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LA MISERICORDIA
Raniero Cantalamessa
aunque a la vez divina, se expande para poder asumir en ella la voluntad universal,
salvífica de Dios. "Por eso me ama el Padre -dice Jesús-, porque Yo ofrezco mi
vida por las ovejas".
En la Ultima Cena, había dicho Jesús: “Nadie tiene amor más grande
que aquél que da la vida por los amigos". Pero el significado de esta frase podría
llevarnos a engaño. San Pablo dice que puede haber (aunque no con mucha
frecuencia, muy raramente) alguien que esté dispuesto a dar la vida por una persona
honrada y amiga, pero Dios manifiesta la calidad de su amor amándonos y muriendo
por nosotros, mientras todavía éramos pecadores, o sea, enemigos; no amigos,
enemigos.
Por lo demás, Jesús mismo había dicho: "Si amáis a quien os ama, ¿qué
mérito tenéis?". Entonces hay que precisar el sentido de aquella palabra de Jesús:
"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos". Cuando Él dice que
no hay amor más grande que dar la vida por los propios amigos, la palabra "amigos"
está entendida en sentido pasivo, no activo. Significa los que son amados por tí, no los
que te aman. La realidad es que Jesús llama a Judas "amigo", no porque fuera Él
amado por Judas, sino porque Él amaba a Judas. El sentido de aquella frase de Jesús
es como sigue, por lo tanto: "Nadie tiene mayor amor que éste: Dar la vida por los
propios enemigos, considerándolos amigos". En el amor a los enemigos, en esto
consiste propiamente la misericordia, de la que está penetrado el corazón de Dios y
toda la Biblia. Como el agua llena los mares, así la misericordia llena el corazón de
Dios.
Luego, mediante la fe, nos apropiamos con confianza, sin mérito, y sin
miedo, de la misericordia de Dios. Nos apropiamos de la misericordia de Dios.
Hacemos la operación más simple y más atrevida que un hombre puede hacer con Dios.
Tan simple y tan ventajosa y, aún así, son tan pocos los que la hacen... Nosotros
proclamarnos, simplemente, que es mérito nuestro y justicia nuestra la misericordia de
Dios. Y en un instante estamos “llenos de méritos”... Hemos realizado el sagrado
intercambio, el golpe de audacia del que hablaremos un día en la Asamblea
General. Jesús mismo ha venido a ser nuestra justificación, santificación y redención.
con respecto a la santidad, me lo apropio con confianza del corazón del Señor,
porque está lleno de misericordia. Por lo tanto, declaro que es mérito mío la
misericordia de Dios. ¡Ciertamente no estoy pobre de méritos mientras Él esté rico en
misericordia". “Si las misericordias del Señor son muchas, -como dice un salmo-, yo
también rebosaré de méritos", -dice San Bernardo, un doctor de la Iglesia. Y añade
San Bernardo: “¿Qué decir de mi injusticia? Oh Señor, me cubriré también con justicia
porque ésta es también la mía, ya que Tú eres, para mí, justicia de parte de Dios". Esto
es lo que significa hacer nuestra la misericordia de Dios, hacer de la misericordia de
Dios nuestro único mérito. Por lo dicho, la primera relación con la misericordia de Dios,
que hemos llamado receptiva, consiste en esta contemplación y comunión, consiste en
recibirla y exaltarla.
obró Jesús. Todo lo contrario: murió para restituirle al Padre todos los hijos que estaban
dispersos. Le dijo al Padre: "Sacrifícame mejor a mí".
Hay un Salmo que canta la alegría de vivir juntos como hermanos: "Es
como aceite perfumado en la cabeza, que va bajando por la barba y el vestido de Aarón
hasta la orla de su túnica" (Salmo 133). De aquí tomé la imagen del aceite. Nuestro
Aarón, nuestro Sumo Sacerdote, ¿quién es? Jesucristo. Él es la cabeza; la misericordia
y el perdón son el aceite que baja de esta cabeza que es Cristo, y se difunde a través
del Cuerpo, que es la Iglesia, hasta la orla de su túnica. Donde se vive el amor y el
perdón recíproco, Dios otorga su bendición y la vida para siempre.
Y termino con una pequeña oración: "Señor, Tú que oraste por aquellos que te
crucificaban, y te escuchó el Padre, escucha nuestra oración. Ayúdanos a no tener
envidias, ayúdanos a reconciliarnos. Si deseas que yo luche en un caso determinado
por la justicia y por la verdad, haz que ello sea por tu Verdad, y no por la mía.
Ayúdame a hacerlo sin enemistad, dispuesto a morir como el grano de trigo. Jesús, sé
tu nuestra paz y nuestra reconciliación". Amén.