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En este breve escrito, es mi propósito mostrar a grandes rasgos las respectivas apuestas teóricas de algunos

de los historiadores marxistas británicos, haciendo hincapié en sus aportes a la teoría de la determinación
de clase, concretamente: M. Dobb, R. Hilton, Ch. Hill, E. Hobsbawm y E.P. Thompson, tal como nos lo
expone Harvey Kaye en su texto “Los historiadores marxistas británicos”.
Pero antes de entrar en materia, creo que es pertinente formular una pregunta: ¿Quién es un marxista?. Por
muy simple que parezca, una respuesta adecuada nos daría la posibilidad de introducirnos al tema de
forma ordenada; la lógica nos otorga la Primera: Marxista es quien se acoge a las teorías e hipótesis
explicativas formuladas por Karl Marx. Sin embargo esta respuesta es engañosa pues, muchas personas
que se consideraron y se consideran marxistas, probablemente no estudiaron ni estudian con disciplina la
obra de semejante filósofo tan complejo, como para decir que conocen medianamente bien sus hipótesis.
Aunque este no sea el caso de nuestros intelectuales de la Europa insular, generalmente el marxista se
ceñía a los parámetros señalados por los puntos principales de la llamada teoría del materialismo histórico;
estos son, básicamente, los siguientes:
-En primera medida, se establece (tal como el mismo nombre lo indica), una indefectible prioridad de las
relaciones materiales del individuo, tanto en su entorno (en la búsqueda del sustento), como con los demás
individuos (dinámicas de intercambio), como determinante en última instancia del fenómeno social.
- Paulatinamente y basados en este primer supuesto, se desarrollan unas relaciones de producción que a su
vez configuran las características propias de la división y la especialización del trabajo, estructurando así
la base económica de la sociedad (o “infraestructura”) de donde se derivan catóptricamente los sistemas
políticos e ideológicos de la misma (o “superestructura”).
-Las particularidades de dicho sistema económico se complejizan gradualmente en cinco etapas (o modos
de producción): esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo y comunismo, siendo el motor de dicha
evolución la lucha entre las clases sociales por la posesión de los medios de producción.1
Este resumido modelo economicista con pretensiones de universalidad (aunque claramente eurocentrista) 2
y sus intérpretes dogmáticos, fueron el acicate principal de múltiples movilizaciones, sindicalizaciones,
militancias y revoluciones a nivel mundial durante el siglo XX. Simultáneamente, en el ámbito académico,
ocurrieron toda serie de debates, discusiones, estudios revisionistas y reinterpretaciones a un nivel ya no
superficial de toda la teoría marxista, desde las tempranas contribuciones de Gramsci y Kautsky hasta los
últimos trabajos históricos de la escuela socialista británica, pasando por las escuelas de Annales y
Frankfurt, que también otorgaron su aporte. Sin embargo, nos compete en este momento tratar con más
detalle a los historiadores británicos mencionados, que, partiendo desde una perspectiva marxista,
llevarían a cabo profundas investigaciones que le conducirían como veremos, a distanciarse enormemente
de la dogmática marxiísta, -en términos de Joseph Fontana-, y a acercarse a un marxismo reflexivo.
1
Cabría anotar que Marx hace particular énfasis en las relaciones establecidas en el modo de producción capitalista, haciendo una crítica a la
economía política e invitando a los grupos marginados a revelarse contra el sistema y darle consecución a su apuesta teleológica (pues según
la teoría, era el proletariado industrial el agente revolucionario por “naturaleza”).
2
Sin embargo, debemos reconocer que es un modelo integracionista, que interpretado de forma fluida, puede llevar a buenos frutos
investigativos.
El primer historiador a tratar es Maurice Dobb, quien enfatizo sus esfuerzos académicos a responder
cuáles fueron los factores que dieron paso al surgimiento del capitalismo. Su primer distanciamiento
teórico del marxismo consiste en no ver las ideas como un escueto reflejo de las condiciones materiales de
producción: la historia es un proceso de experiencias, donde tanto las relaciones de propiedad como las
creencias son “actos” ubicados en un mismo plano. Por otro lado, Dobb se acoge a las hipótesis de Marx
que explican 1-el capitalismo como una relación social de producción caracterizada por el contrato
salarial, y 2-el cambio social como efecto de la lucha de clases. Este es un primer esbozo de la teoría de la
determinación de clases, pues al definir como objeto de estudio la “estructura de las relaciones de clases”-
en términos de Dobb- como factor determinante de las relaciones sociales de producción desde una
perspectiva distanciada del economicismo, Dobb reivindica una posición teórico-metodológica
desconocida por los marxistas ortodoxos. Cabría anotar que las hipótesis argumentadas por el autor en su
investigación sobre la transición al capitalismo, abrieron un debate de gran calado que incentivó a otros
autores a complementar o descalificar las mismas, lo que derivó en un conocimiento mucho más
minucioso y detallado del tema. Una de las mayores contribuciones es dada por la reconceptualización del
feudalismo llevada a cabo por nuestro segundo historiador: Rodney Hilton. Este medievalista propone
tratar el feudalismo, ya no como un ente de producción cuyas características son estáticas, sino como una
relación dicotómica entre señores y vasallos, donde la explotación de los últimos por los primeros
conllevan a la lucha de clases que es el móvil principal del sistema feudal y su declive, teoría que se
suscribe claramente a una perspectiva marxista de clase. De esta forma, Hilton reconoce (como hasta
entonces no se había hecho) el papel político activo del campesinado rural medieval como agente de
transformación, en la medida en que se enfrentaban con sus señores por el excedente de la producción. Así
pues, Hilton se acoge a la propuesta metodológica conocida como “historia desde abajo”, donde se
reconoce la historicidad de los que se homogenizan convencionalmente como subordinados,
concediéndoles una conciencia de clase que se genera en oposición a otros grupos sociales, cuyos
intereses compartidos son antagónicos a los propios; este punto en particular es un aporte definitivo a la
teoría de la determinación de clases, desarrollado posteriormente por Edward Thompson. Cabría por
último mencionar que Hilton también se distancia del modelo “base-superestructura” pues “las ideas, los
valores, y las prácticas culturales no son meramente superestructurales sino una dimensión integral de la
lucha de clases”3.
Por su parte, Christopher Hill se dedica a estudiar en filigrana la revolución inglesa del siglo XVII, pues la
considera el punto de giro que crea las condiciones necesarias para el surgimiento del capitalismo;
podríamos decir que a grandes rasgos, se adhiere a las apuestas teóricas de sus colegas mencionados
anteriormente, sin embargo, hace un mayor énfasis en los fenómenos ideológico-culturales (como el
puritanismo, el intelectualismo y los sectarismos pseudo-políticos) como partícipes de la transformación,

