L a sociedad de los siglos XIV, XV y XVI se inscribe en un contexto histórico
que goza de expresiones múltiples desde todo ámbito, y giros drásticos en las estructuras de ordenamiento del mundo y de comprensión del mismo, claro, desde una perspectiva socio-cultural cuyo eje nodal es el “ser humano”, que a su vez se encuentra imbuido en un tiempo que determina de una u otra manera su acción; rupturas paradigmáticas que trazarán los caminos por donde actualmente caminamos. Una de estas, y la que pretendo abordar brevemente en el presente trabajo, es la abisal incidencia del surgimiento de la vida urbana y su concreción en la ciudad, con algunas de sus implicaciones directas en el funcionamiento de la economía, la política, y las mentalidades. Así pues, considero prudente aclarar que se tratará aquí el análisis de la ciudad occidental en resurgimiento aproximadamente desde el Siglo XI, ya que a lo largo de la alta edad media, el debilitamiento de la organización estatal conllevó a la ruralización (y por lo tanto la relativa desaparición de los centros urbanos tal como los conocieron los griegos y los romanos a través de las Polis) de la sociedad, sumergida en las particularidades socio-económicas de un sistema feudal. Inclusive, el término de ciudad puede ser ocasionalmente problemático por su inminente ambigüedad; sus límites demográficos, geográficos y mercantiles cambian a través del tiempo. Sin embargo, se puede hacer de manera muy general una jerarquización dependiendo del rango territorial de dominio que ejerza sobre otras ciudades, pueblos o aldeas; de la comunicación y vinculación con otras ciudades de su misma categoría; de la cantidad de individuos que agrupe en su seno; de la dinámica productiva que establezca con el área rural, entre otros rasgos, cuyas regularidades podemos denominar provisionalmente como de primer o segundo orden. Además, la ciudad también ofrece al sujeto un nuevo cuadro axiológico y normativo que se forjara al calor de la dinámica cultural del momento, que le brindará todo tipo de contradicciones; coacción y libertad simultáneamente. En este orden de ideas, podemos ver la vida urbana como todo un universo casi autosuficiente, que vincula todos y cada uno de los individuos que a ella se aproximan de cualquier manera. Como una entidad que se desarrolla lentamente, pero con paso firme; que en una paulatina expansión llega a ser inclusive idealizada con un sentido a veces sobrenatural. Ruralidad & Urbanidad
L a ciudad y el campo se nos presentan como una realidad multifacética; no
podemos tratarlas como elementos antagónicos, pero tampoco son absolutamente paralelos y sin embargo, se influencian mutuamente. La diversidad de relaciones entre el campo y la ciudad se niegan a una categorización cerrada, y a la vez, se prestan al estudio de ciertas recurrencias. Considero pertinente esta aclaración para evitar el compromiso absurdo de una tipificación absoluta que intente encerrar la conducta humana en modelos; si bien encontramos algunas regularidades, también se nos presentan fenómenos que rompen con cualquier molde. La repartición poblacional entre el campo y la ciudad es muy diversa. Casos como el de Rusia, cuya población urbana alcanza solamente un 5% de la población total, se enfrenta con el caso de Holanda, donde la población urbana iguala a la rural (50%). Fuera de estos des extremos podemos establecer un equilibrio habitual, donde la población rural supera a la urbana. También debemos tener en cuenta que no podemos hablar tampoco de una comunidad estática, pues en época de cosecha, algunos ciudadanos (bastantes, comúnmente) se ofrecen como mano de obra en alquiler en el “mercado de hombres” para las labores de los cultivos; igualmente, en el lapso improductivo (invierno), algunos campesinos migran a la ciudad a contratarse en talleres y manufacturas. Así pues, la división claramente delimitada del trabajo, una de las supuestas diferencias insorteables entre la ciudad y el campo, queda desvirtuada. Además es bien conocido el fenómeno de las grandes manufacturas campesinas (normalmente de trabajo en hierro y madera, por las condiciones tan adecuadas para la infraestructura) y la agricultura y la cría de animales dentro de la ciudad, tal como se presentó en Milán (cuyo caso se destaca por ser ciudad y campo simultáneamente); recordemos las prohibiciones parisinas que recalcaban con ahínco no criar cerdos en Notre Dame. Las condiciones históricas del momento no le permitían al sujeto una especialización laboral, pues la diversidad cada vez mas grande lo atropellaba. Durante el período que analizamos, algunas ciudades se abastecieron de fuerza de trabajo barata con las migraciones de campesinos comúnmente provenientes de regiones pobres. Dentro de este proceso de crecimiento urbano, la nobleza que habitualmente residía en los castillos de sus feudos, se vieron obligados, si querían pertenecer y articularse a la nueva dinámica, a trasladar sus domicilios a la ciudad. El campo (cuando había) se dedicaba a abastecer a la ciudad de los productos de consumo diario (trigo, vino, leche, carne, etc.), demanda que en la mayoría de ocasiones, el gran comercio no podía satisfacer a cabalidad. Algunas ciudades de occidente (y también algunas del próximo y el lejano oriente) recurrieron a la muralla como medio de protección; sin embargo este intento de división con su espacio inmediato se vió varias veces reconstruido y ensanchado para enfrentar la expansión inminente de la ciudad. Si bien la muralla podía convertir la ciudad en una suerte de fortificación, se presento también como una línea divisoria entre el campo y la ciudad. De ahí que encontremos un mayor índice (demográficamente hablando) de mortalidad en la ciudad y de natalidad en el campo, regularidad paradójica. Dentro De La Ciudad
