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Para referirse al muro del etiquetamiento primero hay que tener claro
que existe un centro de percepción, que podemos llamar de modo más
genérico “conciencia”, que es lo que usualmente llamamos “yo”. Este
centro de percepción se ve aprisionado por cuatro muros, y uno de ellos
es el llamado “muro del etiquetamiento”.
También podríamos decir que el dejarse influenciar por las etiquetas que
ponemos implicaría ser una bestia, dentro de la metáfora de Plotino, y
que nuestro desarrollo como seres humano lleva consigo el dejar de lado
las etiquetas, para conocer a nuestros pares como seres humanos y no
como máscaras de lo que son.
Para referirse al muro de las creencias primero hay que tener claro que
existe un centro de percepción, que podemos llamar de modo más
genérico “conciencia”, que es lo que usualmente llamamos “yo”. Este
centro de percepción se ve aprisionado por cuatro muros, y uno de ellos
es el llamado “muro de las creencias”. A su vez, una creencia es una
representación mental de cierta realidad determinada, que nos
hacemos mediante la percepción, y pueden ser de diferentes tipos,
como religiosas, científicas, políticas, filosóficas, etc.
Ahora, el límite que nos impone este muro es para efectos de conocer
las interpretaciones de los otros, ya que si tenemos muy arraigado en
nosotros nuestro sistema de creencias, difícilmente podremos escuchar
en forma abierta y crítica al otro, porque estaremos condicionados por
nuestras creencias. También, este muro nos condiciona a ver el mundo
de una cierta forma, condicionada por nuestro sistema de creencias, lo
que muchas veces nos hace perder de vista cosas que eventualmente
podríamos considerar importantes, pero que dado nuestro sistema de
creencia, no tenemos la apertura necesaria en nuestro centro de
percepción como para apreciar nuevas cosas.
Por otro lado, tampoco nos gusta identificarnos con nuestro cuerpo
porque este es limitado, debido a que tiene necesidades, y claramente
no nos place el pensar que somos limitados. Tendemos a pensar que
somos súper héroes.
– Respuesta Nominal.
– Respuesta Biográfica.
– Respuesta Psicológica.
Desidentificación del cuerpo.
Mente y Cuerpo.
Persona y Sombra.
De partida, podemos asumir que existe un yo, que es el que está feliz, o
el que está triste, o el que sufre. Más bien, el que siente. Este yo del que
hablamos es nuestro centro de percepción, nuestra conciencia, y según
la teoría de la prisión, nuestra conciencia está atrapada dentro de cuatro
muros: el de los etiquetamientos, el de los hábitos, el de las creencias y,
el más fuerte, el de los apegos.
Y, a la vez, esto es lo mismo que la realidad, dado que nosotros los seres
humanos estamos limitados a conocer la realidad objetiva de una
manera subjetiva, debido a que la conocemos mediante la percepción,
mediante la propiedad que tenemos de ser conscientes, entonces, si
bien no podemos decir que la realidad objetiva es lo mismo que la
conciencia, sí podemos decir que la realidad, como la concebimos los
seres humanos, es producto de nuestra percepción, ya que no podemos
prescindir de ella para interpretar la realidad, que es el sentido en el
cual se puede hablar de que realidad, conciencia y precepción son lo
mismo.
Para responder esta pregunta hay que tener claro, en principio, que un
dolor y una enfermedad son cosas distintas. Primero, la dolencia no es
más que la manifestación corporal de un conjunto de síntomas
biológicos, y la enfermedad es el significado que nosotros como seres
humanos intentamos otorgarle a una determinada dolencia.
Nos preguntamos ¿por qué a mí? ¿Me recuperaré? ¿Será este el fin de mi
existencia? Y es en este punto en el cual nos encontramos con el
problema que ha aquejado a sociedades y a personas a lo largo de toda
la historia humana, el problema de darle un sentido al dolor.
Para explicar cómo opera una proyección hay que tener claro, primero
que todo, que la mente del ser humano podemos dividirla
esquizofrénicamente en persona y sombra, siendo persona la imagen
consciente que nosotros tenemos de nosotros mismos, y sombra todos
los aspectos negativos que usualmente no nos gusta o nos cuesta
reconocer porque están en el inconsciente, y en consecuencia
intentamos enajenarlos, inconscientemente, lo que radica en que, si
tenemos rabia, o somos impacientes, en nuestra conciencia no somos
nosotros los rabiosos o los impacientes, sino que es el otro.
Juan es persona muy religiosa y moralista, evita por sobre todo decir
mentiras, y repudia a las personas mentirosas. Esto significa que su
sombra es un hombre muy mentiroso, desinhibido, y por eso proyecta
hacia el resto que son mentirosos, llegando incluso a exagerar cuando
alguien miente tildándolo de mentiroso.
Esto se puede ver, por ejemplo, en que la sociedad y la cultura nos hace
estar impedidos por el muro de las creencias, ya que desde pequeños se
nos inserta en un sistema de creencias, por ejemplo, religioso. O bien se
nos introduce a la educación, lo que trae como consecuencia que
tengamos creencias, muchas veces difíciles de poner en duda, y eso a
su vez altera nuestra percepción de la realidad, y nos hace sesgarnos y
no escuchar al otro.
• RACIONALIDAD Y EMOCIONALIDAD.
• RELIGIÓN Y SUFRIMIENTO
Como dije antes, es esta la razón por la cual me parece que hay tantos
adeptos a las religiones en el mundo, ya que la gente en busca de un
significado del dolor se acerca a la religión.
El darnos cuenta de esto nos permite entender que el apego al dolor por
la pérdida de un ser querido no es más que una manera de justificar que
esa persona nos importaba, y que muchas veces esto nos lleva a sufrir
más de lo necesario, pasando a ser seres dolientes, en vez de estar
contentos por lo vivido con esa persona, evitando el dolor innecesario
que trae la pérdida.
• DOLENCIA Y ENFERMEDAD
Para referirse al muro de los hábitos primero hay que tener claro que
existe un centro de percepción, que podemos llamar de modo más
genérico “conciencia”, que es lo que usualmente llamamos “yo”. Este
centro de percepción se ve aprisionado por cuatro muros, y uno de ellos
es el llamado “muro de los hábitos”. A su vez, un hábito es la repetición
de una conducta, que pasa a ser una rutina.
Lo que sucede cuando nosotros tenemos hábitos, es que frente a
determinadas situaciones sabemos perfectamente qué hacer, ya que
nos es una situación habitual, pero basta que nos alteren un par de
reglas del juego para que empecemos a angustiarnos y preguntarnos: ¿y
ahora qué? ¿Cómo lo hago? ¿Qué debo hacer?
• EL MIEDO A LA MUERTE