3
Harvey Kaye, “Los historiadores marxistas británicos”, Universidad de Zaragoza, 1989, página 90.
además de tratar la lucha de clases no solo como un derivado de las relaciones sociales de producción sino
también como un constructo implícito en las experiencias cotidianas de clase. La hipótesis de Hill que
considera la clase como “definida por la posición objetiva de sus miembros en la relación con el proceso
de producción y con las otras clases”4, que abre una dualidad en el concepto, es probablemente el
principal aporte a la teoría de la determinación de clases, junto con el concepto de “experiencia de clase”
que va a ser el punto de partida para los trabajos tanto de Eric Hobsbawm como de Edward Thompson. En
el caso del primero, su principal objeto de estudio es la clase obrera de los siglos XVIII y XIX, que desde
esta perspectiva abierta de clase (pues aborda las vivencias del grupo en cuestión en oposición con una
clase dominante, y no lo arquetípicamente atribuido a una clase supuestamente inmóvil) logra ensanchar
su investigación a las distintas formas de trabajadores urbanos y rurales de distintos contextos socio-
económicos, hasta el punto de estudiar al campesinado de algunas regiones latinoamericanas. Así,
trascendiendo la mirada simplista de algunos marxistas que identifican al obrero como proletariado
industrial, Hobsbawm reivindica una preocupación por la totalidad. Si bien se declara partidario del
modelo “base-superestructura”, se aleja de la posición meramente economicista, argumentando que la
infraestructura da cuenta de las relaciones sociales de producción, que no son únicamente económicas,
sino que por el contrario incluyen factores subjetivos como la tradición y la regulación política. Desde
estos supuestos teóricos, Hobsbawm se aproxima a una historia mundial que en resumen, son unos
“estudios que tratan de explicar la formación de las sociedades europeas y del mundo dominado por la
Europa del capitalismo industrial del Siglo XIX, en términos de las luchas determinadas y estructuradas
por las clases de dicho siglo”5. Edward P. Thompson por su parte, se dedica a estudiar la “formación de la
clase obrera inglesa”6, desde donde desarrolla y concreta la teoría de la determinación de clase con los
aportes de sus colegas, pero dándole una o consistencia argumentativa carente en los demás. Esta en
resumen, nos propone la clase social como una concatenación secuencial de experiencias concientes en un
determinado grupo social que comparte ciertos intereses en contraposición a los de otro grupo; esto
implica que el tratamiento de la clase social no responde ya a las estratificaciones generalizadoras de una
sociología reduccionista, sino a una investigación minuciosa que además de resaltar la particularidad del
fenómeno histórico, debe incluir indefectiblemente perspectivas analíticas que no se ciñan a los factores
económicos y que otorguen la posibilidad de una mirada a lo subjetivo: religiosidad, tradición, cultura
política, cotidianeidad, etc.
Podríamos decir a modo de conclusión que las apuestas teóricas de la escuela británica llevaron al
marxismo a un grado de refinación y distanciamiento de las posturas ortodoxas, que a su vez permitió
numerosos avances en el conocimiento histórico de carácter científico.

4
Christopher Hill, “A bourgeois revolution?”, p. 130. Citado por Kaye, ibidem, p.115.
5
Harvey Kaye, “los historiadores marxistas británicos”, página 146.
6
E.P. Thompson, “the making of the english working class”, Harmonsworth, Penguin, 1968.

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