Вы находитесь на странице: 1из 31

Mora Mora, Luis Paulino.

Historia del Poder Judicial en la segunda mitad del siglo XX y


sus retos futuros --San José, C. R.: EUNED, 2001. 116 p. (Colección Ideario XXI, n. 1).
Versión electrónica disponible en: www.poder-judicial.go.cr/historia/ - En caché -. 4
noviembre 2009.
ISBN 9968-31-163-4

1. Poder Judicial - Costa Rica - His


Mora, Luis Paulina. Historia del Poder Judicial en la segunda mitad del siglo XX
Antecedentes

La división o separación de poderes en el ámbito de la organización del poder político, fue


esbozada primeramente, según varios estudiosos del tema, por Aristóteles en su obra “La
Política”. Pero no es sino hasta el siglo XVIII, que esta idea es retomada nuevamente por
los tratadistas políticos, John Locke y Charles Louis De Secondant, Barón de Montesquieu.
Este último sistematizó la doctrina de la División de Poderes en: Ejecutivo, Legislativo y
Judicial.(Mora:2001,1)

Esta doctrina tuvo un éxito sorprendente, sobre todo en los documentos de la Revolución
Francesa y en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de América en
1776. A partir de ese momento los sistemas políticos comprendidos en las constituciones
latinoamericanas adoptaron dicho principio. .(Mora:2001,1)

Costa Rica no podía ser la excepción y la división tripartita ha sido una constante en el
desarrollo constitucional del Estado costarricense, salvo en lo que concierne a la Ley
Fundamental del Estado de Costa Rica de 1825, que estableció un cuarto poder llamado.
(Mora:2001,1)

Conservador, el cual se asemejaba a un pequeño senado.


Mediante decreto número V de 24 de setiembre de 1824 el Jefe de Estado puso en
ejecución un decreto del Congreso Constituyente, mediante el cual se establecía, en su
artículo 3 que el Supremo Poder del Estado estaría dividido en Legislativo, Ejecutivo y
Judicial, y que este último residiría en una Corte Superior de Justicia que se elegiría
popularmente, y en los juzgados establecidos o que se establecieran. El mencionado decreto
constituye el primer documento patrio donde se fija la manera en que se divide el Supremo
Poder del Estado, y por ende el establecimiento del Poder Judicial. Sin embargo, no es sino
hasta la promulgación de la Ley Fundamental del Estado de Costa Rica, de 25 de enero de
1825, que se organiza, se estructura debidamente, y se concretan las bases del naciente
poder, atribuyendo su ejercicio a una Corte Superior de Justicia compuesta por tres
Magistrados y a los Tribunales y Juzgados establecidos por ley. (Mora: 2001,1)

Si bien es cierto, y pese a las continuas vicisitudes por las que atravesó durante sus
primeros años la Corte Superior de Justicia, esta se instaló solemnemente en 1826, y por
espacio de veinte años la administración de justicia se impartió con base en las
denominadas Leyes de Indias promulgadas por España para regir las posesiones españolas
en América. (Mora: 2001,1)

Superada esta primera etapa, y dentro de la visión de que el Poder Judicial debe cambiar en
forma constante para lograr adecuarlo a los cambios políticos, sociales, económicos y
culturales del país, el momento histórico de su evolución antes de la promulgación de la .
(Mora:2001,2)

Constitución de 1949, aporta grandes reformas al sistema judicial, incluyendo


trascendentales legislaciones, fruto de la labor de ciudadanos conscientes de la necesidad de
otorgar nuevas normas acordes con la nueva realidad costarricense, después de la
independencia de España. Reformas que se inician con la promulgación de leyes relativas a
la organización interna del Poder Judicial, como lo es el Reglamento de la Administración
de Justicia en cualquier instancia de 1826, la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1852, la
Ley Orgánica de Tribunales de 1887, y la Ley Orgánica del Poder Judicial, número 8 de 29
de noviembre de 1937, así como la codificación de leyes, mediante la promulgación del
Código General de Carrillo de 1841, y la posterior puesta en vigencia de diferentes códigos
sobre materia de Comercio, Fiscal, Civil, Penal y Procesal. .(Mora:2001,2)

El Poder Judicial y la Constitución de 1949


Para no pocos estudiosos de la historia costarricense, el Poder Judicial representa uno de los
pilares fundamentales en que descansa el sistema democrático de Costa Rica. Desde el
inicio se planteó la división de poderes de la República: Legislativo, Ejecutivo y Judicial,
designándosele a este último como tarea prioritaria, la administración de justicia,
consistente en resolver los conflictos sometidos a su conocimiento. Tal circunstancia se
evidencia con más fuerza después de la promulgación de la Constitución Política de 1949, y
toda una tradición de fortalecimiento de tales funciones al reconocer su total y absoluta
independencia, en principio en lo político y funcional y posteriormente en lo económico.
(Mora:2001,2)

Además, el Estado costarricense más recientemente y como prueba de confianza y


credibilidad en el accionar del Poder Judicial, le ha encomendado asumir una serie de
instituciones que no necesariamente administran justicia, pero que despliegan una
importante labor de apoyo al Poder Judicial, como es el caso entre otras, del Ministerio
Público, la Defensa Pública y el Organismo de Investigación Judicial. (Mora:2001,2)

Independencia Política y funcional del Poder Judicial y la Constituyente de 1949


La Revolución de 1948, tiene como consecuencia, el llamado a una Asamblea Nacional
Constituyente cuyos integrantes, representantes del pueblo de Costa Rica, elaboraron la
Constitución actual decretada y sancionada el 7 de noviembre de 1949. (Mora:2001,2)

Las modernas doctrinas del Derecho Constitucional, defienden la idea de que el Poder
Judicial, debe ser un órgano de poder frente a los otros poderes del Estado que
tradicionalmente han mantenido el ejercicio del mando político. En la mayoría de las
constituciones latinoamericanas y aún en la actualidad, el Poder Judicial lucha por alcanzar
su autoridad política, no en sentido partidista, sino como intervención técnica para
determinar el alcance y el espíritu de las normas comprendidas dentro de la Constitución.
(Mora:2001,2)

Política, evitando así que tales normas sean interpretadas arbitrariamente por los otros
poderes del Estado. De ahí la importancia de que se le otorgue una función política que
debe concentrarse en el control judicial de la constitucionalidad de las leyes y en la
interpretación directa e indirecta de las disposiciones supremas y la tutela de los derechos
consagrados en la Constitución. En el caso de Costa Rica, los Constituyentes cuando
discutieron sobre el Poder Judicial, analizaron el principio de independencia de los poderes
del Estado y plasmaron la independencia de ese Poder en los artículos 9, 153 y 154 de la
Constitución, incluyéndole un orden autónomo e independiente de los otros Poderes y
órganos constitucionales. El artículo 9 establece claramente el principio clásico de la
separación de poderes al dividir las funciones estatales y otorgando su ejercicio a tres
órganos constitucionales distintos (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) que teóricamente se
equilibran entre sí. (Mora:2001,3)

“El Gobierno de la República es popular, representativo, alternativo y responsable. Lo


ejercen tres Poderes distintos e independientes entre sí: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Ninguno de los Poderes puede delegar el ejercicio de funciones que le son propias”.
(Mora:2001,3)

Los artículos 153 y 154 resultan ser una prolongación del anterior en cuanto a que
establecen claramente a nivel constitucional el Poder del Estado que ejerce la función
jurisdiccional, y en lo que a nuestro país concierne se ejerce por medio de la Corte Suprema
de Justicia y los demás tribunales que establezca la ley. (Mora:2001,3)

“Corresponde al Poder Judicial, además de las funciones que esta Constitución le señala,
conocer de las causas civiles, penales, comerciales, de trabajo y contencioso–
administrativas, así como las de otras que establezca la ley, cualquiera que sea la naturaleza
y la calidad de las personas que intervengan; resolver definitivamente sobre ellas y ejecutar
las resoluciones que pronuncie, con la ayuda de la fuerza pública si fuere necesario”.
(Mora:2001,3)

“El Poder Judicial sólo está sometido a la Constitución y a la ley, y las resoluciones que
dicte en asuntos de su competencia no le imponen otras responsabilidades que las
expresamente señaladas por los preceptos legislativos.” (Mora:2001,3)

Lo anterior significa que la Constitución desde el punto de vista de la separación de poderes


y en lo que concierne a lo judicial, el Poder Judicial no se encuentra subordinado a ninguno
de los otros, sea la Asamblea Legislativa o el Ejecutivo. En este orden de ideas el principio
de independencia se plasma en las potestades que tiene para auto–organizarse y nombrar su
propio personal, sin la intervención de los otros Poderes del Estado. Sus relaciones con
ellos son de colaboración, como cuando procede solicitar la ayuda de la fuerza pública para
ejecutar sus resoluciones. La separación de los poderes consiste no solamente en una
división del trabajo o labor estatal, sino el mantener una cierta independencia en lo
referente a la toma de decisiones o en su accionar entre cada uno de ellos, a efecto de que
puedan unos a otros auto–controlarse, como garantía ciudadana frente al Estado. Es en el
párrafo segundo del artículo 9 citado, donde se instaura la independencia que aquí interesa;
o sea, que ninguno de los poderes puede delegar sus funciones, o cumplir con las que le son
propias a otro. Pero, la idea de esta división, no contempla solamente la independencia
política, sino que esas funciones encomendadas en determinado momento implican, como
ya se apuntó, cierto control de uno respecto del otro, lo que significa que la independencia
política y funcional tienen ciertas limitaciones, como el derecho al veto que tiene el Poder
Ejecutivo con el Legislativo, el indulto y la amnistía que otorga el Ejecutivo ante los fallos
judiciales, la declaratoria de inconstitucionalidad por parte del Poder Judicial, cuando
alguna ley aprobada por la Asamblea Legislativa presente roces con la Carta Fundamental,
o el nombramiento de los Magistrados del Poder Judicial, por el Poder Legislativo. Así lo
entendieron algunos de los constituyentes según se desprende de sus comentarios al
analizar el artículo 9 constitucional:

El constituyente Baudrit Solera: “Empezó diciendo que los Poderes no son independientes
entre sí, ( …) por cuanto entre ellos existe una interrelación constante. Lo exacto es decir,
no que son independientes –lo que constituye un error– sino que entre ellos no existe
subordinación.”(Mora:2001,4)

Acta N° 88 Tomo II, pág. 320

EL constituyente Esquivel “dijo que la independencia absoluta entre los distintos Poderes
no existe en realidad. Sin embargo, teóricamente, doctrinariamente tiene que existir (…)
Observó luego que la prohibición para que un Poder delegue no sólo en otro, sino en
cualquier organismo el ejercicio de sus funciones debe ser radical, terminante.”

Acta N° 88 Tomo II, pág. 321

El constituyente Baudrit González: apuntó varias críticas contra el concepto que no existe
subordinación de un Poder a otro, cuando la realidad es que constantemente un Poder tiene
que valerse de otro, o de funcionarios o delegados de otro Poder, como ocurre, por ejemplo,
en la ejecución de las sentencias del Poder Judicial.

Acta N°88 Tomo II, págs. 321-322

La independencia funcional del Poder Judicial, está contemplada en los artículos 153 y 154
de la Constitución Política, e implica el monopolio del ejercicio de la potestad
jurisdiccional, es decir juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, de conformidad con las normas y
procedimientos establecidos al efecto, con la intervención de jueces independientes e
imparciales. En conclusión, monopoliza el conocimiento y resolución de todas las
controversias que se suscitan en el país, con la excepción de la materia electoral. En
algunos casos, la Constitución autoriza a los particulares a dirimir sus diferendos
patrimoniales por medio de árbitros, pero tales resoluciones deben ejecutarse por medio del
Poder Judicial. Deben entonces los jueces, aplicar la ley (comprendiendo en este concepto a
la ley formal, al reglamento, la costumbre, y los principios generales del derecho) en
sentido material al caso concreto. La independencia funcional de jurisdicción, determina
que la función de sentenciar (tribunales especializados en razón del negocio que deben
conocer), es de exclusiva incumbencia del órgano jurisdiccional. Además, garantiza a los
funcionarios que administran justicia imparcialidad plena, para evitar cualquier
subordinación respecto a los otros Poderes del Estado, o cualquier otro grupo existente en
el país, sea que no estén determinados por ninguna consideración política al momento de
ejercer sus deberes jurisdiccionales, pues sus actos sólo lo regulan la Constitución y la Ley.

