pueden dividir en dos: Injerto de tendón rotuliano autólogo (hueso-tendón-hueso) o tendones
isquiotibiales autólogos. También se emplean injertos de cadáver crioconservados, aunque con menos
frecuencia por la posibilidad de transmisión de enfermedades.
- Lesiones del LCP: Es mucho menos frecuente y los resultados de la reparación quirúrgica no son tan
buenos como en el LCA. La clínica de la lesión aislada del LCP no suele ser inestabilidad sino dolor femoro-
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rotuliano, que puede ser bien compensado con un buen desarrollo muscular. Por ello, la indicación quirúrgica se
reserva para casos de lesiones combinadas que presenten inestabilidad.
LUXACIÓN DE RODILLA
Es la lesión de combinada de varias estructuras estabilizadoras de la rodilla hasta el punto de que las
superficies articulares pierden totalmente el contacto. Se distinguen dos tipos de luxaciones, las de baja energía
y las de alta energía. Las de alta energía se producen por traumatismos muy violentos (accidente de tráfico,
precipitación), son poco frecuentes y tienen un alto porcentaje de lesiones neurovasculares y complicaciones
asociadas. Lo mas frecuente es que la tibia se luxe hacia delante con posibilidad de lesión de los vasos y nervios
posteriores de la rodilla (40% de los casos). El tratamiento es urgente y requiere la reducción inmediata de la
articulación y la reparación de las posibles lesiones vasculares, la rodilla se inmoviliza en 20º de flexión y la
reparación quirúrgica de todas las estructuras ligamentosas se difiere 1 ó 2 semanas. Por otra parte esta la
luxación de baja energía, en la que el traumatismo es menos violento pero de suficiente intensidad para romper
sucesivamente varias estructuras (LCM, cápsula articular, LCA, LCP) hasta que la articulación queda totalmente
inestable. No suele tener lesiones asociadas graves y el tratamiento es igualmente la reparación diferida de todas
las estructuras.
Mecanismos de producción
Muchas de las fracturas de estas fracturas se producen por un mecanismo indirecto y casi siempre participa
el peroné. Pueden ser producidas por una caída en la que el cuerpo se vence quedando el pie atrapado,
provocándose en la tibia fuerzas de inflexión de gran magnitud que producen un trazo oblicuo. Si en la caída
con pie atrapada se produce un giro del cuerpo sobre el miembro, las fuerzas que actúan sobre la tibia son de
rotación y se produce una fractura espiroidea. Pocas veces son fracturas abiertas, generalmente con lesión
limitada de la piel, por la emigración de un fragmento puntiagudo.
Las fracturas por mecanismo directo corresponde a traumatismos muy violentos, con impacto directo de
gran energía que pueden dar lugar a fracturas de trazo trasverso simple o trasverso con un tercer fragmento, pero
generalmente es complejo, frecuentemente conminuto. La atrición de partes blandas es muy intensa, con alta
incidencia de fracturas abiertas. Algunas fracturas se presentan con el peroné íntegro, pero lo habitual es que
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también se rompa.
Tratamiento
Al ser fracturas tan móviles, es tan importante el tratamiento inicial, como el definitivo en el medio
hospitalario, pues un traslado inadecuado aumenta enormemente las lesiones de las partes blandas, facilita la
embolia grasa y es además sumamente dolorosa. El clásico entablillado o las férulas hinchables, son buen
métodos, pero es mejor la inmovilización con férula de Thomas montando una tracción fija, pues no solo
inmoviliza el foco de fractura sino que obtiene una reducción aceptable.
Como en todas las fracturas diafisarias se prefiere el tratamiento quirúrgico, ya que consigue la reducción
anatómica y la recuperación funcional inmediata.
El tratamiento conservador está indicado en niños y adolescentes y en fracturas no desplazadas y solo en
algunos casos de fracturas desplazadas cuando por diversas circunstancias no pueda realizarse la fijación
interna.
