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• REFIÉRASE AL “MURO DEL ETIQUETAMIENTO”.

Para referirse al muro del etiquetamiento primero hay que tener claro
que existe un centro de percepción, que podemos llamar de modo más
genérico “conciencia”, que es lo que usualmente llamamos “yo”. Este
centro de percepción se ve aprisionado por cuatro muros, y uno de ellos
es el llamado “muro del etiquetamiento”.

Usualmente nosotros al entrar en interacción con otros seres humanos


preguntamos el nombre, para facilitar la comunicación, y enseguida
empezamos a analizar cómo se comporta esa persona, su vestimenta, su
peinado, etc. y eso es lo que vendría constituir en nuestra conciencia
una “etiqueta”, proceso que según teorías neurológicas no dura más de
15 segundos. Ahora, parte de esa etiqueta también puede ser un
prejuicio que nos hemos hecho de acuerdo a lo que nos han dicho de la
persona con la cual interactuamos por primera vez.

Lo que resulta de estas etiquetas es que, la siguiente vez que nos


encontremos con esa persona que etiquetamos, aunque no
conscientemente, tendremos en cuenta esa etiqueta, y el problema que
surge de este “muro del etiquetamiento” es que nos limita a conocer a
la persona en base a la primera impresión, que no siempre es acertada,
ya que nos cuesta mucho sacarnos la etiqueta anteriormente puesta.
Todo esto afecta el cómo nos relacionamos con la persona,
condicionando la relación a la etiqueta que le pusimos a la persona, lo
que a la larga puede perjudicarnos de dos formas; primero cuando
ponemos una etiqueta negativa a alguien y evitamos si quiera cruzar
palabra con ella, por el sólo hecho de que creemos que es tonta, o que
es pesada, pudiendo perdernos una excelente amistad. Y segundo,
cuando etiquetamos positivamente a una persona. Esto, nos lleva
generalmente a tener expectativas altas respecto a la persona, lo que
nos puede llevar a una desilusión muy grande cuando empezamos a
conocerla mejor. En otras palabras, el muro de las etiquetas altera
nuestras percepciones respecto al resto.

A todo esto, la única solución que se me ocurre es intentar empezar de


cero cada vez que nos reencontramos con una persona, y así descubrir
nuevas dimensiones de la persona, no dejándose llevar ni por prejuicios
ni por etiquetas.

También podríamos decir que el dejarse influenciar por las etiquetas que
ponemos implicaría ser una bestia, dentro de la metáfora de Plotino, y
que nuestro desarrollo como seres humano lleva consigo el dejar de lado
las etiquetas, para conocer a nuestros pares como seres humanos y no
como máscaras de lo que son.

• REFIÉRASE AL “MURO DE LAS CREENCIAS”.-

Para referirse al muro de las creencias primero hay que tener claro que
existe un centro de percepción, que podemos llamar de modo más
genérico “conciencia”, que es lo que usualmente llamamos “yo”. Este
centro de percepción se ve aprisionado por cuatro muros, y uno de ellos
es el llamado “muro de las creencias”. A su vez, una creencia es una
representación mental de cierta realidad determinada, que nos
hacemos mediante la percepción, y pueden ser de diferentes tipos,
como religiosas, científicas, políticas, filosóficas, etc.

Todos tenemos un sistema de creencias, que es nuestra forma de


interpretar y representar la realidad, sistema de creencias que está
intrínsecamente relacionado con la realidad objetiva, pero que no es la
realidad objetiva, sino que es la realidad que nosotros concebimos
dentro de nuestro centro de percepción, es decir, una realidad subjetiva.

Ahora, el límite que nos impone este muro es para efectos de conocer
las interpretaciones de los otros, ya que si tenemos muy arraigado en
nosotros nuestro sistema de creencias, difícilmente podremos escuchar
en forma abierta y crítica al otro, porque estaremos condicionados por
nuestras creencias. También, este muro nos condiciona a ver el mundo
de una cierta forma, condicionada por nuestro sistema de creencias, lo
que muchas veces nos hace perder de vista cosas que eventualmente
podríamos considerar importantes, pero que dado nuestro sistema de
creencia, no tenemos la apertura necesaria en nuestro centro de
percepción como para apreciar nuevas cosas.

