Violencia
La historia de América Latina está plagada
de opresiones y represiones, de gobiernos
de facto, y de otros que aunque supuesta-
mente democráticos se comportan como
verdaderas dictaduras. La superación de la
dictadura como forma de gobierno no es-
tuvo acompañada de un abandono de
ciertas prácticas autoritarias. Los derechos
humanos han sido —y siguen siendo—
frecuentemente dejados de lado, como
ideales bonitos pero molestos en épocas
de conflictos internos.
Ejecuciones sumarias, desapariciones,
torturas y detenciones arbitrarias, en algu-
nos países de América Latina son ocurren-
cias de todos los días. La Impunidad, la
falta de esclarecimiento sobre violaciones
de las personas y de sus relaciones natu-
rales, de los derechos humanos y de cas-
tigo a los culpables, reina en casi todo el
continente. Los jueces son reticentes a
aplicar la ley a los miembros de las fuerzas
de seguridad, dilatan los procesos, y silen-
cian todos aquellos sucesos que delaten la
violencia diaria que domina la práctica
policial.
Grupos guerrilleros y terrorismo
La marginación y la pobreza en la que se
M 1M
encuentra la mayoría de los latinoamerica-
nos han causado el surgimiento de varios
grupos guerrilleros. Los Estados aplican la
guerra sucia para combatirlos. También los
Estados Unidos tiene un papel considera-
ble en la lucha, desde 1949 funciona en
Panamá una escuela antiguerrilla (actual-
mente «United States Army School of the
Americas»).
Los miembros de estos movimientos
revolucionarios de América Latina, anti-
guos mineros convertidos en productores
de coca, comunidades indias vinculadas a
intelectuales urbanos convertidos en diri-
gentes guerrilleros, campesinos sin tierra
que constituyen núcleos urbanos y rurales
anti-liberales, indios que desafían la hege-
monía de los «capitalistas» de la droga y el
contrabando. El marxismo, en función de
cómo se entienda, puede ser una herra-
mienta creativa al adaptarse a estos nuevos
protagonistas de la revolución socialista.
Colombia cuenta con el movimiento
guerrillero más desarrollado de América
Latina y, probablemente, del mundo. A
diferencia de lo que ha ocurrido en el
resto del continente, donde los movi-
mientos guerrilleros fueron aplastados o
asimilados por los partidos parlamentarios
liberales, la guerrilla colombiana ha incre-
mentado su influencia en nuevas regiones
y ha conseguido un significativo apoyo
popular entre el campesinado al tiempo
que ha aumentado su fuerza de fuego mi-
litar.
Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia M La mayor parte de movi-
mientos guerrilleros, especialmente las F.
A. R. C., protegen a los campesinos de la
depredación de los militares y los terrate-
nientes y respaldan el cultivo de alimentos
y los servicios sociales. Aunque histórica-
mente las F. A. R. C. estaban influidas por
el marxismo soviético, hoy, su principal
compromiso es con la lucha campesina
por la reforma agraria y la transformación
democrática. La cúpula dirigente de las F.
A. R. C. está encabezada por el legendario
líder Manuel Marulanda «Tirofijo».
Las F. A. R. C. han construido paciente-
mente la base de su poder siguiendo un
plan estratégico preciso: la acumulación de
poder local. A semejanza de los demás
movimientos de base campesina, las gue-
rrillas colombianas reciben poco o ningún
apoyo de los estudiantes universitarios y
de los intelectuales, quienes, en un princi-
pio, se unieron mayoritariamente al M-19
(Movimiento 19 de Abril), un grupo ex-
guerrillero disuelto en una coalición elec-
M 2M
toral.
Ejército Zapatista de Liberación Nacio-
nal M En México, el internacionalmente
famoso movimiento zapatista y su líder
Marcos son sólo uno de los varios movi-
mientos campesinos de Guerrero, Oaxaca,
etc. Sin embargo, lo más crucial del movi-
miento zapatista es la mezcla de análisis
marxista y costumbres indias: la unión de
un pensamiento estratégico de alcance
nacional e internacional y del apoyo de
una base formada por la comunidad local.
————
El terrorismo es uno de los problemas
claves con los que históricamente los paí-
ses de América Latina se han tenido que
enfrentar. Las causas sociales y económicas
de estos fenómenos son ampliamente co-
nocidas. Los gobiernos de América Latina a
menudo han respondido al terrorismo con
medidas altamente represivas, que no sólo
incluyen a los presuntos terroristas, si no
que violan los derechos fundamentales de
la población en general. La otra respuesta
típica, el terrorismo de Estado, es la causa
mayor de violaciones de los derechos hu-
manos en el continente.
En los últimos años, varios gobiernos
han pasado o pretenden pasar, leyes que
limitan los derechos de los ciudadanos
bajo la excusa de eliminar el terrorismo.
