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HACIA UNA AGENDA PARA LA GOBERNABILIDAD DEMOCRATICA EN

AMERICA LATINA

CONTEXTO
1. En los dos últimos decenios el régimen democrático ha avanzado en América Latina. Sin
embargo, persisten fragilidades y riesgos para su consolidación. Los cambios políticos y
económicos que está experimentando la región se están realizando en democracia, y en
buena medida, a partir de la valoración de principios democráticos como la participación
electoral y la ampliación de la ciudadanía.
2. La región está viviendo un momento de inflexión, y se encontraría en el umbral de un
nuevo ciclo histórico después de la transición del autoritarismo hacia la democracia y de
las reformas estructurales. En ese contexto surgen ciertas preguntas ¿Qué reemplazará
a las propuestas del consenso de Washington? ¿Qué relación se reconfigurará entre
estado, sociedad y economía en un contexto mundial caracterizado por la creciente
interrelación entre las economías a escala global y la innovación tecnológica?
3. Estos cambios se están produciendo, en contextos económicos y geopolíticos
cambiantes que generan nuevos problemas y oportunidades, y que están posibilitando
una relativa mayor autonomía a los países en la búsqueda de opciones y políticas
propias para su desarrollo:
§ Las perspectivas de la economía mundial para los próximos años son por el
momento positivas, Se estima que la región mantendrá una tasa de crecimiento
positiva –que en 2006 fue de aproximadamente 5%– y una leve desaceleración en
2007. Esta actividad económica continuará siendo impulsada en gran parte por la
demanda externa: se espera un incremento de 6.4% en los términos de intercambio
de la región y aumentos aun mayores para los países exportadores de petróleo, gas
y minerales metálicos (e. g. Bolivia, Chile, Perú y Venezuela). También se espera
que los precios del café y del azúcar se mantengan en los altos niveles actuales, al
igual que las remesas que efectúan los emigrantes a sus países de origen.
§ La mayoría de países de la región tiene además sus principales indicadores
macroeconómicos notablemente estables, se ha reducido significativamente la
magnitud de deuda externa, por lo tanto su incidencia es mucho menor. Y, en
general se cuenta con mayores capacidades para hacer frente a eventuales
fluctuaciones no previstas de los mercados financieros globales. Estas razones,
entre otras, permiten suponer que las proyecciones de mediano plazo de
crecimiento de la economía se mantendrán relativamente favorables, incluso en un
contexto global de mayor incertidumbre. Hay, también, indicios de cambio de
tendencia, sobre todo en algunos países, de los indicadores de pobreza y
desigualdad.
§ No se trataría, sin embargo, de un crecimiento capaz de responder adecuadamente
a los graves problemas sociales, de pobreza y de desempleo que persisten en la
mayoría de los países.
§ Hay pues una coyuntura económica excepcional para encarar reformas sustantivas
y reorientar las políticas públicas, en la medida que las situaciones nacionales
parecen contar con mayores márgenes de acción. Estas situaciones tendrían menos
vulnerabilidades y podrían promover transformaciones productivas que antes habían
sido postergadas por las urgencias generadas por la crónica inestabilidad
macroeconómica y la fragilidad financiera de la mayoría de estas economías. Frente

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a ello cabe preguntarse ¿Cómo afectara la disponibilidad de recursos en manos de
los gobiernos de la región a la dinámica político-institucional? ¿Cómo podría
aprovecharse esta oportunidad para que las orientaciones de esta expansión
afecten sosteniblemente las dinámicas de equidad social?
4. De igual forma, existe una serie de eventos y procesos novedosos que sugieren que los
países latinoamericanos tienen relativamente mayores posibilidades de desarrollar
orientaciones políticas innovadoras y mayor autonomía en el ámbito de la política
internacional: (i) Hay un cierto acuerdo, al menos intelectual y en la percepción de parte
importante de los lideres de opinión latinoamericanos, de que las políticas del consenso
de Washington están agotadas, y se está instalando un ambiente favorable para discutir
opciones alternativas a esta visión. (ii) Pese a su fragilidad y a sus inestabilidades,
actualmente se mantienen democracias electorales en 18 países latinoamericanos. (iii)
En los dos últimos años no se han observado situaciones de crisis severas de
gobernabilidad que impliquen la caída de un presidente, y los indicadores de apoyo y de
satisfacción con la democracia han mejorado en todos los países. (iv) Se están
desarrollando experiencias novedosas de cambio político que están aplicando políticas
heterodoxas de diverso cariz y que se proponen lógicas de integración regional
renovadas.

