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Guanajuato: Historia breve
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Guanajuato: Historia breve

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Ensayo histórico que analiza los momentos sociales, políticos y religiosos más importantes del estado de Guanajuato desde la época prehispánica, dando cuenta de la riqueza cultural de sus primeros pobladores, pasando por la época de la Conquista y dar cuenta del auge económico de la localidad, para llegar a los primeros movimientos sociales insurgentes y colocar al Estado como la cuna del movimiento de Independencia; para terminar con las luchas políticas entre la Iglesia y el Estado.
LanguageEspañol
Release dateAug 1, 2012
ISBN9786071640703
Guanajuato: Historia breve

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    Guanajuato - Mónica Blanco

    Mexico

    PREÁMBULO

    LAS HISTORIAS BREVES de la República Mexicana representan un esfuerzo colectivo de colegas y amigos. Hace unos años nos propusimos exponer, por orden temático y cronológico, los grandes momentos de la historia de cada entidad; explicar su geografía y su historia: el mundo prehispánico, el colonial, los siglos XIX y XX y aun el primer decenio del siglo XXI. Se realizó una investigación iconográfica amplia —que acompaña cada libro— y se hizo hincapié en destacar los rasgos que identifican a los distintos territorios que componen la actual República. Pero ¿cómo explicar el hecho de que a través del tiempo se mantuviera unido lo que fue Mesoamérica, el reino de la Nueva España y el actual México como república soberana?

    El elemento esencial que caracteriza a las 31 entidades federativas es el cimiento mesoamericano, una trama en la que destacan ciertos elementos, por ejemplo, una particular capacidad para ordenar los territorios y las sociedades, o el papel de las ciudades como goznes del mundo mesoamericano. Teotihuacan fue sin duda el centro gravitacional, sin que esto signifique que restemos importancia al papel y a la autonomía de ciudades tan extremas como Paquimé, al norte; Tikal y Calakmul, al sureste; Cacaxtla y Tajín, en el oriente, y el reino purépecha michoacano en el occidente: ciudades extremas que se interconectan con otras intermedias igualmente importantes. Ciencia, religión, conocimientos, bienes de intercambio fluyeron a lo largo y ancho de Mesoamérica mediante redes de ciudades.

    Cuando los conquistadores españoles llegaron, la trama social y política india era vigorosa; sólo así se explica el establecimiento de alianzas entre algunos señores indios y los invasores. Estas alianzas y los derechos que esos señoríos indios obtuvieron de la Corona española dieron vida a una de las experiencias históricas más complejas: un Nuevo Mundo, ni español ni indio, sino propiamente mexicano. El matrimonio entre indios, españoles, criollos y africanos generó un México con modulaciones interétnicas regionales, que perduran hasta hoy y que se fortalecen y expanden de México a Estados Unidos y aun hasta Alaska.

    Usos y costumbres indios se entreveran con tres siglos de Colonia, diferenciados según los territorios; todo ello le da características específicas a cada región mexicana. Hasta el día de hoy pervive una cultura mestiza compuesta por ritos, cultura, alimentos, santoral, música, instrumentos, vestimenta, habitación, concepciones y modos de ser que son el resultado de la mezcla de dos culturas totalmente diferentes. Las modalidades de lo mexicano, sus variantes, ocurren en buena medida por las distancias y formas sociales que se adecuan y adaptan a las condiciones y necesidades de cada región.

    Las ciudades, tanto en el periodo prehispánico y colonial como en el presente mexicano, son los nodos organizadores de la vida social, y entre ellas destaca de manera primordial, por haber desempeñado siempre una centralidad particular nunca cedida, la primigenia Tenochtitlan, la noble y soberana Ciudad de México, cabeza de ciudades. Esta centralidad explica en gran parte el que fuera reconocida por todas las cabeceras regionales como la capital del naciente Estado soberano en 1821. Conocer cómo se desenvolvieron las provincias es fundamental para comprender cómo se superaron retos y desafíos y convergieron 31 entidades para conformar el Estado federal de 1824.

