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ADRIANA CRISTINA RUIZ BERMÚDEZ

CONSIDERACIÓN ESTÉTICA EN LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL DE


NUESTRO TIEMPO1

Al hacer una síntesis magistral de las ideas siglo XVIII, Kant encontraba cierta
inadecuación entre las dos componentes de la división convencional de la
filosofía, la teórica y la practica; por lo que su obra está dedicada en buena
parte a elaborar una crítica de la legitimidad de tales modos de conocimiento
como posibles doctrinas. Por un lado está la teoría como facultad del
entendimiento, que proporciona al hombre el conocimiento sobre los
fenómenos de la naturaleza a través de conceptos de aplicación objetiva y
universal; y por el otro, la práctica como uso de la razón, que pone a la
libertad como base de todas las acciones y deseos del hombre y le dispone a
la aplicación de leyes morales.

De esta inadecuación surge la estética como tránsito entre los usos teóricos
y prácticos de la razón, a su base están los sentimientos de placer y dolor
que guían la facultad de juzgar estéticamente, ello es pensar los objetos sin
conceptos o determinaciones, sino por la reflexión sobre la diversidad de
sentimientos o afecciones sensibles que producen, luego estos juicios de
gusto no aportan nada al conocimiento de estos objetos sino que encuentran
lugar en la imaginación y subjetividad de cada cual. La aplicación o uso del
juicio estético como tránsito, hace posible la existencia del arte como vínculo
del conocimiento de la naturaleza y el ejercicio práctico de la libertad.

El pensamiento de Kant está articulado en un proyecto eminentemente


político en el que el hombre como fin en sí mismo y no como medio, es el
único capaz de alcanzar un ideal de perfección: « Sólo aquel que tiene en sí

1
La monografía de grado “las diseñadoras y los diseñadores que habitamos nuestro
tiempo”, presentada en julio pasado para optar al titulo de diseñadora industrial, dejo
abiertas varias reflexiones. Ésta, sobre la consideración de la estética en la transformación
social de nuestro tiempo, abre un camino de exploración dentro del campo de la educación
artística. Ver: http:/lasdisenadorasylosdisenadores.tk
mismo el fin de su existencia, el hombre, que puede determinarse a si mismo
sus fines por medio de la razón, o, cuando tiene que tomarlos de la
percepción exterior, puede, sin embargo, ajustarlos a fines esenciales y
universales y juzgar después estéticamente también con ellos, ese hombre
es el único capaz de un ideal de belleza, así como la humanidad en su
persona, como inteligencia, es, entre todos los objetos en el mundo, única
capaz de un ideal de la perfección.»2

A lo largo de los siglos XIX y XX con el fenómeno moderno y la instauración


del sistema capitalista, ese ideal de perfección se fue transformando en una
ideología de progreso en la que el hombre, ya no como fin en sí mismo, sino
también como medio, se vio despojado –entre otras tantas cosas- de su
poder de actuación política y de crear libremente; en cambio, servía útil e
inconscientemente al aparato económico y cultural en curso que parecía
arrojar pruebas de progreso ante los ojos de todo el mundo.

El diseño industrial comienza y se consolida justamente dentro de este


fenómeno al ser el encargado de la configuración de las mercancías de
consumo masivo, los diseñadores industriales eran, en palabras de Walter
Benjamín, «los productores de la moderna “imaginación” colectiva»3, los
reproductores de esa nueva vida de consumo cuya vigencia en el mundo
contemporáneo está más que fortalecida.

El sociólogo polaco Zygmunt Bauman explica esta cultura consumista como:


« …la forma en que los miembros de una sociedad de consumidores actúan
“irreflexivamente” …sin pensar en aquello que consideran el propósito de sus
vidas y en los medios mas adecuados para alcanzarlo, sin pensar en cómo
distinguen todo aquello que es relevante para ese propósito de aquello que
descartan por irrelevante, sin pensar en lo que los entusiasma y en lo que les
resulta indiferente o desabrido, en lo que los atrae y en lo que les repele, en
2
Manuel Kant, Crítica del juicio, Porrúa, 1978. P. 228 y 229.
3
Susan Buck-Morss, Dialéctica de la mirada; Walter Benjamín y el proyecto de los pasajes,
Colección la Balsa de la Medusa, Madrid, Visor, 1995, P. 282.
lo que les empuja a actuar y en lo que los llama a la fuga, en lo que desean y
en lo que temen, sin pensar hasta qué punto temores y deseos se
compensan unos a otros»4.

En este fenómeno de la “irreflexión” los individuos que pertenecen a la


sociedad de consumidores carecen por completo de la facultad de juzgar de
la que hablaba Kant, sus sentimientos de placer y dolor no cuentan como
puente entre lo que saben y lo que hacen, esta cultura consumista ha
educado sujetos lo suficientemente eficientes y performativos como para no
cuestionar la legitimidad del conocimiento que reciben y los motivos y
consecuencias de su actuar, la educación contemporánea se enmarca en
estos términos y reproduce estos imaginarios.

Ya lo anticipaba Jean François Lyotard cuando escribió La condición


posmoderna: « La pregunta, explicita o no, planteada por el estudiante
profesionalista, por el Estado o por la institución de enseñanza superior, ya
no es: ¿es esto verdad?, sino ¿para qué sirve? En el contexto de la
mercantilización del saber, esta última pregunta, las más de las veces,
significa: ¿se puede vender? Y, en el contexto de argumentación de poder:
¿es eficaz? Pues la disposición de una competencia performativa parecía que
debiera ser el resultado vendible en las condiciones anteriormente descritas,
y es eficaz por definición. Lo que deja de serlo es la competencia según otros
criterios, como verdadero/falso, justo/injusto, etc., y, evidentemente, la débil
performatividad en general»5

¿Qué tipo de educación puede despertar una conciencia individual y colectiva


sobre criterios tan absolutos como la justicia y la verdad? ¿Puede esta
educación poner como base de su aprendizaje la reflexión sobre las
experiencias sensibles subjetivas pero universalmente compartidas? Y más
importante aun, ¿es posible una educación que subvierta de alguna manera
4
Zygmunt Bauman, Vida de consumo, Fondo de Cultura Económica, España, 2007, P. 77.
5
Jean-François Lyotard. La Condición Posmoderna. Ediciones Cátedra, Madrid, 1994. p. 95
y 96.
ese movimiento sonso de los individuos de esta sociedad dirigiéndolos a una
experiencia distinta del mundo?

De seguro una educación que disponga a las personas de este tiempo hacia
una formación y sentimiento de ideas estéticas, despertaría en ellos una
autoconciencia histórica, un actuar político; sería capaz de exponer
sensiblemente contenidos absolutos, haría un llamado a experimentarse a sí
mismos como medios que vehiculan tales contenidos, abriría caminos
inciertos que muchos otros podrían emprender en la búsqueda de la
perfección.

La aplicación de esta estética crítica en procesos de formación y acción


desde el campo de las artes o toda otra actividad propia de la creación, la
expresión o la comunicación –como el diseño-, tiene pertinencia en tanto se
propone transformar el aspecto del mundo que habitamos haciéndolo justo y
presentable.

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