1. PRINCIPALES HALLAZGOS DEL PAPEP

Tanto por límites de las estructuras económicas como por demandas de la población, es
evidente la necesidad de revalorizar el carácter autónomo de la política y su rol fundamental
para orientar el desarrollo y construir una opción de futuro.
¤ Las significativas transformaciones socio-culturales y económicas que ha experimentado
la región están teniendo serios problemas para ser procesadas por la institucionalidad
democrática. De hecho, la inserción en la globalización y las crisis y tensiones políticas de
inicios de siglo han revelado un agudo desajuste entre las nuevas demandas y los
cambios socio-económicos, y las limitadas capacidades institucionales existentes para la
gestión de tales procesos. Una nueva agenda de gobernabilidad democrática debería
fortalecer la capacidad política de resolución de estos problemas de la sociedad,
paralelamente al fortalecimiento de las instituciones democráticas.
¤ Los problemas de gobernabilidad regional no se relacionan solamente con la persistencia
y agudización de los problemas de pobreza, de desigualdad y de desconfianza en las
instituciones de la democracia, sino también con las nuevas subjetividades de la
población relativas a los procesos de complejización de la sociedad que están colocando
nuevas dificultades a la gestión política. La desigualdad y la pobreza no son sólo
tendencias socioeconómicas estructurales, están en el imaginario de las personas y
constituyen problemas reconocidos por elites y opinión publica.
¤ Los problemas estructurales de pobreza y desigualdad permanecen y en algunos casos
se han profundizado en el último decenio. También se advierte la aparición de nuevos
mecanismos de concentración, exclusión, diferenciación y conflicto sociocultural,
asociados con la complejización del mundo del trabajo y la reformulación de los espacios
territoriales, el debilitamiento o redefinición de las redes y lazos socioculturales en los
grupos de excluidos o semi-ocluidos, los cambios en la escuela, la familia, las
contradicciones y tensiones que genera la entrada masiva de la mujer al mundo del
trabajo o los problemas de movilidad social que enfrentan los sectores medios, etc. Es
decir los escenarios sobre los cuales trabaja la política social son más heterogéneos y
fragmentados.

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¤ Por otra parte las lógicas de exclusión se ven crecientemente afectadas por el desfase
entre la subjetividad y las expectativas de gruesos grupos de la población: los patrones de
consumo están variando y las expectativas están aumentando en sociedades
multiculturales, como las latinoamericanas, de alta desigualdad social asociada a la
cobertura de los medios electrónicos de comunicación. Hay, entonces, malestar y
expectativas frustradas en grandes segmentos de la sociedad, especialmente entre los
jóvenes, que no siempre están correlacionadas con carencias objetivas, y que por
supuesto afectan a la política.
¤ La persistencia de los viejos problemas del subdesarrollo y la dificultad para entender y
responder a los nuevos rasgos de la exclusión, explican la aparición de un sensible
malestar individual y colectivo, la conformación de una subjetividad crítica y escéptica
frente a la política, el recrudecimiento del conflicto social y su fragmentación, pero también
el surgimiento de un ciudadano más crítico, autónomo, con escasa lealtad a partidos o
ideologías, y que exige una política de mayor calidad. Estos factores estarían
contribuyendo a reconfigurar los mecanismos de representación. De distinta manera, se
han instalado en el espacio político tanto demandas de mayor participación del estado, en
la gestión del desarrollo y en la expansión democrática, como demandas de mayor control
ciudadano sobre el poder público. En un extremo, se advierten tendencias hacia la
individualización de la sociedad e incluso hacia la apatía política, al retraimiento religioso
o la conformación de identidades “tribales fuertes”.
¤ Estos desajustes se relacionan además con el otro gran cambio detectado por los
estudios del PAPEP: la creciente conformación del espacio mediático como el espacio
público central en las sociedades latinoamericanas. La mayor parte de las demandas,
agendas de poder y opciones políticas en disputa se construyen y configuran en los
medios electrónicos masivos (televisión y radio principalmente), y en cierta medida
también en el Internet y por medio de otras tecnologías nuevas de comunicación (los
celulares). Estos cambios presionan a la política, introducen nuevas demandas, cambian
el “lenguaje” de la política y están contribuyendo a una recomposición significativa del
espacio público.
¤ En síntesis, todas estas transformaciones parecerían estar configurando sociedades cada
vez más “policéntricas”; es decir sin un único referente de orientación; por el contrario,
cuentan con referentes variados y de distinto índole. La política enfrenta mayores
dificultades para descifrar y gobernar estas sociedades, han surgido nuevos escenarios
políticos, pero no se cuenta con los “mapas” adecuados que ayuden a orientarse en los
mismos. En ese sentido sólo una política innovadora y que considere estas
transformaciones podrá reforzar la gobernabilidad democrática, la cual debería ser
entendida como la capacidad de coordinar estas asimetrías diversas desde la política.
¤ Existen importantes experiencias –sobre todo a nivel local– de recuperación de los
sistemas de representación democrática que resuelven los problemas en el ámbito local y
plantean opciones de democracia más deliberativa. En términos generales, las distintas
ofertas políticas buscan recrear espacios de autonomía y orientar a los mercados y al
desarrollo.
¤ A partir de estas reflexiones se propone la discusión de una Agenda de Gobernabilidad
para la región. Este trabajo se inició en el Taller de Villa Maria (Argentina) en el que
participaron analistas y decisores políticos de organismos internacionales y de Argentina,
Bolivia, Brasil y Chile, así como en varias entrevistas a líderes políticos latinoamericanos.
Posteriormente, en Cocoyoc (México) se realizó la segunda reunión, en la que
participaron también analistas y decisores políticos de Costa Rica, El Salvador, Honduras,

