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El día, la noche y los muertos Análisis

Alejandro Castillo, Historia VI, Guión II


Tema: El autor hace una descripción observativa del imaginario que rodea a la muerte
en el México de las capas populares, recurriendo a los símbolos característicos y a los
ritos tradicionales (como la “calavera” y la ofrenda) del día y la noche de los muertos, a
través de una voz en off no convencional: un locutor de una de las emisoras lugareñas,
narra dicha fiesta.

Sinopsis: Como segmento introductorio, el autor se vale de una puesta en escena que
anima la historia de una campesina que recorre anualmente muchos kilómetros a pié
para llegar al altar que se ha levantado en el lugar donde se esposo murió, para ponerle
una velita y rezar por su alma en conmemoración tradicional del día de los muertos; una
vez hecho esto, ella levanta la mirada y se encuentra con él, calavérico y montado en un
corcel de apariencia semejante. Se miran y el hombre se devuelve por donde llegó, sin
ninguna prisa. Después de narrar este episodio, el autor se remite a ciertas imágenes
capturadas en el día (primera fase del documental) de los muertos en un determinado
pueblo (del sur, al parecer), donde la manufactura artesanal le otorga su correspondiente
primacía a la muerte, representada a través de un símbolo bastante característico: la
calavera. Vestida, adornada, desnuda, riendo, llorando; se le representa con toda la
creatividad posible. También salen a relucir los adornos florales atados a una estructura
en madera, (comúnmente llamados “la ofrenda”), que se utilizan como objeto de
ofrecimiento a los muertos de la familia que lo fabrica, junto con ciertos alimentos
cargados de cierta significación tradicional como el maíz, el pan e incluso el tequila.
Toda esta información se nos presenta reforzada por el componente sonoro que por un
lado, nos introduce en el contexto social con una musicalización típicamente mexicana
(tanto vieja como contemporánea), mientras por otro, se nos hace partícipes de los
comentarios de un locutor de la emisora lugareña que intenta narrar el fenómeno
tradicional, a través de intervenciones “telefónicas” de los oyentes, y también opiniones
del mismo acerca de la procesión hacia el cementerio, la resurrección de los muertos, la
existencia de los espíritus, etc.
Como segmento intermedio entre el día y la noche, el autor retoma la historia con la que
comenzó el documental, narrando esta vez, la muerte de aquel individuo causada
paradójicamente por su mejor amigo, cuando borracho bajo el sol ardiente le dispara
accidentalmente pensando que aquel le iba a agredir. El autor hace énfasis en lo que
dice el amigo para justificar su muerte: “Ya le tocaba”.
En la segunda fase del documental, el autor muestra, esta vez de forma más observativa,
la noche de los muertos en el mismo pueblo. Las ventas de comida, de artesanías y de
velas están más concurridas que en el día. En sus casas, los campesinos levantan su
plataforma ritual con velas, flores, estampas de santos, cruces, maíz y pan, donde se
reúnen a rezar por los que antaño los acompañaron con plegarias católicas. Los niños
también se divierten en esta festividad. La estrategia del componente sonoro es la
misma que en la primera fase, reforzando la parte musical.

Intención: En este documental, el autor tuvo la pretensión de entender la muerte y sus


significantes asociados en determinado grupo social del México contemporáneo,
resaltando las tradiciones del día y la noche de los muertos.

Tratamiento: En su intención de desentrañar el significado de la muerte entre los


mexicanos, el autor se vale del ritual que rodea el día y la noche de los muertos en un
pueblo pseudo-rural, dándole excesiva relevancia a clichés cotidianos como argumentos
presuntamente sólidos en su fallida intencionalidad explicativa. La información
recolectada es sometida a un juego de estilo video-clip (utilizando un montaje rápido y
discontinuo de sintagmas acelerados) que si bien introduce al espectador en la
cotidianeidad de dicha festividad, ofrece muy pocos elementos claros acerca del tema
tratado; se acerca más entonces a una observación etnográfica de carácter superficial
que a una explicación consecuente de un tema que nunca queda del todo esclarecido.
Varios aspectos del ritual son realzados, pero combinados con una historia tediosa que
solo tangencialmente se relaciona con dichos elementos, y que además, desenfoca el
objeto a tratar en el espectador, pues rompe la secuencialidad con un ritmo audiovisual
totalmente diferente. Por último, la utilización de la voz en off como locutor de una
emisora que conmemora la festividad, es un recurso original que cumple relativamente
bien su función de narrar el fenómeno, aunque difumina sus límites y se pierde en una
amalgama indescifrable entre narrador formal y locutor de pueblo.
El mismo autor reconoce tácitamente su deficiencia cuando al final de los créditos le
pregunta al espectador si pretendía entender la muerte en México con una película de 30
minutos hecha por los gringos, y se burla.

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