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Para Clifford Geertz trazar una línea entre lo natural y lo adquirido es falsear la condición
humana. Así, se pregunta: ¿el hombre es sólo lo que su cultura lo hace? En todo caso, las
relaciones entre cultura y desarrollo social y biológico están demasiado amalgamadas para
tratar de plantear preguntas y respuestas en casillas separadas. La humanidad sólo puede
definirse en sus variadas expresiones: lo específico de cada cultura es lo que define la
humanidad del hombre.
Para Geertz estos mecanismos de control de la cultura modelan la humanidad del hombre y
propone tres cuestiones básicas para entender este planteamiento:
1. En primer lugar el desarrollo del primate al hombre está vinculado con la propia cultura e
inclusive el desarrollo biológico (cerebro y sistema nervioso central) corresponde a un feedback
entre hechos, actos culturales, trabajo y desarrollo corporal. No es que la evolución biológica se
haya dado antes que la cultural: una y otra caminan estrechamente relacionadas.
Señala Geertz que así como es imposible sostener que el hombre aparece, es igualmente
imposible plantear que la cultura aparece. La cultura se va desarrollando lentamente tanto
cuantitativa cuanto cualitativamente. La cultura, concretamente el uso de herramientas - la
cultura material- no sólo determinó el desarrollo social sino también físico del cerebro, del
sistema nervioso central e incluso de la mano. Para analizar el complejo sistema de la sinapsis
y desarrollar esta idea a profundidad ha planteado que la humanidad del hombre no depende
tan sólo del tamaño del cerebro y del número de neuronas, sino de los complejos procesos
físicoquímicos que se desarrollan en el salto de la información de una a otra neurona.
Entra después en el polémico campo de los sentimientos y las sensaciones para sostener que
éstos y las conductas que producen son producto del enjambre cultural y biológico que es la
mente humana. Para concluir remarca que el hombre es no solo físicamente inviable sin la
cultura, sino que es también mentalmente inviable sin la cultura. La mente no sólo se desarrolló
biológicamente, sino que la cultura planteó las bases para el desarrollo físico del cerebro hacia
un camino: el que ahora recorremos. Por eso los recursos culturales -entre los cuales se
destacan las relaciones sociales y los productos pero también otros elementos más sutiles
como el arte y la religión- son elementos constitutivos del pensamiento humano y no simples
accesorios. En este sentido, el sistema nervioso humano depende inevitablemente del acceso
a estructuras simbólicas públicas para elaborar sus procesos autónomos: no hay pensamiento
sin comunicación y no hay comunicación sin información, inclusive biológica. Es decir, contrario
sensu, la identidad del ser humano no sólo se piensa, sino que "se experimenta".