La solución, al menos en teoría, parece ser intentar escuchar con los


oídos del otro, intentando mantener alejadas nuestras creencias, y
después juzgar críticamente lo propuesto, aunque debemos tener en
cuenta que es imposible liberarnos por completo de nuestro sistema de
creencias, pero sí podemos hacer un esfuerzo por intentar abrir nuestro
centro de percepción más allá de nuestras propias creencias.

• QUÉ SON LOS APEGOS Y CÓMO AFECTAN NUESTRA VIDA.-

El apego es aferrarse a los conceptos que nosotros nos formamos de las


personas, de las cosas y de los sentimientos, y en general podemos
decir que nos apegamos a los conceptos que tenemos por el miedo a
perderlo, por miedo a que deje de ser nuestro. Por ejemplo, uno de los
apegos más fuertes es el apego a la vida, gatillada por el miedo a morir,
a perder todo lo que queremos.

Estos apegos afectan nuestra vida en el sentido de que nos condicionan


a percibir ciertos fenómenos de una manera determinada, como por
ejemplo el deterioro del cuerpo, que lo interpretamos como algo
desagradable, ya que nos recuerda que algún día nos extinguiremos, lo
que implica perder todo lo que queremos, y en consecuencia tenemos
una actitud negativa hacia, por ejemplo, una determinada dolencia,
siendo que en realidad son cosas que pasan, son axiológicamente
neutra, y en vez de ocuparnos en otras cosas que podrían ser más
relevantes, como intentar evadir el dolor y seguir viviendo, nos
enojamos con nuestro cuerpo porque se está manifestando.
• ¿POR QUÉ LOS SERES HUMANOS TENEMOS PROBLEMAS PARA INTEGRAR
EL CUERPO EN NUESTRO “YO”?

No nos identificamos con el cuerpo al parecer por el dolor, ya que la


única forma de experimentar dolor es estando dentro de un cuerpo.
Además, el cuerpo suele recordarnos que nos extinguiremos, ya que
envejece y no nos permite hacer actividades que hacíamos antes.
También, el mismo deterioro del cuerpo nos hace no identificarnos con
él

Por otro lado, tampoco nos gusta identificarnos con nuestro cuerpo
porque este es limitado, debido a que tiene necesidades, y claramente
no nos place el pensar que somos limitados. Tendemos a pensar que
somos súper héroes.

• ¿CÓMO SUELE RESPONDERSE A LA PREGUNTA “¿QUIÉN SOY YO?”?

– Respuesta Nominal.
– Respuesta Biográfica.
– Respuesta Psicológica.
 Desidentificación del cuerpo.
 Mente y Cuerpo.
 Persona y Sombra.

• EN QUÉ CONSISTE LA TEORÍA DE LA PRISIÓN.

De partida, podemos asumir que existe un yo, que es el que está feliz, o
el que está triste, o el que sufre. Más bien, el que siente. Este yo del que
hablamos es nuestro centro de percepción, nuestra conciencia, y según
la teoría de la prisión, nuestra conciencia está atrapada dentro de cuatro
muros: el de los etiquetamientos, el de los hábitos, el de las creencias y,
el más fuerte, el de los apegos.

Estos cuatro muros alteran nuestra interpretación de la realidad, por


ejemplo limitándonos a pensar que una persona es de una determinada
manera con sólo haber hablado con ella unos minutos, e incluso sólo
algunos segundos, o nos limitan a quedarnos estancados en lo que
estamos acostumbrados, ya que nos parece incómodo experimentar
algo que nos puede hacer sufrir.

Y la pregunta que cae de cajón aquí es si esos muros se pueden


traspasar, o al menos ampliarlos.