Sendero Luminoso M Este grupo terrorista
fue la fuerza revolucionario más mortal en
los años 80. El Partido Comunista del Perú
empezó en una pequeña universidad rural
durante el tiempo de crecimiento econó-
mico y expansión de gobernación (1963-
75). Su primera intención era el sanea-
miento de la educación libre. Sendero
Luminoso fue fundado en 1969 con el
propósito de crear un país comunista des-
tituyendo el actual sistema de gobernación.
En las áreas indias provinciales y pobres
el grupo ganó apoyo fuerte 1, y promovió
a la capital, Lima. Se envió la milicia para
que controle las regiones que estaban en
el astado emergencia. Un sector de la mili-
cia, los «sinchis», aterrorizaron los campesi-
nos. Igualmente la milicia suprimió mu-
chos campesinos inocentes in durante la
búsqueda de senderistas.
En 1984, Sendero Luminoso acercó las
ciudades, porque perdió popularidad entre
los campesinos. Las comunidades sende-
ristas eran demasiadamente restrictivas —
prohibiendo fiestas tradicionales, bebidas y
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1
Este sector de la población indígena no había
sido integrado en el sistema político y
socioeconómico. La exclusión de cualquier acceso
verdadero al poder desembocó en opresión y
subordinación económico. En aquel tiempo las
masas indígenas del Perú desesperadamente
estaban a cambios.
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narcóticos, suspendiendo iglesia y otras
asociaciones, negando comercio entre
pueblos, etc. Sin embargo, en las ciudades,
la fuerza de P. C. P. se aumentó. El 12
septiembre 1992, Manuel Rubén Abimael
Guzmán, «El Presidente Gonzalo» fue cap-
turado por la Policía peruana.
Violencia institucional
Describe Abregú (1993, p. 701) la violencia
institucional en el modo siguiente: «[…] to-
dos aquellos actos realizados por las agen-
cias legitimadas por el uso de la fuerza
cuando en la realización de estas faculta-
des la institución se exceda en su ejercicio.
[…] por consecuencias, son muchas veces
tan dañinas como algunas formas de
represión indiscriminada del aparato poli-
cial.»
Los organismos de derechos humanos
consideran que esta política evidencia que
«la violencia no es consecuencia del
enfrentamiento entre guerrilleros y parami-
litares, donde la población está en medio
de dos fuegos cruzados, como se esfuerza
inútilmente en plantearlo el gobierno, al-
gunos gremios, los medios de información
burgueses y algunos círculos de intelec-
tuales comprometidos en defender la
ideología del Estado; sino que es el pro-
ducto de la política estratégica del Terro-
rismo de Estado, impulsado por el Estado
colombiano, el pentágono norteamericano,
un buen numero de empresas transnacio-
nales interesadas en sacar jugosas ganan-
cias del territorio colombiano, gremios
económicos, latifundistas y narcotrafican-
tes». En América Latina existe una cultura
de la violencia ampliamente elaborada por
las oligarquías civiles y militares. La histo-
ria de las luchas sindicales y las luchas
campesinas abundan en acontecimientos
que revelan la creación y el refinamiento
de las técnicas de violencia en los países
latinoamericanos.
Desde el punto de vista de los Estados
Unidos, en América Latina hay dos pro-
blemas que crean dificultades: el comu-
nismo y el nacionalismo o neutralismo,
que son inconvenientes a los intereses
norteamericanos. Pero a medida que el
imperialismo norteamericano pone en
práctica su doctrina de seguridad y lucha
anticomunista, se crean nuevas condicio-
nes para el enfrentamiento y las luchas
entre las clases sociales. En nombre del
anticomunismo profesional, superelabo-
rado por los medios de comunicación de
masas, la hegemonía norteamericana se
consolida y expande más o menos tran-
quilamente sobre los pueblos de América
Latina. Una de las consecuencias de esas
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nuevas condiciones es que las clases asala-
riadas terminan por crear, o reelaborar, sus
técnicas de violencia. Como sistema de
dominación, el imperialismo desarrolla una
cultura de violencia.
Los Estados Unidos reanuda su pro-
2
grama de ayuda a las Fuerzas Armadas
colombianas en su lucha contra las guerri-
llas de izquierda y los barones de la droga,
en la seguridad de que ambas organiza-
ciones trabajan juntas en amplias zonas del
país. Se trata de la vieja tesis del ejército
colombiano de relacionar a la guerrilla con
el narcotráfico, algo que nunca se ha
demostrado y que ha sido sobradamente
desmentido. A partir de ahí todo vale para
masacrar a campesinos y actuar militar-
mente contra organizaciones populares,
sindicatos y organizaciones de derechos
humanos en nombre de la lucha contrain-
surgente.