Inicialmente se tratan con un yeso isquiopédico, inmovilizando la rodilla en 20-30º de flexión para
controlar la fuerza de los gemelos, y 90º de flexión del tobillo. En fractura desplazadas se hace la reducción
previa, y si es inestable puede colocarse dos calvos de Steiman transóseos en extremo proximal de tibia y en
calcáneo, sobre los que se ejerce tracción, incluyéndoos en el yeso (tracción fija). Pasadas 3 semanas, cuando el
edema ha regresado, la atrofia muscular se ha estabilizado y ya hay un callo fibroso que da cierta estabilidad a la
fractura, se puede retirar el yeso isquiopédico y colocar un yeso funcional bien modelado, dejando libres las
articulaciones de la rodilla y tobillo y se permite la carga. La pierna es la localización anatómica donde el yeso
funcional se puede modelar mejor, impidiendo el desplazamiento de la fractura. Es fácil modelar bien ambos
extremos óseos impidiendo el acortamiento. Haciendo los cambios necesarios del yeso, para que esté siempre
bien ajustado, se obtiene la consolidación aproximadamente en 12 semanas.
En tratamiento quirúrgico debe realizarse con fijaciones sólidas como la placa atornillada o el enclavado
intramedular. Los tornillos de compresión intefragmentaria o los cerclajes son osteosíntesis complementarias
para fijar algunos fragmentos en fractura de trazo complejo, ya que de forma aislada son osteosíntesis
insuficientes.
La placa atornillada permite reducciones anatómicas y una fijación firme, pero las características de hueso
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superficial, y sobre todo, hueso mal vascularizado, facilita las complicaciones sépticas y de fracaso de
consolidación. En la porción diafisaria de la tibia se prefiere el enclavado intramedular, reservando la placa para
las fracturas proximales o muy distales, que asientan en hueso más esponjoso y mejor vascularizado, y donde el
clavo intramedular sujeta peor la fractura.
El enclavado intramedular sigue los mismos principios que en el resto de fractura diafisarias, y en este caso
se introduce proximalmente junto a la tuberosidad anterior de la tibia. Se aconseja el enclavado sin fresado
intenso para evitar mayor daños a la vascularización endomedular, teniendo en cuenta la pobre vascularización
perióstica de este hueso.
Para las fracturas de trazo trasverso puro, trasverso con tercer fragmento de pequeño tamaño, oblicuo o
espiroideo corto, de localización medio-diafisaria es suficiente el clavo simple no cerrojado. Para los trazos más
complejos se utiliza el clavo cerrojado en uno o ambos extremos según los criterios comunes a otras fracturas
diafisarias.
Las fracturas abiertas de grado I (clasificación de Gustilo) pueden tratase como las fracturas cerradas. Las
de grado II también se pueden tratar con enclavado intramedular, pero con un desbridamiento minucioso de la
herida y cierre. Las fracturas abiertas de grado IIIA y IIIB, clásicamente se trataban con fijadores externos para
poder reparar los defectos de partes blandas y hueso en intervenciones posteriores, pero los criterios actuales,
dado el buen resultado obtenido, es el enclavado de entrada con desbridamiento de la herida, que se repite en
sucesiva intervenciones si es necesario, seguido de la reconstrucción plástica del defecto. Las fracturas de Tipo
IIIC siguen tratándose con fijador externo y limpiezas sucesivas, seguido de reconstrucción ósea y partes
blandas.
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ESGUINCES DE TOBILLO
El esguince de tobillo es la lesión articular mas frecuente, especialmente las que afectan al ligamento
lateral.
Esguince del ligamento lateral.
Se produce por un mecanismo forzado de inversión del pie (flexión plantar, supinación del antepié y varo
del retropié), al tropezar con un obstáculo, bajar una escalera o durante la práctica deportiva. Facilitan el
traumatismo una laxitud ligamentosa, el uso de tacón o un pie cavo con varo del retropié.
La sintomatología es fundamentalmente dolorosa, con un intervalo de 6 horas. En el momento de la lesión
hay dolor intenso que cede a los pocos minutos, para reaparecer con máxima intensidad a las 6 horas. Pasado
este tiempo empieza a instaurarse un edema en cara anterior del maléolo y pasadas las 24 horas suele aparecer
una infiltración hemática de la piel según la intensad dela lesión ligamentosa.
A la exploración hay dolor a punta de dedo sobre el ligamento y la maniobra de inversión del pie es muy
dolorosa. Se debe explorar la estabilidad del tobillo para valorar el grado de lesión. Si existe inestabilidad al
forzar el varo del tobillo y se observa que el astrágalo de desplaza hacia delante al empujar anteriormente el pie
desde el talón se trata de una rotura completa que afecta a ambos componentes (grado III). Si solo hay
inestabilidad al varo están rotos los ligamentos peroneoastragalino anterior y peroneocalcáneo (grado II). Si el
tobillo es estable para ambas maniobras, se trata de una rotura fibrilar (grado I).