Mi opinión es que sí se pueden ampliar, primero teniendo en cuenta qué


son y cómo funcionan, y después intentando, por ejemplo, no etiquetar a
la gente de buenas a primeras, sino intentar conocerlas sin pre
juzgarlas, o también evitando el apego a sentimientos que no nos
otorgan nada bueno a cambio, como el dolor que produce la pérdida de
una persona.
No digo que haya que ser un indolente, pero a través de un análisis
crítico me parece que sí es posible darse cuenta cuando uno está
apegado al dolor y no a la persona que falleció, a los lindos recuerdos
que tenía con ella, y que desde ahí podemos ampliar el muro de los
apegos, por ejemplo, a lo que en realidad nos parece razonable
apegarnos.

• ¿POR QUÉ PUEDE SOSTENERSE QUE CONCIENCIA, PERCEPCIÓN Y


REALIDAD SON UNA MISMA COSA?
Esto se puede sostener porque, si tomamos el término conciencia como
una propiedad que tenemos los seres humanos de reconocernos en
nuestros atributos esenciales y en todas las modificaciones que
experimentamos, el término se vuelve sinonímico de nuestra
percepción, ya que es mediante la percepción que nosotros nos
hacemos conscientes de nuestros atributos esenciales y las
modificaciones que experimentamos a medida de que vivimos. Es decir,
gracias a la percepción interna es que somos conscientes de que somos
conscientes.

Y, a la vez, esto es lo mismo que la realidad, dado que nosotros los seres
humanos estamos limitados a conocer la realidad objetiva de una
manera subjetiva, debido a que la conocemos mediante la percepción,
mediante la propiedad que tenemos de ser conscientes, entonces, si
bien no podemos decir que la realidad objetiva es lo mismo que la
conciencia, sí podemos decir que la realidad, como la concebimos los
seres humanos, es producto de nuestra percepción, ya que no podemos
prescindir de ella para interpretar la realidad, que es el sentido en el
cual se puede hablar de que realidad, conciencia y precepción son lo
mismo.

• QUÉ RELACIÓN PUEDE ADVERTIRSE ENTRE LA EVOLUCIÓN DE LA


CONCIENCIA Y LA SOLUCIÓN DE LOS PROBLEMAS MORALES QUE
AFECTAN A LA HUMANIDAD, SEGÚN RUSSELL, LAZLO y GROFT.-

• ¿DIRÍA USTED QUE HEMINGWAY Y SÁBATO COMPARTEN REALIDADES


COMUNES?

• QUÉ ES EL MITO DE SÍSIFO Y QUE CUÁL ES LA PREGUNTA MÁS


IMPORTANTE DE LA FILOSOFÍA SEGÚN ALBERT CAMUS.-

El mito de Sísifo proviene de la mitología griega, y someramente trata de


que Sísifo contradice a Zeus, entonces él, como rey del Olimpo, todo
poderoso, decide castigarlo por toda la eternidad, obligándolo a empujar
una piedra por una colina hasta la cima, cayendo la piedra colina abajo y
teniendo Sísifo que volver a subir la piedra indefinidas veces.
Este mito representa metafóricamente la condición humana en este
mundo, la de esforzarse sin ningún sentido aparente, lo que nos lleva a
la pregunta cardinal de la filosofía según Camus, y es si está justificado
el suicidio, es decir, si vale la pena vivir, esforzarse, para después morir,
o, en otras palabras ¿tiene sentido la vida?

En lo que a mí respecta, creo fehacientemente que somos nosotros, los


seres humanos, con nuestra capacidad de amar, los que les conferimos
sentido a la vida, amando a personas, a situaciones, e incluso a cosas.
En otras palabras, si no tenemos apegos ni razones de vivir, que se
constituyen a través del amor, sí está justificado el suicidio, ya que no
valdría la pena vivir, pero basta con que logremos amar a algo en lo más
mínimo para que el suicidio no esté justificado, ya que tenemos algo por
lo cual luchar, que es el amor que sentimos.

• EN QUÉ CONSISTE EL PROBLEMA DEL DOLOR.