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México y Panamá. El equipo del PAPEP ha recogido las contribuciones de todos los
participantes y con ellas ha elaborado la siguiente agenda.

2. TEMAS PARA UNA AGENDA


La inflexión histórica en América Latina y la necesidad de nuevos “Mapas para la
política”
La región se encontraría en el umbral de un nuevo ciclo político. Por lo tanto, se requiere,
con urgencia, una agenda renovada de gobernabilidad que refuerce las capacidades de los
actores políticos para comprender y responder a los procesos de transformación
anteriormente descritos. Hay coincidencia en que la formulación de tal agenda tendría
factibilidad por realizarse en una coyuntura económica y en un contexto internacional
favorables para este tipo de innovación. Pero también hay coincidencia que los nuevos
cambios económicos y sociales colocan nuevos problemas y desafíos políticos que un
agenda de gobernabilidad tendría que recoger.
Las dinámicas de crecimiento económico e inserción en la economía global no son iguales.
Por ejemplo la fuerza del crecimiento de Centroamérica y México está disminuyendo a
causa del incremento de las exportaciones chinas, mientras que en América del Sur ocurre
lo contrario, ya que exportan sus productos a China. América Latina sería una especie de
rompecabezas, cuyas piezas aparentemente no coinciden. Por lo tanto, el Norte y el Sur de
la región debieran dialogar más para reconstituir agendas en el concierto internacional.
La ausencia relativa de los Estados Unidos de la política regional acompañada por el
debilitamiento en la relación entre el sistema financiero internacional y los principales países
del área, ha producido un sentimiento de autonomía en las elites políticas, más dispuestas
hoy a explorar caminos de reforma que antes habrían descartado por considerarlos
conflictivos.
Por otra parte, si bien hay una percepción compartida sobre la dimensión del cambio social
que se estaría produciendo en la región y de los malestares diversos con la política a los
cuales se asociarían estas transformaciones, no existiría aún consenso pleno sobre la
necesidad de una agenda post neoliberal” común. Sin embargo, entre quienes abogan por
una nueva agenda, hay dudas sobre sus alcances y contenidos, y habría lentitud en su
formulación y discusión. Lo que se observa en América Latina es, más bien, una
multiplicidad de orientaciones nacionales y formas diversas de encarar los desafíos
reseñados anteriormente, obviamente influenciadas por las particularidades de cada país, o
sub-región, pero también por interpretaciones diferentes acerca de la radicalidad del cambio
o del grado de ruptura con las reformas estructurales de los noventa.
La importancia de la innovación política para gestionar el cambio
Hay un acuerdo en que una agenda de gobernabilidad democrática que fortalezca las
capacidades políticas de los actores debería pasar por el reconocimiento de que la política
es el principal, y para algunos único, factor que puede regular las fuerzas del mercado. Es
decir, desde la renovación de la política que se debe pensar la reforma del estado y del
mismo sistema político. Se trataría justamente de recrear un nuevo tipo de Estado, capaz de
encarar y gestionar la complejidad y fragmentación social anteriormente descritas, pero esta
vez potenciando la demanda ciudadana por una sociedad más igualitaria y no
necesariamente más consumista. De las discusiones surgió como interrogante qué
instrumentos posee la política para lograr que la austeridad y la solidaridad constituyan
referentes del comportamiento social.