    El éxito de mantener unidas las antiguas provincias de la Nueva España fue un logro mayor, y se obtuvo gracias a que la representación política de cada territorio aceptó y respetó la diversidad regional al unirse bajo una forma nueva de organización: la federal, que exigió ajustes y reformas hasta su triunfo durante la República Restaurada, en 1867.

    La segunda mitad del siglo XIX marca la nueva relación entre la federación y los estados, que se afirma mediante la Constitución de 1857 y políticas manifiestas en una gran obra pública y social, con una especial atención a la educación y a la extensión de la justicia federal a lo largo del territorio nacional. Durante los siglos XIX y XX se da una gran interacción entre los estados y la federación; se interiorizan las experiencias vividas, la idea de nación mexicana, de defensa de su soberanía, de la universalidad de los derechos políticos y, con la Constitución de 1917, la extensión de los derechos sociales a todos los habitantes de la República.

    En el curso de estos dos últimos siglos nos hemos sentido mexicanos, y hemos preservado igualmente nuestra identidad estatal; ésta nos ha permitido defendernos y moderar las arbitrariedades del excesivo poder que eventualmente pudiera ejercer el gobierno federal.

    Mi agradecimiento a la Secretaría de Educación Pública, por el apoyo recibido para la realización de esta obra. A Joaquín Díez-Canedo, Consuelo Sáizar, Miguel de la Madrid y a todo el equipo de esa gran editorial que es el Fondo de Cultura Económica. Quiero agradecer y reconocer también la valiosa ayuda en materia iconográfica de Rosa Casanova y, en particular, el incesante y entusiasta apoyo de Yovana Celaya, Laura Villanueva, Miriam Teodoro González y Alejandra García. Mi institución, El Colegio de México, y su presidente, Javier Garciadiego, han sido soportes fundamentales.

    Sólo falta la aceptación del público lector, en quien espero infundir una mayor comprensión del México que hoy vivimos, para que pueda apreciar los logros alcanzados en más de cinco siglos de historia.

    ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

    Presidenta y fundadora del

    Fideicomiso Historia de las Américas

    PRIMERA PARTE

    EL PASADO INDÍGENA Y EL PERIODO COLONIAL

    I. GEOGRAFÍA

    UNO DE LOS GRANDES CONOCEDORES de la región de Guanajuato y de sus habitantes indígenas en el siglo XVI fue sin duda el fraile Guillermo de Santa María. En el año de 1575 este notable agustino escribió, entre otras cuestiones, acerca de los indios chichimecas y su hábitat:

    La nación de estos chichimecas más cerca de nosotros, digo a la ciudad de México, son los que llaman Pamies, y es un buen pedazo de tierra y gente. Están mezclados entre otomíes y tarascos. Los españoles les pusieron este nombre Pami que en su lengua quiere decir no, porque esta negativa la usan mucho y así se han quedado con él. Su habitación o clima comienza de 20 grados de latitud, poco más o menos, que por lo más cercano es el río de San Juan abajo. Comienzan en la provincia de Mechuacán [Michoacán] en pueblos sujetos a Acámbaro, que son San Agustín y Santa María y en Yrapundario [Yuriapúndaro] y aún llegan en términos de Ucareo, que es de esta otra parte del Río Grande [Río Lerma]. De ahí van a pueblos sujetos a Xilotepeque, que son Querétaro y El Tulipán San Pedro, por el río San Juan abajo, y tocan a Izmiquilpa, y Pescadero de Mestzilán [Meztitlán, en el actual Estado de Hidalgo], y por aquellas serranías, hasta el fin de Pánuco, y vuelven por los pueblos de Parrón a Posinquía y a Sichú y a los Samúes, que son de la misma lengua, y Cuevas Pintadas, donde acaban. Es la gente para menos y menos dañosa de todos los chichimecas.