Para responder esta pregunta hay que tener claro, en principio, que un
dolor y una enfermedad son cosas distintas. Primero, la dolencia no es
más que la manifestación corporal de un conjunto de síntomas
biológicos, y la enfermedad es el significado que nosotros como seres
humanos intentamos otorgarle a una determinada dolencia.

En principio, cuando nosotros tenemos algún dolor acudimos a un


médico que usualmente nos da una explicación certera y un
medicamento para curarla, pero cuando una serie de especialistas no
nos sabe dar una respuesta y una solución satisfactoria, empieza el
problema del dolor.

Nos preguntamos ¿por qué a mí? ¿Me recuperaré? ¿Será este el fin de mi
existencia? Y es en este punto en el cual nos encontramos con el
problema que ha aquejado a sociedades y a personas a lo largo de toda
la historia humana, el problema de darle un sentido al dolor.

Solemos, entonces, buscar una explicación en plano no científico, por


ejemplo en el de nuestra personalidad, y eso muchas veces nos hace
sufrir más, porque podemos llegar a pensar que somos nosotros mismos
los culpables de la dolencia que padecemos.

• ¿CÓMO OPERA UNA “PROYECCIÓN”?

Para explicar cómo opera una proyección hay que tener claro, primero
que todo, que la mente del ser humano podemos dividirla
esquizofrénicamente en persona y sombra, siendo persona la imagen
consciente que nosotros tenemos de nosotros mismos, y sombra todos
los aspectos negativos que usualmente no nos gusta o nos cuesta
reconocer porque están en el inconsciente, y en consecuencia
intentamos enajenarlos, inconscientemente, lo que radica en que, si
tenemos rabia, o somos impacientes, en nuestra conciencia no somos
nosotros los rabiosos o los impacientes, sino que es el otro.

Juan es persona muy religiosa y moralista, evita por sobre todo decir
mentiras, y repudia a las personas mentirosas. Esto significa que su
sombra es un hombre muy mentiroso, desinhibido, y por eso proyecta
hacia el resto que son mentirosos, llegando incluso a exagerar cuando
alguien miente tildándolo de mentiroso.

• ¿CUÁLES SON Y CÓMO OPERAN LOS CONDICIONAMIENTOS DE LOS


MUROS DE LA TEORÍA DE LA PRISIÓN?

De partida, podemos decir que los condicionamientos de los muros de la


teoría de la prisión son al menos tres: condicionamientos biológicos,
sicológicos y sociales, y son los responsables de nuestro apego a los
cuatro muros, los hacen permanentes.

Esto se puede ver, por ejemplo, en que la sociedad y la cultura nos hace
estar impedidos por el muro de las creencias, ya que desde pequeños se
nos inserta en un sistema de creencias, por ejemplo, religioso. O bien se
nos introduce a la educación, lo que trae como consecuencia que
tengamos creencias, muchas veces difíciles de poner en duda, y eso a
su vez altera nuestra percepción de la realidad, y nos hace sesgarnos y
no escuchar al otro.

Otro ejemplo es cuando decimos que no queremos viajar a África porque


es un país pobre, lo que no es más que una etiqueta que tenemos de
ese país, que la hemos puesto por lo que hemos escuchado en nuestros
círculos sociales, o por las películas, y esto claramente nos limita a
conocer más allá de lo que ya conocemos, porque pensamos que no es
bueno, pero este pensamiento tiene un origen sociológico, y no
necesariamente es verdadero.

• REFLEXIONES EN TORNO A “LA MOSCA EN LA BOTELLA”.-

La “mosca en la botella” no es más que una metáfora elaborada por


Wittgenstein que representa la condición humana, e intenta con ella
darnos a entender que, si bien la vida suele sernos hostil en el camino
de darle un sentido a nuestra existencia, sí nos es posible encontrar un
sentido de la vida, saliendo de la botella, siendo ayudados por los
filósofos.