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Fortalecimiento institucional y mayor estatalidad
Una de las principales preocupaciones, especialmente en México y Centroamérica, estuvo
asociada al crecimiento de poderes fácticos que deterioran las instituciones de la
democracia y la legitimidad de los estados en su función de garantes del orden público. De
cierto modo, el sistema político de toma de decisiones estaría distorsionando al régimen
democrático. Un aspecto de crucial importancia se refiere al control de la economía criminal
y sus efectos de apropiación de las instituciones y de la economía formal. Como mínimo,
debiera plantearse un debate serio sobre los efectos de la economía criminal en la
democracia y el desarrollo, e impulsar la creación de instituciones sólidas, solventes y con
legitimidad social. Asimismo, sería fundamental elaborar políticas para fortalecer los
espacios públicos, donde se reconstituyan los lazos y la convivencia de los distintos
sectores de la sociedad. En particular, la utilidad de las políticas culturales es clara.
Hay consenso sobre el rol estratégico que debería asumir el Estado en esta coyuntura,
pero hay visiones diversas sobre el alcance de sus responsabilidades
Hay igualmente coincidencia en el grupo y en los entrevistados en que el Estado debería
asumir un papel estratégico en la reconstitución de las capacidades de la sociedad y en la
promoción de la transformación económica necesaria para avanzar eficazmente hacia una
mayor equidad social. Si bien hay divergencias y orientaciones ideológicas heterogéneas
sobre el carácter y alcance de esta acción, se mencionaron los siguientes temas comunes: i)
fortalecer una cultura de gobierno que promueva la eficacia, mantenga la unidad y las
autonomías del Estado; ii) más y mejores estadísticas; iii) fortalecer las áreas de
planificación con horizontes de futuro; iv) revisar la estructura regresiva de los sistemas
impositivos; y, principalmente, v) fortalecer las instituciones reguladoras del funcionamiento
de la democracia (cortes electorales, contralorías, etc.).
El fortalecimiento de los partidos y las demandas de participación de la ciudadanía no
serían incompatibles, más bien se podrían reforzar mutuamente
La innovación de la política requiere pensar previamente qué tipo de sociedad se quiere
construir. Frente al dilema y las tensiones existente entre la sociedad y los partidos políticos,
parecería necesario pensar en una nueva gramática del conflicto que logre articular a los
partidos políticos con nuevas oportunidades de democratización y de expansión de la
cultura cívica, que promueva espacios deliberativos plurales en la sociedad civil y entre esta
y los partidos, que democratice las relaciones de género en la sociedad y al interior de los
propios partidos, que descentralice el poder, que genere políticas sociales innovadoras que
consideren los cambios que se han producido en la sociedad y que reconozca la relevancia
e importancia de los nuevos actores y liderazgos (ecológicos, de género, indígenas, de
demandas éticas, etc.), revalorizando de esta manera el rol coordinador de la política. Se
trataría de fortalecer a las instituciones partidarias, necesarias para la democracia, a través
de una mayor apertura de las mismas a la sociedad.
En este sentido resulta fundamental robustecer la legitimidad de los parlamentos, tanto a
través de reformas y modernizaciones, como de su acercamiento a la sociedad civil y la
opinión pública. Una reforma parlamentaria, debiera enfocarse en la creación de espacios
de deliberación pública entre las numerosas fuerzas, corporaciones e instituciones de la
sociedad para construir consensos y opciones tendientes a resolver problemas. Dichas
opciones debieran ser recogidas por el parlamento para la toma de decisiones. Es
fundamental construir nuevas mediaciones institucionales en las que sea posible dar
respuesta a las demandas de los actores y movimientos socioculturales.

