Und corrects
filial al cardenal Rouco
Seftor director
El presidente de la Conferencia Episcopal y
‘Arzabispo de Madrid, monsefior Rouco Varela,
afirmaba hace unos dias en una conferencia
pronunciada en el Club Siglo XK! que la decla-
racién sobre la libertad retigiosa del Concilio.
Vaticano Il supone que el Estado no se identi
Fique excluyentemente con ninguna confesion
religiosa (Alfa y Omega n° 253. 29-1II-2001).
Humildemente, y con todo el respeto,
veneracién y afecto hacia quien durante
‘muchos afios fue mi obispo, me atrevo a corre-
gir filialmente a monsefior ROUCO, pues Const
ddero que ha incurrido en un error -supongo
{que sin advertencia plena- ya que tal declara-
cién na sélo no dice tal cosa sino que afirma
precisamente lo contrario, pues explicitamen-
te advierte que el Sagrado Concitio deja inte
gra la doctrina tradicional catélica acerca det
deber moral de los hombres y de las socieda:
des para con la verdadera religion y la nica
Iglesia de Cristo (Declaracién Dignitatis huma-
nae. § 1)
YY como monsefior Rouco deberia saber, tal
doctrina ha sostenido siempre que no pueden
las sociedades politicas obrar en conciencia
como si Dios no existiese, ni volver la espalda
a la religion, ni mirarla con esquivez ni des-
ddén, ni adoptar indiferentemente una religion
‘cualquiera entre tantas otras; antes bien, y
por lo contrario, tiene el Estado politico la
obligacién de admitir enteramente, y profesar
abiertamente aquella ley y practicas de culto
divino que el mismo Dios ha demostrado que-
rer (Le6n Xill. Inmortale Def. § 11). Stendo,
ues, necesario, al Estado profesar una reli
gién, ha de profesar la Gnica verdadera (Leon
Xill, Libertas. § 27). Es decir, que los Estados
estan obligados a profesar la religion catélica
‘dando culto piiblico a Dios, porque la razén y
la naturaleza, que mandan que cada uno de
los hombres dé culto a Dios piadosa y santa
mente, imponen la misma ley a la comunidad
civil (Leén Xill. Inmortale Dei. § 11); inspiran
do su legislacién e instituciones en la inter:
pretacién catélica de la vida para que la socie-
dad entera se ajuste a los mandamientos divi-
rs y a los principios cristianos, al establecer
las leyes, al administrar justicia, al formar las
almas de los jévenes en la sana doctrina y en
la rectitud de costumbres (Pio XI. Quas pri
‘mas. § 33); y reconociendo a la Iglesia su
cardcter de sociedad perfecta, maestra y guia
de las demés sociedades (Pio XI, Ubi arcano
Dei. $ 22).
De hecho, segin el Concilio Plenario de
‘América celebrado en 1899 bajo la presidencia
de Leda Xill, los que pretenden que el Estado
se desentienda de todo homenaje a la reli:
gién, no solo pecan contra la justicia, sino que
se muestran ignorantes e inconsecuentes.
EL Catecismo de la Iglesia Catdlica ha vuel-
toa recordar que el deber de rendir a Dios un
ulto auténtico corresponde al hombre indivi
dual y socialmente considerado, 0 sea, que
‘obliga no sélo a los individuos sino también a
las sociedades; que, por ello, los catéticos
estamos llamados a informar con el espiritu
cristiano el pensamiento y las costumbres, las
leyes y las estructuras de la comunidad; y que
las autoridades civiles no pueden rechazar, en
nombre de una pretendida independencia en
relacién con Dios, a concepcién cristiana de la
vida, sino que deben aceptar la cosmovision
catélica e inspirar en ella sus juicios y decisio-
nes, para que de esa manera se manifieste la
realeza de Cristo sobre las sociedades huma-
ras (Catecismo de la Iglesia Catélica. $8 2105
y 2244).
Es mas, para profundizar en estas ensevian-
zas, el Catecismo de la Iglesia Catélica nos
remite nada menos que a la enciclica de Leon
XIIL sobre la constitucién cristiana de tos
Estados -la inmortale Dei- y a la Quas Primas,
de Pio XI, sobre la Realeza de Jesucristo. Lo
cual da a entender, obviamente, que el nuevo
Catecismo sigue considerando valida y vigen-
te, como el Concilio, la doctrina tradicional
sobre los deberes de los Estados para con la
Religién contenida en tales enciclicas y en et
Magisterio de ambos pontifices, que son las
lensefianzas que he traido aqui para demostrar
ccémo la Iglesia propugna que, al contrario de
lo que ha dicho el cardenal Rouco, seguro que
inconscientemente, los Estados si estan moral-
mente obligados a identificarse excluyente-
‘mente con una confesion religiosa: la catética.
José Maria Permuy Rey
La Coruna
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N’ 1,247 Del 8'al 26 de mayo de 2001, Precins 550 Pea
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4) PORRZA NUEVA
Piedras de toque: / 12-13
Entre la metafora
y la realidad: el rey cautivo
Luis F. Villamea
Por Derecho: / 14-15,
La tribulacién de los obispos
Angel Ruiz Ayticar
‘Vaseonia: / 16-17
Tnvitacion al suicidio:
La moderacion de Atucha
Ignacio Arteche Suberbiola
‘Opinidn: / 20-21
La revolucién semantica del PP
Fernando Pazos Alonso-Barajas
Documento: / 24a 27
Ante la caida de mitos y mentiras:
Las Brigadas Internacionales (1)
Eduardo Palomar Baré
Informe: / 30 a 32
Venezuela:
Avanza la cubanizacién
Alejandro Pefia Esclusa
Y las habituales secciones fijas de Cartas, Internacional, Aula, La Cultura y Cine.
NUESTRA PORTADA
s Piftar, presidente y fundador de nuestra
Editorial, tenia eserito un capitulo titulado
Monseitor Lejebore en Fuerza Nueva para el
segundo tomo de su libro Escrito para la
Historia, Ante las noticias que hablan de un inme-
diato acercamiento entre Ecdne y Roma, hemos
creido oportuno adelantar ese texto, que publiea-
rremos en varias entregas sueesivas. La primera de
clas figura bajo el encabezamiento de Lealtad al
ministerio de la fe.