    Luego se siguen los Guamares que a mi ver es la nación más valiente y belicosa, traidora y dañosa, de todos los chichimecas, y la más dispuesta. Su habitación o clima es de 20 grados de latitud hasta 22. Empiezan desde la villa de San Miguel, y ahí fue su principal habitación, y alcanza a la de San Felipe y minas de Guanajuato y llega hasta la provincia de Mechuacán [Michoacán] y Río Grande [Río Lerma]. Están poblados en pueblos de Juan Villaseñor [encomendero] Pénjamo y Corámaro [Cuerámaro], y ahí fue su primera población y de ahí van por las sierras de Guanajuato y Comanja.

    Gran parte de lo que nos describe fray Guillermo de Santa María es el actual estado de Guanajuato, el cual se creó el 20 de diciembre de 1823. Actualmente cuenta con 46 municipios y su capital es la ciudad de Guanajuato, aunque la ciudad con mayor población es León. La palabra Guanajuato viene de los vocablos kuanasi y uato del idioma purépecha o tarasco. El nombre significa Lugar montuoso de ranas o Cerro de ranas.

    El estado de Guanajuato tiene una superficie de 30 471 km² y se ubica en la Mesa Central; colinda al oeste con Jalisco, al noroeste con Zacatecas, al norte con San Luis Potosí, al este con Querétaro y al sur con Michoacán. El estado tiene tres tipos de clima relacionados con su altura y latitud: en su parte sur, a una altura de 1 700 msnm, el clima es semicálido; en su región central, a 2 000 msnm, es templado con lluvias, y en la parte norte, a una altura también de 2 000 msnm, el clima es semiseco extremo.

    El estado se divide en tres grandes regiones geográficas que son la región Norte, el Bajío y la región Sur. A su vez, estas regiones comprenden cinco subregiones, que son los Altos, la Sierra Gorda, la Sierra Central, el Bajío y los Valles Abajeños. La región de los Altos, localizada en el norte de la entidad, también se conoce como la región de Lomas Arribeñas, pues está situada a más de 2 000 msnm, con la excepción de algunos lugares de los municipios de Dolores Hidalgo y Allende.

    En la orografía de Guanajuato intervienen la Sierra Madre Occidental, el Eje Transversal Volcánico y la Sierra Madre Oriental, además del sistema montañoso local. Lo anterior le da al estado una excepcional importancia geológica aprovechada por la minería, en la que siempre destacó como gran productor de plata y oro. El distrito minero de Guanajuato, la principal zona extractiva del estado, se ubica en la Sierra Central y la Altiplanicie del Norte; ahí se encuentra la Veta Madre, que ha sustentado la excepcional producción minera del distrito a lo largo de 400 años.

    Guanajuato posee dos cuencas hidrológicas: la del sistema Lerma-Chapala-Santiago y la de los ríos Pánuco-Tamesí. El Río Lerma es muy importante ya que tiene un cauce de más de 180 km en el territorio del estado y drena 84% de su agua hacia el Océano Pacífico; sus principales afluentes son los ríos Tigre, Laja, Guanajuato, Silao, Turbio, Verde Grande e Ibarra, entre otros. Los ríos Pánuco-Tamesí sólo drenan 16% de las aguas del estado y las vierten en el Golfo de México. La cuenca del Pánuco-Tamesí está constituida por los ríos y arroyos que nacen en los municipios de Ocampo, San Felipe, San Luis de la Paz, San Diego de la Unión, Xichú, Victoria, Atarjea, Tierra Blanca y Santa Catarina.

    Una parte del Lago de Cuitzeo pertenece al estado de Guanajuato y sirve de límite con el de Michoacán en el municipio de Acámbaro. La Laguna de Yuriria tiene 17 km de largo por seis de ancho, aproximadamente, y una profundidad media de 2.60 m. Tiene una capacidad de más de 200 millones de metros cúbicos y beneficia a los municipios de Yuriria, Jaral del Progreso y Valle de Santiago. En el municipio de Huanímaro hay una pequeña laguna que lleva el nombre de este municipio. En la región del Valle de Santiago existen cráteres-lagos de profundidad y diámetro variable. El más grande es la Alberca o Joya de Yuriria, cuyo diámetro es de 1 500 m aproximadamente. Otros lagos-cráteres importantes son la Olla de Zíntora, la Alberca de Valle de Santiago, Rincón de Parangueo y San Nicolás.