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Necesidad de profundizar el cambio político, resguardando a la vez las instituciones y
prácticas republicanas
El contexto de cambio político genera inquietudes sobre el fortalecimiento y la preservación
de las instituciones y los valores republicanos. En varios países las recientes crisis políticas
y de gobernabilidad han desembocado en un fortalecimiento de los niveles ejecutivos de
gobierno en desmedro del Poder Legislativo. Y, en varios casos se estaría percibiendo un
debilitamiento de los mecanismos de control institucional basados en la división e
independencia de poderes. Esto en contextos de aguda crisis de confianza frente a las
instituciones políticas y en particular de las relacionadas con la deliberación democrática.
Parecería necesario prestar mayor atención a cómo se están reconstruyendo los sistemas
de poder en la región después de las situaciones de crisis y tensión institucional. Parecen
de especial importancia aquéllas referidas a la necesidad de armonizar la urgencia de la
población por obtener respuestas rápidas de la política y los tiempos del Parlamento, como
también a la armonización de una mayor participación social en la política con la estabilidad
de las instituciones republicanas. Parecería necesario “recuperar la legitimidad de la
deliberación” y el valor de los órganos legislativos. También se mencionó que la
preservación de los derechos de las minorías políticas sigue siendo un aspecto esencial de
la democracia que no debería ser olvidado o subordinado a otros objetivos.
Fortalecer un espacio público mediático más plural y equitativo
La relación entre los políticos, las instituciones democráticas y los medios de comunicación
está en el centro de la conformación del espacio público. La transformación de la relación
medios-política estaría afectando las maneras como se “hace la política”, el modo como la
ciudadanía percibe a sus gobernantes y a las instituciones, y estaría generando
susceptibilidades en relación al “poder de los medios”. En varios casos el acceso público
igualitario a los medios masivos, que es un requisito básico de la teoría republicana, no
estaría siendo garantizado del todo ¿Cómo se puede gestionar este nuevo contexto desde
la política, sin limitar las libertades de opinión y de información? ¿Cómo promover que los
medios se constituyan efectivamente en un espacio público democrático y equitativo?
La identidad de la región y su papel en el escenario mundial
Hay cierto consenso sobre las limitaciones de las ideas políticas en la región, y acerca de la
dificultad para articular/integrar las diferentes orientaciones políticas que están apareciendo
y se están desarrollando ¿Cómo pensar la “integración regional” en un contexto de países
tan desiguales y con experiencias disímiles? ¿Existe una única agenda post neoliberal en la
región? Éstas son cuestiones cruciales para pensar los escenarios políticos
latinoamericanos futuros.
La primera tiene que ver con los viejos problemas sobre la identidad de América Latina
¿Existe como tal? ¿Es posible hablar de ella como un solo campo analítico?
La experiencia de la primera fase del PAPEP muestra, justamente, que un conjunto de
estudios nacionales concentrados en sus respectivas especificidades permite observar
regularidades y problemas comunes. Por lo tanto, a partir de los estudios nacionales es
posible (y necesario) consolidar una perspectiva regional. Esta perspectiva no es la
sumatoria de las experiencias nacionales sino la fotografía de intersecciones, intereses y
desafíos comunes o contrapuestos que enfrentan las sociedades de la región, más allá de
sus diferencias. Esos puntos en común y conflictos de intereses simultáneos muchas veces
han sido el motor o el freno de la integración regional y de alianzas entre vecinos. No
obstante, las características de los desafíos sociales, económicos y políticos que enfrenta el
espacio latinoamericano en el mundo globalizado, ponen en evidencia que es necesario