Dentro de la filosofía de W, la botella representa al lenguaje, y


estaremos buscándole sentido a la vida hasta que entendamos que el
sentido de la vida no se puede buscar mediante el lenguaje, y que la
pregunta de si tiene o no sentido la vida es una pregunta que no se
puede responder con el lenguaje, ya que está más allá del mundo. A mi
parecer, esto nos hace pensar en que debemos buscar un sentido de la
vida en actividades místicas, como por ejemplo practicando meditación,
ya que quizás eso no nos dé un sentido de la vida que podamos escribir
o relatar, pero sí que podamos sentir, con lo que efectivamente
estaríamos saliendo de la botella.

• REFLEXIONES EN TORNO A LOS “PECES EN LA RED” Y EN TORNO A LA


EXISTENCIA COMO “LABERINTO”.-

La metáfora de los peces en la red intenta expresar lo mismo que el mito


de Sísifo, y es que, independiente de lo que hagamos, moriremos
inevitablemente, tal como los peces que yacen atrapados en una red, y
que se agitan intentando salvarse, lo que no tiene sentido, ya que
morirán en el aceite que hierve en un sartén.

A mi juicio, esta es una forma muy determinista de ver la vida, y el sólo


hecho de que hay personas que se han iluminado y que le han
encontrado un sentido a la vida me hace pensar que, si bien el camino
para encontrarle un sentido a la vida suele ser hostil, sí es posible
encontrar un pequeño orificio en la red, y volver al mar.

Por otra parte está la metáfora de la existencia como laberinto, que


básicamente nos da a entender que nosotros, los seres humanos,
aprendemos en base al ensayo y al error, y que nuestra vida, tal como
un laberinto, sí tiene una salida, y que sólo llegaremos a ella mediante el
ensayo y error, haciéndonos un mapa de los caminos que no tienen
salida, llegando finalmente a la salida del laberinto.

El problema de esta metáfora, a mi modo de ver, es que, al igual que la


metáfora de los peces en la red, nos lleva a la pregunta existencialista
de si vale o no la pena todo lo que sufrimos para llegar a la salida del
laberinto, y que si no es más sabio quitarse la vida.

• EL MITO DE PSIQUIS Y LA EXPERIENCIA DEL DOLOR.

El mito de psiquis consiste en que Zeus mandó a psiquis al inframundo,


que representa la experiencia del dolor, y que antes de que entrara le
entregó dos bizcochos, que le servirían para entrar y para salir, ya que
había en la entrada un monstruo tricéfalo que psiquis, para entrar y salir,
debía distraer entregándole uno de los bizcochos por vez.
Además, le dijo que no ayudara a nadie dentro del inframundo.

Entonces, Psiquis una vez dentro del inframundo, con un bizcocho en la


mano, porque el otro ya lo había usado, se encuentra con un anciano
que cargaba madera en un burro, y que repentinamente sufre de un
percance, que es que el burro cae abruptamente. Entonces, el pobre
hombre le pide ayuda, pero Psiquis, recordando lo que le dijo Zeus, no
acude en su ayuda, y continúa su camino.

Así, se le presentan muchas situaciones similares, pero Psiquis no presta


ayuda alguna a los personajes del inframundo.
Este mito nos intenta hacer ver que, cuando estamos en el inframundo,
es decir cuando padecemos de alguna dolencia, no debemos ayudar a
nadie que no sea nosotros mismos, ya que el ayudar a otra persona o a
otra causa implica necesariamente usar energía que debemos emplear
para sanarnos. Esto se ve representado en que Psiquis no presta
ninguna ayuda porque si lo hace puede descuidar el bizcocho y quedarse
por toda la eternidad en el inframundo, es decir, en el dolor.

En pocas palabras, este mito quiere enseñarnos que, si padecemos de


algún dolor, no debemos ayudar a nadie, porque primero el enfermo
debe ayudarse a sí mismo, y después, si quiere, ayudar a los demás.

Esto, llevado a un plano más práctico, significa que si estamos en cama


agripados, debemos concentrar todas nuestras energías en sanarnos, y
no en ayudar, por ejemplo, a nuestra madre a lavar los platos, ya que
eso consume energía que podríamos utilizar en recuperarnos.