    A pesar de la presencia de climas secos y semisecos en el estado, parte del agua de los ríos y arroyos es retenida para formar bordos, represas y presas. Las presas más importantes son la Solís, que se ubica donde ingresa el Río Lerma en el estado, y la presa Allende, que intercepta al Río Laja antes de llegar al Bajío. Estos cuerpos de agua son aprovechados para el riego, la generación de electricidad, la piscicultura, la dotación de agua potable y actividades recreativas. En la cuenca del sistema Lerma-Chapala-Santiago se localizan la mayoría de los acuíferos subterráneos del estado. Hay aproximadamente 10 000 pozos con profundidades desde nueve hasta 430 m. En la cuenca del Pánuco-Tamesí, por ser más seca, hay muy pocos pozos. A causa de que la extracción anual de agua del subsuelo es mayor que la recargada, hay un control en la perforación de pozos y casi todo el estado está sometido a vedas para evitar la sobreexplotación de los acuíferos. Los manantiales son abundantes en el estado; algunos dan origen a arroyos o ríos y son utilizados para el consumo doméstico o para el riego. También hay una gran cantidad de manantiales de aguas termales en los municipios de Silao, Irapuato, Abasolo, Apaseo el Grande, Apaseo el Alto, San Miguel de Allende, Acámbaro, Salvatierra, Celaya, Pénjamo, Jerécuaro, San Felipe, Dolores Hidalgo, Cuerámaro, Santiago Maravatío, Manuel Doblado, Tarandacuao y Huanímaro.

    Por otra parte, la vegetación de Guanajuato está compuesta principalmente por matorrales crasicaule, micrófilo, rosetófilo y submontano, pastizales, mezquitales y selva baja caducifolia. Es importante señalar que 60% de la superficie está dedicada a la agricultura. Asimismo, había bosques en la Sierra Central y en la Sierra Gorda, pero en los últimos 30 años ha habido una tala inmoderada que ha propiciado una gran deforestación en ambas sierras. A pesar de ello, el estado todavía cuenta con una gran riqueza ecológica en un conjunto de ecosistemas terrestres y acuáticos. Sin embargo, tanto las poblaciones animales como las vegetales han estado sujetas a presiones ambientales, a cambios genéticos, a aislamientos diversos y, en su mayor parte, al constante acecho y explotación irracional, lo que ha provocado su disminución numérica y, en algunos casos, su extinción. El crecimiento de la población, el uso de nuevas áreas de cultivo, la utilización de otras zonas para la ganadería, la explotación de minerales, la contaminación y la cacería no controlada, lamentablemente, han acelerado el proceso de extinción de plantas y animales.

    II. LOS POBLADORES INDÍGENAS DE GUANAJUATO

    De la cultura Chupícuaro a los grupos chichimecas

     (650 a.C.-1526/1530 d.C.) 

    LA HISTORIA DEL ÁREA NORTE DE MÉXICO es muy compleja. Ello se debe a los diferentes tipos y niveles de sociedad que abarca, desde indios cazadores-recolectores hasta los llamados civilizados. La región parece un ancho corredor que ocupa del Altiplano mexicano a las llanuras costeras tamaulipecas. Estas semiáridas tierras comprenden gran parte de los territorios de Nuevo México, Texas, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Durango, Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí y Querétaro. La región se encuentra delimitada, hacia el este, por la Sierra Madre Oriental y, hacia el oeste, por la Sierra Madre Occidental. En este capítulo nos interesa describir a la población nativa que habitaba uno de esos territorios antes de la llegada de los españoles: Guanajuato.