Es por ello, que uno de los puntos más controversiales, lo sea el nombramiento o elección
de sus miembros, lo que ha ideado la creación de una serie de sistemas que garanticen la
imparcialidad de los servidores del Poder Judicial. Entre otros, los constituyentes
analizaron la inamovilidad de los Magistrados, la carrera judicial, tiempo de duración y
forma de remoción de tales funcionarios. (Mora: 2001,5)

El constituyente Fournier explicó que: …. el artículo anterior pretende establecer lo que la


ciudadanía ha venido anhelando por espacio de muchos años: la inamovilidad de los
Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, con el objeto de ponerlos al margen de los
vaivenes de la política. Acta N° 139 pág. 177, Tomo III. (Mora: 2001,5)

El constituyente Esquivel: “…Piensa que el principio de la inamovilidad de los Magistrados


es una de las conquistas fundamentales para salvaguardar la independencia del Poder
Judicial. El Magistrado que sepa que no estará sujeto a los vaivenes de la política cada
cuatro años, que no tiene por qué temer la influencia amenazadora de un Diputado, que
puede resolver los asuntos que se le sometan conforme a Derecho y no conforme a los
intereses de una mayoría parlamentaria, ese Magistrado podrá desempeñar más
eficientemente su delicada misión de impartir justicia, dándole a cada cual lo que le
corresponde, sin amarras o cortapisas de ninguna clase.” (Mora:2001,5)

Acta N° 139 pág. 179, Tomo III

Para el constituyente Rojas Espinoza: La cuestión de la inamovilidad de los funcionarios


judiciales ha sido materia de gran controversia en todos los tiempos y entre gran diversidad
de autores y tratadistas sin que, desde luego, se haya encontrado alguna fórmula que
complazca las distintas tendencias y satisfagan todas las aspiraciones. Se define como el
derecho que tienen los jueces y magistrados para que no se les remueva, traslade, suspenda
o jubile, sino como lo prevengan las leyes. Esta definición no implica, entonces, la idea de
que el nombramiento ha de ser indefinido o vitalicio; se refiere más bien al conjunto de
garantías de que necesariamente debe estar rodeado el funcionario judicial para que pueda
conservar su independencia, dignidad e imparcialidad…..

Acta N° 141, pág. 199, Tomo III,


El constituyente Ortiz “Indicó que la base de la inamovilidad de los Magistrados es la
carrera judicial, que desgraciadamente no existe en Costa Rica. La Magistratura es el
último peldaño de una larga y penosa carrera de abogado (…). Pero antes de otorgar la
inamovilidad es necesario organizar la carrera judicial, de abajo para arriba, y no de arriba
abajo, como se pretende.”

Acta N° 140, pág. 185, Tomo III.

El constituyente Arroyo “Por todas esas razones, piensa que alargando el plazo a los ocho
años y exigiendo el requisito de los dos tercios del total de los votos de la Asamblea
Legislativa para la remoción de un Magistrado, es el mejor sistema para un medio como el
costarricense; prácticamente viene a ser un sistema intermedio entre la tesis de la
inamovilidad absoluta y el sistema vigente, que ha dado lugar en el pasado a grandes
calamidades por las repetidas intervenciones de la política en la marcha del Poder Judicial.”

Acta, N° 140, pág. 186, Tomo III.


Sobre este punto, es importante acotar que los Constituyentes, procuraron rodear al Poder
Judicial y a sus Magistrados de las mayores garantías para su independencia, entre ellas, se
dispuso ampliar el período de nombramiento de los Magistrados de la Corte Suprema de
Justicia de cuatro a ocho años, a cuyo término podían ser reelectos por períodos iguales por
la Asamblea Legislativa, salvo que dos terceras partes de sus miembros dispusieran lo
contrario, lo que implica otorgarle prácticamente a los Magistrados del Poder Judicial, un
carácter de inamovilidad, pues es necesario una votación calificada para no ser reelectos, lo
que implica de pleno derecho en virtud de la propia Constitución, su reelección y, lo que
presupone también, un procedimiento adecuado para disminuir la intervención política
dentro del Poder Judicial.

Independencia económica

Un importante sector de juristas a nivel latinoamericano ha luchado para que el Poder


Judicial pueda contar con una autonomía financiera para un mejor logro de sus funciones.
Los resultados, al menos a ese nivel, no han sido muy halagadores, ya que se ha tropezado
con múltiples problemas económicos en los países, y además la gran inestabilidad política
por la que han atravesado y atraviesan varios de ellos, hace que el Poder Ejecutivo no esté
muy anuente a aprobar esa independencia ya que significa perder un cierto control en el
Poder Judicial. (Mora: 2001,6)

La Independencia financiera del Poder Judicial en Costa Rica se origina en el año de 1957.
La Constitución de 1949 no contempla ningún artículo sobre el particular antes de la
mencionada fecha. Con anterioridad a la modificación del artículo 177 constitucional, el
Poder Judicial tenía una precaria situación económica, que se demostraba en la calidad del
profesional que contrataba, en las obras de infraestructura y en el incumplimiento de
satisfacer plenamente el principio de justicia pronta y cumplida. Las oficinas del Poder
Judicial eran inadecuadas, inhóspitas e insalubres, estaban diseminadas en todas las
ciudades del país, alquilando casas de habitación o locales comerciales, que estaban
desocupados. Un triste ejemplo de la época, es que en el viejo e incómodo edificio que
ocupaba la Corte Suprema de Justicia, en Avenida Segunda y Calle Seis, sólo albergaba, en
malas condiciones, tres de las cinco Salas que la integraban, la Sala Segunda Penal se
ubicaba en un segundo piso de una cantina y la Sala Segunda Civil, en una de habitación,
cerca de donde funcionaba la original Escuela Juan Rudín, en Avenida Seis, Calle Primera.
(Mora:2001,6)

Conscientes de tal situación, se produjo un movimiento que perseguía reformar el artículo


177 de la Constitución Política, que en aquella época a la letra citaba:
“La preparación del proyecto ordinario corresponde al Poder Ejecutivo por medio de un
Departamento especializado en la materia, cuyo jefe será de nombramiento del Presidente
de la República, para un período de seis años. Este Departamento tendrá autoridad para
reducir o suprimir cualquiera de las partidas que figuran en los anteproyectos formulados
por los Ministros de Gobierno, Asamblea Legislativa, Corte Suprema de Justicia y Tribunal
Supremo de Elecciones. En caso de conflicto, decidirá definitivamente el Presidente de la
República.(Mora:2001,7)

El Poder Ejecutivo preparará, para el año económico respectivo, los proyectos de


presupuestos extraordinarios, a fin de invertir los ingresos provenientes del uso del crédito
público o de cualquier otra fuente extraordinaria.” (Mora:2001,7)
Con el apoyo de los demás Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, el Magistrado
Evelio Ramírez Chaverri, elaboró un proyecto de reforma al artículo 177 constitucional y
en la Exposición de Motivos, hizo pública tal situación, y algunos de sus argumentos
importantes son:
“El artículo 9 de la Constitución Política establece que El Gobierno de la República lo
ejercen tres Poderes distintos e independientes entre sí: Legislativo, Ejecutivo y Judicial”.
(Mora:2001,7)

Pero esta independencia, para que surta plenamente sus efectos debe complementarse con
una relativa autonomía económica, que le permita al Poder Judicial cumplir,
satisfactoriamente, los altos fines que la Constitución y las leyes le señalan. Las
instituciones autónomas del Estado tienen entera libertad para dictar sus propios
Presupuestos, si bien están sujetos al examen y fiscalización de la Contraloría General de la
República, cuya aprobación no puede negar injustificadamente (artículos 176, párrafo2,
184, inciso 2, 188 y 189 ibídem). Pero a la Corte Suprema de Justicia la facultad de
elaborar, con resultado positivo, el anteproyecto de Presupuesto del Poder Judicial,
reconocida en el artículo 177 de la Ley Fundamental, en la práctica no le ha producido
beneficios positivos. Más tal cosa no ocurriría, si mediante una reforma a la Constitución,
se asignara al Poder Judicial un porcentaje razonable del Presupuesto General Ordinario de
la Nación, que bien podría fijarse en una suma no menor del seis por ciento. Si tal idea
prosperara, la Corte Suprema de Justicia, conociendo mejor que nadie las verdaderas
necesidades del Poder Judicial, elaboraría su propio anteproyecto de Presupuesto tomando
en cuenta los factores que, a su juicio, exijan variaciones económicas dentro de un criterio
honesto, racional y justo (…). Conviene, pues, modificar la Constitución, para asignar al
Poder Judicial, como garantía específica de su gobierno económico, un porcentaje mínimo
del Presupuesto, dentro de cuyo marco pueda la Corte Suprema de Justicia elaborar, no a
ciegas sino a sabiendas, el anteproyecto de Presupuesto de dicho Poder”. (Mora:2001,7)

Es importante mencionar que, desde el momento en que dio a conocer la propuesta para
otorgarle un presupuesto adecuado al Poder Judicial, hubo decisión política para ello. El
Presidente de la República, Don José Figueres Ferrer en su Mensaje al Congreso del 1 de
mayo de 1957, reconoció la importancia de dotar de tal independencia al Poder Judicial,
sobre todo al dotarlo de los instrumentos legales para hacerlo efectivo, y no dejarlo a la
buena voluntad de los gobiernos de turno, y así se desprende de algunas de las
manifestaciones contenidas en el mencionado informe:
“Me corresponde ahora presentar a vuestro conocimiento el Proyecto de Reforma del
artículo 177. Me complazco en recomendar esa reforma, para que se le dé aprobación
definitiva, si a bien lo tiene la Asamblea, por las siguientes razones:
• Se asegura una mayor independencia al Poder Judicial, asignándole una suma global
del Presupuesto, fijada en la Constitución. Eso le permitirá ejercer su alto cometido, libre
de toda preocupación por su estabilidad económica. Nada existe hoy que pueda justificar
ningún temor, pero siempre es preferible que los instrumentos legales garanticen lo que
hasta ahora ha sido norma de buena conducta de los funcionarios públicos. (Mora:2001,8)
• El disponer de un porcentaje o suma global permitirá a la Corte elaborar sus
proyectos de acuerdo con las necesidades que confronte en cada oportunidad. Podrá crear
nuevos Tribunales, construir edificios y dotarlos de elementos y materiales de trabajo, así
como garantizar la seguridad económica y de los funcionarios judiciales. (Mora:2001,8)
• La Corte Suprema de Justicia tendrá garantía constitucional de que sus presupuestos
no serán alterados por razones de orden administrativo diferentes de la función judicial.
Dentro del porcentaje legal, sólo podrá disponer la Oficina de Presupuesto de las sumas que
excedan del Proyecto de la Corte…”

Además, fueron muchas las muestras de apoyo recibidas por parte del Poder Judicial a
favor de la reforma constitucional en cuestión, el Colegio de Abogados, Facultad de
Derecho de la Universidad de Costa Rica, la Asociación de Estudiantes de Derecho, la
Asociación de Empleados Judiciales y varios periódicos nacionales de la época, La Nación,
La República, El Diario de Costa Rica, La Prensa Libre, El Sol de Alajuela. (Mora:2001,8)

La Comisión Especial nombrada por la Asamblea Legislativa para informar acerca de la


reforma propuesta por la Corte Suprema de Justicia, al párrafo 2 del artículo 177 de la
Constitución Política, rindió dictamen favorable y fue aprobada mediante ley N° 2122
publicada en el Diario Oficial La Gaceta N° 121 de 30 de mayo de 1957. Literalmente dice:
“La preparación del proyecto ordinario corresponde al Poder Ejecutivo por medio de un
departamento especializado en la materia, cuyo Jefe será de nombramiento del Presidente
de la República, para un período de seis años. Este Departamento tendrá autoridad para
reducir o suprimir cualquiera de las partidas que figuren en los anteproyectos formulados
por los Ministros de Gobierno, Asamblea Legislativa, Corte Suprema de Justicia y Tribunal
Supremo de Elecciones. En caso de conflicto, decidirá definitivamente el Presidente de la
República.(Mora:2001,5)