Ahora, esto no significa que deliremos en torno al dolor que padecemos,


ya que eso también nos jugaría en contra, porque perderíamos energía
divagando sobre nuestra dolencia, pero sí significa que debemos
silenciar la mente y el cuerpo, y no dejar que nuestra mente escape al
exterior, y que debemos descansar para sanarnos.

• EL PROCESO DE HUMANIZACIÓN Y LA TEORÍA DE LA PRISIÓN.-

El proceso de humanización, visto como nuestra constante introducción


en la sociedad, tiene directa incidencia en el fortalecimiento de los
muros de la teoría de la prisión, ya que mientras más nos humanizamos,
más fuertes se vuelven las condicionantes de tipo sociológicas, y eso
hace que seamos más apegados a cosas materiales, que tendamos a
etiquetar a las personas, e incluso a que nos acostumbremos a nuestros
hábitos y no queramos salir de ellos.

Pero, también hay que decir, que mediante el proceso de humanización,


adquiriendo lenguaje y conocimientos, nos es posible darnos cuenta de
la influencia que tienen estos muros de la teoría de la prisión en nuestro
centro de percepción, e ir ampliándolos por ejemplo dejando de
etiquetar en forma infundada a las personas que conocemos.

• RACIONALIDAD Y EMOCIONALIDAD.

Para referirme a estos dos términos creo que es apropiado acotar


arbitrariamente la racionalidad a la voluntad consciente que poseemos
los seres humanos, y la emocionalidad a los impulsos que no podemos
controlar conscientemente.

Y, respecto a esto, creo que podemos decir que sólo mediante la


racionalidad podemos hacer caso omiso a nuestros impulsos, por
ejemplo, sexuales, y darles paso sólo cuando corresponde.
• REVISIÓN DE ALGUNOS REFRANES POPULARES A LA LUZ DE LA
NEUROBIOLOGÍA.-
• LOS SIGNIFICADOS DEL DOLOR SEGÚN DAVID MORRIS
• DESARROLLE 5 IDEAS DE DAVID LE BRETON EN SU TEXTO SOBRE
ANTROPOLOGÍA DEL DOLOR
• LA LITERAUTURA COMO VÍA DE ESCAPE DEL SUFRIMIENTO

La literatura, como la música, el arte y el teatro, ciertamente constituyen


vías de escapes al sufrimiento, ya que con ellas nosotros podemos crear
interpretaciones de la realidad, cómo nos gustaría que esta fuera, e
incluso podemos revivir situaciones del pasado que nos alegran, y así
escapar por un lapso de tiempo del sufrimiento que padecemos en
sociedad.

Un ejemplo de esto es Hemingway, quien en su obra “París era una


fiesta”, escrita hacia el final de su vida, logra recrear mediante la
literatura momentos felices de su vida, en los que nosotros podríamos
decir que se refugia para escapar de la depresión que lo atacaba en ese
momento, antes de morir.

• RELIGIÓN Y SUFRIMIENTO

Uno de los problemas inmemoriales que nos ha atacado a los seres


humanos durante nuestra historia, es el de encontrarle un sentido al
dolor, al sufrimiento. Por ejemplo, la filosofía se ha encargado de esto,
con teorías como las de Wittgenstein, de la mosca en la botella. También
lo ha hecho la religión, lo que nos podría llevar a pensar que es esa una
de las razones por la cual tanta gente se adhiere a los movimientos
religiosos.

Por ejemplo, tenemos la religión católica, que interpreta el sentido del


dolor en base a que somos pecadores, lo que significa haber escapado
del plan de Dios, por lo que estamos condenados a sufrir, hasta que
logremos redimirnos, en el más allá, volviendo con Dios.
Por otra parte, religiones de oriente, como el hinduismo, que funda su
interpretación del sufrimiento en el apego a cosas materiales, y que
sostiene que sólo desapegándose de todo lo material, lo tangible,
nosotros podemos evitar sufrir.

