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EXTRACTO DEL LIBRO

KUKULKAN IHUIC MICTLAN


La fama y gloria de México, Tenochtitlan, no acabarán mientras
permanezca el mundo

Por:
Roberto Laguna Luna
Clementina Mendoza Carrillo
Serie del ciclo náhuatl
4. EL PALACIO DE IICXITLAN, MORADA DE
HUITZILOPOCHTLI.

La Diosa Xochitl Tazatli (Flor Preciosa) mejor conocida como


Xochiquétzal, descendió de su casa, la estrella de la tarde (El planeta
Venus, la casa de Quetzalcóatl), y arribó a la ciudad de Teotihuacan, la
morada de los dioses; pero, al igual que en otras ocasiones, la Diosa no
contempló las obras urbanísticas, las fastuosas pirámides, ni visitó los
antiguos templos ceremoniales, porque tenía en mente entrevistarse,
una vez más, con el soberano de las esencias divinas. Por eso, sin
pérdida de tiempo, se encaminó a Iicxitlan, el palacio del rey de dioses.
La colosal fachada de la pirámide-palacio de siete pisos, construida con
piedra de cantera, pedregal y laja, resaltaba en su construcción las
técnicas del “talud” y del “tablero”. Una colección de figuras
esculpidas con exquisito arte representaban a las esencias divinas. Los
impasibles monolitos, colocados en nichos, aguardaban indolentes el
devenir del tiempo. Diez filas de mascarones, murales con diseños
zoomorfos, se extendían, sin interrupción, por todo el frente del
edificio. Los adornos esculpidos con profusión, a pesar de la
simplicidad geométrica de su diseño, producían un efecto abrumador
para el observador. La última parte de la escalinata representaba un
rostro de jaguar. Entrando por la fauce se llegaba a la cámara del
Dios. El acceso comunicaba a un amplio corredor decorado con
murales, las escenas de pesca y caza eran el tema principal, al final del
pasillo y resguardando la entrada a la cámara del Dios se hallaban dos
monumentales águilas de piedra con alas que semi cerraban, cada ave
en la garra derecha, apresaba una serpientes de cascabel y aparentaba
destrozarla con el pico. Pasando al interior se descubría el imperial
salón Itzpactli, la altura del techo no era menor a veinte metros. La
bóveda la sostenían decenas de columnas de cantera en tonalidades
rosas y verdes. La distribución confería una armonía musical al
espacio donde cientos de adornos, de oro y plata, centelleaban por las
incidencias cambiantes de los rayos del Sol, luces filtradas a través de
ventanitas hábilmente diseñadas para seguir la carrera del astro rey.
El salón, en toda su extensión, se encontraba revestido de mosaicos
multicolores que representaban escenas complicadas de plantas y
animales. Las esculturas de hombres y mujeres, completamente
recubiertas con láminas gruesas de oro, mostraban proporciones
anatómicas perfectas, llenas de gracia y naturalidad. Figuras
antropomorfas de barro cocido, negras y naranjas, colocadas en
repisas, adornaban las paredes y, junto con los mosaicos, otorgaban al
ambiente un toque de fantasía surrealista. Al fondo de la estancia se
ubicaba el estrado, donde descansaba el bífido icpalli (trono), de oro
macizo con incrustaciones de pedrería fina. El egregio trono, de
reptiles formas, se encontraba rodeado por un mural mágico, donde
las figuras, impulsadas con vida propia, interactuaban bajo el contexto
cambiante de la escenografía. Sentado en el áureo icpalli (trono) se
hallaba el majestuoso Huitzilopochtli. El Dios, en la diestra, portaba el
Xiuhcóatl (Serpiente de fuego), e impartía justicia. Flor Preciosa,
parándose frente al Tetzauhtéotl (Dios portento), rompió con el
protocolo y le reprochó:

─ ¡Huitzilopochtli! ¿Hasta cuándo vas a permitir que mi esposo


Quetzalcóatl esté detenido en el Mictlán, o piensas dejarlo encerrado
ahí por siempre, mientras tú gozas reinando sobre dioses y hombres?
Porque, me imagino, ha de ser muy fácil hacerse el desentendido y
dejar pasar el tiempo sin mover un sólo dedo, o ¿No será que, tal vez,
quieres toda la gloria para ti solo?

La corte, sorprendida, exclamó: ¡Hufff!