En el proyecto se le asignará al Poder Judicial una suma no menor del seis por ciento de los
ingresos ordinarios calculados para el año económico. Sin embargo, cuando esta suma
resultare superior a la requerida para cubrir las necesidades fundamentales presupuestas por
ese Poder, el departamento mencionado incluirá la diferencia como exceso, con un plan de
inversión adicional, para que la Asamblea Legislativa determine lo que corresponda.
(Mora:2001,8)

El Poder Ejecutivo preparará para el año económico respectivo, los proyectos de


presupuesto extraordinarios, a fin de invertir los ingresos provenientes del uso del crédito
público o de cualquier otra fuente extraordinaria.” (Mora:2001,8)

La reforma contemplaba un artículo transitorio en donde se especificaba que tales dineros


se girarían al Poder Judicial en una forma escalonada, comenzando con un porcentaje no
menor del tres para el año de 1958; en una suma no menor del cuatro por ciento para el año
1959 y no menor del uno por ciento más para cada uno de los años posteriores, hasta
alcanzar el mínimo del seis por ciento indicado. (Mora:2001,9)

Con esta reforma al artículo 177 de la Constitución Política, se establece


constitucionalmente la independencia económica del Poder Judicial, que para aquella
época, significó un hecho de gran importancia, al garantizarse mediante dicho precepto, un
mínimo de ingresos si bien es cierto no determinado, pero con algún acierto determinable,
suficiente para satisfacer sus múltiples necesidades fundamentales y con la certeza de que
la planificación del gasto que se hiciera de tales ingresos, sería efectiva, siempre y cuando
el gasto planeado estuviere dentro del mínimo de ingresos previsibles y ampliamente
justificado.(Mora:2001,9)
En el año 2001 la Corte Suprema de Justicia inició un movimiento tendente a reformar el
artículo 177 de la Constitución Política, de forma tal que se establezca claramente que el
mínimo del 6% constitucional se destinará a financiar exclusivamente la función
jurisdiccional, en virtud de que el monto que se asigna anualmente resulta deficitario para
atender ésta y las funciones auxiliares de justicia. En la segunda parte de este trabajo, se
analiza en qué consiste la propuesta de reforma al artículo constitucional en cuestión, por lo
que remitimos al lector a dicha parte. (Mora:2001,9)

Estructura y funcionamiento del Poder Judicial después del 1949

Con la Constituyente de 1949, al promulgarse la Constitución vigente, el Poder Judicial


resultó fortalecido. En lo que concierne a los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia,
se les dotó de garantías como se analizó en líneas atrás. Se expresó taxativamente, también,
que es a la Corte Suprema de Justicia a la que corresponde el conocimiento de las
inconstitucionalidades de las disposiciones emitidas por la Asamblea Legislativa y el Poder
Ejecutivo. Se estableció la jurisdicción contenciosa–administrativa encargada de la revisión
de la legalidad de los actos administrativos, y se reforzó el recurso de hábeas corpus que
protegía la libertad personal; y la de tránsito, con el recurso de amparo para la protección de
todos los otros derechos constitucionales. La Corte Suprema de Justicia, recibió la facultad
de nombrar a los miembros del Tribunal Supremo de Elecciones, establecido por la misma.
(Mora:2001,9)

Constitución, otorgándosele además, la garantía de que en la discusión y aprobación de


proyectos de ley que traten de la organización o funcionamiento del Poder Judicial para
apartarse del criterio de éste, la Asamblea Legislativa, requiere el voto de las dos terceras
partes del total de sus miembros 4. La Constitución de 1949 trató de unificar todos los
tribunales dentro del Poder Judicial, sin embargo, dentro de este proceso de unificación,
subsistieron dos excepciones: la primera, sobre el juzgamiento de las faltas de policía, en
los cantones y distritos que no eran cabeceras de provincia cuyas resoluciones
correspondían a los Agentes del Ministerio de Gobernación y Policía. El transitorio II de la
Constitución promulgada estableció que los asuntos judiciales de conocimiento de
funcionarios administrativos, pasarían a serlo de los tribunales de justicia, en cuanto a las
cabeceras de provincia a partir del año 1952 y que la Asamblea Legislativa fijara la fecha
en lo referente a los demás lugares de la República. Pero que, en todo caso, un año después
de la vigencia de la Constitución, el recurso de apelación sería de competencia exclusiva de
los tribunales de justicia, que designara la Corte. Con fundamento en tal disposición, se
aprobó la ley N° 1266 del 21 de febrero de 1951, reformándose la Ley Orgánica del Poder
Judicial y creando las Agencias Judiciales. Se dejó a la iniciativa de la Corte, el cambio de
sistema en el resto de los cantones de la República. Pero, no fue sino, hasta la promulgación
del Código de Procedimientos Penales de 1972 que se realizó el cambio en el sistema, y las
faltas de policía fueron integradas nuevamente en un solo cuerpo de leyes, como faltas y
contravenciones y su conocimiento corresponde a funcionarios del Poder Judicial. La
segunda sobre el fallo de las contenciones entre el Estado y sus funcionarios por razón de
su empleo, dentro del Régimen del Servicio Civil, encargada a un Tribunal de
nombramiento del Poder Ejecutivo. Posteriormente, a las anteriores excepciones, se agregó
un Tribunal Fiscal Administrativo para conocer sobre la fijación de impuestos directos.
Aunque es importante aclarar que los fallos de tales tribunales, tienen recurso de apelación
ante los Tribunales del Poder Judicial, ya que sus resoluciones pueden ser revisadas en la
jurisdicción contenciosa–administrativa 5. (Mora:2001,10)

Luego se fueron creando nuevos Tribunales en diferentes partes del país, de acuerdo con el
criterio de la Corte y la aprobación por parte de la Asamblea Legislativa, por medio de
leyes especiales, toda vez que, el artículo 121 inciso 20 de la Constitución Política, así lo
dispone.(Mora:2001,10)

En el artículo 22 de la Ley N° 7728 del 15 de diciembre de 1997, Ley de Reorganización


Judicial, se establece la distribución en circuitos judiciales de los tribunales de justicia
existentes en el país a la fecha de su promulgación. (Mora:2001,10)

Se establecieron entonces, nuevos tribunales de apelaciones en lo civil, penal y


contencioso–administrativo. Las Alcaldías de Trabajo del Cantón Central de San José, se
transformaron en un tribunal colegiado de única instancia, con procedimiento verbal, según
ley N° 3664 de 10 de enero de 1966 reformada por ley N° 4284 del 16 de diciembre de
1968, Ley N° 5183 de 15 de febrero de 1973, Ley N°5264 de 24 de julio de 1973 y Ley
N°6332 de 8 de junio de 1979. El Juzgado Civil de Hacienda se transformó en Juzgado de
lo contencioso–administrativo, creándose así una jurisdicción completamente separada de
la laboral, civil y penal, al promulgarse la ley N° 3667 de 12 de marzo 1976, Ley
Reguladora de la Jurisdicción Contencioso–Administrativa. (Mora:2001,10)

Paralelamente a la rama jurisdiccional se establecieron oficinas administrativas, localizadas


en San José y dependientes de la Corte, cuyo número ha crecido de manera especial, sobre
todo en los últimos tiempos, tales como la Inspección Judicial, el Centro Electrónico de
Información Jurisprudencial (antiguo Digesto de Jurisprudencia), Organismo de
Investigación Judicial (parte del antiguo Organismo Médico Forense), Departamentos de
Proveeduría, Personal, Servicios Generales, y el Archivo Judicial, entre otras 6.
(Mora:2001,10)

Este crecimiento, es consecuencia de la independencia económica que adquirió el Poder


Judicial a partir de la reforma del artículo 177 de la Constitución Política, que permitió la
posibilidad de crear los tribunales que demanda el servicio judicial. Aunque es importante
afirmar que en la actualidad y dado al crecimiento institucional del Poder Judicial, el
presupuesto que se le asignó con dicha reforma, ya no es suficiente, lo que incide
directamente en el accionar de este Poder de la República y en los objetivos y metas
propuestas para los retos que se deben enfrentar de cara al siglo XXI. (Mora:2001,11)

Dos son las reformas que ameritan destacarse en cuanto a la estructura y funcionamiento
del Poder Judicial, antes de llegar a su situación actual. Se trata de las reformas penales que
se realizan en la década de los años setenta y las reformas hechas al Poder Judicial
mediante la promulgación de la Ley N°6434 de 1 de julio de 1980. (Mora:2001,11)

A principios de la década del setenta, y específicamente el 8 de mayo de 1971, se promulgó


el Código Penal, y dos años después un nuevo Código de Procedimientos Penales, aunque
su vigencia es efectiva hasta el año de 1975. El Código Procesal Penal, establece todo un
nuevo sistema procesal penal en el país, para llevar a la práctica el concepto constitucional
de “justicia pronta y cumplida”, ya que el anterior sistema de corte inquisitorial del Código
de Procedimientos Penales de 1906, entrabó la administración de justicia y convertía el
proceso en un asunto lento y oneroso para las partes, y a la altura de la época no podía
hacerle frente al alto índice de criminalidad, que como consecuencia de la explosión
demográfica, tuvo el país en las décadas de los cincuenta al setenta, repercutiendo tal
situación en un aumento de los delitos. El Poder Judicial asumió la función de investigación
y acusación con la creación del Organismo de Investigación Judicial y el Ministerio
Público, reforzándose la contratación de personal entre los que destacan agentes fiscales y
fiscales de juicio. Además, se crea la Oficina de Defensores Públicos para ayudar a las
personas de escasos recursos económicos que no podían sufragar el patrocinio letrado. Se
produjo una reestructuración general de los Tribunales al crearse los Tribunales Superiores
Penales, integrados por tres jueces y se establecieron numerosos juzgados unipersonales.
(Mora:2001,11)

Además, como se apuntó se hizo cargo de las faltas y contravenciones. Para la puesta en
vigencia de los nuevos procedimientos penales, y evitar el promulgar una nueva Ley
Orgánica, se aprobó la Ley especial sobre jurisdicción de los Tribunales, ley N° 5711 de 27
de junio de 1975, reformada por la ley N° 5712 de 30 de junio del mismo año y la ley 5761
del 7 de agosto de 1975. (Mora:2001,11)

En cuanto a las reformas de 1980, tenemos que se recogen una serie de inquietudes
planteadas años anteriores, para lograr satisfacer plenamente el principio de “justicia pronta
y cumplida” y ubicarse a la altura de los tiempos. Un anteproyecto de reorganización, fue
redactado por el Magistrado Fernando Coto Albán, que fue apoyado por los demás
Magistrados y enviado al Poder Legislativo, aprobándolo mediante la ley N°6434 de 1 de
julio de 1980. La reforma en cuestión, dispuso que la Corte Suprema de Justicia en lo
sucesivo la componen tres Salas denominadas: Sala Primera, Sala Segunda y Sala Tercera.
Cada una con igualdad formal, aunque la primera con un rango superior ya que viene a
remplazar a la antigua Sala de Casación, y ser la más numerosa, la integraban siete
Magistrados; las dos restantes cada una con cinco Magistrados. El Presidente de la Sala
Primera lo sería de la Corte, según disposición en aquel entonces del artículo 162 de la
Constitución Política. Los recursos de amparo, en lo sucesivo fueron de conocimiento de la
Sala Primera, y no de la Corte Plena, como anteriormente sucedía. (Mora:2001,11)