El estudio radiográfico estático solo tiene interés para descartar otras lesiones. En los casos que la
exploración clínica plantee dudas sobre la estabilidad se recurre a las radiografías dinámicas comprar activas
con anestesia local, forzando el pie en varo y midiendo el bostezo articular, comparado con el lado sano.
Los esguinces de grado I (roturas fibrilares) pueden tratase con infiltraciones locales de anestésico y reposo
relativo, pero con frecuencia quedan secuelas dolorosas. Se recomienda un vendaje compresivo, con o sin férula
de yeso, los primeros 5-7 días, y después se continúa el tratamiento con vendaje elástico adhesivo, colocando
tiras de vendaje adheridas a la piel en dirección del ligamento peroneoastragalino anterior y peroneocalcáneo
hasta completar las tres semanas de tratamiento.
Los esguinces de grado II requieren inmovilización completa del tobillo con yeso durante 6 semanas.
En las roturas completas (grado III) puede conseguirse buen resultado con una inmovilización completa
con yeso durante 8 semanas, pero el tratamiento de reconstrucción quirúrgica da mas seguridad en los
resultados.
La complicación más frecuente del esguince de tobillo lateral es la contusión o la fractura osteocondral de
la superficie del astrágalo en la vertiente medial, al golpear contra la superficie articular de la tibia, durante la
inversión del pie. Su diagnostico inicial es muy difícil, casi siempre pasa desapercibida, solo la RM practicada
ante la persistencia de dolor, o la radiografía cuando el foco de osteocondritis se ha delimitado, se llega al
diagnóstico. Es una posibilidad que debe considerarse siempre ante una secuela dolorosa de tobillo.
Son frecuentes las secuelas dolorosas en el ligamento en esguinces no inmovilizados adecuadamente, que
requieren infiltraciones reiteradas. Debe insistirse en la adecuada inmovilización de estas lesiones.
Los esguinces graves no tratados adecuadamente pueden desencadenar una inestabilidad de tobillo, con
dolor y esguinces de repetición. Generalmente requieren intervención quirúrgica de refuerzo mediante el tendón
del músculo peroneo corto con las distintas técnicas descritas.
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Clínicamente aparece dolor que aumenta con la rotación externa y el valgo de retropié y tumefacción
temprana sobre el ligamento, con dolor a punta de dedo a la exploración.
La radiografía estática solo sirve para descartar lesiones óseas. Las radiografías dinámicas estarán
indicadas cuando existen dudas de inestabilidad forzando el retropié en valgo.
Requieren tratamiento mediante inmovilización con yeso 4-6 semanas en las formas incompletas. Las raras
roturas completas aisladas requieren tratamiento quirúrgico.
Fracturas maleolares
Los mismos traumatismos que provocan los esguinces, pero con mayor intensidad, provocan las fracturas
maleolares.
Los traumatismos que provocan lesiones maleolares producen fuerzas de tracción en una vertiente y
fuerzas de rotación o compresión en otra vertiente, existiendo, en la gran mayoría de casos dos puntos de lesión.
Las fuerzas de tracción dan lugar a lesiones ligamentosas o trazos de factura trasversos, la fuerza des
compresión trazos oblicuos y las fuerzas de rotación trazos espiroideos.
Clasificación. La clasificación de las fracturas de tobillo es una de las mas discutidas. Cuando se tenía un
criterio terapéutico conservador, tenía mucha importancia el mecanismo de producción ya que la reducción e
inmovilización había que hacerla forzando el movimiento contrario al de producción. La clasificación de Ashurt
y Bromer (1922) distinguía según los mecanismos de producción: fracturas por rotación externa, por abducción
y por adducción. Lange y Hasen (1950) completan esta clasificación considerando si el pie está en pronación o
supinación en el momento de la factura y mejoran las directrices del tratamiento conservador.
El cambio de criterio de tratamiento conservador a tratamiento quirúrgico cambió los criterios de
clasificación, considerando el estado de la sindesmosis, fundamental para mantener la pinza maleolar, como el
elemento principal a considerar. La clasificación de Weber (1965) distingue:
Fracturas suprasindesmales. La fractura del peroné se sitúa por encima de la sindesmosis, que está siempre
lesionada
Fracturas transisdesmales. La fractura de peroné se sitúa nivel de la sindesmosis
Fracturas infrasindesmales. La fractura del peroné se sitúa por debajo de la sindesmosis.
