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El documento habla sobre la poética del espacio de la casa. Discute cómo la casa es nuestro primer universo y rincón del mundo, y cómo a través de los recuerdos y sueños las diversas casas que hemos habitado se entrelazan. La casa protege al soñador y nos permite soñar en paz. Representa un poder de integración para los pensamientos, recuerdos y sueños del hombre.
El documento habla sobre la poética del espacio de la casa. Discute cómo la casa es nuestro primer universo y rincón del mundo, y cómo a través de los recuerdos y sueños las diversas casas que hemos habitado se entrelazan. La casa protege al soñador y nos permite soñar en paz. Representa un poder de integración para los pensamientos, recuerdos y sueños del hombre.
El documento habla sobre la poética del espacio de la casa. Discute cómo la casa es nuestro primer universo y rincón del mundo, y cómo a través de los recuerdos y sueños las diversas casas que hemos habitado se entrelazan. La casa protege al soñador y nos permite soñar en paz. Representa un poder de integración para los pensamientos, recuerdos y sueños del hombre.
Quin vendr a llamar a la puerta? Puerta abierta, se entra. Puerta Cerrada, un antro. El mundo llama al otro lado de la puerta.
Pierre Albert-Birot. Les amusements naturels
Para un estudio fenomenolgico de los valores de intimidad del espacio interior, la casa es sin duda alguna, un ser privilegiado, siempre y cuando se considere la casa a la vez en su unidad y complejidad, tratando de integrar todos sus valores particulares en un valor fundamental. La casa nos brindar a un tiempo imgenes dispersas y un cuerpo de imgenes. En ambos casos demostramos que la imaginacin aumenta los valores de la realidad. Una especie de atraccin de imgenes concentra a sta en torno de la casa. A travs de todos los recuerdos de todas las casas que nos han albergado, y allende todas las casas que soamos habitar, puede desprenderse una esencia ntima y concreta que sea una justificacin del valor singular de todas nuestras imgenes de intimidad protegida? He aqu el problema central. Para resolverlo no basta considerar la casa como un objeto sobre el que podramos hacer reaccionar juicios y ensoaciones. Para un fenomenlogo, para un psicoanalista, para un psiclogo (enumerando estos tres puntos de vista por orden de precisin decreciente), no se trata de describir unas casas, sealando los aspectos pintorescos y analizando lo que constituye su comodidad. Al contrario, es preciso rebasar los problemas de la descripcin sea sta objetiva o subjetiva, es decir que narre hechos o impresiones- para llegar a las virtudes primeras, a aquellas donde se revela una adhesin, en cierto modo innata, a la funcin primera de habitar. El gegrafo, el etngrafo, pueden muy bien describirnos distintos tipos de habitantes. En esta diversidad el fenomenlogo hace el esfuerzo necesario para captar el germen de la felicidad central, segura, inmediata. En toda vivienda, incluso en el castillo, el encontrar la concha inicial, es la tarea ineludible del fenomenlogo. Pero cuntos problemas afines si queremos determinar la realidad profunda de cada uno de los matices de nuestro apego a un lugar de eleccin! Para un fenomenlogo el matiz debe tomarse como un fenmeno psicolgico de primer brote. El matiz no es una coloracin superficial suplementaria. Hay que decir, pues, cmo habitamos nuestro espacio vital de acuerdo con todas las dialcticas de la vida, cmo nos enraizamos, de da en da, en un rincn del mundo. Porque la casa es nuestro rincn del mundo. Es-se ha dicho con frecuencia-nuestro primer universo. Es realmente un cosmos. Un cosmos en toda la acepcin del trmino. Vista ntimamente, la vivienda ms humilde no es la ms bella? Los escritores de la habitacin humilde evocan a menudo ese elemento de la potica del espacio. Pero dicha evocacin evoca de sucinta. Como tiene poco que describir en la humilde vivienda, no permanecen mucho en ella. Caracterizan la habitacin humilde en su actualidad, sin vivir realmente su calidad primitiva, calidad que pertenece a todos, ricos o pobres, si acepta soar. Pero nuestra vida adulta se halla tan despojada de los bienes primeros, los lazos antropocsmicos estn tan relajados que no se siente su primer apego en el universo de la casa. No faltan filsofos que munifican abstractamente, que encuentran un universo por el juego dialctico del yo y del no-yo. Precisamente, conocen el universo ante que la casa, el horizonte antes que el albergue. Al contrario, las verdaderas salidas de imgenes, si las estudiamos fenomenolgicamente, nos dirn de un modo concreto los valores del espacio habitado, el no-yo que protege al yo. Aqu, en efecto, tocamos una recproca cuyas imgenes debemos explorar; todo espacio realmente habitado lleva como esencial la nocin de casa. Veremos, en el curso de es te ensayo, cmo la imaginacin trabaja en ese sentido cuando el ser ha encontrado el menor albergue: veremos a la imaginacin construir muros con sombras impalpables, confortarse con ilusiones de proteccin- o, a la inversa, temblar tras unos muros gruesos y dudar de las ms slidas atalayas. En resumen, en la ms interminable de las dialcticas, el ser amparado sensibiliza los lmites de su albergue. Vive la casa en su realidad y en su virtualidad, con el pensamiento y los sueos. Desde ese