    Es importante señalar que, para desconsuelo de muchos, es poco lo que se conoce del pasado indígena de la región que actualmente conforma el estado. Al parecer, los grupos indígenas prehispánicos que lo habitaron procedían de diferentes troncos étnicos y su desarrollo social acrisoló ricas y variadas características del área denominada Mesoamérica septentrional o Mesoamérica chichimeca.

    EL PROBLEMA DE LA FRONTERA MESOAMERICANA

    Los límites geográficos tradicionales entre las sociedades agrarias (agricultura de temporal) y las nómadas recolectoras se fijaron en la década de 1940. La frontera se señala mediante los ríos Sinaloa, Lerma y Pánuco y, como se puede observar en el mapa II.1, sufrió modificaciones en las distintas épocas. En la Mesoamérica septentrional no sólo habitaron grupos nómadas y recolectores, sino también sociedades más complejas gracias a la influencia que los pobladores del norte recibieron de los habitantes de la Mesoamérica nuclear, que, a su vez, también fue influida por los norteños.

    MAPA II.1. Frontera septentrional de Mesoamérica

    FUENTE: Roy B. Brown, Arqueología y paleoecología del norcentro de México, INAH, México, 1992, p. 12.

    UNA CRONOLOGÍA PARA GUANAJUATO

    Al estudiar el desarrollo de los distintos grupos humanos, es importante establecer cortes temporales o cronológicos. Para llevar a cabo esta tarea los arqueólogos se basan en los restos cerámicos y en los patrones de asentamiento de los pobladores en distintas épocas históricas. En la región de Guanajuato existen vestigios de ocupación a lo largo de tres periodos: uno llamado de poblamiento —que estaría representado por la tradición Chupícuaro y que se extendería a lo largo del primer milenio de nuestra era—; un segundo periodo denominado de despoblamiento —de 800 a mediados de 1300 d.C.— y, finalmente, un tercer periodo conocido como de repoblamiento —que se inició en la segunda mitad del siglo XIV.

    PERIODO DE POBLAMIENTO

    Chupícuaro y su cronología

    Sin duda, una de las tradiciones culturales más importantes durante el periodo Preclásico —que abarca Preclásico Medio y Tardío, de 1200 a.C. a 200 d.C.— es la de Chupícuaro. Desafortunadamente, sólo muy pocos arqueólogos han podido trabajar en esta zona. De sus misteriosos pobladores poco a poco se van conociendo diversos elementos de una magnífica cultura. Los antecedentes de Chupícuaro habían sido vagos hasta años recientes; es por ello que el fechamiento del sitio arqueológico varió, aunque hubo concordancia acerca del periodo que abarcó: del Preclásico Tardío al Clásico Medio (como fecha más temprana los especialistas señalaron 650 a.C., y como la más tardía, 500 d.C.). Afortunadamente, en la actualidad algunos especialistas han podido avanzar más en nuestro conocimiento acerca de esta importante cultura. Así se ha podido mostrar que el conjunto cultural Chupícuaro es la pauta de los principales desarrollos del periodo Clásico, no sólo en el Bajío y el centro-norte de Michoacán, sino también en las regiones noroccidentales y el sureste de Estados Unidos, y que Chupícuaro floreció entre el 600 a.C. y el 250 d.C. Recientemente se ha postulado que existe un indudable vínculo de parentesco entre Chupícuaro y las culturas del Occidente, y que tuvo una tradición estilística en su cerámica y figurillas completamente local, sin influencia de otras zonas culturales.

    Esta cronología nos permite situar a Chupícuaro como una tradición cultural que abarcó un largo periodo, de 800 a.C. a 450 d.C. Al parecer, a partir de 1200 a.C. algunos pobladores de Mesoamérica se constituyeron en conglomerados o unidades con suficiente poder económico, político y social como para integrar y sujetar dentro de su área de influencia a otras regiones. Así, algunas de las formas de interrelación regionales fueron posibles desde la etapa preclásica. Posteriormente (200 a.C.-150 d.C.), el desarrollo pre-urbano de estas unidades o grupos humanos les permitió la integración de nuevos territorios y la consolidación de su influencia sobre los que ya controlaban. Se cree que en esos momentos existieron interrelaciones y también rivalidades entre los Estados o sociedades complejas nacientes para ensanchar sus territorios a la manera del modelo denominado unidades políticas en igualdad.