Prácticamente la clasificación de Ashurt y la de Weber coinciden asilas fracturas supresindesmales son por
abducción, las transisdesmales por rotación externa y las fracturas infrasindesmales por aducción.
Las fracturas por abducción se inician tienen un componente de fractura trasversal del maléolo medial por
tracción y una fractura de peroné por encima de la sindesmosis, con arrancamiento de los ligamentos de la
sindesmosis, o a veces, el arrancamiento de la inserción del ligamento anterior (fractura de Tillaux) y finalmente
una fractura del maléolo posterior.
Las fracturas por rotación externa, cuando el pie está en eversión se inician por una rotura del ligamento
deltoideo o una fractura trasversal del maléolo medial, seguida de una fractura espiroidea de peroné a nivel de la
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sindesmosis, ocasionalmente una fractura de Tillaux. La fractura del peroné no siempre es en la sindesmosis, en
algunos casos es suprasindesmal y muy alejada del tobillo (fractura-luxación de Dupuytren) o incluso en el
cuello del peroné (fractura-luxación de Maisoneuve). Finalmente se rompe el maléolo posterior. Si el pie está en
inversión primero se produce la fractura de maléolo peroneo externo espiroidea transindesmal, luego el maléolo
posterior y luego en maléolo medial, con un trazo trasverso.
Las fracturas por aducción se inician por una fractura trasversal infrasindesmal del maléolo peroneo,
posteriormente una fractura oblicua, casi vertical del maléolo medial, y rara vez el maléolo posterior
No en todos los casos se completan la secuencia descrita y es posible la lesión de uno o dos maléolos.
Manifestaciones clínicas y diagnóstico. Las manifestaciones clínicas son muy evidentes: dolor intenso,
impotencia funcional, deformidad tanto mayor cuanto mayor es el grado de luxación del tobillo y edema muy
intenso y precoz.
El estudio radiográfico en proyecciones anteroposterior y perfil son suficientes para el diagnóstico. Si
existe dudas del desplazamiento de una fractura del maléolo medial una proyección anteroposterior del tobillo
en rotación de 25 nos despliega la imagen del maléolo del resto de estructuras óseas y se aprecia mejor el
desplazamiento.
Tratamiento. Las fracturas de tobillo requieren de una reducción anatómica, de lo contrario la artrosis
postraumática es segura.. El tratamiento conservador mediante inmovilización enyesada durante 8 semanas, está
solo indicada en fracturas simples no desplazadas, como puede ser la fractura espiroidea de peroné.
Hasta la intervención se realizará de entrada una reducción de la fractura, para evitar el sufrimiento
cutáneo y un vendaje compresivo, manteniendo el miembro en alto para evitar el edema. La intervención
definitiva se realizará lo antes posibles, ya que a partir de las 24 horas pueden formarse flictenas importantes
que contraindicarán la intervención por peligro de infección, y hay que demorarla hasta que se resuelvan.
Se recomienda comenzar con la reconstrucción del maléolo medial. En la fractura suprasindesmal
trasversal se puede colocar una guja intramedular pero puede corregir el valgo fisiológico del extremo del
peroné con mala reducción, por lo que se prefiere la placa atornillada. Las fracturas oblicuas espiroideas se
pueden fijar contornillo perpendiculares al trazo de fractura. También las fracturas transversales
infrasindesmales se trata con tornillo perpendicular al trazo.
Si la sindesmosis está rota, se colocará un tornillo de peroné a tibia, para cerrar la sindesmosis hasta que se
consiga la cicatrización, retirándolo a la 6ª semana para permitir su movilidad durante la flexoextensión del
tobillo. En caso de fractura de Tillaux se fijará el fragmento con un pequeño tornillo.
Posteriormente se sutura el ligamento deltoideo si está roto, o si se trata de una fractura de maléolo se fija
con un tornillo.
El maléolo posterior solo requiere reducción y fijación con tornillo cuando afecta a la superficie articular.
A las tres semanas pude iniciarse la marcha en descarga y no se permitirá la carga hasta pasados 3 meses.
Los problemas de seudoartrosis son poco frecuentes. La secuela mas grave y frecuente es la artrosis de
tobillo por una mala reconstrucción.