L a ciudad en si misma, se muestra como todo un universo lleno de formas,
olores, costumbres... algunas de las particularidades de las ciudades merecen ser mencionadas. Como ya hemos dicho, la ciudad occidental revive lentamente desde aproximadamente el Siglo XI, después del estancamiento ocurrido durante la Alta Edad Media, por todo un conjunto de condiciones que son dignas de un estudio muy minucioso, que lógicamente no le podemos dar aquí. La ciudad en resurgimiento se estructura en caminos entrecruzados que dirigen a un mismo punto, y de este a su vez, sale otro que se dirige a otro punto mas importante donde confluirán otros caminos similares, y así sucesivamente; podemos decir que se forman una suerte de aureolas cuyo núcleo (normalmente construcciones de alta concurrencia como mercados, parques o capillas) se conecta a un centro social mas importante (grandes iglesias, grandes monumentos, grandes parques) que a su vez se conecta con otros centros de igual categoría. Este estructura de caminos citadinos de la baja edad media se asemeja a un sistema circulatorio (anatómicamente hablando), donde es normal encontrar todo tipo de callejuelas y callejones, que juntos todos forman un intrincado y complejo armazón que dará vida al monstruo urbano; lógicamente, este armazón se inscribe en un lento proceso de desarrollo. Ya para el renacimiento, la organización de las ciudades se empieza a pensar de una manera muy diferente. Es aquí donde surgen los planos estructurados geométricamente, en forma de damero (semejante a una cuadrícula), donde se pretende trazar las calles únicamente en forma vertical y horizontal para dotar la ciudad de cierto “orden”, que también podría responder a la necesidad militar de la época, de vigilar los cuatro puntos cardinales para una mejor defensa. Si bien algunas ciudades europeas se adecuaron a este molde de manera incompleta, otras, por su tamaño colosal, por la gran cantidad de construcciones y por el entramado ya inamovible de las calles, mantuvieron su forma original en la mayor parte de su espacio, hasta como las vemos actualmente. Esta forma geométrica de organización espacial fue aplicada principalmente a las ciudades del Nuevo Mundo, cuyos vestigios podemos también apreciar en la actualidad. Así pues, nos damos cuenta de la inmensa importancia que tiene la organización del espacio, no solo dentro, sino también fuera de la ciudad, donde la localización geográfica y el buen aprovechamiento de esta, puede significar tanto ventajas como desventajas en la vinculación comercial y comunicativa con otras ciudades. La muralla, en varias ocasiones se convirtió en una frontera fija de la ciudad, y esta, en su proceso de paulatino crecimiento, la vió como un obstáculo. Sin embargo, los conocimientos arquitectónicos de la época estaban lo suficientemente desarrollados y permitieron la construcción cada vez mas frecuente de casas de cuatro, seis y hasta diez pisos; en palabras de Braudel, cuando la ciudad no puede crecer hacia los lados, empieza a crecer hacia arriba. La construcción de monumentos, catedrales, y palacios de gigantesco tamaño y de belleza y decoración exquisita en la ciudad, es típico del período conocido como renacimiento, donde cada vez mas arquitectos dejan su nombre a la posteridad en la creación de obras que llegaban a convertirse en íconos característicos de cada ciudad, tradición que aún conservamos. Pero dentro del universo urbano el espacio se encuentra claramente sectorizado; según esta división, su ubican las diferentes actividades y los sujetos que se inscriben en ellas. Entonces, si bien hay lugares que sobresalen por sus diversas expresiones artísticas y estéticas, paralelamente encontramos un “lado oscuro”, donde se expresan las pulsiones humanas mas perversas (que a la vez son las más sublimes): los burdeles, las tabernas, y todo tipo de sitios de “relajación de las costumbres”. Además, la falta de una infraestructura de desagüe y de abastecimiento de agua, volvía algunas partes de la ciudad, verdaderos núcleos de insalubridad, cuyas condiciones lógicamente eran excesivamente precarias y a veces se convertían en lodazales intransitables. Es el mundo urbano la cuna de la familia (la unión monogámica, los hijos como perpetuación del nombre, la casa que se convierte en hogar, etc.), privilegio antes solo asequible a la nobleza. Esto es la ciudad: un punto de encuentro de los extremos y también de los antagonismos; un prisma donde un rayo de luz se transforma en todo tipo de colores.