    Este modelo explica cómo los cambios sociales, en ciertos niveles de desarrollo de las concentraciones humanas, pueden producirse en forma endógena o interna; también permite reconocer las relaciones externas como parte fundamental de los procesos de desarrollo de estas sociedades. En la etapa del Preclásico (200 a.C.-150 d.C.), en el límite norte de Mesoamérica había tres grandes sitios que son considerados núcleos de unidades políticas en igualdad: Chupícuaro (Guanajuato), Teuchitlán (Jalisco) y Cuicuilco (cuenca de México), lo que revela la gran importancia de Chupícuaro en este periodo histórico. Lo anterior nos habla de que Chupícuaro fue un foco cultural regional con una sociedad estratificada y complejos rituales. Al respecto, resulta interesante saber que en Chupícuaro se han encontrado entierros de individuos decapitados asociados a rituales.

    El sitio arqueológico de Chupícuaro

    Sabemos que la ubicación geográfica de la cultura Chupícuaro eran los bancos del Río Lerma, en Guanajuato. Concretamente, se extendía desde un punto localizado en el vértice de unión de los ríos Coroneo y Lerma. Sin duda, este río desempeñó un importante papel en el desarrollo de la tradición cultural de Chupícuaro; por ello, y por ser parte de la frontera mesoamericana, es necesario recordar que el Lerma es uno de los grandes sistemas hidráulicos de México. En lo que se refiere a Guanajuato, comienza en la parte sur del Valle de Toluca y corre hacia el noroeste, después gira en dirección suroeste, donde se vuelve frontera de los estados de Querétaro y Michoacán. De ahí, entra en el estado de Guanajuato cerca del pueblo de Tarandacuao, de donde atraviesa el Valle de Acámbaro hasta llegar al poblado del mismo nombre. En este lugar se le une un pequeño río tributario llamado Tigre o Coroneo; es precisamente en esta confluencia donde descansa la antigua Chupícuaro. Desafortunadamente, en los años cuarenta del siglo XX se construyó la presa Solís, y el lago artificial creado por ésta inundó la zona arqueológica conocida como Chupícuaro el Viejo, en las faldas del Cerro del Toro. Por suerte, antes de que ello acaeciera ya se habían realizado estudios de la zona arqueológica.

    En 1926 se menciona por vez primera el sitio de Chupícuaro. Al parecer, el descubrimiento del lugar se debió a pobladores de la zona que, para su sorpresa, encontraron figurillas de barro y otros objetos pequeños. En esa época se supuso, de manera errónea, que se trataba de un sitio tarasco; posteriormente, se pudo demostrar que todo el material encontrado correspondía al Preclásico, muy anterior a la cultura tarasca.

    Lo más espectacular de Chupícuaro son las cerca de 400 tumbas encontradas en el sitio. Por ellas y por sus ricas ofrendas, se le definió en 1926 como necrópolis. De hecho, se desconocen el centro rector y el tipo de vivienda de sus pobladores. En estas fosas, junto a los muertos, se encontraron cráneos, instrumentos musicales, perros y rica cerámica con diseños rojos y negros sobre fondo bayo; esta última es muy conocida por su finura y características únicas. Al parecer, la alfarería de Chupícuaro comparte estilos con las de otros sitios contemporáneos del occidente, el norte y el centro de Mesoamérica. Sin duda, es en Chupícuaro donde los especialistas han podido ubicar la primera ocupación de agricultores sedentarios en Guanajuato.