La reforma también logró una distribución de los asuntos de índole administrativa que eran
del conocimiento de la Corte Plena, ya que de acuerdo con el artículo 50 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial de 1936, reformado por la ley 6434 de 22 de mayo de 1980, los
diversos despachos judiciales, conocerían y resolverían los permisos a los servidores que
integran el despacho, con el fin de no recargar con esas funciones a la Corte Plena. En ese
mismo sentido, estableció que el Secretario de la Corte puede autenticar la firma de los
notarios y funcionarios judiciales en los documentos que deben ser enviados al exterior, sin
perjuicio de que también pueda hacerlo (como antes de la reforma) el Presidente de la Corte
(Artículo 110, párrafo 1° de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1936). Dispuso además,
que la Sala Segunda ejerciera el régimen disciplinario de los notarios públicos, hasta la
promulgación del Código Notarial en el año de 1998, que le otorga tal competencia a la
Dirección General de Notariado. Además, el ámbito administrativo se fortalece con la
creación del denominado Consejo Administrativo, la Dirección Administrativa y la
Auditoría Judicial. (Mora:2001,12)
La Sala Primera conocía, entre otras cosas, de los recursos de Casación y revisión en la
materia contenciosa–administrativa y en juicios ordinarios civiles y comerciales, así como
el recurso de amparo y las competencias que se susciten entre los Tribunales Superiores
Civiles o entre los Tribunales Superiores Contencioso Administrativos. La Sala Segunda de
los recursos de casación y revisión, en juicios ordinarios de familia o de derecho sucesorio
y en juicios universales, o en las ejecuciones de sentencia en que el recurso no sea de
conocimiento de la Sala Primera y de la tercera instancia rogada en asuntos de jurisdicción
de trabajo. La Sala Tercera de los recursos de casación y revisión en materia penal, de los
delitos de injurias y calumnias previstos en la Ley de Imprenta y de las competencias de los
Tribunales Penales. También se establecieron nuevas jurisdicciones especializadas, en lo
Contencioso–Administrativo y Civil de Hacienda, Familia y Agraria. Esta última con la
promulgación de la Ley de la Organización y Competencia de los Tribunales Agrarios, en
el año de 19987. (Mora:2001,12)

Uno de los logros más importantes en los últimos años dentro del Sistema Judicial
Costarricense es la creación de la denominada Sala Constitucional fundamentada en el
artículo 10 de la Constitución Política, reformado por Ley N° 7128 de 18 de agosto de 1989
y en la Ley 7135 del 11 de octubre del mismo año, Ley de la Jurisdicción Constitucional.
Las funciones y competencia de la Sala Constitucional están establecidas en el artículo 10
de la Constitución Política, reformado por Ley N° 7128 de 18 de agosto de 1989 y en la
Ley N ° 7135 del 11 de octubre de 1989, Ley de la Jurisdicción Constitucional. La creación
de esta Sala, ha sido considerada de gran importancia y ha significado un cambio palpable
en la vida jurídica nacional. Se integró con siete Magistrados, de los cuales cinco fueron
nombrados por la Asamblea Legislativa, y dos escogidos de los Magistrados que integraban
la Sala Primera, en razón de que el recurso de amparo pasaba a conocimiento de esta Sala,
con lo que la Sala Primera pasó a estar conformada por cinco Magistrados al igual que las
Salas 2° y 3°. Según el artículo 10 de la Constitución, a la Sala Constitucional, le
corresponde declarar, por mayoría absoluta de sus miembros, la inconstitucionalidad de las
normas de cualquier naturaleza y de los actos sujetos al derecho público. Además, se le
otorgan dos funciones más, que refuerzan su máxima jerarquía, la de dirimir los conflictos
de competencia entre los Poderes del Estado, incluido el Tribunal Supremo de Elecciones,
así como en las demás entidades u órganos que indique la ley. Conocerá de las consultas
sobre proyectos de reforma constitucional, de aprobación de convenios o tratados
internacionales y de otros proyectos de ley, según se disponga en la ley. En cuanto a las
mencionadas consultas legislativas, el artículo 128 de la Constitución Política, reformado
por la Ley 7128 de 18 de agosto de 1989, establece que en caso de veto contra un proyecto
de Ley, si el veto se encuentra fundamentado en razones de inconstitucionalidad no
aceptadas por la Asamblea Legislativa, se enviará el proyecto a la Sala para que resuelva el
diferendo. Lo que la Sala declare inconstitucional se entenderá que no queda incluido
dentro del texto de la ley. La Ley de la Jurisdicción Constitucional, establece los recursos
de hábeas corpus y de amparo, para proteger la libertad individual y libre tránsito de los
ciudadanos costarricenses, así como los demás derechos fundamentales protegidos por la
Constitución y los tratados o convenios internacionales. (Mora:2001,13)

Finalmente, cabe resaltar la creación del Tribunal de Casación Penal con ocasión de la
reforma total a la Ley Orgánica del Poder Judicial, Ley N° 7333 del 5 de mayo de 1993,
vigente a partir del 1° de enero de 1994. El artículo 93 de la citada ley, reformado por Ley
N° 7728 del 15 de diciembre de 1997, establece los asuntos que conocerá este Tribunal.
(Mora:2001,13)

Estructura y funcionamiento del Poder Judicial en la actualidad

Un último esfuerzo por lograr una nueva estructura más acorde con la realidad que debe
enfrentar el Poder Judicial, inició en 1990 con la aprobación del Código Procesal Civil, una
reforma total en 1993 –como se citó– a la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1937, y la
emisión de nuevas leyes relacionadas con la Administración de Justicia, entre otras, el
Código Procesal Penal de 1996 vigente a partir del 1° de enero de 1998, la Ley de
Reorganización Judicial de 1997 y una nueva legislación para el Ministerio Público,
buscando un cambio dentro del contexto de modernización del sistema judicial, el logro del
precepto de justicia pronta y cumplida y el regular las oficinas judiciales de modo que
permitan una eficaz y eficiente prestación del servicio público de la administración de
justicia.(Mora:2001,13)

El 5 de mayo de 1993, se publica en el Alcance N° 24 al Diario Oficial La Gaceta N° 124


de 1 de julio de 1993, la nueva Ley Orgánica del Poder Judicial, la que fue complementada
con la Ley N° 7728 de 15 de diciembre de 1997, Ley de Reorganización Judicial.
(Mora:2001,13)

Esta ley tiende a darle organicidad o sistematización a la estructura administrativa interna


del Poder Judicial, y actualiza las formas de relacionarse los Tribunales de la República y
las oficinas que les brindan apoyo. Con la nueva normativa se pretende establecer las
dependencias necesarias e indispensables para buscar solución a los problemas que se le
presentan actualmente al Poder Judicial, con el fin de proyectarse en forma eficaz y
eficiente en su función de cara al siglo XXI. (Mora:2001,13)

Se establece una división funcional y administrativa en el accionar del Poder Judicial, en la


que se destacan tres ámbitos a saber: Jurisdiccional, Auxiliar de Justicia, y Administrativo.
(Mora:2001,14)

Ámbito Jurisdiccional
El ámbito jurisdiccional esta conformado por Juzgados, Tribunales, Salas y por la Corte
Plena cuando ejerce función jurisdiccional.
Los Tribunales (se incluye también a los juzgados) están creados sobre la base de
competencias que tienen relación con la materia de su conocimiento, a la cuantía y al
territorio. Además, según lo establece el artículo 101 de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
estarán integrados por el número de jueces que sea necesario para la prestación de un
servicio público bueno y eficiente. (Mora:2001,14)

Por tal razón, los diferentes órganos de la administración de justicia realizan su función
dentro de un determinado territorio o plano geográfico, previa y claramente delimitado,
dentro de una determinada materia de conocimiento. Por supuesto que, sin perjuicio de que
se establezcan juzgados que se dediquen a varias materias, lo cual es usual que exista en
circunscripciones de poblaciones reducidas en las que no resulta práctico ni conveniente
tener un juzgado por cada una de las materias. Su labor, en lo relativo a la cuantía, se
determina de acuerdo con el valor de las pretensiones en litigio. En lo que respecta a la
materia tenemos que, se conocen y resuelven asuntos de índole civil, laboral, familia, penal,
contravenciones, tránsito, contencioso, administrativo y civil de hacienda, penal juvenil,
ejecución de la pena, agrario y violencia doméstica. (Mora:2001,14)

La competencia por territorio la determina la Corte Plena mediante una división territorial
propia, que no es la misma que contempla el artículo 168 de la Constitución Política, que
establece que para efectos de la Administración Pública el territorio nacional se divide en
provincias, éstas en cantones y los cantones en distritos. La división Judicial, parte de un
principio, el del adecuado servicio público, de ahí que se determina tomando en
consideración aspectos relativos al fácil acceso de los ciudadanos a la justicia y viceversa.
(Mora:2001,14)

Por lo tanto, en algunos casos puede ocurrir, que una determinada población que forme
parte de un distrito o provincia en la división administrativa mencionada, forma parte de
otra, en la división territorial judicial. En lo que respecta a la cuantía tenemos que no es
propia de todas las materias, y funciona de dos formas: La primera divide la competencia
de los tribunales en mayor y menor cuantía. Según lo prescribe el artículo 114 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial, le corresponde a la Corte fijar a estos juzgados su competencia
territorial, por materia y cuantía, y esta última se revisará cada dos años para lo cual,
previamente se solicitará al Banco Central de Costa Rica un informe sobre el índice
inflacionario del momento, y, a partir de aquel, se fija el monto que delimita la competencia
de los juzgados de menor cuantía, lógicamente que, los asuntos que no pueden ser
estimados o que tengan una estimación superior a ese monto, serán de conocimiento de los
juzgados de mayor cuantía. (Mora:2001,14)

La segunda forma de aplicar la cuantía, tiene que ver con el acceso a la casación en materia
civil y laboral. El recurso de Casación procede contra las sentencias o autos con carácter de
sentencia, dictadas por los tribunales colegiados, siempre y cuando sobrepasen la cuantía,
que para estos casos, debe fijar la Corte de conformidad con las reglas de los artículos 591
del Código Procesal Civil y 556 del Código de Trabajo. Este monto fijado para casación, no
es igual que la cantidad que delimita la mayor o menor cuantía. Se trata generalmente de
una suma más alta, por lo que se puede afirmar que no todo asunto de mayor cuantía puede
llegar a tener el recurso de casación. Sobre el particular en los últimos tiempos, algunos
Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, estiman que no tiene sentido establecer una
competencia en razón de la cuantía, toda vez que las estadísticas muestran que algunos de
los juzgados de menor cuantía, tienen un circulante menor que el de los juzgados de mayor
cuantía. Es preferible establecer un equilibrio entre el trabajo de unos y otros jueces y así,
los jueces de menor cuantía pueden conocer asuntos de mayor importancia y no cosas de
poca monta, pues tan juez es uno como el otro, y por tanto deben estar en posibilidad de
resolver asuntos de igual transcendencia. En cuanto la cuantía para casación en materia
civil y laboral, cualquier monto que se establezca, puede llegar a convertirse en una
negación de justicia, pues sólo los que pueden accesar a ese monto, tienen justicia en esa
instancia, pero los otros no. (Mora: 2001,15)

LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


La Corte Suprema de Justicia es el órgano de mayor jerarquía del Poder Judicial. En el
ejercicio de la actividad administrativa le corresponde las funciones de gobierno y
reglamento. Está dirigida por el Presidente de la Corte y la integran todos los Magistrados
que componen las Salas de la Corte, –veintidós–w, incluyendo a los suplentes que
temporalmente repongan a los Magistrados propietarios o sustituyan a cualquiera de estos
que estuvieren impedidos para resolver el caso, excepto al que suple al Presidente de la
Corte en su Sala, pues de conformidad con el artículo 49 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, cuando las circunstancias lo requieran, a juicio del Presidente, podrá haber un
Magistrado suplente de tiempo completo que lo sustituirá mientras no ejerza el cargo, en
todos los casos en que no concurra a conocer de los asuntos propios de su Sala. Dicho
Magistrado suplente no integrará la Corte Plena. El artículo 62 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial, establece que la Corte contará, al menos, con treinta y siete Magistrados
suplentes, de los que doce los serán de la Sala Constitucional, nueve de la Sala Primera, y
ocho de cada una de las restantes y serán nombrados por la Asamblea Legislativa, entre las
nóminas de cincuenta y de veinticuatro candidatos para la Sala Constitucional, que sean
propuestas por la Corte. (Mora: 2001,15)