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tumefacción. El estudio radiológico simple en proyecciones anteroposterior y perfil suelen ser insuficientes para
valorar los desplazamientos de todos los fragmentos. Hay que recurrir a proyecciones radiográficas oblicuas y
en algunos casos al TAC para planificar adecuadamente el tratamiento.
Requieren tratamiento quirúrgico, planteando grandes dificultades para la reducción y fijación, por su alto
grado de conminución. Se requieren placas atornilladas complementadas con tornillos de compresión
interfragmentaria para reducir fragmentos aislados. En ocasiones la reducción y fijación es importantes
recurriendo a un fijador puente desde tibia a calcáneo, colocado a tracción y una osteosíntesis mínima para
reducir y fijar los fragmentos de la superficie articular.
En estos casos si que hay problemas de consolidación, el retardo de consolidación es muy frecuente y
muchos casos terminan en seudoartrosis. Las fracturas abiertas fácilmente evolucionan a seudoartrosis
infectadas. Las artrosis postraumáticas son frecuentes por la imposibilidad de una reducción anatómica en
muchos casos.
El postoperatorio de estas fracturas requiere tiempo de descarga superiores a los 3 meses.
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fina.
Se producen por un mecanismo de dorsiflexión descrito por Anderson como propio de los accidentes de
los primitivos aviones, denominándola “fractura del aviador”. Este mismo mecanismo se produce en los actuales
vehículos motorizados, o durante una caída por escalera.
La dorsiflexión forzada provoca que el dorso del cuello del astrágalo contacte con el reborde anterior de la
tibia, a la vez que se tensan los ligamentos, produciéndose importantes fuerzas de inflexión, que provocan una
fractura generalmente simple y de trazo transverso.
Dependiendo de la intensidad del traumatismo se produce mayor o menor desplazamiento pudiendo
diferenciarse los siguientes grados de fractura:
Fractura grado I.- No desplazada. Se complica con necrosis del cuerpo solo en un 10% de casos.
Fractura grado II.- Fractura del cuello desplazada con subluxación del cuerpo. El índice de necrosis del
cuerpo llega hasta el 40%.
Fractura grado III.- Fractura desplazada con luxación del astrágalo. El índice de necrosis del cuerpo
alcanza el 70%.
Tratamiento.
Las fracturas de grado I se pueden tratar con botín de yeso en posición neutra, sin cargar durante 10-12
semanas. La fijación con una aguja percútanea da mayor seguridad.
En los grados II y III se requieren una reducción seguida de fijación. La intervención debe ser de urgencia
para evitar que progrese la isquemia del cuerpo por acodamiento de los vasos que quedaron íntegros. En algunos
casos puede conseguirse la reducción con flexión plantar y ligera eversión del pie, pero es más sencillo y seguro
el tratamiento quirúrgico reduciendo la luxación o subluxación hasta conseguir la reducción anatómica. La
fijación se realiza con tornillos de compresión interfragmentaria, mejor que con agujas.
Tras la intervención quirúrgica se mantiene una inmovilización de 12 semanas, seguido de 4 semanas de
movilidad sin carga permitiendo el apoyo a partir del 4º mes.
Secuelas
La secuela mas frecuente y grave es la necrosis del astrágalo por razones ya expuestas. Aproximadamente
el 30% de las fracturas de cuello dan esta complicación y es tanto mas frecuente cuanto mayor es el
desplazamiento.Evoluciona hacia el colapso del hueso y artrosis tibio-astragalina, y en menor grado astrágalo-
calcáneo.
En la radiología simple se observa una densificación progresiva, seguida de colapso y signos de artrosis.
La RM permite un diagnóstico precoz.
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Algunos casos son bien tolerados durante bastante tiempo, pero finalmente es necesaria la artrodesis tibio-
astragalina con aporte de injerto dadas las dificultades de consolidación.
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FRACTURAS DE CALCANEO
El calcáneo es el hueso del pie que se fractura con más frecuencia. Está formado por una estructura
esponjosa recubierta de una fina cortical, lesionándose por fuerzas de compresión. Por su situación y por tratarse
de un hueso de apoyo, da secuelas frecuentes.