Huitzilopochtli, quién era muy dispuesto para la cólera, exclamó:

─ ¡Cuix nonen nipatzactzintli? (¿Acaso soy un apocado) para que me


hables de ese modo cihuapilli? (reina), mejor sería que tuvieras tus
reproches dentro de la boca y, si te es tan fácil entrar al Mictlán, baja
rápido a quitarle su presa al señor del Inframundo; ve y corre, hazlo tú
sola y deja de venir a quejarte conmigo, porque Tonantzin Cihuacóatl,
la virgen del Tepeyac, es testigo de las veces que he intentado socorrer
a Quetzalcóatl; aunque, sobra decir, mis esfuerzos han resultado en
vano. Ahora mismo, estoy esperando que el mensaje que tu marido
dejó gravado en el túmulo santuario de Chakanputun, tenga algún
resultado positivo y motive a los destinatarios, el tlacatecatl (general)
Comitl Acatzin y sus naguales, a realizar el rescate. En verdad, espero
que ellos realicen lo que para nosotros, hasta el momento, ha sido
imposible. Por lo pronto, ayúdanos con tus poderes a luchar contra las
fuerzas de la oscuridad y veamos si Mictlantecutli, con su séquito, es
capaz de resistir a nuestro embate.

Flor Preciosa, haciendo un berrinchito, abandonó el recinto del rey de


Dioses y, de inmediato, partió a motivar con su presencia el espíritu del
moribundo tlacatécatl Comitl Aca.

Huitzilopochtli, a la salida de la Diosa Flor Preciosa, convocó a una


reunión de Dioses y les habló en estos términos:

─ Hermanos y súbditos míos, hemos aguardado vergonzosamente a


que la cólera del intransigente Mictlantecutli disminuya; pero su furor,
con el correr de los siglos, parece crecer en intensidad, a tal grado, que
se niega a obedecer mi exigencia, en la que le ordeno suelte al
prisionero; pero eso ya se terminó y, de una forma u otra, tendrá que
liberarlo si no quiere enfrentarse a mi enojo; así que, entre todos,
ayudemos a que el generalísimo Comitl Aca y su grupo de naguales
desciendan, cuanto antes, al Mictlàn y realicen el rescate, pues ha
llegado la hora de poner punto final a este capítulo de nuestra historia.

Los Dioses: Ometeotl, Citlalinicue, Citlaltónac, Apantecuhtli,


Tepanquizqui, Tezcatlipoca, Ome Tochtli Tepoztecatl, Huictlolinqui,
Tlallamánac, Tzontémoc, apoyaron las palabras de su soberano y, con
diligencia, se encaminaron al salón tetzáhuitl (manifestación del
destino, oráculo, registro de lo extraordinario); pero Huitzilopochtli
ignoraba que las divinidades se encontraban hastiadas de que nada
interesante sucediera en la Tierra y, por eso, juguetonamente, a sus
espaldas, entretejían historias que movilizaban las voluntades
humanas atrapándolas en un torbellino de pasiones.

Mientras los Dioses se dirigían al salón de lo extraordinario hablaban


entre si y decían:

─ Con que Huitzilopochtli quiere un poco de diversión ¿No?

─ Hay que dársela... algo interesante, humm, una buena pelea....

─ Sííí, por fin ese Comitl y sus naguales nos van a dar algo de
diversión.
─ Sí, y aprovechemos para darle al Destino una buena lección, que el
insolente ya no vuelva a entrometerse en nuestros planes, porque
siempre se la pasa destruyendo lo que construimos con esfuerzo.

Los Dioses reunidos, en torno al fuego sagrado, empezaron con su


fiesta y dijeron algo así:

─ Un poco de fatalidad, con muchos tropiezos, aventura y adversidad,


mucho desaliento, coraje, trabajos y finales triunfantes, ja, ja, ja,
ja,...─. Los Dioses reían divertidos.

─ Ja, ja, ja, Mictantecutli, no volverá a dirigirnos la palabra, ja, ja, ja,
y, para terminar, el humano loco de Comitl Acatzin. Ya verán el jaleo
que se va a armar, ja, ja, ja, alguien tendrá que desistir en esta
aventura, ¿Quién será… Mictlantecutli, Quetzalcóatl, o Comitl Aca?.
Ya veremos, ja, ja, ja.

Huehueteotl, el viejo Dios del Fuego, desde su imperial asiento, con voz
grave y solemne, les advertía: ─ No jueguen con lumbre que se van a
quemar ─

Pero los Dioses no le hicieron caso y continuaron con los preparativos


de su diversión.

Otros títulos en lulu:

EL REGRESO DEL POCHTECATL


http/www.lulu.com/content/ 2025049/

FUNCIONES ALGEBRAICAS Y TRASCENDENTES


http/www.lulu.com/content/ 2025049/

Aparecido en la revista Continuum del CCH-Vallejo Año 3,


número 6 – Mayo del 2009

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