SALAS DE LA CORTE

De conformidad con el artículo 49 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, la Corte Suprema
de Justicia se compone de tres Salas de Casación: Primera, Segunda y Tercera y la Sala
Constitucional. Las Salas de la Corte, a excepción de la Constitucional, conocen
principalmente de los recursos de casación, que se trata de un recurso extraordinario que
procede contra las sentencias o autos con carácter de sentencia que son dictados por los
tribunales colegiados de todas las materias. En los casos de asuntos que corresponden a
mayor cuantía o cuantía inestimable, el juzgado resuelve en primera instancia. Si hay
apelación, el tribunal colegiado de la materia correspondiente resuelve, y si la cuantía
sobrepasa el monto fijado para que tenga entrada el recurso de casación, resuelve en
definitiva la Sala Primera en materia civil, mercantil, agraria y contencioso–administrativa,
y la Sala Segunda, en materia de familia, sucesorios, juicios universales y laboral. Existe
una excepción que comprende el artículo 592 del Código Procesal Civil, la casación
directa, cuando las partes renuncian al recurso de apelación, y en su lugar y por razones de
fondo se puede interponer el de casación. Este procedimiento no ha tenido mucha
aceptación entre las partes en litigio, toda vez, que la Sala Primera de la Corte conoció
únicamente de un caso durante el año 2000 y a finales del mes de abril del 2001 no ha
conocido ninguno. En lo que corresponde a la materia civil, laboral y contencioso
administrativa, en menor cuantía, lo que resuelvan esos juzgados en primera instancia,
puede ser revisado por medio de la apelación por los juzgados de mayor cuantía, pero estas
causas no llegan a ser de conocimiento de las Salas ya que no tienen casación. La Sala
Tercera y el Tribunal de Casación Penal, no distribuyen su competencia por aspectos
propios de la cuantía, sino por el órgano que ha dictado la sentencia que se pretende
recurrir. En el caso de que fueran tres jueces de un tribunal colegiado los que dicten la
sentencia, la revisión de la casación le corresponde a la Sala Tercera, cuando la sentencia es
dictada por un solo juez de ese tribunal, la casación la resuelve el Tribunal de Casación
Penal.(Mora:2001,16)
La Sala Constitucional, conoce de los recursos de hábeas corpus que puede presentar
cualquier persona, cuando considere que su libertad e integridad personales o la de un
tercero están siendo violadas o amenazadas, por cualquier autoridad que amenace o prive
ilegítimamente la libertad e integridad de una persona. .(Mora:2001,16)

También resuelve los recursos de amparo que presente cualquier persona, si considera que
un acto u omisión viola o amenaza los derechos (no protegidos por el hábeas corpus) que en
su favor consagra la Constitución Política, los Convenios Internacionales sobre Derechos
Humanos, o los que se refiere la Ley de la Jurisdicción Constitucional. Existe además, un
recurso de amparo, referente al derecho de “rectificación o respuesta”, que es el que tiene
toda persona a que se brinde una respuesta, o se aclare o rectifique alguna información que
no es correcta o precisa, publicada o difundida por cualquier medio de comunicación
(radio, prensa, televisión, etc.) que le causa algún perjuicio. También conoce del amparo
entre particulares y por jurisprudencia se ha reconocido la existencia del hábeas data. .
(Mora:2001,16)

Mediante la resolución de las Acciones de Inconstitucionalidad, presentada por quien esté


legitimado para ello, de conformidad con lo dispuesto con el artículo 75 de la Ley de la
Jurisdicción Constitucional, la Sala Constitucional, determina si una norma, o
interpretación de esta es contraria a la Constitución Política o a sus principios, o Tratados o
Convenios Internacionales sobre derechos humanos aprobados por Costa Rica. Requiere de
mayor formalidad que los otros procesos que conoce esta Sala y de la firma de un abogado.
La Consulta de Constitucionalidad es el mecanismo que puede utilizar un juez de la
República, para solicitar a la Sala que determine si una norma o acto que deba aplicar al
resolver un asunto sometido a su conocimiento, es o no contrario a la Constitución
Política. .(Mora:2001,16)

Mediante la Consulta Legislativa de Constitucionalidad, la Sala se pronuncia sobre la


constitucionalidad de un proyecto de ley, previo a que sea aprobado por la Asamblea
Legislativa.(Mora:2001,17).

Finalmente, la Sala Constitucional de conformidad con el artículo 2 inciso c) de la Ley de


la Jurisdicción Constitucional, tiene la potestad de resolver los conflictos de competencia
entre los Poderes del Estado, incluido el Tribunal Supremo de Elecciones, y los de
competencia constitucional entre éstos y la Contraloría General de la República, las
municipalidades, los entes descentralizados y las demás personas de Derecho Público. .
(Mora:2001,17)

TRIBUNALES COLEGIADOS

Hay diversos tribunales colegiados, creados por ley específica y con el número de jueces
que demande el buen servicio conforme se establece en el artículo 101 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial:

Tribunal de Casación Penal


Tribunales Civiles
Tribunales Penales
Tribunal Penal Juvenil
Tribunal Contencioso Administrativo
Tribunal de Familia
Tribunal de Trabajo
Tribunal Agrario
JUZGADOS

Al igual que con los tribunales colegiados, los juzgados son creados por ley específica y
cuentan con el número de jueces que demande el buen servicio. Se dividen en:

Juzgados de Menor Cuantía y Contravencionales


Juzgados de Primera Instancia y Penales
Juzgados de Tránsito

Los juzgados, podrán ser mixtos, cuando así lo justifique el número de asuntos que debe
atender.

ÁMBITO AUXILIAR DE JUSTICIA

Dentro de este ámbito se establecen órganos y departamentos que coadyuvan diariamente


en la labor de administrar justicia. Las labores de estas dependencias son variadas, como
colaborar con los tribunales mediante la realización de investigaciones; recolectar y
verificar pruebas; efectuar interrogatorios y registros; o capacitar y formar al personal del
Poder Judicial, así como evacuar consultas de los funcionarios judiciales en aspectos de
procedimiento; recopilar, seleccionar y publicar material emanado de los procesos
judiciales a fin de confeccionar una guía a los profesionales, ejercer la acción penal pública
y coadyuvar en la investigación de los ilícitos; defender gratuitamente a los imputados de
escasos recursos económicos. La Ley Orgánica del Poder Judicial en su artículo 149,
establece que actuarán como auxiliares de la administración de Justicia: El Ministerio
Público, el Organismo de Investigación Judicial, la Defensa Pública, la Escuela Judicial, el
Centro Electrónico de Información Jurisprudencial y el Archivo y Registros Judiciales. .
(Mora:2001,18)

ÁMBITO ADMINISTRATIVO

El ámbito administrativo está conformado por los departamentos y oficinas que brindan
apoyo administrativo a las restantes oficinas del Poder Judicial. Dentro de este ámbito
tenemos las siguientes instancias: Consejo Superior del Poder Judicial, Consejo de la
Judicatura, Consejo de Personal, Comisiones Permanentes y Especiales de Magistrados,
Secretaría General de la Corte, Dirección Ejecutiva, sus Departamentos y Unidades y
Subadministraciones Regionales, Tribunal de la Inspección Judicial, Departamentos de
Auditoría, Planificación, Personal, Informática, Información y Relaciones Públicas,
Servicios Generales, Publicaciones e Impresos, Vigilancia y Seguridad, Trabajo Social,
Financiero Contable, Proveeduría y Biblioteca Judicial. .(Mora:2001,18)
Consejo Superior del Poder Judicial

El Consejo Superior del Poder Judicial, es un órgano subordinado de la Corte Suprema de


Justicia; le corresponde ejercer la administración y disciplina de ese Poder de conformidad
con la Constitución Política y de acuerdo con lo dispuesto en la Ley Orgánica del Poder
Judicial, con el propósito de asegurar la independencia, la eficiencia, la corrección del
decoro de los tribunales y garantizar los beneficios de la carrera judicial. El Consejo está
integrado por cinco miembros, cuatro de ellos funcionarios del Poder Judicial y un abogado
externo, todos de reconocida competencia. El Presidente de la Corte, es a su vez el
Presidente del Consejo, los restantes miembros serán nombrados libremente por la Corte,
por períodos de seis años y no podrán ser reelectos salvo que las tres cuartas partes del total
de los Magistrados acuerden lo contrario. .(Mora:2001,18)

RETOS DEL PODER JUDICIAL A FUTURO

Semanas previas a mi elección como Presidente del Poder Judicial en 1999, las compañeras
y compañeros que integramos la Corte Suprema de Justicia, nos reunimos en diferentes
ocasiones a conversar a profundidad acerca del estado actual de la justicia costarricense y
sus perspectivas futuras. Este diálogo fue muy positivo, por cuanto el tiempo que se
invirtió, sirvió sobre todo para asumir plenamente en la historia del Poder Judicial
costarricense, el reto de iniciar un nuevo proceso, un nuevo punto de partida, con el
convencimiento de que los tiempos por venir, tienen un signo distinto y que corresponde
descifrar ese signo, sin apego a las anteriores limitaciones y reservas que no deben
condicionarnos, sin nostalgia por las jerarquías, los tabúes o las posiciones de poder que
decididamente se abandonaron, advertidos del hecho de que este cambio de horizonte,
supone una oportunidad excepcional de contribuir a perfeccionar el sistema en que estamos
implicados con un alto y decidido nivel de responsabilidad. .(Mora:2001,18)

El último cuarto de siglo nos ha enfrentado con muchas realidades, en los diversos campos
en que la humanidad se desenvuelve. Los Poderes Judiciales no son, ni pueden ser extraños
a ellos, por el contrario demandan mucho más, pues se ha establecido con justa razón que el
sistema de administración de justicia es una de las circunstancias que inciden en la paz
social y en el desarrollo de los pueblos, además de que el Juez es garante de los derechos
ciudadanos. Esta conceptualización de los cometidos a cumplir, obliga a hacer todo lo que
esté al alcance de sus jerarcas para que el Poder Judicial costarricense se adecue a las
exigencias de la época y mire esta tarea con ilusión y optimismo. (Mora:2001,18)

El cambiar el estado de cosas del Poder Judicial no es asunto que pueda hacer por sí solo
cualquiera de los Magistrados, ni un grupo, ni siquiera la suma de todos, es del conjunto
activo de todos los compañeros judiciales, de sus organizaciones profesionales y gremiales,
de los usuarios y de sus representantes los abogados, del Colegio de Abogados que agremia
estos últimos, y de las otras corporaciones privadas mediante las que se han organizado y
en fin de todas las demás expresiones de la comunidad organizada, que de una u otra forma
se relaciona con el servicio público que tiene a su encargo aquel Poder de la República.
Se optó por el cambio, ante la percepción generalizada de que las cosas no están bien, pero
ese cambio no puede ser sólo en el orden del discurso. (Mora:2001,18)
Está comprobado que la democracia es esencial para alcanzar un desarrollo social justo,
equilibrado y sostenible. En América Latina, en las últimas décadas se han dado
importantes pasos en el afianzamiento de la democracia, en medio de circunstancias
difíciles, no superadas aún, que continúan amenazando su consolidación. Como bien lo
señalara el Dr. Enrique Iglesias 8 en una visita a Costa Rica en el año 2000, Latinoamérica
registra niveles de violencia social hasta tres veces mayores que Estados Unidos y Europa,
existe una gran brecha en la concentración de riqueza, y los niveles de crecimiento
económico, pese a los esfuerzos que se han hecho, siguen siendo muy limitados.
Debe enfrentar además, las consecuencias de la globalización económica, que a pesar de
las muchas oportunidades que presenta, también ofrece retos impostergables para la
supervivencia de las economías. (Mora:2001,18)

La población en general siente temor y no está clara de cómo enfrentar las circunstancias
cambiantes del presente. De ahí que se vivan momentos de gran efervescencia en torno a
una serie de temas como el tamaño o dimensión del Estado, el rol del mercado, la
participación de la sociedad civil en la toma de decisiones, la corrupción política y el
desencanto frente a las instituciones democráticas. Al mismo tiempo, no se ha podido
reducir la brecha entre las bondades que se esperan de un régimen democrático, y lo que
sucede en la realidad.
En estas circunstancias resulta absolutamente crucial e impostergable, procurar el
fortalecimiento del estado de derecho y en él, de los Poderes Judiciales. (Mora:2001,18)

Sin embargo, la pérdida de confianza que reflejan las encuestas en los Poderes Judiciales, a
niveles de 85% y hasta 90% (9) en algunos países y las circunstancias mencionadas, están
creando un peligroso vacío que procuran aprovechar los simpatizantes de los militares y los
populistas.