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construir una mirada más amplia que pueda potenciar los esfuerzos que se realicen desde
la política o el mundo del desarrollo, tanto a nivel local como nacional.
¿Es posible pensar en una visión regional, a partir de orientaciones políticas nacionales
diversas?
El otro tema controvertido es la fuerza y efecto de las divergencias entre las orientaciones
políticas que se están desarrollando en la región. El PAPEP elaboró una tipología con las
principales orientaciones políticas observadas en la región: modernización conservadora;
reformismo práctico; nacional-popular y neo-desarrollismo indigenista. Entre los
participantes se destacó una visión que si bien reconoce la fuerza del cambio asociado a la
creciente participación popular en los procesos políticos en América Latina, considera que
ésta se traduce en modelos o tipos de cambio política divergentes y a veces contrapuestos.
Sin embargo, en términos generales se argumentó que para garantizar la sosteniblidad de la
democracia es fundamental afianzar las instituciones de la democracia. Más allá de las
orientaciones ideológicas la fortaleza de las instituciones posibilitará el éxito de una o otra
opción. No obstante, no es un tema exento de controversias.
Un punto de vista señala la existencia de un conjunto de países del Cono Sur que estarían
llevando a cabo procesos post neoliberales, en el marco de la estabilidad macroeconómica,
el respeto por las instituciones democráticas y desde lógicas más bien “gradualistas”. Esto
se produciría en sociedades algo más homogéneas, provenientes de procesos de transición
democrática relativamente exitosos, y que no han experimentado cambios bruscos en la
conformación de sus elites aunque se perciba una mayor presencia de grupos de
centroizquierda en los últimos tiempos. Sin grandes rupturas institucionales, estos países
estarían logrando crecer y ser exitosos en la lucha contra la pobreza, pero quizás con cierta
lentitud en la formulación de una agenda post neoliberal más agresiva.
Por otra parte, existiría otro grupo de países que presentaría un tipo de cambio más
“radical”. Se trataría por lo general de países con economías que poseen significativas
rentas petroleras o gasíferas, cuyos sistemas políticos habrían sufrido profundas crisis e
inestabilidad institucional. Estos países se encontrarían atravesando procesos de reformas
constitucionales, con profundos cambios en los grupos dirigentes, y en los cuales existirían
inquietudes sobre su posibilidad de evolucionar hacia sociedades más democráticas y con
instituciones republicanas sólidas. Se visualizan problemas entre ambos tipos de orientación
que podrían dificultar la integración regional ante la debilidad de una base mínima de
entendimientos y convergencias. Sin embargo la diferencia sustantiva entre unos y otros
radica en el grado de fortaleza de sus estructuras institucionales. La cuestión de los
recursos energéticos agregaría viabilidad a los escenarios de gobernabilidad.
Frente al anterior enfoque se manifestaron puntos de vista más “optimistas” que resaltan
que pese a las diferencias ya existirían ciertos consensos comunes, por ejemplo acerca de
la prudencia fiscal, la estabilidad macroeconómica y una agenda en pos más y mejor
democracia. Existiría un posible corpus conceptual común basado en el incremento de la
democracia, de su expansión participativa y de su calidad institucional, entendido como
elemento constitutivo de la cohesión social. Ahí podría estar el núcleo de un pensamiento
latinoamericano actual. Por otro lado se apuntó igualmente que la realidad regional muestra
en la práctica mucho más complejidad que las “tipologías duales”, habría en la práctica
alianzas y articulaciones a “geometría variable” de acuerdo con intereses específicos y
comportamientos mucho más pragmáticos de lo que a veces se suele admitir a partir de las
simplificaciones ideológicas. De todas maneras, la pregunta persiste ¿Cuál es la realidad
concreta de estas divergencias en las orientaciones ideológicas en la región? ¿Cómo
podrían afectar los escenarios futuros de América Latina? ¿Es posible pensar en una
agenda común?

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La necesidad de construir y difundir ideas para la gobernabilidad democrática de
América Latina
Uno de los lideres políticos entrevistados afirmaba de que “no se puede seguir haciendo lo
mismo, por muy exitoso que haya sido”, llamando la atención sobre la necesidad de innovar
y los riesgos de repetir a-críticamente experiencias por muy exitosas que hayan sido en
otros contextos. De ahí la necesidad, en la que coinciden la mayoría de los participantes de
ambos grupos, de promover, construir y discutir un sistema de ideas regional que incida en
las relaciones de poder en cada uno de los países. Esto supondría promover una agenda
intelectual y analítica independiente que contribuya a la evolución de las capacidades de los
actores políticos y sociales para que estén a la altura de la complejidad de los nuevos
problemas que deben enfrentar. Los participantes del encuentro en México, además,
propusieron una agenda mínima para la gobernabilidad democrática.