El Nuevo Poder
L a ciudad de la Baja Edad Media y el Renacimiento, va a ser escenario y
testigo simultáneamente de toda una transformación mental de la que estarán impregnadas todas las relaciones sociales y sus participantes. El debilitamiento de los antiguos lazos feudales de poder le hace un cuestionamiento al tradicional estaticismo, pues la nueva fuerza del dinero (la circulación) permitía al individuo una mayor movilidad y una suerte de emancipación, a diferencia de la tierra, que al ser un patrimonio en cierta medida inalterable y cuya producción agraria o ganadera no era susceptible de un incremento acumulativo considerable; las relaciones comerciales en cambio abrían nuevas posibilidades y cada vez involucraba en sus redes mas y mas ciudades que tendrían que sufrir algunos cambios para introducirse en la nueva dinámica, en cierta medida progresista. Este nuevo ritmo del capital creador, se difundió rápidamente por toda Europa y en cada lugar se infiltró con más facilidad a influenciar el comportamiento de cada individuo. El capital-mercantilismo se consolidaba en las bases firmes de una sociedad de mercado; de producción, circulación y consumo. Dentro de este orden de ideas, el individualismo del hombre que no está atado ya a la tutela de su señor o su Dios, cobra formas de individualismo también empresarial, donde el objetivo principal es el ascenso dentro de las jerarquías económicas. Este fenómeno se concretó a través de múltiples expresiones; por ejemplo, en la Florencia del Siglo XIV se legitima por vías legales la libertad comercial y adquisitiva del individuo, lógicamente por causas del poder circulatorio del metálico. También encontramos otra característica en la sociedad del momento que ilustra muy bien la concreción del fenómeno: la paulatina supresión del sistema laboral corporativo, es decir los gremios, que se presentaban como una traba a la libertad empresarial del individuo y a la competencia (necesaria para la subsistencia del mercado) pues se instalaban en un orden tradicional que limitaba en cierta medida una apertura comercial; estos son cambiados y transformados lentamente por los talleres artesanales y las manufacturas, cuya producción normalmente está dirigida a un mercado inter-regional de compleja organización. Pero todo un entramado de intercambios comerciales y redes mercantiles necesitaban individuos que se encargaran de supervisar la efectiva circulación de los productos y que a su vez fueran los intermediarios activos entre la producción y el consumo. Estos sujetos, a través de su oficio lograban conseguir grandes cantidades de dinero, y por lo tanto trastornar también la organización jerárquica de la sociedad. La nueva clase social en ascenso se le ha denominado burguesía, y su influencia en la sociedad de la época causo una suerte de revolución en muchos elementos antes inalterables. Lógicamente, desde su origen entra en conflicto con la nobleza que vio su posición social amenazada, e hizo lo posible por obstaculizarle el ascenso socio-económico a la burguesía; pero el dinero ya había cobrado suficiente fuerza como para ser aplacado con esfuerzos tradicionalistas. Sin embargo, muchos nobles también tuvieron que adecuarse a la dinámica comercial para no perder sus privilegios de clase, y a su vez muchos burgueses utilizaron el dinero para intentar ennoblecerse, adquiriendo costumbres típicas de la clase de sangre como el lujo y la ostentación. Además, no podemos desprender el poder económico del poder político. La burguesía se va instalando en su afortunada alianza con el Estado absolutista en los títulos nobiliarios antes solo asequibles a la nobleza; empieza a patrocinar guerras alquilando mercenarios con el fin de conseguir parte del botín, como invirtiendo en acciones. La burguesía es el fruto de toda una transformación de la ratio de orden estático y en cierto sentido sobrenatural, por una donde las relaciones humanas y metafísicas se objetivan, donde