A manera de ejemplo, sólo en los años noventa algunos gobernantes latinoamericanos, en


un momento u otro, señalaron, con distintos grados, su derecho a gobernar por encima de la
ley, de los partidos, a través de su apoyo popular, y no existe razón para pensar, que sean
esos síntomas atípicos o pasajeros. (Mora:2001,19)

Al aumentarse la brecha entre lo que se espera del régimen democrático y lo que en efecto
provee, lamentablemente el panorama de América Latina se empieza a parecer mucho al de
su pasado. (Mora:2001,19)

La región requiere urgentes cambios en la forma de hacer comercio y rescatar la


credibilidad en las instituciones democráticas, especialmente de aquellas dedicadas a hacer
cumplir la ley, para consolidarse democráticamente y aprovechar las ventajas del nuevo
orden económico mundial. La justicia y el desarrollo económico van de la mano, porque
tanto el desarrollo democrático, como las fuerzas del mercado, requieren para crecer y
operar, un sistema de justicia, moderno, confiable, eficiente y fuerte que no sólo garantice
el acceso de los ciudadanos y su protección, sino que asegure un buen clima para la
inversión y el desarrollo. (Mora:2001,19)

Está comprobado que un sistema legal débil reflejado en un alto grado de criminalidad, de
burocracia y obstáculos para el acceso a la justicia, afecta la inversión y el desarrollo de los
países. En efecto, cada vez, se reconoce con más fuerza, el impacto de factores “no
económicos” en la inversión. A manera de ejemplo, en Colombia, un incremento de 10 en
el número de homicidios por 100,000 habitantes, implica una reducción de 4% en la
inversión. Si estas cifras pasan de 20 a 80 homicidios por cada 100.000 habitantes, se
registran cambios de hasta 2% anual en el Producto Interno Bruto (10). (Mora: 2001,19)

También, la burocracia legal, dentro y fuera del sistema judicial, añade costos de
transacción que afecta la competitividad nacional e internacional de los productos y obliga
a los empresarios a gastar tiempo y dinero en estudiar cómo evadir las leyes, en vez de
invertirlo en producir o estudiar cómo mejorar sus productos.

Si a esto se añade una duración de los procesos, de años, en el sistema judicial, el costo
para los empresarios de esperar un resultado para la protección de sus derechos comerciales
o derivados, se hace muy costoso. (Mora:2001, 20)

Siendo el fortalecimiento del estado de derecho absolutamente crucial, tanto para alcanzar
la consolidación democrática, como el crecimiento económico, es necesario formular
algunas preguntas con relación a la acción futura de los líderes de nuestros países y dentro
de éstas, el rol del Poder Judicial. Algunas de las interrogantes a considerar en ese sentido
son: ¿hacia dónde se debe orientar las estrategias? ¿Por qué ha sido insuficiente el progreso
de la reforma judicial? ¿Qué requiere un Poder Judicial para ser eficiente y confiable?
(Mora:2001, 20)

Durante los últimos 15 años, se ha hablado sobre los requisitos indispensables para la
existencia de Poderes Judiciales eficientes y confiables, entre los que sabemos están: la
independencia económica y funcional, accesibilidad, códigos procesales actualizados y
menos burocráticos, carrera judicial, capacitación judicial, un régimen disciplinario
eficiente, establecimiento de parámetros de rendimiento de los jueces, separación de
funciones administrativas para que los jueces puedan dedicar la totalidad de su tiempo a la
administración de justicia, en fin, sobre qué es lo que debe hacerse para modificar la
organización de los tribunales y lograr adecuarla a los requerimientos de la sociedad actual.
(Mora:2001, 21)

En ese camino la mayoría de los países latinoamericanos, han tomado una serie de medidas
en mayor o menor grado, con resultados muy positivos, pero incapaces de mejorar
sustancialmente la credibilidad de los tribunales en la población o eliminar los altos niveles
de retardo en la solución de conflictos. (Mora:2001, 21)

Una de las principales lecciones que deja la reforma judicial de los últimos tiempos, es que
se ha subestimado su complejidad y posibilidad de evolución. (Mora:2001, 21)

A medida que crece la población, y aumenta la brecha entre ricos y pobres, se ha producido
una demanda muy fuerte sobre el sistema de justicia. El crimen ha aumentado por encima
de todo pronóstico, al igual que los niveles de violencia social. En el caso costarricense, a
esa realidad hay que sumarle una conducta extremadamente litigiosa del ciudadano, que por
razones históricas, tiende a resolver por medio de los tribunales de justicia, cualquier
diferencia, antes de intentar alguno de los métodos alternativos de resolución del conflicto,
o, -dichosamente- la justicia por mano propia. Sólo en el año 1999, para una población
aproximada de 3,7 millones de habitantes, ingresaron cerca de 726,000 causas nuevas en
los tribunales del país. Esta cifra refleja también, la existencia de un ciudadano bien
informado sobre sus derechos y un importante grado de accesibilidad que le permite
ejercerlos, aún sin costo alguno, como sucede en el caso de la jurisdicción constitucional
(11). En consecuencia, mayores niveles de acceso y un ciudadano mejor informado sobre
sus derechos, conllevan un aumento de la litigiosidad, que al lado del aumento en el
conflicto social, recarga en forma importante los sistemas de justicia. Ese recargo, es
positivo, en la medida que representa un grado de confianza en el derecho, como
mecanismo pacífico de solución de conflictos, pero indudablemente tiene un impacto
importante sobre el sistema de justicia, y si no se atienden oportunamente, pueden afectarlo
gravemente, creando desencanto en la población, que aunque tiene acceso, debe esperar
mucho tiempo para obtener una reparación o respuesta. (Mora:2001, 21)

En el caso costarricense, el Poder Judicial ha liderado casi todas las iniciativas legislativas
producidas en materia de reforma judicial, desde la segunda mitad del siglo XX. Este
fenómeno tan particular del país, resulta altamente positivo en el aspecto técnico–jurídico,
sin embargo, la formación propia de los jueces y magistrados ha significado un ingenuo
descuido de los aspectos políticos de la reforma judicial. Se ha pensado que la reforma es
técnica, cuando en realidad es tan política como técnica. No en el sentido partidista –por
supuesto–, sino porque implica grandes transformaciones en las reglas de juego sociales, y
a fin de cuentas determina quién obtiene qué, cómo y cuándo. La labor de convencimiento
sobre la importancia de la reforma judicial para el desarrollo del país no ha sido lo
suficientemente amplia, dándole un tratamiento aislado de la realidad actual y del proceso
de reforma del Estado. En este proceso de convencimiento no se han abarcado temas tan
importantes, como que el fortalecimiento de la justicia es estratégico no sólo para asegurar
la estabilidad democrática, sino para impulsar el desarrollo económico. Se han preparado
los proyectos y se han enviado al Legislativo, sin hacer el “lobby” necesario para asegurar
un tratamiento prioritario (12). Cuando los proyectos finalmente se aprueban, han tardado
tanto en la corriente legislativa, que las reformas vienen años después de que eran
requeridas. Ejemplo de esto último es el trámite de aprobación del Código Procesal Civil.
(Mora:2001, 21)

La Corte Plena en sesión del 9 de julio de 1984 encarga a una Comisión para que revise y
dé la redacción final al proyecto. La Asamblea Legislativa el 21 de julio de 1989 lo aprueba
en tercer debate, el Ejecutivo lo sanciona el 16 de agosto de 1989 y se publica finalmente el
3 de noviembre de 1989, sea un poco más de cinco años contados desde que se inició el
proceso de redacción. (Mora: 2001, 22)

Además, la reforma judicial se ha caracterizado por ser de corto plazo, dirigida a resolver
problemas específicos, sin un enfoque sistémico ni de planificación de las actividades, es
decir, dedicada a resolver los problemas inmediatos (apagar incendios).
Un ejemplo claro de esto es que no fue sino hasta en el mes de abril del año 2000, que el
Poder Judicial aprueba un Plan Estratégico en que se establece la Visión y la Misión con
metas y objetivos claros de corto, mediano y largo plazos, plan que se redacta en un
proceso en el que participó personal subalterno de todas las áreas, jueces de todo el país, y
magistrados.(Mora:2001,22)

Hasta hace poco, los intentos de reforma se han venido dando a cuenta gotas, con una
visión aislada dependiendo de iniciativas personales de los Magistrados o de los Presidentes
de la Corte de turno. Si se trabajaba en la reforma penal, muy probablemente no se hablaba
de los problemas de la jurisdicción civil y viceversa. O bien, si se trabaja en el área de
perfeccionamiento de los códigos procesales, no se ven con la misma intensidad las
reformas administrativas, ni la inversión tecnológica. En ese sentido, el proceso de
formulación del presupuesto al igual que la iniciativa para nuevos proyectos ahora tiene, en
materia de inversión, mayor dirección, al estar definidas las áreas estratégicas. (Mora:2001,
22)

El proceso de planificación estratégica es entonces, esencial para trabajar con un enfoque


profesional –no improvisado– y abordar las prioridades en forma integral y planificada,
evitando el desvío de recursos a áreas de menor urgencia. No se tiene conocimiento de que
en América Latina algún país haya trabajado con una planificación integral a largo plazo
sus agendas de reforma judicial, de ahí las consecuencias de una política judicial no
planificada o parcialmente planificada (13). (Mora: 2001, 22)

Existe la tendencia de imitar lo que vemos, sin detenernos a pensar. En la medida en que la
reforma judicial se limitó durante mucho tiempo a resolver problemas específicos con una
visión mecanicista, generalmente limitados al cambio procesal y legislativo, hicimos lo
mismo, tal vez pensando que como era la moda en países desarrollados, automáticamente
debía ser lo mejor para nuestra realidad.
Bastaba con estudiar los avances procesales y de fondo de países más desarrollados e
importarlos con algunas adaptaciones propias para mantener actualizada nuestra justicia. En
el caso costarricense, la Ley General de la Administración Pública, la Ley Reguladora de la
Jurisdicción Contencioso Administrativa y muchas otras leyes, respondieron en parte, a esta
tradición. El mismo Código Procesal Penal, derogado en el año 1998, en el momento de su
promulgación, era idéntico al del Código de Córdoba, Argentina –acaso con 2 ó 3 normas
propias–. Por otra parte, los jueces y abogados costarricenses se forman en buen número en
el extranjero, principalmente en Europa, y sus experiencias los inclinan a reproducir los
enfoques del viejo continente en nuestro sistema de justicia, sin siquiera cuestionar su
coherencia con la idiosincrasia e historia particular del país. (Mora:2001, 23)

Al no existir la fórmula mágica de la reforma judicial, importar soluciones, en muchos


casos, ha servido para reproducir problemas de país a país, ajenas a la cultura e historia de
cada uno. Ha hecho confiarnos en exceso de que íbamos por buen camino y nos ha limitado
en la búsqueda de nuestras propias soluciones. . (Mora:2001, 23)

El compartir experiencias es necesario y positivo, pero cada país debe valorar sus
circunstancias particulares antes de ensayar, sin adaptaciones, las soluciones de otros. Esto
es particularmente válido cuando se trata de importar soluciones de países desarrollados a
subdesarrollados, porque el espectro cultural y realidad, son muy distintas. . (Mora:2001,
23)

También hay que tener claro que innovar significa arriesgar, lo cual roza de alguna manera
con la actitud, conservadora por excelencia de los Poderes Judiciales. No obstante, como
bien lo señala David Varela (14), la reforma judicial es un proceso de prueba y error, donde
cada país debe ensayar sus propias soluciones e ir rectificando sobre la marcha, lo cual
implica que hay que tomar ciertos riesgos y por lo tanto que podemos equivocarnos y que
probablemente lo haremos, no para fracasar, sino para aprender y mejorar en el camino. .
(Mora: 2001, 23)