Es un hueso corto un eje longitudinal doble que su anchura y altura. Distinguimos en él dos porciones:
La porción posterior, denominado tuberosidad posterior, sin carillas articulares sirve de inserción para el
potente tendón de Aquiles y es el punto de apoyo durante la marcha. La zona medial mas prominente se
denomina tubérculo medial
La porción anterior posee las carillas articulares. En la parte superior y posterior una carilla grande que se
articula con el astrágalo, sobreelevada en la estructura anatómica que denominamos tálamo, verdadera soporte
del astrágalo y cuya lesión trastorna toda la biomecánica del pie. En la porción del calcáneo anterior a esta
carilla es lo que denominamos apófisis mayor, y posee una carilla articular para la cabeza del astrágalo por
arriba y otra anterior para el cuboides. En la zona medial de la poción anterior del calcáneo tenemos la apófisis
menor o “sustentaculo tali” que presenta una pequeña carilla articular también para la cabeza del astrágalo.
Etiología
Son propias de accidentes laborales por caídas desde altura, acompañándose frecuentemente de fracturas
en huesos vecinos. Los mecanismos indirectos son posibles pero infrecuentes.
Clasificación.
Por el distinto pronóstico se distinguen dos grandes grupos.
Fracturas extraarticulares que plantean pocos problemas para el tratamiento y no suelen dejar secuelas.
Fracturas intraarticulares o subtalámicas, que rompen la relación calcáneo-astrágalo, de difícil y discutido
tratamiento y con frecuentes secuelas funcionales.
El que se produzca una fractura u otra depende de la intensidad del traumatismo y de la posición del pie en
el momento de la caída
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Manifestaciones clínicas
Son fracturas que provocan dolor espontáneo intenso y a la movilización del tobillo y el pie. El apoyo del
talón es imposible por el dolor. Todas presentan un edema intenso del talón y una infiltración hemorrágica
temprana. La deformidad depende del desplazamiento y consiste en un ensanchamiento y acortamiento del talón
con descenso del nivel de los maléolos.
Valoración radiográfica.
Tres son las proyecciones radiográficas de interés para el estudio de la fractura de calcáneo.
La proyección lateral, en la que se debe medir el ángulo de Böhler formado por la línea tangente que va de
la zona mas prominente de la carilla articular posterior hasta la zona mas alta de la apófisis anterior y la línea
tangente que va desde la zona más prominente de la carilla articular posterior a la zona mas alta de la
tuberosidad posterior. Este ángulo debe medir unos 35º y debe recuperarse en tratamiento de estas fracturas
Proyección axial con el pie en máxima flexión dorsal.
Dorsoplantar para la valoración de la tuberosidad mayor del calcáneo.
La TAC es frecuentemente necesaria para valorar las fracturas complejas y el tratamiento quirúrgico.
Fracturas extraarticulares
Las más frecuentes son:
- Del sustentáculo tali
- Fractura frontal o parcial de la tuberosidad posterior
- Fractura del tubérculo medial
Tratamiento
El tratamiento conservador con inmovilización en botín de yeso durante 8 semanas, es el habitual en las
fracturas nos desplazadas.
En las fracturas desplazadas el tratamiento clásico ha sido conservador mediante reducción cerrada de la
fractura, ayudados del compresor lateral de Böhler y clavos percutáneos que ensartados en los fragmentos
permiten manipularlos y fijarlos, quedando incluidos en el yeso. Incluso en las graves fracturas imposibles de
reducir se preconizaba el tratamiento funcional con movilización precoz sin carga. Se huía del tratamiento
quirúrgico por la dificultad de reducir y sobre todo de fijar estas fracturas y el alto índice de complicaciones
sépticas y necrosis de la piel.
La tendencia actual es al tratamiento quirúrgico con reducción lo mas anatómica posible y fijación con
tornillos a compresión interfragmentaria en las fracturas simples, o placas atornilladas en las complejas,
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recurriendo a injertos óseos para cubrir la zonas de aplastamiento. Ha sido muy discutido hasta hace unos años
el tratamiento quirúrgico porque no parecía ofrecer mejores resultados que el tratamiento conservador, pero las
mejoras en los sistemas de fijación de las fracturas están mostrando cada vez mejores resultados con el
tratamiento quirúrgico.
Secuelas
Las secuelas de las fracturas de calcáneo son muy frecuentes. Las habituales son.