    Áreas de influencia de Chupícuaro

    Algunos especialistas han señalado que es lugar común considerar a Chupícuaro como una sociedad inamovible en el tiempo, como una cultura que perduró casi 1 000 años sin cambios aparentes. Estos especialistas han mostrado pruebas arqueológicas de la influencia de Chupícuaro en distintos lugares de Guanajuato, lo que permite pensar que su centro cultural se desplazó hacia la periferia. Por eso se considera que Chupícuaro es más bien una tradición cultural que permite distinguir estilos básicos que perduraron durante largo tiempo y que se definen en cuatro etapas. Ello permite relacionar el sitio con otros complejos arqueológicos que conformarían indistintamente antecedentes y herencias regionales de Chupícuaro.

    Es interesante observar que en el Preclásico Tardío (200 d.C.) Mesoamérica se extendió hacia el norte del Río Lerma e integró parcialmente la Mesoamérica septentrional. De tal manera, la frontera norte estaría delimitada por zonas áridas, donde la agricultura de temporal era imposible. El área sobre la cual incidió Chupícuaro abarcó básicamente la Mesoamérica septentrional. Podemos saber acerca de su nivel de organización social gracias a los estudios sobre su amplia esfera de influencia. Por ejemplo, la presencia de rasgos de Chupícuaro ha sido señalada en la cultura Chalchihuites de Altavista (Zacatecas), en el lugar denominado Cerro Encantado de Teocaltiche. La influencia de la cultura Chupícuaro en esa región es similar a la que tuvo la olmeca en otras áreas de Mesoamérica. La arqueología nos muestra que el área de influencia de los misteriosos pobladores de Chupícuaro se extendió ampliamente hacia el norte e influyó desde épocas muy tempranas entre los pobladores de esa región y en áreas tan distantes como Tulancingo (Hidalgo), la costa de Guerrero, Ixtlán del Río (Nayarit) y La Quemada (Zacatecas).

    Esta cultura se difundió a partir de la región media del Río Lerma, por el sur, hacia la cuenca de México, hasta la región de Puebla-Tlaxcala, y hacia el norte y norponiente hasta el ya mencionado sitio de Altavista. Algunos consideran que Teotihuacan ocupó las zonas norteñas de Chupícuaro, constituyendo, entre los años 600 y 800, lo que se ha denominado cultura pretolteca, que abarcaba desde Zape, Durango, hasta San Miguel de Allende, formando un amplio arco que comprendía Altavista y Tultitlán. Se puede pensar que la influencia de Chupícuaro sobre varias regiones facilitó indirectamente la penetración teotihuacana, ya que, conforme se acrecentaba la distancia entre la cultura de Chupícuaro y el gran centro clásico, Teotihuacan, la penetración de este último se extendía mediante los diferentes filtros que constituían los grupos agrícolas sedentarios que antes se encontraban en contacto con Chupícuaro.

    De vasijas y sonajas: la cerámica de Chupícuaro

    En realidad, la información más acabada en lo relativo a Chupícuaro se encuentra en diversos estudios acerca de los distintos tipos cerámicos de esta cultura. La cerámica de Chupícuaro es inconfundible ya que se trata de vasijas policromas en colores rojo, crema y negro con diseños geométricos. También muy conocidas son las figurillas, muchas de ellas femeninas y asociadas a la fertilidad, decoradas con estos mismos diseños y con los ojos rasgados. La cerámica y figuras de Chupícuaro se han encontrado en el sur de Querétaro y en la cuenca de México, lo que habla de un intercambio con estas regiones. De hecho, Chupícuaro tuvo acceso a recursos importantes para Mesoamérica como era la obsidiana, la cual abunda en la cercana Sierra de Zinapécuaro-Ucareo. Las excavaciones así como la investigación de los enterramientos y ofrendas asociadas a los tipos cerámicos señalan que hubo dos periodos importantes de ocupación en Chupícuaro, temprano y tardío, con una etapa de transición.