Como dije antes, es esta la razón por la cual me parece que hay tantos
adeptos a las religiones en el mundo, ya que la gente en busca de un
significado del dolor se acerca a la religión.

• APEGO AL DOLOR Y PÉRDIDA

Respecto al apego al dolor y a la pérdida, por ejemplo de una persona


que ha fallecido, podríamos decir que se da, el apego, porque de cierta
forma le confiere sentido a lo vivido que se ha perdido. Suele parecernos
que lo que hemos perdido y no nos duele ha perdido su importancia, su
sentido, pero no tomamos en cuenta que los seres humanos tenemos
una capacidad innata de adaptación, en este caso, al dolor, y que si el
fallecimiento de una persona deja de dolernos no es necesariamente
porque nos haya dejado de importar, o porque haya perdido sentido,
sino porque nos hemos acostumbrado a que no esté.

El darnos cuenta de esto nos permite entender que el apego al dolor por
la pérdida de un ser querido no es más que una manera de justificar que
esa persona nos importaba, y que muchas veces esto nos lleva a sufrir
más de lo necesario, pasando a ser seres dolientes, en vez de estar
contentos por lo vivido con esa persona, evitando el dolor innecesario
que trae la pérdida.

• DOLENCIA Y ENFERMEDAD

La dolencia y la enfermedad son fenómenos que para efectos de este


curso son diferentes. La dolencia por un lado es un dolor o pesar
biológico, físico, y utilizamos esta palabra por ejemplo para decir “me
duele la cabeza”. La dolencia es neutra axiológicamente hablando,
porque sólo es un hecho producido por un conjunto de síntomas. Y por
otro lado, la enfermedad es la interpretación que se hace del dolor, o de
la dolencia, y se da cuando intentamos conferirle un sentido, una
explicación, a la dolencia que estamos sufriendo, cuando nos
preguntamos ¿por qué me está pasando esto a mi? Esta pregunta tiene
orígenes inmemoriales, ya que ha acompañado al ser humano desde que
hay tenido uso de razón.

Y, la respuesta a esta pregunta solemos buscarla en una consulta


médica, en donde una persona capacitada nos explica por qué sufrimos
una determinada dolencia. El problema surge cuando consultamos a
distintos especialistas y ninguno es capaz de darnos un significado
certero y una solución concreta, y entonces empezamos a buscar la
interpretación de nuestra dolencia, como por ejemplo en la religión o en
teorías metafísicas, y es esto lo que constituye el problema de la
interpretación del dolor, en el cual nos podemos pasar toda la vida
intentando interpretarlo.

Ahora, el problema en buscar el significado de una dolencia en planos


que no son tan certeros como la ciencia es que podemos terminar
sintiéndonos culpables, por ejemplo, de haber engendrado un cáncer, lo
que posiblemente nos llevará a excluirnos del resto, por sentirnos
culpables, lo que a la larga nos produce más dolor del que deberíamos
tener.

• EXCLUSIÓN DE LOS ENFERMOS Y LA SOLEDAD DE LOS MORIBUNDOS

Respecto a la exclusión de los enfermos y la soledad de los moribundos


podemos decir que los seres humanos tendemos, hoy en día, a alejarnos
de los enfermos, y también que los enfermos se excluyen a ellos
mismos.

Lo primero creo que se da por el miedo que tenemos a contagiarnos de


la enfermedad del otro, y a demás porque, inconscientemente,
pensamos que lo que le está pasando al enfermo puede perfectamente
pasarnos a nosotros, entonces para no identificarnos con los enfermos,
los excluimos, pagando una casa de reposo un hospital, yéndolos a ver
de vez en cuando.

Y, lo segundo, la auto exclusión de los enfermos, pienso que se da


porque ellos al darse cuenta que padecen de una enfermedad, suelen
preguntarse ¿me moriré pronto? ¿Qué hago?, y el buscarle respuesta a
esas preguntas desde dentro, es decir experimentándolo, los hace sentir
diferentes de los que no están enfermos, y entonces el enfermo se va
quedando solo, en su psiquis, ya que puede que muchas personas lo
visiten todos los días, pero cuando estamos enfermos nos damos cuenta
que estamos solos, en el sentido que nada ni nadie puede hacer algo al
respecto (cuando es una enfermedad seria), y nos sentimos en soledad,
a pesar de estar acompañados.