la vida y sus expresiones son sometidas a un libre examen calculador y mas humano. La relación entre hombre y Dios se convierte en una suerte de pacto, un contrato donde los dos cumplían con sus obligaciones respectivas, y si el hombre pecaba, podría a través de las indulgencias plenarias curar sus culpas y equilibrar el contrato. La relación con la sociedad es también una aventura individual de ascenso social y económico (por lo tanto competencia y conflicto), donde la defensa de los propios intereses lleva a los individuos a agruparse con otros semejantes cuyos intereses se identifican. La ciudad entonces es en este caso el escenario donde se desenvuelven todas estas representaciones. Dentro de este orden de ideas, el mundo urbano es la mas clara expresión racional del hombre que vive en sociedad: es la creación de todo un sistema de normas, prohibiciones y coacciones que a la vez le otorgan cierta libertad al sujeto; por esta razón, la ciudad somete todos los elementos de la vida a una regulación “racional”, de cuestionamiento. La idea del tiempo mismo se ve ahora como un valor, como algo que se tiene que aprovechar y que además, es corto y escaso en la vida; “el tiempo es oro”. El burgués se vale de estas dos herramientas, el tiempo y el dinero, para transformar la vida de la sociedad renacentista, creando todo un entramado social que cobrará sus formas extremas a lo largo de lo que llamamos modernidad. La Gran Ciudad
L a convergencia de todos los factores mencionados a lo largo de este trabajo,
(y otros que serían merecedores de otro estudio), serán los determinantes fundamentales para la concreción de la gran ciudad, de la metrópoli, donde toman forma y se concentran toda la diversidad de las relaciones sociales, económicas, y políticas. En este punto se centraliza el poder de todos los dichos factores, y los cambios que se decidan desde la ciudad tendrán consecuencias en todo su espacio dominado, en el caso de la economía-mundo europea, todo el territorio de la actual Europa y gran parte del continente americano y africano. Es en este núcleo donde se dan cita las grandes bolsas y las ferias, que determinaron en gran medida el curso de la economía de mercado intercontinental, comercio que mueve la mayor parte del capital de la economía-mundo. Pero estos grandes movimientos de moneda (ya sea esta metálica, fiduciaria, o escrituraria) se realizan porque tienen amplias bases en el límite inferior del intercambio: el mercado (que distribuye las mercancías del comercio local en algunos sectores de la ciudad) la tienda y el buhonero (que surgen para complementar el mercado y llegar a las áreas donde este no puede distribuir efectivamente) que vienen a satisfacer la inmensa demanda de una población normalmente abundante. Las grandes ciudades están un una constante pugna por el dominio del poder económico, y se suceden las unas a las otras dependiendo de su papel jugado dentro de los ciclos económicos trend secular. Dentro de esta categoría de ciudad super “desarrollada” se encuentran Venecia, Génova, Amberes, Ámsterdam, Londres, y actualmente, Nueva York. Por ser la gran ciudad la concreción del desarrollo de la economía de mercado, la vida cotidiana dentro de esta asumirá todas sus bondades, y simultáneamente, todas sus contradicciones y todos sus derroteros; es esta la cuna del actual capitalismo y de la sociedad de mercado, donde las luchas entre las distintas clases sociales se intensifica y cobra las formas mas atroces. Donde el producto se convierte en fetiche y enajena el individuo. Donde la alineación llega a un extremo incomprensible y la sensibilidad humana queda objetivada.
Bibliografía Consultada
BRAUDEL Fernand, Civilización material, economía y capitalismo, Madrid,
Alianza editorial, 1984, 3 volúmenes. VON MARTÍN Alfred, Sociología del renacimiento, México, Fondo de Cultura Económica, 1984. ROMERO José Luis, La Revolución Burguesa En El Mundo Feudal, México, Siglo XXI Editores, 1984.