La cultura jurídica durante años, ha sido formalista producto de la herencia napoleónica. Es


esa la visión con la que aún se forman la mayoría de los jueces de la República en las
universidades, y el sistema en general, está diseñado para aplicar la ley en forma mecánica
sin atención a la persona o conflicto social que existe detrás del expediente. La forma
adquirió más importancia que el fondo, quedando un sin fin de conflictos sin solución, al
sucumbir en una carrera de obstáculos burocráticos sin sentido. Los códigos procesales –
como se indicó, generalmente importados–, contribuyeron en gran medida a alimentar esa
rigurosa y excesiva formalidad. . (Mora: 2001, 23)

El ciudadano, luego de accesar la justicia, e invertir recursos y tiempo en el litigio, se


encuentra con un juez frío, distante, desconectado por lo general de la realidad social,
renuente al cambio, y sin ninguna conciencia sobre su verdadero rol en una sociedad
democrática, un juez que prefiere resolver sobre un expediente que enfrentarse al conflicto
que lo origina y resolverlo. . (Mora:2001, 23)

La herencia napoleónica, vertical y autoritaria, legó un juez que se ve como "amo y señor"
del despacho judicial, convencido de que el aislamiento y la falta de controles son
consecuencias naturales de la independencia judicial. Esta visión resulta aún atractiva a
muchos puesto que logran realizar su voluntad, a modo de soberanos indiscutibles, no sólo
de las causas que juzgan, sino de la oficina que administran. Se impuso además la noción
del juez que opera con expedientes judiciales y no con personas. Se desestimuló la
discrecionalidad del juez y desaconsejó la "contaminación" que producía hablar con las
personas y tomar contacto con la realidad, en vez de limitarse a los hechos incluidos
legalmente en el expediente. A esto contribuyó además grandemente el predominio de un
sistema escrito que obliga a las partes y a los jueces a expresarse a través de sus escritos. La
ideología del sistema apoya esta conducta pues el juez no funciona –de conformidad con
esa línea– como garante de los derechos ciudadanos en una democracia, sino de los fines
del sistema. La idea del juez como aliado, intérprete y portavoz del ciudadano, se diluye.
La reforma judicial se ha visto afectada también por la insuficiencia de recursos. . (Mora:
2001, 24)

No sólo por la falta de inversión planificada de los mismos como se indicó, sino por la falta
de visión de la política nacional e internacional, de valorar a tiempo, la posición estratégica
de la justicia como herramienta no sólo de estabilidad democrática, sino de desarrollo
económico.(Mora:2001,24)

Al Poder Judicial se le ha visto hasta hace poco con la pasividad con la que éste se ve a sí
mismo, y se menosprecian las consecuencias políticas, sociales y económicas que una
actuación deslucida o mediocre puede tener para un país en desarrollo. En consecuencia,
durante años se ha dado un simple “mantenimiento”, con algunos esfuerzos aislados para la
renovación del judicial, que resultaron a la luz de lo expuesto, absolutamente insuficientes
para la construcción de un Poder Judicial moderno, actualizado y confiable. .
(Mora:2001,24)
La escasez de recursos económicos dedicados al sector justicia, ha dificultado también la
inserción de tecnología actualizada para ser utilizada como un sistema integral en el
mejoramiento de la gestión de los despachos. .(Mora:2001,24)

La mayoría de los países del área ante el costo que representa tener una tecnología
actualizada, cuando ha tenido la suerte de poder costearla, han debido darle uso para tareas
específicas o puntuales, como por ejemplo, la consulta de jurisprudencia y legislación,
procesador de textos, giros de cheques, notificación por fax y medios electrónicos, con muy
buenos resultados, aunque sin desarrollar sistemas integrados y automatizados de gestión de
los despachos, que realmente hagan frente a los altos volúmenes de trabajo que los
caracterizan.(Mora:2001,24)

El papel de la informática en el quehacer judicial, como un sistema integral e integrado, no


se ha dado aún. Como consecuencia, el expediente escrito y no el electrónico, continúa
rigiendo, limitando en forma importante las soluciones frente al congestionamiento de los
despachos y el control estadístico. La existencia de sistemas integrados, con un expediente
electrónico que permita la consulta vía Internet, reduce la afluencia de público a las
oficinas, permite el control estadístico y mejora el rendimiento del despacho en general, a
su vez, los sistemas de comunicación integrados, no sólo aumentan la fluidez y rapidez de
las comunicaciones entre funcionarios, autoridades y despachos entre sí, dentro y fuera del
país, sino que reducen costos de personal, papelería y teléfono. (Mora: 2001,24)

Lamentablemente en esta materia, la mayoría de los países de América Latina, han estado
siempre un paso atrás de los requerimientos tecnológicos principalmente por razones de
costo.(Mora:2001,25)

Se apostó en exceso a la reforma económica, sin soluciones para una América Latina
subdesarrollada y en constante efervescencia. Ahora, nuevamente aparece la reforma del
Estado como un requisito previo para el desarrollo sostenible y la gobernabilidad, y no es
sino hasta ahora que se empieza a reconocer la posición estratégica de los Poderes
Judiciales en ese proceso, en que se asignan recursos externos y se clarifica el rol que debe
jugar..(Mora:2001,25)

Este último tema es muy característico de nuestra América Latina, en donde el Poder
Judicial ha sido por naturaleza, acaparador, de prácticamente toda situación que genere
conflicto, pese a que la intervención del juez debe reservarse únicamente para la protección
de aquellos bienes jurídicos de importancia para la convivencia pacífica. Sin demérito del
principio de acceso a la justicia, hay una serie de conflictos que pueden dejarse en manos
de compañías aseguradoras, entidades de cobro, arbitraje y de la misma administración
pública. A manera de ejemplo, en Costa Rica, la materia de tránsito, que en otros países se
resuelve, en principio, por las compañías de seguros, representa un tercio del ingreso total
de asuntos a los tribunales de instancia. Un 80% de ese ingreso, lo representan a su vez, los
partes (multas) sin oposición, tarea que por ser no litigiosa, puede ser resuelta por la
administración pública por medio de su oficina de seguridad vial o cualquier otra instancia
administrativa (15). . (Mora: 2001,25)
Indudablemente que la tendencia judicializadora, representa un altísimo costo que desvía
fondos de las tareas prioritarias, y a la vez, ocasiona una carga laboral que afecta el buen
servicio e imagen frente al usuario. .(Mora:2001,25)

Aparte de lo anterior, por razones aún no determinadas con claridad, la población tiende a
responsabilizar al sistema judicial por el creciente aumento en la criminalidad y violencia
social, confundiendo su rol con el de otros agentes del sistema de justicia encargados de la
seguridad ciudadana. .(Mora:2001,25)

Por lo general, ante las nuevas tendencias del conflicto social, la respuesta de adaptación a
éstas han sido insuficientes o tardías. La jurisdicción constitucional (16), los delitos
económicos o de cuello blanco y la creciente violencia intrafamiliar, fenómeno no bien
entendido en los países de nuestro círculo de cultura, entre otros, tomaron por sorpresa
nuestros aparatos judiciales, con personal no capacitado, un diseño procesal inadecuado e
ingenuidad de parte de los jueces para enfocarlos y tratarlos rutinariamente, siendo su
naturaleza esencialmente diferente y sus consecuencias, en algunos casos, socialmente
devastadoras.(Mora:2001,25)

Esto conduce a encontrarnos con la desagradable sorpresa de enfrentar la pérdida de


confianza en la ciudadanía, y un atraso en la resolución de los asuntos a niveles iguales o
superiores a los que existían antes de los esfuerzos de reforma. Por ello, ahora éstos van
encaminados a lograr el fortalecimiento de la independencia económica, reducir a niveles
bastantes manejables el problema de la tardanza en la resolución de los asuntos, modernizar
la legislación procesal, acrecentar la inversión tecnológica y, quizás la más importante,
propiciar un cambio filosófico para devolver a la justicia su verdadero sentido: el de un
servicio público de calidad, con la persona –no el juez–, como eje central de su actuación.
Todos estos aspectos prioritarios parten del Plan Estratégico aprobado por la Corte Plena y
que de llegar a lograrlos, en menos de un lustro, estimo que el Poder Judicial costarricense
será uno de los más avanzados de América Latina y de seguro se habrán resuelto muchos de
los problemas que a este momento le aquejan. .(Mora:2001,26)

La concepción de la justicia como un servicio público de calidad, con la persona como eje
central de actuación, implica un profundo cambio de rumbo, que deja de verla como un
poder en sí mismo, para reenfocar su misión alrededor del ser humano. Así, la
independencia funcional y todo otro esquema tradicional, adquiere un carácter instrumental
para lograr una buena justicia, que no es más que aquella que aparte de ser eficiente y
efectiva, sea transparente frente al ciudadano y recobre la confianza de éstos en sus jueces. .
(Mora:2001,26)

La primer consecuencia de este enfoque, es la obligación de rendir cuentas e


inevitablemente el rescate del verdadero sentido de la independencia. En una democracia, el
único poder soberano es el que le corresponde al pueblo: cualquier otro poder es delegado y
sujeto a rendición de cuentas. Así, no existe ningún funcionario público, ni Poder que esté
exento de control. Este privilegio no lo tiene nadie, ni siquiera el Parlamento, a fin de
cuentas, no sólo es el pueblo el poder soberano, sino el que financia con el pago de sus
impuestos el trabajo de los judiciales, y merece una respuesta honesta sobre el destino de
sus dineros. .(Mora:2001,26)

Desde el punto de vista democrático pues, la independencia debe existir en función de, y
como garantía para el pueblo, para que no exista duda de que la justicia ha sido recta y
transparente..(Mora:2001,26)

Lamentablemente se ha absolutizado el tema como meta prioritaria y casi única durante


años, y se ha convertido en un escudo para actuar a espaldas de la sociedad civil, sin que se
pueda examinar las actuaciones del funcionario y que éste rinda cuentas por éstas. En
algunos casos, el tema se ha convertido en la punta de lanza de una lucha gremial, para
garantizar que nadie se meta con el trabajo que realiza, especialmente si se trata de
establecer parámetros de rendimiento o controles disciplinarios adecuados. (Mora: 2001,26)

Definitivamente la conceptualización de la justicia como un servicio público en un contexto


democrático, no permite tapujos, de ahí que el tema de la independencia, debe siempre ser
visto en forma instrumental y no como un fin en sí mismo, es decir, en función de alcanzar
una buena justicia para los ciudadanos. . (Mora: 2001,26)

La independencia funcional, no es, ni debe ser el tema principal que ocupe la agenda de
reforma judicial y hay que aprender a trascender hacia otros temas igualmente prioritarios.