A esto se le suma que hoy en día morimos entre máquinas, en un


hospital, a menos que tengamos la suerte de tener una enfermedad
terminal, en cuyo caso es probable que muramos en nuestra casa, pero
aún así tendemos a sentirnos solos en nuestros adentros, porque de
todas las personas que están sanas en nuestra casa, no nos
identificamos con ninguna, y por ende nos sentimos solos.

• INTERPRETACIÓN Y REALIDAD OBJETIVA

Podríamos decir que la realidad de la que nosotros hablamos


cotidianamente no es más que una interpretación de la realidad objetiva,
ya que es imposible desligarnos de nuestras creencias, etiquetas,
hábitos y apegos al interpretar la realidad, por lo que lo que
cotidianamente llamamos realidad parece ser nada más que una
realidad subjetiva, sujeta a las experiencias del sujeto que interpreta, y
no la realidad objetiva, en su esencia, ya que nuestro centro de
percepción, a través del cual interpretamos la realidad objetiva, está
teñido de subjetividades como las creencias y los hábitos que tenemos.

• EL MURO DE LOS HÁBITOS

Para referirse al muro de los hábitos primero hay que tener claro que
existe un centro de percepción, que podemos llamar de modo más
genérico “conciencia”, que es lo que usualmente llamamos “yo”. Este
centro de percepción se ve aprisionado por cuatro muros, y uno de ellos
es el llamado “muro de los hábitos”. A su vez, un hábito es la repetición
de una conducta, que pasa a ser una rutina.
Lo que sucede cuando nosotros tenemos hábitos, es que frente a
determinadas situaciones sabemos perfectamente qué hacer, ya que
nos es una situación habitual, pero basta que nos alteren un par de
reglas del juego para que empecemos a angustiarnos y preguntarnos: ¿y
ahora qué? ¿Cómo lo hago? ¿Qué debo hacer?

Todo esto no nos gusta, ya que nos pone en un estado de tensión, de


ansiedad y de angustia, lo que muchas veces nos lleva a evitar
experimentar sensaciones nuevas, por el sólo hecho de que nuestra
tendencia natural es precisamente a que nuestros hábitos se
mantengan, es decir, no se alteren, ya que si se alteran podemos llegar
a vernos complicados. Esto nos limita a quedarnos estáticos y, en
algunos en mayor medida que en otros, a no probar cosas nuevas, que
básicamente es una de las cosas para las que estamos en este mundo, a
mi juicio.

• EL MIEDO A LA MUERTE

El miedo a la muerte radica en el apego que tenemos a la vida, a las


cosas que queremos y a las metas que nos hemos impuesto, ya que la
muerte implica perder todo lo que hemos logrado, todo lo que
queremos, y todos nuestros anhelos de lograr nuestras metas.

Pero, si pensamos más detenidamente, no es que le tengamos miedo a


la muerte, ya que la muerte es lo único que no se vive, es decir, cuando
estamos muertos al parecer no estamos conscientes de haberlo perdido
todo, porque ya cesamos de existir. Entonces, parece que el miedo a la
muerte se funda en el miedo que tenemos a ir perdiendo todo
paulatinamente, al proceso que implica pasar de vivo a muerto.

Lo anterior se puede ver en que un anciano, en general, teme mucho


más a la muerte que un joven, dado que el anciano poco a poco se va
dando cuenta que se cuerpo se está deteriorando, y que va perdiendo
habilidades, lo que implica que pierde sus anhelos de cumplir sus metas,
porque se da cuenta de que está pereciendo, y que le es imposible
realizar a esas alturas sus metas.

• LA NORMALIDAD DE LAS EMOCIONES NEGATIVAS


• IMPULSOS Y DESEOS
• BERMAN Y LA EXPERIENCIA DEL DOLOR

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