momento, todos los refugios, todos los albergues, todas las habitaciones tienen valores de onirismo constantes. Ya no se vive verdaderamente la casa en su positividad, no es slo ahora cuando se reconocen sus beneficios. Los verdaderos bienestares, tienen pasado. Todo un pasado viene a vivir, por el sueo en una nueva casa. La vieja expresin transportamos all nuestros dioses lares tiene mil variantes. Y la ensoacin se profundiza hasta el punto en que una propiedad inmemorial se abre para el soador del hogar ms all del antiguo recuerdo. En esta regin lejana, memoria e imaginacin no permiten que se las disocie. Una y otra trabajan en su profundizacin mutua. Una y otra constituyen en el orden de los valores, una comunidad del recuerdo y de la imagen. As la casa no se vive solamente al da, al hilo de una historia, en el relato de nuestra historia. Por los sueos las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los tesoros de los das antiguos. Cuando vuelven, en la nueva casa, los recuerdos de las antiguas moradas, vamos al pas de la Infancia Inmvil, inmvil como lo inmemorial. Nos reconfortamos reviviendo recuerdos de proteccin. Algo cerrado debe guardar a los recuerdos dejndoles sus valores de imgenes. Los recuerdos del mundo exterior no tendrn nunca la misma totalidad que los recuerdos de la casa, sumamos valores de sueo; no somos nunca verdaderos historiadores, somos siempre un poco poetas y nuestra emocin tal vez slo traduzca la poesa perdida. As, abordando las imgenes de la casa con la preocupacin de no quebrar la solidaridad de la memoria y de la imaginacin, podemos esperar hacer sentir toda la elasticidad psicolgica de una imagen que nos conmueve con una profundidad insospechada. En los poemas, tal vez ms que en los recuerdos, llegamos al fondo potico del espacio de la casa. En esas condiciones, si nos preguntan cul es el beneficio ms precioso de la casa, diramos: la casa alberga el ensueo, la casa protege al soador, la casa nos permite soar en paz. No son nicamente los pensamientos y las experiencias los que sancionan los valores humanos. Al ensueo le pertenecen valores que marcan al hombre en su profundidad. El ensueo tiene incluso un privilegio de auto valorizacin. Goza directamente de su ser. Entonces, los lugares donde se ha vivido el ensueo se restituyen por s mismos en un nuevo ensueo. Porque los recuerdos de las antiguas moradas se reviven como ensueos, la moradas del pasado son en otros imperecederas. Ahora, nuestro objetivo est claro: debemos demostrar que la casa es uno de los mayores poderes de integracin para los pensamientos, los recuerdos y los sueos del hombre. En esa integracin, el principio unificador es el ensueo. El pasado, el presente y el porvenir dan a la casa diferente, dinamismos, dinamismos que intervienen con frecuencias, a veces, oponindose, a veces excitndose mutuamente. La casa en la vida del hombre suplanta contingencias, multiplica sus consejos de continuidad. Sin ella, el hombre sera un ser disperso. Lo sostiene a travs de las tormentas de cielo y de las tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser lanzado al mundo, como dicen los metafsicos rpidos, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y siempre, en nuestros sueos, la casa es una gran cuna. Una metafsica concreta no puede dejar a un lado ese hecho, ese simple hecho, tanto ms cuanto que ese hecho es un valor, un gran valor al cual volvemos en nuestros ensueos. El ser es de inmediato un valor. La vida empieza bien, empieza cerrada, protegida, toda tibia en el regazo de una casa. Desde nuestro punto de vita, desde el punto de vista del fenomenlogo que vive de los orgenes, la metafsica consciente que se sita en el instante en el que el ser es lanzado al mundo, es una metafsica de segunda posicin. Salta por encima de los preliminares donde el ser es el ser-bien, en que el ser humano es depositado en un estar-bien, en un bien-estar asociado primitivamente al ser. Para ilustrar la metafsica de la conciencia habr que esperar las experiencias en el que el ser es lanzado fuera, o sea en el estudio de las imgenes que estudiamos; puesto a la puerta, fuera de ser de la casa, circunstancia en que se acumulan la hostilidad de los hombres y la hostilidad del universo. Pero una metafsica completa que englobe la conciencia y lo inconsciente debe dejar dentro el privilegio de sus valores. Dentro del ser, en el ser de dentro, hay un calor que acoge el ser que lo envuelve. El ser reina en una especie de paraso terrestre de la materia, fundido en la dulzura de una materia adecuada. Parece que en ese paraso material, el ser est impregnado de una sustancia que lo nutre, est colmado de todos los bienes esenciales. Cuando se suea en la casa natal, en la profundidad extrema del ensueo, se participa de este calor primero, de esta materia bien templada del paraso material. En este ambiente viven los seres protectores. Ya volveremos a ocuparnos de la maternidad de la casa. Por ahora slo queramos sealar la plenitud primera del ser de la casa. Nuestros ensueos nos vuelven a ella. Y el poeta, Rainer Mara Rilke, sabe muy bien que la casa sostiene la infancia mvil en sus brazos:
Casa, jirn de prado, oh luz de la tarde de sbito adquirir faz casi humana, estis junto a nosotros, abrazando, abrazados.
GASTON BACHELARD
POR MI RAZA HABLAR EL ESPRITU Ciudad Universitaria, D.F.