Artrosis subastragalina. Si se acompaña de rigidez completa pueden ser asintomáticas. Las formas
sintomáticas pueden tratarse con infiltraciones consiguiendo buenos resultados en muchas ocasiones. Otras
requieren de una artrodesis
Atrapamiento de los tendones peroneos. Por su relación anatómica con el calcáneo pueden ser atrapados
estos tendones por el cayo de fractura o mas frecuentemente por una fibrosis. Pueden tratarse con infiltraciones
y si fracasan con liberación quirúrgica
Formación de espolones. Son la consecuencia de la consolidación de fragmentos no reducidos. Pocas
veces requieren extirpación quirúrgica a que se toleran bien con plantilla almohadillada.
Atrapamiento del tibial posterior (síndrome del túnel del tarso). Tiene la misma etiología que el
atrapamiento de los tendones peroneos y suelen requerir liberación del nervio
Talalgia. Son frecuentes por rotura de los septos fibrosos de la grasa. Son rebeldes al tratamiento y pueden
requerir intervenciones de denervación
LESIONES MEDIOTARSIANAS
A nivel mediotarsiano tenemos la articulación de Chopart formada por la articulación del astrágalo con el
escafoides y del calcáneo con el cuboides, participando en el movimiento de pronosupinación y ligera flexión
dorsal y plantar. Los elementos óseos de esta porción son el escafoides, cuboides y cuñas.
Las lesiones de esta zona suelen producirse por fuerzas de compresión longitudinales que pueden fracturar
el cuboides o las cuñas, con trazos habitualmente transversos, o el escafoides con un trazo longitudinal, o bien
pueden producir una luxación en la que el antepié se desplaza plantarmente. Aunque la articulación tiene una
importancia de segundo orden, se requiere de la reducción anatómica con fijación para evitar la artrosis
secundaria.
Otra lesión de esta zona es el arrancamiento del tubérculo del escafoides por una tracción violenta de la
inserción del tibial posterior. Pocas veces está desplazada, pero si así ocurre requiere reducción y fijación
quirúrgica.
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Lección 39. Deformidades del Pie 32
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Lección 39. Deformidades del Pie 33
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Tratamiento.- El fin del tratamiento es restablecer las relaciones entre el astrágalo, escafoides y
calcáneo. Para ello existen gran cantidad de técnicas publicadas en la literatura. Actualmente se
recomienda:
En la etapa precirugía, durante los primeros meses de vida pueden utilizarse yesos correctores
seriados con objeto de intentar elongar los tejidos acortados (piel, tendones, etc.) pero no es posible
obtener la corrección total.
Las técnicas quirúrgicas van encaminadas a intervenciones de:
1) Liberación de estructuras ligamentosas acortadas dorsales.
2) Liberación capsular posterior tibio-astragalina y subastragalina.
3) Alargamiento de los tendones extensores de los dedos, extensor del dedo gordo y tibial
anterior.
4) Reducción de la luxación astrágalo-escafoidea.
5) Proporcionar estabilidad a la articulación subastragalina mediante una artrodesis extraarticular
de Grice.
En casos tardíos, se recurre a la escafoidectomía para conseguir la alineación del pie o bien a la
triple artrodesis.
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Tratamiento.- El tratamiento debe iniciarse precozmente, si es posible en los primeros días del
nacimiento y nunca catalogar un pie como rígido sin haber realizado previamente tratamiento
conservador mediante manipulaciones suaves.
Tratamiento Ortopédico.- Dicho tratamiento consta de:
1) Manipulaciones suaves que van dirigidas hacia el estiramiento de los tejidos blandos retraídos
e intentando reducir el escafoides hacia la cabeza astragalina.
2) Inmovilización en vendaje adhesivo o bien enyesado, según el grado de rigidez que presente y
cambiándolo cada semana.
3) Una vez alcanzada la corrección de las deformidades (2 meses) proseguir con la
inmovilización durante 3 meses adicionales.
4) Dispositivos ortopédicos tales como férula de Denis-Brown, CRS, Seringe para mantener la
corrección hasta la edad de marcha.
En caso de no conseguir la corrección a los 3 meses de edad o recidiva de la deformidad se
interrumpe el tratamiento ortopédico y se recurre a la intervención quirúrgica. El éxito de este tratamiento
ortopédico es bajo si no tenemos en cuenta el pie zambo postural cuyo resultado es siempre bueno.
Tratamiento quirúrgico.- Tiene unas indicaciones determinadas:
1) Fallo del tratamiento ortopédico
2) Niños no tratados precozmente
3) Recidivas de la deformidad
4) Pie zambo teratológico
Las técnicas quirúrgicas a realizar son:
1) Operaciones liberadoras de tejidos blandos
2) Transferencias tendinosas.