Los grupos paramilitares protegen inte-
reses privados, entre otros los de la gran
propiedad territorial en manos de hacen-
dados tradicionales y narcotraficantes. Ase-
sinan o expulsan a los opositores sociales
y combaten la presencia guerrillera
—————
2
Esa ayuda crece de modo acelerado, en 1952
fue 200.000 dólares y en 1961 ya alcanzaron
91.600.000 dólares para todo el continente.
mediante el terror sobre las potenciales
bases sociales que les servirían de apoyo.
La violencia continúa cobrando víctimas
en el movimiento sindical en toda la conti-
nente y, además de que hay regiones
donde por la acción paramilitar no se
puede realizar trabajo sindical, continúa 1a
criminalización de la protesta social. Con-
tinúan las masacres ante la pasividad del
gobierno y la complacencia de las fuerzas
militares.
La situación de las miles de personas
desplazadas por causa de la violencia de
los grupos paramilitares, la militarización
de la zona de conflicto, la desconfianza
generalizada hacia las instituciones y las
denuncias sobre violaciones de los dere-
chos humanos forman la complejidad de la
situación.
Las soluciones a estos problemas serán:
la disolución de los grupos paramilitares o
escuadrones de la muerte, la limitación del
fuero militar, cuándo se trate de violacio-
nes de los derechos humanos, el esclare-
cimiento de estos hechos, restablecimiento
de los derechos perdidos y reparación a
familiares de las víctimas, fortalecimiento
de la justicia, con independencia de los
jueces para garantizar los derechos de los
ciudadanos y de la oposición democrática,
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garantizar la vida de los desplazados por la
violencia, posibilitando el retorno a sus
zonas de origen.
Impunidad
Una vez instalados los gobiernos democrá-
ticos, extinguidas las dictaduras, cuando el
pueblo esperaba una acción decidida de
los gobernantes para hacer justicia y dar
fin con la impunidad, surgieron decretos
de amnistía y otros instrumentos jurídicos
que tenían la finalidad de evitar el juzga-
miento de los torturadores, asesinos, se
crearon mecanismos modernos de impuni-
dad que permitan a ésta convivir con nue-
vas formas de violación de los derechos
humanos, todo dentro el escenario de los
Estados de Derechos, matando así las ilu-
siones de miles de ciudadanos que busca-
ban en la democracia reivindicar — a sus
muertos y desaparecidos.
«La necesidad de no dividir al país.»,
«Hay que enterrar el pasado y mirar hacia
el futuro.», «Que el enjuiciamiento de los
dictadores podía revertir lo hasta ahora
conquistado.» y otras mentiras fueron la
base de la sustentación.
La impunidad para el conjunto de la so-
ciedad significa que los miembros de los
cuerpos de seguridad de un país, que
sembraron el terror contra la población,
que fueron responsables de asesinatos,
torturas y desapariciones continúan siendo
parte del aparato del Estado. La impunidad
significa, igualmente, que las doctrinas e
ideologías que llevaron a la aplicación de
políticas represivas, fundadas en la práctica
cotidiana y a gran escala de violaciones de
derechos humanos, no son cuestionadas y,
en muchísimos casos, siguen nutriendo los
alumnos de los centros de formación de
las Fuerzas Armadas y de la Policía. Enton-
ces la impunidad significa que ninguno de
los factores que han alentado y llevado a
cabo estas violaciones de derechos huma-
nos son desarticulados, neutralizados y
desechados para garantía de toda la ciuda-
danía. Por el contrario, la impunidad con
que se benefician asegura que pueden re-
petir sus actos contra la dignidad de seres
humanos. Y es que la impunidad consti-
tuye el principal factor que permite la
repetición de prácticas como la tortura, el
asesinato y la desaparición. Así, la impuni-
dad asegura y alienta la criminalidad de
Estado.
La impunidad hoy sigue vigente porque
los sectores que cometieron el genocidio
siguen teniendo poder y actuando en los
establecimientos legislativos, judiciales,
gubernamentales y fuerzas de seguridad. El
poder militar y el poder político se inte-
gran íntimamente, en nombre de la con-
trainsugerencia, del anticomunismo y de la
estabilidad financiera e institucional. Los
ejecutores y autores del terrorismo desde
el Estado no han abandonado sus propó-
sitos, ni han sido despojados de sus recur-
sos, ni de sus puestos en las esferas del
poder; ni han desarmado sus mecanismos
de violencia, ni se han deshecho de sus
conexiones internas e internacionales.
El gobierno se cobija en leyes de amnis-
tía dirigidas a los asesinos y torturadores,
para no investigar cual fue el destino de
cada uno de los desaparecidos.
Con el tiempo la permanencia de la Im-
punidad induce mecanismos de perturba-
ción intrasíquica e intersubjetiva capaces
de producir trastornos mentales iguales o
aún mas graves que la tortura

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KERTES GÁBOR,
29 de marzo de 1998

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