    La etapa temprana muestra que en las creaciones de los alfareros de Chupícuaro la arcilla es fundamental y su estilo particular. Esto se puede observar en sus curiosas vasijas con asas en forma de estribo; en las figuras con rostros humanos y complicados peinados; en las orondas figuras de matronas, con vientres y pechos abultados; en las pequeñas cunas y figuras que parecen ser juguetes, así como en los diseños geométricos. Las figurillas con adornos al pastillaje, o sobrepuestos, son sin duda las más conocidas; tienen cuerpos aplanados y delgados, con la cabeza grande en relación con el cuerpo; la forma de los ojos es en extremo alargada y la nariz les llega hasta la barbilla. Todas las piezas encontradas muestran restos de pintura azul, roja y amarilla. Sobresalen las representaciones femeninas y tanto las figuras de hombres como las de mujeres carecen de vestimenta; sin embargo, en algunos casos se observa el uso de bragueros o taparrabos y una especie de sandalias. Contrasta el hecho de que, pese a su escasa vestimenta, todas las figuras de Chupícuaro muestran grandes y elaborados peinados o tocados; el cabello, en las figurillas femeninas, está pintado de rojo, con una curiosa raya en medio, mientras que en las figuras masculinas está pintado de blanco. También se pueden observar elementos decorativos, como cadenas de rombos, en algunas figuras humanas.

    La etapa tardía de Chupícuaro se caracteriza por la cerámica en color café, por la decoración de los cuerpos basada en cruces, triángulos escalonados y líneas verticales, lo mismo que por la factura de figurillas muy pulidas cuya característica principal es una gargantilla ancha que cubre toda la porción del cuello. Los rasgos faciales están delineados con la técnica de pastillaje. Como en la etapa temprana, los alfareros representaron la figura humana desnuda, aunque los tocados son más sencillos; llevan el cabello partido y muestran turbantes o bandas horizontales sobre la frente y la cabeza. También hay figuras huecas policromadas, semejantes a la cerámica policroma negra. Un tipo muy llamativo de cerámica de Chupícuaro es la de objetos musicales como ocarinas, silbatos, flautas y sonajas hechos de barro, y una doble sonaja elaborada con hueso. Entre las figurillas sobresalen dos figuras masculinas con sendos instrumentos musicales; especialmente ha llamado la atención de los especialistas un alegre tocador de flauta.

    Actualmente, la colección más importante de cerámica proveniente de Chupícuaro se encuentra resguardada en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, cuyas vitrinas exhiben las alegres y en ocasiones frondosas figuras humanas de esta región de Guanajuato, que parecen invitarnos a conocer más sobre el misterioso pueblo que las creó.

    La influencia de Mesoamérica en la región

    Hay testimonios que muestran la influencia del estilo Chupícuaro en distintas zonas arqueológicas de Guanajuato durante el periodo Clásico (años 200 a 900 o 1000). Uno de estos sitios es el denominado Morales, cerca de Comonfort, donde, durante la fase del mismo nombre (300-450), se observa una clara influencia de la tradición Chupícuaro. Estos elementos señalan una presencia mesoamericana en la zona norteña durante el periodo Clásico. Una muestra de lo anterior es la clara similitud entre los materiales mesoamericanos y los de algunas zonas de Guanajuato y Jalisco entre los años 200 y 350. Existen, por ejemplo, restos de llamativos diseños de aves, entre otros animales, motivos de greca escalonada así como una simetría biaxial en la decoración de materiales y restos de la Mesoamérica septentrional. Se ha diagnosticado que este tipo de vestigios son elementos propios de la estructura de las sociedades mesoamericanas y muestra de la presencia de Mesoamérica en la región. Junto a estos restos materiales se ha hallado un tipo de cerámica local llamada Coyotlatelco, cuyos motivos principales suelen ser cruces, grecas y puntos. Básicamente, es una técnica que aplica una decoración roja sobre fondos de color bayo y tiene su origen en este periodo del Clásico en las regiones de Guanajuato y Querétaro. Esta cerámica ha permitido a los especialistas ubicar a los posteriores grupos migratorios norteños en distintas zonas.

    Por otra parte, algunos especialistas consideran que el Río Lerma, además de ser uno de los más importantes de México, es también una frontera ecológica, en donde hacia el sur la lluvia permite una eficaz agricultura

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