3. HACIA UNA AGENDA MÍNIMA DE GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA

Limitar el desarrollo de los poderes fácticos y enfrentar los poderes ilegales

Las instituciones democráticas y el estado, en muchos países de la región, están


experimentando un desbordamiento por diferentes poderes. Por una parte, fácticos como
los circuitos financieros, los grupos de poder económico concentrado, y por otra parte, de
carácter distinto y de naturaleza ilegal, como el crimen organizado y el narcotráfico. Los
primeros presionan directamente sobre las instancias de decisión, y los otros intentan, y lo
consiguen en no pocas oportunidades, penetrar y controlar las instituciones del estado. Es
necesario entonces que el conjunto de la vida democrática y sus conflictos se canalicen a
través de instituciones. El objetivo es buscar la mejor coincidencia entre el sistema político y
el régimen democrático. También se debe fortalecer una “cultura de gobierno” en la
sociedad, desarrollar una fuerte ética publica –eficaz para enfrentar las prácticas corruptas-
y acrecentar la eficacia de la burocracia estatal, imbuyendo de la correspondiente
orientación política a las tradiciones administrativas públicas eficientes.

Democratizar el espacio público mediático

El espacio público esta siendo redefinido por los medios de comunicación de masas y las
nuevas tecnologías de la información. Es necesario afrontar la democratización de ellos y
garantizar un acceso igualitario a los medios y al espacio público. Paralelamente, parece
fundamental la formulación de propuestas políticas donde se abran nuevas formas de
participación y de control ciudadano sobre la acción de las instituciones públicas, nuevas
propuestas que se sometan al debate público usando los sistemas de comunicación que
tienden a ser cada vez más presentes en la vida cotidiana de las personas. Es fundamental
superar la relación perniciosa entre crisis de representación y perdida de confianza,
propiciada por la descalificación de los políticos y de la función publica alentada, en
muchos casos sistemáticamente, por los medios. A ello contribuye el desarrollo de modelos
tecnocráticos –supuestamente “apolíticos”- de manejo del gobierno propiciados por ciertas
visiones de orientación neoliberal. A su vez, es indispensable el desarrollo de una cultura
pública y ciudadana por parte de los políticos y su profesionalización para un espacio
público mediático. Ello debe fundamentarse en una “resustanciación” del mensaje político.

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Fortalecer el Poder Legislativo

Hoy es crucial asumir la complejizacion de la representación y de la deliberación pública


como parte del desarrollo de una cultura ciudadana que valoriza el bien público en la gestión
y discusión de las normas comunes. Para ello el reconocimiento de diversas formas de
participación ciudadana debe ir unida a un fortalecimiento de los congresos como instancia
superior en el que desemboca esta participación. Ello implica ampliar las instancias de
deliberación articuladas al órgano legislativo. Se deben promover nuevas esferas públicas
que alientan la deliberación y la creación de opciones que se definen en el Congreso (Ej.:
Consejo Económico y Social, Foros de diálogo nacional). En este sentido, como parte de su
fortalecimiento, una de las reformas centrales que se debe abordar es la del Poder
Legislativo. Debe modernizar y agilizar su funcionamiento, aumentar la transparencia sobre
las acciones individuales y colectivas de sus miembros. Su trabajo tiene que estar asociado
con rigurosas políticas de control de la actividad pública. Debe asimismo contar con los
instrumentos indispensables de información y asesoria que aseguren el desarrollo de la
deliberación sobre datos públicos fiables y compartidos

Impulsar la descentralización y la democracia local

El fortalecimiento de las instancias deliberativas y de gobierno local contribuyen a


contrarrestar la crisis de representación y a recuperar el rol de la política y consolidar la
democracia. La descentralización y el desarrollo de gobiernos locales autónomos y con
competencias en la formulación de políticas públicas y el funcionamiento de servicios que
entregan los bienes públicos básicos permitirían volver a vincular la política con la vida y
problemas cotidianos de la gente. Parece fundamental conectar la participación social y
multicultural con los gobiernos locales y regionales para fortalecer una sociedad civil local y
regional, y sobre esa base, reforzar la autonomía territorial, manteniendo el principio de
subsidiariedad y la unidad del Estado.

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