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traduccin, en ese gesto del pianista en una jaula de alambre trenzado, resguardado
de los botellazos mientras no se sepa si toca con el alma o con la mano.
Cuando me pregunto cmo es posible que la traduccin, en vez de ser el camino
desde el alma hasta la mano (y viceversa), sea una argolla (ms all del crculo, del
humo o de la cifra), recuerdo tambin esa pregunta que esboza la editorial del nmero
11 de La mariposa mundial (uno de los pocos nmeros con editorial, por cierto), all
donde se habla del origen de la revista, del origen como futuridad y como nombre. La
editorial nos recuerda que la chingana gigantesca llamada La mariposa mundial tena
su competencia, una chingana llamada El Gran Varn. Y dice as: "Hoy El Gran Varn
atiende en las gradas que bajan a la Prez Velasco y La Mariposa Mundial se
transform en una revista; aunque a tal transformacin de germen en criatura se
sum el temible dilema quinto pie del gato de cmo hacer para meter el piano a la
revista. Meandros para advertir cul la aguja que sostiene este hilo, pues en esta casa
es regla revelar siempre algo que jams revelar el misterio de un piano dentro de una
revista."
Y ah podramos dejar esta argolla, este ojal sin aguja ni hilo, para no invocar un
botellazo. En todo caso, sabemos que en un texto traducido algo siempre se pierde, ya
sea un piano o un botellazo.
Es por esa capacidad de autorreferencia a un afn que hasta ahora haba
pasado de puntitas por las pginas de la Global Lepidptera (como alguna vez
tradujeron Kent Johnson y Forrest Gander, traductores de Saenz al ingls), que se
manifiesta un nuevo crculo en la publicacin de la revista. No slo La Mariposa
Mundial se compagina ahora a larga distancia, con referencias a un aqu y a un all,
sino que con su continua autorreferencialidad la revista est tejiendo la memoria de s
misma, y a eso ya puede llamrsele una obra o un mundo o una mundialidad o una
mundialidad mariposeadora o lo que nosotros traslademos de sus pginas a las
nuestras.