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ANÁLISIS DE LA CARTA

“MEMORIAL DE AGRAVIOS”
DE CAMILO TORRES

EL SURGIMIENTO DE LA NACIÓN
Y LA COMUNIDAD IMAGINADA

ZAMIRA DIAZ LOPEZ

ALEJANDRO CASTILLO ROZO


ESTUDIANTE DE IV SEMESTRE DE HISTORIA

UNIVERSIDAD DEL CAUCA


FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
POPAYÁN, 19/08/2004
INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene por objetivo establecer ciertas regularidades en la estructura del
discurso de Camilo Torres, mas específicamente, en su escrito “Memorial de agravios”
fechado de 1809, y su relación con el surgimiento de la nación.
Considero pertinente, como un complemento necesario del análisis, hacer una corta
introducción que ubique el individuo y la sociedad en un claro contexto histórico, factor
que ayudará a entender mucho mejor el contenido de la dicha carta.

Camilo Torres fue un payanés que nació en el año 1766 y creció entre un aire de
protesta e inconformidad con las políticas españolas, tanto así que él mismo tomó parte
en la protesta de 1796 contra los estancos. Adulto, tuvo el privilegio de estudiar leyes en
Santa Fe de Bogotá, con tan buenos resultados que llegó a ser el abogado de la Real
Audiencia, y después, asesor del cabildo Santafereño. En 1809, ya en el cenit de las
protestas con ánimos emancipadores, la Corona hace la convocatoria de Cortes, ante la
cual Camilo torres escribe su manifiesto “Representación del cabildo de Santa Fe a la
Suprema Junta Central de España”, también llamado Memorial de agravios, donde
presenta en forma bastante eufemística su inconformidad con varios aspectos de las
políticas y la administración de la Corona en la colonias americanas. Además
recordemos que para finales del Siglo XVIII la Corona, antes en manos de la familia
Habsburgo, pasa a ser privilegio de la familia Borbón. Estando los Borbones en el trono,
aprovechan su favorable situación para modificar algunos aspectos del sistema
legislativo legitimado por los Habsburgo, que con su excesivo centralismo y
proteccionismo, coaccionaba al máximo la acción política y comercial de las colonias.
Sin embargo algunas de las reformas introducidas por los Borbones trastornaron las
estructuras sociales americanas consolidadas a lo largo de varios siglos, causando
inconformidad y disgusto en las elites y en las castas. La introducción de los
“intendentes” peninsulares que anulaba la actuación de la autoridad local solo
contribuyó a agudizar aún más el conflicto entre criollos y peninsulares por poseer el
poder administrativo. Además, los crecientes impuestos (alcabalas, estancos, etc.) sobre
la producción, la circulación y el consumo de los productos americanos, con los que la
Corona quería estabilizar su situación de progresivo decaimiento y sostener su
economía periférica no industriosa, causaron un desacuerdo general entre todo el pueblo
americano, (inconformidad que expresa Torres repetidamente en su carta) exceptuando
algunos casos (como Venezuela donde la elite era en su mayoría partidaria del
despilfarro metropolitano). La inconformidad llegó varias veces a manifestarse en
protestas, algunas mas fuertes que otras, pero ninguna con intenciones emancipadoras.
Las tensiones entre las elites criollas y los peninsulares por las prohibiciones que
existían sobre los americanos en cuestiones de gobierno, administración, estudio y otros
aspectos, estaba llegando a un punto incontrolable, pues los peninsulares estaban
favorecidos con muchos privilegios que cada vez contrastaban más con las condiciones
de cualquier americano, así perteneciera a la mas alta oligarquía. Acontecimientos como
la revolución francesa, la emancipación norteamericana y la ascensión de Bonaparte al
trono imperial, como ya lo veremos, influirían directa o indirectamente en las opiniones
de los criollos letrados, dentro de los cuales se encontraba Camilo Torres.
Todos los factores aquí expuestos tomarán parte dentro del discurso de Torres, que si
bien expone su inconformidad de manera clara, también se ve obligado a elogiar al
monarca y a mostrar sumisión, posiblemente por miedo a que se tomaran medidas
drásticas en su contra.
ANÁLISIS

