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EL MUSEO

Vestido de maltrecho animal mi porvenir/ se oculta en la espesura con un


salto de liebre perseguida por viles cazadores/¡Cuántos nobles destinos
inmolados al dios de la pezuña hendida/ Habrá que resistir hasta que pase
la inflamada codicia;/ habrá que despistar al rastreador simulando un
camino que no vuelve,/Poco hay para roer,/como no sean las bayas
desechadas por las ratas del último saqueo,/No importa; haremos tiempo con
astillas y plumas de los lentos,/lentísimos crepúsculos;/¡tan bello
porvenir despedazado por los perros de la cacería!
Escena de caza. Olga Orozco. En el revés del cielo. 1987

¿Qué puede haber de más distante que el decir del poeta –emotivo,
exaltado, inspirado- del decir del filósofo –racional, exacto, preciso?
¿Cómo poder siquiera pensar que el filósofo, hombre de ideas que se
pretenden claras y distintas o, por lo menos, hombre que utiliza
conceptos, se asemeja en algo al poeta, hombre de imágenes, ritmos,
cantos?

Estas son las dos preguntas iniciales que utiliza Ramón Xirau, en su libro
Poesía y Conocimiento, para desentrañar el valor cognoscitivo de la
poesía, dos preguntas que retornan a mi memoria ahora que intento
confrontar emotiva y racionalmente los actos de violencia cometidos el
domingo 16 de marzo, en la Asamblea Estatal de Alternativa Socialdemócrata
en el Distrito Federal.

Razón frente a sentimiento; sin embargo, sólo viene a mí el arte poética;


así que mi racionalidad –afortunadamente- cede ante el conocimiento
poético. La poesía, pie del alma; simplemente me ayuda a expresar mi
azoro sobre el “domingo blanco”.

El blanco es el color que se ubica en ambos extremos de la gama cromática,


puede significar por tanto ausencia o suma de colores. Simbólicamente
representa el renacimiento, pero también la muerte, el vacío nocturno, la
desaparición de la conciencia. Lo nombro “domingo blanco” por el color de
las camisetas y gorras que utilizaron las personas que planearon,
ejecutaron o simplemente permitieron que se ejerciera violencia contra
quienes formamos parte de la corriente a la que pertenece también Patricia
Mercado y que ese día vestíamos con alguna prenda de color rojo.

No se trataba sólo de perder o ganar, sino de que se respetara nuestro


derecho a participar, de que la asamblea estatal se desarrollará en un
ambiente democrático, transparente; pero ocurrió lo contrario, “los
blancos” llevaron a cabo una serie de acciones de modo tal que no había
certeza democrática –ni jurídica-, se acumuló irregularidad tras
irregularidad hasta que por fin fuimos expulsados de la asamblea, no por
la fuerza de la razón, sino mediante la agresión física.

En el prologo de El collar de la paloma, Ortega y Gasset menciona “no se


trata que coincidan las ideas, sino las vidas. Nadie puede tener las
mismas ideas que otro si, de verdad, tiene ideas... Cuando un pensamiento
nos es común, corre el riesgo de no ser una idea, sino todo lo contrario,
un tópico..., el lugar común, el sitio en que los hombres coinciden tanto,
que se identifican y confunden, cosa que no puede acontecer sino en la
medida en que los hombres se mineralizan, se deshumanizan”

Lo ocurrido el “domingo blanco” hace evidente que estamos frente a dos


concepciones radicalmente opuestas sobre lo que significa la
socialdemocracia, pero también hace evidente que “rojos” y “blancos”
vivimos de manera distinta la socialdemocracia.

Entonces? La violencia suscitada el 16 de marzo, el deseo de acabar al


otro, a los rojos, la necesidad de buscar la coincidencia a ultranza en
menoscabo de la diversidad es lo que distingue a un socialdemócrata? O,
sólo estamos ante la necesidad de dominio para el reconocimiento y
propósitos personales?

La socialdemocracia se tiene que vivir, porque, retomando de nuevo a


Ortega y Gasset, “los que ignoran de qué ingredientes están hechas las
ideas creen que es fácil su transferencia... se desconoce que lo que hay
de más vivaz en las ideas no es lo que se piensa paladinamente a flor de
conciencia al pensarlas, sino ... lo que queda sobredicho al usar de
ellas... este fondo latente de las ideas que las sostiene, llena y nutre,
no se puede transferir, como nada que sea vida humana auténtica.”

Si es a partir de la vida humana cotidiana que se explica el hecho


histórico y son las vidas las que tienen que coincidir, tenemos la
obligación de fortalecer el proyecto socialdemócrata no sólo en el
discurso, sino en la vida, esa del día a día, reconociendo al otro en su
derecho a ser, a expresarse.

Como dice Fernando Pessoa, Pero si Dios es los árboles y las flores/ y los
montes y la luna y el sol/ ¿para qué le llamo Dios?/ Le llamo flores y
árboles y montes y sol y luna/

Llamémosle socialdemocracia, pero también mujer, hombre, joven, viejo,


indígena, María Juan, árbol, agua...yo, tú.

Quienes propician la violencia, quienes hablan de socialdemocracia al


tiempo que impulsan la formación de “pequeñas monarquías”, rodeándose sólo
de amigos o súbditos incondicionales, no tienen dudas sobre su proceder
político. A otros nos toca buscar la brújula, descubrir el camino.

La piel, el tacto, el esqueleto de la social-democracia mexicana se está


construyendo. Se necesitan artesanos, vamos en primera fila a explorar, a
encontrar los mejores materiales. Dejemos a la zaga a los buscadores de
fósiles, que organicen la museografía y se queden a vigilar el museo.

“Próxima estación…”

Les saluda

Marlene Acosta Jiménez

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