Existen estudios calificados que demuestran que lo que más preocupa a los ciudadanos, en
la actualidad, no es en mayor medida, el tema de la independencia funcional. El grado de
accesibilidad que tenga la población al sistema de justicia, la eficiencia y rapidez en la
resolución de los procesos, el costo, y la calidad profesional de los jueces, preceden al tema
de independencia en el orden de prioridades de la población (17). Para el pueblo, la
independencia funcional por sí sola no ofrece ninguna garantía para una justicia adecuada y
satisfactoria para todos. Incluso a muchos preocupa no la falta de ella sino su exceso, como
ya lo advirtió el escritor Francisco de Quevedo: "Lo demasiado siempre fue veneno", o
como señala McKechie (1996) "La independencia sin responsabilidad es una ilusión, sólo
debe confiarse un poder independiente a quienes rinden cuentas de su ejercicio” (18).
(Mora: 2001,27)

Por otra parte, la rendición de cuentas conlleva una mayor transparencia a lo interno y
externo del quehacer judicial. A manera de ejemplo, los controles estadísticos, los informes,
encuentros, reuniones, acceso a la prensa, impiden esconder los defectos, obligándonos a
mejorar la calidad del servicio en forma continua y de frente a la ciudadanía. (Mora:
2001,27)

La segunda consecuencia, es la incorporación abierta y transparente de la sociedad civil al


quehacer judicial. Ni el Estado ni el mercado han sido capaces de solucionar hasta la fecha,
los grandes temas de la agenda social. La incorporación abierta y transparente de la
sociedad civil, a todos los niveles del gobierno (entendido en su sentido amplio),
especialmente en el judicial, se hace indispensable, sobre todo porque como se señaló, éste
se ha caracterizado por un autismo o encierro, por un actuar a espaldas de la comunidad, en
parte por una peligrosa distorsión del concepto de independencia, y sin duda, por la
negativa de tener al ser humano como eje central de actuación. (Mora: 2001,27)
Hay que escuchar a la gente, entender sus necesidades y preocupaciones, sus sugerencias,
en fin incorporarlos como aliados en el proceso de reforma. Ese el camino correcto para
rescatar la credibilidad del Poder Judicial, y para aclarar aquellas distorsiones que sobre su
actuar se han arraigado en la población. (Mora: 2001,27)

Un dato interesante en este sentido resalta en las encuestas de opinión: la popularidad es


menor entre los que no han recurrido a los tribunales, que entre aquellos que lo han hecho.
Eso es indicativo de una importante distorsión sobre el rol de los tribunales y un
desconocimiento sobre sus actividades y programas. Encuestas en varios lugares del
continente demuestran que el 75 % de la población no conoce o entiende el sistema judicial
y las reglas que lo operan, de tal forma que este problema es generalizado (19). (Mora:
2001,27)

La tercera consecuencia es el cambio en la mentalidad y cultura organizacional para


orientarla al servicio al cliente. Es un cambio filosófico de justicia –poder a justicia–
servicio con la incorporación plena de la sociedad civil, y obliga a proponer importantes
reformas particularmente en el área de servicio, a través de herramientas de diagnóstico y
control, que junto con las disciplinarias, coadyuven a mejorar la calidad en la atención y
respuesta.(Mora:2001,27)

La “Contraloría de Servicios en el Poder Judicial”, creada mediante acuerdo de Corte Plena


del 28 de agosto del 2000, artículo XXXIII, deberá facilitar la comunicación entre usuarios
y servidores; detectar problemas y buscar soluciones que ayuden a mejorar la eficiencia en
el servicio, no sólo por medio de la corrección sino de la prevención; proponer y actualizar
los derechos y deberes de los usuarios respecto de los servicios que recibe; elaborar guías
de los servicios que se prestan en el Judicial; y promover que las oficinas apliquen las
medidas correctivas en los servicios que presentan dificultad, entre otras.
Esta oficina es el complemento de la Inspección Judicial, para que aquellos asuntos que no
merecen la aplicación del régimen disciplinario sean atendidos, con la máxima prontitud.
(Mora: 2001,28)

La Contraloría, además de contribuir al proceso de modernización, sin duda, fortalece la


credibilidad de la ciudadanía en la administración de justicia, favorece el impulso de la
participación ciudadana en la fiscalización de la prestación del servicio y al mismo tiempo
contribuye al uso racional de los recursos públicos. Asimismo, coadyuva a hacer efectivo el
derecho de petición de la población en lo que concierne a su relación con el Poder Judicial,
a fin de que los ciudadanos puedan manifestar su opinión sobre la calidad de los servicios
que recibe y que se garantice que sus demandas serán atendidas y resueltas. (Mora:
2001,28)

Pero indudablemente, la parte central del servicio judicial, es la respuesta del juez, frente al
ciudadano, por eso es indispensable, orientar la cultura organizacional, hacia un rescate del
juez, como aliado de la sociedad, como garante de los derechos ciudadanos, que busque la
solución del conflicto por encima de excusas burocráticas, consciente de que su rol en la
sociedad es determinante para las relaciones familiares, económicas, con el Estado, en fin,
para la convivencia pacífica en general. Un juez con mentalidad abierta, con espíritu de
servicio y consciente de su rol en la sociedad. El Judicial no es ajeno al quehacer político de
las instituciones del Estado y por ende el juez tampoco lo es. Sin él, ningún intento por
mejorar la imagen y credibilidad de la justicia, será posible. (Mora: 2001,28)

No menos importante que la anterior, es el fortalecimiento de la independencia económica.


El aumento de funciones y responsabilidades del Poder Judicial durante la última década,
ha provocado que la necesidad de recursos financieros sea mayor para dar soporte a la
contratación de más personal, adquisición de equipo, construcción de edificaciones y
atender mayores gastos de servicios esenciales como electricidad, agua y teléfono. (Mora:
2001,28)

La situación del presupuesto del año 2000, ha puesto en evidencia que un 85% de los
recursos financieros se destinan para atender el gasto en recurso humano y tan solo el 15%
restante para atender otras necesidades importantes para el funcionamiento del Poder
Judicial. Esta distribución obligada del presupuesto, tiene un efecto negativo al verse
afectado seriamente entre otros, la posibilidad de nombrar más administradores de justicia
para atender con prontitud la resolución de asuntos, el programa de construcciones, la
adquisición de equipo tecnológico. (Mora: 2001,28)
.

El análisis del presupuesto permitió, además establecer que un 58.6% de los recursos se
destinan para atender las necesidades propias de la administración de Justicia y que un
41.4% corresponde a los gastos de los órganos auxiliares, erogaciones que año con año han
sido mayores, en detrimento de las necesidades del ámbito jurisdiccional. (Mora: 2001,29)

Conscientes de que el seis por ciento de los ingresos ordinarios calculados para el año
económico, es la fuente de ingresos de origen constitucional que le concede al Poder
Judicial autonomía presupuestaria, económica y funcional, y que esos recursos son todavía
suficientes para atender la función jurisdiccional, a condición de que no se distraigan en
atender otras necesidades, que si bien son igualmente importantes, imponen un sacrificio
para los fines esenciales que le fija la Constitución Política y el sistema republicano
democrático, a la administración de justicia, como es la función jurisdiccional. Lo anterior
obliga a que se realicen ingentes esfuerzos para lograr que la Asamblea Legislativa apruebe
en las legislaturas correspondientes la reforma al artículo 177 de la Constitución Política.
(Mora: 2001,29)

Esta reforma permitirá establecer las reglas mediante las que debe prepararse el proyecto de
presupuesto del Poder Judicial, vigilar su efectiva ejecución y el mantener los órganos
auxiliares (Ministerio Público, Organismo de Investigación Judicial y la Defensa Pública)
de la administración de justicia dentro de la estructura del Poder Judicial, como garantía de
la independencia funcional que la democracia costarricense demanda para ellos. (Mora:
2001,29)
El disminuir los niveles de atraso, entendido éste, como los asuntos que por limitación de
tiempo de los funcionarios o servidores judiciales, no se pueden tramitar o resolver en los
plazos establecidos y que han adquirido determinada antigüedad, no así aquellos
paralizados por la intervención de agentes externos al despacho, serán otro reto del judicial
para los próximos años, de forma tal que se llegue a complementar con los esfuerzos que en
otras áreas se ejecutarán. (Mora: 2001,29)

Se han realizado esfuerzos para atender ese nivel de atraso en los despachos, sin embargo,
el impacto directo de estas acciones es difícil de medir, en tanto, las más importantes tienen
efectos a mediano y largo plazos.
Los esfuerzos a corto plazo, se han enfocado a equilibrar cargas de trabajo en despachos
similares, lo cual no siempre mide el nivel real de rendimiento de una oficina en función
del volumen de asuntos ingresados. (Mora: 2001,29)

Con un inventario de los asuntos pendientes de tramitar de 1999 hacia atrás, se planificará
la asignación del recurso humano incluyendo los recursos técnicos, materiales y de oficina.
Paralelo a las acciones para disminuir los niveles de atraso en los despachos, es necesario
simplificar y dar celeridad a los procesos judiciales, mediante reformas legales orientadas
hacia la oralidad. Se promoverá la aprobación legislativa del Código Procesal Contencioso.
(Mora: 2001,29)

Administrativo, el Código General del Proceso y una reforma al procedimiento en materia


laboral como medio para acelerar la administración de justicia, y se incentivarán los medios
alternos de solución de conflictos y la desjudicialización de conductas. Se pretende
posibilitar el acercamiento del juzgador al conflicto, una mayor transparencia en su
solución y en consecuencia mayor comprensión del usuario sobre el procedimiento y la
forma en que se resuelve su caso. (Mora: 2001,29)

Finalmente, se dará un fuerte impulso hacia la utilización intensiva de las herramientas de


tecnología moderna. En el Poder Judicial constantemente se analizan las diferentes
opciones que ofrece este campo para afrontar el reto de brindar un servicio de más calidad.
Para el procesamiento de los volúmenes de información –crecientes y cada vez más
complejos– que se producen y manejan con motivo de la actividad de los tribunales, la
opción tecnológica es la más viable y adecuada, aunque con un costo importante. (Mora:
2001,29)

Con el empleo de los instrumentos tecnológicos por ejemplo, se ha logrado la agilización


de las comunicaciones e intercambio de datos, tanto a lo interno como a lo externo; la
integración de los circuitos judiciales del país, por medio de voz –por ahora– pero también
se llegará a utilizar esta red, para la transmisión de imágenes e información. Con esto se
producirá una mejoría en el servicio al usuario y en lo que se refiere a la transmisión de
imágenes, se favorecerá especialmente la enseñanza a distancia, a un menor costo, sin tener
que afectar la presencia del funcionario en su lugar de trabajo y en consecuencia el servicio
que deben prestar. (Mora: 2001,29)

La consulta de asuntos que se tramitan en los tribunales y la notificación por medios


informáticos e Internet, es otro de los retos prioritarios para el año 2001 y los venideros, en
razón de que el administrador de justicia y el usuario, requieren medios ágiles y eficientes
de consulta y trasiego de información. (Mora: 2001,29)

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Con acciones como las citadas, Costa Rica apuesta a la modernización de la justicia y al
fortalecimiento del estado de derecho.

La naturaleza intrínsecamente compleja y delicada del Poder Judicial costarricense, y su


importancia como aspecto medular de la consolidación democrática, nos obliga a hacer
todo esfuerzo posible por fortalecerlo y modernizarlo. Sin embargo, esta tarea debe ser
asumida por el conjunto activo de todos los compañeros judiciales, de sus organizaciones
profesionales y gremiales, de los usuarios y de sus representantes los abogados, del Colegio
de Abogados que los agremia, y de las otras corporaciones privadas mediante las que se han
organizado, de los demás Poderes del Estado brindando el apoyo político y financiero, en
fin de todas las demás expresiones de la comunidad costarricense organizada. (Mora:
2001,30)

Indudablemente que en el camino de la modernización del judicial de cara al Siglo XXI, no


existen fórmulas mágicas, ni perfectas. Costa Rica intenta, luego de varios años en el
proceso de reforma judicial, un enfoque diferente, con una justicia de cara al ciudadano,
que le permita una fiscalización permanente que la obligue a un mejoramiento continuo y
coadyuve al rescate de su credibilidad. (Mora: 2001,30)

No en vano a la hora de definir la Visión en el Plan Estratégico 2000 – 2005, se tuvo


presente que las generaciones futuras reciban un Poder Judicial “…independiente,
imparcial, eficiente, que garantice la protección de los derechos y libertades de las personas
con igualdad y plenitud de acceso para todos; integrada por personal consciente de su
elevada función en la sociedad, que inspire confianza y contribuya al desarrollo
democrático del país y a la paz social.” (Mora: 2001,30)

BIOGRAFÍA
Luis Paulino Mora Mora
Abogado litigante.
Ha desempeñado, entre otros cargos los de Juez Penal y Tutelar de Menores de Limón, Juez
Primero, Magistrado de la Sala Tercera. Actualmente es Presidente de la Corte Suprema de
Justicia.
Ha participado en congresos, seminarios, comisiones y directivas. Algunas de sus
publicaciones son:“La Jurisdicción Constitucional y su influencia en el Estado de
Derecho”; “El Derecho Internacional y su influencia en la Jurisdicción Constitucional
Costarricense”;“Los principios fundamentales que informan el código”; “Constitución y
Derecho Penal” y “Reflexiones sobre el nuevo Proceso Penal”.

Вам также может понравиться