“América y España son dos partes integrantes y constituyentes de la monarquía


española, y bajo este principio y el de sus mutuos y comunes intereses jamás podrá
haber un amor sincero y fraterno sino sobre la reciprocidad e igualdad de derechos”.
Como vemos, la igualdad a la que alude Torres entre España y sus colonias es solo un
deber ser que se encuentra distanciado de la realidad histórica del momento. Sin
embargo la simple mención de esta igualdad implica una concepción propia sobre la
forma de gobierno que se instala en una visión “moderna” sobre el estado. Como lo dice
Anderson, este fenómeno se presenta como un rompimiento con ciertos sistemas
culturales, mas específicamente, con el “reino dinástico”, que legitima la autoridad del
monarca atribuyéndole ciertas características particularmente sobrenaturales, gracias a
las cuales el gobierno se comprende mas como un designio divino que como una
expresión sociocultural. En la medida en que Torres expone en su argumento una nueva
propuesta política, podríamos decir que entiende su sociedad de una manera diferente,
relacionada con una soberanía terrenal y una lógica social del equilibrio. Esta idea de la
soberanía podríamos entenderla como un primer síntoma del surgimiento imaginario de
la nación. Moderna también, en la medida en que la petición fundamental de Torres está
bañada de ciertas aspiraciones “democráticas”: “¡Treinta y seis o más vocales son
necesarios para la España y para las vastas provincias de América solo son suficientes
nueve!” “¿diez o doce millones de almas que hoy existen en éstas, recibirán la ley de
otros diez o doce que hay en España sin contar para nada con su voluntad?”. En pocas
palabras, lo que torres está exigiendo a la Corona es la posibilidad de una representación
igualitaria entre la península y las colonias, que permita una participación más directa
de los americanos en la política. Los argumentos que utiliza Torres para defender su
posición tienen un corte del ideal participativo, podríamos decir, legado intelectual
propio de la Revolución Francesa, donde la expresión política de una sociedad está
determinada por las acciones sociales concretas de los individuos que pertenecen a ella,
y que por lo tanto, deben tomar parte en las decisiones administrativas y
gubernamentales, como muy posiblemente no sucedía entonces en la América
Hispánica: “Doce millones de hombres con distintas necesidades, en distintas
circunstancias, bajo diversos climas y con diversos intereses, necesitan de distintas
leyes”. La propuesta concreta de Torres consiste en enviar seis representantes por
virreinato y dos por cada Capitanía General, y así, igualar la cantidad de representantes
de las provincias españolas.
Torres hace hincapié en la desigualdad de las condiciones entre peninsulares y criollos,
y argumenta la necesaria igualdad entre unos y otros: “Tan españoles somos como los
descendientes de don Pelayo, y tan acreedores por esta razón a las distinciones,
privilegios y prerrogativas del resto de la nación…”. Este reclamo, considero yo, esta
cargado de un significado que se esta construyendo desde principios del Siglo XIX: el
ciudadano; categoría que implica la “igualdad” de condiciones de los individuos
(recordemos que para ese entonces no todas las personas eran consideradas individuos)
frente al estado y que lógicamente está definida bajo los términos jerárquicos
característicos de la época. Esta desigualdad que describe Torres es uno de los factores
que influirán más profundamente en los procesos emancipadores, pues la imposibilidad
de participación de los criollos en el gobierno y la administración de sus propios
territorios se presentaba como un obstáculo a las elites americanas. Tal como lo dice
Torres, parte de esa desigualdad radica en las dificultades que impone la metrópoli
hacia el estudio de ciertas áreas solo asequibles a los estudiosos españoles: “En cuanto a
la ilustración, la América no tiene vanidad de creerse superior ni aún igual a las
provincias de España. Gracias a un gobierno despótico, enemigo de las luces, ella no
podía esperar hacer rápidos progresos en los conocimientos humanos…”. Como nos
damos cuenta, todos los reclamos de Torres a la Corona reflejan los deseos de un
burgués criollo de la colonia por acceder a unos privilegios sociales que le son negados,
de la misma manera que la elite poseedora de algunos elementos de poder en su
territorio americano, le niega privilegios muy similares a ciertos grupos étnica y
racialmente diferentes a ella, solo que un poco más violentamente. Considero que este
factor puede ser un contingente del imaginario nacional implícito en el discurso de
Torres, que se revela en algunos elementos que podemos destacar: la concientización de
unas características naturales, geográficas y territoriales de ese espacio al que Torres
llama “reino”, y que le son propias: “Su extensión es de sesenta y siete mil doscientas
leguas cuadradas…”, “…abunda en todas las comodidades de la vida, y tiene el cacao,
el añil, el algodón, el café, el tabaco, el azúcar, la zarzaparrilla, los palos, las maderas,
los tintes, con todos los frutos comunes y conocidos en otros países.” Esta
concientización territorial en los americanos, como nos lo dice Anderson, es una
característica del surgimiento del imaginario nacional, y que además, se funda en las
bases de las divisiones políticas previamente establecidas por la Corona, es decir, en los
correspondientes Virreinatos, Capitanías Generales, Provincias, Gobernaciones,
etcétera, a diferencia imaginario patriótico español, que simplemente se piensa como un
territorio imperial unitario. Un segundo elemento que podemos destacar es la conciencia
de comunión de un grupo de individuos, que desde ese momento se entendería como un
cuerpo social independiente y móvil; este sentimiento Torres lo expresa claramente en
su discurso: “Población […] la Nueva Granada pasa, según los cómputos más
moderados, de dos millones de almas.” “…gente industriosa; hábil y dotada por la
naturaleza de los más ricos dones del ingenio y la imaginación…”. Este repentino
reconocimiento de la población como un todo homogéneo, es un fenómeno recurrente
en la estructura de los discursos decimonónicos, que se determina mas como una
estrategia de la elite para obtener el apoyo de las bajas jerarquías sociales en los
conflictos emancipatorios, que como reflejo de la realidad social. Sin embargo, la idea
de la población como sociedad implica un cambio de perspectiva de los individuos
frente al estado, haciendo comparación con el sistema político ideológico sustentado
hasta ese momento por el Imperio Español, y su abisal influencia en el entendimiento de
la realidad.
Un último aspecto que veo necesario mencionar es la influencia de la emancipación
estadounidense en la carta de Torres, casi siempre presentándola como un eje
comparativo que sutilmente insinúa una posibilidad: “…del verdadero espíritu que hoy
anima a las Españas, y deseo sincero de caminar de acuerdo al bien común. Si el
gobierno de Inglaterra hubiese dado este paso importante, tal vez no lloraría hoy la
separación de sus colonias; pero un tono de orgullo y un espíritu de engreimiento y de
superioridad le hizo perder aquellas ricas posesiones”. Refiriéndose a la proporción
poblacional entre la metrópoli y las colonias dice que: “Más pesaban, sin duda, siete
millones (de personas) que constituían la Gran Bretaña europea, que tres que apenas
formaban la Inglaterra americana; y con todo, la justicia cargada de su parte inclinó la
balanza”. Ambos ejemplos hacen alusión a la tensión similar acontecida casi treinta
años antes entre Gran Bretaña y sus colonias, caso que conocían los criollos letrados por
la difusión comunicativa que permitían los libros, las gacetas, los periódicos, etc.

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