3) Intervenciones óseas, tipo osteotomías correctoras.
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Lección 39. Deformidades del Pie 36
Prof. J.Gascó
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Lección 39. Deformidades del Pie 37
Prof. J.Gascó
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Lección 39. Deformidades del Pie 38
Prof. J.Gascó
del pie esté alargado respecto al lateral. Además el eje de carga de las extremidades caería sobre el lado
medial del pie.
- Reductibilidad de la deformidad cuando el pie está en descarga
Exploración.- Es importante la exploración de la flexibilidad:
1) El arco aparece cuando el pie está en descarga
2) Al ponerse de puntillas aparece el arco
3) Test de JACK (1953). Al hiperextender el dedo gordo el arco aparece y se variza el calcáneo.
Esto se explica por la acción de resorte que ejerce la fascia plantar, puesto que al acortarla mediante la
hiperextensión del dedo gordo, se tensa y tracciona del calcáneo varizándolo.
4) Longitud apropiada del tendón de Aquiles, debiendo permitir los 10-15º de dorsiflexión con la
rodilla en extensión. Cuando esto no es posible se trata de la variedad de pie plano con tendón de Aquiles
corto que requiere otro tratamiento.
5) Comprobar la presencia de laxitud ligamentosa
Podoscopio.- Mediante este examen se valora el grado de hundimiento del arco longitudinal y
zonas de hiperpresión y sobrecarga. Esto hizo que se clasifique en grados de gravedad:
- Primer grado, istmo cóncavo pero ensanchado. Es grado leve
-Segundo grado, desaparición del istmo y borde medial de la huella rectilínea. Corresponde
al moderado
- Tercer grado, istmo ensanchado y borde medial de la huella convexo. Equivale al grave.
Fotopodograma.- Consiste en la impresión de la huella plantar en clichés radiográficos.
Examen radiológico.- Deben realizarse radiografías dorso plantares y perfil en carga. En la
proyección dorso plantar se valora el ángulo astrágalo-calcáneo (N=20º). En la proyección de perfil debe
trazarse la línea imaginaria que pasando por el eje del astrágalo, lo debe hacer por el escafoides y el
primer metatarsiano (Línea de Meary). En el pie plano hay rotura de esta línea puesto que el astrágalo y
escafoides están en flexión plantar respecto a la primera cuña y primer meta.
Otra forma de valoración es medir el ángulo formado por las líneas tangente a la parte inferior
del calcáneo y el plano horizontal (Normal > 25º). También por el ángulo de Costa Bartani que es el
formado entre las líneas que unen el punto más bajo de la cabeza del astrágalo, con el del calcáneo y
cabeza del I meta (Normal = 120º-130º)
Tratamiento.- El riesgo de presentar dolor o incapacidad un paciente con pie plano es mínimo y
por tanto no hay indicación absoluta de tratamiento.
1) Ejercicios: no se ha demostrado que reporten beneficio. Únicamente los dedicados a
estiramientos del tendón de Aquiles, si está corto.
2) Ortopédico: estudios recientes muestran que no existe base científica para prescribir calzados
correctores a los niños y menos aún antes de los 6-7 años de edad. Ningún tipo de calzado o modificación
en el mismo modifica el curso del pie plano flexible.
Solamente estaría indicado este tratamiento en pies:
- Presencia de dolor y fatiga muscular en actividades normales
- Presencia de callosidades plantares mediales
- Destrucción rápida e importantes deformidades en el calzado
Actualmente la plantilla más utilizada es la llamada UCBL que consiste en una plantilla que
sujeta el talón forzándolo en varo mediante apoyo en tres puntos y eleva el arco longitudinal,
realizándose la misma previo molde de yeso corrigiendo la deformidad.
3) Quirúrgico: recomendado en las siguientes indicaciones:
- intolerancia a las plantillas
- persistencia de dolores y fatiga
- presencia de una deformidad grave
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Lección 39. Deformidades del Pie 39
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PIE CAVO
Esta denominación se refiere a la exageración del arco longitudinal como consecuencia de la
presencia de un equino del antepié respecto al retropié. El retropié puede estar en varo, neutro o valgo.
Etiología.- Puede ser de origen:
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Lección 39. Deformidades del Pie 40
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Lección 39. Deformidades del Pie 41
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